El verano de las separadas IV.
El tercer día parece que será mejor que los anteriores. ¿Saboreará nuestros protagonista el placer del sexo de una mujer madura?
El verano de las separadas. 3 de julio.
Aquella mañana de sábado desperté solo en la cama. Me levanté y caminé como si estuviera en un sueño, mi madre y yo teníamos una relación incestuosa en la que podíamos tener todo el sexo que necesitáramos.
Pasé por delante de la habitación de Maribel y Mati, la puerta estaba abierta y las dos aún permanecían dormidas. Estaban destapadas y me fijé en sus cuerpos, en sus culos sobre todo. Mati tenía un pantalón de pijama corto que le marcaba su redondo culo, Maribel tenía una camiseta y en la postura que tenía su culo quedaba a la vista, cubierto por unas bragas negras que le hacían un culo excitante. Buqué a mi madre y en el salón no estaba, pero la encontré en la cocina haciendo café.
-¡Buenos días hijo! – Me dijo con una gran sonrisa. - ¿Has dormido bien?
-¡Nunca he dormido mejor que esta noche! – Le contesté abrazándola por la espalda y besando su cuello.
-¿Quieres un café para despejarte?
-No. – La giré mientras le hablaba. – Un beso tuyo sería suficiente. Nuestros labios se unieron y nos dimos un beso leve y cariñoso.
-Y después de esto ¿quieres un café? – Me preguntó.
-Sí. – Le respondí y la besé de nuevo.
Eran la diez y media de la mañana cuando estábamos los dos tomando café en el salón y desayunando. Mati entro en la habitación con el pelo revuelto y se sentó en el sofá.
-¡Buenos días! – Dijo recostándose. - ¿Qué hay que hacer para que una se pueda tomar un café de esos?
-¡Anda Paco! – Me dijo mi madre. – Prepárale un café a Mati.
Entraba en el salón con el café para Mati cuando mi madre salía con los platos sucios que habíamos utilizado. Le coloqué el café en la mesa y Mati se sentó a tomarlo. No hablaba, simplemente se dedicaba a tomar el café y contemplar la playa desde la ventana.
Mi madre me llamó para que la ayudara a hacer la cama donde habíamos dormido por primera vez como pareja, donde habíamos tenido nuestro primer encuentro sexual. Pasamos por delante de la habitación donde Maribel dormía. Estaba boca arriba, sus piernas estaban bastante abiertas y podíamos verle perfectamente sus bragas.
-¿Te gustaría hacerlo con Maribel? – Me susurró.
La miré y la besé en la boca, no hizo falta decirle nada, comprendió que deseaba poseer a las tres. Me agarró de la mano y me llevó a la habitación. Entramos y cerró la puerta. Nos fundimos rápidamente, desesperadamente en un abrazo y nos besábamos.
-¡Para hijo! – Dijo mi madre empujándome con dificultad para separarme de ella. – ¡Ahora no es momento de esto!
Me separé de ella pero deseaba amarla sobre la cama. Entre los dos hicimos la cama y recogimos la habitación. Salimos de la habitación y nos encontramos a Maribel que iba a entrar en el baño.
-¡Buenos días! – Dijo en un tono burlesco. - ¿Qué hacíais los dos en la habitación encerrados? – Su sonrisa mostraba burla y la lujuria que le producía la idea de que madre e hijo tuvieran relaciones sexuales.
-¡Lo qué tienes que hacer es levantarte antes y no ser tan pervertida! – Le contestó mi madre entrando en la broma. - ¡Ay, espera hijo! – Se agarró a mi brazo y llevó una de sus manos bajo el vestido que se había puesto. - ¡Es que no me has dejado las bragas bien colocadas y me molestan! – Hizo como que se las colocaba y después seguimos caminando hacia el salón.
-¡Cuando menos te los esperes, tu hijo estará entre mis piernas! – Le dijo Maribel cuando pasábamos por delante de ella y me dio otra cachetada en el culo. - ¡Qué durito lo tienes hijo!
Mati estaba sentada en la terraza, mirando hacia la playa, muy pensativa. Había recogido el salón y fregado los platos que habíamos utilizado para el desayuno. No sentamos con ella.
-¿Qué te pasa Mati? – Le preguntó mi madre.
