El vagabundo (4)

Todavía de vacaciones navideñas aproveché para acomodarme antes de que volvieran mis vecinos, Pilar hizo un cambio radical y yo conocí a más gente del barrio.

Dormí como un bebé toda la noche, al despertar estaba en cruz en el medio de la cama doble de Pilar, ella no estaba, agucé el oído y no se oyó nada, supuse que se habría ido a su acostumbrada misa, me gustó que siguiera con su rutina, pensé que tenía suerte de que las vacaciones duraran hasta después del Día de Reyes, porque luego, con la compañía de los otros huéspedes, me sería imposible “conciliar” con Pilar o por lo menos con la misma libertad.

Estuve un momento mirando al techo, los cristales de la ventana estaban tan empañados como siempre, aunque la nieve ya se había derretido, ahora sólo quedaba en algún rincón poco transitado y seguramente helada.

Estuve repasando lo que hice en los últimos días y me sentí satisfecho. Después de una gratificante ducha me acordé del problema de la estufa, pensé que podía intentar arreglarla mientras Pilar estaba fuera, pero al ver el cable tan dañado decidí salir a buscar una solución.

En la calle paralela encontré una lampistería, era la típica tienda de barrio, atestada de lámparas y material eléctrico, el mínimo escaparate apenas lucía unas guirnaldas de lucecitas navideñas como reclamo, al entrar sonó sobre mi cabeza el timbre que tenían como aviso de la llegada de clientes.

  • ¡Voy, ahora salgo, un momento!
  • Vale, tranquila.

Detrás de una cortina salió lo que supuse una aparición, una chiquita, algo más joven que yo, era tan rubia que parecía albina, los ojos tan azules que destacaban de su piel y con unos labios finos que al abrirse sonrientes me deslumbraron por la blanca dentadura que me recibió.

  • ¡Hola!  ¿Qué se te ofrece?
  • Ho… hola, buenos días, no sé si me podré explicar… resulta que en mi casa… bueno, en la casa adonde me hospedo, la instalación es tan pobre que no puedo enchufar ninguna estufa eléctrica potente, mi intención es reparar una que hay pero que tiene el cable tan mal que me da miedo hasta tocarla.
  • ¿De qué potencia es, cuantos vatios consume?
  • Pues ni idea, ¿cómo puedo saberlo?
  • Mira, aquí, ¿ves?, en la parte de atrás hay una etiqueta que lo dice.

La chica se acercó tanto a mí que su pelo lacio me rozó la cara y el olor a jabón infantil me llenó la nariz, de reojo le miré los suyos, estaban tan transparentes que se podía ver el fondo.

  • Sí, mira es aquí, aquí lo dice.
  • Ah, sí ya lo veo, ahora que lo dices sí, eso ponía, creo que 1000 W, ¿será lo mismo?
  • Sí, claro, es una estufa que no consume mucho, aunque si tiene los cables mal…
  • ¿Y si comprara una más potente?

Por un momento pensé que sería una buena idea el regalarle a Pilar una buena estufa, además egoístamente me convenía, porque al mismo tiempo que nos calentaríamos la habitación cuando follábamos, la aprovecharía para la mía cuando ella no la usara.

Pero enseguida pensé que no le gustaría la idea, es posible que la instalación eléctrica de la casa tampoco estuviera preparada para más potencia, además era meterme en su terreno, si la veían los otros huéspedes podían protestar o pensar que había favoritismos y con aquel frio… lo tuve que desestimar y volver a la solución de la reparación.

  • Estoy pensando… que si le cambio el cable y la clavija podría aguantar, lo único es que le pondría uno mucho más largo, el que tiene apenas alcanza al enchufe.
  • Muy bien te puedes llevar éste y esta clavija.
  • ¿Y cómo se conecta?, yo no sé hacerlo.
  • Ah, pues yo tampoco, mi padre que es el profesional y está montando una lámpara en una casa, si estuviera él te lo explicaría pero no creo que sea tan difícil.
  • Claro, como tú lo has visto hacer.
  • Sí, mira, se empalma aquí y luego se enchufa y…

¡PLAFFF!, el fogonazo que hizo el cable en la otra punta fue deslumbrante, los cables estaban liados al final, la chica soltó el cable y se me abrazó a mí, por un momento aturdidos por la chispa y el ruido estuvimos abrazados, sentí su cuerpo menudo entre mis brazos, ella se acogió a mí como una tabla de salvación y antes de soltarse me miró con unos ojos que denotaban miedo y agradecimiento a la vez.

