El vagabundo (20)

La vuelta fue emocionante, el recibimiento a su hija con la buena nueva de que estaba recuperada fue una alegría para todos, lo celebramos debidamente, incluso su madre se unió a la fiesta. Justo me regaló algo impensable y se lo agradecí en el alma, en casa de Mariano las cosas no pudieron ser mejores

La vuelta fue emocionante, el recibimiento a su hija con la buena nueva de que estaba recuperada fue una alegría para todos, lo celebramos debidamente, incluso su madre se unió a la fiesta. Justo me regaló algo impensable y se lo agradecí en el alma, en casa de Mariano las cosas no pudieron ser mejor, así que…

No hicimos mención a lo que vimos al entrar en casa, Encarna al abrir la puerta de la calle gritó mimosamente… ¿Cómo están mis niños?, esperaba que algún balbuceo o lloro la contestara pero en cambio vio cómo su madre y su padre salían de su habitación, Justo se subía la bragueta y Olga estiraba su falda, quitando las posibles arrugas, los dos lucían una sonrisa que no dejaba dudas de que les pillamos haciendo “cochinadas”, según el vocabulario de su madre.   Miré a Encarna y me devolvió una sonrisa malintencionada.

  • ¿Cómo ha ido?
  • ¡Ah, muy bien, demasiado rápido!
  • ¡Mamá… me refiero a los niños!
  • ¡Oh, sí! ya, eso… sí eso, yo también, se nos ha hecho muy corto, ¿verdad Justo?
  • Emmm, sí, si tú lo dices y… ¿vosotros, qué tal?
  • Jejeje, también bien, Justo, me alegro que no hayáis tenido muchos problemas.
  • No, nada de eso.

Encarna les contó lo que le dijo la médica, bueno, no todo, lo de que podíamos follar y que me confundieron con su marido no, por precaución lo “olvidó”, yo cambié de conversación porque Olga miró a su hija escrutándole el semblante, lo cierto es que la chica tenía una mirada especial, desde que salimos de casa de Marisa se notaba pletórica, seguramente por la follada imprevista  facilitada por su amiga.

Al salir de casa de Marisa nos la encontramos sentada en la terraza de una cafetería debajo de su balcón, estaba haciendo tiempo hasta que bajáramos, no quería molestar y nos dejó rienda suelta hasta que quedamos saciados, la chica también notó el cambio de mirada de Encarna y nos felicitó, a mí de una manera especial ya que pasó su mano por mi pantalón, curiosamente todavía no había bajado al punto “muerto” y lo agradeció bastante.

  • Parece que mi idea ha sido bien acogida.
  • Ya lo creo amiga, los dos lo estábamos deseando pero por unas cosas u otras lo teníamos difícil y así en tu cama…  ha sido especial.
  • Entonces… ¿no me despido de probar también?
  • Jajaja, veo que tienes interés, eso pregúntaselo a Paco.
  • ¿Qué dices Paco, cuento con probar tus “mieles”?
  • Puedes apostar que sí, a mí también me apetece catar ese culito que pide carne, Jajaja.
  • ¡Joder, empezamos fuerte!, ¿es así siempre Encarna?
  • Ya lo creo y no te engaña, ve haciéndote a la idea, porque la cosa es seria.
  • Uf, tengo que confesar que por ahí soy virgen, alguna vez me lo han propuesto pero no me atrevo.
  • Tranquila, con Paco no tendrás problemas.
  • ¿Quieres decir que no me dolerá?
  • A tanto no me atrevo, pero vale la pena, si te culea Paco, ya no serás nunca la misma, a mi me pasa lo mismo.
  • ¡Ostras!, ¿ya lo habéis hecho? eso tendré que probarlo.
  • Cuando quieras Marisa. Por cierto… ¿a dónde compraste todo esto?
  • ¡Ah, sí, aquí cerca! ¿por qué lo dices? Toma, espero que te guste lo que les compré.
  • No debiste hacerlo, seguro que será precioso.
  • Me daba ilusión.
  • Aún es pronto, quisiera llevarles alguna cosa a los padres de Encarna.
  • ¿A mis padres? Por qué, tienen de todo, no te gastes dinero.
  • No te preocupes, ahora tengo una beca, ¿verdad Marisa?
  • Jajaja, ya lo creo y de bastante importancia aunque lo mejor fue el motivo, a la directora la tienes enganchada, le puedes pedir lo que quieras, es muy feminista y los detalles como el tuyo los valora mucho.
  • Me alegro, aunque no tiene importancia, lo hice sin pensar.
  • Y no sabes lo que te lo agradezco, pero no pensemos en cosas tristes, vamos a ver si encontramos algo.
  • Vale, tortolitos, os dejo, subo a mi casa a descansar.
  • Jajaja, antes cambia las sábanas, creo que las dejamos perdidas de “fluidos”, Jajaja.
  • Mmm, entonces no las cambiaré, pasaré la noche oliendo y sintiendo vuestros “gemidos”, Jajaja.

