El verano de las separadas III

Como acabó el segundo día de aquel caliente verano.

El verano de las separadas. 2 de julio por la noche.

Volvimos de la playa. Ahora todo había cambiado, la excitación que me producían aquellas maduras mujeres no, pero mi relación con ellas sí. A Maribel le gustaba mucho mi cuerpo y casi todo el tiempo anduvo dándome cachetadas en el culo.

Lo primero que hicimos era ducharnos. Maribel y Mati andaban por la casa desnuda. Era como dijo la primera: “Si ya nos has visto desnudas en la playa, nada va a cambiar por estar desnudas en casa”. Y yo también andaba con mi pene colgando, medio endurecido al verlas a ellas. Mi madre era la que aún guardaba un poco la compostura e iba vestida, nadie le reprochaba nada.

Nos íbamos duchando por turnos y entrábamos y salíamos del baño según necesitáramos, sin importarnos quién estuviera dentro. Mati pidió gel cuando se estaba duchando pues fue la primera y estaba en el mueble. Muy dispuesto, no podía ser de otra manera, entre en el baño y se lo acerqué.

Decidimos cenar fuera, así que todos nos vestimos y sobre las once andábamos por el pueblo en busca de un buen restaurante. La cena fue divertida y Maribel y Mati enfadaban a mi madre pidiéndole que esa noche dejara que durmiera con ellas.

-¡Sois unas pervertidas! – Se quejaba mi madre. - ¡Y tú también, Paco!

-Mami, es que aún soy virgen. – Le decía para enfadarla más. – No estaría mal tener dos profesoras en la primera noche ¿no? – Menos mi madre todos reíamos.

Después de cenar, caminamos por el paseo marítimo hasta que llegamos a la zona de las discotecas y pub. Producto de la excitación que había tenido Maribel en la playa, al ver tantos jóvenes allí reunidos, estaba como en celo. Agarrada del brazo de Mati cuchicheaba sobre aquel chaval o aquel otro. La verdad es que o aquella noche tenía sexo con alguien o reventaría.

Eran ya las una y cuarto de la madrugada cuando mi madre pidió volver a casa. Maribel era la única que quería seguir y convenció a Mati para que se quedaran un poco más. Mi madre y yo volvimos paseando por el paseo marítimo, en silencio. Era raro caminar con ella después de lo que había pasado aquella tarde. Verla desnuda, no, estar desnudos en la playa. La excitación que teníamos, yo al verlas a ellas y ella al ver mi pene totalmente erecto.

-Paco. – Habló por fin mi madre. – Perdona por lo que ha pasado esta tarde en la playa… - Hablaba mientras caminábamos con la mirada en el suelo. - ¡Nunca más volverá a pasar! Esta noche dormiré en el sofá…

-¡No ma…! - Me interrumpió y siguió hablando.

-¡Escúchame primero! – Me miró con ojos apenados. – Soy tu madre y estuvo mal. Me sentí… - Paró sin saber si seguir hablando. – Me sentí muy excitada al verte allí en la playa, con mis dos calenturientas amigas… Pero eso no puede ser.

-Pero dime sólo una cosa… - Detuve su caminar y agarré sus manos. - ¿Disfrutaste de aquel momento?

-Pero eso no puede ser… - Me soltó de golpe y se giró para seguir caminando.

Llegamos al apartamento y ella entró en el servicio. Se encerró allí y estuvo un rato. La oí sollozar. Se sentía mal por lo ocurrido y yo no podía darle consuelo. Unos minutos después salió del baño.

-Acuéstate en la habitación, yo dormiré en el sofá. – Me dijo.

-No mamá, durmamos en la habitación, charlemos será mejor hablarlo sin tapujos.

La agarré por la mano y la llevé hasta la habitación. Ella estaba boca arriba en su lado de la cama y junto a ella boca abajo, apoyado en mis codos.

-Mamá. – Empecé a hablarle. – Tengo que reconocerte que me excitas, esta tarde en la playa y anoche cuando dormimos abrazados. – Ella me miró e intentó hablar, pero yo le puse un dedo en los labios para que me dejara seguir. – Siempre te he visto como una mujer bonita, pero no pensé nunca en excitarme contigo… Pero lo que ha ocurrido esta tarde ha pasado de verdad. Me excité con ustedes, es lógico, sois maduras pero tenéis buen cuerpo.

