El Vecino Ruidoso Cap. II

Alejandro se despierta cubierto de sudor y semen, después de la follada que le han dado su vecino y el policía. ¿Cumplirán la promesa de volver al día siguiente?

Os dejo el segundo capítulo de mi primera novela. Si deseáis conocer su final y colaborar en que esta aventura no se quede aquí, os invitó a leerla a través de “Kindle unlimited” o conseguir en Amazon.

El libro está publicado a con este mismo título, por lo que es facil de localizar. Si tenéis algún problema, duda o comentario podéis poneros en contacto conmigo en el correo: cachopowriter@gmail.com

Gracias a todos por los comentarios y los mails... y disfrutarlo.

Cap. II

ALEJANDRO

Me desperté en el suelo algo atontado, no había tenido energías ni para subir al sofá después de que

se fueran esos dos cabrones. La causa de mi despertar fue la mujer de mi vecino gimiendo y gritando

como una loca. Parece que

en el fondo

a

esa zorra

remilgada

le gustaba tanto la caña como a mí. Si no hubiese visto a su marido en acción esa tarde… y su polla, una polla majestuosa, pensaría que la estaban matando.

Era imposible no pensar en ese macho tan atractivo y elegante, y a la vez una máquina echa para follar.

Solo había visto pollas de ese tamaño en tíos negros, aunque no solían tener la dureza que tenía la de mi vecino. Los negros que había conocido con esos rabos no tenían esa rigidez cuando se empalmaban. Se suele decir que los negros tienen “pollas de carne”. La de mi vecino era una “polla de sangre” de al menos

veinticuatro

centímetros

, en la que se marcaban las

venas como si fuesen a explotar. D

ura como pocas había visto en mi vida. Y yo había sido un afortunado al poder disfrutarla. O sufrido, porque habían sido unos

putos bestias

.

En ese momento vinieron a mi cabeza los dos polis, el carbón cuarentón de la polla corta y gorda. Seguro que es un

o de esos homófobos fachas que

no sabe

n

decir que no a una buena mamada. Y en eso yo era un puto experto. Tíos como él llevan follándome la boca desde los

quince

años, y los reconozco enseguida. Les gusta pensar que son muy machos y que

solo

nos usan a su antojo. La pena es que

a

esos t

íos no les suele gustar follar a maricas. Solo

vienen a descargar: rápido y efectivo. Sus mentes de Cromañón y sus prejuicios no les permite

n

follarse un

buen

culo; algo que en el fondo desean. No obtener todo lo que quiero de

ellos siempre me deja un regusto algo desagradable. Y

no me refiero a su lefa de macho, la cual trago con verdadero placer.

Este tipo de machos viciosos es más fácil de encontrar de lo que imagináis, un poco de alcohol y salen como

los caracoles en

días lluviosos. Los que son casi imposible de encontrar son machos como el poli treintañero. Y no me refiero por el físico, aunque hay que reconocer que estaba buenísimo: alto, fuerte, peludo, con barba… sal

ido de una puta peli porno. Y un rabo

inolvidable

: grande y gordo, muy gordo. Inmejorable has

ta que llegó mi vecino. E

l del policía

e

ra

más

gordo,

pero bastante más corto que el de Jaime, mi vecino. Lo que más me gustó fue su capullo desproporcionadamente ancho, lo que da un gustazo impresionante cuando te bombea el culito. Es el

típico rabo que notas como su glande te abre

a cada embestida.

Y

además, me flipó su olor

a

macho, una pena que no me hizo lamer esos sobacos tan peludos.

Mientras yo recordaba a mis “violadores” (todo hay que decirlo, me follaron sin p

ermiso, imponiendo su autoridad

por más que yo disfrutase tanto como ellos), Jaime

seguía destrozando a su mujer. Y

la muy puta gritaba más que yo. Me puso muy cachondo escucharla gemir teniendo la lefa de su marido todavía dentro de mí. Me lo imaginaba dándole

rabazo

s

a

cuatro

patas, sudando como un cabrón. Nunca me habían gustado los tíos depilados. Siempre pensé que

depilarse es algo

para put

it

as como yo, que quieren

no tener ni un vello

para que los machos heteros tengan menos remilgos en follarme. Pero hoy cambié de idea. En un cuerpo como el de Jaime, tan definido, no quedaba nada mal. Era como una estatua gr

iega, pero con una polla enorme. N

o con las

minipollas

que esculpían a esos colosos en la antigüedad.

