El vecino del traje

Cómo mi atractivo vecino me llevó a su casa con la excusa de un ordenador averiado y lo que allí hicimos.

Hola a todos,

Hace ya bastante tiempo, os conté como conocí a mi pareja y como, tras una salvaje follada en Roma, formalizamos nuestra relación. (Ver mi anterior y único relato: “Mi amigo Mario”)

Tres años y medio después de aquello, seguimos siendo una pareja muy unida (espero que para siempre). Las personas que más nos importaban acabaron aceptando nuestra relación, y finalmente nos casamos el 15 de septiembre de 2006. Vivimos una relación absolutamente normal.

Una de las cosas que Mario y yo tenemos clara es que somo jóvenes, (yo tengo ahora 31 y él 36) que tenemos que disfrutar de la vida y que, si alguna vez surje la ocasión de follarse a un tío que nos ponga cachondos, o hacer una buena mamada, pues adelante. No es que estemos todo el día follando con todo el mundo, ni que lo vayamos buscando. Simplemente, si se presenta la ocasión, se aprovecha. No son aventuras duraderas, es un polvo y se acabó. Luego, nos contamos el uno al otro lo ocurrido y nos ponemos tan calientes que acabamos follando como locos.

Decir que, en estos años, ha ocurrido muy pocas veces que hayamos tenido relaciones con otros hombres. Sobre todo él. Y es que mi marido sigue teniendo un cuerpo de Dios que levanta pasiones ...

Hoy os voy a contar lo que me ocurrió hace justo una semana, el domingo pasado.

Vivimos en un edificio inmenso, de más de 300 pisos. Por lo que conocemos a los vecinos de al lado, a los del frente y a pocos más. Pero había uno que me llamaba especialmente la atención. Era un chico de unos 35-36 años, moreno, muy atractivo, siempre sonriente, de complexión atlética y unas manos muy muy masculinas. Además, siempre que me lo he tropezado iba o venía del trabajo, e iba con traje. Y es que, a mi, los tíos con traje me ponen a mil!!. Ahora sé que se llama Adrián.

El sábado pasado fuí al super a hacer la compra de la semana, y me encontré con Adrián en la cola de caja. Nos saludamos con un apretón de manos que, francamente, me puso un poco cachondo. Estuvimos hablando de todo un poco; del tiempo tan caluroso, de las vacaciones de verano, etc...

Entonces, me sorprendió preguntándome si yo trabajaba en una empresa informática, a lo que respondí afirmativamente, mostrando curiosidad acerca de como lo había averigüado. Resulta que había comentado con el portero del edificio que su ordenador le estaba dando muchos problemas, y éste le comento que quizás yo podría ayudarle.

Le dije que por supuesto, que sin ningún problema podíamos quedar al día siguiente después de comer. El insistió en invitarme a comer en un restaurante del paseo marítimo “por las molestias”, y luego ir a su casa a mirar el ordenador. Mario no estaría en casa en el fin de semana, así que acepté.

Al día siguiente, me llamó al móvil y quedamos abajo en el portal. Yo me puse unos vaqueros y una camiseta cualquiera, pero él iba mucho más elegante. Llevaba unos pantalones “chinos” y una camisa de lino blanca. Esa ropa remarcaba el moreno de su piel, y todo un cuerpazo. Durante la comida, Adrián me estuvo comentando por encima el problema que tenía con el ordenador y, por lo que me contaba, tenía toda la pinta de tener un virus. Me dijo que él también lo había pensado, pero tenía muchos archivos que no quería borrar y no sabía como hacer. Entonces, un poco sonrojado, me dijo que le daba algo de vergüenza que viese su ordenador, ya que tenía varios archivos “comprometidos” y que esperaba que no me molestasen. Pensé en lo habéis pensado todos: porno, porno y más porno.

Le dije que no se preocupara, que yo ya estaba curado de espanto y que mis labios estaban sellados, pues a nadie lo importa lo que cada uno hace de puertas para adentro.

