El vagabundo (7)

La iniciación de María no estuvo mal, sobre todo para ella, en cambio yo me sentí defraudado. Marché a mi nuevo destino, fui a una bodega como becario y allí comprobé lo poco que sabía del campo.

La chica de estética pasó delante de mí, iba vestida de forma impecable con una chaquetilla blanca y un pantalón del mismo color, en el cuarto, muy reducido, había una camilla que miré con recelo, detrás de una cortinilla me cambié de ropa por una camisola corta, pero como sólo me llegaba a la cintura me lié una toalla pequeña.

  • Bien, vamos a ver, ¿cómo quieres que te depile?
  • Como hagas menos daño.
  • Jajaja, vaya miedica, no te preocupes, haré lo que pueda, aunque ya sabes que el presumir tiene un precio.

Me cubrí por delante con la toalla mientras ella ajustaba un foco articulado sobre la zona a tratar, al momento tiró de la toalla y me la dejó sobre el pecho, cerré los ojos sin saber qué hacer, me moría de vergüenza, me sentía indefenso, no porque me la viera sino porque temía que mi polla, como siempre actuaba por libre, se pusiera como un burro y me afrontara.

  • Bueno, antes que nada me presentaré, me llamo Bene, lo digo para que se te pase un poco el susto y no te preocupes, no será nada.

Me preocupaba el sistema que emplearía, nunca vi el proceso, aunque sí el resultado en Pilar, pero viendo la mata de pelo que rodeaba mi verga no comprendía que iba a hacer.  Bene tomó una tijeras y empezó a cortar a diestro y siniestro quitando rizos, mi temor era cuando llegara al tronco, de momento se portaba bien pero estaba seguro que en cuanto estuviera cerca empezaría mi calvario.

Y llegó el momento, Bene agarró la polla como si nada desplazándola al otro lado, no quise mirar, por miedo a las consecuencias, ella siguió con las tijeras, ¡tris-tras! Apartando con soltura mí pene de un lado al otro. Yo guardaba silencio sin respirar y ella lo notó.

  • No tengas miedo, hombre, todavía no he cortado ninguna polla, aunque te confieso que a veces me dan ganas, Jajaja.
  • ¡Qué consuelo me das!

Siguió recortando vello hasta que se giró de espaldas y volvió con un recipiente con cera caliente, mi preocupación aumentó ante el temor de que me quemara y más todavía por el dolor al tirar de ella.  Esto se añadía al apuro por el comportamiento de mi polla que en cualquier momento saltaría hacia arriba.

  • Uf, ya tengo calor, si no te importa me quitaré la chaquetilla.
  • Po… por supuesto que no.

Esto me preocupó todavía más, pues debajo de la camiseta sólo llevaba un sujetador deportivo que se le pegaba como una segunda piel, las tetas redondas se marcaban con detalle y ya me vi perdido, ahora ya no tenía salvación, pero no sucedió nada, seguí igual, con la polla como un gusano de seda.  Bene repartía la cera, la presionaba contra el pubis y tiraba de ella sin piedad, yo contenía el grito ante el dolor, pero la polla seguía muerta, aun así, todavía empeoró.

Me asustaba que cuando se acercara al tronco, cubierto hasta casi la mitad de vello rizado, tendría que cogerla de algún modo y lo hizo, con dos dedos solamente tiró del prepucio dando el efecto que cogía un condón vacío, la polla no se notaba dentro de él, la piel era más larga que la polla, y los huevos parecían pimientos asados.

Empecé a preocuparme, pero por otro motivo, ahora ya no sufría por una erección imprevista, ahora padecía por el ridículo que estaba haciendo, la chica me manejaba la polla como si fuera un trapo mojado, dejándola caer desde lo alto como una piltrafa.

Los tirones con la cera ya no los sentía, sólo miraba mi rabo que estaba camuflado debajo de mis huevos, éstos tampoco podían presumir porque desaparecían entre los muslos, Bene tenía que tirar de ellos como con pinzas y pelarlos como a un pollo muerto.

  • Lo siento Bene, creí que podía colaborar o ayudarte para que la piel estuviera más…
  • Jajaja, ya te entiendo, pensabas que se te iba a empinar la polla y te iba a dar vergüenza, a los novatos siempre les pasa lo mismo, pero ya ves, jajaja.

Con la mano suelta le dio un cachete a la polla que cayó K.O. al otro lado.

