El verano de 1.995 (2)

Capítulo II. Mike y Vanessa.

CAPÍTULO II. MIKE Y VANESSA

A la mañana siguiente, mi madre estaba preparando el bolso de la playa cuando yo aparecí. Me dijo que desayunaríamos en la playa, y que me pusiera el bañador. Yo así lo hice y en unos minutos nos fuimos al coche y partimos para la playa nudista, que distaba unos tres kilómetros del apartamento.

Dejamos aparcado nuestro coche enfrente de la playa, donde ponía el cartel. Nos acercamos a la arena y allí nos quitamos los bañadores. Ese día no se me empinó el pene del todo al ver a mi madre, así que no hubo sonrisas ni nada por el estilo. No encaminamos hacia la zona nudista y pronto estábamos allí. No había mucha gente a las diez y media de la mañana, pero pronto irían llegando y nos podríamos recrear la vista.

Nos acomodamos en un sitio parecido al del día anterior, pero no en la dunas, sino en la zona de paso de la gente. Mientras comíamos mi madre miraba a su alrededor algo nerviosa, y yo supuse que andaba buscando al joven del día anterior, así que me puse de los nervios otra vez. Era una sensación muy rara la que sentía al ver a mi madre derretirse por un cachas con un pene enorme y no me hacía mucha gracia la idea de que se lo follase. Era como si me sintiera responsable de ella al ser el único hombre de la casa y me pusiese celoso como si fuera su marido.

La gente fue llegando poco a poco, y algunas parejas comenzaron a desfilar por delante de nosotros. Recuerdo que una de las que más me llamó la atención fue un padre de unos cuarenta años con su hija de unos trece, cuyo sexo no estaba muy poblado aún. La chica tenía unas tetas del tamaño de membrillos, bastante grandes para su edad y su cuerpo estaba poco bronceado, a lo mejor por el hecho de ser extranjera. Su culo era amplio y duro, sin botar lo más mínimo mientras andaba y sus piernas eran delgadas y muy bien construidas.

Su padre parecía estar en un estado de semiexcitación, ya que su mediano pene estaba medio erecto, describiendo una especie de arco delante suyo. Su hija parecía mirarlo de vez en cuando, muy excitada al ver un pene desnudo. Cuando pasaron, vimos que los dos paraban a unos veinte metros de distancia y la chica acariciaba el pecho de su padre con esa cara que ponen las quinceañeras de inocencia cuando están al límite. Su pene reaccionó al instante endureciéndose y llegando a unos 17 cm. La chica se lo tocaba y pronto los dos estaban sentados en la arena el uno junto al otro, sobándose en todos sitios.

Mi madre y yo estábamos atónitos y veíamos sorprendidos cómo la chica comenzaba a chupar el pene de su padre. Éste, con la cabeza echada hacia atrás ligeramente, acariciaba su espalda y sus pechos pellizcándole los pezones suavemente. La chica seguía con la felación, cada vez más rápido, haciendo gozar al afortunado padre, y en unos instantes se corrió, llenado de esperma la cara de la jovencita y sus labios. Luego se relamió y los dos se levantaron para irse.

Era increíble la libertad con la que la gente practicaba el sexo en esta playa nudista. A nadie parecía importarle lo más mínimo que los vieran, tan sólo se iban a las dunas para coger un sitio a la sombra, y no para tener más intimidad. Allí, el mero hecho de estar desnudo hacía que pasases desapercibido a la mayoría de la gente, excepto para aquellos cuya excitación era difícil de soportar.

Allí sentados los dos, seguimos viendo pasar gente. Ahora la mayoría eran mujeres de más de 50 años con sus tetas colgando desagradablemente y sus coños poblados y no demasiado bien cuidados. Parecían ser del norte de Europa, tal vez alemanas, pero eso no importaba mucho para hacer lo que venían a hacer, es decir, buscar a jóvenes nudistas con los que follar. A mí me miraron de reojo, pero luego siguieron al ver a mi madre mirarlas un poco seria.

Un rato después, vimos pasar a dos mulatas que parecían ser brasileñas o algo así. Eran las dos un poco más altas que mi madre y tenían unas tetas igual de grandes que ella, con unas vulvas negras y tan bien cuidadas como la de ella. Iban de la mano y yo inmediatamente adiviné que se trataba de lesbianas, sobre todo porque algo después de pasar las dos se abrazaron y se dieron un largo beso en la boca para luego salir corriendo como niñas pequeñas hacia el agua, donde se pusieron a nadar.

Mi madre estaba algo inquieta y no paraba de mirar hacia todas direcciones. Por fin, divisó a la lejos dos figuras, una de las cuales le resultaba muy familiar. Se trataba del joven del día anterior, un ser casi perfecto en lo que se refiere al físico, que venía acompañado de una chica algo mayor que yo. Calculé que tendría unos quince o dieciséis años y tenía unas tetas realmente grandes, casi tanto como mi madre, pero mucho más turgentes y con pezones y areolas más rojizos. Era de pelo rubio oscuro y tenía los ojos verde oscuro. Su vulva era del color de su pelo, y estaba completamente cubierta de vello.

