El vecino de gudy

Un maduro y un chico en un encuentro vecinal...

EL VECINO DE GUDY

El barrio era un lugar con muchos baldíos todavía . Era una zona casi de campo. Una mezcla de quintas y casas comunes, bajas, sin edificios.

Era un lugar de ensueño. Muchos frutales, verde, árboles altos por doquier.

Los vecinos del lugar eran casi de a cuadras. Justo en la casa de Gudy habían llegado hacía unos años la familia con chicos, dos, un varón y un niña.

Gudy era un hombre adulto ya, separado, pero que había formado otra pareja con Melisa, una señora que trabajaba de enfermera en el hospital de la zona. No tenían hijos, al menos nunca se les oyó hablar de ellos.

Gudy siempre estaba en su quinta. Era frondosa y verde. Olía muy bien por las mañanas.  Perfumaba el barrio. Su terreno era inmenso. Rodeado de un tapial de casi dos metros de altura. Siempre se oían las voces de los vecinos. Los chicos correteando. Jugando. Así fueron creciendo.

Gudy en la quinta se pasaba horas. Le gustaba el olor a tierra fresca. Su pareja estaba mucho tiempo fuera de la casa. Tenía diversos turnos. Entonces por eso estaba gran parte del día y a veces en la noche Gudy estaba solo.

Los días de calor se acercaban. El bullicio de los vecinos jugando a la pelota y todo eso era bastante molesto, pero a Gudy, eso no le inquietaba.

La pelota mas de una vez saltaba por sobre el tapial y se asomaba Pilín como le decían al joven muchachito, vecino de Gudy.

__¡Hola Gudy, perdona, me alcanzas la pelota!

__¡Pilín baja de ahí!__ gritaba la madre

__¡No pasa nada mujer!__ decía en un grito Gudy, mientras buscaba la pelota entre las hortalizas y se la tiraba al chico.

__¡No me rompas las verduras, porque te las hare plantar a ti!!__ gritó el hombre

__¡Cuando quieres!__ dijo Pilín

__¿Que,   te gusta la quinta?

__¡Porque no!¡Me gustaría aprender como se hace!__ dijo el chico y bajo del tapial.

Gudy quedó pensativo y se sonrió.

Pasaron los días siempre soleados.  Gudy arrancaba con sus tareas generalmente temprano. Luego hacía algunos mandados en el almacén de Ruiz y se ponía a cocinar. No solía dormir siesta, escuchaba radio todo el tiempo. Era su compañía.

Andaba todo el tiempo en casa con unos calzoncillos floreados tipo bóxer, grandes, total nadie lo veía, pensaba el. Así que no tenía mayor problema. Su musculoso cuerpo, aún estaba bien conservado. Brazos fuertes, pecho ancho, un poco de vello alrededor de las tetillas que se notaban gruesas y rudas. La cabellera del hombre abundante, una babilla sin afeitar de unos cuantos días, ojos rapaces , vivos, fogosos. Sus manos era largas y los dedos bastante gruesos. En fin un hombre de buen porte a pesar de que su edad rondaría, quizá, en mas de cincuenta.

A  veces se tiraba alrededor de la pileta que se había colocado hacia un par de años. Siempre hacía cosas en su casa, la mayoría las construía el. De eso había vivido durante toda su vida y ahora se había retirado, luego de haber recibido una herencia de un familiar que lo había nombrado como único heredero. Así que no tenía ninguna urgencia de trabajar y su esposa lo hacía porque le encantaba lo que realizaba, no por necesidad.

Un día de tantos se asomó Pilín por sobre el tapial.

__¡Hola Gudy!

__¿Como estas?__ dijo el hombre secándose el sudor de la frente.

__¿Puedo ir a ver que haces?

__¡Claro!

__¡Pilín baja de ahí!__ gritó la madre.

__¡No te preocupes, déjalo que quiere venir!!__ gritó del otro lado Gudy. Pilín dio un salto ágil y estuvo del otro lado al instante.

__¡Eres un gato!__ se rió Gudy mientras se apoyaba en la azada con la que removía tierra. Pilín se acercó al hombre y notó en seguida que estaba con los calzoncillos puestos. La remera del hombre estaba completamente mojada. Le observó las piernas fibrosas, musculosas.

__¿Juegas al fútbol?__ preguntó el chico

__¡Noo, a que viene eso!!

__¡Por tus piernas, se ven fuertes!

__¡Alguna vez jugué, pero hace años que ya no!

__¡Ahora haces quinta!

__¡Claro, porque no, es entretenido!!

__¡Hace calor!__ comentó Pilín

__¡Si, tienes razón, esta bravo!!__ dijo Gudy sacándose su remera y mostrando su pecho. Las gotas de sudor le caían en catarata. Brillaban sus pezones al sol, aunque estaban en la sombra de uno de los árboles de Gudy. Pilín miraba con cierta cara de deseo. Gudy se dio cuenta de ello.

Aquel muchachito era de rostro bello. Ojos azules profundos. Labios finos y muy rojos, la cara se le ponía colorada en seguida, como arrebolado. Tal vez caliente pensó, el hombre, con las hormonas que se revolucionaban.

__¡Ven toma la azada!__ dijo con voz grave y varonil impostada. El chico tomó el palo. Gudy se coloco detrás. Eran cuatro manos en un momento. Inclinado el cuerpo de Pilín, sintió el roce de un garrote fuerte y en despliegue. Se conmocionó sintiendo la urgente virilidad sobre su traserito caliente.

