El Vecino Ruidoso Cap. IV (parte I)

Tras el desengaño sufrido, Alejandro se enfrenta a la realidad de vivir sin sexo. Pero el destino le dará una lección que no podrá olvidar.

Os dejo el cuarto capítulo (lo dividiré en dos partes) de mi primera novela. Si deseáis conocer su final y colaborar en que esta aventura no se quede aquí, os invitó a leerla a través de “Kindle unlimited” o conseguirla en Amazon.

El libro está publicado a con este mismo título, por lo que es facil de localizar. Si tenéis algún problema, duda o comentario podéis poneros en contacto conmigo en el correo: cachopowriter@gmail.com

Gracias a todos por los comentarios y los mails... y disfrutarlo.

**Cap. IV (

parte I)**

ALEJANDRO

Pocos días después

de mi promesa de olvidarme de los hombres,

me encontraba con el culo lleno de lefa y riéndome

de lo triste que había sido m

i abstinencia de pollas

. Había durado

una mísera semana.

Los primeros días para luchar contra la tentación de follar, me forzaba a recordar la sensación de malestar que había tenido cada vez que uno de esos cabrones pasaba de mí. Veía la cara de Isaac en primer lugar, las risas del conserje cuando me corrí sin tocarme y luego la

cara

de decenas de tíos que habían pasado por mi vida. Incluso había hecho una lista de todos los tíos con los que me había ilusionado y habían pasado de mi culo (nunca mejor dicho). Solo estaban en la lista los hombres que llegué a pensar que les gustaba, aunque solo fuera como su puta. Una lista de todos los tíos que me habían

follado

era imposible. A parte d

e por el número de amantes (palabra muy

poco adecuada, ya que creo que ninguno me llego a amar), porque no sabía el nombre de la mayoría de los tíos que me habían usado: contactos de páginas web,

cruising

, saunas, bares sexuales… Una vez hecha la lista, la leía una y otra vez, recordando mi propósito. Me sentía peor cada día, pero al menos no cedía a la tentación de poner un anuncio en internet o abrir un perfil en una aplicación de contactos.

En realidad, creo que hubiese ido mejor si mi último desencanto no hubiese vivido justo enfrente. Lo espiaba y me pajeaba como un quinceañero pensando en él. Iba a la cocina a oscuras y lo miraba cenar, o sentado mientras leía. Nunca entendí porque leía en

la cocina en lugar del salón o la cama,

aunque suponía que era para escapar de la

arpía de

su

mujer. Simplemente me

auto-engañaba

. Seguía deseando que me follase un tío que había pasado de mí, y encima me castigaba sin follar con otros.

Y todo mi esfuerzo se fue al traste también por culpa de Jaime.

Para ser más exactos

, fue por evitarlo. Harto de espiarlo como un lunático, decidí intentar no coincidir con él. Me fui a cenar a un kebab cerca de mi casa, así no estaría en casa cuando Jaime cenase con su mujer. Cené tranquilamente, y bebí mucha cerveza. En uno de mis viajes al baño para vaciar la vejiga vi a dos chavales de ve

i

ntipocos mirarme y cuchichear. La verdad es que no le di más importancia. Pero mientras volvía a soltar lastre media hora después, los dos entraron al baño tras de mí. Los miré, y supe que algo iba mal cuando uno de ellos se quedó en la puerta y el otro se acercó a mí con cara de cabrón.

  • Hola puta. – Lo miré con extrañeza, ni idea de quien era ese niñato. – Veo que no te acuerdas de mí. Muy mal. – Dijo negando con la cabeza.

Yo lo ignoré, mientras apretaba mi vejiga

para terminar lo antes posible

evitando su mirada. De repente, sentí un líquido caliente en mi pierna.

  • ¡Pero qué coño haces! – Di un salto hacia atrás al sentir la orina de aquel capullo mojar mi pantalón. Con las ganas que tenía, mi meada no se cortó y le salpiqué yo también.
  • ¡Serás cerdo! – Recuerdo esas palabras a la vez que su mano se estrellaba en mi cara.

Me pegó con la mano abierta, pero con todas sus fuerzas, y acabe de rodillas en el charco de

meos

que habíamos provocado los dos. Los insultos del que me había pegado y las risas del otro retumbaban en mi cabeza. Me había dado en todo el oído, y estaba tan atontado que ni sentía como me meaba por todo el cuerpo. Lo siguiente que sentí fue una mano en el cuello, y mi cabeza golpear contra la pared.

  • ¿No te acuerdas de nosotros? – Me dijo a dos palmos de la cara. Yo solo pude negar con la cara roja y sin aire. – ¿No recuerdas que te estábamos dando polla y nos interrumpieron unos putos maderos?

Joder, en ese momento me di cuenta. Eran aquellos niñatos que habían ido a follarme aq

uella tarde. Entonces asentí. C

on la de tíos que pasaban por mi casa ni los había reconocido. Tampoco tenían nada especial, solo me dio morbo que dijesen que eran heteros. Esos

“heteros” que tienen perfil en una aplicación de contactos gay. Siempre he pensado que son maricones

poco atractivos

que solo quieren dar morbo a putas como yo. Y la verdad es que les suele funcionar.

  • Pues ya estas terminando el trabajo. – Y tras soltarme

puso su rabo frente a mi boca

.

