El vagabundo (9)

Me sentía animado y dispuesto a ser uno más en la bodega, pero un accidente frenó mis intenciones, aún así seguiría en mi empeño.

Salimos bien abrigados, Mariano me dejó su pelliza, que sólo se ponía en los días muy crudos, calientes por dentro y por fuera.  Nos montamos en el todo terreno y Mariano me dijo que me sentara a su lado, miré a Gero extrañado, ella lo estaba más que yo y salimos al camino nevado, por suerte ya había dejado de nevar, pero el suelo seguía cubierto totalmente, los tres en el asiento de adelante pronto íbamos a probar el “tormento” de su padre, sacó un puro de cosecha propia y me lo largó para que hiciera los honores.

Yo no había fumado nunca, miento, recuerdo el día que mi padre me quitó la curiosidad, fue cuando me pilló con un pitillo en la boca al volver del colegio, aquel día llegué a casa con las orejas bien calientes.  Ahora era yo el que no quería fumar, pero su padre, con la mejor sonrisa, insistía dándome codazos en las costillas, Gero esperaba y me vi forzado a encenderlo.

A la primera bocanada, el humo me quemó la garganta y la tos casi me mata, Mariano se tronchaba de risa igual que Gero, por suerte éste me quitó el puro de la mano y me hizo una demostración pues lo aspiró hasta quemar más de un centímetro de tabaco, lo peor fue que al expulsar el humo el coche se llenó y su hija tuvo que abrir la ventana.  Al final nos reímos todos, pero yo quedé medio afónico.

Al llegar adonde estaba el tractor yo iba decidido a demostrar que quería participar activamente y salté del coche como si fuera el salvador del mundo, fui al remolque y lo desenganché, Gero y su padre estaban admirados de la actitud que demostraba e incluso me permití dirigir la maniobra.

  • Ale, señor Mariano, usted suba al tractor y lo arranca, su hija tirará de él con el Land Rover y ésta cuerda, en el momento que se mueva gire hacia éste lado y el tractor saldrá fácilmente.
  • ¡A la orden capitán!, jajaja.
  • ¡Así me gusta Paco, tú mandando!, jajaja.

Se lo tomaron a broma, pero lo hicieron así, até una cuerda gruesa al tractor y al 4X4 , me puse al lado del tractor para ver de cerca cómo iba saliendo y le di la orden a Gero para que tirara.

El tractor se movió, estaba metido en una cuneta del camino cubierta por la nieve, todo parecía ir bien hasta que de pronto el tractor se inclinó de lado, fue rápido e inesperado, la rueda se había colado en una alcantarilla que no se veía y volcó hacia mí lado, intenté sujetarlo por la cabina, pero era demasiado pesado y más cuando se fue inclinando y cayó sobre mí.

Sólo vi a Mariano dando tumbos dentro de la cabina, el pobre hombre cayó entre los pedales y las palancas, yo me hundí en la nieve y pude esquivar el pesado techo.

Gero gritaba cuando saltó del todoterreno al ver lo que pasaba, le pedí que sacara a su padre que estaba atrapado en la cabina, yo estaba bien, me sentía como en una cama blanca y mullida.

Cuando pudo salir, Mariano comprobó que no estaba herido, sólo magullado, entonces vinieron a sacarme a mí, tenía la cabina encima, pero no me había hecho daño o eso creía.

Al tirar del tractor con el coche Mariano dejó al descubierto la mancha de sangre que yo tenía en el pantalón, el espejo retrovisor se había roto y los cristales se me habían clavado en la cadera, no notaba dolor, pero salía bastante sangre.

El caos fue total, tiraron de mí hasta tenderme en el camino nevado y manché todo de rojo, yo estaba tranquilo porque no me dolía nada, pero Gero se cogía de su pelo desesperada, Mariano también estaba muy preocupado.

  • ¡Dios, otra vez ha pasado! ¿Por qué a mí? es la segunda vez que intentan salvarme la vida y causo una desgracia…
  • Tranquilo papá, no ha sido nada, Paco está bien.
  • ¿Cómo qué bien, mira como sangra? y precisamente hoy, como está todo nevado no vendrá ninguna ambulancia.
  • Pues lo llevamos al hospital nosotros, vamos a subirlo al coche.

Entre los dos me subieron al Land Rover , me dejaron tumbado en el asiento trasero con Gero a mi lado, apretando las heridas.