La realidad es que

Jaime siempre me había parecido un pijo amargado por esa mujer mandona e insoportable, pero parece que lo había infravalorado viendo cómo me había dejado el culo y la garganta. Para romperme a mí el culo hay que ser muy cabrón, y esos dos machos lo había

n

sido.

Sin dejar de pensar en ellos, y escuchando como follaban, me puse a lamer el charco de lefa que había quedado entre mis piernas. Ya estaba aguado y degradado, perdiendo esa espesura que tanto se disfruta al paladar y que impide tragarlo sin saborearlo. Debería

haberlo lamido cuando se fueron, p

aladearlo todav

ía caliente saliendo de mi culo. P

ero me dejaron totalmente extenuado. Los activos

piensan que poner el culo y la boca no cansa, pero aguantar rabo de tres machos es agotador.

Cuando la lefa del suelo se terminó, empecé a buscar en mi culo con mis dedos. Todavía lo tenía muy abierto después de la doble

penetración que esas dos pollas

y mis dedos entraban fácilmente

. No tenía consoladores, nunca

me

han gustado las pollas de plástico

y nunca me faltaban

las de carne

cuando las

he necesitado

. Es lo bueno de ser tan puta y no tener el listón muy alto. En realidad, mi listón no tenía ni idea de donde estaba. Lo más seguro que enterrado bajo tierra en algún descampado lleno de condones y Kleenex.

Pero, justamente en

ese momento

,

no me hubiese importado tener un consolador bien grande para meterme en el culazo.

Mientras pensaba eso, miré los gayumbos del poli hechos una bola a un par de metros. Fui a por ellos reptando, y me limpie la lefa casi seca de mis piernas, mis huevos… y

poco a poco

me lo metí en el culo para que se impregnase de la lefa que podría quedar dentro. Los tuve dentro mientras me pajeaba como un loco, pensando en los huevazos

colgones

de Jaime chocando en esa zorra con suerte. Colgaban tanto que debía notarlos chochando en su coño. Yo no pude notarlos más que en mi barbilla, y anhelaba sentir como g

olpearían los míos si me follase a cuatro

patas. Cuando escuché gritar a Jaime, me corrí con él. Y sacándome el

gayumbo de mi

ojete me tiré en el sofá, sudando y lleno de lefa. Ignoré la lefa secándose en mi vientre, no quería que se mezclase con la poca que ahora impregnaba los gayumbos. Mi lefa nunca me ha excitado, pero oler los gayumbos me la volvió a poner dura. No tardé en correrme por tercera vez, y volver a dormirme pensando en el

policía

y mi vecino

, y en lo que me esperaría mañana

.

Al día siguiente estaba muy nervioso. El

poli había dicho que vendría esa tarde a por sus calzoncillos

.

Los había metido en la lavadora

para lavárselos como me había ordenado, pero no pude darle al botón de encendido. Me parecía un pecado quitar el olor de su sudor a huevos, a su culo peludo, a la lefa de los dos

machos

Todavía se notaba un olor agrio a lefa que me tentaba a lamerlos.

Me duché y limpié bien la casa, preparándome para aquellas pollas enormes. No sé cómo me castigaría por no haberlos limpiado, pero me daba igual. Incluso fantasea

ba con las distintas opciones. Me amordazarían y me follarían hasta sangrar. O me harían lamer cada parte de su cuerpo. O me mearían encima como una puta asquerosa...

Por desgracia m

is fantasías se fueron transformando en frustración. Las horas pasaban y no daban señales de vida. En mi locura, pensé en llamar al vecino y preguntarle si i

ban a venir para terminar con aquel

tormento. Pero no me atreví

. Lo había visto esa

misma

mañana, relajado

,

dándose un baño en la piscina. Pavoneándose de su cuerpazo ante el marica del socorrista. Ese pobre imbécil siempre me hablaba de Jaime cuando se la chupaba en el cuarto de material. El pobre iba de machito

siempre tonteando con las adolescentes y las madres de la urbanización

, pero resultó ser

más marica

que yo. Un día me pidió que le metiese un ded

o en el culo. Lo hice

extrañado,

pero tenía ganas de leche. Se corrió en cuanto se lo metí. Me pidió perdón por correrse tan

rápido. A la semana siguiente

, me pidió comerle el culo y me d

ijo que quería comerme la polla

.

