El verano de las separadas IX.
No sabría hacer un resumen, mejor leedlo.
El verano de las separadas. 5 de julio, el día de los amores.
Después del cálido baño que mi madre y yo nos dimos, serían las doce de la mañana. Bajamos a la cocina y allí nos encontramos a los demás. Luis era un tipo servicial y mientras las mujeres, Maribel, Mati y su madre, estaban sentadas en la mesa, él les preparaba el desayuno.
-¡Hombre, por fin llegó la parejita! – Mi madre y yo nos sentimos avergonzados como si tuviéramos quince años, como si supieran que nos habíamos declarado nuestro amor unas horas antes.
-¡Pasad! – Dijo Luis. - ¿Qué deseáis desayunar?
Todos desayunábamos, hablando. Mati estaba especialmente sonriente, su nuevo estado de “no virgen” le había sentado muy bien y se la veía rebosante de alegría y más atractiva de lo que nunca la había visto.
-¿Qué queréis hacer hoy? – Preguntó Laura. - ¿Vamos a la playa o nos quedamos aquí?
-La verdad, - dijo Maribel – es que aquí tienes piscina y mucha intimidad… si no os molesta podríamos quedarnos…
-¡Por favor Maribel! – Contestó Laura. – Después de la noche que hemos pasado creo que hay bastante confianza para que pasemos juntos todo el verano.
-¡Quién pudiera! – Dijo Mati. – En agosto tendré que volver a mi trabajo.
-Nosotras también volveremos a trabajar. – Dijo Maribel. - Así que los únicos que se podréis quedar sois ustedes tres. – Señaló a Laura, a su hijo y a mí. - ¡Qué suerte, tú sola con estos dos sementales! – Se pasó la lengua por los labios mirando descarada y sensual a Luis.
-¡A mi niño lo tengo todos los días del año! – Contestó Laura. - ¡Pero si Paco se quiere quedar, seguro que su presencia me llenará tanto como anoche…!
-Bueno, entonces nos quedaremos aquí hoy… - mi madre cortó de forma brusca la conversación. - ¿Qué haremos para comer?
-Yo iré a comprar algo de comida hecha y ya está. – Dijo Luis. - ¿Quién me acompañará? – Preguntó mirando a Mati que no tardó nada en ofrecerse. - ¡Pues nada, vamos a por la comida!
Tras decidir entre todos lo que comeríamos gracias a un menú de un establecimiento de comida hecha que tenían allí, Mati y Luis marcharon en el coche para comprar. Era un coche lujoso, un deportivo. A Luis le gustaba Mati, era evidente y se le notaba, sobre todo cuando estaban a solas. Él estaba orgulloso de aquel coche y era como su hijo.
-¿Te gusta mi coche?
-Sí… - Contestó Mati. – Es muy chulo.
-¡Pues corre que te las pelas!
-Luis, por favor. – Dijo ella. – No corras. Yo no soy joven y los coches me dan cierto miedo.
-Mati, no eres vieja… - Luis agarró su mano. – No sé que edad tendrás, pero yo no te echaría más de veinticinco años… y creo que eres la mujer más bella que he conocido… - Mati se ruborizó.
Luis condujo suavemente hasta llegar al pueblo, al local donde vendían la comida. Mientras les preparaban los paquetes para llevárselos, tomaban una copa y charlaban. Sin duda Luis se sentía atraído por Mati y ella sentía que poco a poco se iba enamorando de él. Para el camino de vuelta, Luis la llevó a un lugar que a él le gustaba.
-Ven, es un sitio que tiene unas vistas preciosas, sígueme. – Él había abierto la puerta de ella y le ofrecía la mano para ayudarla. – Seguro que te gustará.
Caminaron por un camino de arena hasta llegar a una pequeña cornisa de una duna. Desde allí podían ver toda la playa y como el mar se perdía en el infinito. Él la abrazó por detrás con un abrazo cariñoso.
-Mati ¿cómo una mujer como tú no tiene nadie que la ame? – Beso su cuello y ella sintió un calambre de placer que le recorrió toda la espalda, acarició sus manos y se acurrucó contra él.
-No sé, nunca he conocido a ningún hombre que me atrajera…
En ese momento le contó un poco de lo que había sido su vida. Él la escuchaba y la abrazaba con cariño.
