El vagabundo (5)

La Noche Vieja resultó de lo más animada, estuve con la chica que me gustaba y luego al volver a casa, cuando ya creí que la fiesta había terminado, me di cuenta de que la noche era joven.

Pilar se “apiadó” de mí cuando volví a casa, no me preguntó nada, aunque con una sola mirada adivinó qué pasó en casa de Úrsula, nada más verme entrar con la estufa debajo del brazo, pensé que merecía sobre todo mi sinceridad, por lo que le conté todo.

Sentados en el sofá y cogidos de la mano le expliqué lo ocurrido hasta que Úrsula se vistió y llamó a Puri, ésta ya venía con una bolsa grande y unos periódicos para envolver la estufa.

  • ¿Cómo sabía la chica que la iba a llamar?
  • ¿No recuerdas que estuvo mirando cómo me follaba su ama?  La chica es muy avispada y lo demostró un rato antes.
  • ¿Quieres decir que también…?
  • Bueno a medias, fue un intento un poco frustrado, pero promete.
  • Vaya, entonces por eso te trajiste la estufa, para volver.
  • Exacto, para volver a terminar la “faena”.
  • Yo creí que era por Úrsula.
  • No, que va, a ella ya le di su medicina, seguro que no se puede sentar en varios días.
  • Jajaja, no sabía que tenía hemorroides, jajaja.  Hiciste bien, así aprenderá.

Pilar me preparó un ponche con dos yemas de huevo dentro de un buen vaso de vino dulce, aquello no sé lo que tendría, pero al momento me repuso y quise agradecérselo, aunque ella dulcemente me frenó con la excusa de que dos veces seguidas y con diferentes mujeres ya era suficiente, incluso me recomendó que fuera a dormir a mi cama, por si ella se arrepentía.

Cuando desperté era pronto, había dormido como una marmota y aunque las ventanas seguían empañadas, afuera lucía un sol radiante.  Me levanté eufórico y se me ocurrió ir a recoger a Pilar a la salida de misa, luego la invitaría a tomar algo en los bares de los soportales de la Plaza Mayor.

Cuando entré en la Plaza de San Pablo, plagada de palacios y edificios históricos, me di cuenta de que la Iglesia era una más de las maravilla que se podían admirar dando un giro de 360º, la fachada de la iglesia es imponente, de hecho es famosa por ella, en la puerta vi a dos mendigos, me acordé de Juan, en su día también estaría aterido de frío, de no ser por Pilar, a saber qué habría sido de él.

Había un hombre y una mujer liados con harapos, la mujer ya muy mayor, tenía delante un cartón con un letrero, con un párrafo lleno de faltas de ortografía pedía para dar de comer a sus nietos, el otro en la otra parte del pórtico era un hombre mucho más joven, aunque sin afeitar ni cortarse el pelo desde siglos, parecía un patriarca bíblico, también pedía dinero porque no tenía trabajo.

Como todavía se sonaban desde dentro de la iglesia los cánticos pensé en hacer una buena obra y de mis pocos ahorros fui a un bar, lo que pedí sorprendió al dueño…

  • ¿Todo esto es para ti?  Te vas a poner como el “Quico”.
  • No, se lo voy a dar a aquellas personas que lo necesitarán más que yo.
  • Está muy bien muchacho, eso te honra.

No sabía que a esa hora temprana y fría de la mañana iba a aprender unas lecciones.  Me acerqué a la anciana y le di el bocadillo gigante, lo había rellenado de pechugas a la plancha con ajos y tomate frito, el del bar me lo lió con un papel de aluminio cuando supo para quien era.

Esperé a que se lo comiera, pero ante mi asombro sólo le dio un bocado, luego plegó el papel y guardó el resto, le pregunté por qué no se lo comía y me respondió que se lo guardaba a sus nietos que tenía en casa sin cenar desde la noche anterior.