-Nada… - Contestó en principio. – Verás, anoche estuvimos por los bares. Maribel provocaba a los chavales jóvenes pero todos huían de ella… Pero todos querían follarme a mí… a mí que no soy de ese tipo de mujer…
-Mati es natural, eres joven y eres bonita… - Le comentó mi madre.
-¡Vale, pero no todo tiene que ser follar cómo conejos! – Estaba enojada y era la primera vez que escuchaba palabras soeces en la boca de Mati, una mujer tan dulce. – Pero ya me siento vieja para encontrar un hombre que me quiera no sólo para sexo…
-Mati. – Le dijo mi madre. – Aún eres joven, para nada eres una madura… cuando menos te lo esperes llegará un hombre que te amará más que ninguno…
-¡Gracias Marta! – Mati agradeció los ánimos que su amiga le daba. – Maribel es que siempre está pensando en lo mismo, en “estar llena de carne”.
-¡Ella es así! – Respondió mi madre. – Pero comprende que si tú no quieres tener sexo con cualquiera, a ella no le importa. ¡Anda! – Le dijo a Mati. – ¡No pienses en eso y vamos a hacer la comida que hoy hace un día muy bueno para ir a la playa!
Los tres nos pusimos a hacer la comida y Maribel llegó después de tomar una ducha. No preguntó y se puso a ayudarme a pelar patatas, al momento habíamos acabado. Cada una hacia una cosa a lo largo de la cocina, que era larga, pero más bien estrecha. Cada vez que tenía que ir de un lado a otro pasaba muy pegado a cada una de ellas, así que para poder dar un beso a mi madre, empecé a dárselo a todas. Así cuando mi madre, que estaba en la parte opuesta a Maribel haciendo la comida, me pedió algo para que se lo llevara, pasé por detrás de Mati, la agarré delicadamente por la cintura y le di un beso en la mejilla; cuando llegué a la altura de mi madre también se lo dí a ella.
-¡Vaya! – Protestó Maribel. - ¡Y para tu Maribel no hay nada!
Le di otro beso a mi madre y una buena cogida de culo que las otras no vieron y volví a pasar por Mati, con su beso, hasta llegar a Maribel que me ofreció su mejilla y mientras la besaba, aprovechó para tocarme el culo con su mano.
-¡Qué cariñoso es nuestro niño! – Dijo alargando todo lo posible el tener mi culo en su mano.
-Maribel. – Dijo mi madre. - ¡Ten cuidado a ver si lo vas a calentar demasiado y después que hacemos!
-¡No te preocupes! – Dijo Maribel mirando a mi madre desafiante. - ¡Me encerraré con él en la habitación para hacer la cama! A todo esto, ¿me puedes ayudar a hacer mi cama? – Me preguntó sin dejar de mirar a mi madre.
-¡Anda, déjate de tonterías! – Le contestó con un tono de madre enfadada. - ¡Haced la cama y preparaos para ir a la playa!
Maribel entendió a mi madre y los dos hicimos la cama sin más incidentes. Cuando acabamos me marché a mi habitación y me preparé para ir a la playa con mis mujeres. Salí de la habitación y Maribel ya estaba lista. Mi madre y Mati habían acabado de preparar la comida y entraron en sus habitaciones para colocarse el bañador.
Media hora después estábamos los cuatro en la orilla. Nos bañábamos y Mati decidió irse a tomar el sol junto a la sombrilla. Nosotros tres seguimos bañándonos. De vez en cuando acariciaba a mi madre bajo el agua y ella se apartaba de mí por la proximidad de Maribel.
-¡Mirad eso! – Dijo Maribel. – ¡Parece que a Mati le ha salido un pretendiente!
Un chico joven, aparentemente más joven que Mati, hablaba con ella y se sentó en la arena junto a ella. Los tres nos quedamos mirando para ver que ocurría y nuestra amiga parecía divertirse con la conversación que tenía con su nuevo amigo.
-¡A ver si se estrena de una vez la “beata”! – Dijo Maribel.
-Bueno, - habló mi madre – ella busca amor más que sexo…
-Sí, - Maribel contestó – pero con amor o sin amor al final se acaba en la cama… - Rió divertida.