Yo tosía intentando recuperarme, hasta que un pollazo en la cara me recordó que me podía caer otra hostia como no espabilase. Al cabrón del niñato le había puesto a cien darme de hostias y tratarme como una puta. Su polla, normalita y bastante torcida a la derecha, estaba totalmente dura. Tenía

una polla realmente fea. A pesar de ello, la

empecé

a mamar muy profundo y rápido mientras

seguía dándome hostias y soltándome lapos y flemas bien espesas.

  • Joder tío, no le sueltes

flemazos

que luego voy yo y me da asco. - Se quejaba el otro niñato mientras se tocaba el rabo. * Tú

cállate y vigila la puerta. Encima a la puta le gusta, ¿verdad? – Me dijo restregándome sus lapos por el pelo, mientras carraspeaba preparando otro. * Joder… que cabrón eres. Venga córrete pronto que al final va a venir alguien a ver qué pasa en el baño.

  • ¡Ya voy, joder! Que prisas tío, así no hay quien disfrute con esta puta. – El chaval aceleró la follada de boca y se descargó en mi boca gimiendo y temblando como si estuviera en una peli porno.

P

or la poca leche que pude degustar, era un

a sobreactuación de libro

. * Venga tío aparta, que al final me voy a correr pajeándome. – Dijo el otro apartándolo y metiéndome una polla muy pequeña en la boca.

Tuve que apretar los labios para sentir un rabo delgado y que no llegaba a los

doce

centímetros. Me follaba con fuerza la boca, pero con esa mierda de polla lo único que hacía era chocar mi nariz contra su pelvis. Si pensaba que iba a tener arcadas con esa mierda de rabo lo llevaba claro. El único consuelo que tuve fue que tenía el rabo bien sucio. Fijo que venía con requesón, aunque no me pude verlo con la cara llena de lapos. Pero yo reconocía ese sabor desde que le limpié la polla al viejo conserje. Y la verdad, es que lo disfrutaba

con devoción.

Se corrió rápido

y me dejaron allí tirado en el suelo lleno de

meos

. Me levanté y me miré al espejo. La imagen era dantesca, tenía la cara y el pelo lleno de lapos, alguno de un tono verdoso, mi cuello y el lateral de la cara enrojecidos de los golpes. Me palpé el oído que me dolía y pitaba ligeramente, y un chichón empezaba a notarse en la parte de atrás de mi cabeza. Sorprendentemente, sonreí. Desde hacía días luch

aba contra mi naturaleza, y el destino

había venido a ponerme en mi sitio en forma de dos niñatos hijos de puta.

La sonrisa se me qu

itó al notar toda mi ropa meada y

con un potente olor. Era imposible salir sin que todo dios se diese cuenta de que algo había pasado en los baños. Me limpien como pude la cara y el pelo. Saqué del bo

lsillo los

veinte

euros que llevaba. E

staban todos meados. Me armé de valor y salí del baño. Con un golpe en la barra dejé el dinero en el mostrador, y me fui sin decir adiós. Por suerte, solo estaban el dueño y el negro que ayudaba a las viejas en el super.

Al llegar a mi urbanización

saludé al portero con un gesto, aunque el muy capullo me ignoró como siempre. Otro cabrón al que no le gustan los maricones. Subí por las escaleras a toda prisa para no cruzarme con ningún vecino y según entré, encendí el ordenador. Me desnudé a toda prisa y dudé en darme una ducha. Finalmente me senté frente al

portátil

y puse un anuncio en todas

y cada una de

las páginas de contacto que conocía.

“Puta meada se deja preñar por cualquiera, único requisito que tengas pollón”. Una foto de mi culo preñado y mi cara llena de lefa, de alguna de mis sesiones más bestias, completaron los perfiles. Sonreí al ver que en aquella foto había tanta lefa que ni se me reconocía.

La cosa fue lenta al principio, como ya sabéis hay mucho calientapollas y pajeros en estas páginas. Pero a las

dos

de la mañana ya tenía a un viejo dándome rabo mientras otro picaba al timbre.

Me pasé toda la noche follando. M

uchos venían, me preñaban y se iban. Otros se quedaban mirando

,

tomando birras y recargando para volverme a follar. A las

seis

de la mañana llegaron un par de ellos con sus perros con pinta

de casados

. Seguro que sus mujeres estaban orgullosas de sus maridos, tan abnegados que sacaban al perro todos los días

antes del amanecer

, lloviese o hiciese frio. No tenían ni idea de que iban a preñar culos. Uno se fue, no por mí

culpa

, la escena de

un viejo mirando mientras un niñato con un rabo enorme

me batía el culo lleno de lefa

le superó. Es lo que tienen los “heteros discretos”, en cuanto se les pasa el calentón se acojonan al ver más gente. Al otro en cambio le gusto tener público, ató al perro a la mesa y quitándose los pantalones fue directo a follarme la boca con el rabo bien duro. Cuantos

casados

me han follado con el perro mirando, pensé alegre mirando

de reojo

como el perro se tumbaba tan resignado como acostumbrado a esa situación.

Ese día falté al trabajo, estaba fuera de mí y quería más pollas. A la una de la tarde decidí que ya era suficiente. No sé el número de tíos que me habían follado. El salón daba asco, lleno de latas y colillas

, un gran charco de

meada

en el suelo y

el sofá

de cuero

lleno de lapos, sudor y lefa. Y yo… os lo podéis imaginar, en la puta gloria.