El vecino
El vecino me sacó de una tarde de aburrimiento con mi marido y suegros en mi casa.
Debían ser las 6 de la tarde de un viernes. Estaba aburrida viendo la televisión con mi marido y con mis suegros. No me mal interpretéis, no es que odie a mis suegros, pero precisamente no es el mejor plan estar un viernes tarde con ellos esperando a que llegue la hora de la cena. La tarde seguía siendo monótona, hasta que Alfonso el vecino llamó a la puerta. Fue Juanjo el primero que hizo ademán de levantarse y mirar por la mirilla. Al momento reconoció a la persona que tenía al otro lado de la puerta. Era Alfonso su pareja de frontenis. Juanjo no preguntó y abrió directamente la puerta.
¿Que tal Alfonso?
Ya ves, ando un poco liado, acabo de venir con las niñas de la escuela y resulta que hoy les toca a Carmen. Así que necesito darme una ducha urgente y cuando se lleve a las niñas ir a jugar.
Pues no creo que yo vaya. Han venido mis padres.- advirtió Juanjo a su amigo y pareja de deporte
No jodas macho. Lo entiendo, pero es que hoy justamente tenemos partido con los de Moncada.
Si encendieras el puto móvil habrías escuchado mi mensaje.- Le recriminó Juanjo
-Ya tío, tienes toda la razón, pero Carmen me está jodiendo últimamente mucho con el tema de las niñas y paso de tenerlo encendido para evitar que me eche en cara que no lo cojo.
-Tío, pues necesito un favor, que te quedes con las nenas mientras que me ducho en un momento y llamo a Pau para que te sustituya en el partido.
Tío, ya sabes que yo no soy niñero, casi mejor que se quede Sandra con ellos. Lo mismo se me hacen caca y soy demasiado fino para eso.- dijo Juanjo sujetándose la nariz como para impedir que le entrara un olor ficticio.
Vale macho, pero que sepas que alguna vez te tocará a ti tener niñas y también te tocará a ti tener que cambiarles. Además las mías ya hacen caca solitas- dijo Alfonso con una sonrisa.
Alfonso entendía totalmente la postura de Juanjo. Desde que llegamos a Valencia hace pocos años Alfonso y Juanjo habían hecho buenas migas y sabían de qué pie cojeaba cada uno.
A mi Juanjo me caía bien, era un tipo atlético y alto. Con volumen muscular pero poco de gimnasio. Desde que llegamos a Valencia ya le conocimos separado de Carmen, su ex mujer, y él tenía la custodia de las niñas. A ella le tocaba venir a por ellos una vez cada dos semanas y siempre escuchábamos discusión cuando ello sucedió. Más que nada porque Alfonso vivía en la puerta de al lado de la nuestra.
Sandra, ¿Te puedes quedar con los niñas de Alfonso un momento?- me preguntó Juanjo alzando la voz.
Como no.- como un resorte me levante hacia la puerta. Cualquier cosa antes que ver la tele aburrida con mis suegros de compañía, pensé yo a la vez que marche decidida hacia la puerta.
Hola Alfonso ¿Cómo va todo?
Ya ves, estresado como siempre. Acabo de llegar de buscar a las niñas al cole y necesito ducharme y prepararme para el partido. Por cierto sabes que tu marido pasa de jugar.- me dijo con un guiño el vecino
ya sabes que si están sus padres le gusta ir de niño bueno- dije yo sonriendo a los dos. A Juanjo y a Alfonso y con un susurro de voz para que mis suegros no me escucharon.
Alfonso me dedicó un gesto de desaprobación de la broma y me cerró la puerta cuando acompañe a mi vecino a su casa.
La puerta estaba abierta, y dentro estaban sus hijas pequeñas jugando en el sillón con unas muñecas. Eran dos mellizas preciosas de tres años. Me puse a jugar con ellas mientras que Alfonso se dirigía a su cuarto, no sin antes advertir a sus mellizas:
- Portaros bien con Sandra, he?