Estuve a punto de besarla como lo hice con Pilar, me habría gustado meterle la lengua como lo hizo ella, pero lo único que pude hacer fue rozar su mejilla con la mía, parecía el tacto de un melocotón, tan suave que me dio un escalofrío por la espalda.

  • Oh, lo siento.
  • No tiene importancia, lo peor fue el susto, ¿te has quemado?
  • No, sólo fue el chispazo, espera porque han saltado los plomos.

Los fusibles, eran antiguos, había que liar un hilo de plomo o varias décimas de cable de cobre, a tientas estuvimos intentando atornillar aquellos minúsculos hilos en la base de mica.

Nuestras manos se mezclaron y por un momento se las cogí y la miré a los ojos, estaba oscuro, sabía que no debía, pero intenté acercarme a ella para ver si me correspondía y casi lo hizo, hasta que a nuestra espalda sonó una voz atronadora que nos asustó más que el chispazo.

  • ¿Qué estáis haciendo, Elsa, que ha pasado?
  • Hola papá, no es nada, los fusibles que han saltado.
  • Fue culpa mía, le pedí que me enseñara a montar un cable para una estufa vieja que tengo…
  • A ver, no debéis jugar con la luz, siempre te lo tengo dicho, podíais haberos quemado, pero mira, es fácil, lo que pasa es que los cables siempre tienen que estar aislados ¿ves?
  • Aaah, claro, ya entiendo, gracias por todo, es que soy nuevo en el barrio…
  • ¿Ah sí, adonde vives?
  • En casa de doña Pilar, soy estudiante y me alquiló una habitación, es muy amable.
  • Pobre mujer, es muy piadosa, siempre la veo vestida de negro yendo a misa, desde que su hermano desapareció…
  • ¿Hace mucho tiempo que murió?
  • Bueno no te podría decir, en realidad fue un caso muy extraño, de pronto desapareció, lo dieron por muerto un tiempo, después de que se fuera a navegar en un pesquero por Galicia que naufragó, ¿no te lo contó?
  • No, no hablamos nunca de eso y yo por no parecer curioso…
  • Fue una desgracia, desde entonces parece otra.
  • Sí, eso parece…

El padre de la belleza me lo explicó con toda paciencia y se ofreció a montarme la estufa si no me apañaba, le agradecí la deferencia y me propuse volver por si la volvía a encontrar, pero la urgencia del frío y la inseguridad de que estuviera otra vez en la tienda me hicieron desistir y volví a casa para solucionar la estufa.  Por suerte, debí hacerlo bien porque a la primera funcionó.

La probé en mi habitación, decidí ponerme a estudiar mientas esperaba a Pilar, ya no debía tardar, habría aprovechado para comprar algo, en Navidad ya se sabe…   Cuando me di cuenta que casi eran las dos de la tarde y Pilar no había vuelto, me preocupé y me asomé a la ventana por si la veía llegar pero nada, no pasaban ni los gatos.

Ya estaba nervioso cuando oí la cerradura de la puerta, salí corriendo y en el recibidor me dio la sorpresa, no sé cual fue más fuerte, el pelo de peluquería, la cara maquillada, la ropa nueva y de color, los zapatos con un poco de tacón o las medias con costura, ante mis ojos asombrados se dio la vuelta en redondo para que la pudiera admirar.

  • ¡Wooow!
  • ¿Te gusta? Lo hice por ti.
  • Estás maravillosa.
  • No será para tanto, exagerado.
  • Sí, el pelo perfecto.
  • Sin canas.
  • El vestido discreto, pero alegre.
  • Ya era hora.
  • Los zapatos con tacón.
  • Sólo un poco.
  • Las medias… con costura, cómo a mí me gusta.
  • Mmm, me alegro.
  • Y el rostro… bellísimo.
  • Jajaja, que mentiroso que eres, las arrugas siguen estando debajo, pero el maquillaje hace maravillas.
  • Y los labios, para comérselos.
  • Eso sí, fíjate.