Se me hizo un nudo en la garganta y rebusqué unas monedas que tenía y se las di también, la mujer me deseó suerte en la vida y me fui al otro lado de la puerta, el vecino nos miraba con impaciencia y esperaba que el otro paquete fuera para él, se lo di y lo destapó con ansia, pero luego me miró con decepción, me extrañó mucho y le pregunté si no le gustaba la mezcla y me dijo que sí, pero… que le faltaba la bebida.

Cuando le di el resto de monedas sueltas que me quedaban salió disparado hacia al bar y salió con un brick de vino peleón, antes del primer bocado al bocadillo le dio un trago al vino que vació medio brick , luego desde la puerta del bar me dio las gracias y se fue cantando.

Quedé hecho polvo, la mujer se había ido también a casa para repartir el bocadillo entre sus nietos, yo miré al interior y vi que el cura estaba dando la bendición y los pocos feligreses se disponían para ir saliendo.

En el fondo de la nave había un grupo de mujeres hablando y me acerqué a ella, distinguí a Pilar, a Úrsula y a otras que no conocía, estuvieron preguntando a Pilar por algo con mucho interés, Úrsula también contestaba, imaginé que hablarían de mí, porque cuando llegué se callaron todas.

Continuaron hablando de otro tema porque noté que una de ella de las más jóvenes se había ruborizado mucho cuando aparecí, estuvieron hablando sin salir hasta que de pronto las luces de la iglesia se apagaron de una vez dejando a oscuras todo el espacio.

Fue un sonido atronador, como si el órgano hubiera lanzado un SI a todo volumen, todas se volvieron hacia la chica tímida, se había caído al suelo con las manos en la cara como si viera fantasmas pues su grito había removido las imágenes de la iglesia.  Entre todas la sacaron a la calle y en un banco de la plaza la animaron hasta que volvió a reaccionar.

  • ¡Ah, que tú no lo sabes! es María, tiene fobia a la oscuridad, cuando se queda a oscuras, se paraliza y queda como muerta, nosotras ya lo sabemos, pero el sacristán no, por eso nos ha echado de la iglesia apagando la luz, tiene muy mal genio.
  • Es que vosotras estabais “charrando” sin pensar en nadie.
  • Jajaja, es verdad, se nos pasan las horas dándole a la lengua.
  • Debía ser una conversación muy amena.
  • Pues sí, se habló de todo.
  • Incluso de mí, seguro.
  • Pues… sí, lo has acertado, a Úrsula casi se le escapa algo de lo que le pasó en el culo, dijo que estaba fatal y que no se podía sentar, como yo lo sabía le di un codazo que le hizo callar.
  • Jajaja, deberías haberla dejado y preguntado el motivo de tanta “desazón”.

Cuando le propuse tomar algo antes de volver a casa las demás abrieron los ojos llenas envidia y se fueron murmurando mientras se deshacía el grupo.

En casa probé a conectar la clavija de la estufa de Úrsula y al momento los tubos de cuarzo se pusieron al rojo vivo, me alegré mucho por mi “heroicidad” aunque lo pensé mejor y volví a desarmar la clavija para llevarla a la tienda, así con esa excusa vería otra vez a la chiquilla rubia.

Me llevé una decepción porque no estaba, me atendió su padre, no tuve más remedio que explicarle lo que me pasaba con el aparato.

  • Vaya, está visto que me vas a quitar el oficio, te estás ocupando de todos los chismes del barrio, pero en vez de arreglártelo yo te voy a explicar cómo se hace y te lo montas tú, así de paso aprendes.
  • Como quiera, a mi me gusta aprender.

Lo que me explicó ya lo hice en mi casa y cuando ya estaba terminando sonó el timbre de la puerta y apareció la princesa rubia.

  • ¡Hola! ¿tú por aquí?
  • Sí, ha venido con otra estufa, sospecho que no será solo por la estufa, jajaja.
  • Bueno… pues… glup.

