El vagabundo (21)

Cuando ya pensaba que mi vida estaba encarrilada y feliz, un acontecimiento me sacudió de arriba abajo, además una buena noticia cambió mis planes y después de muchas dudas me decidí y fui a por todas.

Volví a mi rutina con muchas ganas, ahora afrontaba el futuro con más tranquilidad, ya que económicamente tenía más holgura e incluso más movilidad, pues el Mini me solucionaba el problema del transporte, ya no dependía del autobús que pasaba por delante de la finca.

Tuve mucho éxito entre mis compañeros de clase, lo chicos querían venir conmigo para presumir con las chicas y las chicas también se mostraban más “receptivas” pero yo me mantenía distante, con todos me relacionaba pero no quería ningún compromiso más, para eso ya estaban cerca Berta, Susana y ahora también Marisa.

Precisamente no pasaron muchos días hasta que coincidí con ella, venía de hacer unas gestiones y me pilló cuando estaba aparcando mi coche.

  • ¡Vaya sorpresa! Te veo muy guapo, se nota que te sienta bien el campo.
  • Jajaja, a mi me sienta bien el campo y la ciudad, ya lo sabes.
  • Ya lo creo, todavía huele mi sábana a vosotros, no se lo digas a Encarna pero todas las noches me hago un dedo a vuestra salud, Jajaja.
  • Pues ya debes haber perdido las huellas, Jajaja.
  • Sííí.  A propósito, ahora en serio, tenemos que hablar, hay una cosa que creo que te interesa, lo oí el otro día en el despacho de la directora, si quieres quedamos un día y te cuento.
  • Mujer, para follar no hace falta que vayas con tanta ceremonia.
  • Nooo, ya sabes que soy bastante directa, casi como tú, esto es aparte, aunque bien pensado podíamos compaginarlo, te invito a comer en mi casa, luego te contaré los detalles entre polvo y polvo.
  • Mmm, me gusta el plan, espero que quedes satisfecha.
  • Y tú también, te vas a sorprender, por cierto… ¿ese coche no es el de mi amiga?
  • Sí, bueno lo era, sus padres me lo regalaron, son unas personas maravillosas.
  • Supongo que Encarna daría buenos informes tuyos, jajaja.
  • Que va, son méritos propios, Jajaja.
  • Tú sabrás, de todas formas me alegro, es precioso… ¿entonces, cuándo quedamos?
  • Cuando quieras, si te parece bien mañana, que no tengo exámenes.
  • De acuerdo, procuraré enterarme de algo más.

No me preocupé por lo que quería contarme, estaba seguro que lo que quería era pasar la tarde follando, con los informes que le dio su amiga ya tenía suficientes motivos, yo seguí con mi rutina.

En mi clase habían suficientes chicas para “darles” una vuelta con el coche, unas me proponían ir a una discoteca, otras a tomar copas (emborracharse) y las más tímidas al cine, todos los planes con un final feliz.

Después de las experiencias en casa de Mariano y de Justo estaba un poco más centrado en mis estudios y no quería distraerme yendo de fiesta, que siempre terminaban en alcohol y posiblemente algo más.

Cuando vi venir de frente a Marisa iba vestida de secretaria, muy modosa y más en horario de trabajo, me extrañó que acudiera a la cita tan pronto y con aquella ropa, era una persona que cuando salía a la calle llamaba la atención, sus minifaldas eran famosas y sus escotes no tenían muchos rivales, en cambio en el despacho llevaba falda larga o pantalones y blusas más o menos “decentes”, eso sí, siempre muy elegante.

  • Hola Paco, ¿tienes un momento libre?
  • Sí, claro, para ti siempre.
  • No seas ganso, te lo digo en serio, la Directora quiere hablar contigo, yo estaba atenta por si me enteraba de algo y me pilló, me dijo que sería ella la que te contara el caso.
  • Me asustas Marisa, debe ser algo importante.
  • Y tanto, pero no puedo decir nada, si no, me fulmina.
  • Ya te digo, ¡qué mujer!