Ya en casa de Encarna le entregué a Justo su regalo, una gorra “campera” que sabía que le iba a hacer ilusión, aunque tenía varias para cada ocasión, a su mujer un “foulard” de seda, en realidad lo eligió su hija, sabía los gustos de su madre, bueno, algunos solamente.

Nos había preparado una cena especial para celebrar la mejoría de Encarna, su madre no dejaba de mirarla y sonreír, no se quitó el foulard del cuello mientras comimos pasando la mano por él sobre sus pechos, yo la miraba y adivinaba lo que quería decirme.

  • ¿Los niños han tomado bien la leche con el biberón?
  • ¡Un momento… ya es hora de llamar a los niños por su nombre, siempre los llamáis “los niños” como si no fueran nadie!
  • Perdón Justo, ha sido sin querer, en realidad todavía no sé como se llaman, lo siento.
  • ¿Cómo se van a llamar?, el mayor, como su abuelo, Justo, ¿es lo lógico, no?
  • Por supuesto, como yo, Jajaja.
  • ¿Y el pequeño?
  • ¿Cómo va a llamarse?, como su… padrino, se llama Paco.
  • ¿Paco, le has puesto como yo?
  • Claro, tú te merece el honor.
  • Me vas a hacer llorar Encarna, no lo esperaba. Gracias.

Se me hizo un nudo en la garganta y los ojos brillantes, Encarna al verme se levantó de mi lado y me giró la cara hacia ella dándome un pico en la boca, sus padres se rieron ante la cara de sorpresa que hice y aplaudieron la iniciativa de su hija.

A partir de entonces cuando se referían a los niños ya les llamábamos por Justo y Paco, al terminar de cenar, el matrimonio, se despidió, Justo pasó su brazo por el hombro de su mujer y ésta le apretó el culo, se volvió y nos guiñó un ojo.

  • Hasta mañana pareja, a ver si os portáis bien.
  • No, sí, nosotros… yo…
  • Jajaja, no, se lo decía a los gemelos, Jajaja ¿qué pensasteis? Jajaja.

Cuando iba hacia mi habitación Encarna tiró de mí y me llevo a la suya, con una cuna a cada lado volvimos a follar todavía más y mejor que en casa de Marisa, aunque esta vez en silencio, por no despertar a Justo y Paco.

Por la mañana tanto Olga como Encarna se cruzaban unas miradas llenas de significado, ambas mujeres sabían que estaban bien servidas y no lo disimulaban, al terminar Justo salió hacia su despacho en la oficina, ya en la puerta se giró y le dijo a su hija.

  • Encarna, emmm, quisiera que cuando termines con mis nietos te pases por mi despacho, tengo algo muy importante que comentarte.
  • Sí, papá, enseguida voy.

Cuando Encarna terminó de arreglar a sus hijos los dejó durmiendo en su habitación, en la cocina quedamos solos Olga y yo, me acerqué a ella por detrás y con la excusa de oler su perfume y sentir la suavidad de la seda del foulard pasé los labios por su cuello.

