El viaje
A mi esposo le encanta exibirme...
A mi esposo le gusta exibirme, y no perdió esta ocasión.
Teníamos que realizar un viaje bastante largo, y para evitar la fatiga de conducir, decidimos hacerlo en micro. Eran unos de esos de doble piso, y nuestros asientos estaban situados en el piso superior, partimos en el atardecer y todo se desarrollaba normalmente, a la hora de la cena uno de los choferes repartía la bandejita descartable por cada asiento, y amablemente preguntaba que beberían, mi esposo optó por servirse un escocés, y yó una gaseosa.
Terminada la cena, apagaron las luces y por los monitores pasaron una película que si bien era apta para todo público, la trama era bastante erótica, y en cierta forma me produjo una exitación que no pude evitar pícaramente posar mi mano sobre la bragueta del pantalón de mi esposo, éste reaccionó propinándome un abrazo y hábilmente desabrochó mi sostén dejando mis pechos libres dentro de la blusa abotonada que llevaba puesta, propinándome un suave masaje por sobre ella que eyectaron mis pezones a su máximo esplendor.
Todo el pasaje en nuestro piso dormía, pero a pesar de las altas horas de la noche, en el piso inferior se sentía el alboroto que unos muchachos ,todos entre 20 y 25 años, pertenecientes a un equipo de básquetboll que viajaba a un certámen producían, tal es así que sentimos como el chofer les llamó la atención reclamándoles silencio.
Tenía puesto un jean que en el juego de caricias con mi esposo pronto terminó en mis tobillos, pero ante mi reacción de subírmelos nuevamente, mi esposo sacó de mi bolso una corta pollerita y me obligó a ponérmela sin las bragas, y sin antes desabrocharme toda la blusa y hacerle un nudo por sus extremos, de manera que ante el menor movimiento mis pechos estaban expuestos, ordenó con tono firme que fuera al baño que se encontraba en el piso inferior.
Allí se accedía por una escalerita caracol muy pronunciada, y al bajar por ella, era inevitable que los muchachos del piso inferior vieran mi vagina depilada y brillante por los jugos producto de la exitación que tenía, y que reaccionaran rapidamente diciéndome todo tipo de piropos e invitaciones. Presurosamente entré al diminuto habitáculo y cerré la puerta, a través de la cual seguía escuchando cosas que me ponían aún mas caliente.
Al salir, uno de ellos me invitó con un vaso de cerveza, que no pude evitar aceptar, puesto que interrumpió mi paso en el pasillo impidiéndome avanzar, mientras otro que estaba sentado pasó sus manos por mi entrepierna produciéndome un escalofrío que puso mi piel tensa , mi reacción solo fue de hacerme paso y con una amplia sonrrisa correr hacia la escalera .
Cuando le conté lo sucedido a Alberto, me tomó de la mano y nos dirigimos ambos al piso inferior nuevamente, él se presentó como mi esposo y poniendo como escusa que arriba estaba muy aburrido si ellos no tendrían inconveniente en que ocupáramos un par de asientos libres que aún quedaban, por supuesto que ninguno opuso ningún reparo, es más, tan pronto terminaron las presentaciones, corría la cerveza por doquier, terminando todos como si nos hubiésemos conocido de años.
Yá todos alcoholizados, y con la confianza que reinaba, uno de ellos pidió a mi marido que me permitiera desfilar por el pasillo a fin de que todos pudieran observar detenidamente la bella mujer que tenía, a lo que él no solo accedió, sino que desabrochó el nudo de mi blusa dejándola totalmente abierta. Caminé lentamente hasta el fondo y regresé, solo sentía suspiros y observaba como calentísimos, algunos sacaban sus penes del pantalón y los frotaban. Alberto yá con su pene afuera, me lo puso en la boca y mientras le propinaba una mamada me sacó toda la blusa y me bajó la pollerita dejándome totalmente desnuda, y me ordenó la segunda pasada.
Esta vez no pude llegar hasta el final, me tumbaron en uno de los asientos, y eran incontables las manos y los besos que recibía por todo mi cuerpo, no podía parar de suspirar y gozar de la situación, luego de un largo orgasmo, y evitándo como podía ser penetrada, con la ayuda de Alberto me vestí nuevamente y subimos corriendo a nuestros asientos originales.
Justo a tiempo, sentimos como el chofer nuevamente se acercó a llamarlos a la cordura, que pronto llegaríamos a destino y que las luces se encenderían.
Hacia bastante tiempo que no experimentábamos estos jueguitos, y creo que nunca disfruté tanto de un viaje como lo hice de éste, tanto que anhelo poder repetirlo.