La hija se puso roja y yo me quedé sonriendo con cara bobo por haberme pillado, pero me repuse pues ella ya estaba allí y eso es lo que yo quería, lo que no esperaba fue la respuesta de su padre.

  • Ya era hora de que llagaras, me tengo que ir a un aviso, parece que algo ha fallado en la farmacia y están a oscuras… aunque me vendría muy bien una ayudita, necesito un ayudante, ¿te animas Paco?
  • Bu... bueno, pero le advierto que yo no sé nada, ¿eh?
  • Ya, ya lo sé, pero siempre serás más útil que aquí, jajaja.

Miré a Elsa y vi que estaba tan decepcionada como yo, pero no tuve más remedio que seguir a su padre, éste me hizo meterme en el papel enseguida, ya que me mandó llevar la caja con las herramientas que pesaba un quintal.

Cuando llegamos a la farmacia, en efecto estaba todo apagado, se alumbraban con velas a la espera de la reparación, la farmacéutica sintió una gran alegría cuando vio el “equipo” que llegaba a su salvación.

  • Uf, por fin, que alivio, ya estaba desesperada y para más inri, hoy está viniendo más gente que nunca, ya no sé qué hacer.
  • No se preocupe, además traigo refuerzos, por si yo desfallezco, jajaja.
  • Me alegro mucho, un chico muy guapo, ¿de dónde lo ha sacado, es su nuevo ayudante?
  • Nooo, el negocio no da para tanto, es un “amigo” de mi hija, lo he traído para que no se aburrieran solos en la tienda, jajaja.
  • ¡Ah!, ya entiendo, jajaja, buena idea, es que Elsa atiende muy bien a los clientes, Jajaja.

Sonreí como si me hiciera gracia estar allí y me puse a disposición del técnico, éste me mandaba encender y apagar las luces para averiguar de dónde venía la avería, mientras la farmacéutica me preguntaba con toda la curiosidad.

  • No te conozco ¿eres nuevo en el barrio?
  • Relativamente sí, estoy hospedado en una casa mientras estudio en la universidad.
  • Estupendo, me gusta que la juventud estudie y se haga de provecho, ¿y qué estudias?
  • Estoy en la universidad estudiando Enología.
  • ¿Ah, te interesa el tema de los vinos?, por aquí hay buenos caldos.
  • Sí ya lo sé, el vino de Rueda, de la Ribera del Duero y el de Cigales.
  • Veo que estás informado…
  • Claro es mi ilusión, saber hacer buenos vinos.
  • Mi marido es muy aficionado de los vinos, él te podría informar bien, le diré que estás interesado y seguro que te orienta, incluso es posible que te presente a bodegueros de la zona, de vez en cuando hacen catas y siempre es conveniente estar en contacto.
  • Sí que lo apreciaría, es usted muy amable.
  • No tiene importancia, si nos podemos ayudar unos a otros… y, por cierto, ¿vives cerca?
  • Sí, aquí cerca, en casa de doña Pilar.
  • ¿De Pilar? ¡Si es muy amiga mía!, me alegro, es encantadora, dile que hemos estado hablando, me llamo Sonsóles, verás que alegría le das… todavía me pareces más simpático.
  • Gracias señora, yo también me alegro de conocerla.

Enseguida se me encendió la luz, posiblemente aquella señora debía ser la amiga farmacéutica que “ayudó” a Pilar a curar a Juan, me dieron ganas de preguntarle, pero me contuve.

Después de mucho probar al final salió la avería, era una estufita que tenía debajo del mostrador, el electricista y yo nos reímos de buen grado porque dijo que yo era el especialista en las estufas y me encargó con mucha ceremonia que le echara un vistazo a aquella, me pude lucir porque tenía la misma avería que la de doña Úrsula y delante de la farmacéutica desmonté y arreglé la clavija y… “VOILÁ” toda la tienda se encendió como un Belén.