  • Por favor Gero no te preocupes, pero no te apoyes que me duele más, debo tener algún cristal clavado.
  • ¡Me cago en todo lo que se menea, debo estar maldito!
  • Tranquilo Mariano, usted no tiene la culpa.

Por los caminos de la finca fuimos patinando por la nieve virgen, al llegar a la carretera tuvimos suerte porque el quitanieves acababa de pasar y estaba limpia, el coche rugía a más velocidad de la que había ido nunca, Mariano iba pegado al cristal queriendo que el coche corriera más y más, hasta que llegamos a Urgencias, antes de parar pitó repetidamente y ya salieron con una camilla para mí.

Todo fue muy rápido, apenas recuerdo nada, el dolor al subirme a la camilla, las luces del techo del pasillo que pasaban velozmente y el barullo en el quirófano, Gero me dio un beso en la frente cuando me despidió y ya no recuerdo nada más que a una enfermera que al quitarme los pantalones dijo…

  • ¡Madre mía, lo que hay aquí!

Me desperté ya en la habitación, cuando abrí los ojos padre e hija estaban preocupados casi sobre mí, me alegré de verlos a los dos y después de contarme lo que pasó, Mariano se marchó, Gero le insistió que ella se quedaba, pero él tenía que volver.

Estuve adormilado un rato y Gero estuvo a mi lado cogiéndome la mano, me sentía bien, no me dolía nada y hacía calor.  La chica estuvo toda la noche a mi lado sin dormir, yo le insistía que no hacía falta, que descansara, pero ella no quiso, por la mañana vinieron dos enfermeras con un carrito de curas, la vieron tan nerviosa que me preguntaron.

  • ¿Es tu novia?

Sin pensarlo dije afirmativamente con la cabeza que sí, Gero se volvió ruborizada, las enfermeras le dijeron que debía salir mientras me curaban y le aconsejaron que fuera a tomar algo, porque había estado todo el día sin comer.

  • ¡Vaya, tenían razón!
  • ¿Qué pasa, estoy mal?
  • No, nada, todo lo contrario.
  • Como ha dicho que tenían razón…
  • No te preocupes, son cosas nuestras…
  • Y mías, si no, no haberlo dicho.
  • Sí y tuyas también, pero tranquilo, te lo explico… cuando nos suben a la sala a algún paciente… digamos fuera de lo común, las compañeras de quirófano nos avisan… “paciente especial” …
  • ¿Y qué quiere decir?
  • Jajaja, nada hombre nada, para ti nada, pero para nosotras...

La compañera me había subido el camisón hasta el cuello y me levantaba los apósitos, noté como la otra me cogía la polla que dormitaba sobre las vendas y la pasaba al otro lado, no lo hizo con la delicadeza de la esteticista, ésta la agarró bien y la pasó lentamente mostrándola a su compañera, la sonrisa morbosa que hizo me causó un calor que cuando la polla llegó a la otra cadera ya le llenaba la mano.

No sé que puede tardar una cura como la mía, lo cierto es que Gero volvió cuando apenas me estaban poniendo esparadrapos nuevos.

  • Vaya suerte que tienes chica, enhorabuena.
  • Gracias, ¿entonces está bien?
  • ¿Has dicho bien?  Está para comérselo, jajaja.  Que aproveche.

Las dos salieron de la habitación y Gero me miró contenta, había comido algo y la noticia era de lo mejor y todavía mejoró más cuando volvieron a entrar acompañando a la médica, las tres me reconocieron detenidamente y me dieron el alta, recomendándole a Gero que me curara una vez al día.

Esta vez me llevó una ambulancia a la finca, en la puerta me esperaba Ana con cara preocupada y su hija la abrazó nada más verla, Mariano hizo sitio cuando me subieron a mi habitación.

Yo me encontraba bien, Ana se esmeraba en cuidarme, preparando las comidas y la habitación para que estuviera cómodo, Geno subía en cuanto estaba libre de trabajo y Mariano cuando venía me hacía una visita.

Cuando subieron para curarme, Ana y su hija llevaban todo lo necesario, Gero llevaba las mangas de la camisa de cuadros arremangadas y Ana llevaba su delantal almidonado más limpio, habían comprado toda clase de vendajes y apósitos y los desplegaron en la mesita.

