El vengador erótico (3)

Nuestro héroe comprueba qué pasa con un cocktail de perfume y hormonas adolescentes.

Manolo se levantó al día siguiente temprano. Mientras desayunaba de pie en la cocina vio pasar a varios chicos y chicas de camino a la escuela del pueblo, con sus mochilas.

Por un momento sopesó la idea de utilizar su "perfume" con alguna de las chiquillas, pero lo pensó mejor. A fin de cuentas en el colegio solo había educación primaria y a los 15 tenían que ir al instituto de otro pueblo … que solo estaba a 20 Km.

Se duchó y se vistió deprisa, cargando después el vaporizador con la misma dosis del día anterior. Cogió el coche y aparcó cerca de la puerta del instituto del pueblo vecino. Eran más de las 10 de la mañana y pronto se empezó a animar la zona de la puerta: los chicos salían a almorzar al recreo.

Afortunadamente la localidad era pequeña y tranquila y la puerta del instituto quedaba abierta: a fin de cuentas, ¿dónde iban a ir aquellos adolescentes? El mayor peligro era un parque cercano, donde se sentaban a comer el bocadillo en los bancos y a fumar sus primeros cigarrillos.

Esperó pacientemente a que salieran la mayoría de chicos y salió del coche, siguiendo a unos metros a una pareja de muchachas de unos 16 años. Iban cogidas del brazo, como suelen ir a esa edad, y no paraban de reírse y parlotear de sus cosas. Con un par de zancadas las alcanzó y les dijo educadamente:

Buenos días, chicas. ¿Puedo molestaros un momento? Estoy haciendo una encuesta

Ellas lo miraron con desconfianza: normal, con la cantidad de pervertidos que andan sueltos … Las tranquilizó con un gesto, y antes de que echaran a correr soltó el anzuelo:

Es sobre un nuevo perfume que se lanzará en las próximas Navidades. Solo os robaré un minuto.

Bueno, vale – dijo la más alta de las dos, una chica con acné, rubia de bote y delgada. Manolo supuso que quería hacerse la lanzada delante de su amiga, que seguía desconfiando. Era mucho más bajita y rellena, con un piercing en la nariz.

A ver, necesito que extendáis una mano con la palma hacia arriba – y sacó el vaporizador, como diciendo: veis, soy inofensivo, no pienso bajarme los pantalones ni daros un caramelo, ni nada de eso

La chica alta alargó una mano, y su amiga la siguió. Manolo apretó el pulverizador brevemente y esperó a que las chicas se olieran el hueco de la mano. La alta dijo:

No está mal, Yesi. Huele a flores, pero donde esté la Calvin Klein … - dijo la alta.

Pues sí Carol, tía. No te ofendas, eh – le dijo a Manolo – pero pa’ mi que no va a tener mucho éxito.

Manolo alcanzó a oler ligeramente las flores en el aire y notó que se le ponía dura dentro de los pantalones. ¿Qué pasaba? Eran inmunes esas dos …no, claro:

Las dos se quedaron petrificadas y su expresión cambió: su cara de "ya lo he visto todo en esta vida" cambió a una expresión de sorpresa.

Ahora tranquilas, chicas – les dijo Manolo - Si me hacéis caso, yo os lo haré a vosotras. Seguidme hasta mi coche y soy todo vuestro

Carol no dudó ni un momento y se puso a andar con él, tirando del brazo de Yesi. Arrastraba los pies y le decía a su amiga:

Déjalo tía. Si vienes conmigo al baño del "insti" te hago flipar … - su lengua lamía sus labios y le tocaba el culo a su amiga.

Ni de coña. Hoy almorzamos polla, Yesi. Madre mía tengo todo el tanga chorreando

Va, no alborotéis – dijo Manolo mirando a posibles vecinos o estudiantes. Pero la calle había quedado tranquila.

Llegaron al coche y Carol subió en el asiento del acompañante. Yesi pasó detrás y empezó a estrujarse una teta por encima de su camiseta. Manolo arrancó y les preguntó:

¿Por dónde os pegáis revolcones en este pueblo?

A la era, vamos a la era – dijo Carol alargando una mano y sobándole el duro paquete a Manolo. Éste le apartó de un manotazo la mano:

Quita, a ver si vamos a tener un accidente.

Ella metió su mano en los apretados pantalones (tuvo que abrirse dos botones) y empezó a hacerse un dedo desesperadamente. Su amiga la imitaba en el asiento de atrás.