-¡Pero no puede ser! – Protestó levemente. – ¡Eso es incesto!

-Sí, y yo te quiero como mi madre. Porque hayamos tenido ese momento de placer no dejo de quererte como lo que eres, mi madre. Lo que pasa es que me siento atraído por ti simplemente para tener sexo, igual que me atraen Maribel y Mati. Lo único es que tú me produces más excitación pues primero eres mi madre y segundo tengo más oportunidades de tenerte al estar más tiempo juntos. Lo que ha pasado no ha sido amor, sólo sexo…

Mi madre pensó un poco y parecía más calmada. Se puso de costado y nos mirábamos a los ojos.

-La verdad, - comenzó a hablar. – es que hacía mucho tiempo que no estaba con un hombre… En verdad desde que lo hice con tu padre. Al verte allí desnudo con las asquerosas de mis amigas me excitó… Maribel tenía razón en eso de que estaba excitada por los duro que tenía los pezones. Ya cuando vi tu pene erecto y aquella forma de lanzar semen… - Volvió a bajar la vista por la vergüenza que sentía al decir aquello. – me excitó hasta el punto de tener aquel orgasmo tan intenso…

-Pero eso sólo fue sexo… - Le dije acariciando una de sus manos. – No te sientas mal por lo que ha pasada. – Me sonrió agradecida por aquella conversación.

Por un rato nos mirábamos el uno al otro, de costado en aquella cama. La tenue luz que entraba por la ventana la volvía más hermosa y excitante de lo que nunca la había visto. Le acariciaba una mano y ella la levantó. Empezamos a jugar con nuestros dedos hasta cruzarlos y quedar palma con palma. Una dulce sonrisa se dibujó en su boca. Desenredé mis dedos y agarré su mano para llevarla a mi boca. Con delicadeza le di un beso, y después otro… y otro más.

Fui subiendo con mis besos, recorriendo todo su brazo con cada beso, acercándome cada vez más a ella hasta llegar a besar su hombro.

-Mamá ¿necesitas sexo esta noche? – Le pregunté suavemente sintiendo un temblor en el interior de mi cuerpo al escucharme decir aquellas palabras.

No dijo nada. Su mano se deslizo por mi pecho desnudo hasta llegar a mi cara. Me acarició maternalmente. Puse mi mano en su cintura y me incliné hacia ella despacio, acercando mi boca a la suya. Ella no apartaba sus ojos de mi boca hasta que a escasos centímetros, nuestros labios se entreabrieron y nos fundimos en un beso. Dejé caer mi cuerpo sobre el suyo y nos fundimos en un abrazo.

Era delicioso sentir la calidez del cuerpo de mi madre que vibraba excitada bajo el mío. Los dos nos acariciábamos por todos lados. Nunca podré describir la sensación que me produjo la primera vez que ella introdujo su lengua en mi boca. Yo no había besado así nunca, pero sentir como la lengua de ella entraba y jugaba con la mía me produjo trasladarme al frenético mundo del placer.

Me subí totalmente sobre mi madre y quedé entre sus piernas que se abrieron para recibirme deseando tener placer. Sus manos se metieron por debajo del pantalón del pijama y acariciaron mi culo disfrutando de la dureza que tomaba cuando empujaba mi sexo para restregarlo contra el suyo. Mi lengua jugaba con la suya, pasando de una boca a otra. Sentía en mi pecho sus pechos, la dureza de sus pezones que traspasaban la fina tela de la camiseta que usaba para dormir. Separé mi boca de la suya y nunca hubiera imaginado que mi madre tuviera una cara tan hermosa cuando estaba excitada y frenética de placer. Sus piernas me rodearon por la cintura y me aprisionaron contra ella.

