El verano que no olvidaré I

Saqué mi ropita nueva, un calzoncito rosa con corazones rojos una minifalda entablada, y un top de tirantes con botones al frente, en cuanto a zapatos prefiero las sandalias o estar descalza, por último me peiné con dos coletas, por fortuna un día a modo de juego había peinado a una amiga por lo que aprendí a peinarme de varias maneras, tome un poco de brillo labial de mi madre y tome una pequeña bolsita para poner más brillo labial, dinero y mis llaves, estando todo listo decidí salir a pasearme, eran cerca de las dos de la tarde cuando crucé la puerta de entrada

¿Quién no recuerda los veranos cuando no había tanta tecnología? El los que podíamos salir a la calle sin temor alguno, incluso a altas horas de la noche, que tiempos aquellos, corría el año de 1987 yo había terminado el primer año de secundaria, y anhelaba esas vacaciones, dos meses enteros de solo diversión, primero me presento, mi nombre real es Ramsés, mi madre y yo vivíamos solos, y era muy agradable, mi madre trabajaba en una farmacia, pero estaba por independizarse y poner su propio negocio en playa del Carmen, yo iba al instituto privado, y desde siempre me llamo la atención los vestidos de las chicas, mi cuerpo era muy femenino, media 131 de estatura un enano prácticamente y mi cabello era un poco largo, pues en el instituto nos lo permitían, era muy delgado, y prácticamente lampiño.

Mi madre asistiría a un congreso de farmacéutica durante un mes a la ciudad de México, y yo le había dicho que no quería ir, y después de mucho insistir acepto a dejarme quedarme, claro con ciertas condiciones, y antes de su viaje había conseguido algo de ropa femenina de mi talla, por lo que podría estar vestida como niña.

Por fin el día del viaje había llegado y estaba ansioso por qué mi madre se fuera, y tras darme las últimas indicaciones mi madre se fue, apenas estuve solo subí la escalera y llené el Jacuzzi, empecé a moverme y actuar como una niña, y aproveché mi voz delgada para hablar como una niña, y mientras cantaba al ritmo de Daniela Romo, saqué mi ropita nueva, un calzoncito rosa con corazones rojos una minifalda entablada, y un top de tirantes con botones al frente, en cuanto a zapatos prefiero las sandalias o estar descalza, por último me peiné con dos coletas, por fortuna un día a modo de juego había peinado a una amiga por lo que aprendí a peinarme de varias maneras, tome un poco de brillo labial de mi madre y tome una pequeña bolsita para poner más brillo labial, dinero y mis llaves, estando todo listo decidí salir a pasearme, eran cerca de las dos de la tarde cuando crucé la puerta de entrada, y comencé a caminar hacia la zona comercial que hoy en día se conoce como la quinta avenida, afortunadamente, en mi calle solo vivíamos mi madre y yo, y teníamos como único vecino a un francés que se había mudado hacia unos años llamado Armand Dubois, así que cerré la puerta y eché a andar.

Para los que no conocen playa del Carmen hoy es un gran centro turístico, pero a finales de los 80 apenas se estaba dando a conocer y era prácticamente un pueblo costero lo que hoy se conoce como la Quinta avenida apenas tenía algunos locales y fondas, me compré un helado y fui a caminar a la playa, y algunos pescadores y lancheros me hacían piropos y me preguntaban por qué andaba sola, pero yo no respondía, cerca de las cinco decidí regresar a casa, pues comenzaba a sentir hambre, al llegar a casa comí algo y me puse a ver la tv, cuando sonó el teléfono, pensé que sería mi madre pero al responder me habló una voz masculina...

-Bueno.

-¿Aló?

-Ah señor Dubois buenas tardes.

-Bonjour Ramsés tu madre me pidió vigilarte ¿Todo está bien?

-Excelente señor Dubois acabo de comer y estoy viendo la tv.

-Que bueno ¿No necesitas nada?

-No gracias señor Dubois.

-Te ves muy bien con tu nueva forma de vestir.