“P

or probar cosas nuevas

”, dijo el muy capullo.

Por supuesto

,

alegando que

solo

es

un hetero curioso. Y yo soy gilipollas. Me levanté y me fui.

Y no volví ni a saludarlo.

No soporto a los tíos que no tienen claro quién es el pasivo. Suena radical, pero me gusta ser yo el pasivo. Incluso

adoro

sentirme usado. No me gusta

ni siquiera

follar con tíos en plan cariñoso. Eso ya lo haré con mi novio. Si algún día tengo uno.

Mientras mi mente daba mil vueltas, por fin

sonó el timbre y fui corriendo

a abrir. Llevaba puesto solamente el suspensorio del día anterior. Quería que viesen que mi culo

,

o mi coño, como quisiesen llamarlo, era suyo y estaba a su disposición siempre. Mi ilusión se esfumó en cuanto abrí la puerta, y vi a los malditos evangelistas que me tocaban los huevos todos los fines de semana. Su cara fue un poema cuando vieron que iba con un suspensorio con una gran mancha de lefa reseca. Cerré de un portazo y me fui al salón a esperar otra vez.

Según pasaban las horas me sentía cada vez más gilipollas. Seguro que estarían follándose a un tío

buenorro

de su gimnasio o a un niñato mucho más joven que yo.

Es triste sentirte viejo con treinta y dos

años, pero el mundo gay es muy cruel y puedes llegar a pensarlo. Unos

machos como ellos no tienen por qué follarse a un tío como yo, delgado y poca cosa. Siempre me pasaba igual, los tíos que me gustaban tenían parejas mucho más atractivas que un servidor.

Yo solo les servía para un rato. S

iempre había sido así. Y no sé porque me empeñaba en ilusionarme con machos que juegan en una liga en la que

yo

nunca estaré. Yo era como esos equipos pequeños, que tenían que conformase con que alguna vez un equipo grande venga a jugar la Copa del Rey a su estadio. Venían, te metían ocho goles, te quedabas admirado por su juego y no los volvías a ver.

Como podéis comprobar

,

el subidón de autoestima

que tengo después de una buena sesión de sexo se esfuma enseguida.

Y v

uelvo a mi realidad de informático que nunca llegará a nada, con un trabajo monótono y el

sueldo congelado. Aunque me gusta pensar

que soy yo quien se aprovecha de los machos para darme placer, llevan usándome desde que era un

chaval. Y la cosa

solo

ha ido a peor. E

s como si necesitase que me usasen para sentirme útil. Aunque después me siento despreciable y solo.

Y necesito que me vuelvan a usar para quitarme esa sensación. Soy como un Sísifo que empuja una enorme polla por una empinada montaña. La imagen mental de esa gilipollez me hace plantearme si estoy perdiendo la cabeza.

Si os digo la verdad, n

unca me he sentido querido.

Fui un niño tímido que siempre pasaba desapercibido. Mis tíos nunca recordaban mi nombre y solían cambiarlo por el de alguno de mis primos. Al final dejé de corregirlos, ya que no le importaba a nadie más que a mí

,

que aquel no fuera mi nombre. Nunca tuve muchos amigos, y solía juntarme a grupos a los que al menos no les molestaba mi presencia. Todo se agravó en la adolescencia, cuando decidí armarme de valor y decirles a mis padres que era gay

, pensando que aquello solucionaría todos mis problemas

.

Después de ese gran paso, te das cuenta

que

simplemente es el primero de un nuevo proceso en el que buscas la aceptación de los demás. Mis padres

hicieron como que no pasaba nada, pero nunca llegaron a aceptarlo.

Lo intentaron. Y mucho.

No puedo echarles eso en cara.

Pero siempre vi la desilusión en sus caras cuando supieron que nunca aparecería con una chica en casa y no los haría abuelos.

No dejaron de apoyarme, pagaron

mis estudios, incluso gran parte del piso en el que vivo.