Parece que se quedó algo más tranquilo, y seguimos conversando de otras cosas. Al terminar de comer, nos fuimos para su casa.

Vivía sólo (primera sorpresa, yo lo hacía casado). Su  apartamento era igual de grande que el mío, y la distribución era parecida. El simple hecho de estar dentro de su casa, a solas con él, me estremecía un poco (y me excitaba un poco también). Fuimos a la sala donde tenía el ordenador y lo encendí. Iba bastante lento y, nada más conectar a internet, no paraban de saltar ventanas de publicidad.

Le dije que era necesario formatearlo todo, así que lo mejor sería guardar en DVDs todo lo que quisiera conservar. Me contestó que tenía un disco duro externo, y que quizás era mejor guardarlo todo hay, ya que tenía un montón de películas.

A estas alturas, podéis imaginar que las películas que tenía eran de temática gay. Y realmente tenía un montón. El permaneció en silencio, y yo empecé a pensar en cosas que no me cuadraban demasiado. Si había hablado con el portero del edificio sobre mi, posiblemete supiera que yo soy gay, por lo que no entendía aquello que me dijo de que me pudiera “molestar” el contenido de su ordenador. Por otra parte, si tenía el emule para bajar películas, discos duros externos, etc. ¿no sabía quitar del ordenador lo que no quisiera que yo viese?, o acaso era aquella su intención: que yo viese el porno gay, sabiendo que yo lo soy.

Y así que allí estaba yo. Excitado y a solas en su casa con un tío buenísimo del cual sabía a ciencia cierta que era gay y que, muy posiblemente, me había llevado a su casa para mostrarme que el lo era y que le molaba el porno.

Ví que tenía varias peliculas del “men at play” y le dije:

Eh! Yo también estoy subscrito a esta página! Me encantan estos tíos. ¿Que?-contestó él con, ahora si, fingida sorpresa- No sabía que tu, bueno, ya sabes... ¿En serio? -contesté- Para mí si que ha sido una verdadera sorpresa... ¿Agradable? Por supuesto. No lo sabes bien.

Mi corazón latía a mil por hora. Estaba sorprendido por mi propia reacción y, a la vez, veía la situación bastante clara. En ese momento pensé en Mario, en qué haría el en mi lugar, y en seguida supe que haría: follárselo.

Seleccioné todas las películas para pasarlas al disco duro, y le advertí que tardaría un rato bastante largo. “Mucho porno” bromeé. Me dijo que podíamos ver la tele mientras y, con toda la intención del mundo, le pregunté si tenía alguna buena película para ver. Me mostró un estante donde había todo tipo de películas, entre ellas varias porno, y elegí una de Private. “Desperate Husband” se llamaba. Ya la había visto antes, y salían uno tíos bastante cachondos.

Trajo un par de cervezas y nos recostamos en el sofá, uno junto al otro, para ver la película. Mi excitación aumentaba por momentos, puesto que ya me imaginaba lo que iba a pasar.

A los cinco minutos de empezar la película, ya estábamos los dos empalmadísimos y  nos mirábamos de reojo. Y me lancé. Puse mi mano en su pierna derecha y empecé a acariciarla. Le pregunté si le molestaba y, a modo de respuesta, agarró mi mano y la puso encima de su durísimo paquete. Empecé a apretarlo, y se notaba que debajo de la tela del pantalón había mucho material por descubrir.

Estuve un par de minutos palpando y amasando su durísima polla, hasta que le bajé la bragueta y le saqué su enorme falo que estaba completamente tieso. Debía medir unos 18-20cm. Que pollón! Apreté su capullo con una mano, mientras que con la otra acariciaba el resto del miembro.