-¡Y aquí estoy con treinta y cinco años en brazos del único hombre que ha poseído mi cuerpo!
-¿Y por qué conmigo sí?
-No lo sé… Anoche estábamos todos demasiado excitados… No lo sé, pero la verdad es que hoy me siento atraída por ti.
-Y yo por ti, Mati.
Los dos se besaron apasionadamente y se acariciaban, pero no con deseo sexual como la noche anterior, era la pasión que empezaban a sentir el uno por el otro. Estuvieron un buen rato abrazados, sin decirse nada, simplemente disfrutando del contacto de sus cuerpos y de las caricias que se daban.
-¿Quieres tener algo más que sexo conmigo? – Le preguntó Luis.
-Sí, quiero tenerlo todo contigo. – Se volvieron a besar.
Estaban disfrutando de aquel amor que empezaba allí cuando sonó el teléfono de Luis.
-Mi madre, seguro que están esperando desesperados a que volvamos. Vámonos.
Yo estaba en el garaje de la casa, buscando una cosa que me había pedido Laura. Cuando entró el coche de Luis, él ni se percató de que estaba allí. Pararon el coche y hablaban y se besaban como enamorados. Los dos salieron del coche y él agarró a Mati por de la mano.
-¡Cariño! – Le dijo. - ¡Mantengamos esto aún en secreto! – Besó a Mati. – Tengo que contarte cierto problema que tengo con mi madre… Pero después te lo cuento.
Los dos salieron de allí y se fueron a la cocina. Ese día se habían formado dos parejas, mi madre y yo, y ahora Mati y Luis, dos parejas con cierta diferencia de edad. Tardé un tiempo en encontrar lo que andaba buscando y volví hasta donde estaban los demás, allí en el jardín.
Después de comer, Maribel y Laura decidieron tomar totalmente desnudas el sol. Cada una cogió una tumbona y, después de aplicarse la una a la otra crema, se tumbaron para broncearse. Mati y Luis estaban sentados hablando y mi madre y yo decidimos descansar un rato en la habitación. Nos tumbamos en la cama.
-¿Has visto cómo se miran Luis y Mati? – Le pregunté a mi madre.
-¡Sí, ya lo noté anoche! ¡Estarán enamorándose como cierto niño que yo me sé! – Se echó sobre mí y me besó.
-Ya lo están, cuando llegaron los vi salir del coche como dos enamorado y él le pidió a ella que mantuvieran lo suyo en secreto…
-¡Vaya, eso me recuerda a alguien! – Dijo mi madre riendo.
-¡Sí, a mi Marta que le gusta que le haga el amor mientras le digo cosas sucias!
-¡Eso es por lo caliente que me tienes todo el día! – Nos besábamos y reíamos.
La empujé y la coloqué boca arriba en la cama. Le sujeté los brazos por encima de la cabeza y empecé a morderle el cuello. Ella ronroneaba de placer.
-¡Déjame que soy tu madre!
-¡Eso es cuando no estamos en la cama! – Le sujete las dos mano con una de las mías y empecé a desbrochar la camisa que Laura le había dejado. - ¡En la cama eres mi hembra, caliente y deseosa de que te haga gozar!
Acabé de desabrochar toda la camisa y con los dientes agarré el filo para descubrir sus pechos. Sus pezones estaban duros y erectos, más grandes que otras veces.
-¡Parece que mi hembra está en celo! – Pasé mi lengua por uno de los pezones. - ¿Quieres que te folle?
-¡Siiiií, me estás poniendo demasiado caliente!
-¡Pues prepárate a gozar! – Le solté las manos y agarré los dos pechos. - ¡Qué rica está mi hembra!
Succioné sobre un pezón y después el otro mientras mis manos masajeaban sus dos redondos pechos.
-¡Hijo, me encanta que me hagas eso!
-Ya lo noto… Tus pezones están más duros que mi polla… - Levanté un poco mi cuerpo y una de sus manos bajó rápidamente para comprobar cómo estaba mi pene.
-¡Dios, cómo me gusta la polla de mi niño! – Metió la mano bajo el bañador que Luis me había dejado y acarició mi pene. - ¿Me la vas a dar toda para mí?