Pero todo de una manera muy impersonal, como si fuera su obligación como padres. Ser gay fue una

barrera que nos

acrecentó la poca comunicación que había entre nosotros

.

Yo también intenté ser un buen hijo. Fui buen estudiante. No salía casi de fiesta, tampoco tenía muchos amigos con los que salir. Solo

iba

a alguna cena de clase o fiesta universitaria a la que estaba todo el mundo invitado.

Incluso les dejé escoger el piso en el que vivía sin rechistar

. Yo quería un piso en un barrio céntrico, donde tendría

chulazos

a mi alcance sin mucho problema

y el anonimato que te dan las grandes ciudades

. Y aquí estoy

. V

iviendo en una de esas urbanizaciones de las afueras, donde solo vienen casados, viejos y taxistas a darme mi ración diaria de leche. Consecuencias de no tener mucha personalidad, y querer contentar a unos padres decepcionados.

En estos momentos en los que me sentía una basura, siempre me acordaba de Isaac, el chulito del instituto. El cabrón que con quince años me folló la boca por primera vez. Le digo cabrón porque se

com

portaba como tal, aunque me hizo disfrutar tanto que nunca le estaré lo suficientemente agradecido. Suena contradictorio, pero el

inici

ó est

a enfermiza necesidad de sentirme usado. Me estuvo utilizando a su antojo su último curso de instit

uto. Él tenía tres

años más que yo. H

abía repetido un par de veces y su único interés era follarse a todas las tías del institut

o. Aunque puedo decir orgulloso

que con el que más disfrutaba era conmigo.

Al principio solo me follaba la boca en los baños del instituto, pero pronto quiso p

robar más cosas. Y yo no iba a ser quien le dijese

que no. Para ello necesitábamos ciertas comodidades y al poco tiempo empezó a follarme en el piso del conserje. Era un pequeño adosado al edificio del i

nstituto, con pocas comodidades

y que casi siempre tenía las persianas bajadas. El piso era tan siniestro como el conserje que lo habitaba. Era un viejo gordo de unos

sesenta

años, al que dejaba mirar mientras me follaba como pago por dejarnos su cama.

Aunque la relación que tenía con Isaac se basaba en que yo era dos agujeros para darle placer, ya sabéis lo que pasa…

acabé totalmente enamorado

. Nunca hablábamos en el instituto, ni me miraba, solo cuando estábamos en la cama después de follar y echaba al viejo del cuarto

teníamos cierta intimidad

. Me contaba

los planes que tenía pensado hace en cuant

o terminase el instituto. Se iba a ir co

n unos

colegas todo el verano a

festivales

de música

con lo poco que había ahorrado descargando camiones en la empresa de su tío. Y como siempre, me hablaba de todas las tías que se iba a follar. Creo que tenía que sentirse un macho después de haberse follado a un chavalito. Eso me ponía muy celoso y me

hacía sentir

despreciado. Yo sabía que era mucho mejor que cualquiera de esas niñatas, que yo era el que le hacía disfrutar de verdad. Con el tiempo incluso me trataba bien, me acariciaba y me besaba en la frente d

espués de vaciarse en mi culito. A

unque nunca me beso en los labios. Esos leves gestos hicieron que me armase de valor,

y un día

le pregunté si podía ir con él de festivales aquel verano. Me miró muy sorprendido por la propuesta.

  • ¿Y para que vas a venir conmigo?

eres todavía un niño, mis colegas son tíos de

veinte

años. No pintas nada. * Bueno, así podríamos follar sin que nadie nos

mire

… como hacen los… - Dije ingenuamente, sin atreverme a terminar la frase.

  • ¿Novios? – Isaac se empezó a reír como si le hubiesen contado el mejor chiste de su vida. Y yo sentí cada carcajada como un cuchillo desgarrando mi inocencia de niño. – Tú estás flipando chaval. Tú eres mi put

it

a, y nunca serás más que una puta para nadie. Hay gente como tú que nace para dar placer a los machos como yo. Mi tío ya me lo dijo: “búscate un marica y folla de verdad, que las chavalas no saben follar hasta los

treinta

… y algunas

nunca

aprenden”. – Yo lo miraba humillado, intentando contener las lágrimas, mientras seguía dando su discurso humillante. – No te pongas triste. Mi tío tenía razón, ninguna aguanta que l

as use como tú,

ni se tragan la lefa. Y encima tú lo disfrutas, aunque veo que te has equivocado

mucho

conmigo. El único marica aquí eres tú… bueno, y el

follaniños

del conserje.