Cuando los dos se acercaron, mi madre se levantó y le dio un beso al joven en la cara. Por un momento, creyó que la que lo acompañaba era su novia, pero él pronto le explicó en un español macarrónico que era su hermana. Mi madre le dio un beso también y luego se volvió hacia mí. Me dijo: "Mira, Luis, este es Mike, un chico de Dinamarca que conocí ayer, y esta es su hermana, Vanessa". El joven danés me sonrió y me dio la mano y la chica se acercó a mí y me dio un beso muy sonriente.

Los cuatro nos sentamos en nuestras toallas y el joven pronto estaba tocando a mi madre mientras yo ponía a prueba mi pobre inglés con la chica danesa. Ésta estaba sentada enfrente mía, con las piernas cruzadas, dejando ver su sexo sin el más mínimo problema. Me preguntó: "Do you like this beach?", y yo le respondí: "Yes, I like it!" Ella me sonrió y yo le correspondí igualmente. Luego me dijo: "Do you want me to show you around?". Yo no entendí bien lo que quería decir, pero aquello de "show" me sonaba bien, así que sin más dilación me puse de pie y ella me llevó a la zona de las dunas.

Cuando ya nos alejábamos ella me dijo en voz baja: "We'd better give them some privacy while they are screwing, ok?". Yo dije que sí, y ya está, sabiendo por lo que veía que se iban a enrollar de un momento a otro y que lo que quería decir era que debíamos dejarlos solos para no molestar. De nuevo me corroían los celos y necesitaba un baño de agua fría y contar hasta diez para calmarme, pero afortunadamente aquella chica me tenía entretenido con su incesante charla en inglés.

"So, where do you come from?", me preguntó. "From Madrid", le respondí yo. Ella me dijo que había estado una vez allí y que le había gustado mucho. Luego me fue llevando hacia unos matorrales donde había ya sombra y nos sentamos sobre la fría arena a hablar un poco. La conversación era un tanto dificultosa debido a mi pobre inglés, pero podía entender o intuir lo que me quería decir, así que tampoco tuvimos demasiados problemas.

"Do you have a girlfriend?", me preguntó una de las veces. Yo le respondí que no y ella me dijo lo mismo. Se me acercó más, con una sonrisa muy pícara y lasciva y se sentó muy cercá de mí, y de mi erecto pene. Sus tetas eran perfectas, tenían una forma maravillosa y eran duras y sensuales. Yo no podía quitar el ojo de encima de ella y Vanessa se dio cuenta, por lo que me dijo: "Would you like to fondle my tits?" Yo no entendí la frase en inglés, pero la entendí cuando me cogió una mano y la puso sobre sus tetas. "You can squeeze them if you want" Tampoco pillé esa frase, pero no lo necesité, ya que pasé rápidamente a estrujárselas y a manosearla.

Cuando habíamos estado así durante un rato, la chica me cogió el pene y comenzó a acariciarlo delicadamente, fascinada por su dureza. La pude oír decir con voz ronca: "Oh, you're so hard. . . " Luego, mientras yo seguía magreando sus tetas, me dijo:"You can feel my pussy. . . " Aquello de "pussy" sí lo entendí muy bien y llevé una de mis manos a su vulva, acariciándosela lentamente sin cortarme para nada.

Deslicé dos dedos por en medio de su húmeda raja mientras ella gemía en voz baja manoseando mi pene y testículos. Se deslizaban fácilmente por entre sus labios y de pronto me topé con su clítoris. Vanessa dio un pequeño respingo y grito ahogado de placer mientras me sonreía. Ella seguía acariciándome, pero sin masturbarme, porque sabía que así me atormentaba más y me pondría más cachondo si cabe. Luego acarició mi pecho y mi barriga plana y dura y entonces paró.

Mi miró muy lascivamente, con las mejillas sonrojadas y los ojos muy brillantes. Tenía esa mirada que tienen las chicas cuando se mueren de ganas de hacerlo, una expresión que parece revelar seriedad, pero que en realidad viene provocada por su increible excitación. Vanessa abrió su pequeño bolso de playa y empezó a rebuscar en él hasta que dio con lo que buscaba.

"Do you want to do it?", me preguntó enseñándome un condón amarillo que venía envuelto en plástico transparente. Yo alucinaba y le respondí lo que cualquiera hubiera respondido en mi situación, que sí. Entonces se acercó a mí más y me besó suavemente en los labios, chupando el labio inferior con os dos suyos antes de retirarse. Se sentó sobre mis muslos con sus piernas hacia atrás y mi pene entre su vello púbico y mi bajo vientre y me empezó a besar, ahora con lengua.