-Dependerá de cómo te portes. – Le di un buen mordisco en el cuello que le arrancó un gruñido de placer, después le hablé al oído. – De momento sólo quiero jugar con tu cuerpo, a ver si me convences para que te folle…
Nos besamos apasionadamente. Ella apartó la mano de mi pene y me colocó entre sus piernas. Me quedé parado, sin moverme y podía sentir como sus caderas se agitaban buscando el roce de nuestros sexos. Me puse a cuatro patas sobre ella, no quería tener contacto con su cuerpo. Ella me miraba y sus ojos mostraban el deseo de poseerme, su lengua pasaba por sus labios deseosa de que fuera de acariciar mi glande.
-¡Dámela, ponla en mi boca!
-¡No mamá, aún no te las has ganado!
Agaché la cabeza y con la lengua recorrí su cuello, bajando hasta llegar de nuevo a sus pechos. Empecé a jugar con sus pezones. No la tocaba salvo con mi lengua, sentía cada poro de su piel en la punta de mi lengua y ella se agitaba e intentaba bajar mi cuerpo agarrándose a mí tirando hacia ella. No la dejaba. Una de sus manos buscó mi pene y se la agarré para inmovilizarla.
-¡Quiero tu polla! – Gimoteaba y se retorcía luchando por alcanzar su deseo. - ¡Deja que tu mamita te de placer!
Desesperada lanzó la otra mano y alcanzó su objetivo, agarró mi pene por encima de la tela. Tuve que volver a inmovilizarla como al principio, sujetando sus dos manos ahora en el costado de aquel maduro y vibrante cuerpo.
-¡Estás siendo una mala madre! – Le dije mirando sus ojos llenos de lujuria. - ¡Si no dejas que tu niño se divierta con tu cuerpo tendré que castigarte!
-¡No puedes! – Me dijo desafiante. - ¡Qué vas a hacer, violarme! – Su cuerpo se contoneo sensual y provocadora. - ¡Estoy deseando que me violes, que tu polla me penetre…! ¡Dámela!
-¡No! – Le dije con un grito apagado. - ¡Como castigo te pondrás de rodillas!
Puso cara de confundida por mi petición, pero me obedeció. La coloqué de rodillas mirando para el cabecero de la cama, yo me coloqué detrás también de rodillas. Agarré su camisa y tiré de ella para dejarla caer por su bonita espalda hasta abajo.
-¡Siempre me ha gustado tu espalda! – Me acerqué a ella hasta que nuestros cuerpo estuvieron en contacto y le susurré al oído. – Desde que era un niño he soñado con poseer tu cuerpo y este verano mi sueño se hace realidad… ¡Te amo Marta!
Pasé mis manos por su cintura, acariciándola y subiendo por su vientre hacia arriba, buscando sus pechos. Curvé mis dedos, con las palmas hacia arriba cómo pidiéndole una limosna de placer y sus redondos pechos descansaron en ellas. Las acaricié recreándome en tan deliciosas curvas.
-Cuando era un niño y te veía desnuda deseaba tener estas tetas sólo para mí. – Le susurraba al oído y le dí un suave beso en el hombro. Sentí como su cuerpo se estremeció y su piel se erizó. - ¡Sigue así! ¡Tranquila y disfrutando de mis caricias!
Ella echó su pelo a un lado y la cabeza atrás para apoyarla sobre mi hombro y ofrecerme su cuello. Lo mordí suavemente y su respiración empezó a acelerarse. Una de mis manos bajó acariciando su cuerpo hasta llegar al pantalón corto que llevaba. Solté el botón e introduje la mano acariciando la fina tela de sus bragas. Esquivé la prenda y bajé por su vientre en busca de su sexo.
-¡Siiiií, cariño! – Me dijo entre gemidos. - ¡Toca el caliente coño de tu madre!
Empecé a acariciar lo bellos que había dejado sobre su raja hasta sentir el comienzo de sus labios vaginales, empujé con un dedo y sentí su endurecido clítoris bajo la piel. Mi boca la besaba y mordisqueaba por el cuello y el hombro, ella se agitaba y me pedía más.
