El vagabundo (3)
Pilar, mi casera, cuidó de mí y no extrañé a mi familia en Navidad, me contó sus secretos más íntimos y mi familia no me olvidó a la hora de las felicitaciones.
Cuando desperté estaba sólo en medio de la cama de Pilar, ella estaba en la cocina, por el olor que llegaba desde allí deduje que estaba preparando el desayuno y el aroma de la panceta y el café auguraba que iba a ser delicioso.
Por la ventana no se veía nada, los cristales estaban tan empañados que goteaban, me acerqué a ellos y sólo pude ver que la calle estaba completamente blanca, por la noche estuvo nevando y todo lo que podía sujetar los copos estaba cubierto por ellos, apenas había señal en el suelo del paso de algún vehículo y en las aceras algunas huellas que se dirigían al horno demostraba que alguien seguía vivo todavía.
Cuando entré en el baño aún estaba lleno del vaho que dejó Pilar al ducharse, hice lo mismo y volví a la cama, apenas me había desperezado cuando Pilar entró en la habitación con una mesita plegable y los dos desayunos.
- ¡Buenos días!, ¿adónde prefieres desayunar, en la cama o en ésta mesa camilla?
- No te molestes, en la mesita está bien.
- Espera, haremos una cosa, a mí siempre me ha dado ilusión el desayunar en la cama, ésta vez lo haremos así, ¿te parece?
Me encogí de hombros, me daba igual, pero cuando Pilar dejó sobre la colcha la mesita la sujeté y ella se quitó la bata de rizo que llevaba y completamente desnuda se metió a mi lado. Desayunamos con un hambre feroz, la noche fue movida y el desayuno estaba exquisito, luego quitó la mesa dejándola sobre la mesa camilla junto a la ventana y volvió a meterse conmigo en la cama.
- ¿Has visto el día que hace?
- Sí, me asomé a la ventana, pero si tenemos que ir a misa…
- Uf, he pensado que como la del Gallo fue anoche ya después de las 12 nos sirve para hoy también, ¿no te parece?
- ¿A mí?, si a ti te parece bien, a mí encantado.
- Pues entonces pasaremos la mañana en la cama, me hace ilusión.
Nos tapamos hasta el cuello, los dos estábamos desnudos, pero quedamos uno al lado del otro mirando al techo.
- Se está a gusto en la cama sabiendo el frío que hace ahí fuera, a veces pienso lo diferente que pueden ser las cosas, si te hubieras ido a tu casa ahora posiblemente estaría aquí igual, pero metida en un pijama de franela con dos mantas más y mirando el reloj para volver a San Pablo a ver qué decía el cura.
- Yo también me imaginaba estar en mi habitación, con un nudo en la garganta añorando a mi familia, aún sabiendo que no celebrarán las fiestas.
- En fin, no nos quejemos ¿verdad? Lo cierto es que estamos calentitos, aun llevando poca ropa, jajaja.
- Sí y no tenemos nada de frío, jajaja.
- Como tenemos tiempo voy a seguir contándote la historia de mi “hermano”
- ¡Ah sí, me interesa mucho!
- Pues entonces te daré más detalles.
- Perfecto.
- Como te contaba, los mendigos se refugiaban en la puerta de la iglesia, al salir el perrito, que resultó ser perrita, me solía hacer las carantoñas, a mí me hacía gracia porque le daba una moneda y ella se metía por debajo de los cartones de su amo y volvía a salir sin ella, así pasaron varios días, un día me sobró comida y le llevé un poco y un termo de café con leche para su dueño, lo dejé al lado de los cartones y me metí en la iglesia, cuando salí el termo estaba vacío y el plato de la perra también, volví a repetir varias veces hasta que un día que dejé un plato de potaje humeante, pude ver una mano que desde dentro lo recogía con cautela.
- ¡Qué emoción!
- Me sorprendió que la mano no fuera la de un viejo, arrugada y sucia, era la de un joven y me prometí averiguar el motivo de que una persona de esa edad estuviera en esa situación.
- Uf.
- Sí, claro, la cuestión fue que gracias a la complicidad de la perrita el chico fue tomando confianza y fue saliendo de su escondrijo, cuando pude invitarle a mi casa a comer estuvo todo el camino mirando alrededor como si tuviera miedo de alguien.
- Pobre chico.
