El vecino del 4º
Así que llegué a casa llena de dudas y de incertidumbres, sabiendo que si aceptaba la invitación de Rubén podría crearle cierta confusión y sin embargo por otra parte estaba el echo que no me desagradaba estar con él.
Muy buenas de nuevo chic@s aquí les dejo mi siguiente historia de mi vida sexual. Sigan comentando, se lo agradezco mucho.
Después aquella experiencia con Juan en medio de una clase de Natural, repetimos varias veces, esta vez en mi casa o en la habitación de su residencia. Poco a poco, me di cuenta que me sentía genial y bastante completa con él, no solo era mi confidente y consejero, si no que era a la vez un amante eficaz y complaciente como ninguno. Sin poder evitarlo me pillé por él, por su sonrisa y sus gestos y dejé de salir de caza o intentar nada. Él hizo lo mismo. Después de un mes y medio a rollos decidimos salir en serio. Era el primer chico con el que salía y parecía ir todo muy bien.
Pasaron los días, las semanas y los meses y cuando quisimos darnos cuenta ya estábamos en Mayo a puntito de enfrascarnos de lleno en los exámenes finales. Yo entre estudio, clases y quedar con Juan, sacaba un ratito para trabajar. La verdad es que iba fatal de dinero, cierto es que salía cada vez menos con eso de los exámenes a la vuelta de la esquina, pero con las cenas y sesiones de cine que me pegaba con Juan se me iba el dinero volando. Así que había decidido conseguir dinero y tras echar unos cuantos curriculums vacíos de experiencia laboral, porque jamás había trabajado aún. Me llamaron los de AVÓN. Me cogieron y la verdad es que el trabajo aquel me venía como anillo al dedo, trabajaba las horas y las veces que me diese la gana o tuviese tiempo. Solo tenía que hacer un pedido mensual, repartir los productos a los clientes, pagar el envío y recibir un tanto por ciento. No era mucho, pero tampoco podía pedir peras al olmo, ¿no?
Aquel lunes 24 mayo, aprovechando que no tenía ninguna clase de mucha importancia , que iría con Sara y Clara a las 3 de la tarde a la biblioteca y vería a Juan al salir de esta: decidí empezar con mi nuevo curro. Era comercial, por lo que mi manera de vestir contaría mucho. Decidí vestirme elegante con unos vaqueros pitillo oscuros, una camisa verde sin mangas ajustada que dejaba ver en su escote en forma de V mi canalillo. Me maquillé de manera sutil, tampoco quería parecer una fresca. No iba de fiesta sino a trabajar. Me calcé con unos tacones, metí en mi bolso las muestras de los productos y las revistas que debería de dejar a los posibles clientes para que se decidiesen a comprar algo. Cogí una chaquetita negra fina, porque hacía mucho calor ese día pero me parecía excesivo ir solo con la camisa y salí de casa muy contenta. La verdad es que no tenía muchas ganas de andar por lo que dije que ese día haría la ronda en mi propio bloque de vecinos. Yo vivía en el primero, iría al segundo, luego al tercero y por último el 4º.
Y eso fue lo que hice pero cuando llegué a la planta tercera, después de que los vecinos del segundo: dos me cerrasen la puerta en las narices al oír decirme que era de AVÓN, una ni si quiera se molestó en abrir y el último me dijo que él no necesitaba eso, me sentía muy frustrada, la verdad era que vender no se me estaba dando muy bien. No era tan fácil como parecía en un principio. Pero me dije que era mi primer día y que si estaba desanimada ya, pues bien empezábamos. Decidí continuar. De nuevo hubo gente que me cerró la puerta y otra que no estaba o parecía que no quería estar, al final una vecina del tercero se animó a cogerme una de las revistas y prometió echarle un ojo, la dije que me pasaría a tomar nota si al final pedía algo y recoger la revista el miércoles a esa misma hora. Bueno, una posible cliente, ahora un poco más contenta subí al cuarto piso. Como en los pisos anteriores comencé por el A, en el que nadie me abrió, llamé después en el B en el que el señor que me abrió me dijo que su mujer no estaba y que volviese otro día o un poco más tarde y entonces llamé al C.
