El vagaundo

Yo me duche y me fui a mi habitación, dejé la puerta abierta por si se le ofrecía algo y me puse a leer con un flexo encendido, al cabo de media hora más o menos, dejé de leer, apagué la lámpara y me acosté, aunque no podía dormir. No sé qué pasó después que sentí mucho calor, miré hacia atrás y vi a Carlos (que era su nombre), acostado conmigo en la cama

Tengo el pelo rizado y hasta la mitad de la espalda, soy pelirroja, mis ojos son castaños, mi boca no la considero grande (aunque sé besar muy bien), mi piel es color blanca, mi nariz chata y afilada, no tengo mucho cuello, soy de cuerpo delgada (aunque no tanto), siento como si mis piernas fueran más grandes que mi propio cuerpo, tengo los pechos pequeñitos aunque me han dicho que disfrutan mucho con ellos, tengo veintinueve años y me llamo Lisa. Perdí la virginidad a los diecinueve, aunque la historia que os voy a contar no esa precisamente, os voy a contar lo que me pasó hace ya un año:

Pues estaba yo en un pub con mis amigas, Laura y Priscila, estábamos hablando sobre nuestros trabajos, pues yo soy administrativa en una importantísima empresa de telecomunicaciones, y mis amigas son contable y gerente respectivamente. Estábamos tomando una copa y bailando un poco, para despejarnos un poco de lo que era nuestra vida matutina. Ninguna de nosotras tenía novio, y la verdad es que no se nos pasaba por la cabeza tenerlo, preferíamos ser independientes, y poder estar con una persona sin tener que darles explicaciones a nadie. Pues en una de esas discusiones sobre trabajo, me quedé mirando fijamente hacia la barra, sin un por qué, solo estaba distraída, cuando se me puso en el campo de visión un chico guapísimo. Era alto, moreno de ojos oscuros, su cuerpo era atlético y por lo que supe después se llamaba David. La cosa fue que él me miró y me sonrió, entonces pensé para mí misma <>, siempre me ha gustado hacer sufrir a los chicos. Me acerqué como la que no quiere la cosa y le invité a una copa, él aceptó sin dudar. Nos preguntamos cosas como: ¿cómo te llamas?, ¿estudias o trabajas?, ¿qué hace un bombón como tú en una discoteca como ésta?, a lo que él contestó –estoy esperando a unos amigos-.

-¡Qué bien! Mira, yo he venido con unas amigas también, si quieres pasamos una noche todos juntos- le dije.

-Pues no es mala idea- me contestó él.-Pero no sé si debo. Verás es que a mis amigos no les gustan las sorpresas, podríamos esperar si quieres, y así se los pregunto-.

Yo le dije que está bien, que podíamos esperar a que llegaran para saber qué hacíamos y sin un por qué, le di un beso con lengua que casi el chaval se me derrite allí mismo. Entonces fue cundo llegaron sus amigos y él se separó enseguida de mí. Eran tres, todos morenos pero con ojos diferentes, todos con buen torso y altos. Y fue cuando me llevé la gran decepción de mi vida, uno de los chicos se acercó a David y lo besó en la boca. Me quedé patizamba. Entonces me fui avergonzada hasta donde estaban mis amigas sin decir nada, y las propuse a salir de allí.

-Nosotras no tenemos culpa de que tus cálculos no te hayan salido bien. Aquí nos quedamos, si quieres irte, puedes hacerlo- me contestó Laura.

¡Pero qué se ha creído! Me puse furiosa y fue por eso, y no por la vergüenza, que me fui del pub. Eran casi la una y media de la madrugada y fuera del local no había nadie. Estaba furiosa hablando conmigo misma, sin darme cuenta de lo que pasaba a mi alrededor, entonces oí una voz que me pedía auxilio –por favor, tendría algunas monedas sueltas, es que verá, se me ha perdido la cartera y no tengo para poder coger el ave-. Era un chico de unos 27 años, estaba en una silla de ruedas y le faltaban las dos piernas, estaba sucio y daba pena. A parte de eso, se veía que tras la poblada barba era muy guapo, tenía los ojos verdes y el pelo de la cabeza era tan negro como la noche misma. Yo sinceramente estaba sin blanca y se lo hice saber, pero el se puso muy triste y muy educadamente me dijo que no pasaba nada y que ya pediría a alguien, pero en verdad la calle estaba desierta. Seguí caminando pensando en mis amigas, en lo que me habían hecho, y de repente se me puso otra vez la cara del chico dentro de mi mente. No sabía por qué, pero algo me decía que tenía que hacer algo por él, así que me di la vuelta y lo llamé -¡Eh, oiga! ¡Oiga señor! Ya sé que le he dicho que o tengo dinero, pero no puedo dejar de pensar que lo dejaré aquí sólo a estas horas de la madrugada, y me siento verdaderamente mal. Entonces... bueno yo... pensaba que si no le importaría acompañarme hasta mi casa. Vamos, si no es ninguna molestia. Es que sabe, me da miedo caminar sola por estas calles- no sé ni como se me ocurrió decir la palabra caminar ante él, aunque no se sintió ofendido.

-Está segura, señorita- me dijo más que preguntar.

-Si es que verá, vivo a unas tres manzanas de aquí, y sabe que por estas calles de Madrid pues nunca uno se sabe. Estaría dispuesta a darle cobijo esta no che si lo desea en mi casa, vivo sola y no me vendría mal un poco de compañía-.

-No quiero ser una molestia- me dijo él.

-No, no que va. No es ninguna molestia. De verdad que quiero que me acompañe- le rogué.