Dijo todo esto vistiéndose, mientras mis lágrimas caían en silencio. Al cerrar la puerta lo sentí hablar con el conserje y me puse a vestirme lentamente. De repente la puerta se abrió y entro aquel viejo asqueroso.

  • Bueno parece que tu novio se ha ido. ¿Le has hecho enfadar? – Yo no contesté y seguí vistiéndome. – Es mejor que dejes de vestirte.
  • ¿Va a volver Isaac? – Dije ilusionado.
  • Jajaja… pobrecito. Tu novio me ha dicho que no vuelvas a acercarte a él, y que puedo usarte a mi antojo. – Mi cara fue de pánico.

A medio vestir, y con el resto de

la ropa

en la mano,

intenté irme.

Con

una hostia en la cara me tiró al suelo, donde me puse a llorar

desconsolado

. El conserje se desabrochó los pantalones lentamente, disfrutando de cada una de mis lágrimas. Un olor a polla muy fuerte inundó mis fosas nasales, haciendo que mirase hacia arriba.

Una polla

enorme estaba delante de mí, y un hilo de

precum

caía de su punta hasta el suelo. Mi cara era de asombro, siempre pensé que Isaac tenía una polla muy grande. En ese momento supe que era una polla

muy

normalita, aunque el fanfarronease de ella como si fuera Rocco

Sifredi

.

El hombre me miró con orgullo, su pollón estaba tan duro que chocaba con su gran barriga. El olor se hizo más fuerte cuando retiró el pellejo de su capullo, dejando ver una película blancuzca, que me dio bastante asco.

  • Mi polla ya necesitaba una limpieza, y vas a ser tu quien se la dé.

Otra hostia

, esta vez más suave,

evitó que quitase la cara cuando la acercó a mi boca. Su cara lo decía todo, el viejo no tenía que

decir nada más

. Yo sabía que estaba en inferioridad y que no había nadie en el instituto a esas horas. Abrí la boca y él metió su polla, inundándola de un sabor muy amargo. Me dio más asco pensar en el viejo, que el sabor de su pollón. Su grosor superaba en mucho el de Isaac, y descubrí que para ser el mamón experto que me creía me faltaba muchísimo. Me empezó a follar la boca, y yo me dejé hacer. El viejo bufaba y me llamaba putita

. Me decía que era muy buena puta

,

pero que tenía que practica

r con pollas de verdad. Me ordenaba

que abriese bien la boca, y que

tuviese cuidado con los dientes

, dándome

pequeños golpes correctivos.

Yo ya había dejado de llorar, estaba en shock y no me resistía, pero estaba muy lejos de disfrutar la situación

, solo obedecía como un autómata

. Si recuerdo que notaba cada una de las venas de su pollón y el capullo llenando mi garganta, como lo encajaba dejándome sin respiración hasta que t

enía arcadas. Me uso con dureza. M

ucha más que la que había util

izado Isaac en todo aquel año. Y no

se corrió a los

cinco minutos en mi boca como

solía pasarle a él. Cuando noté que su respiración se agitaba y su pollón se ponía más

rígido, pensé que aquello se iba a acabar

por

fin

, pero paró. Yo no entendí nada. ¿Por qué había parado?

Sin darme tiempo a reaccionar me cogió por debajo de los brazos

y me tiró en la cama. Me colocó en el borde a cuatro patas, y

cuando me temía lo peor empezó a comerme

el culo. No pude evitar gemir, tenía el culo muy sensible y preñado

por Isaac. S

us lametazos me daban un gusto impresionante que no sabía disimular. Isaac nunca lo hubiese hecho, no creo que ni se imaginase el placer que daba esa práctica.

  • Dios que rico, y encima preñado. ¿Sabes que tu amigo Isaac me dejaba mamársela antes de encontrarte?

A

cambio de unos cigarros y una litrona lo dejaba seco. – Yo solo gemía, y no me quería creer las palabras del viejo. – Pero tuvo que empezar a trabajar y buscarse una zorra más joven. Ya no me necesitaba para nada, hasta que lo convencí para que te follase aquí

.

