El verano de las separadas V.

Esta tarde se cumplirá el sueño de más de uno de nosotros.

El verano de las separadas. 3 de julio una tarde diferente.

Eran ya las seis de la tarde cuando Maribel, mi madre y yo decidimos no ir a la playa. Después de lo que había pasado varias horas antes, besaba a mis dos mujeres cada vez que quería o ellas me lo pedían. Sobre todo Maribel que hacía mucho tiempo que no tenía sexo y a la que los jóvenes la enloquecían. Cada vez que me cogía por el pasillo tenía que darle un gran beso.

Mati no había vuelto aún. Sin duda le iría bien con su nuevo amigo. Maribel bromeaba pidiendo que Juan le hiciera perder de una vez la virginidad, pues si ella necesitaba tener sexo después de varios años separada de su marido, Mati que nunca había tenido sexo con ningún hombre estaría que reventaría.

-Maribel, no todas las mujeres necesitan la misma cantidad de sexo. – Dijo mi madre. – Y menos de forma tan pervertida como lo quieres tú.

-Lo siento Marta, pero es que me gustan los adolescentes… ¡Una es así! – Contestó su amiga. – A todo esto, ¿cuándo vamos a hacer que nuestro niño pierda la suya? – Preguntó. - ¿O es que ya la ha perdido contigo?

-Conmigo no, pero si quieres le preguntamos cuando quiere perderla, si ahora o más tarde…

En eso llamó Mati a la puerta. Venía con Juan e iba a darse un baño y a marcharse de nuevo para dar una vuelta y cenar después con él. Se la veía contenta e ilusionada como una jovencita de quince años. Tardó apenas media hora en prepararse para marcharse con su amigo. Me quedé en el salón viendo la televisión mientras mi madre y Maribel daban charla a Juan.

-¡Ya acabé! – Dijo Mati entrando en el salón. Estaba preciosa.

Se despidieron de nosotros y se marcharon. Maribel esperaba no volver a verla hasta el día siguiente tras haber perdido su virginidad.

Yo me sentía raro, totalmente excitado ante la posibilidad de tener sexo con mis dos maduras, mi madre y su amiga, pero raro. Había tenido a Maribel con su sexo totalmente abierto ante mí, mi madre me había masturbado. Me había corrido encima de la raja de nuestra amiga. Todo me excitaba demasiado, pero sentía que todo aquello me dejaba a medias, necesitaba sentir que era tener sexo completo, necesitaba penetrar de verdad a una de mis mujeres…

-¡Paco! – Escuche que mi madre me llamaba desde el baño. - ¿Puedes venir a ayudarme?

-¡Sí! – Contesté.

Caminé hasta el baño y entré. Mi madre estaba sentada en un taburete delante del bidé, donde Maribel estaba con sus piernas de par en par mostrando su sexo.

-¿Crees que te gustaría más mi sexo si no tuviera tantos pelos? – Me dijo Maribel. - ¿Te parece bien que me lo afeite tu madre?

-¡Sí…! – Contesté.

Mi madre echó crema y empezó a afeitarle el sexo con mucho cuidado. Me pedía opinión de cómo me gustaba más su maduro sexo. Al final lo tuvo totalmente depilado salvo un pequeño triángulo de pelos que le habíamos dejado en lo alto de su raja. Se lavó y se levantó para mostrarme como le había quedado.

-¡Ahora te toca a ti, Marta! – Le dijo Maribel a mi madre. - ¡Siéntate igual que yo y empiezo!

Maribel untó la espuma y dejó toda su raja sin pelos. Mi madre le pidió que a ella le dejara una hilera de pelos de un dedo de ancho desde el principio de su raja, allí donde está el clítoris y de unos cinco centímetros de larga.

-¿Qué? – Dijo mi madre colocándose junto a Maribel para que viera los sexos depilados de ambas. - ¿Te gustan como se han puesto tus mujeres?

