El vagabundo (2)

Hospedado en la nueva casa fui acostumbrándome a la nueva situación, no resultó nada mala, era simplemente diferente, aprendí a apreciar más las cosas y a comprender que todo tenía su sabor, si se sabía saborear.

En la Universidad nos dieron vacaciones por la Navidad, todos se marcharon, aunque yo continué recogiendo apuntes para aprovechar el tiempo durante mi estancia en solitario en casa, la señora Pilar me cuidaba como a un hijo, me preparaba no sólo la comida sino también el almuerzo y la cena, yo por mi parte iba a comprar el pan y la leche y lo que hiciera falta, incluso la acompañaba al mercado para que no llevara demasiado peso.

El tiempo hasta entonces era “fresco” según ella, para mí era ya frio, acostumbrado a un clima mediterráneo iba siempre aterido, pero disimulaba para que no pensara que era un quejica.  La suerte llegó una mañana de la mano de Loren, todavía no me había levantado, los cristales estaban empañados por el frío exterior, cuando la señora Pilar llamó a mi puerta y se asomó.

  • Buenos días dormilón, ¿estás visible?, tienes visita.
  • ¿Visita, de quién, si yo no conozco a nadie, todos mis compañeros se fueron a sus casas?
  • Ah, pues no sé, pero es muy guapa y mmm, yo diría que te conoce muy bien, dice que es tu prima, a lo mejor es verdad.
  • ¡Oh, es verdad, mi prima Loren!  Dígale que enseguida me visto y salgo.
  • No hace falta, le creí, te trae una maleta con tu ropa de abrigo.
  • Uf, menos mal, hoy tenía pensado pasar a por ella.
  • Hola primo Paco, ¿cómo estás?
  • Hola Loren, estoy bien, bueno un poco helado, jajaja.
  • Vale, os dejo solos, ya veo que os conocéis.
  • Gracias señora.

Doña Pilar cerró suavemente tras ella con una sonrisa en los labios, me dio la impresión de que no acababa de creer lo de mi parentesco.

  • No hacía falta que te molestases, tenía previsto ir a vuestra casa para felicitaros por la Navidad, me acuerdo mucho de vosotros.
  • Mmm, no sé, no sé, te fuiste tan pronto que no tuvimos tiempo de… hablar más despacio.
  • Lo siento tanto como tú, pero es que comprendí que las cosas se complicaban por mi culpa y preferí irme antes de causaros un problema familiar.
  • Nada de eso, bueno lo cierto es que no sé porqué mi madre se puso quisquillosa y yo la verdad tengo poca correa, mi hermano era el único que seguía como siempre…
  • Por eso os pido disculpas.
  • No, tú no debes pedir disculpas, en todo caso nosotros a ti, de hecho es que hoy vengo sola, con la excusa de tu ropa, para hablar contigo.
  • ¿De qué?, si no estoy enfadado y mucho menos contigo.
  • Sí, verás, tengo que pedirte perdón por cómo te traté.
  • Mmm, si lo hiciste muy bien, jajaja.
  • Lo digo en serio, me aproveché de ti, tengo que confesar que desde que viniste a casa te miré como un niñato tonto, no por tu físico, que estás muy bien, sino porque venías del pueblo y parecías un poco paleto, luego al juntarte con el crío de mi hermano no te tomé en serio hasta que…
  • ¿Hasta qué?
  • Bueno, ya sabes, hasta que pasó aquello…
  • No te entiendo.
  • Sí, recuerda, cuando entré en vuestra habitación y me porté como una ñoña maleducada, lo de la toalla y…
  • Ah ya, cuando se te cayó la toalla delante de nosotros.
  • Eso es lo de menos, lo importante era que teníais mis bragas y os estabais pajeando a mi costa.
  • Eso no es verdad, por tu hermano no pongo la mano en el fuego pero yo no estaba haciendo nada.
  • Pues no me lo pareció, porque lo que salía por tu calzoncillo no era de broma precisamente.
  • Te juro que fue porque se te cayó la toalla, al verte desnuda… fue un reflejo involuntario, ya cuando entraste liada con tan poca tela mi polla ya empezó a mover y después…  esa es la verdad.
  • No, si no digo nada, conociendo a mi hermano te creo, él sí que es un guarro, siempre va con su cosa en la mano, pero al momento me impresionó lo que vi, vaya polla, disculpa si te lo digo así… uf ¡que frio hace aquí!
  • Sí, la calefacción no funciona y no puedo poner una estufa eléctrica, tendré que reforzar los hilos…
  • Como te decía, lo que me impresionó fue ver la escena y sobre todo la diferencia de…
  • ¿Quieres decir de la diferencia de la mía a la de Nando?
  • Sí algo así, es que es mucha…
  • Es normal, tu hermano es un crío todavía, ya crecerá…
  • No lo digo por eso, es que es la cosa más grande que he visto en mi casa.
  • Jajaja, no me digas… ¡si no hay más que un chiquillo…!
  • Bueno antes estaba mi padre, él desde pequeños no nos ha ocultado nada, nos bañábamos juntos desde siempre y…
  • Normal… no iba a ir delante de vosotros con la polla dura…
  • Claro, normalmente no, aunque entonces apenas se le veía, se le encogía tanto que apenas se asomaba entre los pelos.
  • No me extraña, con el frío que hace aquí en invierno…
  • Solamente se la vi dura un par de veces, una cuando nos bañamos juntos con mi mamá, en la bañera jugamos a “monstruos” y él asomó su polla entre la espuma, apareció como una serpiente y mi madre se la metió en la boca con la excusa de comérsela y salvarnos, todos nos reímos mucho.
  • Sería un juego inocente.
  • Claro, eso pensé yo, pero estuvieron mucho rato luchando, mi madre intentaba vencerlo por todos los medios hasta que mi padre le lanzó su veneno.
  • O sea, que se corrió en la boca de tu madre.
  • Sí, claro, aunque entonces no lo entendí, pero de todas formas cuando la tenía dura a tope no era ni la mitad que la tuya y mi hermano va por el mismo camino, por eso te decía que me impresionó verte.
  • Eso es como todo, a cada persona le crece una cosa, a ti las tetas no te crecieron mucho aunque las tienes preciosas, por ahí se ven verdaderas ubres…
  • Gracias, sí claro, como las de mi madre, ella sí que tiene dos buenas tetas. ¡Uf no sé cómo puedes aguantar este frío! ¿No tienes nada para ponerme por encima?
  • No, sólo la ropa que trajiste, si quieres ponte mi manta, yo me abrigaré con la sábana.
  • No hagas eso por mí, si quieres me siento a tu lado y me tapo con ella también.
  • Como quieras.