– Decía entre comidas de culo. –

Ufff

está cerradito.

Sabía que mi momento llegaría pronto, solo hay que tener paciencia. ¡

Joder

que culito!

T

eniendo en cuenta el grosor de mi polla, será como desvirgarte otra vez. – Rio el viejo.

  • No me folles…

Por favor.

  • Dije entre gemidos, mientras él

seguía lamiendo como si fuera el

mejor manjar. * A ver si te enteras

, pequeño

. Tú eres una zorra. Naciste para ser follado. Y encima lo haces genial, y con tu edad… Vas a ser la mejor de las putas. – Dijo mientras me estremecía al restregar su gran capullo por mi rosado ojete

. – Mírate como mueves el culo

y como buscas mi pollón.

Tristemente tenía razón, mi culo inconscientemente buscaba su enorme polla. Me la fue clavando, despacio para no romperme, aunque yo sentía que iba a desmayarme de dolor. Cuando por fin sentí su b

arriga, apoyada en mi espalda, pude respirar

. Estuvo casi un minuto quieto, diciéndome cerdadas que yo no era capaz a escuchar. Solo intentaba relajar el culo, para que empezase a follarme. Y por fin empezó, y yo empecé a gemir. Gemía c

omo una zorra. No pude evitarlo. Y

me corrí… me corrí sin tocarme. Y el viejo se rio

al sentir como mi culo se estremecía y le apretaba su pollón

, y siguió follándome. Después de correrme mi culo se contrajo y volvió el dolor, y empecé a quejarme y pedirle que parase. Eso pareció excitarle y no paró hasta llenarme bien de lefa.

  • Joder, que follada. Te has portado genial putita. Ahora vístete que son las

diez

. Ten cuidado al salir, que no te vea nadie. – Dicho esto se subió los pantalones y se fue de la habitación.

Yo me fui a los

cinco

minutos chorreando lefa por las piernas. El viejo me había robado los calzoncillos y a mí ni se me ocurrió limpiarme la preñada antes de irme, solo quería irme de allí. Llegué a casa tardísimo, eran las

diez y media

. La bronca fue monumental, y me fui a la cama castigado sin cenar. Y claro, sin ducharme…

Si poder evitarlo mis manos se dirigieron

a buscar la lefa de mi culo y la probé. Me gustó má

s que la lefa de Isaac, con un

sabor mucho más fuerte y potente. Mi cabeza empezó a dar vueltas y más vueltas. ¿Y si era una puta de verdad? ¿

Cómo

podía haber d

isfrutado tanto con un viejo? ¿Me había

violado, o

yo me dejé?… Me dormí llorando

por mi Isaac que me había regalado a un viejo asqueroso, y sobre todo por mis dudas. Me sentía usado… me sentía una puta

… había disfrutado

. Esa tarde me habían roto el culo y el corazón. Mi inocencia de niño se esfumó, huyó de mí y nunca más volvería a verla.

Los dí

as siguientes buscaba a Isaac en el instituto, en los baños,

en la pequeña cantina. M

e paseaba por

delante de

su clase ante las mira

das de sus compañeros

,

extrañados por la presencia de un chico de dos cursos por debajo en su pasillo. El me ignoraba, pero yo insistía y lo seguía, lo observaba de lejos esperando que necesitase usarme.

Nunca le hablaba, s

olo quería que supiese que seguía ahí a pesar de todo. Rezaba para que un día tuviera un calentón y volviese a necesitar mi boca y mi culo. Pero toda esperanza de recuperarle se esfumó el día que lo vi entrar al baño con un chaval un año menor que yo. No me lo podía creer, ya tenía otro… era verdad que yo solo era una puta para él. Me sentí muy tonto, y lloré

. Lloré

como nunca

en mi vida.

Aquel mismo día

salí de casa por la

tarde con una excusa tonta, evitando que mis padres viesen mi cara llorosa. El viejo no se sorprendió cuando abrió la puerta y me encontró allí. Ni me atreví a mirarle la cara, iba en un chándal viejo y zapatillas. Solo pude ver como su pollón daba un bote

dentro de aquella tela vieja y sucia, a

ntes de hacerme pasar con una caricia en la cabeza y echando su gran barriga a un lado.