  • Qué vergüenza y ¿qué haces en estos casos de gatillazo?
  • Lo que estás viendo, tiro de la piel, que es lo único que queda y procuro acabar quitando todos los pelos con las pinzas sin dejar ni uno, es mi oficio.
  • Claro, ya habrás visto más de una.
  • ¿Alguna?, he visto cientos de pollas, de todas tallas y modelos.
  • Pues si todas se arrugan como la mía…
  • Que va, la mayoría se plantan como palmeras, pero es igual, las sujeto fuertes con una mano y las pelo con la otra, como si fuera el cambio de marchas de un coche.
  • ¿Y las grandes no te dan impresión?
  • ¿A qué llamas grande?, de la tuya no puedo opinar porque no se ve, jajaja, pero sí, algunas son verdaderamente hermosas.
  • ¿Y no te anima el cuerpo?
  • Nada, las trato igual, bueno a veces sí, cuando cojo una gruesa con las venas hinchadas y el capullo a punto de explotar…
  • A alguna la habrás tratado mejor…
  • Nooo, yo soy muy profesional, aunque no han faltado ganas.
  • ¿Ni una siquiera?
  • Bueno te confieso que una vez sí, era una verga como una estaca, nunca vi cosa igual, era un chico negro además de guapo, cuando su miembro empezó a subir y subir quedé helada, no acababa de crecer hasta que quedó vertical, me hipnotizó, cuando terminé le di un masaje con la crema, sin darme cuenta la rodeé con las dos manos y la apreté con ellas, apenas me abarcaba la punta de los dedos, empecé a bajar la piel y el capullo era como una manzana, redonda, brillante y con un agujero hondo, estuve subiendo y bajando hasta que…
  • ¿Qué pasó?
  • Uf, todavía me acuerdo… y me mojo.

Mi mano se deslizó por la cadera de la chica aunque no dijo nada, llevaba un pantalón de algodón que apenas disimulaba su contorno y noté la fina línea de su tanga, esto me animó y cuando me retiraba el prepucio procurado perseguir a los pelillos que quedaban por el tronco, deslicé la mano por debajo del sujetador dejando salir una teta. Ella apenas se inmutó, pero me susurró de forma clara.

  • Chiiit, esas manos quietas, deja las cosas como estaban, la única que toca aquí, soy yo.
  • Perdona, pensé que…

Me apresuré a empujar aquella teta suave y dura hacia adentro de la copa hueca, dejándola más o menos igual, pero la polla seguía tan blanda como siempre, estaba humillado, ahora ya no me preocupaba por el daño que seguía haciendo, sentía un bochorno que no lo comprendía, a mi lado se movía aquella muchacha con un tipo espectacular, le había tocado el culo y una teta, aún así nada de nada, me sentía  acabado sin remedio.

Ya creí finalizado el tormento, cuando me dijo que me volviera boca abajo y pusiera el culo en alto, con habilidad me repasó entre las ingle y las nalgas, la polla colgaba como el badajo de una campana, yo estaba a punto de llorar de rabia, aquello parecía el cuello de un pavo colgando del gancho en una carnicería, aquello que siempre me había respondido, ahora me abandonaba.

El tratamiento acabó, pero el bochorno no, al terminar, con las manos pringadas de crema me dio un masaje para evitar la irritación, frotó todo, la polla, los huevos, el culo, con manos expertas repartió la crema por todos los rincones de mi cuerpo, pero mi polla siguió desfallecida.

Cuando pagué no me atreví a mirarle a la cara, salí avergonzado de allí y me fui para casa, por el camino me crucé con una joven mamá que llevaba a su bebé en un cochecito, al pasar por mi lado se agachó para ponerle el chupete que se le había caído y le vi asomar las tetas por el escote, al momento la polla se puso como un palo, yo indignado metí la mano por mi bolsillo y le di un pellizco que casi me hace gritar, pero me fui a casa contento por vengarme de ella.

El día de Reyes me levanté pronto, había dormido sólo, me contuve de ir a la cama de Pilar por no desvelar mi “regalo ”, lo guardaba para el momento preciso y al rato llamaron al teléfono, era mi tía que me pedía que pasara por su casa, pues los Reyes habían pasado por allí y tenía un regalo para mí, también me informó que su hija había dicho lo mismo.

Fui con la idea de sorprender a alguna de ellas, a mi tía o a mi prima les encantaría probar mi polla recién depilada, antes de salir me miré al espejo y me sorprendí del buen trabajo que hizo Bene, siempre habían halagado mi miembro pero ahora reconocía que se habían quedado cortas.

Pero no tuve suerte, mi tía me regaló un frasco de colonia y mi prima un bóxer de marca de última moda, lo malo es que estaban las dos y me lo dieron a la vez, por lo que no pude atender a solas a ninguna de ellas, así que volví a casa con la polla “ morcillona

Después de comer Pilar me dio la sorpresa, yo pretendía deslumbrarla a ella primero, pero cuando me tapó los ojos y puso el regalo delante de mí no me lo creí, me había comprado un reloj de pulsera de marca, entonces recordé que un día me preguntó por el mío que no marchaba nada bien.  Encima me dio un beso en la boca que me puso como un animal, yo aproveché para darle las medias que le compré por lo que se mostró sorprendida y agradecida, sin decir nada se sentó y se las puso delante de mí, lo hizo lentamente con toda la sensualidad y yo aproveché para bajarme los pantalones y plantarme delante de ella con la polla en ristre.

No acabó de ponerse las medias hasta arriba, con las piernas abiertas se recostó en el sillón y ladeó las bragas dejando paso libre a su coño, también depilado.  Hundí la polla de un golpe, ella gimió con ansia, se abrazó a mi cuello y no me dejó separarme hasta que se corrió, mi regalo siguió hasta llenarla de leche también y luego reposamos uno al lado del otro sobre el asiento, delante de la estufa.