Me dio un beso que casi me desmayo, pues además se pegó a mí presionando las tetas contra mi pecho.

  • Y las tetas deliciosas… aunque parecen diferentes.
  • Jajaja, eso todavía no lo viste, vamos a tu habitación.

En mi cuarto, con la estufa radiante se quitó la blusa nueva y me enseñó un sujetador de balcón que le subían las tetas formando un canalillo profundo y dos bolas duras y rellenas, se le marcaban los pezones como avellanas cuando levantó los brazos dando la vuelta para que la viera bien, luego soltó la falda ancha dejándola caer, casi me desmayo.

Vi sus bragas de encaje con unas sisas que le subían hasta la cadera con una cintura en forma de V que bajaba hasta el pubis, miré la indicación y no vi atisbo de la pelusa canosa de otros  días, ahora estaba todo liso con la piel rosada hasta marcarse la separación de los labios del coño.

  • ¿Te, te has depilado?
  • Toda.
  • ¿Toda, toda?
  • Todísiiima.

Se dio la vuelta mostrándome el culo, se bajó las bragas demostrándome que no le quedaba ni el más mínimo vello, yo ya me estaba bajando la bragueta para estrenar aquella novedad, pero ella adivinó mi intención y subió las bragas rápidamente girándose frente a mí.

  • ¡Quieto, lobo, jajaja, sabía que te iba a gustar!
  • Y tanto, cómo que me he puesto como un burro.
  • Ya lo veo, pero ahora es hora de comer, ya dejé la comida hecha antes de irme, fui a misa, como todos los días, luego a la peluquería, allí me hicieron el pelo las uñas y todo esto.

Volvió a bajarse las bragas para que viera la obra de arte, los labios aparecían más hinchados y carnosos.

  • Luego me animé a salir de tiendas y ya ves… ¿Te ha gustado?
  • Me ha encantado… todo.

Comimos deprisa, yo le enseñé orgulloso mi obra de arte con la estufa y ella me felicitó con un pico en los labios, comimos con ella encendida y luego mientras fregaba los platos arreglé el comedor.

En la salita adonde estaba el televisor y el tresillo encendí la estufa cara al sofá y volví para ayudarle en la cocina, cuando terminó se cambio de ropa y se vino a la salita.

  • Mmm, me gusta el sofá, es muy cómodo.
  • Sí y si hablara…
  • ¿Quieres decir que tiene historia?, seguro que con tu marido haríais…
  • Olvida a mi marido, me refiero a Juan.
  • Es verdad, perdona, aquí haríais muchas cosas… calientes.
  • No creas, no es eso, me refería a los comienzos, que no fueron muy fáciles.
  • ¿No?, cuenta, me interesa.

Pilar estaba sentada en una esquina y yo, dispuesto a escuchar me tumbé todo a lo largo con la cabeza sobre sus muslos, pasó las manos sobre mi pecho mientras hablaba, mesándome el pelo.