Unas gotas de pre-semen y un par de escupitajos que me eché en la mano, me sirvieron de lubricante para empezar a pajearlo. A esas alturas, tuve que esfrozarme para no correrme encima debido a la grandísima excitación del momento. Saque sus huevos por la bragueta, y los acariciaba a medida que lo iba pajeando. Eran enormes y completamente redondos. La boca se me hacía agua, y sus gemidos me ponían más cachondo todavía.

Y ahí estaba yo, haciéndole una fenomenal paja al vecino del traje en el sofá de su casa. Dando placer a un formidable macho mientras veíamos una película porno donde unos tíos buenísimos se follaban sin piedad.

En un determinado momento, empecé a besarle el cuello y las orejas mientras no paraba de pajearlo. Ahogué sus gemidos con mi boca, besandonos salvajemente mientras él palpaba mi paquete, mezclando nuestras lenguas como sólo dos hombres pueden hacerlo. Nervioso por la excitación, Adrián bajó la cremallera de mi vaquero y saco mi polla, que estaba a punto de reventar. Tanto que hasta me dolía. En un movimiento inesperado, se metió mi polla en la boca y la chupó desesperadamente.

Para, que me voy a correr!- le dije No! Quiero tu leche ahora, por favor! - contestó con voz lujuriosa

Me puse de pié, y el se quedó sentado en el sofá. Me desaborchó el cinturón y casi me arrancó el vaquero. Con una mano apretaba mis huevos mientras me chupaba anhelosamente la polla, y con la otra hurgaba en el agujero de mi culo, que palpitaba de gusto.

Empecé a gemir cada vez más fuerte, mi corrida era inminente y así se lo hice saber. Aceleró el ritmo de su mamada y hundió sus dedos hasta el fondo de mi culo. Me agarré fuerte a sus musculados brazos para no caerme, pues mi rodillas flaquearon a la vez que me corría entre un desgarrador grito producido por un brutal orgasmo.

Permanecimos abrazados unos minutos, mientras nos besábamos tiernamente. Al acariciar su cuerpo, pude comprobar que él seguía empalmado, así que decidí solucionarlo. Me arrodillé y empecé a darle una soberbia mamada, esmerándome al máximo para agradecerle el excepcional orgasmo que me había provocado minutos atrás.

Usé su misma técnica: hundí un par de dedos en su culo mientras mamaba su polla y la pajeaba con la otra mano. El acariciaba mi cabeza, y la apretaba contra su polla. Cuando llegó su momento, me dijo que quería correrse en mi cara, así que, mientras apretaba sus huevos, empecé a restregar su miembro contra mi cara, lamiendo su glande morado. Me agarró fuerte por el pelo, y empezó a restregar con fuerza su polla contra mi cara, a la vez que se corría y gemía escandalosamente. Pude sentir su polla latiendo, el calor que desprendía su cuerpo, y la caliente humedad de su leche recorriendo mi cara.

Finalmente nos abrazamos y, de nuevo, nos envolvimos en tiernos besos. En la película, los protagonistas follaban desesperadamente en el salón. Ambos reímos.

Adríán me sugirió darnos una ducha. Entre el calor y todo el ejercicio que habíamos hecho, estábamos sudando como perros. Estuvimos en la ducha por lo menos media hora. Nos enjabonamos el uno al otro y permanecimos abrazados un buen rato bajo el agua. Podía sentir la fuerza de su cuerpo, el calor que desprendía, su aroma a macho.

Susurrando, le dije al oido: Quiero follarte Lo deseo con todas mis fuerzas, y desde hace mucho tiempo -me contestó-

Fuimos a su habitación, y le pedí algo “especial”: que se pusiera un traje. Me miró entre extrañado y divertido. No eres el único que deseaba este momento -le dije-

Yo me fuí al salón, mientras Adrián se vestía. En ese momento, decidí llamar a Mario, a ver que estaba haciendo y para contarle lo que estaba pasando (me sentía un poquito culpable).

Mario estaba en Madrid, haciendo un cursillo de “reciclaje” de la empresa. Me preguntó que era lo que me pasaba, que me encontraba la voz acelerada.