Entre jadeos Carol fue guiándole hasta la parte alta del pueblo, entre dos pajares. Se aseguró de que era un sitio tranquilo y les dijo a las nenas:

Chicas, ropa fuera – observó como en veinte segundos desaparecían sus prendas, incluidas las bragas de Yesi y el tanga de Carol, con claras manchas de humedad en el centro.

Carol tenía apenas unos bultitos por tetas, eso sí con unos pezones puntiagudos de color marrón. Como Manolo esperaba, su chochete aunque bien arreglado, tenía el vello negro. Giró la cabeza y vio a Yesi abierta de piernas, con su mano derecha casi enterrada en un coño gordote y peludo. Sus pechos se bamboleaban con sus movimientos y los pezones rosados apuntaban al techo del auto. Las dos tenían marcas de bronceado de bikini, y eso sacó de quicio a Manolo

Montároslo entre vosotras, que me apetece mirar un poco – se sacó la polla y empezó a pajearse lentamente. Carol pasó al asiento de atrás, protestando:

Vaya mierda, para esto podíamos haber ido al "insti", Yesi – se lanzó al coño de su amiga dando lametazos, mientras seguía con su dedo.

Sí, pero allí no te hubieran enseñado esto – y le metió lentamente el dedo corazón en el ojete de su culo, que había quedado cerca de la cara de Manolo, en pompa.

Carol empezó a mover fuertemente el culo, con un dedo propio en su coño y uno ajeno en el culo. Dudó un momento y metió el índice de la mano derecha en el ojete de su amiga, que empezó a correrse:

Carol, tía … qué zorra, ah ah ah aaaaaaaaaaaaaaaaahh.

Veo que aprendes rápido, Carol. Te daré tu premio – se incorporó un poco y empezó a empujar su verga contra el agujero del culo de la chica. La mano de Carol aumentó el ritmo en su conejo. Manolo notó que ella se acercaba al orgasmo y pensó ahora o nunca (el ojete había empezado a estrecharse más por la próxima corrida de la chica.

Empujó más fuerte y metió la cabeza de su polla. El agujerito empezó enseguida a contraerse rítmicamente mientras Carol decía:

Ay, cabrón. Me has petado el culo, pero qué bieeeeeeeeeen – la baba caía de su boca abierta sobre el chocho de su amiga, que había reanudado los movimientos de su mano en el coño y las tetas.

Manolo anotó mentalmente: con adolescentes la misma dosis causa más efecto. Sería la mezcla con las hormonas naturales de aquellos jóvenes cuerpos.

Cuando Carol paró de agitarse, empezó Manolo a culear, metiéndose más adentro con cada golpe. Sus manazas se agarraban al culo de ella, casi tapando las marcas de bronceado.

La estrechez del agujero le empezaba a molestar en la polla, así que dijo:

Yesi, pasa aquí delante – y salió de Carol bruscamente. Ella protestó y siguió con su dedo en el asiento de atrás.

Yesi puso el culo en pompa, pero Manolo le indicó:

Ven, siéntate aquí y guió su coño chorreante hacia el cambio de marchas del coche. Tenía más o menos el grosor de una buena polla, pero acababa en una bola plateada más ancha. Ella obedeció y se abrió los labios con dos dedos, empezando a tragarse la pieza de metal con su ya hinchado conejo.

Cuando la bola desapareció dentro, Yesi empezó a moverse de arriba abajo, jadeando.

Ahora ya puedes almorzar – Manolo se incorporó un poco más, doblándose de cintura para arriba para no golpearse con el techo del coche. Era incómodo, pero un día es un día. Se cogió el pene con la mano y le tapó la boca a Yesi en mitad de un gemido.

Su amiga miraba con los ojos como platos como Yesi se comía la polla de Manolo, mientras se corría con el cambio de marchas en su interior.

Acércate, Carol- dijo Manolo con la cara congestionada. Las dos empezaron a chuparle la polla, hasta que él se apartó un poco y les dijo – aquí voyyyyy

Grandes chorros llenaron la cara y el pelo de las dos muchachas.

Manolo cayó rendido en su asiento, mientras Yesi aún se movía sobre el cambio y Carol le chupaba la cara a su amiga, para limpiarle del todo. Manolo la seguía teniendo dura, pero decidió que ya era suficiente:

Venga, Yesi. Sácate la palanca que tengo que llevaros de vuelta a clase.

Joder, tío. Otro polvo más … solo uno.

Ya está bien – dijo arrancando y notando la humedad en el pomo del cambio – yo os dejo en la puerta del "insti" y vosotras haced lo que queráis.

Por el camino Manolo sabía que las dos chicas iban pensando en el baño de su instituto