Esta vez me abrió un chico joven que estaba luchando por todos los medios porque su gato no saliese corriendo pasillo adelante, cuando lo cogió en brazos y lo calmó con su voz: se me quedó mirando. Yo que miraba encantada al precioso gato blanco que con sus ojos rasgados me miraba de forma señorial, pero enseguida recordé que hacía allí y se lo comenté al vecino. Este divertido me dijo que miraría el catálogo pero que seguramente no cogiese nada. Le tendí una de las revistas que él abrió y ojeo por encima. El gato se revolvía de nuevo queriendo escapar de sus brazos y corretear libremente.
- ¿Por qué no pasas?- me preguntó al no poder retener por más tiempo en brazos a ese revoltoso animal.
Sin saber por qué acepté encantada. Me abrió un poco más la puerta y yo pasé. Me guió hasta el salón. Que era un poco pequeño, pero muy acogedor: había un sofá cubierto con una funda, seguramente para que el gatito no dejase sus pelos por todas partes, una mesa con un ordenador, una tele pequeñita y una mesita para poner los periódicos y demás. Él chico no paraba de hablar, me hablaba de todo. En muy poco tiempo me sabía su vida al completo. Se llamaba Rubén, 32 años, no era de aquí sino de Valencia, había venido por trabajo pero ya no tenía, dentro de muy poco volvería a su tierra. Había estudiado también derecho y que incluso también había sido comercial, me dijo que me entendía y que aquello era un poco complicado. Hablamos un poco de lo mal educada que era la gente y luego se dió un incómodo silencio. Su gato pasó entre mis piernas frotándose con cariño, me agaché para acariciarlo y Rubén me dijo con pena que no sabía que haría con él. Lo había recogido de la calle cuando era muy pequeño para darle compañía y ahora iba a volver a Valencia y no podría llevarle. Me preguntó si no me gustaría quedarme con él. Le miré y sonreí.
Me encantaría, pero soy alérgica a los gatos. Si paso mucho tiempo cerca de ellos me pongo fatal.
Que pena.
Luego me enseñó su terraza. Que era enorme y donde se podía ver la mayoría de los edificios de la ciudad.
- Para tomar el sol es genial.- dije divertida paseándome por la terraza y admirando su tamaño.
El rió y me dijo que si quería subir a tomar el sol allí podría hacerlo siempre que quisiese, me incomodó un poco ese comentario y cambié de tema. Miré la hora y me di cuenta que llevaba en casa de Rubén más de media hora. Estaba perdiendo mi tiempo y decidí que era buena hora para continuar. Él parecía triste y me dio su número de teléfono que no sé porque acepté y me dijo que si quería pasarme alguna noche por su casa para charlar, que no dudase en ir.
Cuando salí del piso de Rubén me quedé un rato analizando la situación y empecé a sospechar que ese chico quería algo más. Lo que más me inquietó es que a pesar de que estaba Juan por medio aquella situación no me desagradaba. Yo y los vecinos me dije pensando por un breve instante en Sergio.
No comenté con nadie el encuentro con el vecino del 4ºC. No quería dar más importancia a algo que no debería ni si quiera pensar pero la verdad era que aquella tarde en la biblio no pude dejar de pensar en la propuesta de visitas nocturnas al piso del vecino. Incluso cuando quedé con Juan no dejaba de pensar en ello.
Así que llegué a casa llena de dudas y de incertidumbres, sabiendo que si aceptaba la invitación de Rubén podría crearle cierta confusión y sin embargo por otra parte estaba el echo que no me desagradaba estar con él. A las doce de la noche me decidí y le mandé un sms a Rubén para saber si podría subir. Mi plan era ir a hablar, sin crear situaciones extrañas o comprometidas pues estaba Juan por medio y no era mi intención hacerle daño. Le quería me repetía una y otra vez mientras subía con el ascensor, cuando me llamó para decirme que siempre que quisiera su casa estaba abierta para mi. Cuando llamé a la puerta me pregunté qué hacía allí y a punto estuve de dar media vuelta cuando Rubén abrió la puerta con el gato de nuevo en brazos. Al ver su sonrisa me repetí que aquello no hacía mal a nadie. Estaba conociendo a una persona, tan solo eso. No me iba a acostar con ella ni nada. Solo hablar. Solo hablar, me dije pasando por el hueco de la puerta y dirigiéndome al salón.