Le conté que me había enrollado con el vecino del 8º, y que estaba en su casa. “¡El del traje!” - exclamó Mario- “y con lo bueno que está!. Que suerte tienes, cabronazo!”. Oir que se alegraba por mí me animó, y le dije que me sentía un poco culpable. “Estás loco!. No puedes desaprovechar a un tío así! Mira que voy y me lo tiro yo!” Eso me animó definitivamente para seguir adelante. Me despedí de Mario, con la promesa de contarle con pelos y señales todo lo que habíamos hecho, y con la promesa por su parte de follar como locos rememorando mi experiencia con el vecino.

Mi conversación con mi marido me había puesto la polla dura y, para rematar, hico acto de aparición Adrián, con traje y maletín incluido.

Me levanté y lo atraje hacia su cama tirando de su corbata. Me senté en la cama y empecé a cariciar su polla, que ya estaba dura, por encima del pantalón. Le desaobroché el pantalón, y se lo quité dejándole los zapatos y los calcetines. De la parte de arriba, le dejé la camisa y la corbata. Quería follármelo así, viendo la imagen que me calentaba cada vez que lo veía, cara a cara, viendo su cara retorcerse de placer.

Empezamos a besarnos apasionadamente. Sacó condones y lubricante de la mesilla de noche (el vecinito estaba preparado) y nos pusímos al lío. Le puse las piernas encime de mis hombros, le lubriquéel agujero, la punta de mi polla, y empecé a introducirla poco a poco, con suavidad. Hubo un poco de resistencia, pero no tanta como yo esperaba. Ël cerraba los ojos y apretaba los dientes. El verlo ahí, a “mi merced”, me ponía aún más cachondo.

Empecé a meterla y sacarla muy despacio al principio, pero después fuí aumentando el ritmo a medida que aumentaba mi calentura. Adrián separó las pernas al máximo, y yo me incliné para besarlo. De nuevo, nuestras lenguas se unieron y nos lamimos como perros, llevados por la calentura del momento. Nos movíamos frenéticamente, como animales guiados por el instinto. Gemíamos casi a la par.

En el momento que noté que me corría, me abracé fuértemente a el, hundiendo mi lengua en lo más hondo se su garganta. Noté su apretado culo alrededor de mi palpitante polla, que lanzaba trallazos de semen sin parar.

Dios! Vaya tarde de domingo!. Permanecimos un rato descansando en la cama, con el aire acondicionado a tope. Poco a poco, nuestra agitada respiración se fué calmando y empezamos a hablar.

Me confesó que lo del ordenador había sido una excusa para tantear el terreno, puesto que estaba al tanto de  que yo era gay y que estaba casado, por lo que no sabía hasta donde podía llegar la cosa. También me dijo que le atraía desde hace mucho pero que, ni por asomo, pensaba que llegaríamos hasta donde lo habíamos hecho esa tarde.

Yo le conté la excelente relación que mantenía con Mario, y de aquel “acuerdo” de follarse a quien nos diese la gana a condición de no ocultarnos nada. También le confesé que me ponía muy cachondo cuando lo veía, y que anhelaba desde hace tiempo tener sexo con el.

De nuevo nos duchamos y salimos a cenar (nos habíamos pasado la tarde entre abrazos, besos, folladas y mamadas) y a la luz de las velas de un pequeño restaurante cercano al mercadp de La Boquería,  hablamos de las vueltas que dá la vida.

Y es que es así. ¿Quien me iba a decir a mí que mi amigo Mario, “heterosexual”, se convertiría algún día en mi marido?, y ¿quien me iba a decir que iba a tener a mi merced para follar, mamar y besar al vecino “del traje” que tantas veces me había calentado con su elegante porte?.

Hasta aquí queda mi relato de hoy. A ver si me animo y cuento como recreamos Mario y yo mi encuentro con Adrián.

Hasta pronto!