  • Bueno, vamos a ver Paco… tú no tengas miedo, yo no he curado muchas veces y Gero… menos, pero me ayudará, entre las dos lo haremos lo mejor posible, disculpa si tenemos que verte… algo, no tengas vergüenza.
  • Tranquilas, ya me han visto casi todas las enfermeras de la planta en el hospital, jajaja.

La habitación estaba ambientada cuando me quitaron las mantas de encima, llevaba un pijama de Mariano, los cristales habían destrozado mi bóxer.  Entre las dos, tirando de cada lado del pantalón, dejaron expuesta la zona a curar.

  • ¡Dios mío, qué barbaridad!
  • ¿Tengo mucho mal?
  • No creo, lo decía por el tamaño de… los vendajes… ¿Te has fijado Gero?
  • ¡Mamáááá!
  • Emmm, Paco, ¿te importa pasar... eso, al otro lado?
  • ¿A qué se refiere Ana?
  • A… esto.

Ana rozó el capullo con el dedo, estaba medio dormido sobre los vendajes, pero no se atrevió a tocar, me di cuenta y delante de las dos cogí la polla con la mano abierta y la pasé al lado contrario, las dos se miraron porque sobre el puño aún asomaba un buen cacho.

  • Y lo otro… también…

Los huevos se habían quedado pegados al muslo y tiré de ellos, que al tacto se redondearon y se comprimieron.

Los esparadrapos me llegaban hasta medio muslo, luego me dijeron que tuve suerte porque los cristales pudieron hacer mucho mal, por un lado estaba la femoral y por el otro… todo el “paquete”

Las manos de Ana iban con cuidado de no hacerme daño, estaban calientes y suaves, en cambio de vez en cuando notaba el tacto de Gero, ésta las tenía frías y me daban escalofríos, tardaron un buen rato y quedó bien, al final Ana ya cogió la polla ella misma y la dejó a dónde la había encontrado, me causó una grata sensación, pero no se lo tuve en cuenta porque lo consideré como una demostración a su hija de que no tenía importancia.  Su madre recogió todo y salió de la habitación cerrando tras ella.  Ya no me tapé con la manta, me subí el pantalón y Gero se sentó a mi lado.

  • Paco, quería preguntarte una cosa…
  • Dime lo que quieras, sabes que hay confianza.
  • ¿Cuándo dijiste que era tu novia, lo dijiste en serio?
  • Bueno… la verdad lo dije sin pensar, no tenía ganas de explicar que vivía con vosotros, que hacía las prácticas en la finca y que…
  • Ya.  -(la chica se limpió las lágrimas que le asomaron en los ojos)-
  • ¿Por qué lloras?
  • Por nada, no tiene importancia.
  • De verdad lo siento, fue un pronto.

Gero empezó a llorar en silencio, las lágrimas rodaban por sus mejillas y cruzó los brazos sobre mi pecho apoyando la cabeza sobre ellos, no me miraba, pero yo notaba que seguía llorando, le acaricié el pelo y la calmé un poco, notaba cómo le daba el hipo y le pasé la mano por el cuello y los hombros.

  • Lo siento Gero, no debí decirlo, si llego a saber que te sabía mal.
  • No, no es eso, ha sido por lo  imprevisto…

No sabía cómo explicarlo, Gero me caía muy bien, me gustaba su sencillez y su sinceridad, pero no tenía previsto tener novia… todavía.

Los hipos y el aliento cálido de Gero se colaron por la bragueta del pijama, mi polla, que no es muy romántica, hizo un asomo, lo que vio le gustó y se asomó más y más hasta ir levantándose frente a los ojos llorosos de Gero.

Noté cómo acomodaba su cabeza sobre mi vientre mientras mi polla iba subiendo cada vez más, en un momento dado la polla se enganchó en la pletina de la bragueta y ella alargó la mano y sin tocarme soltó un botón dejando paso libre.

Cuando llegó a la vertical, empezó a cabecear como un metrónomo, yo notaba cómo su mirada seguía el movimiento oscilante, estaba como hipnotizada y no tardó en ir acercando su cara, la mano que soltó el botón se acercó entre mis piernas y cayó desmayada pegada a mis huevos,  no tardé en sentir el hormigueo de sus dedos en mi escroto, Gero curioseaba con ellos.

Su cara se acercaba cada vez más y sentí su aliento cálido en mi capullo, hasta que noté que acercaba la lengua y me rozaba con la punta, la polla reaccionó bruscamente y ella se asustó, tuve que pasar mi mano por su cabeza para darle confianza y que siguiera.

