El Vestuario del Gimnasio

Hace un par de semanas me apunté con mi novia a un gimnasio de nuestro barrio para perder los kilitos de más que ganamos durante el verano. Sin esperármelo, me vi entrometido en el mejor polvo de mi vida. Un fantástico trío bisexual...

Hace un par de semanas me apunté con mi novia a un gimnasio de nuestro barrio para perder los kilitos de más que ganamos durante el verano. Nunca he sido muy fan de los gimnasios, siempre me ha gustado más salir a hacer deporte al aire libre, pero mi chica estaba deseándolo, así que accedí a acompañarla. Apesar de no ser muy musculuso, sí que he sido siempre fibrado. Pero mi atractivo, según dicen las chicas, radica en mis ojos azules y mi sonrisa de pillo. Desde que tengo uso de razón he sido consciente de que me atraen tanto los hombres como la mujeres, pero estas últimas siempre me han apasionado mucho más que los chicos. Por ello, nunca he tenido relaciones con ninguno, a excepción de una mamada que me hicieron en los baños del instituto, que quizás cuente en otra ocasión.

Los primeros días que fuimos al gimnasio, tanto mi novia como yo andábamos bastante perdidos así que tuvimos que fijarnos en cómo hacían los ejercicios el resto de personas para aprender a utilizar algunas máquinas. Prácticamente todos los clientes eran hombres, aunque también había alguna mujer, y todos, sin excepción, parecía que llebavan toda su vida entre las paredes de ese gimnasio. Lucían cuerpos esbeltos, musculosos y perlados por unas gotas de sudor que les otorgaban aún más sex-appeal. Desde que entré por las puertas, le eché el ojo a una chica morena de grandes senos que no dejaban de rebotar cada vez que su dueña daba una pedalada a la bicicleta elística, el sudor le recorría el escote, y unos pezones duros se marcaban en su top deportivo, ya que no llevaría sujetador. Tuve que esforzarme mucho para que ni mi novia ni el resto de personas que me rodearan se fijaran en el bulto que había surgido en mi entrepierna, sin embargo, mis esfuerzos parecieron no ser suficientes ya que un viejo me miró directamente al paquete y sonrió.

Después de correr en la cinta durante veinte minutos, decidí probar una serie de máquinas para fortalecer los brazos. Mi novia prefirió seguir corriendo un rato más, así que nos separamos. Todas estaban ocupadas, pero un chico me dijo que si quería podíamos ir turnándose en la que él estaba, le di las gracias y esperé mi turno situado en frente de él. No estaba demasiado musculoso, pero tenía unos brazos fuertes, un rostro adornado con una barbita castaña que le hacía ser bastante guapo y una mirada de ojos negros atrayentes. Además, iba vestido con ropa muy ajustada, que dejaban ver la forma de su torso. Mi polla volvió a cobrar vida de nuevo. Cuando me tocó mi turno, ya estaba completamente empalmado de nuevo. Mi polla no es colosal, pero sus dieciocho centímetros no se los quita nadie, y esto no pasó desapercibido al chico, que apesar de dedicarle una larga mirada, no pareció molestarle mi calentura.

-¿Es tu primer día? -Me preguntó arráscandose la barba. Por cada segundo que trascurría me parecía más atractivo.

-Sí, espero que no sea también el último

-Ya verás como no, al final le acabas cogiendo gusto al gimnasio -Volvió a dirigir su mirada a mi paquete, que ya empezaba a menguar, pero esta vez no se limitó únicamente a mirar, llevó su mano descaradamente hacia su polla y se la apretó. En ese momento pude adivinar el gran miembro que tenía. Mi polla volvió a crecer instantáneamente. No podía creerlo, joder, me estaba tirando la caña-. Lo mejor de todo son los vestuarios.

-Pues aún no he tenido ocasión de verlos -Respondí siguiéndole el juego.

-Si quieres te los enseño -El joven, que no tendría más de 20 años, volvió a apretarse su enorme polla y me sonrió con malicia. Después, se dirigió hacia las duchas. Yo lo seguí sin dudarlo. Tenía un culo de lo más respingón y sensual, pero despendría olor a hombre y su virilidad era indudable-. Vamos a entrar en el vestuario femenino, en las duchas nunca hay nadie. En las de los hombres siempre hay viejos pajeándose y no quiero que nos interrumpan.