Yo sabía que lo harían. No era la primera vez que las cuidaba. Me resultaban un encanto y me encantaba ver como un hombre hecho y derecho como Alfonso las cuidaba,
Estaba juagando con ellas, cuando el timbre de la puerta sonó. Yo no sabía qué hacer, no era mi casa y no sabía si llamar a Alfonso o abrir yo misma la puerta, pero mientras mi cabeza dudaba en esta dicotomía, Eva una de las mellizas marchó a la puerta y ella misma abrió el pestillo. Al otro lado apareció Carmen, la ex de Alfonso. No la había visto en la vida, pero estaba claro que ella era ella. No sé si lo deduje por las descripciones que nos había hecho hace tiempo Alfonso o bien por que la niña se lanzó a sus brazos a la vez que la decía con una voz melosa
- Mamiiiiiiiii
Enseguida Elsa, la otra melliza levanto la cabeza y marchó corriendo a los brazos de su madre. Se fundieron en un abrazo de lo más cariñoso, tanto que dude de las historias que Alfonso nos había contado.
Una vez terminado el abrazo Carmen puso a sus dos hijas en el suelo y las cogió de la mano, y con un gesto desaprobador y muy serio me dijo:
- Y tú dile a tu amante que las niñas volverán el domingo tarde. Celebramos el cumpleaños de sus abuelos.- me dijo mirándome y de muy malas maneras.
No me dejo tiempo a reaccionar, a decirla que no era yo el amante de su ex, que era una vecina. La bruja de las películas se había dado la vuelta y había cerrado la puerta de un portazo.
En ese mismo momento, Alfonso apareció con una toalla en la cintura y completamente mojado, con algo de espuma por encima de su torso.-
Que cabrona mi ex, se las ha llevado y no me ha dejado despedirme de ellas- espetó Alfonso con aire decepcionado.
Lo siento, no me ha dado tiempo a decirme nada, todo ha sido muy rápido y las niñas han abierto la puerta.- dije yo a modo de disculpa.
No te preocupes, se cómo es de zorra Carmen y como hace las cosas. ¿Espero que no te haya incomodado la situación?
No, claro que no, ya sabes que me encantan tus niñas.
Lo sé, tienes buena mano para los niños.- dijo Alfonso a modo de piropo.
Pero algo debió pasar a la vez que me decía esto último, Alfonso me había pillado mirándole el bulto de su polla en la toalla. Tenía un buen cuerpo, tenía un buen aspecto y por lo que marcaba en la toalla tenía una buena polla. No sé qué me pasó, pero en vez de desviar mí mirado, lo único que puede hacer es seguir mirando ese gran bulto y decir:
- No solo tengo buena mano para los niños.
Alfonso se acercó hacía mí y me introdujo un buen trozo de lengua dentro de la boca a la vez que con sus manos me abrazaba mi redondo culo.
Si la vista del bulto de su aparato ya me provocaba placer, tener ese filete en la boca me estaba humedeciendo por completo la entrepierna. Yo mientras que me masajeaba el culo pase las manos por delante de su cuerpo y desabroché su toalla. Me metí todo el miembro morcilloso
Si la vista del bulto de su aparato ya me provocaba placer, tener ese filete en la boca me estaba humedeciendo por completo la entrepierna. Yo mientras que me masajeaba el culo pase las manos por delante de su cuerpo y desabroché su toalla. Me metí todo el miembro morcilloso en la boca. Me gusta chupar cuando esta aun un poco flácida, y que se me endurezca un poco en la boca. Alfonso no dudo en apretarme la cabeza contra su polla, tanto que el bulto me provoco una arcada de salida. Saque la cabeza como pude de su miembro y eche un poco de bilis por la boca. El sabor era asqueroso y la situación un poco embarazosa.
- Joder Sandra, lo siento. Llevo mucho tiempo sin hacerlo. Espero que sepas perdonarme y todo esto quede como un malentendido, no me gustaría que mi relación con vosotros cambie por este malentendido.
Y volvió a coger la toalla con la mano y a anudársela a la cintura.
