El verano de las separadas VIII.

Tras la orgía de mujeres maduras y hombres jóvenes, nuestro protagonista encuentra el amor... y el sexo, claro.

El verano de las separadas. 5 de julio, la resaca sentimental.

Desperté aquella mañana junto a mi madre. Laura nos había dado una habitación con una cama de matrimonio. Aún podía recordar la orgía que habíamos tenido la noche anterior. Después de acabada, y una vez distribuidos por las habitaciones, mi madre entró a ducharse, yo entré tras ella con la intención de compartir el baño con ella, pero me rechazó y me invitó a que esperara a que ella acabara. Después juntos en la cama no quiso que ni que la tocara, se acostó dándome la espalda y no me habló más. No sabía que pensar.

Ella, al igual que todos los demás, había disfrutado con aquel sexo en grupo, había tenido su orgasmo. No entendía el motivo por el cual después de tener tanta intensidad de sexo, ya no quería nada conmigo.

Y allí estaba, boca arriba y aún dormida. Laura le había dejado una camiseta para dormir. Me coloqué de lado y apoyé la cabeza sobre mi mano para observarla. Sus pechos caían ligeramente hacia ambos lados de su cuerpo, sus adorados pezones se marcaban levemente en la fina tela. Su pelo alborotado, su dulce boca… Me gustaba como mujer, incluso más que el esculpido cuerpo de Laura. Si las ponías juntas todos dirían que Laura tenía mejor cuerpo, pero con mi madre no sólo era el cuerpo lo que me excitaba y me atraía de ella.

La estaba observando allí, dormida y sentí que aquello no era sólo atracción sexual. Aquella mañana fui consciente de que me estaba enamorando de mi madre. Alargué la mano y acaricié su pelo. Pasé mi dedo por sus labios y sentí la necesidad de besarla. Me incliné un poco y posé mis labios sobre los suyos para darle un beso, más bien una suave caricia en sus delicados labios. Ella ni se inmutó, permaneció dormida.

-¡Mamá! – Le dije suavemente al oído. - ¡Despierta mamá!

-¿Qué quieres? – Me dijo sin abrir los ojos. – Ya llevo un rato despierta, antes de que me besaras.

-¡Te quiero! – Le dije y la besé cariñosamente en los labios y ella me lo devolvió. - ¿Qué te pasaba anoche que no quisiste ni que te tocara?

-Hijo, anoche fue un desenfreno de sexo y después de la excitación tuve algo así como un bajó emocional…

La volví a besar con algo más de pasión y me abracé a ella. Estuvimos un buen rato abrazados y acariciándonos, sin decirnos nada. Le acariciaba la cintura y subí hasta su barriga, subí y empecé con un dedo a hacerle círculos alrededor de su pezón. Pude ver como se endurecieron y se marcaron claramente en la tela. Bajé mi mano por su cuerpo hasta que llegué a su sexo, acaricié los pocos pelos que lo cubrían.

-¿Ya quieres más? – Me preguntó.

-No mamá, sólo estaba disfrutando del tacto de tu cuerpo. – La besé cariñosamente. - ¿Tú necesitas algo? – Le pregunté colocándome sobre ella que abrió sus piernas para que me colocara entre ellas. – Sólo quiero darte cariño, pero si necesitas algo más me lo indicas…

La besé con un beso largo y nos abrazamos apasionadamente. Mi pene estaba endurecido encima de su sexo. Estábamos desnudos pero intentaba penetrarla, simplemente nos acariciábamos con nuestros sexos mientras nos deshacíamos en besos.

-Mamá ¿te molestaría si me llego a enamorar de ti? – Ella me miró a los ojos pero no dijo nada. Parecía triste al pensar que su hijo llegara a enamorarse de ella. – No te preocupes mamá, aunque eso ocurriera te prometí que entre nosotros sólo habría sexo…

Ella me abrazó con intensidad y me dio un beso apasionado. Se agitaba bajo mi cuerpo buscando un roce más intenso de nuestros sexos. Me moví para que mi pene frotara contra su clítoris, sentí que su sexo se mojaba y mi pene se impregnaba de ella.