Lo hizo sin mirarme y al momento otra vez su lengua me rozaba el capullo, ahora ya no se asustó con el movimiento de éste, al revés, la mano que tanteaba mis huevos fue agarrando el tronco y lo sujetó hasta que dejó de oscilar.

No le podía ver la cara, sólo el cuello, pero sentía el roce de su oreja en mi vientre, como iba depilado la sensibilidad era máxima y se traducía en una erección extraordinaria.  Quizá por eso me extrañó que ella doblara la polla hasta tumbarla y ponerla al nivel de su boca, una serie de besos tiernos me llenaron el glande, luego se repartieron por el tronco y llegaron a los huevos.

Yo estaba en una nube, mi mano empujaba la cabeza de Gero que no oponía resistencia y no tardé en sentir cómo sus labios rodeaban el prepucio, no sólo eso sino que se iba hundiendo en su boca abriéndose paso.…

La lengua aprisionó el capullo para que no escapara y los labios se cerraron alrededor, sentí la aspiración y su cabeza se alejó de mi mano y actuó por sí sola.

Mi mano pasó de su cabeza a la nuca y de allí al cuello y la espalda, estuve tentado de buscar sus tetas y amasarlas, aunque me detuve a tiempo, habría sido un desastre.  En cambio, busqué el final de su espalda.

Gero se había incorporado para llegar a mi polla con más comodidad y mi mano pasó por su redondez, me encontré con los remaches del pantalón vaquero, la fuerte tela no me dejó ir más allá, pero busqué entre los muslos, sólo encontré calor, mucho calor y humedad, las costuras rezumaban humedad entre sus piernas y me gustó.

La chica no giraba la cabeza y me estaba dando una mamada magistral, estaba seguro que estaba improvisando, aunque lo hacía de maravilla, no conseguía esconder los dientes lo suficiente, pero la lengua me rodeaba el capullo con mucho arte.

Cuando me iba a correr le pasé la mano por su espalda por debajo de la camisa a cuadros, tenía carne de gallina y rocé el rosario de sus vértebras, quise avisarle, ella lo comprendió, pero no hizo caso, siguió chupando hasta que me derramé en su boca, siguió y siguió hasta llenarse la boca de leche, sólo se volvió a mí para enseñarme la lengua blanca, luego tragó y me subió el pantalón, luego sin decir nada salió de mi habitación en silencio.  Ya no lloraba.

Al día siguiente oí a Mariano al llegar a casa, venía contento y enseguida subió a mi habitación, me enseñó dos conejos que había cazado para mí y contó que Ana me haría una estupenda comida con ellos.  Se alegró de verme mejor y me dijo que el tractor ya estaba en el almacén, lo había sacado junto a dos peones y otro tractor más grande, no fue fácil, pero al final, salió, el único daño fue “mí” retrovisor.

A media mañana subió Ana para curarme, me extrañó no ver a Gero y me sentí mal, imaginé que la habría ofendido, estaba arrepentido por la ligereza al decir que era mi novia ya que lo hice por comodidad, por no dar tantas explicaciones, aunque el mal ya estaba hecho, ahora tendría que explicarle que era mi mejor amiga, pero de novia…

Ana siguió el mismo ritual que el día anterior, me bajó los pantalones, mi polla ya no estaba sobre las vendas, estaba sobre el vientre, no se amilanó y le pasó la mano suavemente como si fuera un gato y la sopesó con delicadeza.

  • Paco, tenemos que hablar… no me atrevo a decir lo que quiero pero… tenemos que hablar.
  • Usted dirá señora Ana.
  • Por favor no me llames “señora Ana”, eso lo hace todavía más difícil.
  • Como quiera.
  • De tú por favor…
  • Está bien Ana.
  • Así está mejor.  De ninguna manera quisiera que pensaras mal, no es nada fácil para mí, pero tengo un problema y sólo tú puedes ayudarme.
  • Si es por eso, cuenta con ello.
  • No es tan sencillo, mira, hace muy poco que nos conocemos, conoces a mi familia, aunque falta a mi otra hija, pero ya llegará, el caso es que conoces a Gero y a mi marido, con Gero ya sabes el problema, aunque la verdad no me preocupa demasiado y menos ahora que he visto cómo la ayudas.
  • Hago lo que puedo, de todas formas el mérito es suyo, pone mucho de su parte.
  • El otro problema que tengo es con Mariano.
  • ¿Con Mariano?  Si es un bendito y más desde su desgracia…
  • Exacto, tú lo has dicho, “su desgracia” que también es la mía.

