El vagón del placer en el metro

Me acomodé la verga y los huevos saliendo por la pierna izquierda de mi trusa. Además, llevaba abierto el cierre de la bragueta. El borde de la chamarra cerrada, no obstante, quedaba justo sobre la misma, lo que evitaba que esta se abriera al caminar.

EL VAGON DEL PLACER EN EL METRO.

Soy un hombre maduro, asado, BI de aspecto muy varonil. Escribo no obstante en esta sección, porque lo que ocurre en ese vagón, este escrito, bien podría titularse: El vagón del placer homosexual.

Hace tiempo, encontré en la red una descripción de lo que ocurría en una sección determinada de un vagón específico, en una dirección definida de una línea en lo particular del "Metro" de la ciudad de México. Quien esto escribió, relataba que ahí había sexo gay en las primeras horas de la mañana y las últimas de la noche del horario de trabajo del "Metro". Incluso aseguraba, que él mismo había disfrutado como pasivo de ese placer, cuyos ingredientes importantes, eran por un lado, la emoción de ser visto por muchas personas y por otro, la zozobra de ser descubierto por alguna autoridad.

Como no soy un usuario asiduo del "Metro", no me imaginaba cómo podía ocurrir esto a plena luz. Así que, un día decidí ir para ver por mí mismo como era que se cogían sin reservas en dicho vagón.

Como imaginarán, dicha sección va extremadamente llena, en los horarios aludidos, todos íbamos apiñados cuerpo con cuerpo. En apariencia, no pasa nada, la masa corporal se mueve al ritmo del vagón. Todos van con cara de seriedad, a veces, me parecía extrema, nadie habla, nadie se mira, nadie se acaricia por arriba de la cintura.

De pronto, percibí como un pene pegado a mis nalgas cobraba vida, me puse alerta. Al ritmo del tren, el hombre de atrás frotaba su pene, a través de su pantalón y del mío, sobre mis nalgas complacidas. La sensación agradable y lasciva, hizo que mi pene también se parara sobre las nalgas del hombre que tenía enfrente, quien deleitosamente, también las movía, todo siempre, al ritmo del vagón del amor.

Fui muchas veces, más adelante les narraré tanto algunas cosas que vi, como, mis propias experiencias, para las cuales establecí un sistema de calificación por viaje Mi primer experiencia, la del sándwich, quedó entonces calificada como fructífera. Algo más intenso como que alguien me puñeteara en directo, ocurriera dentro o fuera del pantalón, o que yo hiciera eso a otro o que fuera mutua, se calificaría como muy fructífera o que en el viaje hubo muy buena cosecha. Aunque hubo casos en los que el viaje resultó infructífero o que la cosecha fue mala o no la hubo.

Luego de un tiempo de utilizar el vagón del amor homosexual, como fuente de placer, se dijo en la prensa que había habido muchas quejas de abusos de palpaciones y acercamiento de genitales por parte de hombres a mujeres, por lo que en cada vagón se pondría un agente secreto que efectuar arrestos por los abusos. Por tal motivo, dejé de ir por más de un año.

Ayer, tenía necesidad por trabajo, de ir a una dependencia en la cual resulta muy difícil estacionarse y los sitios para hacerlo, son muy caros y están alejados. Así que decidí ir en "Metro". Me acomodé la verga y los huevos saliendo por la pierna izquierda de mi trusa. Además, llevaba abierto el cierre de la bragueta. El borde de la chamarra cerrada, no obstante, quedaba justo sobre la misma, lo que evitaba que esta se abriera al caminar.

El vagón venía lleno, de modo que al subir, quedamos hacinados, yo podía sentir algo duro en mis nalgas, lo que me dio gusto y al frente, las nalgas de un hombre corpulento, casi acopladas sobre mis genitales.

Cuando arrancó el vagón, sentí la verga de atrás, deslizarse por mi nalgas para salir de ellas, sin embargo, el individuo no se retiró, quedó a mi lado, percibí que era un poco más bajo que yo y más delgado. Me sentía un poco desconcertado, no entendía cual era la jugada; en tanto el de adelante pretendía mayor contacto. En eso, sentí la mano tímida de quien estaba a mi lado, palpando, palpando el tope de mi pierna izquierda, me moví con suavidad y ligeramente para facilitarle el camino y para retirarme un poco más de las nalgas de enfrente.

Entonces, sentí que la mano se movió con firmeza, buscó y encontró mi verga que con estos preludios ya estaba parada y la acarició sobre mi pantalón lo que a decir verdad me causó gran placer. Giré un poco y quedamos frente a frente, casi tocándonos los hombros uno con otro. Entonces, cambié de mano la carpeta de cuero que traía en la izquierda. Con la que, al quedar libre pude acariciar con ella la verga del compañero ocasional sobre el pantalón primero. El, no dejaba de acariciar la mía, también sobre el pantalón.