  • Juan era como un niño salvaje, como el Tarzán de la película, cuando se escapó del orfanato seguro que los curas lo celebrarían con champan, era un niño díscolo e inaguantable, no conocía otro insoportable ambiente más que aquel, hasta que al final saltó la valla.
  • Vagó por los mercados robando frutas y las sobras de los bocadillos que tiraban, hasta que encontró a Cuca, la perra era igual que él, eran almas gemelas, los dos formaron un equipo ideal, lo cierto que Cuca era la que cuidaba de Juan, ella era la que se informaba de dónde tiraban los restaurantes la comida sobrante y la que sabía si estaba en condiciones comestibles, se recorría los mercados y con sus gracias conseguía que los carniceros le dieran alguna punta de filete que no aprovechaban, ella era la que cuidaba de que Juan durmiera tranquilo bajo los cartones mientras Cuca hacía guardia.
  • Vaya perra…
  • Como te decía, Juan era como salvaje, de educación cero, de cultura menos, su meta era sobrevivir, era sumamente desconfiado aunque muy inocente, como te conté cuando creyó perdida su gorra se puso como un energúmeno, en cambio no le dio pudor levantarse y enseñarme su… cosa.
  • Imagino que su sexualidad sería…
  • Claro, él no sabía nada de nada, imagino que tendría sus erecciones e incluso alguna polución nocturna, pero no lo asociaría con el sexo, fui yo la que poco a poco fui descubriéndole éste mundo.
  • Tuvo mucha suerte, el chico.
  • Mmm, creo que sí, el primer problema fue que cuando lo bañaba junto a Cuca, para que no pusiera perdido el cuarto de baño, descubrí que tenía fimosis, él naturalmente no sabía nada de eso, pero cuando le vi el capullo totalmente cubierto por el prepucio me preocupé, no sabía cómo decírselo y si me comprendería.
  • Bueno, yo también al principio…
  • No, en él era totalmente un capuchón que le estrangulaba el glande y eso que tenía un buen cabezón, al contrario que tú, que lo tienes puntiagudo, él suyo era una bola redonda como un champiñón, pegada a la polla.
  • ¿Y cómo lo solucionaste?
  • Con paciencia, con mucha paciencia, como él no sabía nada de nada, cuando me gané su confianza lo bañaba regularmente, todos los días le miraba por si se arreglaba el problema sólo, fue imposible, le dije que olía mal, era mentira, pero fui tirando del prepucio poco a poco, el se quejaba, entonces yo le daba un beso de consolación.
  • Jajaja, eso lo empeoraría.
  • Jajaja, sí, mucho, el chaval veía crecer su verga como una estaca, como le dolía yo lo masajeaba y sin que se diera cuenta lo forzaba para que la piel se retirara.
  • Supongo que no lo harías rápido.
  • ¡Nooo, me costó mucho!, mucho tiempo, jajaja, imagina cuando sin esperarlo se corrió en mi boca cuando iba a besarlo como todos los días.  Jajaja.
  • Wow y no serían cuatro gotas.
  • Que va, me llenó la cara de leche caliente, por poco me pilla con la boca abierta y me doy un buen trago, jajaja.

Pilar se divertía contando mientras hablaba acariciándome el pelo y la cara, yo en su regazo miraba hacia arriba, las tetas me cegaban al moverse como flotando sobre mis ojos y provocaron que mi polla empezara resucitar, a ella no le pasó inadvertido y su mano se desplazó hacia mi bragueta para seguir hablando, parecía que quería hablar con propiedad sobre el mismo tema.

  • Al final ¿cómo  conseguiste despejarle el capullo?
  • No fue fácil, tengo una amiga que es farmacéutica, es una buena chica y de confianza, es la única que sabía la verdad y por ser un tema médico se lo conté, me preparó una pomada que fue como mano de santo, todos los días le contaba mis progresos, la verdad es que funcionó muy bien, le suavizó el prepucio y con cuidado fue dilatando, fueron muchas sesiones hasta que lo conseguí.
  • Mientras te pondrías muy caliente, imagino que en la soledad te pondrías también la crema de tu amiga.
  • Jajaja, no me digas eso, pero… sí la verdad es que sí, casi me borro las huellas dactilares, jajaja.
  • Te imagino de noche con las piernas abiertas soñando con la polla que durante el día tenías a tu disposición.
  • Confieso que fue duro, yo nunca me había masturbado, siempre lo consideré sucio e inmoral, pecado mortal y todo eso, pero cuando la calentura aprieta…
  • ¿Y tu amiga que decía?  A lo mejor quiso “revisar” el tratamiento, jajaja.
  • Creo que sí, aunque entonces no me lo dijo abiertamente, luego…
  • ¿Luego sí?
  • Bueno eso es otra historia que pasó luego…
  • Cuéntamelo por favor,
  • No ahora no, ya llegaremos ahí, por cierto, parece que la tuya se ha alborotado al hablar de Juan.
  • De Juan no, de la forma de curarlo de fimosis, jajaja, me encantaría que me cuidaras a mí igual.
  • Mmm, que goloso eres…

Pasé las manos por debajo de la ropa de Pilar y vi el sujetador recién estrenado por la parte de abajo, mantenía las dos tetas en alto juntándolas y desde adonde yo estaba le solté los tirantes, luego tiré hacia abajo las copas y como unas cascadas las dos tetas cayeron hacia mi boca, ella lo notó al mismo tiempo que alargaba su mano y sacaba de mi calzoncillo mi polla erecta.