Doña Júlia me recibió con cara enigmática, no podía adivinar si contenta o triste pero sí amable, me hizo sentar frente a ella sin mediar la mesa “oficial” y me cogió de la mano.

  • Paco, me alegro mucho de verte, te llamé porque tengo algo que proponerte, no sé si sabrás que la Universidad es un campo de cultivo de futuros profesionales, no solamente es un lugar de estudio y luego “adiós, muy buenas” aunque tengo que reconocer que la mayoría de veces es así.
  • Sí, eso suponía.
  • Pues no, hay ocasiones, muchas menos de lo que sería de desear, en que alguna empresa pide personal cualificado o por lo menos distinguido por sus notas para incorporarlo a su nómina y terminar con ellos los estudios a la vez que aprenden en el día a día, ¿entiendes?
  • Bueno, sí, creo.
  • Pues este es el caso, hay una persona que se interesa por alguien para que vaya a su empresa y así acelerar los estudios, ya que en la Universidad van más lentos, y he pensado en ti.
  • Se lo agradezco doña Júlia, aunque hay alumnos mucho más aventajados que yo, en cursos superiores, a punto de terminar la carrera o incluso con ella terminada…
  • Sí claro, ya lo pensé pero no encuentro a ninguno que además tenga los valores personales que tienes tú y si tengo que recomendar a alguien me quiero asegurar de que no me van a fallar y dejarme mal.
  • Lo entiendo, una cosa… ¿esa empresa está muy lejos?
  • Pues… sí, está en Galicia, en la zona del vino Albariño, ya lo conoces.
  • Sí, claro, lo decía porque tendría que abandonar a la familia que me acoge ahora ¿no?
  • Supongo, no querrás ir a Galicia todos los días a trabajar, ¿verdad?
  • No claro, lo decía por, uf, es que estoy tan bien ahora, esta familia me quiere mucho igual que yo a ellos y…
  • En fin, veo que dudas, piénsatelo y ya me dices, pero te aseguro que es una oportunidad única.
  • Está bien doña Júlia, me lo pensaré pero la verdad… me siento muy bien adonde estoy.

Cuando dejé el despacho de la Directora estaba abrumado, no sabía qué hacer, era algo que nunca pensé, el cambiar toda mi vida de un plumazo no estaba en mis esquemas, al pasar por delante de Marisa me miró sonriente, seguramente sabía todo lo que me propuso doña Júlia y estaba segura que saldría dando saltos de alegría pero fue todo lo contrario.

  • ¿Qué te pasa, te encuentro raro, no te gustó la propuesta de la jefa?
  • No lo sé, me ha cogido desprevenido, estoy muy bien adonde estoy, no lo dejaría por nada del mundo, es muy difícil que nadie me trate como ellos.
  • ¡Seguro que tendrás alguna “novieta” por allí, se te nota en la cara!
  • No, nada de eso, la hija es solamente una buena amiga pero me llevo muy bien con todos.
  • ¿Y qué vas a hacer entonces?
  • Creo que voy a pasar, me sabe mal irme así, sin más.
  • Te noto demasiado conservador, debes mirar por ti, por tu futuro y no sabes lo que te encontrarás allí.
  • Eso que tú dices, si resulta que allí estaré mal…
  • Es un riesgo, pero tú mismo, en fin… ¿entonces quedamos a comer en mi casa?
  • Lo siento Marisa, no estoy para fiestas, no quisiera estar contigo pensando en otras cosas, te mereces lo mejor.
  • Vale lo entiendo, me resignaré, pero no pierdo la esperanza.
  • Desde luego, dame un poco de tiempo, ahora mismo no sé ni donde estoy.

Me afectó mucho la noticia, por una parte comprendía la oportunidad tan buena, pero por otra dejar a Mariano y su familia me suponía un sacrificio insalvable, cuando estuve en casa de Justo no lo sufrí tanto porque sabía que sería por unos días solamente, pero ahora…

No quise llamar a mis padres, ya sabía lo que iban a decir y me pondrían de tonto si no aceptaba, preferí decirlo en casa, el consejo de Mariano y sobre todo de Gero me importaban más que nada y lo dejé correr.