-¡Has feliz a tu mami! – Me imploraba. - ¡Dame todo el amor que un hijo puede darle a una madre!
La solté y agarré el pantalón para empezar a bajárselo. Se puso a cuatro patas y conseguí quitarle la prenda. Ahora tenía frente a mí su redondo y hermoso culo cubierto por las bragas. Lo acaricié y lo mordisqueé por encima de la fina tela. Agarré los filos y los estreché hasta que sus cachetes quedaron al descubierto. Mientras los acariciaba, los besaba y ella agitaba el culo encendiéndose más la lujuria que la estaba poseyendo.
-¡Qué maravillosas cosas le haces a tu madre! – Ronroneaba, se agitaba y gimoteaba. – Ya tienes encendida y en celo a tu mamita ¿por qué no te la follas?
-¡Has sido una chica mala y aún no te voy a follar!
La giré y la puse boca arriba en la cama. Ella me miraba enloquecida y deseando que le diera más placer. Alargó la mano e intentó de nuevo agarrar mi pene. Le di un golpe con una mano en la suya.
-¡Aún sigues siendo mala! – Le dije y agarré una de sus piernas y la levanté hasta apoyarla en mi hombro. - ¡Si no te portas bien no te daré lo que tanto deseas!
-¡Pero no aguanto más! – Dijo suplicándome que me apiadara de ella por el deseo que la invadía. – ¡No ves cómo estoy de mojada! ¡Mi coño suplica que tu polla lo penetre!
-¡Eso será sólo si te portas bien…! – Miré su sexo y en las bragas afloraban los flujos que emanaban de su vagina.
Dejé de hablar y mis manos comenzaron a acariciar el muslo de la pierna que tenía en alto. Ella empezó a acariciarse los pechos cuando mi lengua lamió la planta de su pie. Sus manos bajaban por su barriga.
-¡Paco, hijo, me estás volviendo loca…!
-Ni se te ocurra tocarte el coño… - le dije de forma autoritaria – ese coño es mío y sólo yo puedo darle placer, con mi polla, con mis dedos o mi lengua…
-¡Fóllame…! – Dijo con la voz más sensual que nunca había escuchado, cerró los ojos para dejarse hacer.
Empecé a lamer los dedos de su pie mientras acariciaba suavemente su pierna entera. Se retorcía y sus manos agarraban en un pellizco las sábanas de la cama. Quería tocarse, pero si lo hacía sabía que seguiría la tortura de las sensuales caricias y no tendría mi pene dentro de ella. Mientras mi lengua jugaba con los dedos del pie, bajé una de mis manos y toqué la húmeda tela que cubría su sexo.
Al sentir el contacto de mi dedo sobre su sexo, abrió los ojos y un gemido escapó de su boca. Sus caderas levantaron su pelvis para que mi dedo la tocara con más intensidad.
Podía sentir los labios empapados en sus flujos bajo la húmeda tela. Puse el dedo gordo sobre la raja y empecé a moverlo para masturbarla. Sus manos agarraron mi muñeca y empujaba la mía contra su raja. Ella marcaba la intensidad y la frecuencia con la que mi dedo pasaba por su endurecido clítoris.
-¡Ya estoy siendo buena! – Me decía pidiéndome que la perdonara. - ¡Fóllame ya, clávate en mi coño!
-¡No estás siendo buena! – Le dije riendo y disfrutando de la cara de placer que tenía. - ¡Estás aprovechando mi mano para masturbarte y te he dicho que tú tienes que estar quieta!
No dijo nada, cómo si no me hubiera escuchado. Cerró los ojos, echó la cabeza contra la almohada y se mordió el labio inferior con sus dientes. Sus manos presionaron la mía con más fuerza contra ella y sus movimientos eran más rápido. Estaba a punto de correrse y no quería de dejar de mirar su hermoso rostro enloqueciendo por el placer. Miré sus bragas y pude ver como la mancha que producían sus flujos aumentó rápidamente. Tensionó su cuerpo y su pierna cayó desde mi hombro a la cama. Estaba teniendo un orgasmo.
Estaba de rodillas entre las piernas de mi madre y sus manos ya no podían mover la mía para darse placer. Así que tomé el relevo y le separé bien las piernas. Aparté las bragas a un lado y apareció su mojado sexo, deseoso de que le diera más placer. Con los dedos separé los labios y su brillante vagina palpitaba pidiendo que mi pene la invadiera, la inundara de placer.
