El vecino silencioso
El viejo se metió en mi cabeza, me calentó, y sin decirme una palabra, me cogió como nunca me habían cogido.
Cuando me desperté, mi novio se había ido. Lo de siempre, un polvo y desaparece. No me quejo, yo también lo disfruto. Aunque ultimamente cada vez menos, o igual, que es lo mismo, aquello que se detiene termina retrocediendo. No hay sorpresa sino repetición de lo conocido, saca la calentura, pero queda gusto a poco. Siento que debe haber más y no me he quedado quieta, busco y busco, pero todas mis relaciones llegan al mismo punto y se estancan. Me pregunto qué pasa y no tengo respuesta. ¿Seré yo? Sin embargo, de tanto en tanto pruebo sola y de verdad que vuelo, aunque eso tampoco es satisfactorio, al final quedan ganitas de algo más contundente que mis atrevidos dedos. ¿En qué pienso cuando lo hago? No sé, generalmente me concentro en mi cuerpo y lo voy acariciando con la precisión que yo sola puedo hacerlo. ¿Será que no encuentro quién sepa descubrirme?
Después de bañarme me pongo una blusa, un short, las ojotas y salgo. A la vuelta hay un pibe que me prometió porro.
Estoy esperando el ascensor cuando sale el viejo de al lado. Hace poco que se mudó al edificio. Es un tipo que debe tener sesenta pirulos bien conservados. En vinagre. Es un ácido, agreta total. Siempre de traje, bien peinado, impecable. Debe coger con medias. Me río y no se inmuta. Subimos al ascensor, aprieta el botón y mira el piso. Como si yo no existiera, o como si fuera una monja. Creo que ya no coge, ni siquiera con medias. Llegamos a planta baja, me da paso para que baje primero. ¿Querrá mirarme la cola? Lo relojeo por el espejo del hall pero ni bola, está revisando sus papeles. No sé por qué hago estas cosas, no soy de putarraquear, pero el viejo agreta me saca, parece de hielo. Mejor sigo mi camino, el fumo me espera.
Hoy tendría que haber estudiado, pero fumé ese porro tan rico y quedé con una bobera que me quitó la gana de cualquier otra cosa que no sea escuchar Pink Floy echada junto la puerta del balcón, quemándome las tetas con este sol de enero que calcina. Me encanta, me siento bien. Estoy entre dormida. Sueño, alucino, veo. El viejo está en su balcón, metido en una bata de toalla. ¿Me habrá espiado? ¿Me habrá estado mirando las tetitas? Viejo careta... Lo miro, está tomando una copa de vino blanco. Tiene las manos grandes, el pelo entrecano siempre prolijo, está muy bronceado y entre el pelo tupido del pecho le cuelga una cadenita de oro. Es un grasa. Se da vuelta y me pasa la vista. Me tapo. Es todo tan rápido que no sé si alcanzó a verme. Entra en su depar, yo en el mío.
Bajo el volúmen de la música y me siento a leer. Es de noche, estoy cansada, quizá me duerma rápido. Fumo la tuca que dejé a la tarde. Me coloca. Estoy muy sensible, perceptiva. Entro en la historia, la veo. El protagonista es un hombre solo, enamorado de su soledad, apasionado con su soledad. De noche, antes de dormir, se acaricia, se recorre el cuerpo con las manos, todo su contacto es con el mismo y lo disfruta. Goza entre suspiros. Suspiros, suspiros. Los escucho. Ahora son jadeos. De verdad escucho jadeos. Alguien jadea del otro lado de la pared. Jjj, jjj, jjj, jjj, jjj... Es el viejo. No, no puede ser, estoy alucinada. Pero algo golpea ritmicamente la pared. Lo imagino agarrado a la cama, pajeándose y sacudiendo a un tiempo su pija y la cama, su pija y la cama, cada vez más rápido se pajea el hijo de puta, se pajea, se pajea, se pajea, me pajeo, me pajeo, ayyyy, carajo, me estoy pajeando toda y no puedo parar. Ay, paro, paro o voy a acabar. El viejo sigue, puedo imaginar como la sacude, lo escucho gemir y mi pared vibra porque él vibra y la hace virar, yo vibro y me estoy pajeando otra vez, ashhh, rebuzna, el burro rebuzna, como se coge ese viejo, parece que no acaba nunca de cogerse esa pija y rebuzna, como un animal, lo veo, las venas hinchadas, la mano en la pija que viene y va, viene y va, y grita, se va, acaba, le salta la leche, ayyy, qué divino como acaba, leche, leche, y leche y rebuzna, y vuelve a saltarle, y me caliento y me pajeo, los dedos van y vienen por mi concha, me los meto adentro, adentro, ayyy, como quisiera tener más, una buena pija, quiero cogerme una buena pija, asi, así, me voy asiiiii, ahhhh, ahhhh, ahhhh... Suspiro, suspira, basta, basta para mí, y el viejo todavía gime, debe estar largando las ultimas gotas de leche. Basta. Vuelve la calma. Me tiro en la cama, me duermo.