Tras pasar un buen rato, más del que normalmente pasábamos, decidimos ir a comer. Al llegar a donde estaba Mati con su nuevo amigo, esta no lo presentó. Se llamaba Juan y estaba trabajando en el pueblo desde hacía unos meses aunque ese mes de julio estaba de vacaciones.
-Nosotros vamos a comer. – Dijo Maribel. - ¿Te apetece comer en casa?
-¡Gracias pero no! – Dijo Juan. – Le he pedido a Mati que coma conmigo, que yo la invitaba y estoy esperando a que se decida.
Mati estaba hablando con mi madre y después de unos minutos las dos llegaron.
-Mati se va a ir con Juan a comer, - dijo mi madre – vámonos nosotros tres a casa.
Y así lo hicimos. Mi madre, Maribel y yo marchamos a casa para comer mientras Mati y su nuevo amigo se quedaron en la playa. Durante el camino a casa, Maribel hablaba de la suerte que tenía la “beata” al haber encontrado a Juan, un tipo así es lo que ella necesitaba en ese momento, joven, de buen cuerpo y que le quitara el calor que tenía.
-¿Por qué no te buscas un hombre que te satisfaga? – Le preguntó mi madre.
-¡Hija, es que mis gustos son perversos! – Dijo ella. - ¡Me gustan jovencitos y briosos!
Después de comer y de recoger todo, los tres nos sentamos en el sofá a ver la tele durante un rato. Estábamos casi tumbados, cada una estaba a uno de mis lados y apoyaban sus cabezas sobre mí.
-¿Por qué no nos vamos a tu habitación y vemos la tele desde la cama? – Dijo mi madre ya que en la habitación de Maribel y Mati sí había televisión.
-¡Vale! – Dijimos los dos.
Apagamos la televisión del salón y nos fuimos a la cama de Maribel. Encendió el aparato y mi madre me colocó en medio de la cama. Agarró el brazo y lo colocó para poner su cabeza sobre él y abrazarme. Maribel nos miró desde los pies de la cama envidiando poder abrazarme, pero no decía nada.
-Maribel, ven y échate junto a mí. – Le dije estirando el otro brazo para invitarla a descansar junto a nosotros.
Se acurrucó junto a mí y podía sentir los cuerpos de aquellas dos maduras mujeres totalmente pegados al mío. Empecé a acariciar sus espaldas y mi madre iba cerrando los ojos y quedándose dormida. Maribel estaba demasiado excitada al tenerme tan cerca y empezó a acariciar mi pecho como jugando. Poco a poco fue bajando la mano hasta tenerla a la altura de mi vientre. Me miró a los ojos, después a mi madre que estaba dormida y después volvió a mirarme. Moví mi cabeza y le ofrecí mis labios para que me besara. Sentí su leve beso a la vez que su mano se colaba bajo el bañador y empezaba a acariciar mi pene endurecido. Me daba suaves caricias mientras mi lengua empezaba a buscar la suya en el interior de su boca.
Me encantaba sentir como su mano acariciaba mi pene. La camiseta que vestía tenía un amplio escote, no llevaba sujetador y sacó uno de sus pechos para ofrecérmelo. Se movió sin soltar mi pene y su oscuro y erecto pezón estaba a la altura de mi boca para que lo chupara. Saqué mi lengua y empecé a jugar con él. La respiración de Maribel era entrecortada por placer que le producía abusar del hijo de su amiga mientras ésta estaba allí mismo, dormida y sin darse cuenta de lo que pasaba.
Mi madre se movió y dejó de abrazarme. Maribel guardó rápidamente su pecho y soltó mi pene, asustada por que su amiga descubriera lo que hacía. Mi madre se giró para seguir durmiendo y yo le quité el brazo.
Liberado de mi madre, podía dedicar todo mi cuerpo a su amiga que estaba boca arriba esperando para volver a lo que estaba haciendo. Me coloqué de lado hacia ella, dándole la espalda a mi madre. Un brazo estaba bajo su cabeza y con la mano libre saqué de nuevo su pecho para seguir mamándole como si fuera a sacar leche con la que alimentarme.
Escuchaba la respiración entrecortada que le producía el placer de tener un joven entre sus brazos. Le saqué el otro pecho, los pechos me apuntaban con sus oscuros y erectos pezones, desafiándome a que le diera todo el placer posible a aquel cuerpo de madura lujuriosa que era Maribel.
