El verano que me cambió
Cómo comenzó mi pasión por las mujeres mayores, las minifaldas y la ropa interior.
Hola, me llamo Fede, tengo 25 años y soy de Orihuela, una ciudad de Alicante. Estoy aquí porque ya son varios los años que llevo visitando esta página, y mucho tiempo queriendo escribir mi historia para vosotros.
Yo no voy a contar ninguna fantasía, ningún polvo de espanto, no. Mi polla no mide 20 cm, ni 18 tampoco. No soy alto, ni tengo el cuerpo duro por el gimnasio y mi vida sexual no esta plagada de grandes hazañas. Soy un tipo de lo más normal que quiere contar como comenzó su pasión por las mujeres mayores, las minifaldas y la ropa interior.
Esta historia comienza en el verano de 1991, cuando tenía 12 años. Yo, que por esa época había terminado 6º de la E.G.B., debería asistir a clases durante todo el verano pues me habían suspendido dos asignaturas y mi padre no fue muy comprensivo con las notas. Era la primera vez que debía recuperar asignaturas en verano y el "castigo" me desmoralizó. Con doce años uno no concibe un verano sin parar de jugar y mucho menos por tener que estudiar. El caso es que mi padre, sin perder un momento, me buscó una profesora de clases particulares para los meses de julio y agosto, una chica de 27 años que, le habían dicho, en los veranos se dedicaba a dar clase a chicos con asignaturas pendientes.
Fuimos a verla, y yo, con mis doce años y el verano chafado, nada más vi a una mujer (con 12 años las personas de 27 parecen muy mayores) morena, alta y que pretendía ser demasiado simpática conmigo. A mi padre sin embargo le pareció buena chica y aceptó contratarla, y ella, viendo mi cara, procuró ser lo más compresiva posible dejándome elegir las horas de clase. Esto me vino muy bien pues, en verano, mis padres no me dejaban salir de casa hasta las 5 de la tarde, y elegí dar las clases a las 4 para terminar a las 5 y poder irme a jugar.
Las clases comenzaron y empecé a conocer a Elena, mi profesora. El asistir a su casa tres días a la semana hizo que cogiéramos una gran confianza en muy poco tiempo. Hasta que llegó el día que marcaría mi relación para con ella y mis primeras fantasías sexuales.
Ella, como ya os he dicho antes, era muy simpática, demasiado, pues me trataba como si fuese más crío de lo que era, justo cuando yo comenzaba a sentirme todo un hombre; las hormonas comenzaron ese año a hacerme ver a las mujeres de otra manera y comenzaron las famosas pajas diarias.
Yo, que era un poco heavy, me gustaba llevar vaqueros cortados por las rodillas, tipo bermudas, y desgatados. Aquel día, como todos los demás, me dirigí a su casa a realizar los deberes con mis pantalones cortados y mi camiseta de los AC/DC. A media clase, con el calor que hacia, Elena se mostró interesada en los vaqueros, le parecían bastante frescos, y me pregunto si era yo quien me los cortaba. La respuesta fue negativa ya que era mi madre la encargada de ello. Elena un poco desilusionada me confesó querer unos para ella, pero no se atrevía a cortarlos por miedo a no dejarlos bien y echarlos a perder, entonces me pidió consejo a mi.
Yo le dije que cortarlos era lo más fácil del mundo, sólo hacían falta unas tijeras, y en cuanto a la altura del corte le dije que este debía ser más arriba de medio muslo y no por debajo de las rodillas como los míos. Ella quería unos pantalones fresquitos y yo le aconsejé que cuanto más cortos mejor, y que como era mujer no le quedarían nada mal, si cabe algo más provocativos, pero no le quedarían feos.
Elena salió de la habitación donde me daba clase y volvió con unos vaqueros viejos y unas tijeras, me miro y me tendió los pantalones para que marcara por donde quería que los cortara, a mi gusto. En aquel momento mi cabeza comenzó a darle vueltas a la situación y comencé a ponerme nervioso, no sabía por qué, era la primera vez que una mujer me hacía sentir así. Marqué unos dedos más arriba de donde debía quedar la mitad del muslo y ella se puso a cortar.
Yo agache la cabeza e intenté seguir con mis deberes, pero no podía. De reojo seguía el trabajo de Elena. Al fin los cortó, los enseñó triunfante y los dejó sobre la mesa mirándome.
