El vendedor, el comprador... (fragmento)

Traducción de un fragmento de una novela, obtenido gratuitamente en la web de Pink Flamingo. Un episodio en la vida de una esclava

El vendedor, el comprador, la muchacha y su amo (fragmento)


Título original: The Seller, The Buyer, The Girl & Her Master (c) 2001

Autora: Lizbeth Dusseau

Traducido por GGG, noviembre de 2001

La noche da paso a la elegancia informal de la casa del rancho, volviendo a su estado previo, civilizado, de etiqueta - como si allí no hubiera postes de flagelación o arcaicos rituales de castigo. Evie, vestida de nuevo con vestido totalmente negro, sirve café, té y un rico pastel de chocolate con incrustaciones de pecanas y coronado de fina nata montada. Observando, pero sin participar en las actividades, Jacob se mantiene al margen, alimentando su resentimiento con una mirada estoica tras la que nadie verá.

Con el último plato de esta comida notoriamente elegante a punto de terminarse, Evie, recoge inconscientemente platos de postre y sonríe mientras sirve el café o alcanza a un huésped otra botella de cerveza alemana.

Jacob no espera más para empezar el juego. Es directamente un aprieto para su mentor. No tiene otro pensamiento que dejar que su rabia se alimente, esperando el momento apropiado para mostrar su fuerza.

Cuando el anfitrión de la noche, interrumpe de nuevo a sus huéspedes, es con la misma mirada fija en la muchacha de servicio.

"Ahora que hemos establecido la realidad de tu crimen, creo que es el momento de mostrarnos exactamente cómo te las apañaste para 'hacértelo'" utiliza esta expresión vernácula con desdén, "con tantas cosas que se supone que deberían impedir esa posibilidad."

Evie está en pie en el centro de la sala con una copa vacía y un platillo en la mano.

Dándose cuenta de que se le está hablando, se detiene, se endereza y mira al hombre a los ojos, intentando determinar que es exactamente lo que ha dicho. A veces su dominio del inglés formal le falla.

"¿Señor?" finalmente piensa clarificar sus ideas con la pregunta.

"¿Tienes algún problema para entender?" pregunta él.

"Eso creo," dice, con precaución. La palma de la mano extendida, a su costado, luego agarra nerviosamente la falda negra y la retuerce entre sus dedos.

"Bien, entonces déjame describirlo con claridad," prosigue. "Pondrás esa taza de café en la mesa, nos llevas a tu habitación en el sótano y nos muestras exactamente cómo te las apañaste para darte placer a ti misma las dos noches pasadas."

Su cara palidece de sorpresa antes de enrojecer... el color rosado le sube por el pecho, se arrastra por su cuello, hasta las orejas y carrillos.

"¿Tienes problemas para entenderlo ahora?" pregunta en voz alta cuando ella no se mueve. El tono sádico que acompaña a su mensaje la excita.

"No, señor," replica bastante prestamente.

Replicarle sería inútil, todos lo saben incluso Evie. Aunque se vuelve momentáneamente hacia el lado de la sala donde está la otra única alma que conoce en este lugar, con sus ojos indiferentes concentrados en ella. Él no le da apoyo. ¿Esperaba ella eso? ¿Existe ya algún lazo entre los dos? ¿Piensa que él le procurará comodidad?

Jacob inclina la cabeza como si se retirasen juntos de la escena. El amo no es consciente de que está contrariado, que el entrenamiento de Evie no marcha según los deseos de su protegido. Pero nadie leerá la verdad en su expresión estoica. En respuesta a su mirada vagamente implorante, Evie recibe otro frío jarro de apatía. El amo ve hundirse su espíritu; está cansada y temerosa.

"Jacob, llévala al sótano," dice secamente, y los dos se estiran, despabilados por la orden.

Jacob se mueve primero, a zancadas, hacia delante, empujando a Evie entre las sillas hacia la parte trasera de la casa y la puerta del sótano. Algunos de los huéspedes los siguen - los hombres y dos mujeres interesadas, que lucen horripilantes miradas en sus ojos.

Mientras descienden los escalones encuentran el sótano tan oscuro como la propia noche. Jacob enciende los faroles y conduce al personal por un corto laberinto hasta la celda de Evie.