Al volver a la tienda le explicó a Elsa con todo detalle el éxito de la reparación, encima además del importe de la mano de obra le dio una propina que el buen hombre me la pasó a mí como incentivo por el trabajo.  Yo, antes de entrar en la tienda, al pasar por una pastelería compré una docena de pasteles y se los ofrecí a Elsa, a ésta le encantó porque además le acerté el gusto y casi al terminar con ellos le preguntó a su padre…

  • Papá, estuve pensando… ¿qué te parece si invitamos a Paco a cenar con nosotros el día de Noche vieja?
  • ¡Ah, pues… no se me había ocurrido!, pero… no es mala idea, ¿a ti que te parece Paco?
  • Pu…pues, que me encanta la idea, aunque no sé sí… tendría que decírselo a doña Pilar, a lo mejor cuenta conmigo para empezar el año.
  • No creo, la mujer es muy mayor para ti, creo que a Elsa le ilusiona comerse las uvas con un joven.
  • Si a su novio no le molesta.
  • ¿Su novio?, jajaja, no tiene novio, la verdad es porque yo no la dejo, la veo muy joven y demasiado inocente todavía para andar con chicos, pero tú… pareces buena persona y me gusta tu desparpajo, está bien… estás invitado.
  • Gracias don…
  • Nada de don, me llamo Francisco.
  • ¡ Ah, pues yo Paco, que también es Francisco!, jajaja, un abrazo, tocayo.**
  • Venga aquí “socio”.

Nos reímos un rato más y luego me fui a casa, la estufa estaba arreglada, pero no quise devolverla todavía, le daría tiempo y si podía también le cobraría por la gran “avería” .

Pilar no puso mala cara por la noticia, yo estaba preocupado, me parecía que estaría esperando para tener una noche memorable, estaba convencido que me guardaría alguna sorpresa de las suyas y así de repente dejarla sola…

Pero no, cuando se lo conté dijo que precisamente había quedado con Sonsóles para comerse las uvas juntas, le pregunté si Sonsóles no las pasaba con su marido y me contestó que normalmente él acudía a unas reuniones con los “amigos del vino”, una sociedad gastronómica y lo celebraba con sus amigotes, seguramente contando chistes guarros y bebiendo como cosacos.

La cena de Noche Vieja era muy esperada, por una parte iba a estar con la chica que me gustaba, en su casa y con su familia, lo malo es que esa anoche era para divertirse por ahí, no como la de Noche Buena, que era más de ambiente familiar, pero bueno, algo es algo, por lo menos nos tomaríamos las doce uvas al son de las campanadas de la Puerta del Sol de Madrid, como todos los años por la televisión, luego por lo menos tendría la ocasión de besar a la chica, yo sabía que a ella no le desagradaba y esto me daba cierta confianza,

Yo llevé una botella de champaña y otra de sidra por si a las mujeres no les gustaba, pero me equivoqué, porque a su madre le gustaba el champan más que a un tonto un lápiz, esto no me vino mal porque la señora se “alegró” bastante durante la cena y más cuando dijo…

  • Estoy pensado que podíamos ir a casa de mi hermano, a ti te gusta contarle chistes verdes a mi cuñada y no me niegues que te gusta un poquito.
  • ¿Y nosotros?  A mí no me gusta la tía y menos el tío.
  • Bueno pues… vosotros podéis ir a la Plaza Mayor, también se reúne la gente para tomar las uvas con el reloj del Ayuntamiento, lo pasareis bien, ¡luego prontito a casa y ojito con los apretones de la gente!, que hay mucho gamberro.

A mí se me apareció Dios y a Elsa más todavía, media hora antes de las doce salimos de casa, los padres por un lado y nosotros por otro, en la plaza ya estaba arremolinándose la gente con las botellas en la mano y los cucuruchos con los doce granos de uva, nosotros como ellos esperando a que sonaran las campanadas anunciando un año nuevo.  No faltaban ya ni quince minutos cuando Elsa me dijo al oído para que no nos oyera nadie.