Estuve unos días sin decidirme a hablar, necesitaba pensar y calmarme, no hacer las cosas precipitadamente para no herir a nadie y cogí el coche y me fui solo por el campo, recordé a Ignacio, el nuevo pastor y quise saber cómo se encontraba, para él también era un cambio grande y podía tomar algún consejo.

Lo encontré en el pinar, rodeado del rebaño, ya había cogido la suficiente experiencia con los perros y éstos le obedecían y controlaban a los corderos.

  • Hola Paco, qué coche más chulo, el mío está para ir a la chatarra de cabeza.
  • Hola Ignacio, ¿cómo estás?
  • Muy bien, cada día me siento más seguro y veo que no es tan difícil, además yo me apaño bien solo.
  • Me alegro mucho, lamento no haber estado para despedir a Juan.
  • Ya lo dijo, hicimos una buena fiesta de despedida, invitó a una mujer que le traía la ropa planchada y vinieron dos en vez de una y además iguales, Jajaja, no tienes idea lo que se parecen.
  • Sí, las conozco bien.
  • Eso dijeron, no sabes lo que lamentaron que no estuvieras aquí también, pasamos una mañana muuuy divertida, Jajaja.
  • Ya me imagino, Jajaja
  • Y lo mejor es que han prometido que seguirán ocupándose de mí, incluso vendrán para asearme la casa, ¿te imaginas?
  • Wow, unas belleza y dos por falta de una, jajaja. No te vas a aburrir, no.
  • Me dijeron que quedara contigo y así vendrían las dos juntas.
  • Jajaja, eso está bien, ya veremos si puedo venir, me dan pavor las dos juntas, jajaja.
  • Por cierto… quería preguntarte una cosa…
  • Dime lo que sea, Ignacio.
  • Es que es un poco intima, no quiero ser indiscreto.
  • No hombre, lo que sea.
  • Es que te he visto varias veces junto a la hija del capataz.
  • ¿Con Gero?, si claro, somos muy amigos.
  • Ya se nota, se os ve muy… como diría yo…
  • Ya, pues no hay más que amistad, una gran amistad, eso sí, pero sólo somos amigos ¿Por qué lo dices?
  • No, por nada, sólo es curiosidad…
  • Es una buena chica, bueno toda la familia lo es, todos me tratan muy bien.
  • Eso me pareció cuando les conocí, vi que eran unas personas muy amables, sobre todo contigo.
  • Sí, les aprecio mucho.

Estuvimos hablando de todo, pregunté por su hermana y su familia, me contó que su nueva hermanita se portaba muy bien y que crecía mucho, estaba como una bola de gordita, bromeamos con las tetas de su madre, le conté que ya las conocía sin dar demasiadas explicaciones y después de un rato lo dejé, cuando ya recogía el ganado para el corral.

Estuve triste unos días, Gero me preguntaba qué me pasaba y yo no me atrevía a contarle la propuesta, una mañana cuando estábamos solos me preguntó.

  • Paco, te noto muy apagado, apenas me diriges la palabra, no sé qué pensar, no sé si ya no te gusta estar conmigo, sólo somos amigos pero me gusta estar contigo, charlar, reír y ya sabes, me encanta follar contigo, pero desde hace unos días no te reconozco, a veces pienso si no te habrás enamorado de la chica de la otra bodega, la de los gemelos.
  • Nooo, de ninguna manera, sólo que…
  • Venga cuéntame, ya te digo, somos amigos, amigos de verdad, para lo bueno y para lo malo, eso me dices tú y lo creí siempre.
  • Seguro Gero, somos amigos… eso es, amigos de del todo.
  • Claro tú lo dices siempre, pero te quiero preguntar…  ¿lo dices en serio, somos amigos de verdad?
  • Claro, lo juro, somos amigos de verdad, amigos íntimos.
  • Eso quería saber, me tranquilizas, ya dudaba, por si era otra cosa.
  • ¿Qué otra cosa podía ser?
  • No, nada son cosas mías.
  • Vamos a ver, ahora eres tú la que vas con enigmas ¿qué te pasa a ti?
  • Nada, a mí nada, sólo era una duda y ya me la aclaraste.
  • Venga Gero, que no sólo hemos follado muchas veces, sino que te conozco mejor que tus padres.
  • Mmm, lo cierto es que sí, en fin, te lo voy a decir. ¿te acuerdas de Ignacio?
  • Ignacio… ¿el nuevo pastor?
  • Claro ¿Quién si no, parece buen chico, no?
  • Sí, me gusta como persona, lo veo muy sensato y serio, bueno, por lo poco que lo conozco, ¿qué pasa con él, te ha faltado el respeto o algo?
  • Nooo, nada de eso, al revés, me ha preguntado si quería que saliéramos juntos, que fuéramos novios ¿Qué te parece?