  • Han sido los mejores de Reyes, he disfrutado muchísimo, sobre todo con lo “profundo” de tu regalo, pensaba que no podría recibir algo tan largo y grueso pero sí, pude y me encantó.
  • Lo mismo digo, lo hice por ti, aunque no sabes lo que sufrí, quería que la disfrutaras entera.
  • No creí que fuera tan grande, te lo juro…
  • Me alegro, tú también estás muy buena, tienes un coño muy estrecho.
  • Por cierto, me ha llamado María, la he invitado para pasar el fin de semana con nosotros.
  • Muy bien, ya veremos cómo se porta.
  • No sé, por si acaso trátala con cuidado, ya sabes que es muy puritana.

María vino el viernes por la tarde, cenamos y luego estuvimos hablando hasta muy tarde, nos estuvo contando su juventud, nos enteramos que no tuvo adolescencia, siempre al cuidado de sus padres no pudo salir con amigos, su rutina fue del colegio a casa y luego sólo salía a comprar, sus padres eran muy absorbentes y a la joven se le pasaron los años sin conocer a nadie.

Pilar la sondeó y en pocas palabras y llena de rubor nos confesó que, no sólo era virgen sino que no había visto ni tocado nunca a ningún chico, Pilar me miró suplicándome que hiciera algo por ella pero no supe que podía hacer.

A ella se le ocurrió que podía invitar a María al cine, era una de las cosas que nunca hizo, siempre vio la televisión y programas de temática blanca, a María le costó aceptar, pero ante la novedad aceptó, Pilar se excusó para que fuéramos solos y yo busqué en la cartelera una película que le causara impacto.

En un cine donde pasaban películas de culto, antiguas y famosas elegí una que podía ser adecuada para el bautismo de María, cuando vio los carteles le gustó, pues había visto muchos documentales de París, además le gustaba la música y el protagonista era su ídolo, al combinarse todo el resultado era prometedor, la película era el “Último tango en París”

Yo la vi cuando la estrenaron y me pareció una buena ocasión para ver cómo reaccionaba.  A ella todavía le gustó más cuando en la oscuridad, sobre la pantalla grande, vio que el protagonista era su guapo ídolo, Marlon Brando.  En el cine no había casi gente, la película ya estaba muy vista y como era una reposición sólo había los pocos nostálgicos del actor y de la escena de la mantequilla.

Estuve observando de reojo las reacciones de María, para ella todo era nuevo, la gran pantalla, el sonido, el actor de sus sueños, por lo que estaba muy pendiente de la película.  Me acerqué a ella y pasé el brazo por su hombro, María no se dio cuenta de tan ensimismada que estaba, hubo un momento que se volvió hacia mí para demostrarme que estaba encantada y me acercó la cara, yo le rocé con los labios y ella no demostró rechazo.

Eso me animó y suavemente la fui atrayendo hacia mí, María se encontraba en el cielo, la trama romántica le encantaba y se apoyó en mi hombro, con la excusa de preguntarle si le gustaba soplé mi aliento por su oreja y noté que le daba un escalofrío, pero siguió atenta a la pantalla.

Cuando cogí su mano noté que hacía por retirarla, pero al insistir me permitió mantenerla en la mía, la película estaba sumamente interesante y no puso objeción cuando apoyé las dos manos sobre su rodilla, de la rodilla hacia arriba fue un paseo, a cada movimiento iba ganando centímetros y al poco rato estaba a medio muslo.

Ya no quise seguir por aquel camino e intenté continuar por el beso, intentaría darle un beso, aunque fuese robado, cuando acerqué mi cara a la suya noté que olía muy bien, no me dijo nada cuando su pelo me cubrió mi rostro y fui a apartarlo y al descubrírselo acerqué mis labios a su mejilla.

Era tanta la concentración que apenas se giró hacia el otro lado, al insistir ya pude conseguir ir dándole solamente besos breves en la mejilla, hasta que sin querer ella se volvió para hacerme ver una escena y se encontró con mi boca.  Por un segundo nuestras bocas se encontraron y vi la sorpresa en sus ojos, le sonreí y me devolvió la sonrisa, lo tomó como un accidente.

Mi mano en su hombro empezó a descender, pasaba el dedo rozando su ropa que siendo holgada no me delataba, hasta que toqué el tirante de su sujetador, tiré de él hacia arriba y entonces fue cuando notó que yo estaba por aquellos lares.

Sin apartar la vista de la pantalla me cogió la mano que caía sobre su pecho, la mantuvo prisionera para que no avanzara, pero con sus movimientos y el peso de las dos manos se fue bajando hasta llegar al nacimiento de las tetas.  En comparación con los sujetadores que vi a Pilar o a Úrsula o incluso a Puri, el que llevaba María era de lo más pudoroso, pero no por eso desistí hasta casi abarcar toda la redondez del pecho.

En la pantalla el ambiente iba subiendo de tono y mi mano que sujetaba la suya sobre su muslo volvió a actuar, fue rozando por el interior de su muslo, entonces cerró las piernas y me atrapó para retirarla enseguida, aunque insistí se negó rotundamente y me la devolvió sobre mi muslo.

No dejé que se fuera con la mano vacía y la sostuve por encima del reposabrazos, la aguantó allí sin resistencia aunque despacio iba acercándola hacia mi bragueta.  La polla la tenía fuera del bóxer que me regaló mi prima aunque todavía debajo de la cremallera del pantalón.  Cuando pasé la mano de María sobre ella acompañándola con la mía no notó más que las arrugas del pantalón, una de ellas era dura y caliente pero en la pantalla estaba tan interesante que no notó la diferencia.