Cuando dijo “mía” me apretó la polla, que ya en ese momento estaba casi completamente dura.

  • No sé si me explico, desde el desgraciado accidente de mi hermano, Mariano…no ¡oh! lo siento no puedo seguir, esto está mal, muy mal, no debo, es imposible.
  • No te preocupes, puedes decirme lo que sea, yo respeto mucho a Mariano, me ha demostrado mucho cariño.
  • Eso lo empeora más todavía, si no, podrías pensar que lo que te cuento es por venganza, por odio o por rabia, pero no, yo quiero a mi marido con locura, pero…
  • Me alegro oírtelo decir, así que habla sin tapujos, te juro que no diré nada a nadie.
  • Eso necesitaba saber, esto tiene que ser un secreto entre los dos, Paco, ¡necesito que me folles!, uf, ya lo he dicho, compréndeme, mi marido, por desgracia, no puede y yo… ¡Yo estoy viva Paco, estoy viva y necesito esto!

Con énfasis Ana me tiraba hacia abajo de la polla dejándome el capullo brillante, ya estaba rojo con sus movimientos y ahora ya lo movía como si la estuviera sintiendo dentro de su coño.  Me pilló de sorpresa, no pensé que sería tan directa, realmente nos conocíamos poco y hasta entonces no me había demostrado ninguna señal al respecto, lo de enseñar las tetas lo tomé como lo que era, una demostración de confianza hacia su hija pero aquello… de todas formas me sobrepuse y decidí comprobar hasta adonde llegaba su  sinceridad y quise ponerla al límite.

  • Te entiendo Ana pero comprende… no puedo hacerle esto a Mariano, si hubiera sido el primer día, sin saber nada ya te estaría metiendo esto en el coño hasta los huevos.
  • Por Dios Paco, no me digas eso, me tiemblan las piernas sólo de pensarlo.
  • Ahora, es casi mi amigo, quizá más, estamos unidos por la desgracia, por lo menos para él.
  • Ya lo sé, pero eso no tiene nada que ver, yo no pretendo engañarle, no quiero pensar en eso, sólo quiero sentir esto dentro de mí.
  • Es difícil separar una cosa de otra, yo también deseo follarte hasta hacerte correr a chorros.
  • Mmm, por favor no seas tan explícito, haces que me moje.
  • Sólo soy sincero, cuando te vi las tetas, la polla se me puso como ahora.
  • Sííí, lo sé, te la noté, me he acariciado muchas veces pensando en aquel día, en qué mala hora lo hice.
  • Al revés, me encantaron tus tetas tanto que la boca se me hacía agua, me parecía estar chupándote los pezones tan ricos que tienes.
  • Uyyyy, por todos los santos Paco, me tienes el límite, si no estuvieran abajo me sentaba sobre ti.
  • Nooo, ahora no, que tengo los puntos.
  • No los ibas a notar me clavaría en ti y encima vas depilado, ¿sabes una cosa? Yo también, me depilé ayer al verte, he soñado contigo metiéndome tu verga hasta hacerla desaparecer.
  • Lo siento Ana, no me conoces, pero soy muy bruto.
  • No pido mucho, sólo que hagas sentirme mujer.
  • Sí, pero eso a veces comporta… comportamientos extremos, por ejemplo… el culo.
  • ¡Nooo el culo nooo, me matarías con esto!, no sé si me cabría en el coño…
  • Seguro que tu culo puede con esto y con más y puedes estar segura que me tendrás en él hasta tocarle la garganta.
  • Ya la siento Paco, ya la siento.  No sigas, que me vas a hacer correr.
  • Qué más quisiera, pero no estoy para demostraciones.
  • No, lo comprendo, esperaré a que estés mejor, aunque no sé si podré.
  • Ya, pero me pides que te folle yo, eso es muy fuerte, nos conocemos poco y no me fio de las calenturas.
  • No son calenturas, ya hace mucho que pienso en que me folle alguien, lo que pasa es que no conozco a nadie de confianza y al verte el otro día, no sabes la impresión que me dio verte con minifalda y con el bulto que asomaba por debajo.
  • A mí también me gustaron tus tetas, pero eso es otra cosa.
  • Sólo te pido una ayuda, un favor, es sólo sexo, te lo juro.
  • No es tan fácil, no quisiera que luego te acostumbraras.
  • Piensa que no es eso, es simplemente… una buena obra.
  • Está bien, pero de todas formas sería con mis condiciones.
  • Lo que quieras, estoy a tu disposición, ¿cuáles son tus condiciones?
  • Escucha… si acepto es por ti, no quiero verte infeliz pero será cuando yo quiera, como quiera y adonde quiera, no quiero protestas ni reproches, tenlo claro.
  • No te preocupes, haré lo que me pidas, pero la vida es muy dura y… ¡joder Paco, es que tienes una polla… hasta sueño con ella!
  • Está bien, ya te avisaré yo, ante todo quiero discreción y obediencia, a la menor queja corto el rollo, ¿entiendes?
  • Claro, Paco, no te preocupes, pero por favor no me olvides.
  • Por el momento y como adelanto, sácate las tetas, pues el otro día me quedé con las ganas de comerlas.