Sin prisa nos fuimos buscando hasta quedar sobre el sofá en un 69 perfecto, las ropas desaparecieron y al calor de la estufa “nueva” nos comimos los sexos hasta corrernos, a la novedad del coño depilado se juntó la visión de las medias que con el elástico en sus muslos daban un morbo terrible, le lamí desde el ombligo hasta la rabadilla, comprobando que no le quedó ni un solo pelo.  Me propuse hacerme lo mismo como homenaje, le preguntaría adonde se lo hicieron y le daría la sorpresa.

El éxito fue rotundo ante las parroquianas, al verla de color y con el pelo recién cortado fue la revolución entre ellas, las había de todo tipo, estaban las extrovertidas que muy lanzadas le insinuaban abiertamente si tenía algo conmigo más allá de lo “normal”, ella se dejaba adular sin dar pistas, pero tampoco sin negarlo ofendida, había otras que eran todo lo contrario, muy místicas que con sólo oír del tema se apartaban santiguándose, para ellas era un tema tabú y más en el recinto sagrado de San Pablo.

Además del caso sobre mi “compañía” y los cambios de aspecto de Pilar hablaron de mis “habilidades” en electricidad, no sé en qué se fundaría, pero una de ellas vio el cielo abierto al saber que “sabía” arreglar estufas eléctricas, le pidió, le rogó y le suplicó, cuando ya se despedían, que pasara por su casa para mirar una estufa que hacía años que no funcionaba.

Pilar me quitó la idea, le sabía mal haber sacado el tema pues no sabía si a mí me vendría bien, yo por no hacerle quedar mal fui a casa de la señora, la dama era de una familia rica venida a menos, aun así tenía una criada, que al abrirme la puerta me gustó bastante, era chiquita, morena y con unas buenas tetas.

La señora era todo lo contrario, delgada como una espiga, rubia “de bote” y muy elegante, o eso quería aparentar, después de las presentaciones y halagos llamó a Puri, la criada y le mandó traer la estufa famosa, nada más verla y aún sin experiencia vi que solamente tenía suelto el cable en la clavija, pero como durante la revisión Puri trajo una bandeja de turrones y unas copitas de Moscatel, me propuse “alargar” la avería.

  • Uy, doña Úrsula, no quiero preocuparla, pero esto parece grave, estas estufas creo que dieron problemas nada más salir.
  • Pues hasta que se paró funcionó bien,
  • Eso es lo que tienen, que ahora hacen las cosas para que duren poco y cuando se estropean… a comprar una nueva.
  • Entonces… ¿no tendrá arreglo?
  • No sé, se hará lo posible, pero tendré que hacerle una revisión completa, ¿Usted no tendrá herramientas?  Es que las mías las dejé en casa de mis padres y…
  • Sí, creo que algo habrá, acompañe a Puri y ella le enseñará las que hay.

Puri me llevó al cuarto trastero, allí había de todo, desde garrafas vacías hasta muebles olvidados, la chica no tenía ni idea de donde podría estar la caja de herramientas y yo le ayudé trepando por los muebles.

Hubo un momento que subimos tan alto que los de abajo vacilaron y caímos sobre un colchón viejo que formaba una U, allí los dos apretados quedamos encajados.

  • Uf, que mal, ¿te has hecho daño?
  • No ¿y tú?
  • Tampoco, pero no sé cómo vamos a salir de aquí, si viniera alguien.
  • Sí, si viniera mi novio, nos sacaría enseguida.
  • Ya me imagino, sobre todo si te viera así, pegada a mí.
  • No, lo digo porque es muy fuerte, ahora está en la “mili”.
  • Qué suerte, yo no tengo nada de fuerza y ¿tu novio que está… en los zapadores?
  • No que va, está en la Marina, embarcado, ya lleva seis meses fuera.
  • No me digas que con los cuarteles que hay en Valladolid está en el mar.
  • Pues sí, lo eligió él.
  • Qué raro, teniendo a una novia así de guapa y de buena, con este cuerpo…

Cuando le dije eso señalé con los índices a las dos tetas que estaban a dos centímetros de mi barbilla.  Creí que se ofendería o me daría un rodillazo en los huevos, que tenía a tiro, pero se rio con la ocurrencia y me dijo.