Bajo el sonido envolvente del cine no se oyó el sonido suave del ziiip de la cremallera y la polla quedó asomando por la abertura.  La escena de la mantequilla se acercaba y la emoción subía por momentos, en la sala los que ya la habían visto rumoreaban advirtiendo lo que iba a pasar.

Marlon Brando me ayudó sin saberlo, al coger la mantequilla y untar el culo de María Schneider, María no comprendió y se volvió hacia mí para que le explicara que pasaba, sus dedos se movieron lo justo, pero la polla salió de su escondrijo y se encontró con la mano abierta de mi acompañante, al volverse hacia mí, mi boca tapó a la suya y mi otra mano apretó su teta.

El rumor en la sala me confirmó que la escena estaba pasando, pero nosotros no nos enteramos, el estupor de María fue tal que apretó mi polla como días antes lo hizo en sueños en su cama y yo noté el calor de su teta y el sabor de su boca.

No hubo palabras, cuando se dio cuenta de lo que tenía en la mano y lo que yo apretaba y lo que besaba se levantó de la butaca de un salto haciendo un fuerte ruido al subir el asiento, yo con la polla tiesa fuera del pantalón tuve que salir detrás de ella hasta el pasillo.

No vimos el final de la película, durante todo el camino a casa no me dirigió la palabra, yo andaba a su lado como una sombra y al llegar se encerró directamente en su habitación, Pilar se extrañó y me preguntó, le conté con detalle lo ocurrido y movió la cabeza con preocupación, pero fue a verla.

No abrió de primeras, solo cuando le prometió que yo no estaba abrió lo justo para dejarla entrar, yo estaba muy enfadado por su reacción y prometí no volver a acercarme a ella, fui a la salita y encendí el televisor, las películas que daban eran de ambiente navideño, apagué el aparato y me fui a mi habitación.

No sé el rato que estuve, aproveché para repasar los temas, el lunes siguiente había quedado con don Pedro, el marido de Sonsóles, para ir a la bodega y empezar mis prácticas, le expliqué que debía seguir en la Universidad, pero estaba empeñado en que aprendiera, además había dado su palabra y se había informado de que, por la entrada de la hacienda pasaba el autobús que me traería a la universidad los días que tuviera clase, incluso me ofreció su casa por si algún día quería ir a comer.

Ya había embalado todo, quería dejar la habitación definitivamente porque don Pedro me dijo que allí me darían alojamiento, confiaba en vivir en la bodega ya que estaba todo hablado.  Estaba tumbado leyendo un libro cuando llamaron con los nudillos.

Era Pilar que asomó preguntando si podíamos hablar, detrás de ella aparecía la cara compungida de María, a regañadientes le dije que sí y pasaron, Pilar me explicó lo que le pasó a María, tuvo un ataque de pánico, la situación fue inesperada y desconocida para ella y estaba arrepentida por abandonarme sólo en el cine, yo intenté explicarle que no tenía importancia, pero Pilar me miró quitándome la idea, pues ella ya le había dado toda clase de aclaraciones.

Al ver que estaba arrepentida, me sentí mejor, Pilar tiró de su mano y María se acercó a mí  con la cara baja, me pidió excusas y me dijo que lo sentía mucho, que había sido muy amable con ella invitándola al cine y que le gustó mucho la película.  Me pareció un discurso muy bien aprendido, pero lo di por bueno.

En la cena ya pareció más locuaz, estaba animada, sobre todo por la ayuda de Pilar, ésta le hizo contar cosas de su juventud intentando averiguar sobre todo cosas relativas a su sexualidad.  Así nos fue contando que su única experiencia sexual fue cuando ayudó a una vecina a cambiar los pañales a su bebé, nos reímos con ganas por su inocencia, aunque ella seriamente nos contó que tuvo que sujetar la pollita para que su madre le limpiara el glande.

Pilar estaba dispuesta a que María aprendiera todo lo necesario y la fue convenciendo de la necesidad de ponerse al día, con la inestimable ayuda de unas copitas de vino dulce, María fue perdiendo su coraza y consintió en que yo fuera el modelo para aprender cosas de los hombres.

Pilar con mucha habilidad fue describiendo las diferencias de una mujer a la de un hombre, primero en el carácter, luego en lo físico, ya me había advertido que yo no actuara por mi cuenta y no lo hice.  En la postura del David de Miguel Ángel me mantuve como una estatua mientras Pilar le iba explicando de la manera más inocua posible mi cuerpo.

Pilar pensó que era el momento de hacer comparaciones y lo hizo de la manera más gradual que pudo, ella misma se prestó a hacer de modelo y se fue desnudando a mi lado explicando las diferencias que María iba descubriendo, con las tetas, le demostró que yo también tenía pezones igual que ella y le hizo tocar los de ambos para comparar, ella instintivamente también puso las manos sobre los suyos y notó que estaban duros como los de Pilar,

Cuando ya llegó abajo la cosa cambió, Pilar me hizo separar las piernas para que mis huevos colgaran libres, estos, junto a la polla formaban un conjunto de lo más inofensivo, Pilar fue explicando paso a paso todos los detalles de mi sexo a la vez que con el dedo provocaba que se fuera despabilando.