- Lo llevé a mi casa y lo primero que hice fue preparar un baño bien caliente y obligarle a meterse en él, la perrita no lo dejaba ni a sol ni a sombra y se sentó sobre un taburete mirando cómo se remojaba. Yo, mientras lo hacía le recogí su ropa, la metí en una bolsa y la tiré a la basura, ya había elegido en el armario la ropa que dejó mi marido, había conservado la mejor y al chico, aunque un poco grande la podía aprovechar.
- Qué suerte.
- Cuando volví a entrar en el baño el vaho apenas dejaba ver, pero el agua estaba tan negra que tuve que cambiarla y llenarla de agua limpia poniéndole un poco de mis sales para que hicieran más efecto. El chico era muy vergonzoso, aunque debajo de la espuma no se veía nada, él se cubría cuando me acercaba a la bañera, la perrita meneaba la cola, sin duda envidiando a su amo.
Al contar esto alargué la mano para coger la suya, quería decirle que admiraba su actitud y ella me estrechó.
- El chaval parecía en un sueño, metido hasta el cuello en el agua, pero de pronto despertó excitado gritando… ¿Dónde está mi ropa, que ha hecho con ella?
- La he tirado, estaba toda deshecha, eran sólo harapos inservibles.
- Noooo, ¿Quién le ha mandado tocar mi ropa?
- El chico se levantó, su cuerpo estaba cubierto de espuma, yo no me fijé en nada, ni siquiera en lo que le colgaba entre las piernas, la perrita enderezó las orejas atentamente y empezó a ladrar como una loca. En el baño se desató una locura, el chico gritándome, la perra ladrando y yo de aquí para allá sin saber qué hacer, se me ocurrió abrir la puerta y la perra salió disparada, yo intentaba calmar al chico o por lo menos quería explicarle que le iba a dar otra ropa nueva y buena a cambio de la suya, pero él cada vez estaba más enfadado.
- Al momento la perra empezó a ladrar del otro lado de la puerta, lo hacía como loca, tuve que abrir con miedo que no me mordiera, pero al entrar fue directamente a su amo y le dio la gorra que llevaba en la boca, el chico la abrazó, se puso la gorra y los dos cayeron al agua, esta vez entre risas.
Yo estaba emocionado, no entendía nada de lo que me contaba Pilar, pero estaba atento al final, me volví de lado hacia ella y le pasé la mano por el pecho, las tetas las tenía aplastadas boca arriba, apenas le sobresalían más que los pezones y dejé la mano quieta sobre uno de ellos.
Pilar continuaba contándome como si lo estuviera viendo, me contó que el chico lo que no quería perder era su gorra, que como el resto de la ropa estaba toda llena de enganchones y sucia hasta lo imposible, pero se la puso mientras bañaba junto a él a su perra querida, ésta lo lamía y no sabía qué hacerle para demostrarle su alegría.
- Cuando le alargué una toalla gigante el chico salió de la bañera, con la alegría no se dio cuenta de su desnudez y fui testigo de lo delgado que se encontraba y de lo desarrollado que también estaba.
Al decir esto me recordó que me comparaba con él y me pegué a ella apoyándole mi polla dormida sobre su cadera, noté un pequeño estremecimiento en su cuerpo, pero no dijo nada.
Pilar continuó contándome detalles del chico, de su triste vida, allá adonde pedía trabajo se lo negaban y si se lo daban a los pocos días lo despedían, estaba desesperado, intentó de todo, recoger cartones, ayudar a llevar maletas a los viajeros del tren, a recoger hortalizas en la temporada, pero siempre le pasaba lo mismo, parecía que alguien lo seguía y le quitaba la oportunidad de sobrevivir.
Cuando encontró a la perrita, que se llamaba Cuca, era otra vagabunda como él y pronto se hicieron compañeros de fatigas, el animal le demostró toda la fidelidad que le negaban las personas y se hicieron inseparables.
Pilar les preparó una habitación con calefacción, entonces aún funcionaba, a la perra le puso una manta vieja y allí, al lado de su amo dormía feliz.
Yo, mientras Pilar hablaba mirando al techo recordando feliz aquellos tiempos, fui pasando mi pierna sobre la de ella y lentamente trepé sobre su cuerpo hasta ponerme encima, Pilar no me dijo nada, me hizo sitio entre sus piernas y siguió hablando, braceando como si estuviera explicando lo que decía, yo de codos en sus costados sujeté sus tetas con las manos al mismo tiempo que mi polla ya dura se paseaba por su Monte de Venus, iba de un lado al otro y cuando empezó a pasar de abajo arriba entre sus labios ella separó la piernas todo lo que pudo sin dejar de hablar.
