El vecino silencioso (2)

Me sigue cogiendo.

2

El día siguiente,siempre hay un día siguiente. Muchas veces, lamentablemente. Abro los ojos y veo el techo impecable, la cama tibia y revuelta. Siento ardor entre las piernas, ardor en el corazón por la debilidad. Tal vez la vergüenza. Quisiera que no hubiera pasado. No sé quién es, ni siquiera cómo se llama. No me cabe ni justificarme pensando que me sedujo. No le hizo falta. Simplemente me doblegó. Dobló mi voluntad generándome un deseo irreprimible. Me cogió. Creo que hasta me sentiría mejor si me hubiera violado. No quiero pensar en eso. No quiero acordarme. Me levanto de un salto y me meto en el baño, derecho al bidet. Agua fría, mucho agua fría y jabón. Quiero borrar los rastros que dejó en mi cuerpo, quiero quitarme su olor, sus líquidos, este ardor insoportable que parece fuego quemándome las entrañas. Paso a la ducha y me quedo un buen rato bajo el chorro buscando que se disuelvan los pensamientos. Va a pasar, me consuelo, ya va a pasar.

El día es gris, triste. Lo paso encerrada mirando tele. No quiero fumar para no deprimirme más. Estoy cansada y aburrida pero no voy a salir de casa porque tengo terror de encontrarlo en el pasillo. Quisiera no verlo nunca más. Por suerte mi novio no aparece. En el estado en que estoy no lo soportaría. Y menos si se le ocurre coger. Es extraño pero no he pensado en él. No relaciono lo que sucedió con algo que lo incumba ni siquiera indirectamente. Es algo mío y no tiene por qué saberlo.

Y como todo pasa, por suerte pasó el día, aunque el silencio de la noche empiece a preocuparme. No quisiera volver a escucharlo. Estoy serena, asumiendo lentamente lo que pasó, y no me gustaría que volviera a perturbarme. Quiero dormir.

Después del día siguiente vinieron otros días, mi cuerpo se reacomodó, pasaron los ardores, no hubo ruidos extraños ni cruces en el ascensor. Eso me ayudó a superarlo. Tampoco mi novio dio señales de vida. Estoy empezando a pensar que es hora de que ese boludo aparezca. Como le conozco los tiempos, sé que no va a pasar mucho para que llegue desesperado por echarse un polvo. Ese guacho me tiene harta... Al final lo involucro en la historia y pienso, te mereces un buen par de guampas.

Del viejo no supe nada. Al principio pensé "menos mal". Después empezó a llamarme la atención que hubiera desaparecido. ¿Tendrá algún compromiso y le agarró la paranoia? Cómo si a mí me importara... ¿O se borró por qué no le gustó? No fue la impresión que me dio esa noche. ¿Y a mí, qué? ¿Me gustó? ¿Hasta dónde me gustó? ¿Estoy segura de que quiero enterrarlo definitivamente, de que si él me tocara ahora el timbre no le abriría la puerta? No, no se la abriría, como no voy a abrirle nunca más las piernas, aunque me muera de ganas. Porque tengo que reconocer que estuvo bueno, mucho mejor que todo lo que conocí. Pero no me tengo que llevar por calenturas.

Es verdad que lo sentí muchísimo, que me hizo ceder, que hizo todo lo que me gusta, y lo hizo como no me lo hicieron nunca. Esa manera que tiene de someter, de acorralar, de apretar, de hacer sentir su fuerza, la fuerza de su deseo. Fue como si se metiera en mi cabeza, me la comiera, y desde de adentro de mí fuera haciendo. Esa lengua recorriéndome, abriéndome, tocando donde me gusta hasta hacerme abrir las piernas, ahhh, cómo me gustó, por favor. Cómo chupó mi concha, ahhhhhhhhshh. Es un turro, chupaconcha, con eso me calentó. Esa chupada de concha, acá, así, justo ahí, cómo me gusta ayyyy. ¡Basta! Basta de pajearme. Estoy otra vez hecha una pajerita y así empecé la otra vez y después terminé cogida. Cogida, cogida, cogida...Ahhhh, cómo me cogió ese viejo hijo de puta, con esa pija que me hacía doler y no paraba...¡Qué divino! Esos besos salados mientras cogíamos, con gusto a mi concha, a su pija, esa mamada de tetas que me hacía mientras me daba pija y pija hasta hacerme gritar de placer, ahhhh, más, pedí más, supliqué más, dame más, hay qué puta me puso, cogeme papito, me hacía rogar el guacho... Y esos pijazos finales ¡Por favor, qué placer! ¡Qué manera de acabar! Parecía que me partía en dos, así, así, que me viene, ahhhh, ahhhh, cómo me gusta pajearme con ese viejo, ahshhh, que me mojo toa, toa, toa... ¡Basta! Basta de paja. Necesito otra cosa, otra cosa que lo borre de mi cabeza.

Ducha fría, sueño tibio, despertar sereno.