Mi prima se sentó a mi lado y la cubrí con la manta, pero como vi que tiritaba le dije que se quitara los zapatos y metiera las piernas también, poco a poco se fue escurriendo hasta quedar acostaba a mi lado.

  • Esto ya es otra cosa, lo malo es si entra la casera, no va a pensar nada bueno.
  • Jajaja, en todo caso le enseñaré lo que viste tú.
  • Jajaja no serías capaz, aunque si no está dura…
  • Tampoco puedo decir que esté blanda al tenerte a mi lado, todavía me acuerdo cómo la trataste.
  • De eso quería pedirte perdón, aquella noche venía de mal humor, el chico que me gustaba no me hizo caso y eligió a una amiga, me supo fatal, me iba a vengar bebiendo como siempre, pero me di cuenta de que era peor, así que volví a casa, cuando abrí la puerta recordé lo que vi en aquella ocasión, recordé la de mi hermano y me reí, aunque al recordar la tuya… uf, que calor me entra ya…
  • Jajaja, a lo mejor es por tenerla tan cerca ahora.
  • No me lo recuerdes, casi lo noto.
  • Espera, si quieres entrar en calor déjame la mano.
  • ¿Qué vas a hacer?
  • Tranquila, deja la mano “muerta” y verás.

Mi prima no era tonta ni mucho menos y cuando dejó su mano no estaba muerta, ella misma buscó hacia adonde yo estaba y pronto descubrió que me había quitado el calzoncillo y tenía la polla dura como una estaca tumbada sobre mi vientre.

  • Joder Paco, esto no me lo esperaba.
  • No seas tonta, sé que venías con esta esperanza.
  • La verdad es que desde aquella vez he pensado mucho con ella.
  • Y seguro que te habrás masturbado alguna vez que otra también, ¿no?
  • Uy, Paco no digas esas cosas, que me recuerda a mi hermano.

Le dejé la polla en la mano con la palma hacia arriba, ella se encargó de ponerla vertical y moverla suavemente como si no hiciera nada.