Ana se abrió la blusa y sacó las dos tetas del sujetador, no me equivoqué, estaban deliciosas, los pezones resultaron ser más agradecidos de lo que pensaba, las dos estaban comprimidas y pude lamer y chupar los dos pezones hasta que los temblores la sacudieron y tuvimos que dejarlo, se había corrido y me lo demostró metiendo los dedos entre las piernas y los enseñó pegajosos.

La madre de Gero quedó tranquila y terminó de curarme, no dejaba de acariciarme la polla como queriendo mantenerla en guardia, cuando acabó de cúrame me dijo seriamente.

  • Paco, de lo que hemos hablado, ni una palabra a nadie, esto sólo es una ayuda a una necesitada, nada más, ¿comprendes?
  • Claro, solo una ayuda, como el que ayuda a una viejecita a cruzar la calle.
  • Eso es, veo que lo has entendido…
  • Hola mamá, hola Paco, ya estoy aquí.
  • ¡Gero! ¿qué te has hecho?

Quedamos sorprendidos, Gero apareció como una exhalación en mi habitación, pretendía darnos una sorpresa y nos la dio, sobre todo porque iba vestida con una falda y una camiseta de tirantes, pensé que demasiada fresca para la época, pero estaba muy guapa, aun sin tener tetas, claro.

  • ¿Qué opináis, os gusto?
  • Estás preciosa hija, ¿verdad Paco?
  • Seguro que sí, no me podía imaginar tanta belleza.
  • Pues no habéis visto lo mejor.

Gero dio la vuelta en redondo con los brazos sobre la cabeza, rodó y rodó, la falda se subió hasta medio muslo y a la cuarta vuelta pude darme cuenta de que en las axilas ya no tenía vello y en las piernas tampoco, el día que la vi solamente con las bragas sí que me di cuenta del “felpudo” que tenía en el coño, pero de las axilas no me percaté.  Ahora suponía que la depilación sería integral y eso me levantó la polla.

Ana se dio cuenta y me cubrió con la sábana, aún así la tienda de campaña quedó montada y Gero sonrió.  Ana la besó emocionada, su hija había dado un gran paso adelante hacia su feminidad, estaba perdiendo el miedo y el trauma, estaba “pareciendo” una mujer.  La madre recogió los trastos de curar y se dispuso a marcharse.

  • ¿Te vienes hija?  Voy a preparar la comida.
  • No, me quedaré un rato con mi “amigo” Paco.  Me gusta estar con él.
  • Está bien, ya te avisaré cuando esté la comida y se la subes.
  • Y tanto que se la subiré.

Ana salió y cerró la puerta, Gero se sentó a mi lado, la sábana no disimulaba el bulto de abajo y ella no le hizo caso, parecía como si fuera otra persona, incluso que no recordaba la mamada que me hizo.

  • ¿Qué tal, como te encuentras?
  • Pues… de maravilla, llevo un día muy bueno y… dime a que se debe este cambio.
  • Ya lo ves, me di cuenta de que si soy mujer, debo parecerlo, a partir de ahora sólo me vestiré de hombre para trabajar, pero de mujer solamente en casa y para ti, ahora sí que seremos amigos de verdad, tú y yo.
  • Eso siempre, me tienes para lo que quieras.  Acércate más, mira lo que tengo para ti.

