El vagón del placer en el metro (2)

...y me di cuenta cuando venía desbordado el chisguete de licor seminal, que con gusto hubiera recibido en la boca, pero le tocaba al pantalón guinda del adulto mayor.

EL VAGON DEL PLACER (2).

ANTECEDENTE: El Vagón del Placer.

Érase un viernes por la mañana, mientras esperaba el arribo del vagón del placer, me di cuenta de que llevo más de una semana en esos menesteres, ya que ayer jueves, se cumplió la primera en búsqueda del novio que perdí en ese viaje. El caso es que en este tiempo, no sólo no lo he vuelto a ver; sino que no he mirado dos veces al mismo tío, por lo que hoy, di por terminada mi búsqueda, la cual, en otros términos ha resultado fructífera.

El caso es que, estaba ahí parado y me sorprendí emocionado con un leve temblor en el cuerpo. No creo que por temor, sino más bien ante la expectativa de cómo me irá en este viaje, qué acto morbosos me tocará realizar, sea para recibir o dar o ambas. En eso llegó el vagón con su ruido característico que aumenta los latidos de mi corazón y entro casi en vilo junto con los pasajeros que se arremolinan para el abordaje del vagón mágico.

Me sujeto a la vara vertical del fondo, la puerta, aunque abrirá por ahí la próxima estación, se ocupa rápidamente pues es el lugar de más acción. Sujetos a la misma barra, hay un individuo frente a mí, vestido de negro, cubriéndose con su valija la región pélvica, como diciendo "no cuentes con mi pajarito, a mi izquierda y pegado al fondo del vagón, se encuentra otro individuo, tal vez de escasa cultura. A la izquierda del mismo otro más. De hecho, todo el fondo está cubierto de espaldas de tíos, muy dispuestos, cuado menos a observar.

Mi palma derecha, descansa sobre mi muslo del mismo lado, muy dispuesta a la acción, cosa que demuestro acariciándome muy levemente a mí mismo, pues hay un vacío y luego sigue un círculo de espaldas. Lo bueno, pienso, es que la próxima parada está cerca y ahí se va a llenar.

Así ocurre, Un tipo joven, bien parecido, bien vestido, se sujeta a la misma barra, con lo que su bragueta queda al alcance de mi mano. Al ritmo del tren rozo apenas la bragueta con el dorso de mi mano, como preguntando: ¿Se puede? Permanece quieto por lo que interpreto respuesta afirmativa, así que realizo los mismos roces, pero más intensos. El, se suelta de la barra y con el codo me presiona levemente los hijares (en lenguaje hípico, los costados de un equino). Entiendo de inmediato, es no. Así que cambio de mano en la barra de sujeción.

Mi mano izquierda queda ahora frente a la bragueta del otro individuo, pero no intento nada, de momento. En la siguiente parada sube tanta gente, por la puerta opuesta, que el efecto llega hasta nuestro lado y mi mano queda justo sobre la bragueta indicada. Al moverse el tren comienza la frotación involuntaria y en poco tiempo percibo que algo se empieza a endurecer por ahí abajo, así que cambié el dorso por la palma.

Sentí al través de la mezclilla como iba creciendo y endureciéndose, hasta quedar del tamaño que me gusta o sea, que no era muy grande. A ratos le sobaba la verga con la mano y luego la trataba de empuñar. Yo estaba emocionado con mi trabajo, mi verga parada cabeceaba dentro de mis pantalones. Traté de Bjar el cierre de su bragueta, pero no me lo permitió. Sin soltarlo, giré mi cuerpo y acerqué mis nalgas a él; de modo que ya con la mano, ya con los dedos, friccionaba su glande en mi nalga, izquierda, mientras apretaba o presionaba el cuerpo. Traté de bajarle otra vez el cierre, pero tampoco aceptó.

Luego de un momento, decidí bajarme. Al llegar a la puerta, quedé detrás de un hombre maduro, con el pelo entrecano, le toqué levemente el hombro y le pregunté: ¿Baja en la siguiente? Volteó me miro y me respondió que sí. Al vaivén del tren fue pegando sus nalgas contra mi pene que no se había bajado totalmente, por lo que rápidamente recuperó su erección, pero había llegado el momento de bajarse del vagón. El hombre lo hizo primero, lo seguí, me le emparejé y caminé su lado. Al dar la vuelta repregunté: ¿Vienes mucho por aquí? A lo me respondió: -No. No mucho y tú –tampoco –contesté.