  • Mmm, por favor Paco, que estoy muy sensible.
  • Ya lo veo, parece que has tenido mucha “actividad” últimamente.
  • Y que lo digas, todo te lo tengo que agradecer a ti, ayer cuando estábamos solos, mi marido se mostró mucho más cariñoso pero cuando le di el último biberón a los niños quiso probar la leche de Encarna, yo me negué pero él insistió, quería mamar y como no le dejé se empeñó para que le diera de mis tetas, Jajaja, no lo había visto tan mimoso como entonces, parecía un quinceañero,
  • ¿Y tú qué hiciste?
  • ¿Qué iba a hacer?, me quité el sujetador y me saqué las tetas.
  • Jajaja, se volvería loco, porque tienes unas tetas adorables.
  • Mmm, no me lo recuerdes. Paco.

Ella misma se amasaba las tetas por debajo del pañuelo de seda, quité sus manos y las cambié por las mías, Olga apoyó su cabeza en mi hombro y me dejó que pellizcara sus pezones.

  • Mmm, Paco, que gusto me das, mira como me pones.
  • Sí, tienes unos pezones tan duros que me da ganas de comértelos.
  • No te prives, son tuyos.
  • No, son de Justo, yo sólo soy un “invitado”, no lo olvides.

Olga asintió con la cabeza pero yo seguí llevando una mano por debajo de su suéter, la falda era ancha y no me costó subirla, ella apoyó las manos en el fregadero y separó las piernas, su hija y su marido seguían conversando, supuse que le estaría ofreciendo llevar los negocios como yo le aconsejé, e imaginé que tardarían un poco.

Cuando Olga arqueó la cintura sacando el culo hacia mí, separé la cinta de las bragas, llevaba unas bikini, me admiré por el cambio pero no paré, dejé enganchada la tela en una nalga y pasé la polla por los muslos hasta rozar el clítoris, ella bajó la cintura todavía más y sólo tuve que acercarme más a ella y entré directamente en su coño ya húmedo.

  • ¡Oooh, que polla tienes Paco!, me vuelves loca cuando me metes tu tranca, perdona que hable así pero con esta verga me siento muy puta.
  • No te preocupes y muévete, quiero verte gozar.
  • Siéntate en la silla de la cocina, voy a montarte.

Me senté en la silla estrecha y Olga acabó de quitarse las bragas y rodeó mis muslos con los suyos dejándose caer, el suspiro que dio le salió desde lo más profundo al mismo tiempo que se subía el suéter y el sujetador dejando las tetas a la altura de mi boca.

Olga saltó, se retorció y hundió su coño entre mis muslos buscando la mayor cantidad de carne dura para meterse, cuando estaba a punto de correrse pasó los brazos alrededor de mi cuello y me clavó las uñas en la espalda, sus gemidos sonaron estrepitosamente, estábamos solos pero se debieron oír hasta en la calle.

  • ¡Córrete ya, quiero sentir tu leche en mi coño mientras me dura el orgasmo, quiero sentirteeee!
  • Sigue corriéndote pero levántate un poco, te la voy a meter en el culo y en él me correré sin miedo.
  • Como quieras pero no me hagas esperar.

No tardé nada, la sensación sedosa de su recto me puso como un burro, Olga cerró los ojos y cambió de agujero sin quejarse pero las piernas le temblaron cuando mi polla la atravesó, sólo fue un momento, pues al llegar a sentir mis huevos entre sus nalgas me envió una oleada de jugos que llegaron al suelo.

Enterré mi cara entre sus tetas y me vacié mientras se movía en círculos, por un momento dudé si se movería igual cuando el cura se la estaba metiendo en la sacristía, debió ser así porque la preñó al poco tiempo de follarla.