-Hijo, no sé que pensar de todo esto. – Me hablaba y no dejaba de moverse y acariciarme. – Anoche mientras estábamos en la orgía deseaba que me amaras, como al fin lo hiciste… Gocé como nunca he gozado con ningún hombre, pero cuando te vi con Laura me sentí rara… - Permaneció en silencio unos segundos. – Me di cuenta de que me había enamorado de ti y sentía celos de que tuvieras sexo con ella. Anoche me di cuenta que en realidad sentía celos de que estuvieras con cualquier otra mujer…

-Pues entonces sólo seré tuyo, tanto en el sexo como en el amor… - La besé.

-Pero hijo, eso no puede ser… - Ella me apartó un poco. – Primero eres mi hijo y ya está mal que tengamos sexo, pero tú tendrás que buscar algún día una mujer de tu edad para tener hijos, una familia…

-Mamá, nos separan sólo dieciocho años… creo que eso no son demasiados años. – La bese. – Por otro lado si necesito una familia, tú podrías darme aún un hijo.

-¡No digas tonterías!  - Dijo ella agarrándome la cabeza con las dos manos. – Eso sería aberrante, un hijo de mi propio hijo…

-Pues entonces, si no quieres no tendremos hijos, pero te amaré quieras o no quieras. – Ahora le agarré yo la cabeza para que no apartara su vista de mí. – Y los dos sabemos que me quieres y podemos tener una larga relación. – La besé con más pasión aún que antes. – Pero mamá las dos veces que hemos tenido sexo ¿has puesto algún medio para no quedar embarazada?

-No hijo… - Su rostro mostró algo de preocupación. – La primera vez te corriste en Maribel y ayer en Laura… A finales del mes pasado acabé con la regla, justo el día antes de salir de viaje y no creo que haya problemas, pero a partir de ahora tendremos que tener cuidado.

-Bueno, yo me puedo controlar y eyacular fuera… - Ella no se fiaba mucho. - ¿Quieres probar?

Aquella conversación, el hecho de que su hijo la amara y la petición por mi parte de tener un hijo, la excitaron, su mente rechazaba la idea de tener un hijo de su hijo, pero su cuerpo se lo pedía y el primer indicio era la cantidad de flujos que había arrojado su vagina esperando ser invadida por mí. Me moví y mi glande se colocó fortuitamente en la entrada de su deseado sexo. Empujé un poco y sentí como mi glande era envuelto por sus labios, sentí el calor que brotaba del interior de su vagina.

-¡No Paco, no lo hagas! – Me pedía. – Ya han pasado varios días desde que se acabó el periodo y puedes dejarme embarazada… - La besé hundiendo mi lengua en su boca para callarla. – Anoche me arriesgué demasiado a que pudiera quedar embarazada… uf. – Su voz mostraba el placer que empezaba a sentir con cada milímetro de mi pene que iba entrando en ella. – Por favor… Ten mucho cuidado… y clávamela entera.

Empujé hasta que mi pene estaba totalmente dentro de ella. Nos mirábamos a los ojos y mi pelvis se movía lentamente, penetrándola suavemente y sintiendo placer cada vez que mi glande separaba las paredes de su vagina para entrar lo más profundo posible en ella.

Su bonita cara me mostraba el placer que estaba sintiendo. La idea de eyacular dentro de su vagina y dejarla preñada me excitaba, pero ella no quería y no lo podía hacer. “Si algún día tiene un hijo mío tenemos que quererlo los dos” pensé mientras ella me ofrecía su lengua para jugar con la mía. Nuestras manos no paraban de acariciar nuestros cuerpos. Sentí como los dedos de una mano se clavaban en un cachete de mi culo endurecido por las penetraciones que le daba y me marcaba el ritmo que a ella de daba placer. Me movía, la penetraba y ella gemía ligeramente abrazada a mí, mordiendo mi cuello, arañando mi espalda.

-¡Mamá, cariño! – Le dije dulcemente entre jadeos al oído. - ¡Es la primera vez que te hago el amor como novios!

Aquellas palabras la enloquecieron y sentí en mi espalda y en mi culo como sus uñas se clavaban. Aceleré las penetraciones y mi adorada mujer empezó a gemir con la respiración entrecortada. Empezaba a tener un orgasmo y verla bajo mi cuerpo disfrutando me hizo sentir que iba a eyacular.

-¡Es mejor amarte como novia que como madre! – Le decía y ella movía sus caderas para que la penetrara todo lo posible. - ¡Estoy sintiendo tanto placer que necesito vaciarme!

-¡Espera, espera un poco más! – Me pedía. – ¡Déjame llegar y después te vacías sobre mí!