Si me hubieran dado un mazazo en la cabeza no me habría hecho peor efecto, Gero mi amiga íntima, la persona en la que tenía mayor filling, me pedía opinión sobre el chico que le había pedido relaciones, dentro de mí se derrumbó todo el andamiaje de mi vida, por un momento pasó por mi vista los ratos que pasamos tan felices, y no sólo en la cama sino la complicidad que teníamos, por otra parte reconocía que siempre le dije que éramos sólo “amigos” y que ella tenía derecho a seguir su vida, yo no debía interferir, por otro lado el chico parecía una buenísima persona y se merecía a Gero igual que yo, porque a todos los efectos yo no tenía ningún derecho en acaparar a la chica.

  • Me perece un buen muchacho, ya te lo dije, sólo siento que tenga el brazo un poco… pero por lo demás.
  • Eso no tiene nada que ver, es un buen chico, trabajador, discreto y…  guapo, no está mal.
  • Me parece que a ti también te gusta ya.
  • Pues… sí, me gusta el chico, creo que le voy a decir que sí, que saldremos juntos, ¿a ti no te parece mal verdad¿
  • ¡Nooo, que va!,
  • mentí- al revés, me encanta que encuentres un chico tan buena persona, seguro que os querréis mucho.
  • Eso espero.

Dejamos la conversación porque Ana, su madre, se acercó y me dijo lo mismo, que estaba serio y bla, bla, bla, procuré escabullirme de las dos y me fui con el coche a una era, allí estuve mirando al horizonte con el alma machacada, me culpaba a mí mismo por no haberle dicho a Gero lo que me importaba pero reconocía que tampoco sentía nada de enamoramiento por ella, me caía muy bien, follaba de maravilla y todo lo demás, pero no tenía la intención de enamorarme de ella ni de nadie, por ahora.

Ya más tranquilo volví a casa, Gero notaba que estaba tocado y quería consolarme, yo no quería reconocer que me importaba tanto pero tampoco quería comprometerme con ella, la situación era difícil y pensé que debía tomar una decisión drástica.

Pasaron dos días en los que me encontraba un poco enajenado, estaba indeciso ante la nueva situación, realmente Gero se comportaba conmigo como siempre, no tenía por qué quejarme, la familia seguía siendo la misma, con las mismas atenciones y el mismo trato, hasta que una noche que el matrimonio se despidió pronto para dormir juntos, le propuse a Gero que me acompañara a mi habitación, quería follar con ella, no me rendía a la idea de que fuera de otro chico y la abracé y la besé delante de su habitación, esperaba que ella eligiera en qué cama prefería follar pero su respuesta me dejó clavado en el suelo.