Y justo esta mañana lo vuelvo a encontrar. En el palier, esperando el asecensor. Y no puedo digerir lo que me hizo. Lo miré, me miró, sonreí. Me dio vuelta la cara, abrió el ascensor y me hizo pasar sin dirigirme la palabra. Sentí tanto odio que lo hubiera matado. Llegamos a planta baja sin que hubiera sacado la vista del piso. Bajé como una tromba y desaparecí avergonzada, humillada. Apenas una semana después de cogerme, me ignoraba, mientras yo luchaba por sacármelo de la cabeza y no terminaba de conseguirlo.

Pero tuve mi revancha.

Llegada la noche, hace apenas un rato, suena el tiembre y se anuncia mi novio. Bajé a abrirle pensando que era lo mejor que podía pasarme. Sin embargo había más, un bonus track. En el mismo momento en que entrábamos llegaba el viejo. Subimos los tres en el ascensor, y yo aproveché para colgarme del cuello de mi novio y besuquearlo, y él, que venía caliente, se olvidó de que teníamos compañía y respondió a mis besos sacando su lengua y comiendo mi boca. ¡Qué bien me sentí! ¿Te gusta viejo hijo de puta? Reventá. Esto es lo que vos te perdés.

Cuando llegamos al piso seguíamos chuponeándonos, y vi con el rabillo del ojo como el viejo abría la puerta y bajaba, inmutable. Nosotros cortamos un poco la franela y nos metimos en casa. Un vez adentro yo pensaba en qué habría pensado el viejo, mientras el flaco sólo pensaba en coger, y tiraba de la remera para sacármela sin perder tiempo.

-Basta loco ¿Tanto apuro tenés?

No pudo contestarme, tenía la boca llena con mis tetas. Se ocupó de lamerlas con desesperación, para luego bajar por mi vientre, desabotonarme el vaquero, y buscar con su lengua llegar más abajo del elástico de la bombacha. Le ahorré el trabajo sacándomela y lo dejé que enterrara su cabeza entre mis piernas, y así, arrodillado, se esmerara con torpeza en chuparme. Y pensar que eso apenas unos días antes hubiera bastado para empaparme de flujo. Ahora sólo me enjugaba su saliva, de mí, nada. Lo veía tan pobre, tan lejos de palpitar conmigo, como si todo fuera, "te hago esto, y ahora te hago esto otro, para después hacerte aquello". Nada, no me hacés nada porque no siento nada. Y decidí terminar cuanto antes, asi que lo aparté, me eché en la cama abriendo las piernas, y le dije:

-Cogeme de una vez, mi amor, que no aguanto más.

Y era cierto, no aguantaba que esa farza se prolongara mucho más.

El flaco se desnudó como rayo y en dos segundos lo tenia adentro, bombeando, suspirando y aguantando para que no se le escapara la leche, creyéndose generoso en su esfuerzo, mientras yo pensaba que ni dándome toda la noche iba a conseguir que me viniera un orgasmo. Hasta que sentí la música. El viejo trataba de tapar nuestros ruidos escuchando a Vivladi a todo volúmen. Entonces cerré los ojos, lo imaginé undido en la oscuridad solitaria, pajeándose en silencio, su enorme verga erguida palpitando en su mano que iba y venía buscando la leche, tratando de aturdirse para no admitir su deseo por mí, sus espantosos celos por saber que me estaban cogiendo, y sentí el inmenso placer de la venganza en un hilo de leche tibia que empezó a correr por mi vagina. "Yo te voy a enseñar", y decidida a gozarlo grité con todas mis fuerzas "cogeme así, así, mi amor, así que me voy" y eso acabó con la resistencia del flaco que bombeó desesperado su leche impaciente, mientras yo gritaba con premeditada exageración "Qué bien que me cogés, qué bien, qué bien, qué bien" mientras una suave y breve corriente anunciaba el final de un polvo tibio pero seguramente mucho mejor que su triste paja.

-Ya está mi amor, ya está, salite que me quiero ir a lavar.

-Qué buen polvo.

-Hermoso –digo entrando al baño. Refrescante ducha de asiento, y cuando vuelvo a la cama el boludo duerme su sueño de macho satisfecho.

Necesito relajarme. Prendo un fino y salgo a fumarlo al balcón. Hermosa noche, calurosa, suave caricia para mi cuerpo desnudo. Miro la puerta de su balcón, está abierta, por ahí salen las notas de Vivaldi. Pero estoy segura de haber sonado más fuerte que toda esa orquesta. Pienso si ya habrá acabado, si me habrá pensado, si aún me desea. De pronto noto que algo se mueve en el rincón más oscuro de su balcón. Es él, desnudo, mirándome. Camina hacia mi balcón, se acerca y puedo ver que está con la pija alzada, dura y amenazante como la imaginé, tan grande como la recordaba. Camina hasta el macetero que separa su balcón del mío. Estoy paralizada por el estupor, no sé qué hacer, qué decir. Lo veo apoyar sus grandes manos en los ladrillos, darse impuso y pegar el salto. En un instante, antes de que llegue a darme cuenta qué es lo que pasa, lo tengo a dos pasos.