  • ¿Paco, qué te parece si volvemos a casa y nos las tomamos a solas?, mis padres tardarán bastante, ya conozco a mi padre, a él mi tía le gusta mucho, yo creo que algún día que se distraiga mi madre, se la hará, jajaja.
  • No podrías tener mejor idea Elsa.

Salimos de estampida empujando a todos y llegamos a su casa justo cuando la gente ya se alborotaba pendientes de la primera campanada, no nos dio tiempo más que para cerrar la puerta y allí mismo, en el recibidor, Elsa se abrió el abrigo y yo le subí la falda, ella tiró de mi jersey hacia arriba y me soltó el cinturón, tiró de mis calzoncillos y los pantalones a la vez y empotrándola contra la pared, le metí la polla.

Elsa puso un pie sobre la silla que tenía a su lado y yo a cada campanada que sonaba le metía la polla hasta el fondo, fueron doce campanadas memorables, al llegar a las doce las piernas nos flaqueaban y nos fuimos a su habitación, no hacía calor, pero nos desnudamos y nos metimos debajo de las mantas, allí pude apreciar las tetitas que tenía Elsa, eran apenas como un puñado con unos pezoncitos apenas rosados, su coño también era tan “discreto” que apenas se le notaba una raya vertical por la que asomaba un bultito del mismo color que sus pezones.

Mi polla abría sus labios que la abrazaban y se hundían con ella, a lo misionero estuvimos abrazados follando hasta que se corrió.  Cuando se estremeció entre mis brazos me pegué a ella sujetándole la cabeza que movía descontrolada, los ojos en blanco y las manos dislocadas.

Quedó agotada, cuando me incorporé para quitarle mi peso de encima, se dio la vuelta y quedó boca abajo, me apoyé con  los codos y bajé suavemente, todavía palpitaba su corazón a cien cuando le recogí las tetas que en aquella pose aparentaban más.  Miré mi verga antes de posarme sobre ella y la vi roja, le dije al oído…

  • Han sido las doce campanadas más maravillosas de mi vida, feliz Año Nuevo.
  • Y las mías, estreno año y… más.
  • ¿Año y polla?
  • Sí, tú has sido el primero, me ha encantado.
  • Me alegro, eres preciosa, no me dijiste nada.
  • ¿Para qué?, me apetecía tanto como a ti y qué mejor que tú que ofrecerte mi virginidad.

Le besé el cuello y la nuca, un temblor le recorrió la espalda a la vez que separaba las piernas, la humedad me guió y me incrusté en ella, Elsa ladeó la cara sobre la almohada y recibió en silencio las embestidas que le fui aplicando, una serie de gemidos apagados por la tela y otro temblor me indicaron que acababa de correrse otra vez.

Después de otra serie de besos por los hombros Elsa puso las manos en la cabecera de la cama y separó todavía más las piernas, lo volví a hacer, la penetré, pero esta vez vi que ella apretó las uñas contra los barrotes de su cama, suspiró profundamente y hundió la cara en la almohada mitigando un quejido que me pareció un grito sofocado.

Acababa de meter el capullo en su estrecho culo, las delgadas nalgas no me advirtieron de la diferencia y cuando quise darme cuenta ya estaba adentro.

  • Lo siento Elsa, no me di cuenta de la diferencia, como estás tan estrecha de todo, ahora me salgo.
  • No, déjalo como está, lo peor ya pasó, espero, sigue hacia adentro, pero suave por favor.

Con todo el cuidado del mundo fui saliendo un poco y mojando con saliva lo que había salido, así fui ingresando en aquel culo virginal.

  • Me gustaría que te corrieras dentro del coño, pero me da miedo, aunque a lo mejor la primera vez no pasa nada.
  • No, no quisiera complicarte la vida, si no te parece mal me correré sobre tus tetas.
  • ¿Mis tetas?, jajaja, gracias, pero ya ves, no tengo nada.
  • Me sobran, tus tetas son tan sensibles como la que más y llenas de leche estarán preciosas.