-¡Ya lo creo! – Le contesté.

-¡Pues prepárate que ahora te toca a ti! – Dijo Maribel.

Me colocó dentro de la bañera, me hizo apoyar un pie en el filo y empezó a untar espuma por mis testículos. Empezó a afeitarme agarrando mi pene para ver bien todo. Con los toqueteos empezó a endurecerse mientras ellas tiraba hacia un lado y otro de mi escroto para dejármelos totalmente imberbe. Maribel me quitó toda la espuma que me cubría los genitales.

-¡Así me gustan los hombres! – Dijo sin dejar de acariciar mi pene. – ¡Sin pelos en los huevos y bien dura su empuñadura!

-¡Otra vez está mi pobre niño excitado! – Dijo mi madre. - ¿Qué podemos hacer con él?

-¡Llevémoslo a la cama y veremos que le podemos hacer!

Cada una me agarró por una mano y los tres caminamos desnudos por el pasillo hasta la habitación. Las rodeé a cada una con un brazo y besé primero a mi madre mientras Maribel me acariciaba, después besé a la otra y mi madre se dedicó a jugar con su lengua en mi pezón, mientras una de sus manos acariciaba mi culo. Maribel jugaba con mi lengua mientras su mano empezó a acariciar mi pene.

Mi madre me soltó el culo y sus labios me daban suaves besos por mi pecho. Poco a poco la sentía bajar por mi cuerpo hasta estar de cuclillas a mis pies. Mientras la mano de Maribel agitaba mi pene, mi madre empezó a acariciar mis endurecidos testículos con su lengua, lamiéndolos por todas partes.

-¡Qué placer lamer unos huevos sin pelos! – Exclamó. - ¡Los últimos que me comí hace ya muchos años no había tenían demasiados pelos!

-¡Pues déjame espacio que yo también quiero probarlos! – Dijo Maribel y se colocó junto a su amiga. – Su mano bajó mi prepucio y mi glande asomó ante los ojos de ellas. - ¡El pene de tu hijo está enrojecido! – Dijo Maribel pasando un dedo por mi glande. - ¡Pobrecito, estará caliente y habrá que enfriarlo!

Mi madre dejó de lamer y Maribel sacó su lengua, la colocó en la parte baja de mi pene y lo recorrió deleitándose en lamerlo poco a poco hasta que llegó a la base del glande. Su lengua empezó a jugar con el frenillo, cada movimiento de su lengua me producía descargas de sensaciones que recorrían mi espalda y nublaban mi mente, mis piernas se convulsionaban por el placer y tenía que hacer un gran esfuerzo para con caer. Se separó de mi pene.

Ahora mi madre hacía lo mismo que su amiga. Desde la base de mi pene empezó a recorrerlo hasta llegar a mi glande. Su lengua se movió rápidamente alrededor de mi enrojecido glande y yo lanzaba gemidos de placer a la vez que acariciaba las cabezas de mis dos amantes.

Maribel agarró mi pene por la parte más baja rodeándolo con dos dedos. Tiró de él para que quedara horizontal.

-¡Marta, hagamos que nuestro niño goce, lamemos cada una por un lado!

Las dos sacaron sus lenguas y se colocaron a ambos lados de mi pene endurecido. Se pegaron a la vez hasta que mi sexo quedó entre sus lenguas. Empezaron a moverse y sentía un deseo irrefrenable de lanzar mi semen. Podía verlas y ellas me miraban desde abajo. Estaban preciosas y sensuales mis dos maduras amantes. Sus cuerpo rebosaban algunas carne, pero la lujuria y el deseo que me mostraban sus ojos me encendía deseando apagar su pasión con mi líquido blanco.

Mi madre fue la primera en tragarse mi pene. Una de las veces que llegó con su lengua a mi glande, no volvió. Su boca se abrió y empezó a hacerme una mamada. Tuve que hacer un gran esfuerzo al ver como la boca de la mujer que tanto había deseado hacía desaparecer mi pene y empezaba a disfrutar del sexo con su hijo.