Él aceptó entonces y los dos fuimos por la calle hasta mi casa. Le pedí de empujar de la silla pero él se negó. Llegamos al zaguán de mi edificio y el vaciló al entrar, tuve que “obligarlo”. Una vez allí cogimos el Ascensor y subimos hasta la tercera planta, que es donde vivo. Le invité a pasar, en sus ojos se veía un agradecimiento extremo, y me sentí muy bien al ver que él se sentía feliz. Le propuse que se duchara, él se negó, pero volví a convencerlo. Le di una camisa de un ex-novio mío que se había quedado allí, y unos pantalones vaqueros cortos, le di una hojilla de afeitar y espuma para que se rasurara. Yo me puse mientras a preparar la cena, le hice unas patatas fritas con bistec empanado y una pequeña ensalada de lechuga. Cuando salió del baño me quedé alucinada. El chico que yo creía que era guapo, era en realidad guapísimo. Su pelo, que antes lo tenía tapado con una gorra blanca, le llegaba a los hombros, sus ojos claros me miraban con mucho agradecimiento, su cara era morena y muy suave (pues le acaricié la cara), sus brazos estaban fuertes (imagino que era por el esfuerzo que tenía que hacer para poder andar con la silla). Comió y hablamos de nosotros durante dos horas. Ya eran las cinco de la madrugada cuando le dijo que si tenía sueño y él me contestó que sí y que donde iba a dormir. Yo como anfitriona le propuse que durmiera en mi cama que yo dormiría en el sofá, pero él se negó y se acostó en el sofá.

Yo me duche y me fui a mi habitación, dejé la puerta abierta por si se le ofrecía algo y me puse a leer con un flexo encendido, al cabo de media hora más o menos, dejé de leer, apagué la lámpara y me acosté, aunque no podía dormir. No sé qué pasó después que sentí mucho calor, miré hacia atrás y vi a Carlos (que era su nombre), acostado conmigo en la cama, sin camisa y abrazándome. Su abrazo era tierno así que no me enfadé con él, al fin y al cabo durante la noche me había empezado a gustar y a atraer. Su pecho era pura fibra y no le salía ningún michelín. El me sonrió al mirarme y me dijo que solo se había acercado para darme las gracias. Entonces tuve el impulso y no pude esperar más, lo agarré con una de mis manos por la cabeza y guié sus labios a los míos. Fue excitante, el beso más orgásmico de mi vida, pues en mi interior empecé a tener calor y yo notaba que él también empezaba a encenderse. En ese momento él perdió la timidez y me acarició el culo por encima de mi camisón, tardó un momento en meter su manos callosa y fuerte dentro de la bata y entonces empezó a acariciarme el culo. Del culo también se le escapaba la mano a mi papayo que estaba poniéndose a mil por hora. Pero el pistoletazo de salida fue cuando se atrevió a meter su mano entre mis bragas y mis piernas y empezó a acariciarme el clítoris. Vi los cielos abiertos y lo besé con más pasión mientras recorría mis manos por todo su cuerpo, hasta que me detuve en su entre pierna. ¡Y qué entre pierna! Tenía la polla más gorda que me había metido en la boca, metí la mano en el pantalón y empecé a hacerle una paja que lo hacía suspirar de placer hasta que le hice correrse de gusto. Luego me levanté y abrí el cajón de mi mesa de noche y saqué un preservativo (pues siempre hay que ser precavida), y sin dejarle apenas descansar del orgasmo, me limpié la mano y con mi boca le puse el preservativo. Estuve como unos cinco minutos mamándole la verga, me puse de rodillas en la cama, me quité el camisón y él me cogió entre sus brazos varoniles y me sentó encima de él, sentí todo el poder que tenía su polla muy dentro de mí, sentí lo dura que la tenía y eso me hizo correr de placer mientras no besábamos. El al no tener piernas no pudimos hacer muchas posturas, pero la verdad era que el chico sabía muy bien follar, y sabía cómo tenía que meterla. Solo recuerdo que me corrí unas cuatro veces más antes de que me la metiera por el culo, me estaba azotando con su látigo en el culo mientras yo seguía masturbándome y gritando de gusto. Cuando me la sacó del culo empezó a lamerme el coño de tal manera que casi podía acariciar las nubes, tenía una lengua que me quemaba muy adentro y sabía usar muy bien aquellos dedos. Dejé que se quitara el preservativo para que se corriera de gusto por segunda vez en mi cara, sentí su semen bajar por mi pecho mientras me ardía. Y así estuvimos hasta que amaneció y nos quedamos dormidos.

Sólo recuerdo que cuando me desperté él ya no estaba a mi lado. Me asusté y me levanté, la cama olía a él y salí desnuda del cuarto buscando su silla. No la encontré, solo encontré una nota en la puerta de mi casa en la que decía:

Querida Lisa:

Gracias por haberte ocupado de mí unas horas, hacía tanto tiempo que no pasaba un rato tan agradable como el que he pasado contigo.

Quiero que sepas que siempre irás en mi corazón, pues fuiste muy amable conmigo. Te pido que no me sigas, pues me da vergüenza lo humilde y lo bien que te has portado conmigo, y yo no podría hacerte feliz, pues sabes que estoy sitiado. Me gustó mucho hacer el amor contigo. No me busques pues me he ido lejos, le he pedido el dinero a un vecino tuyo, y seguro que cuando leas esta carta yo ya estaré camino de ninguna parte. Pero esto no es una despedida. Espero poder volver a verte en un futuro no muy lejano.

Muchas gracias de todo corazón.

Carlos.

Y esa es mi historia. A que es bonita. Yo no me enfadé ni mucho menos por dejarme sola. Comprendí cómo se sentía él y quise seguir su consejo. La verdad es que llevo un año esperándolo. Sí he tenido más chicos con los que he jugado en la cama, pero nadie, nadie como Carlos para hacerme sentir mujer.