__¡Veras que no es difícil, solo inclínate un poco más!__ sugirió el hombre llegando con su aliento ardiente al oído del muchachito que se entusiasmaba con aquel ejercicio. Se inclinó un poco mas y chocó con la roca que tenía aún guardada en el calzoncillo aquel macho que lo arrebolada. Sentía sus mejillas arder de fiebre y deseo.

Están así, durante un tiempo, que el chico disfruta, siente el roce de aquella manguera que lo subyuga y lo envuelve en una telaraña de deseo y locura.

A Gudy le remueven los recuerdos de jovencito con aquel profesor de historia de bigotes anchos y cara masculina, al cual le encantaban los jóvenes, como era el en aquel entonces.

__¡Gudy, Pilín está ahí!!__ se escucho el grito de la madre del chico

__¡Sí!__ grito el separándose un poco del joven.

__¿No te molesta?

__¡No mujer tranquila__ la voz se calló quedándose conforme. Pilín sonrió y vio como el sudor chorreaba  y caía abundantemente por la piel semi quemada por el sol . Vio las hermosas tetillas erguidas, sintió que su entrepierna vibraba. Se conmovía ante la sola presencia de aquel macho.

__¡Vamos hasta el galpón a guardar estas herramientas!¡Hace mucho calor!¿Quieres tomar algo?__ el joven lo siguió a distancia, mirando bien de cerca el porte de aquel hombre que lo volvía loco.

Gudy iba con las herramientas en el hombro. Entraron al galpón que estaba en perfecto orden. Nada tirado. Todo en su lugar

__¡Que orden!__ exclamó el chico

__¡Sí me gusta tener todo ordenado, es un vicio!__ encontró un trapo y se arrimó a una batea que había cerca y empezó a limpiar las herramientas abriendo el grifo, sacando perfectamente el barro en cada una de ellas. Pilín miraba como el bulto que aún no se había desinflado se movía en su calzoncillo.

Luego se movió hasta una repisa y alzo sus pies en punta para acomodar las limpias herramientas. Pilín no pudo resistir y se acercó al hombre. Acarició por sobre la tela y la víbora se sacudió.

__¡Pensé que no lo ibas  a hacer nunca!!__ suspiró Gudy. El chico bajó el calzoncillo que se fue al piso de inmediato. Las gotas de sudor caían y el olor a macho lo envolvió por completo. La roca endurecida vibró en la mano del joven. Era gruesa, enorme y los huevos eran grandes y de entrada supo que no le entrarían en la boca.

Pilín masajeaba la vara y apoyó su lengua y sorbió las gotas de líquido del pecho y luego de las tetillas. Gudy suspiraba caliente, enardecido. Con sus manitos Pilín sopesaba las enormes bolas, para luego volver a la espada viviente, masajearla, moverla, jugar con ella.

El chico se fue arrodillando y mientras bajaba acariciaba los muslos tensos del macho que ya gemía, adorando al chico que ya metía la poronga enhiesta en la boca, ya la tragaba y empezaba a mamar como un bebe desesperado de hambre.

__¡Te encanta tragar pijas eh, bebe!!!¡Ahhh eres una ricura!!__ la boca fagocita. La abría al máximo porque la gruesa espada lo atoraba. Con los dedos acariciaba las bolas enormes y gordas llenas de leche para el, pensaba el joven, y seguía chupando la manguera. Luego sacaba la lengua y la pasaba por los pliegues de las bolas. Gudy aullaba. Acariciaba los cabellos del jovencito que mamaba olvidado del mundo.

__¡Quieres tomar la lechita, cariño!¡No sabes cuanto hace que no me chupan así!!¡¡Eres un diablillo, ohhh, cariño, así, así, sí, chupa!!!__ los músculos del macho se endurecían. Otra vez jugaba con las bolas gigantes, parecían las de un toro, las apretaba, las retorcía, jugaba con ellas, las chupaba, llenándolas de saliva. Las besaba, no podía tragarlas porque son enormes. Pero igual las llenaba de líquido.

El sudor chorreaba mezclando la sal con la saliva, eran tan abundantes, los gemidos del macho eran potentes. Estaba gozando plenamente de aquella mamada sublime de su joven vecino.

Volvía a la serpiente furiosa. Le daba bocados, tragando al máximo. La besaba, se la golpeaba en sus arreboladas y rojas mejillas. La hundía otra vez llenándola de saliva, ahogándose en sus líquidos. La sacudía, y la verga se inflaba cada vez mas rocosa. Mas hinchada, mas enorme.

Los gritos del macho indicaron que venía el torrente. Los escupitajos llenaron velozmente la boca del joven, que tragó y comió, cada una de las escupidas. Las estocadas eran profundas. Pegajosas. La leche fue degustada sin dejar nada por Pilín. Estuvo un buen rato jugando y limpiando el mástil duro y erguido. Adorando aquel garrote. Oliéndolo. Besándolo.

Los gritos otra vez de la madre rompieron el encuentro. Pilín poniéndose de pie, alcanzó a besar los labios del hombre. Se despegó de la poronga. Le costó dejar aquel pedazo. Gudy estaba apoyado en una especie de mesada.

El joven se fue. Gudy no podía moverse, le temblaban las piernas. Su garrote lentamente se fue aquietando pero el sudor de la calentura seguía chorreando por su cuerpo despierto y vivo.-