  • Paco, la amistad que nos une me da confianza para decirte lo que siento, esta tarde Ignacio me ha propuesto en serio el ser novios, y… acepté, el chico me gusta, como dijiste me parece buena persona, atento, trabajador y creo que se merece que por lo menos lo intentemos.
  • Sí, estoy de acuerdo, se ve buena persona.
  • Por eso mismo creo que comprenderás que no es correcto que esta noche me acueste contigo, sabes que no es nada personal, me gusta estar contigo como antes pero no me sentiría bien follar contigo sabiendo que él quiere empezar una relación conmigo y yo también con él.
  • Joder Gero, qué palo me has dado, no pensé que esto podría llegar.
  • Paco compréndeme, si soy honesta conmigo misma y con él no es adecuado que esté con dos personas a la vez, contigo no hay problema, somos amigos, como siempre me dijiste y eso seguirá igual, lo único es que no debemos seguir teniendo sexo, sólo es eso.
  • ¿Has dicho sólo?, para mí es muy importante, sé que la amistad sólo es eso, pero es muy importante para mí.
  • Y para mí pero es más importante sentirse bien con uno mismo, ¿no crees?
  • Claro, Gero, lo entiendo y te admiro, eres tan buena chica que tengo que darte la razón aunque reconozco que me va a costar admitirlo, te pediría hacerlo por última vez pero no quiero que te sientas obligada ni incómoda, además no me gusta lo de “última vez” siempre tendré la esperanza de volver a hacerlo.
  • Y no sabes lo que me gustaría  pero ahora es mejor dejarlo aquí siendo amigos pero de una forma más “blanca”, ¿no te parece?
  • Claro, claro, sí, lo entiendo.

Nunca pensé que la escalera se me haría tan larga, cuando subí sólo a mi habitación en el piso de arriba parecía que iba al torreón del castillo.  A media noche sentí un peso en mi colchón y me alegré, pensé que era Gero, que se había arrepentido y quería “celebrar” su noviazgo pero el olor del perfume me desencantó, era su madre, Ana venía con su camisón corto, recién duchada y oliendo a mujer ardiente.

  • Hola Paco, ya estoy aquí, espero que esta noche tenga más suerte y no nos interrumpan.
  • No temas, ni esta noche, ni ninguna noche más.
  • ¿Qué quieres decir, os habéis enfadado?
  • No, nada de eso pero es mejor que no me preguntes, vamos a follar, necesito no pensar en nada.
  • Es a lo que vine, me gusta estar contigo.

Cuando se quitó la bata también se quitó el camisón, se dejó caer a mi lado y en silencio me subí sobre ella a lo misionero, enseguida separó las piernas y me metí de un empujón, la follé desesperadamente, ella pagó mi frustración con su hija, lo hice a lo salvaje, metiéndole la polla hasta el fondo de su coño, sin parar hasta que me corrí en él, no esperé a que ella se corriera aunque noté que a mitad se estremecía y jadeaba debajo de mí.

Antes de que se repusiera le di la vuelta y separándole las piernas la volví a follar pero a poco la saqué y apunté a su culo, ella se aferró a la almohada y sin dejar de gemir derramó unas lágrimas, la follaba con furia, le perforé el culo sin dilatar, gritó con la almohada en su boca y aún así se corrió.  Cuando yo lo hice en su culo me dejé caer sobre ella sirviéndome de colchón, Ana no protestó pero cuando me calmé se giró y me dijo.