Dormí mucho, demasiado. Me levanto, anochece. Me baño y salgo a comprar algo para comer. Estoy esperando el ascensor y sale el vecino. El viejo. De golpe viene a mi cabeza lo que pasó la noche anterior. Un bochorno, dos pajeros. No quiero mirarlo. Siento que se para detrás de mí, muy cerca. Puedo sentir su aliento tibio, el calor de su cuerpo. Sube tras de mí al ascensor, giro y lo veo, siempre de traje, aburrido, amargo, prolijo. Pienso si se habrá despeinado cuando se hacía la paja. No sé, pero si sé que se lo escuchaba muy caliente. Me mira fijo. Llevo una musculosa transparente. Su mirada me excita, se me paran los pezones. Debe estar dándose cuenta. Quiero desaparecer de este ascensor, no soporto más que me mire así. Viejo baboso y pajero. ¿Se estará haciendo el bocho? Bajo la vista y veo su entrepierna abultada, carga algo groso a la izquierda. Llegamos a planta baja, apenas abre la puerta y me lanzo para desaparecer. Antes de salir lo miro por el espejo a ver si me mira. Nada. ¿Habré alucinado lo de anoche?
De vuelta en casa como unas frutas, tomo café, armo y fumo. Estoy fumando mucho, si sigo así no voy a estudiar un carajo. Hace calor, me saco la ropa, me encanta andar en bolas por la casa. Me encanta pasearme por mi depar de un ambiente desnuda, y de tanto en tanto echarme una mirada en el espejo que ocupa toda la pared del frente. Me gusta mirarme, tengo buen lomo, soy baja pero muy proporcionada, de tetas chicas bien paradas, con cola dura y bien arriba. Los pibes se vuelven locos. ¿Y los viejos? ¿Se habrá calentado conmigo el vecino? Ahora dudo que haya pasado de verdad. Recién en el ascensor, no se le movió un pelo. A ese viejo no se le debe parar ni con viagra.
Qué lindo caminar descalza, el piso está frío y lo siento en la planta de los pies. Me paro junto a la puerta del balcón y miro la noche, está buenísima. Salgo a mirar el cielo, afuera está tibio pero corre una brisa. El viejo no ha vuelto porque no hay luz. Mejor así, sino para estar acá tendría que vestirme, al menos con una bombacha. Escucho la puerta, acaba de llegar. No enciende la luz, irá derecho a acostarse. Ma sí, qué tengo que pensar en él, lo único que me faltaba. Tengo un pibe que es un bombón, lo miro y funciona, y detrás de él una fila de chabones para elegir, y me voy a hacer problema porque un viejo de mierda no me mira. Y si me mira y le gusto, que se haga la paja. Una buena paja pensando en esta nena que nunca te vas a coger, porque nunca me va a coger. Que me desee, que se le haga agua la boca y se le moje la pija cuando me ve, que transpire y se alce, que sueñe por esta, ahhh, qué linda, se me moja de nada... Si me la sigo acariciando esto termina mal. O re-bien. Me voy a volver una pajera total. Mejor entro y me ocupo de otra cosa.