Yo no demostraba intención de meterla la polla, pasaba sobre el clítoris hasta la vagina sin presionar, pero cuando estuve frente al agujero me rodeó con sus piernas y tiró hacia ella metiéndose el capullo.
- ¡Aaag, Jesús!
- ¿Te hice daño?
- Sí, mucho, ayer pude resistirlo aunque me dolió, ahora estoy irritada, la tienes enorme para mi, déjame un momento.
Pilar alargó el brazo y sacó de la mesita de noche un tubo de crema, lo metió debajo de la manta y embadurnó su coño y mi polla desde el capullo hasta los huevos, después acercó su boca a mi oído y susurró.
- Ahora ya puedes…
- ¿Así?
- ¡Síííí! Ahora sí, cómo te noto… noto cómo entras hasta el fondo, me hundes las entrañas y me quemas con tu cabeza, quédate un momento quieto, me gusta sentir cómo me llenas, ¡ooooh que gusto!
Me estuve quieto empujando la cintura hacia ella, notaba cómo me presionaba el capullo con su vagina y me entretuve retorciendo suavemente sus pezones con dos dedos.
- Ya te puedes mover, pero suavemente, despacio… mmm.
- ¡Qué suave tienes el coño y que apretado!
- No digas mentiras, no soy una adolescente.
- Pero no has parido, lo tienes como una treintañera.
- Por cierto, no te ofendas, pero tengo curiosidad por la edad que tienes.
- Bueno… no sé si te gustará, tengo diecinueve recién cumplidos.
- Mmm. no me equivoqué de mucho.
- ¿Cuántos me hiciste?
- Pensé que tendrías sobre los veintiuno, como estás tan desarrollado…
- Siento decepcionarte, pero soy más joven, ¿es algún inconveniente?
- No ninguno, sólo era curiosidad, tu polla sea de 19 o de 21 es ideal.
- Y… ¿puedo saber cuántos tienes tú, si no es indiscreción?
- ¿Cuántos crees que tengo, cuántos aparento?
- Si me lo hubieras preguntado hace unos días hubiera dicho 76 pero ahora, viéndote desnuda y con mi polla dentro de ti, creo que cuarenta todo lo más.
- Jajaja, eso está bueno, que zalamero eres, sabes decir lo que quieren oír las mujeres, no, tengo… 69 cumplidos hace un mes.
- Quien lo diría, pero me gusta el número.
- ¿De verdad? Pues muévete un poco más rápido, mmm.
- ¿Así o más?
- Más, sí, un poco más ohhh, me estás haciendo volar, me subes a las nubes, esto no lo hacía mi marido.
- ¿Y Juan, no te la metía así?
- Mmm. Juan, al principio no, pero después…, pero dejémonos de hablar de Juan y sigue moviéndote más rápido, aaah, ahora a fondo, pellízcame las tetas, que me voy a correr, síííí, yaaaa, me corrooo, soy tuya, Paco, soy tuya, ¡haz lo que quieras de míííí!
Pilar levantó el culo del colchón y lo dejó elevado para que mi polla entrara recta y hasta el fondo, las tetas se le desplazaron hacia el cuello y las pude morder y chupar, en el momento que se estremecía me quitó las tetas de la boca y me cogió la cara con las dos manos y me besó en la boca, nunca me habían besado y menos con la lengua, al sentir que intentaba separarme los labios no sabía que quería, pero ante la insistencia abrí la boca y entró como un torrente.
La sensación de su lengua buscando la mía y enredándose en ella me puso como un animal y mi polla creció mucho más, ella lo notó en su interior y me rodeó la cintura con sus piernas para que no me saliera.
- ¿Cómo estás, falta mucho para correrte?, te espero…
- Casi estoy, voy contigo, yaaaa.
- Sííí, me quema tu leche, lléname toda…
Los dos liados de piernas y brazos nos revolcamos por la cama, la manta cayó al suelo, pero nosotros seguimos follando como locos, no paró ni me soltó aunque sabía que me había vaciado en ella, por su coño resbalaba mi leche y sus jugos y siguió y siguió moviéndose, me dio la vuelta y subió sobre mi moviendo su cintura como un baile moderno.
Sus tetas colgaban y bailaban a su ritmo sobre mi cara, las acercaba sobre mi boca para que las cazara y cuando las pillaba las mordía, entonces ella tiraba de ellas hasta lo imposible y las soltaba, haciéndolas saltar.