-¿crees que me quedarán bien? A lo mejor nos hemos pasado o quizás hay que cortar un poco más.
Mi corazón seguía poniéndose nervioso, no podía explicar el por qué, y con cara de bobo levante los hombros. Ella se levantó de la silla, se acercó a la puerta y la cerró, volvió a la mesa y comenzó a soltarse los pantalones que llevaba puestos.
La sangre me saltó a la cabeza, la polla se me puso dura de golpe y agache la cabeza para intentar mirar la libreta pero los ojos se me iban para aquel espectáculo mientras me preguntaba qué coño iba hacer aquella mujer, es que no se daba cuenta que había un tío delante?. No lo podía creer, Elena se estaba quitando los pantalones delante mío. Dios! Yo no sabía que hacer, y ella continuaba hablando como si nada!!!
Estaba allí, en bragas, que para colmo eran negras, a menos de un metro de mi y yo no podía dejar los ojos quietos mas de un segundo, miraba arriba, a sus piernas, a la pared y volvía a sus piernas, al suelo y luego a sus bragas, me mareé y todo. Era un sueño, estaba viendo por primera vez a toda una mujer en ropa interior, y tan cerca que la podía tocar con solo levantar una mano!!! Y ella pensaba que yo era tan crío que ver a una mujer en bragas no me era nada excitante. El corazón me latía, las manos me temblaban y la polla quería saltar, correrse, explotar!!. Me iba a estar dando pajas a su salud toda mi vida!!
Elena, sin ninguna prisa, acabó poniéndose los pantalones, y durante ese tiempo algo en mi había cambiado. Elena ya no era sólo una mujer que me daba clases de recuperación. Ahora era una tía que tenía unas piernas largas con unos muslos generosos, un culo ummm que culo le veía ahora, de esos gorditos, con carne, como a mi empezaron a gustarme.
Me embobé mirándole el culo y las piernas y cuando me vine a dar cuenta me estaba mirando y preguntando si le quedaban bien los pantalones. Salí de aquel sueño y con cara de bobo le dije que le quedaban de maravilla mientras ella me sonreía, ilusionada con sus nuevos pantalones.
Elena pasó a ser mi fantasía sexual en persona. Soñaba con que se volviese a repetir esa situación, si lo había hecho una vez por qué no lo iba a hacer otra, y que se quedara en bragas delante mío.
A partir de ese día me la meneaba a su salud continuamente. Estaba deseando ir a dar clase, y más ahora que se ponía aquellos pantalones cortos, que dejaban sus muslos descubiertos y le marcaban aquel culazo. Pero lo que más loco me ponía era su inocencia para conmigo. No se daba cuenta de lo muy caliente que me ponía y nuestra confianza seguía aumentando, y con ella el número de pajas.
Unos días más adelante recuerdo que comí y fui a mi cuarto a meneármela, el pensar en ir a su casa me ponía supercachondo y debía bajar la temperatura antes de ir a dar clase. Después de la paja cogí mi cartera y me fui a casa de Elena. Me abrió la puerta su madre y me indicó que pasara al cuarto, Elena estaba dentro ordenándolo mientras me esperaba. Al entrar el corazón me dio un vuelco. Estaba de espaldas a mi, con un traje de esos que se ponen las mujeres en verano, de una sola pieza, de colores, que le quedaba más arriba de medio muslo y se trasparentaba todo!!! Dios! Podía verle las bragas, esta vez eran blancas o de algún color claro, y cuando se giró me di cuenta que no llevaba sujetador y los pezones eran una abultada sombra oscura en el traje!!! Me la acababa de menear y la polla me volvió saltar, me pedía que le sacara toda la leche de nuevo. La cara volvió a su estado normal en aquella casa, de bobo, y cuando me vine a dar cuenta ella volvía a estar mirándome y sonriendo me dio las buenas tardes.
Hombre Fede, ¿ya estas aquí? ¿Has visto el traje que me he comprado hoy en el mercado?
Yo no sabía que decir. ¿Es que no se daba cuenta de que llevar puesto eso e ir desnuda era prácticamente lo mismo?
Sí, ya veo. Es muy chulo y para este calor es lo mejor. Tiene pinta de ser fresquito.