- Alfonso, tío no me puedes dejar con este calentón ahora. En mi casa están mis suegros y necesito quitarme la tensión que tengo en estos momentos.
Así que volví a desatar la toalla y empuje a Alfonso al sillón. Su polla se había desinflado, así que me puse manos y boca a la obra para poner las cosas en su sitio. Y vaya cosa tenía Alfonso.
Yo de rodillas le hacía una paja con la mano a la vez que acompañaba la subida y bajada de piel con la boca. A Alfonso se le notaba desesperado y sus piernas empezaban a tiritar completamente tensas como a punto de tener un calambre. DE golpe algo cálido y espeso salía de su poya y me inundó la garganta, tan dentro que me provocó otra arcada. Evité como pude ese gesto desagradable y terminé dándole suaves lametazos al pene de Alfonso a la vez que los latidos de su orgasmo acompañaban los últimos goterones de semen.
Estaba claro que Alfonso llevaba tiempo sin una experiencia como esta.
Cuando la última gota de semen salió, Alfonso abrió los ojos y mirándome fijamente dijo
- Sandra lo siento. Llevaba mucho tiempo sin tener sexo y no he podido contenerme. Me has hecho una buena mamada y no he podido controlarme.
- No te preocupes, me has dejado un poco a medias, pero lo importante es que hayas disfrutado- dije yo a modo de excusa para que no se sintiera mal.
- Tranquila, igual que me he ido pronto, enseguida recargo y te doy lo que mereces.- me dijo a la vez que me hacía un giño de ojos.
- Joder, no esperaba menos de ti.
Juanjo se levantó y agarrándome de la mano me llevó a su dormitorio. Me agarró de la cintura de pié en los pies de la cama, a la vez que me metía su lengua dentro de mi boca. Me intentaba desabrochar el pantalón, pero no daba con el movimiento justo para sacar el botón del ojal correspondiente.
- Estás desentrenado- le dije sonriendo
- Joder, te diré. Créeme que ha pasado mucho tiempo desde que lo hice la última bien con alguien que no fuera mi mano.
- Tranquilo te lo voy a poner facilito.
Me desvestí rápidamente, me quité los pantalones, y los calcetines. La blusa y el sujetador y cuando me iba a bajar el tanga, Alfonso me paró las manos.
- Déjame que disfrute un poco contigo de esta forma.
- ¿A qué estás esperando?- le dije insinuando que estaba deseosa de sentir algo dentro de mí.
Me empujó contra la cama y caí de espalda contra el colchón. Se tiró encima de mí y empezó a meterme el filete de su lengua dentro de mi boca.
Salivaba mucho y a mí la verdad es que eso me pone a cien. Saco la lengua y empezó a lamerme el cuello. Yo me retorcía de gusto y él se daba cuenta y repetía los mismos lametazos en las mismas coordenadas de mi cuello buscando la misma reacción que había tenido anteriormente. Finalmente abandonó el cuello y bajo a mis pechos. Yo le agarraba de su pelo y le dirigía a los pezones de mis tetas que estaban duras de excitación. Él se debió dar cuenta que yo no estaba para precalentamientos así que empezó a bajar con su lengua por mi estómago dando pequeños paseos con la lengua alrededor del ombligo. Yo como no podía más le dirigí con un tirón de pelo hasta mi húmedo coño y con un tirón del mismo contra mí él supo enseguida que lo que yo deseaba es que me metiese ese filete dentro de mi cuerpo.
Me estaba dejando fina, subía y bajaba la lengua por mis labios y terminaba metiéndome todo ese apéndice dentro de mí. Al final y dando un grito casi descontrolado logré correrme en su boca y mientras que mis coño daba las últimas contracciones yo apretaba su cabeza contra mi vulva.
Cuando ya terminé, el dejó su trabajo de mi entrepierna y se acercó a mi altura echado paralelo a mí en la cama. Me dio un suave beso en la mejilla y con un tono de lo más dulce me dijo:
- ¿te ha gustado?
- Mucho, has estado muy bien.
- ¿Le dirás algo a Juanjo?