Al darme vuelta lo veo. Está parado junto a la puerta de su balcón, silencioso, vestido con su bata de toalla, fumando y tomando una copa de vino blanco, igual que anoche. Me mira fijo con esos ojos oscuros que parecen meterse dentro de mí. Yo también lo miro. Sus ojos clavados en los míos, estoy en bolas y sólo me mira los ojos, pero su mirada me quema. Levanta la copa como saludándome, toma un trago, se da vuelta y se va. Quedé boba, boba y caliente, y ni siquiera me habló. Ni siquiera puedo decir que me cogió con la mirada, no. Me fascinó, como la serpiente con los pájaros, me dejó como entregada y se fue. Tal vez ahora se esté pajeando. Entro, trato de escucharlo. Silencio. Ahora sí, esucho el jadeo. Otra vez, se va a pajear otra vez, pero ahora estoy completamente segura de que es por mí, va a pensarme y se va a pajear. Por estas piernas, por estos muslos, por esta concha, qué rica. Me la acaricio y me chupo los dedos y los paso por mis pezones. El jadeo ya no se escucha. Golpea la pared pero no es la cama, es como si la golpeara con el puño.
¡Basta! Es un hijo de puta, un viejo degenerado que me quiere hacer la cabeza. Lo voy a mandar al carajo, qué mierda se cree. Me pongo una musculosa y abro la puerta para ir a putearlo y me lo encuentro parado delante de mí. Quedé muda, tieza, y él que me mira y me empuja para adentro. Pasa, cierra la puerta. No sé qué hacer, empiezo a arrepentirme de este juego, quiero que se vaya. Lo mido, es grandote, debe pesar como ochenta quilos, cargado de hombros, el pecho extenso y las manos grandes, y está parado ahí, a medio metro y no hace nada. "Andate, hijo de puta, qué querés en mi casa, andate". Ni se inmuta, desanuda la bata y camina lentamente hacia mí. En la penumbra lo veo acercarse con la pija alzada. He visto unas cuantas pijas, ninguna como esa. Es la pija más grande que haya visto en mi vida, me asombra lo gruesa que es, no parece demasiado larga que digamos, pero el grueso asusta, sobre todo por la forma de la cabeza que parece una ciruela morada, con la punta trunca, como mocha.
Nunca se me ocurrió que este viejo tuviera semejante pija, y menos que se le pusiera tan dura. No, decididamente no quiero hacer nada con él. "Quiero que te vayas, andate o grito". Sigue mirándome fijo y avanzando. Se para delante de mí y empieza a respirar y exhalar el aire tibio de su boca contra mi cuello, mis hombros, baja por el pecho, me levanta las manos y me quita la musculosa y no puedo decirle nada. Tengo miedo. Nunca tuve miedo de un hombre y él me da miedo. O a lo mejor él es el primer hombre de verdad que tengo delante en una circunstancia como esta, respirándome como animal alzado, oliéndome como se huele a una hembra, y me toma con sus manos enormes por la cintura y baja oliéndome todo el cuerpo dándome ese calor que me estremece, metiendo su nariz para hurgar entre mis piernas, hijo de puta, cómo me gusta, me estoy mojando toda. Me olfatea la concha con esa respiración rápida y caliente. Le revuelvo el pelo, ese pelo tan prolijo, te despeino todo pa. Sube, sube, sube y me come los pezones, despacio. Me enloquece, se me ponen duros, y se mete toda la teta en la boca, la chupa, la muerde, la chupetea, me mama las tetas. Mamame las tetas, pa, cometelas todas, así, así. Me las muerde, me duele. Me asusto. De golpe me entra miedo de que sea un loco. Dejame, pa. Basta. No quiero más, no juego más. Para con mis tetas y me mira. Tiemblo como una hoja, no sé qué va a hacer. Me lame la cara, lentamente me lame la cara, me chuponea la boca, me come la lengua. Todo lo que hace me sorprende y me gusta. Pero no quiero, pa, te dije que te vayas. Escapo, o lo intento. Me toma por los pelos y me frena en seco. Dejame, sos un degenerado. Me suelta y me empuja, quedo sentada en la cama.