  • Uf, ¡qué maravilla Paco!, me has dejado descoyuntada, me tiemblan las piernas.
  • Me alegro, yo también me he quedado vacío, me encanta ver correrte, no pensé que fueras tan puta.
  • Nunca lo creí pero me has despertado al sexo, nunca te lo agradeceré bastante, en realidad quería darte las gracias por muchas cosas, desde que llegaste me has cambiado la vida, es más, creo que nos las has cambiado a todos, a mi marido no lo reconozco, no sé si habrás tenido algo que ver, porque ha cambiado de la noche al día, es mucho más atento y cariñoso, está siempre pendiente de mí y… ¡joder Paco!... si cuando llegasteis ayer, me estaba follando como un animal, se calentó al ver como alimentaba a los niños y no aguantó, me folló a lo salvaje sobre la cama de mi hija, ¡que morbo me dio!, me corrí casi como contigo.
  • ¿Y por la noche? Cuando os fuisteis, daba la impresión de que no ibais a Misa. Jajaja.
  • No me nombres al cura por favor, sí, en la cama todavía fue mejor, hicimos lo que no habíamos hecho nunca, fue maravilloso, me corrí dos vedes y él, uf, echó más leche que nunca, me puso perdida la cara y las tetas, fue una locura.
  • Me alegro mucho, te mereces ser feliz, eres una buena mujer y… además estás muy buena, Jajaja.
  • Gracias, aunque… parece que vosotros también… cuando vi a mi hija lo vi claro, se veía que habíais follado de verdad, se le notaba a la legua y seguro que le meterías la polla hasta por el culo, ¿a que sí?, jajaja, me alegro por los dos, Encarna se merece que un hombre de verdad la folle bien y la trate mejor, como tú, vamos.
  • No está bien que yo le diga, si quiere que se lo cuente ella, Jajaja.
  • No hace falta, seguro que ella también habrá pensado algo así de mí, hacemos la misma cara.

Justo y Encarna no tardaron nada en volver, los dos venían cogidos por la cintura, me gustó verlos tan unidos y contentos, ella se abrazó a su madre y la llenó de besos, de una forma atropellada le contó lo que le había propuesto su padre, yo hice cara de sorprendido aunque ya lo imaginaba, Justo me miró confirmando lo que decía su hija y me abrazó también.

Cuando Encarna terminó de contar a su madre el proyecto me rodeó con sus brazos y me llenó de besos sin mirar adonde los daba, me llenó la boca de varios de ellos delante de las caras complacidas de sus padres.

  • Me encanta verles tan contentos a los tres, son una familia ejemplar.
  • Ahora sí Paco y creo que tienes mucha culpa, si quieres vamos a dar otra vuelta por el campo.
  • Como quieras pero sintiéndolo mucho ya tendré que irme, ya hice todo lo que podía, y debo volver con mi otra familia y seguir estudiando.
  • Lo entiendo pero debes saber que queremos verte por aquí cuando quieras, ya eres uno de los nuestros, no hace falta que te lo diga.

Salimos para dar el último repaso a las tierras y al salir me lanzó las llaves del Mini que estaba aparcado en la acera.

  • Toma, llévalo tú, no tengo ganas de sacar el todo terreno, me dijo Encarna que te sacaste el carnet hace poco.
  • Sí, sólo tengo experiencia con el Land Rover de Mariano y el del día del examen, aunque en las prácticas me manejaba bastante bien, aprobé a la primera.
  • Con éste no tendrás problemas, es más pequeño y más moderno, te harás a él enseguida, ya verás.

Procuré conducir con cuidado, por aquellos caminos sin peligro me esmeré y Justo acabó complacido.