Fui directo a su bragueta, bajé el cierre, me encontré con su trusa de tela delgada, pensé que tal vez, traía unas lindas pantys. Metí los cuatro dedos por el borde superior de la misma, me encontré su verga en posición horizontal, la rodee, aunque mi pulgar quedaba fuera de su suave prenda íntima.

El entonces, comenzó a buscar mi bragueta, la encontró abierta, metió la mano y al palpar mi verga desnuda, sentí su espasmo y vi la emoción en su cara. Así estuvimos, acariciándonos mutuamente, arrancándonos suspiros entrecortados y detenidos, disfrutándonos. Faltamos a una de las reglas del vagón, nos mirábamos a cada rato, nos mandábamos mensajes con los ojos.

Hubo varios movimientos de pasajeros, unos entraban y otros salían, pero El y yo, parecíamos perros después de coger, no nos separamos por nada, nos fuimos desplazando, hasta que mi espalda quedó contra la puerta del vagón, por lado que no se abre.

Yo estaba fascinado con su verga, con él, de rostro agradable, lo quería para novio, al pensar eso, casi me vengo, infringí otra regla del vagón que es la de no hablar, me acerqué a su oído y le dije muy quedito, espérame tantito. Me captó de inmediato, pues yo no quería venirme en el pantalón por la cita que tenía enseguida; sacó la mano, yo en cambio, no soltaba mi apetitosa presa.

Luego de unos instantes, me volvió a acariciar por fuera y volvió a meter la mano. Yo quería abrazarlo y besarlo ahí mismo, por lo que en un movimiento inesperado del tren, le besé la mejilla con la boca entreabierta, el me sonrió, el beso me excitó tanto que estuve a punto de venirme otra vez, él lo captó y me soltó otra vez.

Me gusta ser penetrado por vergas que no sean ni muy grandes, ni muy gruesas y este era el caso. La hermosa verga que traía en mi mano, tenía el tamaño ideal para que se metiera en mi culo, por eso, lo quería para novio.

Estaba por bajarme, no podía faltar a mi cita, así que me acerqué otra vez y le dije, me bajo en la próxima. ¿Vienes? El me soltó, yo también a él. Me bajé del vagón, caminé lentamente y me orillé para verlo y ponernos de acuerdo pues mi cita, no me llevaría más de media hora. Pero no, El no se bajó. Así que lo iré a buscar una y otra vez, hasta encontrarlo.

Regreso a la misma hora que el jueves, voy preparado como la vez anterior, es decir con pene y huevos salidos por la pierna izquierda de mi trusa y la bragueta con el cierre bajado. No lo veo en el área de abordar, espero un vagón más y subo.

Los hombres de mi alrededor, son como observadores, al menos conmigo y cuando intento hacer algo, se retiran con discreción o hacen el intento de retirarse, como quiera, recibo el mensaje de "no estoy disponible, cuando meno, no contigo". Capto el mensaje y permanezco quieto. Me propongo bajarme en la siguiente estación, cuando veo que alguien viene abriéndose paso.

Llega, se coloca frente de mí, como hombro con hombro. Toca levemente mi zona pélvica, permanezco quieto, sin moverme, así que lo intenta de nuevo, esta vez busca mi verga sobre el pantalón y la encuentra erecta, la acaricia muy placenteramente, respondo acariciando la suya, también sobre el pantalón. Permanecemos así un rato que me resulta de lo más agradable.

Voy a intentar abrir su bragueta, cuando le pregunta a quien está enfrente –¿Bajas en la siguiente? - Le responde que no y empieza a abrirse paso hacia la puerta, no sin antes darme un leve jalón para que lo siguiera.

Lo sigo, quedamos en la segunda fila de los que van a bajar, los dos mirando al frente y continuamos nuestra caricia mutua. Abren la puerta, todo se acaba. Fuera del vagón del placer, nadie es puto, todos son señores o muchachos que se dirigen rápidamente a su trabajo o escuela.

Es sábado. Esta mañana en cambio, hubo una gran cosecha, el viaje resultó muy fructífero. Llegué debidamente preparado, con el propósito primordial de encontrar a mi novio en ciernes, pero no lo vi en la zona de abordaje.

Al llegar el tren, vi que venía semi vacío, así que pensé en no abordarlo, pues han de saber, que para que ocurra una aventura sexual o consensual en el vagón del placer, se requiere un determinado grado de hacinamiento. Si no está muy lleno y el espacio resulta transparente, no ocurre nada. Si por el contrario, va demasiado lleno, de modo que no se puede uno mover, pues tampoco ocurre nada. Jugamos entonces el rol de sardinas en lata y permanecemos como tales.