Me corrí dos veces y ella… ni lo sé, ya no distinguía si era un orgasmo tras otro o uno largo, cuando caímos, ella sobre mí, siguió besándome suavemente, yo con las palmas de las manos hacia arriba mantenía sus tetas moviendo los dedos como una araña.
- Si quieres puedes seguir contándome la historia de Juan.
- Jajaja, ¿de verdad te interesa ahora?
- Mientras me repongo un poco…
Pilar siguió contándome que el chico era más joven que yo, más delgado y con una polla muy parecida a la mía, pero más delgada, a la edad que tenía ella entonces le pareció maravillosa y cuando Juan se repuso de salud y peso pensó que ya estaba preparado para follar.
A todos les había contado que era su hermano, todos la creyeron, su familia no se relacionaba mucho con ella después de que malmetieran sobre la fidelidad de su marido y prácticamente no hablaba con ellos.
A Juan le enseñó a follar desde cero, disfrutó con él porque era un alumno aventajado y lo educó a su gusto, le enseñó todos sus puntos erógenos y Juan se convirtió en una máquina de coger.
Cuando Juan cumplió 18 años le preguntó por sus orígenes, hasta entonces él le contó que lo llevaron a un orfanato desde que nació, no conocía a su madre ni a su familia, Pilar se interesó por su pupilo y empezó a averiguar datos, cuando un día recordó lo de la gorra le preguntó y él le confesó que tenía una lata de galletas de hojalata escondida en un apartado de correos y la llave la llevaba cosida en su vieja gorra.
Lo primero que hizo Pilar fue buscar la gorra y la llave y lo convenció para ver si tenía algo de recuerdos. En efecto, tenía una fotografía de una mujer en una calle, la fotografía estaba muy deteriorada pero se podía distinguir un coche detrás de ella y un anuncio en la fachada.
Lo más gracioso es que ella recordaba ese anuncio, el coche era antiguo, pero en la puerta llevaba un rótulo de la tienda que pertenecía, a partir de ahí fue buscando aquella tienda, aquella calle y aquel pueblo, ella recordaba levemente aquel sitio y fue a un periódico a preguntar cual pueblo podría ser aquel.
En la redacción no supieron decirle, la foto estaba muy mal y no se distinguía bien, entonces fue a la tienda de ropa que frecuentaba, allí el dueño, un hombre muy mayor le dijo que aquella tienda estaba en un pueblo cercano y vendía ropa como él, se conocían desde tiempo, pero creía que ya se habría muerto el dueño.
Sin que Juan supiera nada se acercó a dicho pueblo y en efecto, encontró la calle, la tienda y el letrero, pero la tienda estaba cerrada, el dueño había muerto y los vecinos ya no eran los mismos. Pilar no desmayó y fue preguntando a las personas mayores que encontró hasta que una vieja le contó que allí vivió una familia con una hija joven, que se quedó preñada sin novio, fue la vergüenza de la familia y le obligaron a darlo al orfanato.
Al preguntar por el posible padre, Pilar creyó que el suelo se hundía debajo de sus pies. La mujer le dijo que se rumoreó que un representante de Barcelona la frecuentaba bastante, a su familia al principio le gustaba, era un buen partido, guapo, joven y con coche, parece que incluso se hospedaba en su casa cuando venía de viaje, pero de pronto dejó de venir y la chica con el bombo tuvo que irse del pueblo, cuando volvió la gente preguntó por el niño y ella tuvo que confesar que había abortado, de forma natural, claro.
Como todas las cosas el tiempo borró el caso de la memoria y ya no se supo nada, cuando el dueño de jubiló cerró la tienda y se marcharon del pueblo.
Pilar se imaginó todo lo que pasó, el representante de Barcelona era su marido, se follaba a la chica inocente, engañando a las dos, posiblemente con ella hacía lo que ella le exigía a él y la muchacha alucinaba con la experiencia y audacia que demostraba en la cama, la embaucó sin muchos problemas hasta llenarla de leche hasta las orejas.
Pilar se puso a sollozar cuando me contaba este capítulo de su vida, se dio cuenta de que estaba follando con su hijastro, se giró de lado dándome la espalda, me conmovió, y me abracé a ella por detrás, con ternura la rodeé con mis brazos, sus tetas todavía estaban húmedas de mi saliva de hacía un rato y se me pegaron a los dedos, la polla se despertó y empezó a crecer entre los muslos de Pilar.