Gero se acercó a mi cama y se inclinó sobre mí, cuando retiré la sábana, mi polla estaba sobre mi tripa y cuando fue a cogerla pasé mi mano por su culo, la fui bajando a lo largo de la falda y cuando terminé la orilla subí por sus muslos, Gero no tenía tetas, pero las piernas las tenía fuertes y torneadas, cuando llegué a sus nalgas noté que las bragas no eran las mismas de la otra vez, éstas le ceñían las piernas, mis dedos no se rindieron y pasaron hasta buscar el pubis.

  • ¿Te gusta, esta tan pelado como tu polla?
  • Me encanta.
  • Cuando te la comí el otro día me di cuenta de lo tonta que era, teniendo una polla como la tuya  en las narices y no probarla, ahora quiero catarla.
  • Me encantaría, pero temo que no estoy para meneítos ahora, de todas formas, me apetece comerme lo que esconden las bragas, tú puedes repetir lo del otro día.

Gero me demostró gran agilidad cuando se quitó la camiseta y la falda, se subió sobre mí  poniendo una pierna a cada lado de mi cara, cogió la polla que apuntaba al techo y la engulló al momento, sus caderas bajaron sobre mí y mi lengua recibió aquel coño tierno y húmedo.

Se me hizo extraño no tener adonde cogerme, las costillas se le notaban adonde debían haber dos bolas calientes, duras y suaves, aún así los pezones estaba salidos y no tuve inconveniente en pellizcarlos como si fueran los de su madre, se volvió hacia mí dejando la polla vertical y me dijo.

  • No sabes lo que siento no tener unas tetas como las de mi madre para ti, me gustaría que disfrutaras con ellas.
  • No te preocupes, me gustas así como eres, sigue con lo tuyo.
  • Gracias Paco.

Imagino que para ella fue un hito porque nada más cogerle los dos pezones a la vez se estremeció y me llenó la cara de jugos, se estaba corriendo como una loca, había abrazado a mi polla con las dos manos y no la soltó hasta que se fue calmando, al tener la boca llena sus gemidos eran apagados, pero se aplicó cuando ya pudo controlar sus movimientos.

Gero no esperaba que mi lengua no se limitara a sus labios, descubrí que no era virgen, debió meterse de todo, pero su culo sí que lo era y cuando lo lamí me mordió la polla.

  • ¡Ahí no Paco, por ahí no!
  • ¿Por qué?  Me gusta tanto como tu coño.
  • Porque por ahí no me cabe, en el coño me he metido de todo, pero en el culo ni una paja.
  • No te preocupes, yo te meteré eso que tienes en la boca ahora.
  • Ni lo sueñes, si eres mi amigo no lo hagas.
  • Cuenta con ello, amiga Gero.

No insistí, pero cuando volvió a correrse le metí un dedo debidamente ensalivado, apenas culeó para esquivarme y el orgasmo fue tan fuerte que se rindió sin más, ahora ya sólo faltaba que yo estuviera en condiciones físicas para follarla como se merecía.

  • Ha sido fantástico, creí que eras más inocente.
  • Jajaja, no olvides que tengo práctica, el caballo está encantado conmigo.
  • Ya me imagino, lástima no tener yo una polla como la suya.
  • Jajaja, ¿y adónde la meterías?
  • Eso déjamelo a mí, jajaja.

Al día siguiente Gero se fue con su padre a Valladolid, cuando volvió me dio un paquete.

  • Toma, creo que necesitarás esto.
  • ¿Qué es?
  • Son los apuntes de la universidad, he ido a ver a mi hermana y los ha conseguido, tiene amistad con su profesor y me los ha dado, también me dijo que un día de estos vendrá a vernos.
  • Tienes una hermana muy amable y tú eres una chica especial, eres una buena amiga.
  • Para mí la amistad es sagrada.

En el hospital me dijeron que volviera a los quince días para quitarme los puntos, ya estaba impaciente por empezar mis prácticas en el laboratorio, el profesor era el Enólogo de la bodega y tenía mucho que enseñarme.

Durante mi convalecencia,  Gero estuvo ayudándome en todo, en cuanto pude levantarme me sentaba a estudiar, ella en sus ratos libres me repasaba los temas, me traía notas desde el laboratorio del Enólogo de la bodega y me iba explicando el proceso de la uva desde que se medía el grado y descargaban la uva en el sinfín de la entrada hasta que salía el vino envasado.

Continuará.

Si les gustó, valoren y comenten.

Gracias. Tauro47