-¡No puedo! – Le decía aunque era mentira, quería ponerla nerviosa para ver si se excitaba más aún. - ¡Marta tengo que vaciarme dentro de ti!

-¡No…! ¡No…! – Quería hablar pero el orgasmo que estaba sintiendo no la dejaba. Tenía la cara descompuesta por el placer y agitaba su cabeza de lado a lado pidiendo que no le diera mi semen. - ¡Por… favor! ¡Me encantaría sentir… tu semen dentro… pero no lo hagas… por favoooor!

Aceleré las penetraciones y la verdad es que estaba a punto de llegar al un gran orgasmo. Hasta ese momento no había disfrutado tanto viendo a mi madre tener un orgasmo, pero seguí asustándola mientras la penetraba.

-¡Ya… ya no puedo… más! – Le dije mientras mis penetraciones se hacían más intensas. - ¡Me voy a correr… dentro de ti! ¡Ya lo voy a lanzar! – Empujé mi cuerpo contra ella y mi pene entró todo lo posible.

-¡No… por favor… no puede ser! – Me dijo entre sollozos y gemidos. - ¡Me estoy volviendo locaaaaa… pero no puede ser!

-¡Entonces necesito utilizar tus tetas!

Saqué mi pene de ella y le quité la camiseta que llevaba puesta. Me coloqué de rodillas sobre ella hasta que mi pene estuvo a la altura de sus pechos, la coloqué en medio. Ella empujó sus pechos desde los lados hasta que mi pene quedó aprisionado en medio. Ya estaba a punto de eyacular. Me moví y mi pene se deslizaba fácilmente entre sus pechos gracias a lo mojado que estaba al haber estado dentro de su vagina. Llevé mi mano derecha hacia atrás y empecé a acariciar su endurecido clítoris.

-¿Te has excitado creyendo que te iba a llenar tu vagina con mi semen?

-¡Eres perverso, pero me has vuelto loca esperando sentir tu semen caliente! – Sacó la lengua y lamió mi glande cuando asomó entre sus pechos.

-¡Todavía estoy a tiempo de meterla aquí y vaciarme por completo! – Le hundí un dedo dentro de su vagina y después volví a acariciar su clítoris.

-¡Dime palabras sucias! – Me pidió.

-Entonces te gustaría que clavara mi polla en este coño tan caliente. – Ella gemía y no dejaba de acariciar mi glande con su lengua cada vez que asomaba. – Imagina que mi dedo es mi polla… ¿Sientes como te entra hasta el fondo?

-Siiiiií, me está dando en mi útero… Quiero que te corras, lléname por dentro… me voy a correr contigo.

Mientras mis dedos castigaban su clítoris y su vagina, mi pene estaba a punto de lanzar todo mi semen. Su cara mostró el nuevo orgasmo que la estaba invadiendo. Sentí que todo mi semen subía desde mis testículos.

-¡Me corro, me corro! – Le dije con un gran gemido y tensé todo mi cuerpo.

Ella gemía con la boca abierta, esperando que mi pene le diera mi deseado semen. Sentí como mi mano se empapaba con los flujos que emanaban de su vagina y vi como su lengua se llenó de mi blanco semen que salió disparado cayendo además por toda su cara. Soltó sus pechos y con la mano siguió masturbándome, esperando recibir más néctar blanco para recogerlo en su lengua. Siguió saliendo más y más semen y ella no se lo tragaba a medida que salía, saboreándome y disfrutando del placer que sentía en su sexo con mis caricias. Los dos nos habíamos masturbado mutuamente y habíamos tenido un orgasmo a la vez.

Me derrumbé a su lado, agotado por el esfuerzo, por el mareo que me había producido tanto placer. Descansábamos el uno al lado del otro y nuestras manos se unieron, entrelazando nuestros dedos en señal de amor. Después de unos minutos en que estuvimos en silencio, mirándonos y acariciándonos, ella se incorporó.

-¿Quieres tener el primer baño con tu novia? – Me dijo de forma coqueta y se levantó. - ¡Si deseas limpiar el cuerpo de tu amante sígueme a la ducha!

La vi caminar por la habitación como una mujer nueva, no ya como mi madre, si no como Marta, mi novia y amante. Me levanté y corrí hasta ella, la abracé por detrás y juntos entramos en el baño cerrando la puerta tras nosotros.