El vecino de abajo (2)
Sara tenía puestos unos vaqueros ajustados, que hacía sus nalgas perfectas. Una blusa roja, abierta, ocultaba sus grandes pechos sólo lo justo, y Marta se sorprendió mirándola de arriba a abajo.
- El vecino de abajo capítulo 2
Marta no dejaba de pensar en el tema, después del polvazo con su vecino. Incluso comiendo, en el postre, mientras se comía el plátano, se sorprendió mojándose las bragas y fantaseando con la verga de Pedro, y en cómo la había penetrado, dándola tanto placer. Se sonrojó al darse cuenta.
Tenía unas ganas locas de hablar con Sara sobre el tema, así que decidió llamarla por teléfono, a pesar de estar justo en el piso de abajo.
-¿Diga? -dijo Sara al otro lado del aparato.
-Soy yo -contestó Marta-, ya está.
-Jajaja, jo tía, parece que estés hablando de cualquier cosa menos..., de eso, jajaja.
Sara tenía una sonrisa enorme que Marta no podía ver. Además, estaba Pedro cerca, así que no quería hacer ningún comentario que las delatara.
-¿Te ha comentado algo?
-Qué va -dijo Sara bajando la voz-, se ha cayado el muy cabrón. Pero ya se lo sacaré. Al menos..., ¿lo has disfrutado?
-¿Que si lo he disfrutado? -preguntó Marta-. Me caliento sólo de pensar que me lo voy a volver a follar, jajaja.
-¿Qué haces ahora? -preguntó Sara directa-. Pedro se va a al gimnasio, y me quedo sola. ¿Me haces una visita?
-En veinte minutos estoy ahí.
-Date prisa -dijo de pronto Sara-, tengo ganas de probarte yo.
A Marta le pilló de improviso. Sabía que más tarde o más temprano tendría que hacerlo con ella. No supo qué contestar, sobretodo porque ella también tenía ganas de probar sexo lésbico, y sabía que con nadie mejor que Sara. Se quedó callada, sin saber qué decir.
-Bueno, ¿vendrás?
-Sí -dijo Marta-, pero recuerda que no lo he hecho nunca con otra chica, y me da un poco de..., no sé, vergüenza, miedo..., pero me caliento sólo de pensarlo.
-Pues no se hable más. Te espero en casa.
Marta colgó el auricular y se quedó parada delante del teléfono. Se dio cuenta de que estaba muy caliente, sólo de pensar las cosas que haría con Sara.
Decidió que se vestiría muy sexi para la ocasión. Se puso una falda muy mini, verde, con una blusa blanca que realzaba mucho sus pechos, pero decidió no llevar sostén. Se puso un tanga rosa que realzaba sus nalgas. Se pintó los ojos y los labios. El tiempo pasó muy lento, qué veinte minutos más largos se le hicieron. Se miró al espejo y decidió desabrocharse dos botones de la blusa. El canalillo se pareció bien, y se dio cuenta de que tenía los pezones erectos. También notó que temblaba, de los nervios. Tuvo que ir al baño, y luego se decidió a marcharse.
Bajó las escaleras y tocó al timbre de Sara. Sara le abrió la puerta con una de sus sonrisas. Era una treintañera muy dulce.
Sara tenía puestos unos vaqueros ajustados, que hacía sus nalgas perfectas. Una blusa roja, abierta, ocultaba sus grandes pechos sólo lo justo, y Marta se sorprendió mirándola de arriba a abajo.
-No te quedes ahí -dijo Sara-, pasa.
Marta cerró la puerta al entrar y se sentó en el sofá.
-Estás muy nerviosa, tienes que relajarte -dijo Sara-. Ten, una copa de vino, te sentará bien.
Sara se sirvió otra copa y se sentó a su lado.
-Perdóname -dijo Marta-, pero es la primera vez y estoy muy excitada, pero muy nerviosa.
-Nos lo tomaremos con calma, no te preocupes.
Sara acarició las rodillas de Marta, y acercó sus labios a los de ella. Marta se dejó hacer, y recibió los labios de Sara. Le gustó mucho el beso. Se miraron a los ojos, y esta vez fue Marta la que besó a Sara. Atrapó su labio inferior entre los suyos, y lo recorrió con la lengua. Sara entonces la abrazó, y correspondió a su beso dándole su lengua. Se recorrieron las bocas suavemente, pero de forma muy sensual.
La blusa de Sara se había abierto del todo, y Marta le acarició los pechos.
-Espera -dijo Sara-, acompáñame.
Cogió a Marta de la mano y se la llevó al baño. Desabrochó su blusa y se la quitó. Admiró sus pechos, muy bonitos, y entonces le lamió los pezones, hasta que estos estuvieron muy endurecidos. Luego le quitó la falda y desató sus sandalias, dejándola descalza. Marta se dió la vuelta y Sara se agachó para besarle las nalgas. Se las abrió y rozó su ano con la lengua. A Marta le recorrió un escalofrío.
