El vecino de arriba

Obsesionada por la activa vida sexual de su vecino llega a vivir intensos momentos de placer en soledad, al ser descubierta deberá pagar un alto precio por su secreto.-

EL VECINO DE ARRIBA

Nos mudamos en mayo a un pequeño departamento en la planta baja, nos dijeron que el consorcio era de lo más tranquilo, incluso el vecino que nos había tocado en suerte encima nuestro rara vez estaba o al menos se lo veía poco. Y así era, incluso llegamos a pensar que no vivía nadie.

Una noche, mi esposo y yo oimos unas voces, ruidos de llaves, la puerta del departamento de arriba que se abría y cerraba de inmediato, risas nerviosa de una mujer, alguien que se llevaba por delante un mueble, risas, dos cuerpos cayendo en una cama y durante buena parte de la noche no dejaron de escucharse quejidos y lamentos sin que la cama dejara de hacer los suyos.

Durante una semana, por encima de nuestras cabezas, reino el silencio, lo único que pude enterarme fue que una mujer se encargaba de la limpieza dos veces por semana en horas de la mañana, cuando ninguno de los dos estábamos en casa. Pero una tarde, que yo estaba sola, escuché ruidos delatores, me detuve unos minutos para escuchar y pronto llegué a la conclusión que el vecino de arriba no sólo había regresado sino que no estaba solo, pues el crujido de la cama como producto de su febril actividad dominaba el lugar en tanto se escuchaban voces gozando, gruñidos, lamentos de goce total; una cosa tardé en descubrir y era que la mujer no era la misma, por su voz lo deduje, esta era más juvenil, no digo ni niña ni adolescente pero si joven. Se quedaron buena parte de la tarde, cuando se marcharon vi dos sombras entrelazadas y nada más.

A los días nuevas voces femeninas se volvieron a escuchar, en esta ocasión eran dos. Como siempre no tardamos, mi marido y yo, en escuchar el crujido de la cama hasta el amanecer. Ya para entonces yo sentía una terrible curiosidad por tan fogozo amante, pues ahí estaba yo acostada en mi cama matrimonial fingiendo dormir en tanto arriba de nuestras cabezas no cesaban los ruidos, lamentos ni expresiones de goce. Casi podía imaginarme lo que estaba sucediendo, ver esos cuerpos mezclándose entre sí sin que yo modificara mi posicion fetal que solía adoptar para dormir. Muy despacio, hice que mi mano buscara entre mis piernas aquel punto que tanto placer me daba; mi asumida parte onanista había desarrollado cierta habilidad para mis placeres solitarios sin tener que quitarme, siquiera, mis bragas.

El hecho de pensar que éramos cuatro en ese momento los que gozabamos me excitó más todavía, podía hacerme la idea de estar entre ellos, sentir caricias desesperadas, voces susurrantes, besos ardientes hasta que alcancé mi propio orgasmo. Tuve que hacer un esfuerzo increíble para no gritar ni darle riendas sueltas a las sensaciones que embargaban mi cuerpo en ese momento para no despertar a mi marido.

Y no quiero detenerme hablar la vez que una pareja visito a nuestro vecino de arriba, esa pobre cama parecía no tener cuartel. Mientras más corria el tiempo, acentuados por quejidos de placer, más agudos eran los comentarios de mi esposo con cierto tonito de envidia, no me quedó otra alternativa que seguirle el juego aunque secretamente los dos hubíeramos deseado estar en ese momento en el departamento de arriba.

En tanto descubría cada experiencia sexual de mi vecino más grande era la curiosidad que sentía por él, tanto que comencé a obsesionarme, pasándome horas espiando por la ventana, manteniendome atenta a los ruidos de arriba y todo tipo de cosas. Un sábado a la tarde estaba sola, vestida con una cortísima solera negra, el vecino y su amante circunstacial comenzaron a hacer crujir con sus actividades la cama sobre mi cabeza, primero me tumbé en la cama mirando hacia el techo, luego comencé a acariciarme mi vientre en círculo, de a poco fuí desprendiendo los botones de la cintura para debajo de mi corto vestido. Sonó el timbre de calle pero decidí ignorarlo, me puse de costado abrazando la almohada, acariciándome por encima de mis bragas, luego por debajo hasta que decidí sacármela; sonó de nuevo el timbre pero tampoco decidí hacerle caso, no estaba para visitas.

Los de arriba parecían eloquecidos en tanto que yo me semejaba a una posesa, dando suspiros y mordiendo la funda de la almohada que no dejaba de abrazar. Como la falda de la solera me molestaba decidí subirmela dejando al desnudo mis piernas, mi sexo húmedo y mi vientre chato sin dejar que mis dedos frotaran mi capullito de felicidad. Cerraba con fuerza los ojos para no dejar escapar las increíbles figuras que mi mente dibujaba alentada por las voces de goces venidas del departamento de mi veino de arriba. Por momento me ponía boca arriba, sin dejar de masturbarme, separaba mis piernas y luego volvía a mi posición ideal, de costado.

Alcancé mi orgasmo boca arriba, con las piernas separadas, que fue cuando abrí mis ojos para descubrir, parado al pie de la cama, a mi suegro que no se perdía detalle de lo que yo estaba haciendo en ese momento. Nuestras miradas se enfrentaron, era tal la sorpresa que estaba apoyada en mis codos, con la solera subida casi hasta mis tetas, casi desnuda.