Nos orillamos y continuó la conversación, cuando a lo práctico me pregunta: -¿Qué te gusta hacer? –Sé que se refería a pasivo o activo, por lo que redije: ambos y a ti? –También ambos. Se ve que tienes buena verga la sentí muy bien, la mía mide 20 cm –Gauuu –contesté –quiero verla y chuparla y que me la metas. Hablamos de conciliación de tiempos y finalmente quedamos: nos vemos el próximo miércoles aquí a las diez de la mañana. Trato hecho y nos despedimos. Ya les platicaré si acude a la cita. Por lo que ese viaje resultó muy fructífero, con cita y todo.

Les platicaré mi aventura en el Vagón del placer de ayer jueves en l que hubo buena cosecha. Abordé, me sostuve de la barra del lado opuesto al de hoy. Había un hombre con gafas, maduro de buen ver con quien nos tapábamos mutuamente medio cuerpo.

En cuanto arrancó el tren, empezó a hurgar mi bragueta, respondí en idéntica forma y en menos que se los platico, nos estábamos masturbado mutuamente, en directo, por debajo de los respectivo pantalones. Yo iba emocionado con ése mutuo faje. Cuando llegamos a la parada siguiente nos soltamos, me detuve fuertemente del maneral para que no me llevara por arrastre el ingreso súbito de personas.

Pegado a la puerta y frente a nosotros, quedó un adulto mayor alto de rostro afable, quien parecía no ver a nadie, por lo que recuperé mi presa sin resistencia alguna. La verga en mi mano, rápidamente creció y se endureció, efecto que me excitó y me emocionó, por lo que continué con mi movimiento de vaivén. Mi compañero estaba también muy excitado, se sacó la verga fuera de los pantalones, la empuñé y podía sentir todo su grosor, dimensión y palpitación en la palma de mi mano, por lo que entusiasmado, pajeaba con más fuerza, el dorso de mi misma mano, en su ir y venir frotaba simultáneamente la bragueta del adulto mayor, quien permaneció quietecito y al parecer disfrutando.

Dirigí la verga que con tanta alegría empuñaba, a la región inguinal del adulto mayor, no se quitaron ni él, ni el dueño de la linda verga, así que continué mi labor, percibí en mi mano, como la verga crecía y se ensanchaba, le di más rápido y me di cuenta cuando venía desbordado el chisguete de licor seminal, que con gusto hubiera recibido en la boca, pero le toco al pantalón guinda del adulto mayor.

Terminado, el propietario de la verga me la quitó y con su propia mano la guardó escurriendo todavía, en tanto que el adulto mayor, puso su mano izquierda sobre la venida y ahí la dejó, como guardando su valiosa cosecha. Por lo que a mí toca, empuñé mi pulgar con los dedos opuestos y ahí guardé la mínima parte que me tocó de semen.

Dije en la primera parte, "El Vagón del Placer", que más tarde contaría a ustedes lo que vi y experimenté en la temporada inicial de visitas a este singular vagón. Pues, aquí tenéis lo más destacado de ambos renglones.

Sería mi segunda o tercera visita, abordé el tren, quedando de espaldas a la puerta, no se vía ningún movimiento erótico, ni siquiera en preámbulos, aunque había suficiente número de usuarios para que se diera.

Al llegar la siguiente parada, con gran esfuerzo, logré quedar en 2ª fila, estaba yo de perfil, lo que permitió ver que de entre los nuevos, uno estaba de espaldas contra la puerta y otro de espaldas al primero. Como muy casualmente, el segundo hacía coincidir sus nalgas con la pelvis del otro, así que arrancó el tren y la frotación resultaba evidente, lo que fijó mi atención.

El segundo iba vestido deportivamente con pants y chamarra larga, por debajo de las nalgas. Luego de un rato, el segundo o pasivo, se bajó los pants , dejando al descubierto sus nalgas, pues no traía calzones, aunque cubiertas por la chamarra larga. Al percatarse el activo de este movimiento, ni tardo ni perezoso, bajó el cierre de su bragueta, sacó su verga de regular tamaño y muy bien parada, levantó la chamarra del pasivo, repasó con su verga empuñada por él mismo, toda la raja de las nalgas, buscándole ano.