Después de esta primera experiencia de sentir su húmeda lengua explorando mi inexperta boca, Vanessa se retiró un poco y abrió el envoltorio del condón. Lo sacó y lo preparó, para luego acercármelo y deslizarlo lentamente sobre mi pene. Yo no me creía que iba a follar con aquella tía buena, pero por lo visto así eran las playas nudistas y yo no me iba a quejar.

Cuando el condón estuvo bien colocado en mi miembro viril, la chica se me acercó y me besó apasionadamente en la boca, haciendo ruidos con la saliva debido a la rapidez e intensidad del beso. Luego puso sus rodillas una a cada lado de mis muslos y fue bajando lentamente hasta que la punta de pene tocó su húmedo sexo. Vanessa suspiró y yo puse cara de placer, anticipando lo que iba a pasar de un momento a otro.

Muy despacio, la danesa fue dejando caer su cuerpo de metro setenta sobre mi pene recubierto de látex hundiéndoselo cada vez más porfundamente. Era una sensación indescriptible. Era un agujero cálido y muy húmedo, que daba una gran sensación de estrechez pero que, sin embargo, podía ser penetrado sin problemas gracias a su formidable lubricación. Pronto, todo mi pene estaba dentro de su cálida vagina y entonces ella se puso a saltar lenta y suavemente sobre mis muslos, de arriba abajo y de atrás hacia delante.

Ahora sus tetas se balanceaban un poco y yo me puse a magrearlas, desesperado por el gusto que me estaba dando la chica. Y estaba desesperado porque la lentitud de sus movimientos no se correspondía con la velocidad a la que yo me masturbaba habitualmente, y esa diferencia se nota cuando lo haces con una chica. Pero a mí me daba igual lo que pudiera doler, ya que el placer mezclado con un poco de dolor es dos veces placentero.

Cuando llevábamos así un minuto, Vanessa comenzó a gritar ahogadamente, se puso tensa y empezó a retorcerse en lo que después supe que era un orgasmo. Yo entonces decidí acelerar el ritmo y empujé con mis caderas hacia arriba con fuerza, dándome un placer impresionante. Era maravilloso tener tu pene hundido en un coño que te lo aprieta con tanta fuerza. . .

Un par de minutos después yo ya no pude aguantar más y exploté dentro del condón, llenándolo con mis blanco esperma, que salió disparado en varios espasmos. No se lo saqué inmediatemente, sino que ella se me acercó y me besó húmeda y amorosamente en la boca de nuevo. Me dijo algo que sí entendí: "That was great. I love you". Yo le sonreí y ella se levantó, quitándome el condón delicadamente para luego tirarlo a la arena y enterrar la única prueba de nuestra unión carnal.

Nos fuimos despacio, de la mano, hacia donde habíamos dejado a su hermano y a mi madre y pronto los divisamos a lo lejos. Cuando nos acercamos, los vimos el uno junto al otro acariciándose y besándose lentamente, como si fueran dos enamorados ( que lo eran ). Llegados allí, mi madre nos miró y nos dijo con una sonrisa maliciosa: "¿Dónde estábais, eh. . . ?" Nosotros sonreímos mirándonos el uno al otro cariñosamente y cogiéndonos de la mano. Ella sonrió de nuevo y se volvió para tocar a su musculoso amante.

El resto del día estuvimos charlando y bañándonos en el mar, entablando una amistad que estaba destinada a durar. Mi madre había encontrado un segundo amor, esta vez bastante mejor que el anterior y yo había encontrado a mi primera compañera sexual, de la cual no quería separarme. Pero tendría que hacerlo, ya que nos dijeron que ellos se iban al día siguiente a Dinamarca, y que no volverían ya hasta el año siguiente.

Tanto a mi madre como a mí, nos cayó bastante mal, pero no podíamos hacer nada, así que nos resignamos a perderles, no sin antes invitarlos a casa para cenar unas pizzas. Cuando acabamos las pizzas, pasó lo que tenía que pasar. Mi madre se fue a la cama con Mike y Vanessa y yo nos quedamos en el salón para enrollarnos allí.

Durante varias horas, mi madre y Mike no salieron de la habitación, besándose, chupándose, lamiéndose y follando sin parar mientras Vanessa y yo hacíamos lo propio. Esta vez, ella me chupó el pene y yo le chupé su sexo, cuyo olor y sabor me excitaron de tal forma que tuve que penetrarla casi al instante. Al final, ya amaneciendo, la noche había sido muy provechosa, saldándose con quince orgasmos de mi madre, siete de Mike ( que acabó exhausto ), once de Vanessa y seis míos, que también me dejaron bastante cansado y dolorido.

Ese mismo día, nos despedimos con lágrimas en los ojos y Mike y Vanessa, que habían venido solos a España, partieron hacia su país, dejándonos a mi madre y a mí también solos, tristes y cansados. Nos fuimos a nuestras camas ese día y dormimos hasta la tarde, en la que nos fuimos a dar un paseo por la playa a unas rocas que había por allí.