De un salto abandoné mi cama, de los nervios no podía encontrar mis bragas ni prenderme la solera en tanto mi suegro dabas las explicaciones del caso acerca de lo que estaba haciendo ahí, creyendo que no había nadie en casa y luego de insistir con el timbre decidió entrar por las suyas utilizando el juego de llaves que le diéramos en su momento y dejar algunas cosas que su hijo pidiera a su madre le enviara.

En tanto me hablaba yo era presa de un nerviosismo tal que no podía encotrar las malditas bragas en tanto me acomodaba mis cabellos tras las orejas y miraba buscando debajo de la almohada o bordes del cubre cama hasta que escuché su voz preguntando si lo que buscaba era aquello que sostenía entre sus dedos, cerca de su nariz. Fingía serenidad pero su erección era indisimulable, de un manotazo le arranque mis calzones para ponermelo con velocidad centellante. Me sentía sucia y molesta, sucia por haber sido sorprendida en mi más secreta intimidad y molesta por haber sido mi suegro quien lo hubiera hecho sin perderse un solo detalle.

Por supuesto era una situación harto molesta, no sabía que decirle, que excusa darle. Había sido sorprendida con los dedos en la maza en tanto los de arriba continuaban en lo suyo ignorando por completo lo que pasaba dejabo de ellos. Para colmo en el apuro, al subirme las bragas con tal violencia, buena parte de ellas las tenía metida entre las nalgas con lo cual era una molestia mayor, sin más vuelta metí mis manos debajo de la solera para acomodarmela en tanto mi suego se limitaba a mirarme atentamente.

De pronto caí a cuenta de lo que iba a suceder, casi podía imaginármelo a mi suegro vociferando a quien quisierla escucharlo de los detalles de las intimidades de su nuera. Sólo en ese instante tomé consciencia de la humillación en la que caería mi marido; en tanto los de arriba continuaban con lo suyo.

De pronto sentí la necesidad de huir de ahí, el olor a sexo era fortísimo, fuí a pasar cerca de mi suegro, quien no se había movido ni un paso, cuando me tomo del brazo. Los dos nos miramos con firmeza, no necesité que me dijera que tendría que pagar por su silencio y el precio sería tan grande como mi secreto. Le recordé que era su nuera pero el contraatacó diciendo que más que eso yo era una "pajera muy puta" y que estaba "buena, muy buena".

Me dio un leve empujón contra la cama, me senté en el borde en tanto desnudó su erección para metérmelo en la boca de inmediato. Nunca he tenido pruritos a la hora de hacer sesiones de sexo oral, incluso me gusta tragar el esperma, pero con mi suegro no dejaba de invadirme una sensación de asco, sobre todo cuando cuando sus manos me agarraron de la nuca imponiendome el ritmo deseado.

No pude evitar mirarlo, aquel rostro desencajado de placer que no dejaba de suspirar comenzó a excitarme, pronto sufrí una transformación. Con una de mis manos me ayudaba a masturbarlo, con la otra le acariciaba las nalgas, los huevos en tanto no dejaba de chupar, de llenar de baba aquella erección que con seguridad iría a dar a otra parte de mi cuerpo.

De pronto me soltó, aproveche para tirarme en la cama en tanto hundía sus manos debajo de mi solera para quitarme las bragas, luego lo vi meter su cara entre mis piernas y casi defallesco de placer cuando su lengua comenzó a urgar mi intimidad hasta dar con mi clitoris. Grande fue mi placer cuando acabe en su boca, luego lo vi acomodarse entre mis piernas en tanto las apoyaba sobre sus hombros para enterrarmela hasta el fondo de un envión.

Sus embestidas eran tan feroces que no me quedo otro remedio que aferrarme al espaldar de mi cama que crujía tanto como la de mi vecino de arriba. Cuando soltó mis piernas hizo que desnudara mis tetas y con dificultad comenzó a chupármelas como nadie lo hiciera antes, tuve un orgasmo tan intenso que no pude evitar clavarle los dientes en sus hombros.

Apenas lo solte me dio un terrible reves diciendome "no me dejes marca, puta" y de inmediato me obligo a darme vuelta, apenas si tuvo que acomodarse sobre mi espalda para encajar su glande en la entrada de mi culo. Una vez ahí comenzo a penetrarme sin piedad, dandome duras embestidas que no hacia otra cosa que arrancarme lamentos de dolor, de un gozoso dolor.

No dejaba de decirme "puta" e incluso llego a soltar un "así te queria tener, puta" con lo cual se evidenciaba que hacía tiempo me tenía ganas mi querido suegro no si dejar de darme golpes con la palma de sus manos en mis nalgas. Pude sentir su terrible orgasmo, su leche inundar mi culo, ni aún asi dejó de bombear hasta que la flacidez de su sexo fue inevitable;  en tanto los de arriba continuaban con su fiesta.

Por supuesto no he logrado averiguar nada de mi vecino, pero no pierdo la esperanza de hacerlo en algun momento, por ahora...en fin, ya se sabe como continuan ciertas cosas.-