  • ¿A tu hermano?  No me digas que lo has pillado más de aquella vez.
  • Sí claro, muchas, lo que pasa es que nunca le dije nada, me hago la dormida.
  • O sea que cuando vienes tan… mal y él te magrea… ¿tú te enteras?
  • Muchas veces sí, de hecho me viene bien porque me hace correr muchas veces, aunque él no se da cuenta.
  • Si se enterara…
  • ¡Júrame que no le dirás nada!
  • Sí, claro, pero él te respeta a su manera, no se ha corrido nunca dentro para no preñarte.
  • Ya lo sé, si supiera que tomo pastillas me llenaría de leche cada vez, pero prefiero que no lo haga, mi madre podría darse cuenta.
  • Y con el genio que tiene tu madre…
  • Si, enseguida se pone como una furia, aunque no tiene mal corazón, ya viste aquel día que os pillé, se enfadó muchísimos, pero luego no es nadie, enseguida se le pasó, incluso os excusó por la juventud y la testosterona esa, también me di cuenta de la forma que os miraba, especialmente a ti.
  • No sé, tu madre parece que no se fija en estas cosas.
  • ¿Qué no?, imagino cómo estará después de tantos años, yo nunca le he conocido ningún ligue ni ninguna relación o, por lo menos, lo ha llevado muy en secreto.
  • A lo peor es que no tiene interés por el sexo.
  • Puede ser, pero tampoco la veo de monja, por la forma en que va vestida a veces.
  • No sé, no me fijé.
  • Jajaja, que mentiroso, si te he visto más de una vez pegándole los ojos a las tetas o al culo, precisamente el día de la pillada, sólo llevaba la bata y las bragas y no muy grandes, hasta yo me di cuenta y mi hermano no te digo, no paró de echar leche ni mientras mi madre le soltaba el puro, jajaja.
  • Son figuraciones tuyas…
  • Sí, igual que ahora, tienes la verga tan dura que no puedo cerrar los dedos.
  • Seguro que también tienes el coño mojado.
  • Mmm, pues sí, lo has acertado.
  • A ver…
  • Chiiit, quieto, que no puedes tocar.
  • ¿No, por qué?  Es que hoy ya no te apetece o es que no me lo merezco.
  • No es eso, es que hoy está la bandera roja.
  • ¿La bandera roja?
  • Joder Paco, pareces lelo, mi hermano ya lo habría cogido.
  • ¿Te refieres al coño?
  • Nooo, a que estoy con la regla.
  • En mal día has venido.
  • Ya, es que no esperaba tener la ocasión a solas en tu casa, pero podemos quedar un día de estos y vuelvo.
  • No, hoy estamos aquí y ahora es la mejor hora, creo que por lo menos una buena mamada sí me merezco.
  • Eso si, no me puedo negar.
  • Por lo menos quítate la ropa, te vas a ahogar ahí debajo.

Me hizo caso y se quitó todo menos las bragas, llevaba unas más grandes que le cubría los labios y de la que salía el cordelito del tampón, de broma tiré de él y ella me mordió la polla como protesta.

Debajo de la manta su cabeza subía y bajaba rítmicamente, yo medio sentado sobre la cabecera esperaba a que se bebiera la leche que ya estaba “preparando” , no pude resistir la tentación de acariciarle las nalgas, tuve buen cuidado de no acercarme al coño por no recibir otro mordisco en el glande pero sí que me aventuré entre los dos cachetes, con el dedo mojado de saliva fui tanteando hasta que ella se rindió y me dejó continuar.

Empecé con el dedo meñique, apenas lo metí en el culo cuando hizo un respingo para evitarlo, pero insistí a la vez que le empujaba el cogote hacia abajo y le hundía la polla en la garganta.  Ella tosió y ya me dejó seguir.

Al dedo pequeño le siguieron los siguientes y cuando ya tenía la colección entraron la serie de dos en dos, con las tetas repartidas entre mis muslos movía el culo para que fuera repartiendo mis caricias en el interior del recto, cuando añadí el tercer dedo se abrazó a mi pierna y dejó la polla a un lado de su mejilla, por todo el cuerpo le corrió un calambre y el temblor la agarrotó por unos minutos.

Sus gemidos, amortiguados por la manta apenas sonaban afuera, por eso Loren tampoco pudo oír cómo se abría la puerta de mi habitación, lo justo para asomar media cara de doña Pilar, preguntando si nos apetecía algo para picar.  Al ver la escena cerró de golpe avergonzada, pero al momento volvió a abrirse la puerta lo justo para que con un ojo sólo poder seguir viendo cómo acababa la escena.