Ya casi había anochecid

o

y me encontraba en penumbra en el salón, sentado en el sofá de cuero negro y con los gayumbos del poli en mi ma

no. Los tiré con rabia al suelo

y me lamenté de mi vida. Me sentí imbécil

,

pensando que podía

importar

les

a unos tíos que solo me habían usado como una vulgar puta. Seguro que me dijo lo de los gayumbos para que me hiciese ilusiones. Ese tipo de tíos llevaban toda mi vida usándome como una vulgar puta, y yo no aprendía. O no quería aprender.

Fui a la cocina a comer algo, no había ni comido para estar bien limpio y no vomitar en esas pollas que merecían un monumento. Así somos las putas, solo pensamos en los tíos que nos van a follar. En estar disponibles para que nos usen la boca y el culo sin límite. Sentado a oscuras en la cocina, mientras me comía un triste sándwich

,

vi entrar a Jaime. Iba sin camiseta, con el pantalón corto

,

sin gayumbos como siempre, marcando su pollón en relajación. Llevaba el pelo húmedo y lo veía serio, casi cabreado. Parece que el

polvazo

con su mujer

d

el día anterior no había servido para que cambiase el eterno rictus de tristeza de su cara.

En dos años no los había escuchado follar prácticamente, y ni de coña al nivel de la noche anterior. ¿

Igual solo se la folló

porque estaba cachondo después de follarme? ¿

Habría pensado en mi mientras estaba con ella

?...

¡

Joder Alejandro

!

, ya estas fantaseando otra vez con tíos inaccesibles. Toda mi vida repitiendo la misma historia desde Isaac. De repente

Jaime miró hacía mi casa. Solo fueron unos segundos

como queriendo ver si había alguien

observándole

. Me quede qui

eto

con el sándwich en la mano. Espere

muy quiet

o

mientras dejaba algo en el fregadero. Temí que me hubiese visto. Me alivió

ver que se iba

,

y aquella patética imagen de un chico de ojos llorosos comiendo a oscuras

un

triste sándwich

quedaría s

olo en mi recuerdo.

En ese momento, a oscuras y mirando aquel sándwich mordido recapitule como era mi vida. U

na vida triste. Sin relación con mis escasos amigos e ignorado por mis compañeros de trabajo. El sexo es mi

única

vía de escape. Desde

muy

joven mis p

adres intentaron ayudarme ante

mi poca sociabilidad. Lo que no sabían

ellos

es que no tenía amigos porque ser gay y tímido no ayuda

a ser el popular de la

clase

. La relación, por llamarlo de alguna

manera, con Isaac había marcado mi adolescencia. M

i autoestima había quedado tan dañada que la única forma de sentirme útil era dar placer a otros tíos. Tíos que me despreciaban en cuanto se corrían, pero para los que por unos segundos era el centro de su mundo.

Mis padres pagaron

muchas consultas para escuchar esas palabras: falta de autoestima. Los psicólogos me repetían una y otra vez que hasta que no me quisiese a mí mismo, no iba a encontrar a una persona que me tratase bien. Que buscaba tíos cabrones que me tratasen mal, porque pensaba que era lo que me merecía. Otros eran más francos y directamente me decían que era un masoquista con tendencia autodestructiva.

La verdad e

s que no sé

si tienen razón.

Realmente

creo que he nacido para servir a ese tipo de hombres. Ya me lo dijo Is

aac y lo ratifico el conserje aquella

misma tarde. Ese es mi lugar

en el mundo

, así de simple.

Y

además, se me da muy bien. Más de uno de mis psicólogos acabó con un buen empalme des

pués de contarles mis hazañas. Incluso

uno

llegó a echarme de su consulta

después de que le chupase la polla

,

mientras mi madre esperaba en la sala de espera. Mi madre se fue indignada, ante la falta de profesionalidad por darme por perdido después de un mes de tratamiento. Tengo que decir

en su defensa,

que no le hizo mucha gracia que

escupiese su lefa en la foto de

familia que tenía en el escritorio.

Esa noche decidí hacer caso a esos psicólogos, empezaría a quererme. Se h

abía terminado mi vida de puta. N

o me iban a usar más para luego tirarme como una colilla.