  • Sí, así de grande y duro estaba cuando lo toqué en el cine.
  • Es normal, no pasa nada, tócalo y verás como sigue siendo suave y hermoso.

Pilar previsoramente le hizo tocar el antes y el después, de la flacidez a la erección plena, María tocaba con recelo, pero le fue perdiendo el miedo, llegó a cogerla por su cuenta y bajarle y subirle el prepucio admirando la “maravilla” de la naturaleza que era el capullo.  Notó que cuanto más lo hacía las venas se marcaban más y más, hasta que Pilar la tuvo que detener porque si no la hubiera llenado de leche.

De cintura para abajo nos volvimos de espaldas, Pilar explicaba la redondez de las caderas, las nalgas y demás, hasta que nos dimos la vuelta, yo seguía con la polla a 45º, miré a Pilar con cara incrédula, nos parecía imposible que la mujer estuviera tan atrasada en estos temas.  Ésta separó sus muslos para demostrarle “la previsión” de la naturaleza haciendo coincidir mi polla con su pubis y lo bien que encajaban, en eso no había pensado María y se agachó entre nosotros para admirar cómo mi polla apuntaba justo entre los labios de Pilar.

Ésta se sentó en mi cama y separó las piernas, le mostró el agujero de la vagina, le tuvo que contar el porqué del himen a la vez de su inutilidad y primero con un dedo y luego con tres le demostró que el suyo era muy profundo y ancho a diferencia del suyo, yo notaba que María tomaba nota mentalmente pasando su mano por donde le explicaba Pilar.

Cuando Pilar llegó al clítoris se tuvo que emplear a fondo, no sabía qué explicación teórica le podía dar y pasó a la práctica, le llevó la mano a su coño y le  hizo recorrer el interior de sus labios para que notara la protuberancia de aquella cosa dura y brillante, María no lo entendía y Pilar le explicó que por lo menos le daba gusto cuando se lo tocaba, en eso María estaba de acuerdo, alguna vez lo había sentido pero sin darle una aplicación clara.

Pilar tuvo que mostrarle la forma de rozarlo, le cogió la mano y la acompañó varias veces para que aprendiera, a la vez se ofrecía a mostrarle la diferencia de su vagina con la de María.  Ésta se avino con gusto y cuando les pasé mi espejo para que se vieran se mostró asustada, Pilar le prometió dar solución al problema asegurándole que aquello era coser y cantar.

Yo miraba a las dos, Pilar se esforzaba por explicar como si fuera una párvula porque las vivencias de María eran completamente nulas.  De paso que comparaban, Pilar le acarició el clítoris a María, ésta se encogió, pero Pilar insistió demostrándole que era perfectamente normal y gratificante, el placer recorrió el cuerpo de María que pronto fue quitándose la ropa para compararse con nosotros dos.

Dicen que las comparaciones son odiosas, pero al ver el cuerpo de María al lado del de Pilar era como el día y la noche, la novata tenía unas tetas perfectas, duras, altas y suaves, una cintura estrecha y unas caderas redondas que se juntaban en un sexo con el vello rizado muy oscuro, notó enseguida que nosotros íbamos depilados y Pilar le explicó la comodidad de ir calvos.  Aún así le convenció que con pelo o sin él, el coño era tan sensible como cualquiera, por eso le pasó los dedos por la raja haciendo que María temblara de placer.

Yo estaba de espectador o todo lo más como apoyo a lo que explicaba Pilar, cuando mi polla empezó a destilar liquido pre seminal Pilar vio la ocasión para dar otra charla sobre el tema, le explicó lo de la lubricación y demás e incluso quiso demostrarle que era perfectamente normal pasó un dedo por mi capullo llevándose la gota y, a continuación, chupó el dedo demostrando el agrado que producía, María tuvo curiosidad y la imitó, por cortesía le dio la razón, pero Pilar insistió y le demostró que si lo hacía directamente, el sabor era mejor y me dio una lamida en el capullo que me mojo de saliva, María hizo lo mismo y le gustó, y a mí más, claro,

Del intercambio de lamidas llegaron a las chupadas y entre las dos estuvieron comiéndome la polla mientras yo les guiaba las cabezas.  La proposición de Pilar fue radical, le gustaría probar al revés, que yo las chupara a ella, María ya había notado en su coño que estaba más húmedo de lo normal y Pilar le mostró el suyo que también manaba jugo.

Se pusieron las dos sobre la cama con las piernas en alto y yo de rodillas en el suelo tuve los dos coños para mí.  Lo que vi entre el hueco de las piernas de ambas me sorprendió, sus manos se unieron y las llevaron a las tetas de ambas, de las tetas pasaron a los besos tímidos y luego se morreaban sin trabas, yo lamía y alternaba los coños que manaban cada vez más jugos, mi polla goteaba y no pude aguantar más.

María al notar que dejaba de chupar rodó sobre el cuerpo de Pilar y quedó sobre ella, los besos con lengua las volvían locas y al ver el culo y el coño de María sobre el de Pilar me coloqué entre las cuatro piernas y apunté a la vagina virgen.