  • ¿Qué te pasa Paco? Me has follado como nunca, he gozado mucho aunque me has hecho sufrir también mucho, aunque noto que actúas como si no fueras tú.
  • Lo siento, Ana, no mereces lo que hice contigo pero necesitaba desfogarme, me siento mal y lo peor es que no tengo motivo.
  • Anda cuéntame lo que pasa, seguro que es por mi hija y me extraña, el otro día os vi follar, a ella la vi entusiasmada saltando sobre ti, se clavaba esta verga tan enorme como si nada y gozaba como una mujer caliente de verdad.
  • Todo eso es cierto pero se ha acabado, todo se ha acabado.
  • ¿Habéis discutido?, si es así no hagas caso, es cosa normal entre jóvenes, eso se arregla con otra noche de sexo, ¡qué me vas a decir a mí!
  • No, lo nuestro no se arregla follando, lo nuestro se acabó.
  • ¿No me digas que ya no sois amigos?
  • No, sí que somos amigos, eso es lo malo, que somos más amigos que nunca pero no volveremos a acostarnos más.  A tu hija le ha salido novio.
  • ¿Has dicho novio? ¿y quién?
  • Ignacio, el pastor nuevo se lo ha pedido, tengo que reconocer que parece un buen chico, posiblemente se lo merezca y yo también me lo merezco, Gero para mí siempre fue una amiga, una amiga especial, aunque no te puedo negar que teníamos sexo muchas veces.
  • Me lo imagino, sabía que algún día tenía que pasar, cuando cambió tanto por lo que le decías, sabía que terminaríais en la cama pero eso no me desagrada, lo entiendo y me alegro y más conociéndote, aunque creí que al final os haríais novios, era lo lógico.
  • La culpa es mía, no me atreví ni a pensarlo, para mí no entraba en mis planes, quizá fuera egoísmo, porque aprecio mucho a Gero pero, claro al pensar que ahora va a ser de otro…
  • Lo siento, es ley de vida, si te sirve de algo a todos nos pasó algo así y… ¿qué vas a hacer ahora?
  • No lo sé, os quiero a todos mucho, a tu marido, a Gero, a ti, a todos, me tratáis como a uno más de la familia y vosotras… qué voy a decir… pero ahora ya no estoy cómodo, tú perteneces a Mariano, él también ha cambiado, ya te atiende más.
  • Sí, gracias a ti desde que fuimos a Madrid me folla todas las semanas, no es que sea como tú pero vamos, ahora es otro…
  • Por eso, esta vez es la última que follamos tú y yo, voy a aceptar una propuesta que me han hecho, voy a lamentar toda mi vida el irme de vuestro lado, ya lo estoy lamentando pero es lo que debo hacer, sólo espero que allá a donde vaya no sea muy malo.
  • Seguro que no y si es malo en el momento que llegues tú lo convertirás en bueno, no te preocupes, vamos a lamentar todos tu marcha pero si crees que es lo mejor…
  • Creo que sí, mañana hablaré con la Directora, espero que no se haya arrepentido y… que sea lo que Dios quiera.
  • Estoy segura que será para bien, desde que llegaste, nuestras vidas se arreglaron de una forma asombrosa, a mí me hiciste feliz, me hiciste olvidar mis frustraciones, a lo mejor piensas que no fue muy apropiada la solución pero para mí era lo único que me faltaba y me lo diste con creces, a mi marido igual, lo sacaste de una depresión segura y a mi hija… a Gero le levantaste su autoestima, se sentía ignorada por su cuerpo, le hiciste verse como una mujer tan completa y atractiva como las demás y no sabes lo que te lo agradezco, incluso a mi otra hija, a Berta no lo sé, ni quiero saberlo pero… conociendo tus “argumentos” estoy segura de que le hiciste ver que estaba equivocada y ahora es más sencilla.
  • Gracias Ana, eres la persona más sensata que conozco, sólo te puedo decir que no me arrepiento de haberte ayudado, para mí el follar contigo ha sido solamente una terapia, considero a tu marido como a un amigo querido, sé que para ti sólo está él y lo quieres como el primer día y eso me enorgullece mucho.
  • En fin, como dicen “no hay mal ni bien que cien años dure”, te recordaré siempre, no te niego que me acariciaré pensando en ti y no pocas veces y estoy segura que Gero hará lo mismo.
  • Gracias Ana, te mereces lo mejor.

La conversación con Ana me relajó mucho, me hizo sentir bien, la besé agradecido y recorrí con mis besos todo su cuerpo, no me di cuenta que la estaba besando hasta que llegué a su coño, aunque me había propuesto que ésta sería la última vez que la follaba, quise agradecerle sus consejos y su comprensión y de una forma de lo más dulce que supe, le hice el amor.

Ana lo agradeció, a cada caricia gemía y me devolvía con besos y caricias mis atenciones, se corrió infinidad de veces, lo hacía a cada momento suspirando y gimiendo con apenas ruido, unos orgasmos tan suaves e intensos que le hacían derrochar jugos espumosos por el coño, ella misma subió sobre mí y se clavó mi polla por todo los agujeros, sin pedírselo, lamió mi culo e incluso me metió dos dedos para que me corriera en su boca, me hizo vaciar de leche completamente, incluso mis últimas corridas las hice en seco, sin leche, fue una experiencia nueva que agradecí.

Cuando la vi recoger su camisón y su bata y desaparecer por la puerta me sentí vacío moralmente, se acababa una época de mi vida gloriosa que me hizo aprender muchas cosas, ahora tenía que empezar desde cero, pero muy animado.