Primero vio recular a mi prima saliendo de debajo de la manta, vio cómo las piernas, los muslos y el culo salían hacia atrás, mi mano todavía seguía entre las nalgas con los dedos perdidos en ellas, al momento aparecieron las tetas colgando y cuando ya iba a asomar la cabeza, la puerta se cerró tan suavemente cómo se había abierto.

Loren estaba sofocada, la temperatura en el interior de la cama debía ser de 50º por lo menos, la boca la llevaba llena de leche, no se la había tragado para hacerlo delante de mí y demostrarme que lo hacía bien, luego tragó y con una sonrisa de oreja a oreja sacó la lengua todo lo que pudo demostrándome que estaba limpia.

Yo le enseñé los cinco dedos y también le demostré que seguían en mi mano, ella me cogió la mano y uno a uno los fue lamiendo.  Luego separó las piernas y me enseñó el cordón haciendo un gesto de fastidio, la mancha en las bragas le había estropeado el plan.

Cuando doña Pilar la despidió le dijo que volviera cuando quisiera, Loren abrió los ojos incrédula y yo se lo agradecí a la casera con toda mi alma.

No hubieron comentarios, ni reproches, ni recomendaciones, fue como si no hubiera visto nada y los días siguieron con el ritmo normal, el día de Noche Buena me preguntó si podía acompañarla al mercado, por supuesto que la acompañé, esta vez compró como si fuera a venir un regimiento y de lo mejor, estuvimos en la cocina toda la mañana y mientras guisaba mantuvimos una conversación de lo más normal.

Cuando llegó el momento de cenar se vistió más arreglada, incluso se dio un poco de sombra en los ojos y algo de color en los labios, además la ropa dejó de ser negra para pasar a gris con algún dibujo, no era de color pero con la mirada de aprobación que le di se sintió muy halagada, ella misma se atusó el pelo y estiró la ropa para quitar alguna posible arruga.

Pero lo que más le gustó fue que al ir a sentarse me levanté y le retiré la silla y le ayudé a acercarse a la mesa, al sentarme me cogió la mano y la estrechó agradeciendo el detalle.

Cenamos pronto, porque no quería perderse la Misa del Gallo, me dijo que nunca se la había perdido y no quise romper la tradición, incluso me ofrecí a acompañarla, esto todavía lo agradeció más todavía y cuando salimos a la calle se cogió a mi brazo que sólo soltó cuando doblamos la esquina de la iglesia de San Pablo, la plaza es un sitio obligado de visita, pues además hay varios palacios, la fachada de la iglesia es tan visitada por turistas como un museo, se terminó en el año 1500 que ya por sí sola, impone.

Durante la misa, me dediqué a admirar el interior, hasta que me di cuenta de que la verdadera atracción éramos nosotros, las amigas y conocidas de doña Pilar no dejaban de mirarnos, especialmente a mí, yo temía que la señora se avergonzara por lo que pudieran pensar aquellas cotillas, pero lejos de eso, a cada momento me miraba de reojo y suspiraba.

Cuando llegó el momento de “dar la paz” , a las demás señoras de alrededor les dio la mano y a mí me dio un beso en la mejilla, se armó un revuelo entre los bancos de la iglesia, pero no fue nada comparado a cuando salimos a la calle, al momento la rodearon, saeteándola a preguntas, unas pensaban que era un familiar, otras que un amigo de su hermano fallecido y otras las más maliciosas que era su amante.  Durante el trayecto de vuelta nos estuvimos riendo de las ocurrencias de las comadres.

  • Jajaja, ¿te has fijado Paco? Vaya alboroto que se ha liado, la mayoría no se ha centrado en el cura.
  • Jajaja, es cierto pero no debía de haberles quitado la idea.
  • Jajaja, estuve tentada en hacerlo pero pensé… ¿a donde voy yo con un chico tan guapo y tan joven?, dirán que estoy chocheando ya, una vieja como yo, jajaja, ¡que ocurrencia!
  • Por favor doña Pilar que tampoco es para tanto, usted todavía está de muy buen ver y yo… tengo buen gusto, a mi no me importaría…  Jajaja.
  • Jajaja, qué bromista eres, tu ya tienes con quien pasar el tiempo, porque todavía no me creo que esa chica que vino el otro día fuera tu “prima”.
  • Sí, de verdad, es mi prima Loren, la hija de mi tía Fermi, yo vivía en su casa antes de venir con usted.
  • Ya, eso es lo que cuentas pero… no creo que una prima sea tan… cariñosa.
  • ¿Por qué lo dice?
  • No, por nada, cosas mías.