Pilar me notó en sus piernas y la abrazó para que no se moviera, sabía que intenciones tenía, no quería arrepentimientos imprevistos y esperó su reacción.  Fue duro, cuando le metí la polla en el coño y forcé el himen se mordió el labio, gritó y juró por sus padres que me iba a matar, hasta que quedó agarrotada, pero Pilar la siguió besando hasta sentir que vencía a la membrana, volví a empujar hasta hundirme en ella resbalando en aquella vagina empapada.

Pilar no soltó a María hasta que se corrió, luego la dejó ir, pues yo había salido con la polla roja, pero la volví a meter, esta vez en el coño de Pilar, María fue la testigo en primer plano de la entrada, a fondo de golpe, vio que era perfectamente posible y siguió con la cabeza el movimiento de mete y saca de mi polla, admiró la reacción del coño de Pilar cuando se corrió y del trasiego de leche de mi polla adentro de Pilar, notó cómo mi polla se contraía al ritmo de mis huevos llenado de leche aquella cueva encharcada.

No hubo forma humana de convencer a María para no repetir, le explicamos que debía de recuperarme unos minutos, ella quería probar otra vez, con la boca me puso la polla nuevamente en forma y se sentó sobre mí, hasta hundirse de una vez mi polla depilada que parecía el doble de grande que antes.

Los gemidos que daba María eran raros, pero eran suyos y nos gustaron como música celestial, al correrse nuevamente se inclinó sobre Pilar y buscó su boca, la besó como antes o más, a las dos les gustaba.

Fui al baño para refrescarme la polla, cuando volví junto a ellas no me gustó el espectáculo, las dos me habían olvidado y empezado sin mí, pensé en lo que tuve que “pelear” para conseguir un beso de María, tenía en merito de ser el primero, pero aquella se había desbocado y decidí que debía de probarlo todo.

Quedé pasmado viéndolas comerse las bocas, María sobre Pilar aplastaba sus tetas contra las de ésta, la dureza de las de María hundían a las de Pilar dejándolas planas, también las carnes de la más joven vibraban con las caricias mientras que las de Pilar se bamboleaban, la espalda de María, tersa y brillante parecía una guitarra española, sobre todo al llegar a las caderas y las nalgas redondas y firmes mostraban que allí guardaba algo que me pertenecía por derecho.

Volví a la cocina, en la nevera busqué y encontré lo que necesitaba, cuando regresé todavía estaban comiéndose a besos, las manos de Pilar agarraban con fuerza las nalgas de María tirando hacia ella y ésta frotaba sus tetas contra las de Pilar, los coños estaban tan cerca que parecía uno sólo, y los culos pidiendo a gritos que los penetrara.

El murmullo de los labios y las lenguas apenas dejaban oír otra cosa, por eso tuve que acercarme al oído de María, Pilar también pudo oírme.

  • María, ¿te gustó Marlon Brando?
  • Mmm, sí, está buenísimo.
  • Ya lo creo, ¿te gustó lo que le hacía a la joven?
  • Creo que sí, no lo acabé de entender, pero imagino que sí.
  • ¿Te gustaría que yo fuera Marlon Brando?
  • ¡Qué pregunta!, claro que sí.
  • Entonces imagina que lo tienes detrás, estás boca abajo como en la película y te coge por la cintura y…

María levantó el culo como en la película y le pasé una buena cantidad de la mantequilla que traje de la cocina, ya se había derretido y le unté hasta dentro del culo, mi polla recibió el mismo tratamiento, enseguida la encaré y empujé con fuerza.

Estaba enfadado con las dos por no haberme esperado y por lo que me hizo sufrir en el cine y no tuve misericordia.  Las dos mujeres se unieron frente al dolor y Pilar consoló a su nueva amiga.  Cuando aquella le mordió el labio, las dos gritaron a la vez, cada una por un motivo, pero mi polla, aún con dificultad, entró hasta más de la mitad, al segundo empuje acabó de desaparecer en aquel bonito culo.

Las maldiciones, nada piadosas, hicieron saltar por los aires al Cielo y al Infierno, los santos irían locos echándose las manos a la cabeza, pero María lloraba y pataleaba al aire con mi tranca clavada hasta el fondo.

Pilar lloraba palpando su labio ensangrentado, no sabía si justificar a María o devolverle el mordisco, las cuatro piernas femeninas intentaban liberarse del peso de mi cuerpo sobre María, estaban inmovilizadas y yo seguían bombeando en aquel esfínter maltrecho y rendido.

Me sostenía agarrado a las cuatro tetas pegadas pellizcando cualquier pezón erecto que me encontraba, reconocía a su dueña por el gemido que lanzaba y no paré hasta que la agarré de los hombros y me corrí en su culo, los lloros de María no cesaron hasta que saqué la polla de su culo, iba tintada de rojo, pero no le dije nada, pensé que tenía motivos para llorar, aunque no me importó.

Ya más calmado me senté en un sillón frente a ellas y vi cómo se consolaban colocándose en un 69 que calmó sus “males”. Mientras las veía tan acaloradas pensé en lo difícil que lo pasé, tanto en el cine como en la “explicación” de Pilar, yo no estaba acostumbrado a tantas contemplaciones, hasta ahora tuve suerte y casi de primeras las mujeres no me ponían muchas pegas, pero atendiendo a las estrictas instrucciones de Pilar tuve que reprimir mis instintos con María.