Cuando salí del despacho de la Directora iba contento, doña Júlia sabía que iba a aceptar y me guardó la plaza, me explicó que se trataba de una bodega en la zona de vino Albariño, un vino blanco que se cultiva mayormente en varias zonas de Galicia, pero ésta estaba en la comarca de Sainés, en una importante zona atlántica, rodeada de importantes pueblos turísticos y de mucha actividad pesquera.

Me contó que la dueña de la bodega se había quedado viuda hacía poco, el Enólogo era muy amigo de su difunto marido, pero que ya era mayor y había sufrido un ictus hacía poco, del cual se estaba recuperando, yo debía hacer lo que él me mandara pues no estaba todavía en condiciones de trabajar activamente, con lo cual yo aprendería todo más rápido, también me dijo que viviría con ellos en el mismo pazo y que no me faltaría de nada, era buena gente y por lo demás no debía preocuparme.  Al salir del despacho, Marisa me esperaba sonriente.

  • ¿Qué, parece que hoy tienes mejor cara?
  • Sí, acabo de aceptar la oferta de doña Júlia.
  • Me alegro, me sentiría mal si no lo hicieras.
  • Pues no sabes lo que me costó decidirme.
  • Ya me imagino pero así es la vida, a veces hay que tomar decisiones penosas.
  • Pero otras no, si aceptas comer conmigo en un buen restaurante, te invito.
  • No hace falta, en mi casa tengo todo lo que podemos pedir y una cama muy ancha que está esperando a que la vuelvas a manchar de leche. Jajaja.
  • Pues ya tardamos.
  • ¿A dónde tienes el Mini?
  • Aquí cerca, no te preocupes.

Fuimos a su casa y nada más entrar la empujé contra la puerta y la besé, lo hice con furia y a ella le gustó, me mordió en la oreja y susurró…

  • ¿Comemos antes o después?
  • Después, ahora no puedo parar, te voy a follar como nadie lo hizo nunca.
  • Ya me advirtió Encarna, estoy deseándolo.

Desde el recibidor de su casa a su habitación perdimos todas las prendas, llegamos desnudos a la cama y subimos por el mismo lado, cuando ella creía que estaba arriba tiré de sus pies y cayó tendida boca abajo, le separé las piernas y le escupí en el culo, no llegó a sospechar, pero cuando el capullo intentaba entrar se acordó de lo que le anunció Encarna y se dispuso a recibirme, cogió una nalga con cada mano y las separó, mordió la sábana y esperó.

Demostró que deseaba ser enculada porque su esfínter cedió sin mucha resistencia, cuando me dejé caer sobre su espalda la polla fue entrando suave pero limpiamente hasta el final, le pregunté si le había dolido mucho y con la cabeza me dijo que no, pero al volverse a mirarme tenía los ojos llenos de lágrimas.

Fue una tarde entera en la cama, lo hicimos de todas las maneras posibles, tanto uno como otro sacábamos nuevas poses, sin repetir, era como un ballet, casi en silencio, concentrados en sentir todo el placer imaginable, nos descontamos de orgasmos y eyaculaciones, las corridas venían sin provocarlas y las disfrutábamos tan naturales que los jugos iban manchando la ropa de cama.

Ya era de noche cuando quedamos desnudos sobre la cama, la calefacción se notaba pero sentimos fresco y nos abrazamos, nos dormimos sin darnos cuenta y cuando quisimos darnos cuenta ya era hora de cenar.

  • Paco, tendremos que posponer la comida, es más adecuado que te ofrezca una cena, ¿tienes hambre?
  • Estoy desfallecido pero también tengo ganas de ti.
  • No seas loco, si quieres cenamos y luego…
  • Como prefieras, voy a llamar a mi casa y les diré que no iré a dormir esta noche.
  • Una idea magnífica, no se me habría ocurrido a mí mejor.
  • ¡Ya ves!, a veces es mejor esperar a que las cosas surjan inesperadas.
  • Siempre lo digo.

Continuará.

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Gracias.