Todo estaba tan suave por la crema, los jugos y mi leche que el capullo se encajó en el culo de Pilar, entre los hipos de la mujer fui apretando hasta que el glande hizo un plop y entró hasta el anillo, el resto sólo fue un leve empujón, ella levantó un poco la pierna y yo fui pasando lentamente hasta que estuve entero dentro de ella.
Sus sollozos fueron bajando y con mi polla en su culo Pilar se durmió, me gustó oírla con su respiración acompasada aún teniendo mi polla clavada, yo no me movía por no despertarla, pero mis dedos pasaron entre sus muslos hasta tocar sus labios, estaban mojados, el poco vello que tenía lo aparté fácilmente y el clítoris me recibió con alegría.
La respiración se le fue acelerando, pero no despertó, yo me fui colocando con mis piernas entre las suyas como una tijera, así tenía su coño en una mano y sus tetas en la otra, mi polla apenas se movía en su culo, aunque estaba dura como una barra de hierro.
Entre sueños llamaba a Juan, le decía que no, que por el culo no, pero a su vez movía las caderas al notar el placer, cuando un estremecimiento la sacudió, con los ojos cerrados susurró.
- Siíí, para ti si, Paco, mi culo es tuyo, fóllamelo hasta romperlo, me gusta sentirte dentro de mí, sigue, sigue así, yaaaaaaaa.
No le contesté, pero se había corrido pensando en mi, luego la respiración se hizo pesada y me moví hasta correrme en ella dormida, aguanté hasta que mi polla salió blanda acompañada de la leche, me volví hacia el otro lado y me dormí al instante.
El día de Navidad no terminó ahí, salimos a comer fuera, nos costó encontrar un restaurante abierto porque en Navidad casi todo cierra, pero no estábamos en plan exigente y en un bar familiar nos dieron de lo que habían preparado para ellos también, comimos mejor de lo que esperábamos y enseguida volvimos a casa, cruzamos el río Pisuerga, la nieve se posaba en la barandilla del puente y los patos nadaban indiferentes al frío del agua.
Al llegar a casa fuimos directamente a la cama, Pilar cambió las sábanas y desnudos volvimos a meternos, antes de salir a comer nos habíamos duchado juntos y después de unas caricias ardientes nos contuvimos a la espera de la tarde. Pilar me dio una sorpresa, de un armario sacó una caja liada con unas cuerdas, era una estufa eléctrica, la revisé y pese a estar el hilo chamuscado la enchufé y comprobé que se encendía.
- No la he usado desde que Juan murió.
- ¿Y no tenías frio?
- Sí, pero me recordaba las veces que lo hacíamos sobre una alfombra con la estufa enfocada a nosotros.
- Mmm, muy romántico, ¿la enciendo?
- Claro, pero déjala lejos de la cama, no sea que el demonio…
En un rato la habitación se ambientó y nos sobró la manta, la sábana tampoco hizo falta y la apartamos, al estar desnudos sobre la cama me acerqué y besé el ombligo de Pilar, el vientre lo tenía un poco arrugado, pero seguí hasta su pubis, el vello canoso no fue obstáculo para mi lengua que encontró la raja casi abierta, los labios menores se abrieron como una flor y mi boca chupó todo el coño a la vez.
Sentí las manos de Pilar separarme las piernas y comprendí que quería participar, fui resbalando sobre ella hasta dejar mi verga sobre su cara, ella ajustó la almohada debajo de la nuca y cómodamente se metió la polla hasta el paladar.
No sé el rato que estuvimos, sin prisa, pero sin pausa recorrimos con nuestras lenguas todos los rincones de nuestros sexos, las manos tampoco estuvieron quietas, Pilar buscó y descubrió que mi culo era tan sensible a las caricias como el suyo y después de algunos intentos aprendió a aumentar el volumen de mi polla en su boca.
Yo hice lo mismo, mis manos pulsaron todos los puntos del abecedario, a cada toque ella saltaba, pero se acomodaba para que pasara el siguiente y así logramos una serie de orgasmos y corridas tan relajantes como placenteras.
En muchos sitios de España se celebra también el segundo día de Navidad, mi tía me invitó, pues éste día se hace una comida típica con los restos sobrantes del día anterior, en realidad eso es la teoría porque es otro banquete igual o mejor, cuando aparecí en su casa, estaba en plena faena de cocinar, mi prima estaba en casa de una amiga decidiendo la ropa que se iban a poner en Noche Vieja y mi primo estaba estrenando los juegos de la consola en casa de un amigo.
Fermi, iba con un delantal con pechera, lo había almidonado y planchado con primor y atado a su cintura con un gran lazo, estuve ayudándole a preparar, no quería ir sólo de invitado, Pilar me había regalado una botella de champaña que a su vez le regaló una amiga profesora.