Se fueron luego a su habitación a continuar más cómodamente, las vi cogidas por la cintura a la vez que seguían besándose y al trasluz comprobé que tenían humedad entre los muslos.  Cuando vi que cerraban la puerta de la habitación tras ellas, comprendí que allí había terminado un ciclo de mí vida.

Por la mañana llamé a su habitación, por lo menos debía de despedirme de ellas, me contestaron con gemido apenas audible, abrí y no vi nada, la habitación estaba a oscuras completamente, me alegré porque demostraba que María había superado sus miedos a la obscuridad, cuando encendí la luz vi a María abrazada a Pilar como días antes estuve yo, pude ver que las dos estaban completamente desnudas, era una bella imagen, las dos tan diferentes y tan hermosas, me invitaron a que me metiera con ellas en la cama pero ya no me hacía la misma ilusión, aunque mi polla no opinó lo mismo.

Pilar me hizo mil recomendaciones deseándome lo mejor, yo también les deseé una feliz convivencia, parecía que habían encontrado una buena solución para llenar sus soledades, María quiso convencerme de la forma que fuera y se cogió los tobillos con las manos y tiró de ellos hasta ponerlos al lado de su cabeza, luego separó todo lo que pudo las piernas y me enseñó lo que estaba desperdiciando, Pilar puso la mano sobre mi bragueta y sonrió feliz al notar que seguía deseándolas, me ofreció su casa y con cara seria me insistió que no era sólo por follar sino para lo que necesitara, realmente me emocioné, se había portado como una “madre” para mí, me mojé los dedos con saliva y los pasé por ambos coños, a ellas también se les notaban los ojos húmedos, con un nudo en la garganta les lancé unos besos al aire como todo adiós y me fui.

Había quedado en el Mercado del Val con alguien, según me dijo Pedro, el marido de Sonsóles, encontraría a un tipo con aspecto de campesino en una parada concreta del mercado, efectivamente cargado con mi maleta vi a un hombre rudo con una chaqueta de pana y unos pantalones bastante usados, las botas con poco lustre y la barba de más de tres días, la gorra que ocultaba una calva blanca, pues no debía de quitársela ni para dormir, sólo dejaba salir una melena descuidada.

Al presentarme sólo me miró de arriba abajo y con un gruñido me confirmó que él era el capataz de la finca de la Bodega, cuando terminó de cargar los alimentos que compró tuve que seguirlo apresuradamente para subir al Land Rover que conducía.

La verdad es que en el Land Rover el aire frío entraba por todas las puertas, él no sentía nada, apena subió al coche sacó un puro del bolsillo de su zamarra y lo encendió, yo no había visto nunca un puro como aquel, parecía que estaba hecho con mala gana pues daba la impresión que había retorcido las hojas secas del tabaco que posiblemente cultivaba él mismo, el caso es que aquel puro hacía tal cantidad de humo que tuvo que abrir la ventanilla porque no veía la carretera.  Ni se preocupó de poner la calefacción, si es que el coche tenía o funcionaba, que lo dudo.

Durante todo el viaje sólo me contestó con monosílabos, yo intentaba simpatizar con él, enterarme de lo que me esperaba, pero fue imposible, la carretera era larga y no conseguí más que un breve comentario.

  • Aquí empieza la finca.
  • ¿Y queda mucho hasta la entrada?
  • Bastante.

Esa fue toda la charla y tenía razón, hasta la hornacina de la entrada tardamos todavía bastante, y desde allí hasta el edificio principal, todavía más, a ambos lados las viñas, en esos momentos secas por el frío, parecían campos de trigo, se perdían en el horizonte y cuando llegamos a la puerta de su casa vi con sorpresa que estaba muy bien cuidada con una gran parra y una higuera que por entonces no estaba pobladas de hojas.

Nada más oír el ruido del desvencijado coche salió a recibirnos una mujer, en realidad fue una aparición, era una mujer rubia, con una vestimenta pulcra, con un delantal blanquísimo almidonado recogido a la cintura y con un pañuelo al pelo que le sujetaba los rizos, me dio la impresión de que allí no encajaba, pero no dije nada.

  • Umm, es Ana, mi mujer.
  • Encantado señora.
  • Bienvenido a casa Paco, no esperaba que fueras tan joven, pero pasa, esta mañana hace frío, no es como en la ciudad, aquí apreta más.

Al entrar en casa me admiré de lo ordenada que estaba, las cortinas, las flores artificiales del centro de mesa y las fotografías familiares en las paredes daban una sensación de hogar, en la chimenea, ardían dos troncos cruzados que con sólo mirar las llamas ya calentaban.

La señora me contó que su marido siempre vivió allí y que ella vino al casarse, habían tenido familia que seguían viviendo con ellos, bueno una hija estaba estudiando Enología como yo en la Universidad, al decirme el nombre no la recordé, pero al describirla me pareció reconocerla y me gustó saber que era su hija.

Después de bajar el equipaje me acompañaron a mi habitación, estaba en la planta alta de la casa que servía de hospedaje de los becarios como yo, a veces venía alguno, pero en ese momento yo era el único, luego, para que me fuera ambientando me indicaron que fuera hacia la caballeriza, allí encontraría a alguien que me iría poniendo al corriente.