-¡Clávamela, por favor! – Casi gritaba por el placer. - ¡Necesito tenerte dentro de mí!
Hundí mi cabeza entre sus piernas y mi lengua recorrió su raja desde abajo hasta llegar a su clítoris que esperaba a mi pene, pero que no le hizo ascos a mi lengua. Sus manos empujaron mi cabeza contra ella, ya no había vuelta atrás, mi madre estaba gozando y quería más… lo quería todo. Sus caderas se movían a la vez que mi lengua la acariciaba. Sus dedos agarraban fuertemente mi pelo y no me dejaba que me levantara de su sexo.
-¡Ya no puedo más! – Me dijo mientras tiraba de mi pelo y me hacía levantar la cabeza. - ¡Dale a tu madre tu polla, fóllame hasta que me vuelva loca! – Estaba enloquecida por el placer que no le llegaba a dar. – ¡Fóllame y déjame embarazada si te da la gana, pero clava tu polla ya!
No me soltó del pelo y tiraba de mi cabeza para que colocara mi pene en su sexo. Como pude me bajé el bañador que llevaba y saqué mi pene endurecido.
-¿Quieres mi polla? – Le preguntaba mientras pasaba mi glande por su raja sin penetrarla. – Si la quieres pídemela como a mi me gusta… ¡Vamos pídemela!
-¡Sí, fóllame, hazme gozar!
-¿Y quién soy yo?
-Tú eres mi niño, el que le da placer a su madre… - Movía las caderas intentando que mi pene le entrara. - ¡Vamos, folla a mamá!
-¿Y tú quién eres?
-¡Soy tu mami, la que necesita tu polla dentro de mí!
-Te voy a clavar mi polla hasta el fondo… - Le dije suavemente mientras mi pene entraba. - ¡Sientes como te entra!
-¡Sí, siiiií… sigue no pares, métela entera!
No tardó mucho en tener el orgasmo que tanto deseaba y yo sentí que iba a eyacular poco después, pues ver a mi madre disfrutando tanto y teniendo un orgasmo tan profundo, me provocó tal excitación que aún gemía cuando le saqué el pene y de rodillas entre sus piernas, me masturbé un poco para lanzar chorros de semen sobre su barriga y sobre su sexo. Me tumbé agotado por el placer junto a ella. Nos dimo la mano y descansamos un rato.
Pasaría una hora u hora y media cuando decidimos asearnos y bajar para estar con nuestros amigos. Estaban tomando café en el jardín, todos juntos. Cuando llegamos nos ofrecieron café y unos minutos después mi madre marchó con Maribel a la cocina.
Allí le contó a mi madre lo que le había ocurrido a Mati la noche que había salido con Juan. Por lo visto después de cenar estuvieron por los bares de la zona y cuando decidieron marchar a casa de él, éste la llevó a un lugar apartado no muy lejano del pueblo e intento sobrepasarse con ella. Mati se defendió y acabó clavándole un bolígrafo que tenía en la guantera del coche en la pierna y huir hasta llegar a casa. Después de todo aquello, la noche fue a peor cuando nos encontró a los tres teniendo sexo en la cama. Maribel estaba muy indignada y deseaba vengarse de aquel tipo. Mi madre me lo contó más tarde.
Estuvimos un buen rato bañándonos en la piscina. Mati y Luis no se separaban y no paraban de hablar. Laura lo notó y se apenó un poco pues si él llegaba a tener una relación con Mati, tal vez no le haría más el amor. Intentaban disimular, pero era evidente que aquello ya iba pasando de amistad.
-¡No habrá ningún hombre que me haga el amor ahora mismo! – Dijo Maribel mirándome desde el agua pues yo estaba sentado en el filo de la piscina.
-¡Déjalos descansar! – Le gritó mi madre desde el otro lado de la piscina. - ¡Los vas a agotar!
En realidad mi madre no quería que tuviera sexo con ninguna otra mujer, quería que únicamente la amara a ella. Maribel tuvo que contener sus deseos de tener sexo, algo difícil pues todos estábamos desnudos pues no habíamos ido al apartamento a por ningún tipo de ropa.