Cuando llegamos a casa todavía estuvimos un rato bromeando con los rumores de las parroquianas, doña Pilar sacó una botella de vino dulce y unas pastas, posiblemente el frío de la calle o el poco calor de dentro de casa o el ambiente divertido de la conversación hizo que la botella de vino añejo se fuera vaciando, el plato de turrones se tuvo que reponer y cuando nos dimos cuenta ya era de madrugada.

  • Uy, qué tarde se ha hecho, no me acuerdo de la última vez que cené con mí… hermano.
  • Ah, su hermano, me gustaría que algún día me hablara de él, debió ser una persona muy especial, después de la desgracia de su marido…
  • Sí fue muy especial, si no hubiera sido por su… apoyo… pero vamos ya a dormir, mañana es Navidad y tengo que ir a misa, ¿me acompañarás también?
  • Emmm, si claro, así remacharemos lo de esta noche, jajaja.
  • Vale de acuerdo, uuum. Uf, no sé qué me pasa, pero no me puedo levantar.
  • ¿Le pasa algo, doña Pilar?
  • No nada, pero las piernas no me sostienen, debe ser el vino, no estoy acostumbrada…

Le retiré la silla y con cuidado intenté que se pusiera de pie, no lo conseguí, se me balanceaba para un lado u otro porque no podía sostenerse derecha.

  • Espere, deje que pase un brazo por debajo de los suyos, intentaré ponerla de pie y luego la acompaño a su habitación.
  • Jajaja, no sé qué me pasa, no me había pasado nunca, jajaja.
  • No se preocupe, ya la ayudo yo.
  • Jajaja, si nos vieran las beatas de esta tarde ¿qué pensarían?
  • A lo mejor hasta me tenían envidia.
  • ¿A ti?, si acaso a mí, estar en los brazos de un mozo tan bien plantado…

Era imposible, por donde le pasaba el brazo se me escapaba, hasta que los pasé por debajo de los suyos sacando las manos por delante, de pronto se quedó quieta, no comprendí el motivo hasta que noté en mis manos la calidez, la suavidad y el contorno de sus tetas, yo también frené, no seguí hasta que ella sin darle importancia aparentemente me urgió.

  • Vamos Paco, llévame a la cama, casi me escurro al suelo.
  • Enseguida, doña Pilar.

Sin cambiar de postura tiré de ella notando cómo las dos tetas se acoplaban en mis manos, noté que la lencería que llevaba no era nada opresiva y de pronto la prenda se le subía casi al cuello dejando las dos mamas directamente en mis manos.

La única opción que tenía para no llevarla a rastras hasta su habitación era abrazarla en un movimiento rápido y levantarla, al ver que ella se zafaba de esa postura pasé el brazo por debajo de sus piernas y en vilo la llevé a su cama.  Por el camino ella se abrazó a mi cuello, seguramente para no caerse y sólo me fue soltando cuando ya estaba sobre el colchón.

  • Ay, gracias, si no fuera por ti… si esto llega a pasarme estando sola, no sé lo que habría hecho, ahora no te preocupes, ya me apaño yo.
  • Eso sí que no, yo no le dejo sola, no podría dormir pensando que está tan desmejorada.
  • No es para tanto, si acaso ayuda a quitarme la blusa, como lleva los botones atrás…
  • Claro, no faltaba más.

Yo esperaba que nada más soltarle los botones ella misma se la quitara, pero quedó con los brazos extendidos esperando que siguiera y lo hice.  Con cuidado fui sacando las mangas por delante, la piel blanquísima de la señora fue quedando a la vista, por un segundo comparé las dos carnes de Loren y Pilar, una era morena y la otra blanca, pero más ajada, aunque no tanto como presumí.

Al acabar de sacarle las mangas vi los efectos del transporte a su habitación, en efecto, el sujetador se le había subido hasta debajo de la barbilla dejando las tetas flácidas descansando sobre su estómago, al contrario de Loren que las tenía erguidas y duras, aunque la señora Pilar lucía unos pezones oscuros y erectos que destacaban como manchas sobre la delicada piel.