El pasivo, llevó su mano derecha hacía atrás, tomó la verga, la puso en el punto exacto, levantó levemente una pierna y se dejó ir hacía atrás, en menos que se los platico, quedó ensartado, supongo que venía prelubricado.

Ni uno, ni otro, hacían grandes ni notorios movimientos, sólo seguían el ritmo del tren, el pasivo, contraía y soltaba el ano, a manera de "perrito" (en México, se dice que una mujer tiene perrito, cunado su vagina, al ser penetrada, responde con espasmos cortos, rítmicos e involuntarios). Quedó al descubierto una parte de nalga del pasivo y la acariciaba con mis dedos, sin que al activo le importara nada. Pasado un rato, el pasivo se dio cuenta que era una mano ajena la que lo acariciaba y prudentemente se bajó la chamarra.

Por fin, noté los espasmos del activo, quien terminó, sacó de un golpe su verga y como tal, la guardó, sin limpiarla ni nada y de inmediato se bajó del tren. El pasivo se metió un fajo de pañuelos desechables entre las nalgas, se arregló la ropa y ocupó el lugar que tenía el activo, supongo que para reponerse, pues le temblaban las piernas, tenía la respiración agitada, el rubor invadía su cara, hasta que se calmó y se bajó.

En otra ocasión, por el mismo sitio del vagón, yo iba de espaldas a la puerta de marras y junto a mí, un individuo alto corpulento con aspecto de trabajador de intendencia, mirando hacia la puerta. De pronto, se sacó la verga y se empezó a pajear él mismo.

Su verga era grande, gruesa, cabezona, se le notaban tensas las venas en el cuerpo de la misma. Diríase que se trataba de un hermoso ejemplar de verga. Tímidamente, con el corazón acelerado y con mi pene bien parado, acerqué mi mano derecha, empuñándola en vacío para denotar mis intenciones. Si remilgo alguno, retiró su mano, con lo que me dejó el campo libre, así que empuñé gustoso tan hermosos ejemplar y procedí a mi tarea.

Yo me encontraba muy emocionado, sentía estallar la sangre en mi cara y la adrenalina me recorría el cuerpo entero, apresuré mi tarea. No sé cuanto tiempo estuve así. Luego, percibí que su enorme verga se agrandaba todavía más y ¡Pass pass pass! Se vino sobre el vidrio de la puerta del tren. Casi me arrebató la verga de la mano, la guardó y se bajó,

Dejando en mi mano un residuo considerable, que acuné en mi mano y ahí lo llevé, hasta que me bajé y busqué un sanitario para lavrme.

Como última parte del relato, la que sólo disfruté con la vista, les cuento que se trata de una sucesión de muy bellas escenas. Llegó el tren con su ruido característico que tanto influye, cuando menos en mí, en subir el nivel emocional del abordaje. Subí y logré quedar de espaldas a la puerta. Observé mi entorno. A mi derecha un joven, que al parecer, ya estaba ocupado, pues otro igualmente joven, de perfil, frotaba su cadera contra el pubis del primero, siempre ya saben, al ritmo del tren.

A mi izquierda, había varias personas, todas en actitud de yo no juego, ni me veas. Enfrente, una serie de individuos, todos de espaldas y alejados. Llegamos a la siguiente parada, subieron dos personas, mismas que se pasaron hacia la otra puerta, de modo que no cambió el ambiente. Así que concluí: me toca observar.

El que frotaba su perfil, se volteó y quedó frente a frente con el otro, ambos de inmediato, comenzaron por acariciarse uno al otro en sus respectivos paquetes. El que ahora quedó de frente a la puerta, ni tardo, ni perezoso se abrió la bragueta y sacó su hermosa verga, el otro entonces, se la abrió también y se metió por ahí, por la bragueta el pene parado que tenía frente a sí, yo no daba crédito, peo estaba calientísimo, cuanto me hubiera gustado una mano amiga y salvadora en ese omento, pero ya dijimos, me tocaba observar.

Por la cara de deleite de ambos supuse que se trataba de un coito inteferfemoral y ahí estaban los dos, bien acoplaos, moviéndose al ritmo del tren. El de espaldas a la puerta,

era como más audaz, al ritmo del tren le daba piquitos en las mejillas al otro, incluso él

trataba de que el piquito tocara en la boca y en varias ocasiones lo logró.

Bueno, ahí les dejo la experiencia, la acción y el relato. Las conclusiones, serán las de vosotros, ojala y las expresen en la sección de comentarios.