Retrocedo. Avanza. Me arrincona. "No". Es lo único que alcanzo a decir. Me tapa la boca con la mano, me apoya contra la pared tirándome su pesado cuerpo encima. Abandona mi boca para usar su dos manos y tomarme por las nalgas, me alza, busca mi concha con su pija, la pasa dos o tres veces por mi clítori y la deja resbalar hacia el agujero. Siento su glande caliente trantando de entrarme, mi concha palpita. Pienso en mi novio durmiendo ahí, a cinco metros. Desesperada le hago que no con la cabeza. Tarde. Aunque intento cerrar las piernas, aunque lucho por soltarme, ya siento su cabezota penetrando en mi cuerpo. Me está cogiendo. Y me gusta. Y me duele. Y cuanto más entra, más duele y más me gusta. Y cuando la cabeza por fin se calza pego un respingo y estoy a punto de gritar, pero su mano presta tapa mi boca, me aprieta contra la pared para meterla bien, y en punta de pie, entrando desde abajo me la hace llegar hasta el fondo, y es un dolor, un goce, que creo que me desmayo. Y tomándome con las dos manos de las nalgas me sube y me baja clavada en su pija, corre mi concha por toda su pija, arriba, abajo, arriba, abajo, cómo me gusta, la puta que lo parió, y no puedo abrir la boca, y si pudiera le diría cogeme, cogeme, no pares de cogerme. Y de repente me aprieta contra la pared, la clava en lo más hondo de mí y la deja quieta, engranpada, palpitando. Y vibro, vibro, tiemblo de los pies a la cabeza.

Estoy desesperada, quiero que me mueva, que la mueva, carajo. Arrimo la boca a su oreja y murmuro, cogeme pa, cogeme. Y sólo consigo que la hunda más y la deje quieta, partiéndome, abriendo un surco porque el que quiere escapar mi leche a mezclarse con la suya. Tiemblo, tiemblo, me aferro a él, me enrozco en su cuello y siento como su pija vibra y parece que se moviera el piso. Damela toa, papito toa, le pido desesperada, pero es puro temblor sin movimiento y quisiera gritar, desahogarme de alguna forma. Estrecho mis piernas alrededor de su cintura, me pego a su cuerpo y restrego mis tetas contra su pecho peludo, y no puedo más, duele gusta, toa, y por el surco que abre en mí con su verga empieza a correr mi leche, y lo muerdo, muerdo su cuello, clavo mis uñas en su espalda, me voy, me voy, me voy, y un chorro de su leche me inunda, y él está colorado, parece a punto de reventar, pero se la banca quieto y en silencio. Tenso todos mis músculos como queriendo retener la leche que ya me empapa la concha, y la saca y la clava y me desarmo, sale todo lo que llevo, todo, todo, me vacío, me vacío, me vacio, me vacío mordiéndolo desesperada, vibrando, necesitada del pijazo final que no me da, no me da, nomeda, nomedaaahhhhshhh. Ahhh, basta, le digo al oído, ya está papito, basta. Cómo me arde la concha. Me baja lentamente, pero sin sacarla, me acomoda y empieza a emperrarme apoyándome contra la pared. Hijo de puta, no doy más y me sigue cogiendo.

Golpeo su espalda con mis puños para que afloje, y el turro acelera, me coge más rápido, más fuerte. Y ya acabó, sentí su leche, su verga temblando cuando la echaba, pero sigue como si tuviera más. Es inaguantable, un fuego en mi vagina. ¡Hi.. hijo.. hijo de puta... pará.. me arde.. arde, arde, arde... Le muerdo suave la oreja y empiezo a apretársela como amenaza, y como si no le importara el viejo fifón coge y coge, perro alzado, dejame, dejame, arde, arde, arde...Ahhhsss... afloja un poquito y vuelve a acelerar y arde, arde, arde y me viene algo, un resto de lechita me está bajando, me viene, hijo de puta que me hacés acabar otra vez, dale, dale, no te pares, dale, así, así, así, uhhhhhhhyyyyy. Qué gana de chillar, este fuego me enloquece, ahhhhshhh. Se restrega bien, ay cómo sabe el hijo de puta, como me sacude, como me saca todo, tooo, tooo, tooo... pijazo, pijazo pa, pijazo. Y me lo da, me lo da, me lo da. Divino, divino, divino, diviiino. Lo muerdo para no gritar, qué lendooohhh... Ya, ya, ya. Ahora sí, depacito la va sacando, ya acabamos todo los dos y me deja apoyar los pies en el piso y la saca despacio, con cuidado de no hacerme doler. Y me acaricia la cara, la lame, me besa y se aparta. No quedamos mirándonos. Sonríe y se va.

Lentamente vuelvo al baño.

Mi novio duerme y nada ha pasado aquí.

Para él.