Sara se puso de pie.
-Ahora desnúdame tú.
Marta terminó de quitarle la blusa roja, y le besó a Sara el cuello. Vió cómo su piel se ponía de gallina, y bajó con su lengua hasta que atrapó los pezones de Sara entre los dientes. Su lengua los endureció hasta que parecieron acero. Luego siguió bajando y llegó hasta su ombligo, donde jugueteó con su lengua, arrancando un gemido de la garganta de sara. Le quitó los pantalones, descubriendo que Sara no llevaba bragas.
Una mata recortada de pelo tapaba su monte de Venus. Su lengua intentó bajar aún más, pero Sara se lo impidió.
-Espera, vamos a la ducha. Nos lavaremos la una a la otra.
Se metieron juntas en la ducha.
-Siéntate -le dijo Sara a su vecina-, y abre las piernas.
Sara reguló la temperatura del agua, y apuntó al ombligo de Marta con un chorro potente y placentero. Fue bajando y Marta abrió las piernas todo lo que pudo, mientras con los dedos abrió su coño empapado. Sara apuntó directa al clítoris de Marta, y Marta echó la cabeza hacia atrás, disfrutando del momento al máximo. Sentía un placer increíble. De repente notó que algo acariciaba su clítoris, y vio que era la lengua de Sara, que jugueteaba con él. Así estubo Sara chupando el coño de Marta, hasta que notó que ésta temblaba. Metió dos dedos en su interior y empezó a meterlos y sacarlos rápido, mientras seguía frotando el clítoris de su amiga con la lengua.
-Ummmmm, agghhhh, mmmmm, ahhhhhhh -gritó Marta de placer, cuando un orgasmo intenso, eléctrico, la recorrió todo el cuerpo como un relámpago de placer, llenando de flujo la boca de su amiga, que lo lamió todo vorazmente.
Tras casi un minuto de tan fuerte orgasmo, Marta se dejó caer rendida hacia atrás, sonriendo como hacía tiempo que no sonreía.
Sara se levantó, y sin dejar de acariciar muy suavemente, con los dedos, el coño de su amiga, la besó profundamente, introduciendo su lengua en la boca de Marta.
Marta empezó a acariciar el coño de Sara, y notó lo empapada que estaba. Llenó sus dedos con el flujo de Sara, y se los llevó a la boca para que su amiga lo viera. Sara se puso de pie, y abriendo las piernas ante la cara de su amiga, se abrió con los dedos los labios de su coño, invitando a su amiga a darle placer. Marta no se lo pensó. Hundió su lengua todo lo que pudo dentro de su amiga, mientras con los dedos jugaba con su ano. Su amiga se dio la vuelta y, cogiéndose de las nalgas, las abrió enseñándole el ano a Marta.
-Eso me encanta -le pidió-, házmelo, por favor.
Marta lamió el ano de Sara, tratando de introducir la lengua, pero sin llegar a hacerlo. Sara gemía, disfrutando de la lengua de su vecina. Pero Marta quería probar el sabor de la entrepierna de Sara. Así que le dio la vuelta, y empezó a lamerle el coño, entreteniéndose en su clítoris de vez en cuando, pero tratando de llegar con la lengua todo lo dentro que podía. Entonces Marta se fijó que había un cepillo para lavarse la espalda. Lo cogió, y muy lentamente introdujo el mango en el coño de Sara. Al mismo tiempo le lamía el clítoris a su amiga, y con la otra mano, ya le introducía dos dedos en el ano.
Sara no tardó en tener su orgasmo. Marta vio que le temblaban las piernas, y le hizo un sitio a su lado.
-AAAAAAhhhhhmmmmffffff -el orgasmo de Sara fue largo, y clavó sus uñas en las rodillas de Marta-, Siiiiiiiiiiiii, qué gusttttoooo.
Marta volvía a estar caliente, así que cogió el cepillo, y se lo introdujo en el ano, despacio.
-Sara, por favor, vuelve a chuparme ahí otra vez, quiero otro orgasmo.
Sara se lanzó a por el coño de Marta, y chupó su clítoris, metiéndole otra vez los dedos, hasta que Marta volvió a terminar en la boca de Sara.
Quedaron las dos tendidas en la bañera, dejando que el agua resbalara por su piel. Cogidas de la mano, besándose de vez en cuando y sonriendo como dos colegialas.
-Hay que repetirlo -dijo Marta.
-Siempre que quieras -contestó Sara-, pero ahora hay que prepararle la trampa a Pedro. Nos lo vamos a follar entre las dos.
Empezaron a reírse, con carcajadas que les hacían doler el estómago. Hasta que se calmaron. Salieron de la ducha y se vistieron. Se prepararon un té y, entonces, oyeron la puerta abrirse. Pedro estaba de vuelta.