- No tengo ningún secreto con tu amigo.
- ¿No crees que puede afectar a nuestra amistad?
- No creo, al contrario, creo que eso os unirá más, el saber que os habéis tirado a la misma persona.- contesté a la vez que salía de mi boca una profunda carcajada.
- Que puta eres.- me dijo, pero sin intención de herir.
- ¿Me dirás que no habías deseado nunca follarme?
- Sandra, la verdad es que alguna vez me he hecho alguna paja pensando en tu culo. Habías pensado tú en mí ¿Mientras hacías el amor con mi amigo?
- Si, alguna vez, he bromeado con Juanjo mientras me follaba con la idea de follarte. Él fue el que me dijo que tu polla no me dejaría indiferente. Me contó con pelos y señales como la tenías. Ya sabes, en las duchas de los polideportivos los hombres también miran las pollas de sus amigos.
- Joder, así que Juanjo te deja que te folles a otros. No solo eso, si no que te invita.
- Si, somos así.
- Y el, ¿puede hacer lo mismo con otras chicas?
- No, el disfruta cuando me folla el u otros y yo soy muy celosa y no soportaría compartirle.
- Lo dicho, estás hecha una auténtica puta.- sentenció a la vez que bajaba su mano hacia mi coño.
- Bienvenido a mi club, muchacho y si quieres repetir alguna vez esta experiencia, debes saber que yo follo con quiero y solo amo a mi esposo.
- Acepto entonces este contrato verbal, como una forma de asegurar posibles relaciones sexuales futuras.
- Cuenta con ello y ahora trabájame un poco que con mis suegros en casa no creo que esta noche tenga sexo del bueno en casa.
Alfonso metió un dedo gordo en mi vagina a la vez que con el dedo índice intentaba hacerse hueco con mi culo.
- No vayas por allí, sin haberlo lubricado antes. – le comenté
- No tengo lubricante en casa- me contestó con cara de disculpa.
Le saqué con suavidad la mano que me estaba trabajando abajo y me la llevé a la boca, dedo por dedo lamiéndolos como si fueran pollas.
- Ahora puedes hacer lo que quieras con estas manitas.
- Está bien. Déjame actuar un poco. Ponte de rodillas en la cama con la espalda vertical a la cama.
Yo como una puta sumisa accedía a los deseos de mi deseado vecino.
Él se puso en la misma postura, pero en un costado mío.
- Para lo que quiero hacer necesito que me chupes estos dedos de esta mano.
Tomé su otra mano y lamí los dedos excepto el gordo. Me metí primero los dedos en la boca y luego saqué la lengua para repartir la saliva por esos apéndices.
Cuando Alfonso notó que tenía los dedos bien húmedos, metió a la vez un dedo de la mano izquierda por el culo y dos de la mano derecha por el coño.
La verdad que estaba tan salida que no me acordé que tenía el tanga puesto, pero apartado hacía un lado de la ingle. Debió molestarle esto a las manos de mi vecino, ya que de golpe, sacó las manos y cogiendo las tiras laterales del tanga le pegó un tirón fuerte y seco rompiéndolas de tal forma que ya serían irrecuperables.
- Joder, me tendrás que comprar otras bragas. Este tanga es uno de los preferidos de tu vecino.
- Cuenta con ello.
Y volvió con la misma intención de follarme por delante y por detrás con las manos. Al principio retomo la idea principal de meterme dos por delante y uno por el culo. No hacía falta que el moviese las manos, yo movía las caderas de tal forma que cuando tenía los dedos hasta el fondo de mi coño, el dedo del culo se quedaba con solo una falange metida en mi culo.
- ¿Puedo meter otro dedo?- me preguntó sin ningún corte
- ¿Por delante o por detrás?
- Por los dos.
- Puedes hacerme lo que quieras.
Dicho y hecho, añadió un dedo más por el ciñó y otro por el culo. La verdad es que yo estaba en una nube de descargas eléctricas moviendo mis caderas y casi olvidando por completo mi deseo de que fuera su polla la que estuviera metida en cualquiera de mis dos agujeros.
