El verano de las separadas VI.
Paco lo consigue por fin, es breve, pero es que es la primera vez.
El verano de las separadas. 3 de julio por fin mi noche.
Mati pasó en el apartamento unos tres cuartos de hora. Habían cambiado de opinión y pasarían esta noche y el día siguiente en otra playa, a unos ciento cincuenta kilómetros de donde estábamos. Mientras preparaba una pequeña maleta para llevarse algo de ropa, no dejaba de hablar con sus dos amigas, dudando y sin saber muy bien que hacer, pero al final mi madre y Maribel consiguieron convencerla para que viviera aquella aventura, teniendo mucho cuidado, pero que se lanzara.
Cuando los tres nos volvimos a quedar solos, decidimos ducharnos y cenar. Tras recogerlo todo, nos fuimos a la habitación de Maribel. Cuando entre en la habitación, mis dos maduras me esperaban sobre la cama. Nada más verme, se colocaron boca abajo, dejando sus redondos culos apenas cubiertos por las camisetas que utilizaban como pijama. Me coloque en la cama, de rodillas entre ellas y empecé a acariciar sus culos.
-¡Hola hijo! – Me dijo mi madre. - ¿Vienes a darnos cariño?
-¡No mamá! – Le dije. – Ya se puede caer el edificio que esta noche voy a penetraros a las dos… aunque tenga que tomar vitaminas.
-¡Seguro no las necesitas con la fuerza que muestra tu polla bajo el pantalón! – Dijo Maribel señalando mi pantalón.
Me quité el pantalón y liberé mi pene con sus afeitados testículos, continué acariciándolas. Deseaba penetrarlas a las dos y decidí que mi madre sería la primera. Se subí la tela que cubría su trasero y comencé a darle pequeños mordiscos en los cachetes de su culo. Agarré el filo de sus bragas y se las quité. La giré y lamí su raja.
-¡Hijo deseo que me claves esa polla tan dura que tienes! – Su tono de voz mostraba la lujuria que la invadía.
Me coloqué entre sus piernas y agarré mi pene. Lo floté por su raja separando los labios. Maribel me acariciaba el culo. La respiración de mi madre se aceleró cuando empecé a empujar para penetrarla. Poco a poco mi pene empezó a entrarle.
-¡Dios, otra interrupción! – Dijo mi madre cuando sonó el teléfono móvil en la mesita de noche. - ¡Cógelo tú Maribel, quiero follar con mi hijo!
Dejé caer mi cuerpo sobre el de mi madre y el calor de su vagina iba envolviendo mi pene. Ella gimoteaba y temblaba mientras me hundía en el interior de mi madre.
-¡No hagáis ruido, es Mati! – Dijo Maribel que contestó la llamada. – Necesita hablar contigo.
Mi madre se negaba a ponerse hablando con Maribel por señas mientras yo me movía entre sus piernas y la penetraba. Tuvo que coger el teléfono y, aunque me hizo señas para que parara de penetrarla, seguí, no paré para darle placer mientras hablaba con su amiga.
Miraba abajo y podía ver como mi pene entraba sin dificultad en el húmedo coño de ella. Estaba sintiendo placer y tenía que hacer un gran esfuerzo para no gemir, hablando dificultosamente, intentando decir sí o no, sin tener que extenderse mucho. Su mano se agarró a mi brazo y sus uñas se clavaron en mi piel. Sus ojos se abrieron y aguanto su primer orgasmo sin lanzar un solo gemido mientras Mati le hablaba. Se estaba volviendo loca de placer y no podía dar muestras de ello. Yo aceleré las penetraciones para darle más placer y ella se retorcía.
-¡Vale, vale, ten cuidado! – Dijo mi madre, colgó el teléfono y lo tiró en la cama. Me abrazó fuerte e hizo que me echara sobre ella. - ¡Vamos cabrón, folla a tu madre!
Me moví todo lo rápido que podía y mi pene entraba y salía de su mojada raja. Lanzaba tremendos gemidos. Se convulsionaba con cada embestida que le daba. Se estaba corriendo.
Maribel, excitada al ver como disfrutaba su amiga, se desnudó y pasaba sus tetas por mi espalda, como si quisiera disfrutar del sexo incestuoso de madre e hijo. Su mano acariciaba mi culo que se endurecía cada vez que mi pene entraba en lo más profundo de mi madre, arrancando enormes gemidos de placer. Sentía mi sexo empapado por los flujos que salían de ella.