  • Ya le digo por carta que no sabe lo que se pierde,  y ¿sabes que hago para darle envidia?
  • No, ni idea.
  • Me pinto los pezones con pintalabios rojo, luego los aprieto sobre la carta, y le digo que me gustaría que me los chupara.
  • ¿Y él que te dice?
  • Que se hace unas pajas de miedo, cuando me contesta las cartas me las llena de leche para que las chupe.
  • ¿Y tú lo haces?
  • Claro, aunque ya está seca pero todavía huele.
  • Qué suerte tienes, en cambio él… ¿sabes que podrías decirle?
  • No tengo idea.
  • Si quieres le dices… “ahora siento como me estás chupando las tetas”, yo te puedo ayudar.
  • ¿Sí, cómo?
  • Para que seas más realista te las puedo lamer ahora y luego le escribes.
  • Jajaja, que listo eres pero… no está mal la idea.
  • ¿Quieres?
  • Podemos probarlo.
  • Pero con una condición, que luego me cuentes que te contestó.
  • Ah, eso seguro, se hará dos o tres pajas seguidas, tiene una polla…
  • ¿Mejor que la mía?
  • Ah, no sé.
  • Alarga la mano y la notarás…
  • ¡Joder chaval!, ¿de adonde has sacado eso?
  • No se dice así, la pregunta es… ¿adónde quieres meter eso?
  • Jajaja, que pillín, pues ahora te toca a ti, alarga la mano y lo verás.

Allí aplastado por el colchón acerqué la mano entre la falda del uniforme y pasé la mano entre los muslos hasta llegar a las bragas, estaban mojadas y con bastante dificultad pude ladear la tela y meter dos dedos en la raja, al notarlo suspiró, me acercó las tetas a la boca y mis labios pillaron un buen bocado.

Lo que siguió fue rápido, apenas me pude mover, sólo lo suficiente para ladear las bragas y apuntar la polla, Puri ayudó y separó las piernas, la polla no entró toda, sólo la punta, pero lo suficiente para que apreciara mi calibre, cuando ya estaba a punto de correrse, el mueble de debajo de nosotros cedió y caímos revueltos sobre el colchón hasta el suelo, la señora acudió enseguida a ver qué pasaba y encima nos riñó por la tardanza, porque la caja de herramientas estaba a la vista, no sabía que estaba escondida debajo de nuestro colchón, tuvimos que salir como tontos.

Me atiborré de turrón intentando reparar la estufa, doña Úrsula quería ayudar y se pegaba a mí, se inclinaba mostrando interés y me enseñaba el escote que aun queriendo taparlo constantemente lo que lograba era que me fijara más en él.

Cuando me “rendí” le dije que me la llevaría al “taller”, entonces antes de irme me estuvo interrogando acerca de Pilar.

  • Y dime, ¿qué tal te trata doña Pilar?
  • Ah, muy bien, es muy cariñosa y tiene mucha paciencia conmigo, yo procuro portarme bien también y hacerle lo que le gusta.
  • ¿Ah sí, cuenta, cuenta…?
  • Quiero decir que voy a por el pan y esas cosas.
  • Aaaaah, creí que…
  • Nooo, ni pensarlo, es muy mayor.
  • Si, es cierto es la mayor de las amigas, yo soy la más joven.
  • Sí ya me fijé que está de muy buen ver.
  • Y eso que no has visto nada, jajaja.
  • Pero me lo imagino, tengo una gran imaginación.
  • ¿A sí, entonces puedes calcular mi talla?
  • De zapato… un 37 o así.
  • Nooo, jajaja, no me refería a eso, quise decir de…

Movió las tetas zarandeándolas a los lados, las llevaba bastante sueltas y pensé que si no llevaba sostén por lo menos sería muy liviano.

  • Me lo pone difícil doña Úrsula, así más que calcular, me mareo.
  • Jajaja, espera trae las manos, sujétalas quietas y las sopesas, a lo mejor te viene la inspiración.

Le cogí las dos tetas a la vez y las junté y las levanté calculando, comparando con las de Pilar estaban bastante más duras, aunque nada que ver con las de mi prima o incluso con las de mi tía Fermi, me permití sujetarlas bien y cuando aparecieron los pezones marcados los apreté con fuerza.