Mi boca pasaba de un pezón a otro, mamando desesperadamente. Mi pene iba a explotar bajo mi bañador. Mientras mi madre descansaba plácidamente junto a nosotros, empecé a bajar mi mano por el pecho de mi amante hasta llegar a su vientre. Su camiseta estaba subida y empecé a tocar su sexo por encima de las bragas del bañador. Busqué el filo superior y metí mi mano en el interior.
Sus piernas se abrieron automáticamente para que pudiera tocarle por completo su húmeda raja. No me fue difícil encontrar la entrada de su vagina, estaba lanzando demasiados flujos por la excitación que tenía. Metí un dedo y sentí su clítoris endurecido. Lo floté con el dedo y ella intentaba no gemir por el placer que estaba sintiendo. Deslizaba el dedo sintiendo como se deslizaba fácilmente por su vagina, penetrándola una y otra vez. No tardó mucho en empezar a convulsionarse, con su mando en la boca intentaba evitar que se escucharan los gemidos de placer que lanzaba su garganta. La otra mano aferraba un puñado de sábana y la retorcía. Sus caderas se movían solas, deseando que mi dedo se transformara en mi pene y la penetrara profundamente.
-¡Vamos Maribel! – Mi madre asomaba por detrás de mí. - ¡Gime y goza tranquila! ¡Prefiero que tú enseñes estas cosas a mi niño a que lo haga otra guarra!
Se quitó la mano de la boca y empezó a lanzar terribles gemidos de placer, su cuerpo se agitaba y su mano agarró la mía para marcarme el ritmo de la masturbación.
-¡Mira lo que tiene mi niño aquí! – Mi madre me bajó el bañador y agarró mi pene para empezar a acariciarlo suavemente. - ¿Te gusta lo que ves?
-¡Sí… sí, la quiero dentro de mí! – Dijo Maribel.
Mi madre me separó de ella y me colocó a los pies de la cama de rodilla entre las piernas de nuestra amiga. Agarré las bragas de Maribel y empecé a quitárselas. Ella levantó las piernas para que salieran y después las abrió a ambos lados. Podía ver perfectamente su sexo, cubierto por aquellos bellos negros que franqueaban la húmeda entrada al placer.
-¡Métela aquí! – Dijo Maribel separándose los labios para ofrecerme su brillante y rosada vagina.
-¡No! – Dijo mi madre mientras su mano agarraba mi pene y continuaba masturbándome. – La primera vez que esto entre en una mujer, será en su madre.
Mientras la mano de mi madre se agitaba en mi pene y su boca me besaba y mordisqueaba la oreja, Maribel empezó a tocarse para masturbarse. Podíamos ver su sexo, en la parte superior de los labios tenía un enorme clítoris que sobresalía de entre ellos. Alargué la mano y empecé a tocárselo con el dedo gordo. Volvieron los gemidos de Maribel, con más intensidad, quería que la penetrara y estaba rabiando.
Mi madre seguía masturbándome con una mano, mientras la otra me acariciaba los testículos. No podía más, quería meterme dentro de Maribel y soltar todo mi semen, pero mi madre no me dejaba.
-¡Ya mamá, ya me viene!
Empecé a gemir acompañando a los gemidos de Maribel. Me tensé y empecé a lanzar semen. Mi madre apuntó hacia la raja de su amiga y el primer chorro dio por encima de su raja, en los pelos. Me incliné un poco y mi madre pudo apuntar mejor. Maribel mantenía su raja abierta mientras se masturbaba y la siguiente carga de semen dio de pleno en los dedos que entraban y salían en ella manchando la entrada de su vagina. Con los dedos hizo que todo el semen que caía sobre su sexo entrara dentro de su vagina. Podía ver como mi semen se mezclaba con sus flujos y eran batidos por aquellos lujuriosos dedos que tanto placer le estaba dando.
Cuando acabó de salir todo el semen, mi madre empezó a besarme. Me tumbé junto a Maribel y la besé a ella. Mi madre se echó en mí para besarme. Empecé a besar a una y otra. Allí estábamos, Maribel abierta de piernas con su sexo mojado por sus flujos y mi semen, yo en medio de ellas, besándolas apasionadamente y mi madre devolviéndome los besos y acariciando mi pene y mis testículos.