Maribel se colocó detrás de mí y la sentí darme pequeños bocados en mi culo. Yo estaba tenso por las caricias de la boca de mi madre y mi culo estaba duro, cosa que a Maribel la ponía más excitada aún.

Allí tenía a las dos, mi madre con mi pene entrando y saliendo de su boca; Maribel con mi culo, lamiendo y mordisqueando mis cachetes. Maribel me empujó y mi pene salió de la boca de mi madre mientras ella protestaba por aquello. Nuestra amiga me pidió que me tumbara en medio de la cama y así lo hice. Mi pene apuntaba al techo y ella se colocó a cuatro patas entre mis piernas, con una mano agarró mi pene y continuó la mamada que había empezado mi madre.

Ella, mi madre, se tumbó junto a mí y comenzó a besarme, acariciándome, ofreciéndome sus pechos para que los chupara. Llevé una mano a su sexo y ella abrió las piernas para que la tocara. Estaba totalmente empapada. Ahora no había ningún pelo que me impidiese el camino a su raja. Con un dedo separé sus labios y mi dedo se mojó de flujos cuando empezó a entrar en su vagina. Busqué su clítoris y lo encontré endurecido y deseoso de ser acariciado.

-¡Quiero chupártelo! – Le dije separando mi boca de su endurecido pezón. - ¡Déjame que te chupe tu raja!

Ella me miró a los ojos unos segundos y después hundió su lengua en mi boca excitada por la proposición que le había hecho su hijo. Podía sentir como mi pene era engullido por Maribel mientras mi madre se ponía de rodillas en la cama. Se colocó sobre mí con sus piernas abiertas y mirando hacia su amiga que no dejaba de tragar. Le agarré el culo y la moví hasta que su raja sin pelos estuvo a la altura de mi boca. Separé los cachetes de su culo y podía ver su oscuro ano. Con los dedos gordos hice que sus labios vaginales se separaran un poco y pude ver el interior mojado de su vagina. Subí la cabeza y metí mi lengua. Al momento me invadió el sabor salado de los flujos de mi madre. Moví la lengua y escuché el suave gemido  que salió de su boca.

Maribel por momentos estaba más caliente, sus mamadas eran más agresivas, deseando que su boca se llenara con mi semen. Pero yo me resistía, quería disfrutar del sexo de mi madre y de la boca de su amiga. Los chasquidos de la boca de Maribel se podían escuchar perfectamente. Estaba enloquecida comiendo aquel joven pene que tanto placer le estaba dando.

-¡Después de tanto tiempo sin sexo, por fin una polla joven! – Habló rápido y volvió a tragárselo.

Las caderas de mi madre se movían descontroladamente cada vez que mi lengua recorría su raja de un lado a otro. Busqué con mi lengua su clítoris y lo encontré totalmente endurecido, esperándome. Me dediqué a jugar con él y ella empezó a lanzar gemidos de placer. Lo agarré con los labios y chupé. Sentí como su cuerpo se convulsionaba y de su boca empezó a salir gemidos aún más fuertes, sin duda se estaba corriendo sobre la cara de su hijo. Se tumbó sobre mi cuerpo y sentí como mi cara se inundaba de los flujos que su vagina lanzaba esperando ser penetrada.

-¡Dios, me estás volviendo loca! – Dijo mi madre y su cuerpo se movía sin control con cada caricia de mi lengua en su clítoris. - ¡Has conseguido que me corra con tu lengua!

-¡Pues déjamelo que yo necesito sentir lo mismo! – Dijo Maribel soltando mi pene.

Se levantó y empujó a mi madre para que se apartara y me dejara libre. Me colocó la almohada contra el respaldo de la cama y me colocó apoyado contra ella. Abrió las piernas y se colocó delante de mí. Vi como aquel triángulo de pelos que coronaba su raja se iba acercando más a mí. Sus dedos abrieron los labios para ofrecerme el interior de su vagina para que mi lengua la masturbara como un momento antes había hecho con mi madre.