El caso es que, subió un buen número de gente, antes que yo, por lo que vi que había condiciones. Quedé de espaldas contra la puerta y perpendicular a un individuo tipo obrero, que venía recargado en un maneral. Como casualmente, el dorso de mi mano izquierda tocaba levemente, al ritmo del tren, su bragueta. Sentí que algo por ahí abajo reaccionaba, así que volteé la mano y comencé a acariciar su pequeña verga. Llegamos a la siguiente estación, última que abre por ese lado y sin soltar mi juguetito, me pegué lo más que pude a mi amante ocasional, para que el flujo de personas entrantes no me separara de él.

Pasado el incidente, recuperé mi lugar, junto a mí, había quedado un muchacho, a quien otro, muy alto y guapo, le pegaba el culo a su bragueta; otros dos muchachos que estaban por ahí, también habían encontrando pareja y ya estaban en los preludios de las caricias. Nunca había yo visto un ambiente tan intensamente caliente.

El espacio se había electrizado, mi verga palpitaba ansiosa, mi compañero desabrochó su bragueta, metí la mano y tomé su instrumento con toda la mano, que gran placer experimenté al sentir que su verga crecía dentro de mi mano que la apretaba, hasta un tamaño mayor que la de mi novio.

Más que complacido, me esmeré en mi trabajo de sube y baja, todo dentro de los boxer y los pantalones, claro está. Me asombré de lo diestra que para el caso se comporta mi mano izquierda. Entendí a mi amante momentáneo, cuando me detuvo la muñeca para que cesara el movimiento pues no quería eyacular.

Sin soltarla, observé a mi alredor, el muchacho de mi derecha, tenía la verga de fuera e insistía en bajarle el pantalón al de enfrente, quien a su vez, estaba con su mano dentro de l bragueta de otro; pero no tenía intenciones de bajarse los vaqueros. Parecía que todo mundo estaba ocupado alrededor.

Comencé a acariciar nuevamente la verga de mi amante. Pensé entonces, que tenía dos manos y que con la otra podría acariciar la verga que por el momento, sólo se friccionaba contra la mezclilla; pero no se me permitió; en cambio, sí pude acariciar las nalguitas del guapo, sobre sus vaqueros.

Al ver esto, mi hombre acarició mis nalgas muy agradablemente, con lo cual llamó mi atención y me concentré con él. Metió su otra mano debajo de mi chamarra, sobre mi camisa; por mi parte, arquee mis hombros hacia delante, movimiento con el cual, mi

escaso pectoral, se transforma en dos voluptuosos mini senos, como atributos incipientes de colegiala precoz.

Percibí el espasmo que le produjo a mi compañero ocasional el encuentro de su mano con mi chichita y vi el resplandor lascivo que emitieron sus ojos. Así estuvimos: su mano derecha acariciaba mis nalgas, escasas, pero formaditas y duras, con su izquierda, masajeaba muy placenteramente mi mini seno y se centraba en mi pequeño y bien erecto pezón.

Yo quería que desapareciera mi ropa para sentir las grandes y ásperas manos d mi amante ocasional, sobre mi piel anhelante de sus caricias de fuego. En tanto, mi mano izquierda, empuñaba su verga palpitante, que me imaginaba dulce y jugosa. Corrí mi mano hacia fuera, sujetando el glande por su mitad con el aro de carne formado por mis dedos índice y pulgar, dándole a entender, que si se venía, recibiría en el hueco de mi mano sus jugos preciosos.

Llegó el tren a una parada referencial, hubo un gran movimiento hacia la salida, el guapo caminó hacia la puerta con su rémora detrás, tratando aún de bajarle los vaqueros. Vaya me dije, si hubiera aceptado mi mano en su verga, fuera posible que el guapo llevará un recuerdo en forma de humedad que avanza desde la superficie de la mezclilla hacia dentro, en busca de sus exquisitas nalgas. Y él estaría encantado y satisfecho.

En eso me percaté que detrás de guapo, la transparencia del vagón era total, no había gente, así que nos soltaos mi compañero y yo, compusimos nuestras ropas y entró el tropel de los nuevos pasajeros. La trasparencia había desaparecido nuevamente, sólo que, muy cerca de nosotros, había un policía uniformado. Entendí pues, que la aventura de hoy había terminado. Había sido una buena cosecha. En la siguiente parada me bajé.

Al apearme del vagón del placer, caminé un poco, me orillé y me paré de espaldas amuro para ver si mi compañero de viaje me había seguido, pero no, no fue así. Olié mi mano en busca del delicioso aroma de una verga excitada, pero encontré un fuerte y penetrante olor astringente. Supe entonces, esa verga que estuvo complacida en mi mano los últimos veinticinco minutos, estuvo justo antes, dentro de un culo que no había sido el mío y el dueño, no había tenido la oportunidad de lavarla.

Espero sus comentarios o sus correos. Veluardo.