Eché un vistazo hacia atrás, en busca de mi novia, que aún seguía distraída en la cinta, y luego asentí y seguí al chico sin disimular mi empalme. Era cierto, las duchas de las mujeres estaban completamente vacías, el joven me llevó hasta una de ellas y después de entrar, cerró la puerta. Inmediatamente después, se giró hacia mí y plantó un morreo en mis labios, haciendo que nuestras lenguas juguetearan la una con la otra. Su mano se deslizo a mi paquete, y me lo manoseó disfrutando de cada centímetro de él, yo hice lo mismo, notando su polla dura y sus huevos colgones bajo sus shorts. No llevaba ropa interior. No tardamos ni un minuto en deshacernos de toda nuestra ropa. Yo no estaba seguro de si quería continuar, pero los labios carnosos del chico y sus hábiles manos, me impedían separarme de él. Ya le habia sido infiel a mi novia con otra chica, pero nunca con un chico. Y hacía tanto que no me liaba con uno... Se puso de rodillas y empezó a comerme la polla, me lamió el glande, succionó mis huevos, jugueteó con mi miembro... Se la metía y sacaba de la boca como si no le resultara ningún esfuerzo. En pocos minutos, estaba gimiendo de placer. Era la mejor mamada que me habían hecho hasta la fecha. No quería correrme aún, así que lo levanté y le planté un morreo en los labios mientras le pajeaba su gran miembro, echando su prepucio hacia delante y hacia atrás. Unos pasos resonaron en el exterior de la ducha, y se pararon justo enfrente de donde estábamos nosotros. Me separé de sus labios dibujando en mi rostro una mueca de terror, creyendo que alguien nos había pillado, quizás fuera mi novia.

-Tranquilo, tío. Es mi chica. ¿Te apetece que se nos una? Tiene ganas de polla -Dijo el chico.

Mi mueca se transformó en una sonrisa maliciosa y asentí sin pensármelo ni un segundo. Cuando abrió la puerta, la chica estaba completamente desnuda, ¡era la chica de la bicicleta elíptica! Sus senos parecían aún más grandes vistos de cerca, sus pezones eran oscuros, grandes y puntiagudos. La atraje hacia mí con fuerza y le lamí los pezones con ansía, mientras le acariciaba su húmedo coñito con mis dedos, primero empecé introduciendo solo dos, pero al instante, y le cabía mi mano entera.

-Joder, eres una zorra -Dije después de comerle la boca mientras su novio comenzaba a mamar de nuevo mi polla.

La situación era jodidamente caliente. Notaba los flujos de la chica en mis dedos, resbalando hasta caer al suelo, acompañado de sus gemidos de placer, mientras yo también gemía gracias a la boca de su novio.

-Quiero follarte -Le susurré al oído a la mujer, que se puso enseguida a cuatro patas, dejándome su culo abierto ante mí, Lubriqué su ano mientras que el chico lubricaba el mío, ¡iba a follarme! Notaba mi glande palpitande, deseoso de perforar el culo a la morena, pero también notaba mi culo deseoso de ser penetrado por la polla del chico-.

-¡Folláme!

Y las súplicas de la chica se cumplieron; de una sola embestida introduje mi polla hasta los huevos, mientras notaba cómo el gran miembro del chico se abría paso por mi estrello ano. Así comenzamos una serie de movimientos pélvicos coordinados, un mete-saca placentero y doloroso. El ano me ardía, pero el placer que sentía me hacía olvidar el dolor. No tardé ni dos minutos en correrme, soltando la cantidad de semen más grande que he soltado en toda mi vida, la chica llegó al clímax al mismo tiempo que yo, haciendo que mi esperama y sus flojos se fundieran en el interior de su coño. Sin embargo el chico seguía follándome con fuerza.

-Me corro! Me corro!! -Gritó al tiempo que sacaba su polla de mi dilatado culo. Nos obligó a mí y a su novia a arrodillarnos, y tras acariciar su polla nuevamente, nos roció con una cantidad colosal de líquido blancuzco pegajoso, que no tardé en lamer. Tras volver a vestirse tan rápido como se había desvestido, me dio un beso en los labios y me dejó allí, desnudo y cubierto de lefa.