El avanza, puedo verle la verga latiendo a la altura de mis ojos. La arrima, me toma por la nuca y la apoya en mis labios. No voy a abrirlos, no voy a chuparle la pija. No. Se calienta pero no consigue que se la chupe. Puedo oler su desesperación, puedo escucharla cuando rebuzna y presiona su pija contra mi cara. Pero no se la voy a chupar. Me tira en la cama y se echa sobre mí, me monta como un burro y aunque quiero escaparme me retuerzo y no puedo. Dejame, pa, dejame, no seas bruto. Para. Me mira a los ojos. Me quema. Otra vez estoy temblando y sin saber qué va a hacer. Baja, suave, la lengua suavecita como un pétalo que apenas me rosa entre las tetas, me come el ombligo, la panza, el vientre. Junto las piernas, no voy a dejar que me la chupe. No quiero que me caliente más. Quiero que se vaya, no me voy a dejar coger por alguien que no sé ni cómo se llama, que nunca me habló, que está metido ahí abajo tratando de separar mis piernas y no habla, sólo jadea, jadea, jadea, jadea en la junta de mis piernas para que su aliento caliente se meta ahí donde no quiero, ese aliento que cosquillea entre mis pendejos, sabroso, provocador, me gusta, me gusta, me gusta, cómo me gusta, pero no pienso abrirle las piernas, no, viejo chupaconcha, no, dejame, dejame, dejame. Mmmm, cómo me ablando, lo dejo un poquito más, esa lengua en punta que se filtra y me hace abrir las piernas, y él hace fuerza con sus manos y las separa un poco más y su lengua ya casi llega hasta el clítori, ahhh, me lo rosó, hijo de puta, ayyy, la retira y vuelve a rosarlo, ayyy, me volvés loca, viejo chupaconcha, chupá, chupámela bien, toda, papá, papito, mi chupaconcha, chupámela toda, te dejo, te dejo chuparla. Abro bien las piernas, abro mi concha, te abro la concha, chupá más, pa, más. Le pido pero sólo la rosa, más rápido, y más, y es como una tortura, dulce tortura, me mata de calentura, por favor...
La chupa como un perrito, lame y lame, y yo tiemblo como si tuviera espasmos, como si tuviera el cuerpo lleno de leche que está a punto de hervir, viéndolo ahí, en cuatro patas metido entre mis piernas con su pija dura y latiendo, pegada a su propio vientre, y apoyo la planta de mi pie contra su pija y se la pajeo, la siento caliente y lo veo retorcerse de placer, y gemir de placer, y me lame, chupaconcha, chupaconcha, chupaconcha, no que me voy, y gira sobre sus rodillas, recuesta sus caderas hacia mí y me arrima su poronga mientras no para de chuparme. Y no habla, no pide, no dice, pero presiona, siento su olor, su flujo derramado sobre mis labios, y me lo lamo, le chupo el flujo que sale de la punta de su cabezota y lo siento que se tensa y le chupo la cabezota, el tronco, dije que no le iba a chupar la pija y se la estoy chupando y me gusta, me gusta como se pone, se desespera y me la chupa más, ahora me la está chupando fuerte, bien, pa, así, así, así papito, papito, nunca me chuparon la concha así, ahhhh, ahhh, pará, ahhh, le chupeteo, me chupetea, nos chupeteamos, que me voy, pará, pará, hijo de puta me vas a hacer acabar, pará. Me da bronca que sea tan turro, que lo haga tan bien, que me tenga así, haciendo lo que quiere conmigo. Lo voy a parar, hijo de puta, viejo turro, chupaconcha. Le hago el tronco, los huevos, enormes, de toro, le como los huevos, le acaricio las nalgas, viejo puto, te gusta. Le gusta, me chupa con desesperación. Ahora va a ver. Me arqueo, levanto la cintura, me abro, le hago comer bien la concha, y le meto un dedo en el ojete, en seco, sin aviso, adentro, bien adentro. Respinga y chupetea mi concha con toda la lengua. Le muevo el dedo, rebuzna, se desprende, gira y me trepa con todo el cuerpo.