Al sacarla de su culo, se dio la vuelta otra vez y trepé sobre su cuerpo hasta sentarme en su cintura, ella me cogió la verga y con dos manos la agitó como una zambomba hasta que me levanté y la acerqué a su pecho, no tenía canalillo ni mucho menos, pero entre las dos le lancé mis primeras andanadas de semen.  Elsa no pudo resistir y acercó su cara con la lengua afuera y recibió el resto en su boca.

En la calle se oía pasar a la gente de regreso a sus casas, la fiesta ya había terminado y nos dimos cuenta de que sus padres no tardarían en volver, nos comimos deprisa los doce granos de uva y con mucho dolor de corazón me vestí después de unos cuando besos, tiernos, por supuesto, luego me despedí.

Al salir al pasillo de la escalera oí a sus padres llamando al ascensor, esperé y cuando vi que ya subían bajé por la escalera, cuando llegué al patio oí a su padre que con legua de trapo, le decía que le daba pena que su hija se había perdido la fiesta en casa de su cuñada.

A Pilar no podía guardarle secretos, ella misma lo adivinó y no tuve más remedio que contarle lo que pasó con las campanadas, se lo conté cuando llegué a casa, me asomé a su habitación porque tenía la luz encendida.

  • Feliz Año Pilar, siento no haberme tomado las uvas contigo.
  • ¡Calla hombre!, ¿qué ibas a hacer tú con una vieja?
  • Ya te lo puedes imaginar, igual que con una joven.
  • O sea… ¿qué te has tomado las uvas, follando?
  • Se podía decir así, si.
  • Eres incorregible, el caso es que lo hemos comentado Sonsóles y yo, imaginábamos que estarías con alguna madurita cariñosa.
  • Nooo, nada de eso, esta vez era una chiquilla maravillosa y… virgen.
  • ¡Ooooh!  Eso son palabras mayores, ¿y qué tal?
  • De maravilla, me enteré tarde pero no sufrió, o eso dijo.
  • Estoy segura, nos tratas demasiado bien, eres un sol con las mujeres.

Ya me había metido en la cama con Pilar mientras ella hablaba y la encontré con un camisón de franela que inmediatamente desapareció, comparé el cuerpo virginal de Elsa con el de Pilar y aprecié todavía más la ternura de la joven.