  • Paco, arrímate ahí al lado, he querido que saliéramos para darte las gracias a solas, no sabes lo contento que estoy, me diste confianza con mi hija, tienes razón, es toda una mujer, muy sensata y además sabe del campo casi todo, yo la pondré más al corriente para que todo esto no se pierda cuando yo falte.
  • Justo no digas eso, eso no pasará hasta que tengas diez nietos más.
  • Ojala y que fueran tuyos, Jajaja.
  • Nooo, pero gracias por el halago.
  • Además estoy muy contento con más cosas, como sé que eres una persona muy discreta te contaré lo que pasó la otra tarde.  Yo dudaba si mi mujer me aceptaría, ya la conoces, era como un cardo pero me arriesgué y cuando estaba dándole el biberón  al pequeño Paco, no pude aguantar y la besé, de ahí a metérsela fue rápido, yo creo que ella también tenía ganas ¿sabes?, la follé sin contemplaciones y alucinado sobre todo porque nunca consintió nada que no fuera a lo misionero, en cambio fue en la cama de mi hija y por detrás, le aparté las bragas, ¡que no eran las horribles de siempre! Y le metí la polla directamente en el coño, me corrí a la vez que ella, todavía no me lo creo.
  • Jajaja, gracias por la confianza, agradezco su sinceridad, no la merezco.
  • ¿Cómo que no? Esto y más, te contaré que luego, por la noche en nuestra cama fue todavía más tórrida, ella sola se puso a cuatro patas, cosa que no hizo nunca, me dio una crema y me insinuó que me la untara por la polla y en su culo y se separó las nalgas, ¡joder Paco!, se la metí por el culo, ¡Dios que maravilla!, follarme a Olga por el culo era mi máxima ilusión y sobre todo es ella me la que lo pide, me volví loco y la hundí hasta el fondo, se quejó un poco, aunque me extrañó que no lo hiciera más, pero como estaba tan caliente….
  • Las mujeres cuando se proponen algo…
  • Es verdad, hablas como un viejo, ya te lo dije, Jajaja.
  • Jajaja, eso quiera yo.
  • Bueno es verdad, quizá no debí de contarte esto, eres demasiado joven para comprenderlo.
  • Es cierto, pero me hago una ligera idea.
  • Bien, ya sabes que de esto ni mu a nadie, anda, volvamos a casa.

La comida que preparó Olga se excedió todavía más que en la cena anterior, el ambiente era completamente festivo, la madre y la hija se habían cambiado de ropa y vestían de “domingo”, hasta los niños vestían con los “monos “, que les regaló Marisa, yo procuré arreglarme un poco y Justo estrenó su gorra hasta que nos sentamos a la mesa.

  • Bueno Paco, hoy te vas, según dijiste y lo sentimos muchísimo, de todas formas esperamos que no tardes en volver, ya sabes que tendrás siempre las puertas y los brazos abiertos y para que no tengas excusa de no venir, mi mujer y yo hemos acordado una cosa…
  • Por Dios papás, ¿Qué habéis tramado?
  • Jajaja, tranquila hija, hemos pensado en regalarle el Mini a Paco, de todas formas tu madre no lo usa y tú tampoco podrás ahora que tienes dos hijos, a ti te compraremos uno grande para que puedas llevar las sillitas y el carrito doble cómodamente pero Paco se merece el Mini, sólo tiene 3000 Km. o sea que está con el rodaje hecho ¿Qué te parece Paco?
  • Uf, no sé qué decirles, estoy emocionado, esto es demasiado para mí, nunca pensé que hubieran personas tan buenas…
  • Es justicia Paco, para nosotros has sido nuestra salvación y no lo digo por lo de la viña, si por nuestro matrimonio, además lo que hiciste por mí hija….
  • Estoy abrumado, yo sólo quería ayudar un poco, pero esto…
  • Nada, no se habla más… te hago entrega de las llaves del coche de nuestra parte y seguro que de Encarna también.
  • Por supuesto, aunque me parece un poco incómodo para…
  • ¿Para qué, hija?
  • No, para nada, son cosas mías.

A Olga no se le escapó que su hija y yo hicimos algo en su “ Mercedes” , pero no dijo nada.

Acepté las llaves y prometí cuidarlo y volver lo antes posible, agradecí el que pusieran mi nombre al pequeño y todo lo demás, les rogué que me despidiera de los muchachos de la bodega y a Encarna que también se las diera a Marisa.