Rubén se sentó a mi lado. Ni muy cerca ni muy lejos, eso me alivió. Comenzamos a hablar de cosas sin importancia, conociéndonos un poco más. No sé porque pero me estaba encontrando de nuevo agusto allí, con él y su sonrisa de oreja a oreja que hacía que me olvidase de todo lo demás. Incluso de Juan, al cual...a media historia de mi vida aún no había mencionado a mi vecino. No sabría decir por qué pero no me parecía importante.
- Mira- me dijo cogiéndome la mano y llevándome a la terraza de nuevo. Me señaló el cielo y miré asombrada al montón de estrellas que se veían desde allí. Era absolutamente precioso. Noté como él estaba cada vez más cerca de mi. Notaba su cuerpo ya a pocos centímetros del mío, le miré y él hizo lo mismo. Me volvió a coger de la mano, esta vez más delicadamente. Y aunque sabía lo que iba a pasar, no hice nada por impedirlo. Mi vecino me besó. Me besó y mi mente dejó de pensar en Juan, en mi carrera y en todo. Me abandoné a ese beso y respondí a él acercándolo más a mi cuerpo. Tenía que admitir que aquello me había puesto burra.
Me llevó de nuevo hacía el salón y volvió besarme, mientras sus manos me quitaban con ansiedad la camiseta que llevaba ahora. La arrojó hacía uno de los sofás y admiró lo que sus ojos veían, me lancé a su cuello mientras él tocaba mis pechos por encima el sujetador. Le quité la camiseta del pijama a él también porque me estaba estorbando, quería tocar su piel. Lo deseaba con todas las fuerzas. Nos separamos un momento simplemente para analizarnos mutuamente, después nos lanzamos de nuevo en busca de los labios del otro. Nos besábamos con fuerza con verdadera ansiedad, sabiendo que aquello estaba fuera de lugar. Para mi hasta incluso prohibido, igual él tenía también una novia que ignoraba que ahora mismo estaba siendo engañada. Dejé de pensar en eso, lo hecho estaba hecho. No valdría de nada parar aquello. Había besado a mi vecino, Juan ya había sido engañado. Además no podía. No era capad de parar aquello. Estaba fuera de mi.
Sus manos me quitaron el sujetador para poder tocar libremente mis pechos, su boca empezó a besarme el cuello y siguió bajando suavemente hacía mis pechos, mis pezones. Mi mano jugaba con el elástico de su pantalón, haciendo que mi vecino gimiese cada vez que hacía el amago de meter la mano. Nos miramos de nuevo a los ojos, ya no había rastro alguno de esa amabilidad solo brillaba la lujuria y el deseo en ellos, eso me puso aún más y metí por fin la mano dentro de sus pantalones y toqué su paquete, duro, caliente y palpitante por encima de los boxer. Detuvo un poco su sesión de besos que me estaba dando, para disfrutar un poco de mis caricias. Me tocó el culo y lo estrujó, me comenzó a arrastrar hacía el sofá. Con un poco de violencia, que para nada me disgustó o me hizo parar, me empujó hacía el sofá haciéndome que me sentase al caer. Se quitó los pantalones y se lanzó hacía mi. Nos tumbamos en el sofá. Él encima mio. No parábamos de acariciarnos y de descubrir el cuerpo del otro. De llenarnos de besos y mordisquitos juguetones. Entonces su mano descendió a mi necesitado sexo que pedía ser tocado ya mismo. Lo acarició por encima de los leggins finos que llevaba y a pesar que llevaba un tanga, estaba segura que podía notar mi tremenda humedad. Sonrió al comprobar lo bien que estaba haciendo las cosas conmigo y metió la mano dentro de pantalón y haciendo a un lado el tanga me comenzó a masturbar. Mis caderas le acompañaban con el movimiento de sus dedos dentro de mi coño. Gemí. El gato se había quedado en una esquina mirándonos extrañado de lo que estábamos haciendo. Me reí ante la mirada del animal y mi vecino me acompañó al caer en cuenta de que me reía. Pero en seguida olvidamos esto al volver a mirarnos a los ojos. Él me beso de nuevo mientras notaba como metía un nuevo dedo dentro de mí. Le atraje más hacía mi cuerpo. Mis caderas buscaron sus dedos, no quería dejar de sentir aquello. Mis manos volvían a estar acariciando su paquete. Cada vez estaba más duro y más caliente. Quería verlo. Quería tocar su falo. Sentir