  • ¿Y de que han estado hablando un par de maduras interesantes mientras brindaban con champan?
  • Imagínate, de todo y bueno, recordamos a Juan, por supuesto, de cuando ella lo conoció, si quieres te lo cuento.
  • Claro, por supuesto, sabes que me interesa mucho la vida de Juan.
  • Como te conté Juan era muy inocente en todo y su problema con el prepucio no se solucionaba, yo me desesperaba aunque procuraba masajearlo todos los días.
  • Ya y qué masajes, jajaja.
  • El caso es que se lo dije a Sonsóles y ella quiso venir y verlo en persona, antes de que viniera le conté a Juan  que ella vendría para dar una opinión médica y que era de confianza, a él le pareció bien y una tarde apareció con un  maletín llenos de cosas.
  • La doctora, Sonsóles.
  • Con bata blanca y demás, sentamos a Juan en el sofá y nos pusimos una a cada lado, él se quitó todo de cintura abajo y nos mostró el problema.  A la farmacéutica le preocupó, parecía un caso que precisaba cirugía pero yo no quería darle ese trago a Juan, confiaba en mi amiga y le dije que debíamos intentarlo más.
  • Ella sin convicción sacó otra pomada más suave y empezó a repartirla por la polla desmayada de Juan, lo recostamos contra el respaldo y él con los brazos en cruz se dejó hacer.  Vi como la expresión de Sonsóles cambiaba a medida de que la polla de Juan iba tomando tamaño y grosor, el capullo parecía que iba a reventar dentro de su encierro y ella intentó por todos los medios descubrirlo.
  • ¿Y lo consiguió?
  • Casi, pudo conseguir que asomara medio glande solamente, pero ya era un avance y nos dio ánimo, con cuidado y la nueva crema más suave, la piel iba cediendo terreno, como se cansaba yo la sustituía bajo sus indicaciones y la polla iba asomando, había momentos que entre las dos forzábamos la piel desde el tronco para que bajara, le echábamos hasta saliva para que no se irritara y cuando ya estaba casi descubierta del todo ocurrió.
  • ¿Qué pasó?
  • Lo que tenía que pasar, en un momento que Sonsóles se acercó para dejar caer un salivazo sobre el “champiñón” éste lanzó un chorro de leche espesa y caliente que le llenó los labios a mi amiga, la sorprendió tanto que abrió la boca y recibió los dos siguientes lanzamientos, Juan fue tan rápido y constante que se vació sobre la cara y el pelo de mi amiga hasta que se relajó.
  • Una fuente, me lo imagino.
  • Como las de Versalles, jajaja.  Me pude aguantar la risa con dificultad, pero lejos de enfadarse se empeñó en seguir, ya que faltaba poco, entre las dos nos fuimos relevando en la polla de Juan.
  • ¡Pobre Juan!
  • ¿Pobre?, se corrió tres veces y casi seguidas, no paraba de lanzar chorros al aire, bueno el segundo no, pero el tercero me tocó a mí, yo estaba confiada de que no volvería a pasar, cuando en un último intento le pasé la lengua por el glande descubierto, jamás vi nada igual, ni Sonsóles tampoco, Juan nos cogió la cabeza a las dos y las puso sobre su polla, nos regó a la vez y nosotras para que no nos llenara hasta los ojos intentamos taparle la fuente metiéndola en nuestras bocas, cuando mi amiga se atragantó lo hice yo tragando a la vez que me llenaba el paladar.
  • Joder con Juan, vaya suerte y sin enterarse.
  • Bueno, yo creo que le gustó porque mientras se corría la última vez nos cogió a las dos las tetas y las amasó mientras gemía.

Con la narración de Pilar yo ya estaba como Juan y ella me lo iba demostrando, sin dejar de hablar me fui colocando entre sus piernas enredándome con ella, entré sin pedir permiso y me hundí en su coño depilado, con las manos ocupadas en su clítoris y sus tetas se corrió al terminar de contarme la historia y se dio la vuelta para que me pusiera como la cucharita, levantó la pierna y por debajo de ella me buscó la verga y se la apuntó a su culo, sólo tuve que empujar levemente y me sentí abrigado por la calidez de su recto hasta que mis huevos chocaron con sus labios mojados.

Ya me iba a correr cuando sonó el teléfono, maldije al que llamaba, pero Pilar levantó la pierna para que saliera y alargó el brazo para coger el supletorio que tenía en la mesita.

  • ¿Sí?, hola María, ¿qué te pasa?, no grites por favor que no te entiendo, cálmate y cuéntame, ah, sí, ya entiendo, pero eso no es nada, no te preocupes, ya… lo sé, tú tranquila, ahora me pillas en mal momento, bueno no tan malo, aunque no puedo dejarlo, sí ya sé, lo haré por ti, venga ya voy, abre la puerta.

Pilar me miró con cara de pena, era su amiga María, la tímida y asustadiza, me contó que se había pasado la vida cuidando a sus padres enfermos, no había salido nunca de casa, siempre preocupada por ellos, inválidos los dos, desperdició su juventud y ahora después de la muerte de los dos, después de muchos sufrimientos había encontrado en el grupo de parroquianas la forma de relacionarse.