Ella no se había percatado, sólo el frescor del ambiente de la habitación le hizo efecto, sacándole los pezones todavía más después de un escalofrío.

  • Oh, lo siento Paco, no me di cuenta, me muero de vergüenza.
  • No se preocupe, apenas me fijé.
  • Realmente lo siento por ti, no es una cosa agradable de ver, imagino que las chicas que acostumbras tendrán un pecho más terso.
  • No crea, usted tampoco lo tiene mal.
  • No por favor, no lo digas por contentarme, tengo espejo y sé cómo eran y como son.
  • Se lo digo sinceramente y no le miento si le digo que ya quisieran algunas tener unos pezones como los suyos, ¡uy perdón, se me ha escapado!
  • Jajaja, me gusta tu sinceridad y tu inocencia, pero no es verdad.
  • Lo siento mucho, estoy avergonzado…

En vez de avergonzado lo que me pasaba era que la polla se me había despertado y salido del calzoncillo con lo que se marcaba en el pantalón, si me ponía derecho abultaría tanto como si llevara un paquete en el bolsillo.

  • Bueno, doña Pilar, si no quiere nada más…
  • Espera Paco, no tengas prisa, ¿sabes una cosa?, con este trajín me he desvelado, me gustaría que charláramos un rato… si no tienes inconveniente.
  • Pues, la verdad es que no, en mi habitación hace tanto frío como aquí o más, vale, la acompañaré un rato.
  • Pero no te quedes ahí, cúbrete un poco, aunque sea con la colcha.

Me acordé de mi prima, recordé cómo había acabado su “visita” y me animé por curiosidad hasta adonde podía llegar con doña Pilar, la señora según lo que había visto no era tan mayor ni tan… estropeada físicamente.

Con la invitación de la señora, me descalcé y metí los pies en la cama y poco a poco me fui escurriendo hasta colarme debajo de la manta, ella me observaba y no decía nada, yo esperaba de un momento a otro el rechazo de la mujer, pero no se produjo.

  • Paco, antes has hecho un comentario que me gustaría aclararte.

Temblé esperando una reprimenda por pasarme de listo y estuve preparado para saltar al suelo.

  • Antes dijiste algo sobre mi hermano, que te gustaría conocerlo o algo así.
  • Sí, es cierto, no sé porque, pero creo que me llevaría bien con él.
  • Lástima que muriera. (a la señora se le escapó un largo suspiro)
  • Sí, lástima.
  • Si no tienes prisa me gustaría contarte una historia, no la conoce nadie pero me gustaría que tú la supieras, porque estoy segura que me comprenderías.

La señora apagó la luz, se escurrió hacia abajo en la cama y se abrazó a mi brazo que también me arrastró, hasta tener media cara cubierta.  Al momento noté el tacto blando de su pecho y el duro de su pezón presionando mi brazo.

  • Verás, como sabes soy viuda, desde hace muchos, muchos años, mi marido era un buen hombre, lo normal de aquella época, trabajaba mucho y se portaba bien conmigo, era lo que se estilaba, el caso es que éramos felices o eso creíamos, él trabajaba de representante de una fábrica de tejidos muy importante de Barcelona, recorría las ciudades y vendía a las tiendas y por eso cobraba unas comisiones que nos daba para vivir bastante bien.
  • Me alegro.
  • Ya, el caso es que yo venía de una familia “bien” de aquí y por mi educación no le pedía nada más a la vida que eso, una vida cómoda, hijos y fidelidad de mi marido.
  • Normal.
  • Lo primero lo tuve, vivíamos muy bien, esta casa como ves es grande, está en un sitio muy céntrico y aunque ahora le hace falta atención es muy buena, lo de los hijos… por desgracia no vinieron, no tuve suerte y en cuanto a fidelidad…
  • No se atormente, seguro que también.
  • Sí, eso quiero pensar, aunque no tengo motivo para sospechar, aunque todas mis amigas y mi familia me decían que seguramente como viajaba tanto… tendría a alguna amante por ahí.
  • Bah, eso son ganas de marear, si usted no vio nada anormal…
  • No claro, eso no, aunque mi marido no era lo que podríamos calificar como… muy detallista…
  • Ya, o sea que no le mandaba flores ni esas cosas.
  • No Paco, no, que no me daba y era lo que yo necesitaba, ¿comprendes?