Más tarde decidimos ir todos al apartamento, a cambiarnos de ropas y ver como estaba todo pues llevábamos un día fuera de allí. Maribel y Laura querían ir esa noche al pueblo, ir de discotecas y bailar. Eran las mayores y las que más ganas de marcha tenían. Mi madre y yo decidimos quedarnos en el apartamento. Mati también decidió quedarse y Luis dudo.
-¡No me vayas a dejar solo con estas dos hembras! – Le dije de broma e intentando convencerlo para que no se fuera. - ¡Qué hago si deciden tener sexo conmigo a la vez! ¡O peor, y si tengo que estar toda la noche amando a una y a otra…!
-¡Vale compañero! – Dijo riendo. - ¡Me quedaré con ustedes!
-¡Bueno Laura, parece que los más jóvenes no tienen aguante!
-¡Eso parece! – Dijo Laura tomando fuerzas al ver que su hijo no la acompañaría esa noche. - ¡Pues tendremos que pasarlo bien tú y yo!
-¡Vamos a quemar el pueblo! – Gritó Maribel.
Las dos se marcharon pronto para cenar y después ir de marcha por el pueblo a buscar algún “joven” que ponerse entre las piernas. Nosotros cuatro quedamos en el apartamento y Mati y mi madre se dedicaron a hacer la cena. Después de comer, Luis y yo recogimos los platos e hicimos que las mujeres descansaran en el salón.
-Paco… - Empezó a decirme mi amigo. – Tengo que decirte que entre Mati y yo hay…
-Ya, estáis medio saliendo… - Le interrumpí. – Os escuché cuando llegasteis de comprar la comida. ¡Me alegro de que estés con ella!
Luis sonrió y nos fuimos con las mujeres cuando acabamos. Allí estaban ellas. Mati se lo había dicho a mi madre y estaba feliz pues en un principio dudaba de tener una relación amorosa con un chico de la edad de Luis. Mi madre le contó lo que había surgido entre nosotros. Al final nos encontrábamos dos parejas de enamorados allí.
Maribel y Laura fueron a un restaurante. Eran dos amigas solteras y con ganas de sexo, pero buscaban algo especial, buscaban jóvenes amantes que les hicieran disfrutar y pasar un buen momento para después de haberlos usado, dejarlos tirados.
-¿Sabes que me gustaría esta noche? – Dijo Laura. – Me gustaría encontrar a jovencito que sea virgen y enseñarle cómo se hace gozar a una mujer.
-Pensaba que yo era una pervertida, pero veo que tú me ganas… - Sonreía Maribel. - ¡Seremos buenas amigas!
-Lo único que echaré de menos es a mi hijo… - Mostró algo de tristeza.
-No te preocupes, tal ves a Mati no le importe compartirlo… ¡Deja correr el tiempo!
-Ya, pero desde que tenía dieciséis años, cuando empezó a convertirse en el hombre que es, he estado enamorada de él. Por eso me he hecho tantas operaciones, para mantenerme atractiva para él.
-Bueno, hoy vamos de cacería y tal vez encuentres otra presa que te guste más.
En el apartamento estábamos los cuatro. Era extraño estar en el sofá abrazado a mi madre, muchas otras veces había estado con ella en la misma situación, pero aquel día era mi novia la que se abrazaba a mí y no mi madre… bueno, era mi madre pero ahora era mi novia, mi amante… Ahora era todo para mí.
Mati y Luis estaban en el otro sillón, ella estaba sentada en el regazo de él y abrazados. Se acariciaban y daban besos llenos de cariño. Veíamos la televisión y no decíamos nada, simplemente disfrutábamos de la compañía de nuestros amantes.
Mati se levantó y discretamente le hizo una señal a mi madre para que la siguiera. Se levantó y fue hasta la habitación de Mati, donde la esperaba la amiga para hablarle.
-Marta, tengo un problema… - Le dijo.
-¿Qué te pasa?
-Creo que no soy capaz de volver a hacer el amor con Luis…
-¿Por qué?
-No lo sé… Tengo como miedo…
-Pero si anoche lo hiciste, bueno, lo hicimos todos juntos, en la misma habitación.