  • De acuerdo, aunque en la universidad no tardará en localizarte, Jajaja.
  • Eso creo yo, y me alegraré mucho, Jajaja.
  • ¿De qué habláis, hija?
  • Nada, de una amiga, que nos encontramos en Valladolid.
  • ¡Aaah!

Por la carretera me sentí como un Rey, me pareció más estrecha al paso de mi coche nuevo, no tardé en cogerle confianza y cuando llegué a casa de Mariano ya anochecía, al llegar pité desde la acera y por la ventana del comedor se asomó Gero, hasta que no me vio salir del pequeño coche no me reconoció y desde allí le lancé un beso al aire, al momento la puerta se abrió y aparecieron los tres, Mariano llegaba detrás de Ana y su hija, Gero vino y sin mirar al coche me abrazó, Ana la siguió con un poco más de recato y Mariano me dio la mano sin dejar de admirar el coche.

  • ¿De dónde has sacado este microbio?
  • ¿Microbio papá?, es el coche a que a mí me enamora, además de color rojo y el techo blanco, ¿quién te lo ha dejado?
  • De dejado nada, el Mini es mío, me lo han regalado unos amigos.
  • ¡Qué amigos tan rumbosos tienes! ¿de quién es, en serio?
  • De verdad, don Justo y su mujer me lo han regalado, parece ser que han quedado contentos conmigo.
  • ¿La señora también?
  • Sí, la señora también y la hija, sí Ana, sí.
  • Mmm, ya me imagino, Jajaja.
  • Deja a mi madre, que es muy mal pensada, pero pasa, ya nos contarás que has hecho por ahí.

Les conté todo, o casi todo, Mariano estaba contento de haberme sido útil con sus consejos, cuando les dije que tenían dos nietos gemelos, Ana suspiró con un ataque de “abuelitis”, les conté que estuve en la Universidad y me dijeron que Berta se enteró, le dijeron que me vieron por allí, se quedó con las ganas de… saludarme, igual que su amiga Susana.

Luego de la cena nos quedamos Gero, su madre y yo, estuvimos hablando un rato hasta que pronto, su madre prefirió dejarnos solos, ya que vio el interés que teníamos de contarnos nuestras cosas.

  • ¿Y tú, qué, cómo lo has pasado?
  • Bien, como siempre, te he extrañado mucho, no sabes lo aburrido que es esto, no me di cuenta hasta que te fuiste.
  • Yo también me acordé mucho de ti, aunque no tengo queja de aquella familia pero…
  • Sí, seguro que habría alguna muchacha por allí, que…
  • Jajaja, no seas así, ya pareces tu madre…
  • Nooo, no digas eso, mi madre es el colmo, siempre viendo fantasmas adonde no los hay.
  • Que va, lo dice de broma.
  • Claro, de todas formas sí que lo pensé, una noche soñé que estabas con una chica que tenía unas tetas…
  • Por favor, Gero, olvida ya lo de las tetas…
  • Jajaja, es broma, aunque si te digo la verdad el otro día me miré en el espejo y me pareció que me habían crecido un poco.
  • ¿Un poco sólo, a ver…? Jajaja.

Gero se rió con ganas y se subió la camiseta hasta el cuello, desgraciadamente las tetas estaban igual pero me hice el sorprendido y me arrodillé frente a ella y le chupé los pezones, no le di tiempo a bajar la camiseta y cuando lo hizo me cubrió la cabeza con ella, aproveché para lamerle los dos y cuando pude sacar la cabeza tenía las areolas tan rojas como tomates.

Nos reímos los dos a carcajadas pero Gero me tapó la boca con el dedo y me dijo que la siguiera, creí que me llevaría a su cuarto pero subimos al piso de arriba, al mío, no quería que sus padres oyeran nada.  Se desnudó antes que yo, la camiseta y el pantalón volaron por el aire y me esperó debajo de la manta.