Nuestros sexos estaban en contacto, separados solamente por las telas de nuestras ropas. Yo me agitaba, como si la penetrara. Aquel roce la estaba volviendo loca, mi pene frotaba contra su raja y presionaba su clítoris. Estaba a punto de tener su primer orgasmo conmigo. Sentí como sus uñas se clavaron en mi espalda, sus piernas me aprisionaron más y no paré de moverme para darle más placer. Su cara estaba desencajada y su boca abierta lanzaba gemidos ahogados de placer. No paraba de frotarme contra su sexo y me incliné para lamer su boca mientras ella gemía.

Me movía y sentí que llegaba mi momento. No pude decirle nada. Me tensé y solté me esperma sobre el pantalón del pijama. Nuestros flujos atravesaron las telas que nos separaban y se mezclaron, mi semen y aquel líquido que no paraba de salir del sexo de mi madre. Quedé sobre ella y descansábamos tras nuestro primer orgasmo.

-Paco, vayamos a limpiarnos al baño. – Me dijo con una suave voz mientras me acariciaba el pelo.

Nos levantamos de la cama y caminamos por el pasillo hasta el baño. Me quité el pantalón y mi pene aún estaba algo erecto y sobre todo mojado por mi semen. Ella se quitó las bragas y las colocó sobre el lavabo, abrió las piernas y se sentó en el bidé para lavarse su sexo. Tome la prenda que se había quitado, estaba totalmente empapada y el aroma de mi madre llegó hasta mi nariz. Puse las bragas sobre mi cara y sentí la humedad que contenía en la punta de mi nariz, las olí profundamente y me invadió el delicioso aroma del sexo de mi madre. Aquel olor me excitó y mi pene empezó a crecer de nuevo. Mi madre se levantó después de asearse y giró hacia mí.

-¡Ya estás otra vez liado! – Me dijo al ver como yo olía sus bragas y mi pene se volvía a endurecer. – Ven que te voy a lavar.

Me puso mirando hacia el lavabo, desnudo como estaba para que mi pene quedara dentro y poder lavarla. Ella estaba junto a mí y abrió el grifo, cogió un poco de jabón y empezó a manosear mi sexo. Lo lavó, sí, pero cada vez estaba más grande y duro. Lo enjuagó y siguió haciéndome una deliciosa paja. Sólo llevaba puesto la camiseta que usaba como pijama, le pasé el brazo por la cintura y la pegué más a mí. Con mi mano busqué su culo desnudo y empecé a acariciarlo. Mi placer aumentaba con cada sacudida que mi madre daba en mi embrutecido falo que deseaba volver a darle el semen que ella tanto deseaba. El placer que sentía me volvía loco y ya no acariciaba el redondo culo de mi madre, no, ahora mis dedos lo apretaban locamente, queriendo sentir a mi madre más cerca de mí.

Ella me miraba en el reflejo del espejo mientras yo tenía los ojos cerrado a punto de tener mi esperado orgasmo. Los abrí y pude ver el placer que mostraba su cara, disfrutaba masturbándome, teniendo mi polla en su mano, agitándola para que le diera mi líquido blanco. Subí la mano que tenía en su culo y la cogí por la nuca para forzarla a que me diera su boca. No opuso resistencia y su boca abierta se fundió con la mía, nuestras lenguas volvían a jugar la una con la otra… Mi pene vibró en su mano y supo que toda mi carga iba a salir. Aumentó el ritmo de los movimientos de su mano y mientras nuestras bocas se besaban, mi brazo la atraía más a mí y mi pene comenzó a soltar semen.

Dejó de besarme y miró como los chorros blancos caían sobre el inerte lavabo. Mis piernas temblaban por el placer que me estaba dando. Fue bajando el ritmo de aquella excitante masturbación y mi pene se convulsionaba con espasmos para vaciarse por completo.

-¡Gracias mamá! – Le dije dándole un beso en la boca.

-Para mi hijo lo mejor… - Volvimos a besarnos y nos fundimos en un abrazo apasionado. – Ya he superado los miedos que tenía al principio de la noche… Cada vez que necesites sexo estaré dispuesta a dártelo. Volvimos a la habitación y nos acostamos juntos y abrazados. Nunca dormí tan a gusto como aquella noche en la que había tenido un poco de sexo con mi madre y descansábamos en un abrazo incestuoso para mostrarnos el amor que nos teníamos.