Me quedé helada, de la emoción de salir no me había fijado si el señor Dubois me había visto, y al parecer si lo había hecho...

-Ramsés ¿Todo bien?

-Ah, yo...

-No te preocupes, si tu madre no lo sabe, yo no sé lo voy a decir, la verdad me gustas más así, dime ¿tienes planes para esta noche?

-Ah... No ninguno.

-Bueno te invito a cenar, quiero conocer a tu otra tú.

-Esta... Está bien.

Al colgar el teléfono el pánico se apoderó de mi, mi plan era que nadie se enterara y ahora la segunda persona que menos quería que se enterara lo sabía, pensé en darle largas al señor Dubois, pero sabía que entre las cosas que hacía nuestro vecino era la fotografía, pues tenía un estudio en su casa, ¿Y si me había tomado alguna fotografía? No había de otra debía aceptar, me arreglé y me puse perfume de mi madre y a las 7 de la noche sonó el timbre, al abrir Vi al señor Dubois, alto fornido, cabello rubio largo atado en una cola de caballo, barba de candado, ojos verdes, venía vestido con una bermuda roja, y una camisa hawaiana desabrochada que dejaba ver su pecho lleno de vello corporal y descalzo...

-Bonne soirée mademoiselle.

-Buenas noches.

-No quiero llamarte Ramsés, no va con una mademoiselle, te ves más como... ¡Carolina!

Me gustaba el nombre y sonreí tímidamente, entonces el señor Dubois me tomo de la mano y comenzamos a caminar, a su lado sus 190 de estatura me hacían ver mucho más joven de lo que era, fuimos directo al centro donde caminamos un rato y cenamos en un puesto de tacos, luego de lo cual caminamos por la playa por un buen rato hasta que era totalmente de noche, nos habíamos alejado bastante de la zona habitada, por lo que emprendimos el regreso, pues era peligroso por qué por esos días había zonas prácticamente salvajes donde podían encontrarse desde cocodrilos, serpientes e incluso jaguares.

Ya en la ciudad imité su andar y caminé descalza, mientras caminábamos el señor Dubois me preguntaba sobre mis motivaciones de querer vestirme como chica, y yo explique cómo pude, cuando estábamos en la esquina de nuestra deshabitada calle me preguntó...

-¿Y ya te hicieron mujer?

-¿Como?

-¿Sexo?

-Ah... No, aún no.

-Mmm vaya, interesante.

Al llegar a mi casa comencé a abrir la puerta cuando escuché que comenzó a sonar el teléfono, abrí deprisa y entramos rápidamente, el señor Dubois conteste antes que yo...

-Alo, bonee soirée mademoiselle, así es vine a verlo y salimos a cenar algo... No sé preocupe mademoiselle, no es nada, y si me lo permite mañana puede acompañarme a Mérida a unos asuntos... Oui mademoiselle... No sé preocupe no es molestia, por supuesto, no lo perderé de vista, así es aquí está, bonee soirée. -entonces el señor Dubois me pasó el teléfono.

-¿Bueno?

-Rami, hola ¿Como va todo?

-Bien.

-Mañana pórtate bien con el señor Dubois y diviértete.

-Si, lo haré.

-Obedecelo en lo que pida.

-Lo haré.

Tras colgar el señor Dubois se estiró dejando ver sus hermosos pectorales, entonces dijo que ya se iría, pero un calor tremendo se apoderó de mí y hablé...

-Gus... ¿Gusta tomar un café?

-Merci mademoiselle, con gusto te acompañaré.