El notó por mi respiración que, podría seguir introduciendo dedos y al final acabó con cuatro por delante y tres por detrás. Mientras que hacía esto, me metía la lengua hasta la garganta y aprovechando un momento que la sacaba de mi boca, alcancé a decirle.
- ¿Cuántos dedos tienes en mi culo?
- Tres. ¿Quieres más?
- No, quiero tu polla dentro de mi culo.
Intentó moverme para que me pusiera a cuatro patas, pero a mí como realmente me gustaba era encima de mi amante. Le eché contra la cama y puse una pierna a cada lado de su cintura y con mi mano conduje su polla contra mi culo. Como vi que por tamaño y grosor el aparato no pensaba entrar de forma sencilla, pasé la punta por mi coño al fin de que se lubricase con mi flujo antes de penetrarme mi goloso culo.
Con los aceites de mi coño, pude enfilar la punta de su pene al orificio de mi culo y pegando pequeñas sacudidas pude meter centímetro a centímetro dentro de mí. Una vez que al menos tenía la mitad de su polla dentro, empecé a mover las caderas hacía adelante y hacia atrás.
Él se empezó a envalentonar y uno de mis movimientos levantó su culo hacía arriba metiéndome todo el resto de su pene dentro de mi culo.
Día un corto chillido-
- Lo siento, lo siento, estoy muy excitado- me dijo con cara real de disculpa.
- Tranquilo, me has roto por dentro- dije yo intentando aceptar las disculpas a la vez que evitaba que este polvo extramatrimonial no terminara de esta manera por culpa de la poca experiencia de mi vecino.
No sé cómo fue, pero al final el dolo cedió y pude continuar con mis movimientos de caderas hasta que por fin me corrí como pocas veces lo había hecho.
Alfonso intentó que yo me siguiera moviendo, pero yo sabía que si me corría por el culo cuándo terminará no tendría ganas de continuar. Así que con un gesto de mi mano puesto sobre su torso él supo enseguida que no debía seguir moviéndose.
- Tranquilo, ahora te terminaré como mereces.- le dije para que supiera que no pensaba dejarle a medias.
Saque con cuidado su cilindro dentro de mí y me puse a su lado.
- ¿Cómo quieres que te termine?- le pregunté
- ME gustaría una mamada.
Yo sabía que después de sexo anal no es precisamente un buen postre lamerle la polla a un tío que minutos antes te ha estado trasteando el orto, pero la verdad es que Alfonso a pesar de su inactividad sexual durante mucho tiempo se merecía que eliminara yo mi asco inicial y le diera fuerte a su polla con mi boca.
Como supuse, un sabor a mierda y semen se mezcló en mi boca mientras le hacía la mamada de su vida. El al final me agarró del pelo y clavó mi boca hasta casi los huevos mientras de su polla exhalaba un buen chorretón de semen. Cuando pude sacar la cabeza, el me miró y dijo:
- Creo que hoy como tu marido tampoco iré a jugar al frontón.
Nos reímos los dos con su comentario y yo mientras tanto buscaba la ropa que estaba diseminada por la habitación. Me puse todo lo que no estaba roto y me miré al espejo al fin de poner mi pelo en su posición inicial. Me despedí con la mano y le dije que creía que ya era hora de volver a casa.
Cuando llegue a mi puerta me di cuenta que no había cogido llaves, así que llamé al timbré y salía Juanjo a abrirme.
- Joder, creí que tenía que llamar a la policía para buscarte.
Yo sin ganas de justificarme, le di un profundo beso con intención de que se hiciera una idea de lo que acababa de pasar en la pared contigua de nuestra casa.
- Creo que a tu amigo le van a quedar pocas ganas de jugar al frontón hoy. – le dije a modo de susurro con el fin de que mis suegros no se enteraran de lo cornudo que les había salido su hijo. Juanjo me sonrió y enseguida entendí por su mirada que en el momento que mis suegros se durmieran, tendría que contarle todo lo que había acontecido al otro lado de la casa.