-Sería que me excité con tanta lujuria suelta por allí.
-Pues hija, no sé que hacer para ayudarte.
-Yo tampoco, pero necesitaba contártelo…
Las dos volvieron de la cocina y se colocaron donde estaban antes de marcharse. Mi madre miraba a Mati y Luis de vez en cuando pensando en el problema que le había contado su amiga.
Mi madre se tumbó sobre el sofá y dejó su cara a la altura de mi sexo. Empezó a acariciar con una mi pene por encima del pantalón, sintiendo como crecía poco a poco.
-¿Qué haces mamá? – Le dije.
-¡No me llames mamá, soy tu novia! ¿No?
-¿Te excita hacerlo delante de ellos? – Le pregunté.
-¡Sí! – Contestó. - ¡Pero creo que a ellos también les gusta vernos! Mati ¿no te gustaría hacer esto con Luis?
Bajó el pantalón de mi pijama y mi pene medio erecto quedó expuesto a la acción de su boca. Su lengua recorrió toda la longitud de miembro que poco a poco iba cogiendo cada vez más dureza.
-¿Quieres hacerlo? – Le preguntó Luis a Mati.
Ella no contestó, le dio un beso en la boca y se arrodilló delante de él. Sus manos le quitaron el bañador que usaba él como pijama y lo dejó desnudo pues no llevaba camiseta. Agarró su pene que ya estaba bastante duro y lo acarició. Su boca se abrió y se tragó su sexo.
-¡Vayamos a mi cama y allí cada una le hará a su hombre lo que quiera! – Dijo mi madre que empezó a excitarse al ver a la otra pareja. - ¡Ganará la que consiga que su hombre se corra antes!
Mi madre me cogió de la mano y me llevaba por el pasillo hasta la habitación. Mati llevaba a Luis igual, pero él iba desnudo y su pene apuntaba descaradamente a ella. Mi madre me desnudó y me tumbó en un lado de la cama. Se arrodillo entre mis piernas y empezó a lamerme el pene. Sentí como Luis se colocaba a mi lado y miré a Mati que empezaba a desnudarse. Casi eyaculé al ver el bonito cuerpo de Mati mientras la boca de mi madre tragaba mi pene.
Mati se colocó entre las piernas de su amante y lamía a Luis. Me moví y me deshice de mi madre, la coloqué boca arriba en la cama y me coloqué sobre ella, ofreciéndole mi pene para que lo lamiera mientras metía mi cabeza entre sus piernas para lamer su hermosa vagina.
-¡Dame tu coño! – Escuché la voz de Luis.
Mati giró su cuerpo sin soltar el pene de mi amigo. Abrió sus piernas y su vagina estaba al alcance de la lengua de Luis. En la habitación se escuchaba los chasquidos que las dos mujeres producían al chupar los penes de sus jóvenes amantes.
Yo no paraba de tragar los flujos que la vagina de mi madre me regalaba. Su pelvis se movía con cada caricia que le daba mi lengua. Escuché sus gemidos apagados al estar su boca completamente llena, la sacó y sin dejar de agitarla, empezó a tener un primer orgasmo.
Mati también lo tuvo poco después, sin sacar el pene de Luis de su boca y dándole unas succiones extremadamente duras en su glande. Él no paraba de lamerla pero no pudo aguantar lo que estaba sufriendo su glande. Sin poder decir nada, lanzó su semen dentro de la ávida boca de Mati. Escuchamos el gran gemido que lanzó él y como ella se atragantó con el primer chorro de semen que le llegó hasta la garganta. Aquello le gustó y no dejó de extraer el néctar de Luis. Tanto salía que sintió que por la comisura de su boca empezaba a caer parte del semen.
Me levanté y coloqué a mi madre a cuatro patas, mirando hacia donde su amiga tragaba el semen. Mi madre disfrutaba viendo salir el semen de la boca de ella y caer resbalando por el endurecido pene de él, no podía apartar la vista de ello.
-¡Cariño, clávame tu polla hasta el fondo! – Me dijo y noté el deseo en su voz. - ¡Tengo el coño totalmente mojado!