(En el 89 los aparatos de aire acondicionado no eran tan populares como ahora y el calor, en Agosto a las 4 de la tarde, era casi insoportable).
Puse la cartera en la mesa y saqué las libretas de ejercicios para enseñarle los deberes y que los corrigiera, ella se había girado pero esta vez se había agachado para recoger el trapo del cubo en el suelo. La faldita se levanto hasta el límite, justo donde empieza el culo y comienzan a verse las bragas. El corazón volvió a saltar, y sin pensarlo dos veces dejé caer un boli. Me agache mirando hacia delante, no sabía donde había ido el boli pero no me importaba, yo quería tener ese culo lo más cerca de mi cara posible. El corazón me latía con fuerza y la polla me dolía de la presión. La situación estaba al límite, lo sabía, pero yo quería sentir sus carnes cerca, muy cerca; soñé durante un instante que llegaba a reconocer el olor de su sexo. Vi como sus bragas, tensas en la parte de la raja del culo, hacían pliegues a la altura de su chochito y al juntarse el culo con los muslos. Qué espectáculo!!! Ella comenzó a levantarse, cuando yo comenzaba a pensar que aquella imagen me iba a estar poniendo la polla dura toda la vida, y tuve que agachar la mirada para buscar, esta vez de verdad, el boli. Tenía once años y comenzaba a desear tener sexo con aquella mujer; no sabía cómo me podía poner tan cachondo ver la ropa interior de Elena. La clase ya supondréis cómo siguió.
Conforme pasaba el verano las situaciones se iban repitiendo y aumentando, ella parecía no darse cuenta, que en la mayoría de los casos, me daba clase casi desnuda, y yo estaba más pendiente de su cuerpo que de mis deberes.
En otra ocasión estaba sentado preparando la libreta cuando me dijo que debía echarle una mano en algo, no lo entendí. Al minuto apareció con un trapo húmedo y me lo entregó, y yo con cara de bobo otra vez le pregunte que para qué era. Se giró mientras me explicaba cómo, en la cocina, al pasar cerca de la mesa se había manchado el culo de chocolate con un trozo de tarta. Quería que yo le limpiase los pantalones y eran los vaqueros cortos!! A ver, tenía un trapo húmedo en la mano derecha, un pedazo de culo impresionante a menos de un palmo de mis narices, yo estaba sentado y ella de pie, y Elena sonriendo y girando el torso me dijo:
Fede, límpiame bien, con cuidado que me acabo de poner los pantalones, eh?
Y riéndose va y añade
- pero no te aproveches ahora y me toques el culo, eh?
A mi me temblaban las manos, la excitación puso mi cuerpo como una olla a presión. Con dos dedos de la mano izquierda intenté sujetar el pantalón para, cuando aplicase el trapo sobre el chocolate, éste se moviese lo menos posible. Y a la vez trataba de sobar un poco el culo, de rozar si acaso aquellas carnes apretadas con máxima delicadeza, mientras sus palabras, sus cara sonriente casi insinuadora y aquella tentación, aquel culo, daban vueltas en mi cabeza. La operación no duró más de 30 segundos, pero para mi pasó muy pero que muy despacio, aún recuerdo la sensación de mi mano sobre aquel culo, con los pantalones completamente estirados, intentado sujetar la carne que tenían dentro, que sin llegar a ser gordo era muy generoso, era gordito.
Estas situaciones serían y son las culpables de muchas pajas a su salud.
Aquel verano se desarrollo de una manera muy diferente a lo que yo había pensado en un principio. Ir a casa de Elena se convirtió para mi en un placer, casi en una obsesión; tenía, a diario, a una mujer casi desnuda, o la que verle la ropa interior era relativamente sencillo.
Comencé a desear cada parte de su cuerpo, el culo sobre todo, y hasta su ropa interior comenzó a volverme loco, todo cuanto la rodeaba me excitaba. Y cada vez más, pues las situaciones no cesaban.
El verano llegó a su fin y el curso comenzó, pero al año siguiente volví a tener un par de asignaturas pendientes y qué pena, verdad? debía ir otra vez todo el verano a casa de Elena.
Aunque esto ya os lo contaré, o eso es pero, pues hubo situaciones más fuertes, ella seguía dándome la confianza de un crío pequeño y siguió mostrándose casi desnuda sin darle la más mínima importancia.