  • ¡Uy, que tonta, si no me quité las bragas!
  • Es igual, ahora te las quito yo ¡aunque sea con los dientes, guuuauuu! Jajaja.

Nos abrazamos rodando por mi cama, entrelazamos nuestras piernas, mi polla dura como un palo se deslizaba por su piel buscando adonde cobijarse, la naturaleza, las ganas o la casualidad hizo que en un movimiento la punta coincidiera con los labios del coño de Gero y apenas un roce más hizo que entrara en su cueva, Gero me estaba esperando tan húmeda que apenas lo sentí, solamente el calor que me recibió y el suspiro que sopló en mi oído me confirmó que a ella también le gustó.

La primera andanada de sexo fue brutal, follamos como locos, con muchas ganas, apenas la metía de una postura cuando cambiábamos a otra y volvíamos a meter, lo hicimos de todas maneras y rápido, repasamos el Kamasutra sin conocerlo y solamente paramos cuando nos habíamos corrido un par de veces cada uno.

  • Mmm, cuánto tiempo he soñado con estos ratos, tenía “mono” de tu verga.
  • ¿Sólo de mi verga? Yo te gano, tenía ganas de tu coño y de tu culo.
  • ¿Y de mis tetas no?
  • Tambiénnnn, no me olvido de ellas, deja que la chupe otra vez, me encantan tus pezones.
  • Ya, lo dices para contentarme, seguro que la chica de los gemelos tendrá buenas tetas y además con leche.
  • Eso sí, tiene unas tetas a punto de reventar, se les sale la leche a chorros y da gusto chuparlas porque se te llena la boca enseguida, pero eso no es nada para como las tiene su madre, mmm, su madre, mejor que su hija y además su culo, brrrr, qué culo Señor.  Jajaja.
  • ¡Menudo fantasmea estás hecho!, ya quisieras que eso fuera verdad y encima lo de su madre, que será alguna viejecita arrugada y achacosa.
  • Exacto, precisamente has dado en el clavo, Jajaja, menos mal que ya me conoces.
  • Más que la palma de mi mano.
  • ¿Y qué hay por aquí?
  • Ah, sí, el otro día vino Joao, el pastor, venía a despedirse, resulta que el otro chico…
  • Ignacio, creo que se llama.
  • Sí eso, Ignacio vino antes y aprendió pronto todo lo del rebaño, lo que no sabía se lo anotó, de todas formas se apuntaron los teléfonos para consultar lo que fuera.
  • Chico listo, sí señor, me legro que así fuera.
  • Me dijo algo que no comprendí, tampoco debía tener importancia, me dijo que te perdiste una comida especial, lo dijo así como algo que tú sabías, dijo que le habían devuelto su ropa limpia y muy bien planchada, no sé.
  • Ya, imagino que como le limpian la ropa tenía miedo de que no se la devolvieran a tiempo.
  • Eso debe ser, de todas maneras también me dijo que Ignacio ya sabía lo que debía hacer.  Le prometieron que se ocuparían también de lavarle la ropa, incluso de asearle la casa, me explicó que como era más joven y tenía el brazo un poco así… que además vendrían a limpiarle dos veces por semana.
  • Cuánto me alegro, así el joven podrá reponerse.
  • ¿Reponerse de qué?
  • Quiero decir de tener más ropa para lavar, así se cambia asiduamente, es muy aseado ¿comprendes?
  • A ya, claro. También me dijo que algún día hablaría  contigo para despedirse o si no cuando fueras a Valladolid quedaríais en algún sitio para agradecerte el favor.
  • Nada, es un buen chico, ya veremos si nos vemos.

Mientras hablábamos mis dedos no paraban, le iban rodeando los pezones y bajaron al coño, sus manos tampoco estaban quietas y me masajeaba la polla flácida, poco a poco fue renaciendo y los pezones saliendo y al poco rato estaba sobre mí, se deslizó sobre mi verga con sus labios hasta que estuvo mojada y en un movimiento suave se metió la polla en el coño, no estuvo mucho rato así porque se dio la vuelta y me enseñó el culo, se apoyó en mis tobillos y se sentó despacio dilatando el esfínter, cuando entró el capullo, yo desde abajo empujé hacia arriba y la polla se coló entre sus nalgas.