Al decirme esto se apretó más a mí, frotando sus tetas contra mi brazo, a mi polla no le faltaba más que esas aclaraciones para estar completamente dura.

  • Ah, comprendo… que no era muy… fogoso.
  • Eso es, chico listo, el caso es que yo, como buena esposa, me conformaba y procuraba hacerlo feliz cuando venía, me da mucha vergüenza decir que era mucho más activa que él y llegaba antes a todos los sitios antes que él, ¿entiendes?
  • Me parece que sí.
  • Pues eso, el caso es que la mala suerte no acabó ahí, un día me avisaron que había ocurrido un terrible accidente, me imaginé lo peor y acerté, mi marido había sufrido un accidente con el coche y había muerto en el acto.
  • ¡Oh, que horrible!
  • Y tanto, además de todo sufrí una depresión, creí que fue por culpa mía, un rato antes lo había forzado a hacerme... el amor de una forma salvaje, a él no le gustaban esas cosas, siempre era del “aquí te pillo, aquí te mato”, en cambio yo le exigía que no parara hasta hacerme feliz… varias veces, ¿sabes, lo que quiero decir?
  • Por... supuesto, creo.
  • El caso fue, según dijeron, que un coche le golpeó de su lado, parece que él iba distraído, quizá adormecido por mi agobio y se saltó un stop.
  • ¡Qué fatalidad!
  • Estuve hundida mucho tiempo por eso.
  • Y lo malo es que la dejaría sin sustento.
  • Bueno de momento sí, los seguros dijeron que él era el culpable y no quisieron darme nada pero…
  • Qué pena, después del drama.
  • Pero ocurrió algo extraordinario, al poco tiempo apareció un testigo, un muchacho que había sido testigo del accidente y fue a la policía contando lo que había sucedido de verdad.
  • ¡No me diga!
  • Sí Paco, sí, resulta que en el Pinar de Antequera, aquí cerca, adonde sucedió todo, se celebraban carreras ilegales de coches, eran todos hijos de papá, gente rica y muy influente de la zona, todos tenía coches potentes y se divertían haciendo competiciones y emborrachándose con sus amiguitas, uno de ellos se despistó y le dio a mi marido que pasaba por la otra calle, porque el niño se cruzó de banda.
  • ¡Qué canalla!
  • Si hijo sí, lo mejor del caso es que a mí los seguros tuvieron que pagarme una buena cantidad de dinero que me hicieron vivir muy bien.
  • Sí, pero el pobre de su marido...
  • Claro, siempre lo peor es para el que se va, pero la casualidad fue que pasando unos años al salir de misa, como sabes en la puerta de San Pablo se ponen a pedir.
  • Si, ya los vi esta noche.
  • Pues uno de los pobres aquellos, tapado con cartones, tenía un perrito que salió a pedir en su nombre, lo había enseñado a hacer unas piruetas que lo hacían gracioso y esto hizo fijarme en él.
  • ¡Qué curioso!
  • El caso y para que no te aburras y te duermas te diré que me interesé por su vida y ¿sabes qué?
  • No, ni idea.
  • Pues que aquel mendigo era nada más y nada menos que el muchacho que declaró a favor de mi marido, los padres de los niñatos se preocuparon de que no pudiera trabajar en ningún sitio porque eran como una organización rara, algo siniestro, con mucho poder.
  • Jo, qué miedo.
  • El caso que es al chico le traje a casa y dije que era mi hermano.
  • Aaah, ya entiendo.
  • Mmm,  que chico aquel…

La señora Pilar se estremeció recordándolo y me estrujó tanto que pasó una pierna sobre las mías, con la rodilla sin querer, eso pienso yo, rozó mi polla dura y la dejo sobre ella, yo estaba inmóvil, pero como ella no la quitaba le dije, como excusa, que se me había dormido el brazo y con la mano la cogí la teta y la cambié de posición, en realidad la dejé sobre mi pecho, las tenía un poco caídas y eso me facilitó la posición.

Ahora la teta sobre mi pecho libre de la opresión de mi brazo se deslizó a cada movimiento de su cuerpo y fue endureciéndose influyendo al otro pezón que tenía debajo de mi brazo, ella quiso acomodarse más, la sacó y la dejó sobre mi mano que tenía sobre mi pecho al lado de la primera.