-¡Yo también necesito tu polla! – Me susurró nuestra amiga al oído y me mordisqueó suavemente la oreja. - ¡Tómame, clava tu endurecido palo en mi raja y vuélveme loca!
Mi madre aún se convulsionaba levemente bajo mi cuerpo. Se relajó y esperó que yo le diera mi semen. Volví la cara para mirar a Maribel. Allí estaba aquella madura mujer, caliente, deseando tenerme encima de ella y que le diera lo mismo que le había dado mi madre, mi endurecido pene. Estaba totalmente desnuda y sus piernas abiertas me mostraban su sexo depilado. Sus dedos jugaban con los labios que custodiaban la entrada a su vagina. Sus pechos caían a ambos lados de su cuerpo y sus pezones oscuros y erectos pedían ser acariciados. Cerró los ojos cuando empezó a sentir placer con su mano.
Me separé de mi madre tras darle un apasionado beso en la boca. Me coloqué entre las piernas de Maribel de rodilla. Ella abrió los ojos y separó los labios para mostrarme el rosado y brillante camino que me ofrecía para que mi pene lo recorriera. Me incliné y lamí un poco su húmeda raja.
-¡Eso es, mi niño! ¡Dale placer a tita Maribel!
Subí con mi lengua por su raja y noté el escandaloso clítoris. Lo lamí una vez y seguí subiendo por su cuerpo. Mi lengua jugó con su hombrito y siguió camino hacia las dos montañas de oscuras cumbres que podía ver allá a lo lejos. Mi lengua escaló una y mis labios envolvieron el endurecido pezón y empecé a mamarlo.
Bajo mi barriga podía sentir el calor que emanaba de la ardiente vagina de aquella mujer que gemía y se retorcía con mis caricias. Sus piernas elevaban sus caderas buscando mi pene para que la penetrara. Mis manos se aferraban a sus pechos y mi boca pasaba de un pezón al otro.
-¡La quiero dentro, la quiero dentro…! – Gimoteaba y se quejaba. - ¡Dásela a tita Maribel! – Sus manos me flotaban la espalda con brusquedad, queriendo que mi cuerpo subiera y mi pene la penetrara.
Dejé sus sabrosos pechos y subí por su cuello hasta llegar a su boca que me recibió abierta, desesperada y mordiéndome suavemente los labios. Mi pene estaba encima de su sexo y se flotaban el uno contra el otro.
-¡Ponla dentro, por favor! – Me imploraba. – ¡Métemela entera!
Me moví y sentí como mi glande cayó entre sus labios y empezaba a entrar en ella. Sus piernas movieron sus caderas hacia arriba y mi pene entró casi por completo. Un gran suspiro de placer brotó de su boca al sentirse llena de su joven amante. Los dos nos movíamos y gozábamos de aquel sexo. Sentí la necesidad de lanzar mi esperma y dejé la delicadeza a un lado, me convertí en un animal y no podía parar mis caderas que se agitaban arrancando gemidos de la boca de Maribel. No tardé más de dos minutos en sentir que me vaciaba dentro de ella. Mucho semen salió y cayó en la estéril vagina de mi amante que se retorcía.
-¡Siento haberme corrido tan pronto sin conseguir que te corrieras! – Le dije con mi pene aún dentro y lanzando algo de semen.
-¡Hijo, me he corrido tres veces antes de que tu lo hicieras dentro de mí! – Me acarició la cara mientras me hablaba. - ¡Deseaba tanto tenerte que he sentido un orgasmo nada más sentí su polla en la entrada de mi vagina!
Estaba encima de Maribel, besándola y acariciándola, con mi pene aún dentro de ella que permanecía con las piernas abiertas. Mi madre se acercó a nosotros y me ofreció su boca para que la besara. Yo besaba a una y a otra, disfrutando del amor de aquellas dos maduras, calientes y excitantes mujeres.
-¡Oh Dios, qué estáis haciendo! – Escuchamos la voz de Mati tras nosotros.
Yo boté sobre Maribel asustado al escuchar a nuestra amiga y mi pene salió de mi amante. Maribel y mi madre ni se inmutaron.
-¡Pues ya ves, hija! – Dijo Maribel. - ¡Enseñando a nuestro Paco como se ha de amar a una mujer!
-¡Sí, a mí también me ha metido su dura polla! – Dijo mi madre cuando Mati la señaló con un dedo. - ¿Quieres probar tú?