Fuimos a la cocina, donde el señor Dubois se sentó a la mesa, y yo puse la tetera al fuego, estando el señor Dubois sentado quedaba a la altura de su rostro, tome una taza y la puse en la mesa, pero entonces quedé exactamente junto a el, y entonces brinqué, la mano de el señor Dubois estaba subiendo por mi pierna derecha, mi respiración estaba acelareada y mi corazón iba a mil por hora, mis ojos encontraron a los del señor Dubois, y mirando mi pecho desabrochó mi top, mis pezones rosados estaban duros como piedras, y al verlos, el señor Dubois comenzó a deborarlos, sacándome un fuerte y femenino gemido, mientras su mano acariciaba mis nalgas, el silbido de la tetera comenzó a sonar cuando mis gemidos eran más fuertes, pero entonces se detuvo, y el señor Dubois apagó el fuego de la estufa, y sin pensarlo me tomo con facilidad en brazos y me llevo a la sala, donde me besó apasionadamente, mientras se quitaba la camisa, para luego regresar a mis pezones mientras me quitaba primero el top y luego el calzon, por último me quito la falda, y el se retiró la bermuda para rebelarme una verga de unos 20 cm coronada con una mata de vello púbico rubia, la miré y luego miré al rostro del señor Dubois...

-Tu peux le faire mon amour, tómala.

La tomé entre mis manos y comencé a masturbarlo mientras el acariciaba con una mano mi cabeza y con la otra mis pezones, entonces volvió a mirarme y me dijo...

-Abre tu boca.

Así que lo obedecí y el señor Dubois metió su verga en mi boca, para que yo comenzara a mamarla, él me iba guiando y me decía como hacerlo para hacerlo sentirse bien, entonces tras unos minutos me pidió detenerme, y luego me recostó sobre la alfombra del suelo, me besó, deboró mis pezones, beso mi vientre, y me dió el mismo trato que yo a él, curiosamente yo no tenía erección, pero igualmente sentía muchísimo placer, entonces levanto mis caderas y comenzó a darme sexo oral en mi culito, lo que me saco un fuerte gemido, y tras unos minutos apuntó su verga a mi culito y me dijo...

-Esto dolerá un poco.

-Adelante.

Entonces el señor Dubois comenzó a empujar y su verga se fue clavando en mi culito, en efecto sentía un horrible dolor pero no demostré en ningún momento que me dolía, sin embargo la posición no ayudaba y solo media verga había entrado, por lo que el señor Dubois me puso en cuatro, apuntó su verga la metió un poco, tomó mis muñecas y jaló mi cuerpo hacia él, clavándome por completo su verga, yo emití un grito enorme, finalmente nadie nos escuchaba, la casa más cercana era la del señor Dubois y la siguiente estaba casi a 500 metros detrás de la mía, por lo que el señor Dubois me dijo...

-Maintenant tu es une femme complètement, j'veux t'entendre crier ma petite salope.

Y tomándome de la cintura comenzó a cogerme el dolor fue bajando y de pronto ya me cogía con fuerza y velocidad, su verga entraba y salía por completo y sus caderas chocaban con mis nalgas, y mis gemidos se fueron haciendo más sonoros hasta que se volvieron gritos de placer, entonces el señor Dubois me dió una nalgada...

-Perdona mademoiselle ¿Te molesta?

-No, quiero que me dé más nalgadas.

Por lo que mi amante siguió nalgueandome hasta dejarme las nalgas rojas, y yo gozaba cada vez que lo hacía, su bombeo era más fuerte y el placer que sentía era total, y los gemidos del señor Dubois también subían de intensidad, por lo que me volvió a tomar de las muñecas para cogerme con más fuerza hasta que no pudo más y empujó su verga hasta el fondo y comenzó a venirse dentro de mi, yo sentía como su leche caliente me llenaba por dentro y yo también sentí como tenía mi orgasmo muy fuerte, luego de eso nos quedamos así unos instantes hasta que el señor Dubois sacó su verga de mi culito y me dió un largo y profundo beso, nos miramos y entonces me dijo...

-Ahora eres una mujer por completo, espero que lo hayas disfrutado.

-Lo disfruté.

Nos quedamos sentados desnudos en el sofá, mientras el me acariciaba el cuerpo, aunque me acariciaba más los pezones, los cuales decía que se verían mejor con alguna decoración, entonces lo bese y le pregunté...

-¿Podemos volverlo a hacer?

-Todas las veces que quieras Mon amour.

Luego de eso subimos la escalera y ya en mi cuarto nos recostamos y nos estuvimos besando por horas hasta quedarnos dormidos.