Todo fue bien hasta que tuvo que abrir el horno para sacar las alitas de pollo asadas que había preparado como aperitivo, al agacharse me mostró el culo redondo que recogía la falda estrecha, yo sentí la tentación de cogerlo con las dos manos y pegarme a él, pero no me dio tiempo, el grito que dio me asustó, se había quemado por un lado del paño que preparó para sacar la bandeja del horno.
Asustada me enseñó el dedo enrojecido, yo instintivamente me lo llevé a la boca y se lo chupé, ella cerró los ojos complacida, con la lengua rodeé el dedo y Fermi incluyó el otro dedo sano para que le hiciera lo mismo, se sentó frente a mí con los ojos cerrados y me dio la impresión de que quería probar algo más, cuando me chupó el tercer dedo, el cuarto lo cambié por mi polla, ella no hizo ningún gesto, abrió más la boca y aspiró como a los demás.
Solté el cinturón y el pantalón cayó a mis pies, mi tía me cogió de la cintura y bajó los calzoncillos que le molestaban en la cara, sin ellos buscó mis huevos y los relamió con deleite, fue una mamada inesperada, pero no por eso menos disfrutada.
La falda de mi tía no daba para más y tuve que subirla a la cintura, la pierna sobre la mesa de cocina llegaba justo a la medida precisa, la otra, en el suelo, hacía que su coño se mantuviera abierto y eso facilitó que mi polla se pegara a sus labios al momento, fue una casualidad que la terrina de la mantequilla estuviera mano para que apenas le doliera al entrar en su coño, el plof-plof continuo y el tac-tac de la mesa contra la pared se confundieron a ritmo.
El lazo del delantal no tardó en desatarse y quedar colgando, la camisa de algodón quedó holgada, mis manos pasaron por debajo de ella hasta recoger las tetas que seguían aprisionadas por el poderoso sujetador, un movimiento preciso en el cierre de la espalda y las dos bolas carnosas cayeron como muelles, mi tía resistió más que yo, porque le llené el coño de leche antes que ella se tumbara sobre la mesa dejando su culo para mí.
No creí que después de aquella corrida pudiera mantener la erección, pero lo hice a la vista de aquel agujero rosado y arrugado, la mantequilla volvió a actuar y aun con algún quejido y suspiro fue tragando mi verga hasta que la mesa volvió a golpear a la pared.
Esta vez mi tía sí que se corrió antes que yo y no paré de follarle el culo hasta que me rogó que parara, como condición le dije que me tenía que mamar la polla y tragarse el semen. Lo hizo con alegría y con el reverso de la mano se limpió la barbilla.
Cuando vino Loren, yo estaba poniendo los cubiertos en la mesa, Nando estaba ensimismado con su Nintendo portátil regalo de Navidad sin prestar atención aparentemente, mi prima al pasar junto a mi me pasó la mano por la bragueta y mi polla se hizo notar.
Se puso a ayudarme a poner los vasos y al inclinarse me mostró las tetas por el escote de pico, y no sólo a mí, su hermano también las vio y al momento tuvo que levantarse para arreglarse la polla que le molestaba en el pantalón, no conforme con eso no tardó en desaparecer hacia su habitación. Loren me miró con significativa mirada y la mano sacudiendo como una zambomba, estaba claro que la familia se conocía bien.
La comida fue especial, mi tía antes de sentarse se cambió de ropa, no quería que se le notara el olor a coño caliente y a mi leche, cuando volvió se había puesto una blusa casi trasparente y un sujetador tan corto que las tetas se le mantenían sujetas sólo por los pezones.
Nando tuvo que hacer una visita al baño aún antes de comer. Al volver a la mesa tenía la bragueta mojada. Cuando me despedí mi prima insistió en que tenía que volver a casa de su amiga porque olvidó algo, en el ascensor, entre dos pisos pulsó el botón de stop, al ser fiesta no nos molestó nadie por suerte y allí mismo, con la cara pegada a la botonera, recibió una follada por detrás que la hizo morderse el labio inferior hasta casi hacerse sangre.
Tuvimos que andar un rato para hacer tiempo y todavía pudo, en un parque, entre unos arbustos, hacerme una paja con la mano al mismo tiempo que le chupaba las tetas.
Aquella noche también dormí tranquilo… y en la cama de Pilar, porque dijo que no quería agobiarme, como a su marido.
Continuará,
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