su calor. Piel con piel. Me deshice de sus caricias y me lancé hacía su paquete, le bajé los boxers y me quedé muda de asombro al ver pedazo de carne. Era grande y gruesa. Un suculento bocado que no iba a desaprovechar. Mi mano empezó a pajearle, el se recostó en el sofá y se abandonó a mis caricias. Con una mano le pajeaba, mientras con la otra le acariciaba los testículos. Vi como había cerrado los ojos, me agaché y besé su glande. Él gimió y me pidió que no dejase de hacer eso, que no me parase. Mi lengua empezó a recorrer toda su polla y descendió hasta lamer sus huevos también. Volví a subir y metí esa tremenda tranca en mi boca, pero no me cabía entera así que la chupaba y la pajeaba al mismo tiempo, sin dejarle de acariciar los huevos. En un momento dado, me hizo levantarme y volviéndome a besar con esa pasión desmedida y tumbándome de nuevo en el sofá me quitó por fin los leggins y el tanga de una sola vez. Y se lanzó a devorar mi cuerpo. Sus manos me acariciaban entera. Los pechos, la tripa, las caderas. Me abrí de piernas y él sin hacerse de rogar colocó su polla a la entrada de mi coño, empujó un poco y de una sola vez me la metió. Ahogué un grito. Era demasiado grande para mí. La notaba, notaba como me llenaba por completo. Mi vecino no se detuvo y comenzó a moverse, su polla que al principio me había hecho daño, ahora estaba dándome un placer exquisito. No dejaba de jadear y de correrme una detrás de otra. Le pedí que quería cambiar de posición y le pedí que se sentase para que yo le cabalgase. Siempre me había parecido muy sensual esta postura. Él accedió y cuando estuvo sentado yo me coloqué a ahorcajadas encima de él y cogiendo su polla, busqué la entrada de mi coño:
- Metetela de una sola vez- me pidió.
Y eso hice, volví a sentir ese calor que desprendía su polla abriéndose paso dentro de mi, un dolor que me cortaba la respiración. Pero que pronto se convertiría en un intenso placer. Me empecé a mover de arriba a abajo despacio, alguna vez lo hacía en círculos. Mi vecino con visión perfecta a mis pechos no les quitaba el ojo. Me tocó uno y me retorció el pezón. Grité y me moví más deprisa. Él apoyó sus manos ahora en mis caderas y me ayudaba en el movimiento. Nos mirábamos a los ojos y sonreía con satisfacción cuando notaba que me corría de nuevo. Era un no parar. Cuando creí que no podría más me hizo levantarme y me colocó a cuatro encima del sofá. Se puso detrás de mi y sin miramientos me la metió de un solo golpe. Cerré los ojos esta vez me había dolido aún más que las anteriores veces, notaba su polla que llenaba todo mi hueco, tenía la impresión que me iba a traspasar. Rubén me follaba fuerte, muy fuerte. A cada embestida le acompañaba un grito de dolor al notar su polla me llenaba por completo. Cerré un poco las piernas para sentirla aún más y mi vecino al notar más el contacto con las paredes de mi vagina aumentó sus embestidas. No paró hasta que se corrió dentro de mi. Desplomándonos los dos sobre el sofá. Agotados. Llenos de sudor por el calor de la noche y el ejercicio que habíamos hecho. Me besó el hombro y desapareció para ir al baño. Yo me quedé tumbada intentando recuperarme del todo. El gato seguía mirándome interrogante en la misma esquina que antes. Parecía querer preguntarme ¿qué has hecho Lucía? Y de pronto...me sentí mal. Por primera vez en la noche me sentí mal por Juan. Había sido una egoísta. Me levanté con lentitud y comencé a vestirme. Cuando mi vecino salió del baño me despedí de él diciendo que era muy tarde ya y que mañana tenía que madrugar. Me marché de allí dándole dos besos y prometiendo que volveríamos a repetir. Y la verdad era que ya lo estaba deseando. Por lo que me sentí peor persona que antes.
Aquella noche la pasé en vela, intentando poner en orden mis ideas. A la mañana siguiente conté todo a Juan y él, como era de esperar me dejó. Dejamos de ser amigos y aunque me dolió, la verdad es que por las noches cuando acudía rauda y veloz a la casa de mi vecinito todo se me olvidaba. Sintiéndome completa cuando esa polla me follaba.