A cualquier movimiento de mis dedos apretaba el pezón y cuando siguió contando la historia del muchacho yo me distraje acariciando aquella protuberancia áspera y rugosa, su pierna tampoco estaba quieta, pasaba y repasaba mi polla dejando que creciera y se moviera de una cadera a otra, con lo que podía apreciar, la longitud, grosor y dureza a cada momento.

  • ¿Sabes qué, Paco?
  • No, pero me lo imagino.
  • Sí, me recuerdas mucho a él.
  • ¿Sí, pues no sé en qué?
  • ¿No te lo imaginas?  Pues en esto.

La cosa estuvo más que clara, con la mano agarró la verga y la zarandeó para que no tuviera la menor duda, la cogió del capullo y bajó deslizando la piel por el tronco a hasta rodear hasta los huevos con toda la mano abierta.

  • Perdóname Paco, pero aquel chico la tenía casi igual a la tuya, al principio no pensé en nada más que en ayudarle y compensarle su desgracia por decir la verdad, luego… el roce, mi necesidad…
  • Es lógico.
  • Sí, no sabes lo duro que es tener ganas de una cosa y no poder tenerla, mis amigas siempre criticaban a sus maridos porque les pedían hacer el amor, otras presumían de amantes mientras que yo… nada de nada.
  • Debió ser duro.
  • Sí mucho, tan duro como lo que tengo en la mano, no sabes lo que significa para mi tener tu miembro en mi mano, aunque no tengo derecho a pedirte nada, sólo soy una vieja loca, loca por…
  • Sí, loca por follar.
  • Oh, nunca me habría atrevido a decirlo así, pero tienes razón, todavía me siento viva, aunque sé que no puedo aspirar más que a otro tan viejo como yo que sólo pueda babearme las tetas.
  • No diga eso doña Pilar.
  • Paco, ¿podrías llamarme Pilar a solas?  No sé, se me hace violento teniendo tu polla en la mano y hablarnos de usted.
  • Como quieras Pilar, pero sólo te puedo decir que a mí también me gustan tus tetas, tus pezones deben estar tan deliciosos que se me hace la boca agua.
  • ¿Lo dices en serio o sólo por contentarme?
  • ¿Tú qué crees?

Me agaché hasta llegar a ellos y los lamí rodeándolos con los labios y aspirando los fui metiendo en la boca, me raspaban el paladar y los presionaba tirando de ellos con los dientes, enseguida sentí como la cabeza de Pilar se escurría por mi pecho procurando dejarme al alcance sus tetas para ir buscando mi polla y chuparla con deleite y así luego tragársela hasta más de lo recomendable.

Toda su aspiración era poder chuparme la polla, sentir mi verga entre sus labios arrugados, por eso cuando le rocé la pierna para insinuarle que continuara su viaje hasta ponerse en posición de un 69 se puso a sollozar de felicidad.

  • ¡Así, así Paco, así me lo hacía mi Juan!
  • Mmm, ¿su marido?
  • ¡Qué va, mi Juan era el chico vagabundo!, me comía el coño como tú o eso creo, ahora me gusta más cómo lo haces tú, pero no pares por Dios, vas hacer correrme y de eso casi no me acuerdo, ¡no pares por todos los santos del cielo!

No paré hasta que ella explotó, me asusté que a su edad gimiera más que una joven, Loren era una sosa al lado de Pilar, lo mejor fue que me hizo una serie de “maniobras” en la polla que no pude reprimirme y le llené la boca apenas ella acababa de retorcerse.

  • ¿Sería mucho pedir que metieras esta maravilla en mi coño arrugado?
  • Sólo si también me dejas llenarte el culo con ella.
  • Nunca lo hice, ni con Juan pero si tú lo quieres, es tuyo.

El coño no lo tenía tan jugoso como Loren, por lo menos al principio, pero con un poco de aspereza al principio y su resignación pude meterle la polla entre varios empujones, cuando lo conseguí tenía lágrimas en los ojos, no le pregunté si eran de dolor o felicidad, pero ella se dio la vuelta para que terminara de follarle el culo antes de que correrse por segunda vez.

Conseguí lo que ella quería, tener varios orgasmos, algunos de ellos bastante violentos y comprendí un poco a su marido, aquella mujer era insaciable, tampoco pude quejarme porque Pilar igual que recibía ofrecía placer y después de varias horas se nos hizo de día, un día de Navidad que no olvidaré nunca.

Continuará.

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Gracias. tauro47