  • ¡Ay!, que me haces daño, tengo las tetas muy sensibles, ¿tú también tienes las cosas tan sensibles?
  • Me temo que sí, no aguanto los mordiscos.
  • Yo no muerdo, si acaso chupo…
  • En ese caso ya no digo nada, todo es cuestión de probar.
  • Empieza tú con las que tienes en las manos.
  • ¿Así?

Le bajé las hombreras de la camisa y le dejé el pecho al aire, como supuse, no llevaba sujetador y directamente metí la cara entre las dos hasta que elegí con cual empezaba, estuve tentada de decirle que Pilar tenía más pezones y más duros que ella, pero me contuve a tiempo, ella ya me había cogido la polla y la intentaba sacar del calzoncillo.

Cuando le levanté la falda ella misma se bajó las bragas poniéndose recostada en el sofá con las piernas abiertas.

  • Perdone doña Úrsula.
  • ¿Qué te pasa ahora?
  • Que no le dije una cosa y es importante.
  • Pues tú dirás, pero rapidito.
  • Que tengo una costumbre, debí decirlo antes de hacer nada, pero…
  • Tú dirás, lo que sea, sea, pero rápido, no tengo todo el día.
  • No tiene importancia pero así no me gusta.
  • ¿Qué quieres decir?  Ah, ya te comprendo, que prefieres a lo perrito, está bien no tengo manías.

Se arrodilló en el sofá y me acerqué a ella, movió las caderas provocándome y cuando le puse las manos en las nalgas separó las piernas bajando la cabeza hasta el asiento.  Se equivocó, seguro que fue eso, o quizá que no se lo expliqué bien, pero cuando le escupí en el culo y le puse la polla en el agujero ya no tuvo tiempo de protestar.

Me acordé de Juan, si él con su fimosis la hubiera metido en aquel agujero, sin casi lubricar ni dilatar, se hubiera curado en una sola sesión, aunque tampoco le vino mal la serie de curas de Pilar.

El caso es que el grito lo oyó hasta Puri que asomó la cabeza temerosa, pero al ver la situación se calló hasta ver el final.  La polla, en principio entró solamente la punta y al decir la punta, era literal, mi verga parece la cabeza de una flecha, pero una vez metida es difícil sacarla y eso es lo que pasó, cuando el anillo rebasó el esfínter ya no hubo marcha atrás, tuve que seguir a pesar de la señora Úrsula gritaba y manoteaba sin querer mover el culo para no desgarrárselo más.

  • ¡Por todos los santos que hay en San Pablo, saca eso de ahí, me estás rompiendo todo!, desgraciado, ¡no ves que tengo almorranas?
  • Lo siento, yo no sé lo que es eso, hora me salgo.
  • Nooo, ahora no salgas que me voy a desangrar, sigue adonde estás y ve empujando, pero muy despacio, ¿entiendes?  Muy despacio y hasta el fondo, anda, bruto, ¡vaya polla te gastas…!

Le hice caso, fui apretando la polla y milímetro a milímetro fue entrando, por el espejo vi a Puri, estaba apoyada en la puerta, con las manos debajo del delantal, las piernas abiertas y con una cara de beatitud que emocionaba.

Creí que eran sollozos, aunque era la forma de correrse de la señora, parecía que lloraba, pero estaba gimiendo, soltó un chorro sobre el sofá que me salpicó los pantalones, se había meado sin control, yo no quise ser menos y me corrí en su culo hasta quedarme vacío.  Cuando la saqué me volví hacia Puri que se mordió el labio y se relamió al ver mi polla brillando de leche y goteando.

Cuando doña Úrsula se volvió no se quejó, pero me preguntó si había sangrado, le enseñé la polla todavía dura y vio que solamente blanqueaba de leche.

  • ¡Menos mal, porque cuando se me irritan las hemorroides! lo paso fatal…  ¿Entonces la estufa…?
  • Pues… sí, tendré que llevarla a mirar, volveré cuando esté arreglada.
  • Pues avísame antes, para que compre alguna crema suavizante, no quiero que me pase lo mismo otra vez.

Era una buena excusa para volver a ver a la niña de la tienda de electricidad, me gustaba sobre todo la dulzura que demostraba, con ella no empezaría por su culo o quien sabe…

Continuará.

Si les gustó, valoren y comenten.

Gracias. tauro47