Llegamos a dormir un rato, luego me besó y se fue a su cuarto, dormí como un lirón y cuando me desperté ya era tarde, en el comedor me encontré a Ana, la notaba seria y quise saber el motivo, pregunté por su marido y su hija y me dijo que estaban adonde debían estar, luego se le llenaron los ojos de lágrimas.

  • Te veo triste Ana, ¿Qué ocurre?
  • Nada, no tiene importancia, soy una tonta.
  • ¿Por qué, no comprendo?
  • No, por nada…
  • Venga, cuéntame lo que te pasa.
  • Nada, que una se preocupa de los demás y luego…
  • ¿Qué pasó?
  • Que se me adelantaron, sólo eso.
  • ¿Quién se te adelantó?
  • ¿Quién va a ser?, la juventud, a las viejas ya no nos queda más consuelo que soñar los buenos momentos.
  • No sé lo que intentas decirme, aclárame lo que sea.
  • Nada, sólo que anoche cuando Mariano se puso a roncar, yo me fui a la ducha, me puse hasta perfume, debajo de la bata llevaba el camisón más corto que tengo y subí para darte mi “bienvenida”
  • Lo siento no te esperaba, me dormí enseguida.
  • Sí, ya lo vi, no os disteis cuenta pero abrí un poco la puerta y vi cómo mi hija saltaba sobre ti, vi con todo detalle cómo se metía tu polla en el culo…
  • Lo siento Ana, yo…
  • No, si no me quejo, realmente me gustaba veros, incluso me acaricié mientras miraba, me gustaba ver a Gero disfrutar, para mí es lo más importante, ver a mis hijas felices es lo más.
  • Qué pena, hubiera preferido que no vieras…
  • Claro, ¡y que hubiera sido al revés!, imagina que soy yo la que salta sobre ti, con tu verga en mi culo o en mi coño, ¿imaginas si se asoma Gero, qué le habría contado?
  • Tienes razón, aunque no te engaño si te digo que me habría gustado que hubieras vuelto cuando salió tu hija.
  • No, no me gusta ser el segundo plato y tú ya estabas agotado.
  • Habría hecho un esfuerzo.
  • No, cuando me follas te quiero para mí sola.
  • No estarás celosa de tu hija…
  • No, al contrario, me gustó verla follar, es igualita a mí cuando era joven, aún le falta experiencia pero apunta maneras, jajaja
  • No te niego que casi lo hace como tú, le arde el coño cuando se la meto.
  • Lo comprendo, no imaginas lo que es sentir esa barra entrar arrasando todo a su paso, ya me mojo al penarlo.
  • Tú te mojas pero yo ya la tengo a punto, me gustaría  resarcirte de anoche, aunque pueden volver.
  • Espera, si quieres ayúdame a descolgar las cortinas de tu cuarto, pensaba lavarlas hoy.
  • Cómo no, vamos.

Las cortinas las bajé pero antes, sobre la cama todavía oliendo a la piel de Gero, follé a Ana, su madre, ésta sin camisón corto, ni perfume, ni recién duchada gozó como nunca, con avaricia, se corrió sin esperarme varias veces y cuando me pidió que le llenara el culo lo hizo con una cara de deseo que no tuve más remedio que complacerla y sin dilatarla primero, sus gritos se mezclaron con sus gemidos pero la polla entró y se vació en sus entrañas.

Cuando bajamos con las cortinas también llevábamos las sábanas manchadas de leche y jugos de las dos, ese día no hice nada, estuve deambulando por la casa hasta que subí para estudiar en mi cuarto, sobre los libros me dormí y no me desperté hasta que me llamaron para comer.

Continuará.

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Gracias.