"¿Sabes que es lo que quiere él?" pregunta Jacob a la muchacha.

"¿Quiere que me masturbe?"

"Haz exactamente lo que hiciste la noche pasada y la anterior."

"¿Me quito la ropa?" se comporta confusamente, porque no puede creer que tenga que hacerlo.

"¿Qué? De repente te has vuelto como un tarugo, ¿o estás dando largas?"

"No, señor, no lo tengo claro," intenta explicar.

"El señor fue muy explícito. Quítate la ropa y muéstranos como lo haces."

Se detiene para ver su expresión. "Aunque supongo que debería atarte las manos para hacerlo más realista."

Moviéndose nerviosamente, se desabrocha el vestido para quitárselo. Sus ojos recorren la angosta habitación como si estuviera buscando escapes a esta horrible exhibición. No los hay. Fuera de la celda aparecen expresiones burlonas, mirando hacia dentro, todas lujuriosas, esperando de ella 'hacérselo' con su espectáculo hortera. Una vez fuera el vestido, sigue el corsé, desatado por Jacob y arrancado de su cuerpo, amontonado junto a la cama. Descarta las medias - pueden añadir atractivo - y le ata las muñecas como ha hecho las dos noches. Retirándose espera.

Evie vacila. Les mira a los ojos y enrojece de nuevo, mientras una capa de sudor hace que su cuerpo brille bajo la pálida luz. La única forma de sobrevivir es hacer la hazaña para ellos, meterse dentro, desconectar los ojos cerrándolos y pretender que está en mitad de la noche y sola. ¿Podrá hacerlo?

Se tumba en la cama, respirando para relajarse, y finalmente gira el cuerpo colocándose con un pie en el suelo, el otro doblado sobre la cama. Su desnuda entrepierna acaricia el lateral de la cama, deslizándose desde el colchón hasta la estructura de metal, atrás y adelante, provocadoramente. Los rebotes de su trasero ante ellos, exponiendo deslumbrantemente sus húmedas privacidades para su disfrute. A pesar de sus sonrisas salaces, su cuerpo responde, mientras una marejada de sensaciones orgásmicas se dispara salvajemente a su través. Hace de la cama su amante como hizo las dos veces anteriores. Las duras, suaves, rugosas superficies excitan las ansias de su coño, dejándola arrastrarse desde lo profundo a la misma respuesta fantástica que ocurrió antes. Con el tiempo, sus movimientos folladores erráticos se hacen rítmicos. Su vientre se pone del revés, con fuertes espasmos. No puede pararse por ninguna razón. Se coloca en el raíl y se arrastra mientras le da masajes en su hinchado clítoris. Segundos más tarde gruñe, "Oh, diooooos mío," haciendo girar sus ingles sobre el punto único del amor. Luego ocurre esa pasmosa sacudida de terminaciones, la única que parece no terminar nunca, la que derrocha más estímulos, que llega en oleadas brillantes, apasionada como una sinfonía perfectamente ejecutada. Crescendo, crescendo, hasta que el crescendo alcanza finalmente su punto más alto con ese último y poderoso estruendo, y luego se desvanece.

Nadie la detiene esta vez. Cae sobre su vientre, con las manos todavía atadas al raíl, acabada.

"Evie," oye la voz de Jacob, despertándola bruscamente. "Arriba, mira a tu público."

Las manos están desatadas. Puede arrodillarse delante de ellos, mirándoles avergonzada. Quizás esperaba una rueda de pollas y coños empujando contra su boca, pero no hay cremalleras de braguetas, ni faldas levantadas. Pueden burlarse con sus ojos y luego dejarla, humillada, abrumada por lo que saben de ella.

Mucho después de que el último huésped se haya ido, la casa está silenciosa salvo algún ratón escabulléndose ocasionalmente, salvo los crujidos y gemidos naturales, el sonido del viento a través de los árboles fuera. El amo ha despedido a su protegido, dándole un buen informe de las cualidades de la muchacha, enviándole a los establos donde encontrará a las nuevas esperando su primer paladeo del entrenamiento. El hombre más joven comprende la verdad, comprende que Evie será violada antes de que la noche acabe. Pero no por él. Se supone que es su deber, su derecho y su gusto. Pero ha sido eclipsado por una prioridad a la que no puede oponerse.