En las caballerizas encontré a un chico más o menos de mi edad, estaba recogiendo paja con una horca de hierro, iba vestido con un mono azul y una gorra hasta las orejas, calzado con unas botas manchadas y una camisa de cuadros, éste por lo menos era más hablador y me estuvo enseñando su trabajo.

  • Hola buenos días soy Paco, vengo para aprender todo lo que pueda sobre el funcionamiento de la bodega, quiero ser Enólogo.
  • Hola, soy Gero, me ocupo de varias cosas, si quieres te puedo ir explicando un poco de todo, ahora estoy limpiando las cuadras, ven conmigo y verás a los animales.

En las cuadras habían varios caballos asomados por su medias puertas, me hicieron gracia cómo movían los labios carnosos, no sé porqué me recordaron a algo.  El mozo me acompañó al último, de él asomaba la cabeza un ejemplar espléndido, yo no había visto nunca a un caballo de cerca, solamente en las películas de vaqueros y aquel me pareció enorme.  El mozo apartó al animal que se notaba nervioso, pasé por debajo de su cabeza y del resoplido que dio me dio escalofríos en la nuca, al entrar el chico se puso a recoger en un montón la paja sucia de debajo del animal y la arrinconaba a un lado.

Al mirar lo que hacía vi que de la panza del animal colgaba algo, como una manguera de casi medio metro, le pregunté al chico y se rio.

  • Jajaja, no me digas que no sabes lo que es, es la polla del caballo.
  • ¿Tan enorme, no la imaginaba así?
  • Claro, si el animal es grande todo lo suyo también lo será, ¿te imaginas preñar a una yegua con una como la que tengas tú?

Me puse rojo del ridículo que hice, el chico estaba habituado a todo lo del campo, en cambio yo era un “urbanita” que solamente había pisado el asfalto.

  • Pues esto no es nada, fíjate.
  • ¿Qué haces?
  • Mira bien,

El muchacho se agachó debajo del caballo y sin dudarlo le cogió la polla y la recorrió de abajo arriba como si lo masturbara, la verdad es que debía hacerlo bien porque aquella monstruosidad empezó a crecer de largo y de ancho hasta pegarse a su tripa.  El chico me miraba y se reía, pero no dejaba de masturbar al animal, cuando este empezó a cocear le salió un chorro de leche que le mojó hasta las patas delanteras,

  • Jajaja, ¿Viste?, una buena corrida.
  • ¿Por qué lo hiciste?
  • Es bueno para él, está en celo esperando a que le traigan a una yegua para montarla, esperamos una de otra bodega, es un buen semental y lo conocen en toda la comarca, pero se pone nervioso si no se descarga de vez en cuando.
  • ¿Y eso te toca a ti?
  • Bueno, a alguien le tenía que tocar hacerlo.
  • Joder, que paja le hiciste.
  • ¿Te gustó?
  • Mmm, pues claro, jajaja.

Luego salimos de allí, se lavó bien las manos, cogió un cubo y me dijo.

  • Sígueme, ahora vas a ver otra cosa nueva.
  • ¿Hay más?, te advierto que para mí todo es nuevo, nunca estuve tan cerca del campo.
  • Jajaja, pues tienes para rato, aquí aprenderás mucho y pronto.

Entramos adonde tenían a una vaca, era inmensa y tenía unas ubres a punto de reventar, el muchacho se sentó en un taburete y puso el cubo debajo de las tetas de la vaca, cogió los pezones y al momento los chorros de leche sonaban en el metal haciendo un ruido extraño.

  • Vaya tetas, de éstas no habrás visto muchas.
  • No, tan grandes no, aunque he visto algunas, pero no así.
  • ¿De verdad has visto tetas y las has tocado?
  • Claro y las he lamido y chupado, ¿tú no?
  • No, nunca he podido.
  • No sabes lo que te pierdes.
  • No me imagino…

Por la noche me senté a la mesa, estábamos Ana y yo solos, al momento acudió Gero y se sentó frente a mí sin quitarse siquiera la gorra, enseguida su padre el capataz hizo lo mismo, con un gruñido se hizo ver y se sentó sin más, yo esperé a que la señora Ana repartiera y empezamos a cenar, no sabía que decir, Ana me sonreía y su marido me miraba con desconfianza, el único que me trataba como amigo era Gero y saqué algo de conversación…

  • Hay que ver las cosas que he aprendido hoy, nunca imaginé que se podían hacer tantas cosas en el campo.
  • Ya irás viendo, Gero te enseñará muchas cosas.
  • Sí, es muy simpático, me cae muy bien.

Todos se miraron, unos con otros intercambiaron gestos y luego los tres dirigieron sus miradas hacia mí.  Al fin Ana habló.

  • ¿Has dicho “simpático”? me parece que te has equivocado, en todo caso será simpática, Gero no es un chico, es mi hija Gerónima.
  • ¡Oooh, perdón!, qué vergüenza, lo siento, no sé cómo no me di cuenta, el caso es que, uff, lo siento, pido excusas… me voy a dormir.

Todos se echaron a reír detrás de mí, pero me fui sin cenar a la cama y me tapé hasta la cabeza, nunca me avergoncé tanto.

Continuará.

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Gracias, tauro47.