Con su boca llena de olor a mí, me besa, me lame y siento que apoya la pija en mi concha que late. No pa, no me cojas, sigámos chupándonos. No me cojas con esa pija que es muy grande. Tengo miedo, de verdad, nunca sentí una pija así queriendo meterse dentro de mi concha que es estrecha, está mojada pero es chiquita para semejante bestia. Despacito, pa. Despacito. Me pajea el clítori, se pajea contra mi concha. Ayyyy, que diviiino, cómo me gusta. Así, papito, así, sin meterla, así, así. Le laten las sienes, se le marca las venas, rebuzna. Me enloquede, me animo y le pido un poquito, un poquito, cogeme un poquito, pa. Empuja con esas poderosas caderas y su píja apoyada se desliza con dificultad hacia dentro de mí, me abre, parece que me desgarrara, apenas pone la punta y grito de dolor. Creo que va a sacarla. No, no, no papito, no la saques, cogeme así despacito, así, le clavo las uñas, desesperada, es como si me abriera entera, como si fuera a partirme. Levanto la cintura para acomodarme y su cabezota se calza entera y él la mueve, me la mueve, me estás cogiendo hijo de puta, viejo hijo de puta me estás cogiendo, mucho. Rebuzna y me lame toda la cara, me chupa la cara y me coge, y depués las tetas y me coge, me coge, siempre con la cabezota y apenas aguanto, es muy gruesa, pa, muy gruesa para una nena. Bufa y coge, y no puedo seguirlo porque está atrancada, me dejo coger, me dejo coger. Así papito, así, cogeme así, como un perro. Me coge como un perro, con la punta de su pija, así, metida en mi concha.
Quiero más, más pija, pa, dame toda la pija, pa, dámela toa, toa, toa, toa, papito, toa para tu nena. Me mojo, cataratas de flujo, y detrás oleadas de leche que se mueven dentro de mí, quiero toda esa pija dentro mío. Papá metemela toda por favor, y sigue cogiendo como perro y no me la da, papito, acabemos que no doy más, haceme acabar, pa. Y coge y coge, coge y coge, rebuzna, parece que le viene la leche y sigue, no puedo más, me arde, de calentura, de tanto coger, de no acabar. Y de odio paseo mis manos por la loma de sus nalgas y le clavo un dedo en el culo, se lo meto bien adentro y es como si hubiera apretado el botón para que esa máquina de coger pusiera su última marcha. Se levanta sobre los brazos y me la hunde toda, toda adentro sin piedad, me clava, me abotona y me coge.
Ayyyyyy, cómo me duele papá, me duele y me gusta, haceme doler toda la concha, así que se llena, asíiiiiii, me lleno toda de tu pija, asíiiii, así papito que divino cogés, me voy a ir, pa, no puedo más. Rebuzna, la clava, la deja clavada un instante y después de me da uno, dos, tres pijazos que parece que me parten, y mi concha que late y arde se empapa, es como un líquido espeso que corre caliente por mis venas y se vuelca en oleadas en mi concha y le baña la pija, y él que rebuzna y suelta lo suyo, maravillosa leche, asíii, papito cogeme, cojamos, más, papito, más, ahhhhh, gggggg, rebuzna y sacude todo su cuerpo de animal alzado sobre el mío, dentro del mío, y larga más leche. Basta pa, chillo, basta, no me cojas más, no me cojas más, no me cojas más. Y me da el último pijazo y lo araño y me lame y siento que una última oleada me invade y me abrazo a él y lo beso con ternura y me dejo ir, lentamente, me disuelvo en leche, en tu leche, divino, como nos cogimos. Y lo pienso, no le digo, nunca me cogieron así. Por fin.