La llamada fue porque algo pasó que se fue la luz de la casa, se había levantado al baño cuando se apagó todo y la pilló en el pasillo, como pudo, arrastrándose llegó al teléfono y llamó a Pilar, era con la que más confiaba y ésta no tuvo más remedio que prometer socorrerla pues estaba histérica en un rincón de la casa.

Me enfadé bastante, nos había cortado en el mejor momento, no iba a consentir que aquella histérica se mezclara en nuestra existencia, para mí Pilar era la persona que follaba en exclusiva y cuando quería, pese a su edad siempre estaba dispuesta y eso lo valoraba mucho, además aquella solterona tan beatona, tan rara me daba grima, cuando la vi caerse me dio escalofríos, el grito que dio no era nada lógico, reconozco que a todos nos asusta un poco un apagón inesperado pero aquel grito desgarrador… no tenía explicación.

Lógicamente acompañé a Pilar a casa de María, todavía se veía alguna gente con botellas en la mano bebiendo a morro, la noche para ellos no había terminado todavía y para mí tampoco.

María vivía no muy lejos de Pilar y cuando llamamos tardó bastante en abrir, a Pilar le preocupó bastante y ya estaba desesperada cuando se abrió el portal, subimos corriendo y cuando entramos la vimos en un rincón detrás de la puerta.

Estaba con las manos en la cara, el pelo revuelto y con sólo el camisón en el frío pasillo, a mí se me notaba el cabreo pero entre Pilar y yo la convencimos para que se pusiera en pie y con uno en cada lado la llevamos a su dormitorio, la casa era vieja y fría, comprendí que lo primero era dar luz para que se tranquilizara y revisé toda la casa.

En medio del comedor tropecé con una cosa blanda que saltó al tocarla, un maullido me aclaró que era un gato y di una patada al aire intentado alcanzarlo, por su culpa estaba yo con la polla “muerta” pudiendo estar dentro de Pilar, aún así palpando por el suelo llegué a tocar un árbol de Navidad, comprendí que aquello podía ser la causa del apagón y busqué el hilo de las luces hasta que lo encontré, tiré de él y noté que estaba mordido y cortado.

Con esta información busqué los fusibles, le di al ON y ya tuvimos luz.  Fui directamente a la habitación de María, Pilar en ese momento la estaba secando del sudor frío, la tenía sentada en la cama con el camisón caído a la cintura y con una toalla pequeña la secaba por la espalda.

Pilar me miró y se apartó un poco, lo que vi me gustó, nunca pensé que aquellas tetas podía tenerlas una mujer de unos 45 años, parecían de adolescente y a Pilar le gustó mi sorpresa, hizo todo lo posible para que la admirara, creo que ella también le gustaban porque le levantó los brazos sobre la cabeza para tener buena visión.

Me dijo que me acercara, la chica ya se estaba recomponiendo, aunque no dijo nada cuando le cogí la mano para calmarla, Pilar buscó en un cajón de la cómoda un camisón limpio y cuando lo tuvo la hizo levantar dejando caer el sudado al suelo.

La vimos entera de la cabeza  a los pies, era hermosa y con una piel blanca y tersa, Pilar me llevó mi mano sobre los hombros de la mujer y yo seguí sólo, tengo que reconocer que tenía una piel suave y tibia, le acaricié los hombros, el cuello, la nuca y las orejas, María inclinaba la cabeza al pasar mis manos hasta que las pasé por delante de ella, se estuvo quieta hasta que rodeé sus pechos por debajo hasta cogerlos con las dos manos y subirlos a la vez que los apretaba hasta sacarle los pezones oscuros que coronaban aquellas maravillas.

Pilar respiraba agitadamente igual que María, las dos por distintas causas.  Cuando dejamos caer el camisón por su cuerpo le ayudamos a meterse en la cama, Pilar la cubrió con la ropa y entonces María susurró…

  • Por favor Pilar, ¿podéis quedaros conmigo esta noche?

Continuará.

Si le gustó valoren y comenten.

Gracias. Tauro47