Agarré mi pene y lo llevé a la raja mojada que mi madre me ofrecía. Mi glande la tocó y noté la ardiente humedad de su sexo. Empecé a penetrarla, me agarré a sus caderas y empujé hasta que estuve por completo dentro de mi madre.
-¡Dios Marta, que coño tan caliente tienes! – Los dos nos movíamos para que mi pene le entrara todo lo posible.
-¡Sí hijo, folla a tu madre con esa polla tan dura! ¡Has que me corra de placer!
-¡Mamá, mira la boca de Mati con la leche de él! – Le dije acariciando su redondo culo. - ¿Te pone caliente ver a tu amiga follar?
-¡Siiií, siiií, me pone muy caliente! – Gemía mientras mi pene le entraba fuertemente. – ¡Pero es tu polla la que me hace correrme de placer! ¡Sigue, sigue!
Mati seguía agitando el pene de Luis con su mano y no bajaba la dureza de aquel miembro, así que de rodillas caminó sobre él hasta que su sexo estuvo a la altura del de él. La agarró con una mano y lo apuntó para que le entrara en su vagina.
Mi madre veía como aquel pene lleno de semen entraba entre los labios de su amiga y como parte del líquido blanco iba agolpándose en la entrada.
-¡Uf Mati, qué coño tan caliente tienes! – Gimoteó Luis al sentir como su pene entraba hasta el fondo en ella. - ¡Muévete, muévete cariño!
-¡Sí… sí… sí…! – Gritaba Mati botando sobre él y dándole la espalda.
-¡Vamos, córrete! – Le animó él agarrando sus caderas y moviéndose para penetrarla con más rapidez. - ¡Vamos, hazlo ya o volveré a correrme yo!
-¡Sí… sí… más… quiero más! – ella estaba sintiendo demasiado placer. - ¡Me voy… me voy a…! – Estaba desesperada por el placer que sentía. - ¡Me corrooooo… ooooo…!
Las piernas de Mati temblaban por el orgasmo que estaba sintiendo mientras él no dejaba de penetrarla. Él agarró con fuerza a Mati y le hundió por completo el pene.
-¡Eres increíble…! – Dijo entre gemidos. - ¡Ahí va mi leche!
Yo seguía penetrando a mi madre y los dos admirábamos los orgasmos tan enormes y excitantes que estaban teniendo. Mati tembló más al sentir como su vagina se inundaba con el semen de su amante y los chillidos de los dos eran tremendos. Mi madre se separó de mí y mi pene quedó totalmente mojado y deseoso de volver a ella que se giraba delante de mí y abriendo sus piernas me ofrecía su sexo.
-¡Ven cariño, folla a tu madre y llénala con tu semen! – Me pedía que me corriera, que la dejara embarazada. - ¡Vamos, no hagas esperar a mamá!
Me coloqué entre sus piernas y hundí mi pene. Me agitaba enloquecido por la idea de descargar todo mi semen en ella. Mi madre quería que su hijo le llenara la vagina.
-¡Fóllame y no te preocupes si me dejas embarazada! – Dijo ella abrazándome cariñosamente y acariciándome. - ¡Si hace falta tendré un hijo tuyo! ¡Sólo hazme gozar!
Aceleré el ritmo de mis penetraciones y miraba a los ojos de mi madre cuando su gesto me mostró que su orgasmo estaba llegando. La intenté penetrar todo lo posible y ella gemía en mi oído, me estaba enloqueciendo al sentir como mi madre gozaba bajo mi cuerpo y por fin llegó mi turno. Me tensé sobre ella y mi pene entró todo lo posible en su vagina. Sentí como chorros de semen salían por mi glande e imaginé su vagina impregnada de él.
-¡Dios, que bueno sentir tan adentro! – Mi madre gemía al sentir mi esperma en ella. - ¡Dame toda tu leche! ¡Llena tu madre!
Daba pequeñas embestidas contra ella y soltaba más semen. La besé levemente intentando coger aire después de aquel orgasmo. Mi pene aún estaba en su vagina y sentía como tenía pequeñas convulsiones atrapado entre las mojadas paredes de su vagina. Nos acariciábamos mientras nuestros amigos nos observaban, abrazados y dándose caricias y arrumacos. Todos tuvimos nuestros orgasmos.