Ya estaba bastante mojada y pude sentir el sabor de su sexo en mi boca. Agarró el cabecero de la cama y empujó su raja contra mi boca, como si me besara con su sexo. Mi lengua empezó a moverse por la húmeda vagina y buscaba su clítoris. Mi lengua chocó con un enorme clítoris, endurecido, vibrante de deseo, con el que jugué sintiendo en mi barbilla los flujos que fluían del interior de su vagina. Empujaba más su raja contra mí y envolví su clítoris con mis labios. En aquel gigante clítoris se podía mamar y eso hice, como antes con el pezón de mi madre, empecé a dar fuertes succiones que consiguieron arrancar gemidos de placer de mi madura amante.

Sentí como la boca de mi madre se tragaba mi pene, como su lengua jugaba con mi glande. Paré y separe a Maribel de mí para poder respirar un poco. Entre las piernas de ésta pude ver a mi madre a cuatro patas, con el culo en pompa, con sus pechos colgando y tragando mi pene.

Maribel volvió a empujar su sexo contra mi boca y me forzó a que la lamiera. De nuevo volví a mamar sobre su clítoris, chupando lo más fuerte que podía y dándole pequeños bocados con los dientes. Ella se retorcía y gemía, dando gracias a Dios por haberle conseguido una amante joven que le daba tanto placer. Chupaba y chupaba y su gemido se convirtió en un grito entrecortado y continuo cuando estaba sintiendo el orgasmo. Me empujó la cabeza de golpe y se separó de mí sin soltarse del cabecero. Sus piernas temblaban como teniendo vida propia. Con una mano empezó a flotarse sobre el clítoris y al momento de su raja salió un gran chorro. Se estaba corriendo y me estaba mojando con aquel chorro que olía a mujer en celo.

-¡Poneros a cuatro patas en el filo de la cama! – Muchas veces había visto películas porno en las que un tío penetraba a dos mujeres por detrás, con sus culos en pompa y alternando entre una y otra, aquello era una de las cosas que más me excitaban. - ¡Voy a hacer realidad una de mis fantasías! ¡Os la meteré por detrás!

Coloqué a mi madre a cuatro patas en el filo de la cama y Maribel se colocó a su lado. Allí tenía los dos culos redondos de mis amantes, entre sus piernas podía ver sus rajas mojadas. Acaricié sus culos, bajé las manos hasta tenerlas en sus rajas y las acariciaba sintiendo la humedad de sus vaginas.

-¿Estáis preparadas para que os penetre? – Les pregunté.

-¡No has visto lo mojado que está mi coño! – Dijo Maribel. - ¡A qué esperas para darme una estocada profunda con tu polla! ¡Tu madre seguro que estará loca porque la penetres!

Agarré mi pene con una mano y me acerqué al culo de mi madre. Ella me sintió y se inclinó para que su culo estuviera totalmente en pompa y me entregó su coño para que la penetrara. Me acerqué más y mi glande palpitaba por sentir el húmedo calor que brotaba de la vagina de ella. Puse mi glande entre los labios de su sexo, podía ver como mi pene era envuelto por aquellos pliegues de piel que me iban a dar tanto placer… Sonó el timbre de la puerta y asustado me retiré de mi madre.

-¿Quién será? – Dijo mi madre enfadada al no ser penetrada como era su deseo.

-¡Esperad, voy a ve! – Dijo Maribel y marchó al baño para coger la ropa que se había quitado y se la colocó para abrir la puerta.

Desde el pasillo nos hizo señas para que nos vistiéramos rápidamente y mientras lo hacíamos la escuchamos hablar.

-¡Mati! – Nuestra amiga había vuelto. - ¿Qué se te ha olvidado?