El vagabundo (19)

En casa de Encarna seguí ayudando a su padre y sobre todo a ella, en presencia de su madre, en un viaje relámpago a la cuidad tuvimos la ocasión de culminar nuestros deseos.

Por la mañana Don Justo me esperaba en el comedor, la mesa ya estaba preparada, su mujer iba con un delantal impoluto, con una sonrisa inhabitual, el día amaneció frio pero soleado, desde la habitación de Encarna llegaban los lloros de los niños, al parecer la chica estaba cambiándoles los pañales.

Desayunamos rápidamente y antes de marcharnos pasé a ver a los llorones, su abuela me acompañó y ella misma me los dio a coger, los dos inmediatamente se callaron como por ensalmo y después de mecerlos un par de minutos se quedaron dormidos en mis brazos.

Olga sonrió de una forma irónica, daba la impresión de que lo encontraba hasta lógico, aunque no dijo nada.  Salí a la puerta de la casa adonde me esperaba Justo con su todo terreno, en la parte de atrás había subido a dos de sus galgos, en teoría los mantenía por su afición a la caza aunque no los sacaba casi nunca.

Los perros me olieron y enseguida después de dos caricias se encariñaron conmigo, me dio la impresión de que Justo no les hacía demasiado caso.   Si la finca de la bodega donde vivía mi “familia” de Mariano  y compañía, aquella era muchísimo más grande, los campos se perdían de vista, algunos estaban en barbecho y otros sembrados en espera a que la primavera hiciera brotar los cereales.

Ya habíamos recorrido más de la mitad del camino y la casa desaparecido del horizonte cuando me señaló los terrenos que había dedicado a plantar las viñas, quedé sorprendido pues estaban en un sitio privilegiado, con buena orientación y de un color apropiado, con buena accesibilidad para las máquinas de vendimiar y trasladar la uva.

Estacionó en mitad de uno de ellos, el suelo no estaba labrado en espera de la decisión y nada más sacar a los perros, éstos salieron corriendo detrás de una liebre que volaba literalmente por el descampado.

Justo sacó un mapa y me indicó cuál de todos era el terreno adonde estábamos y los adyacentes, yo, siempre recordando las valiosas instrucciones de Mariano, le aconsejé y le expliqué las ventajas de emparrar las viñas a efectos de vendimiar y podar, le comenté que podíamos señalar la distribución de las plantas distribuyéndolas a tresbolillo, de tal manera que todas tuvieran la misma separación, él no comprendía cómo se podía hacer y como esto sí que lo había estudiado le demostré con una cuerda la manera tan fácil que era dejar el viñedo preparado para que al labrarlo el agua no hiciera escorrentía y retuviera la humedad.

Justo se admiraba de mis “conocimientos” y estaba encantado, ya se veía recogiendo la cosecha, las máquinas vendimiando y llevando la uva a “su” propia bodega.

  • Estoy admirado, nunca pensé que un chico tan joven tuviera tantos conocimientos y sobre todo las ideas prácticas para sacar el máximo rendimiento, estás muy preparado.
  • No tiene importancia, Encarna también debe saber todo esto, en cuanto esté más disponible con sus hijos seguro que se interesará con todo esto, ya verá como antes de que se dé cuenta se hará cargo de las tierras y usted estará libre para ir a todos los concursos de tiro, Jajaja.
  • Jajaja, veo que no te has olvidado, es cierto, me gusta salir por ahí, no tienes idea los “conejos” que echo al morral, Jajaja.
  • Imagino que con dinero y gusto tendrá la “caza” asegurada. Jajaja.
  • Supones bien, si te has dado cuenta mi mujer no es persona que le guste nada de lo que me gusta a mí, parece que está amargada, siempre fue así, cuando nos conocimos lo achaqué a su juventud, luego a su educación, sus padres eran muy sobrios, la tenían vigilada y la verdad ella tampoco era de salirse de las normas.
  • Algo he notado, cuando vine me recibió con cierto recelo.
  • Y tanto y mira que se lo advertí, no comprende que mi hija es de otra manera, se parece mucho a mí, si quieres que te sea sincero, me alegré cuando se quedó preñada, era como una venganza hacia mi mujer, me demostró que era rebelde, pero cuando conocí  a Santi lo lamenté, no era apropiado para mi hija, es un busca vidas.
  • Es comprensible, si siempre ha vivido en ese ambiente…
  • No veas, mira, te lo cuento en confianza ¡eh!..., cuando nos casamos intenté sacarla de ese ambiente pero no lo conseguí, te voy a hacer una confidencia, se casó siendo virgen, en aquella época era lo correcto, a mi no me importó demasiado, yo me arreglaba bien por ahí pero esperaba que cambiara, pero no fue así, en la cama no quería hacer nada de lo que le pedía, sólo admitía lo que le aconsejaba su confesor, ya ves ¡que podía saber el cura de eso!
  • Jajaja, es verdad, a veces se meten en unos jardines que…
  • Sí, eso le decía yo, que no le hiciera caso, pero ella siempre estaba en la iglesia, en vez de a colonia olía a incienso, ya ves, Jajaja.
  • Sí, me lo estoy imaginando, Jajaja.
  • Menos mal que la preñé pronto, no sé como lo conseguí porque apenas follábamos “decentemente”, siempre con vergüenzas y reparos, por eso seguí buscando un desahogo por afuera.
  • Lo comprendo, de todas formas pienso que hablando a lo mejor comprendería su punto de vista, si acepta mi opinión, su señora todavía es joven para cambiar…
  • El caso es que yo la quiero pero es tan “rancia” que no hay forma.
  • Yo no desestimaría volver a conquistarla, imagino que habrán cosa que le gustarán, no sé, detalles, regalos, más compañía, viajes, en fin, ahora que tienen nietos podrían salir y cambiar de ambiente, su hija podrá llevar todo esto pronto y así también podrá rehacer su vida.
  • Cada vez te admiro más, hablas como un viejo, Jajaja, y lo mejor es que tienes razón, voy a hacerte caso, aunque no tengo muchas esperanzas, ya llevo muchos años intentándolo.
  • Vuelva a insistir, creo que su mujer no es mala mujer, es joven, está de buen ver, ya verá como ella también pone de su parte.
  • Dame un abrazo Paco, me has quitado un peso de encima, me gusta hablar contigo, no tengo con quien desfogarme y tú me das confianza. Me sentía culpable por mis correrías, de todas formas si quieres venir conmigo al próximo concurso, jajaja.
  • Jajaja, no le digo que no, Jajaja, pero no creo, eso es demasiado para mí, Jajaja.
  • Claro, eres tan joven…

Cuando volvimos a casa Olga nos estaba esperando, ya era la hora de alimentar a los peques, Encarna estaba dispuesta y los niños en sus cunas.

  • Llegas justo a tiempo, te estábamos esperando, como veo que a mi hija no le importa y a mis nietos incluso les gustas, te dejo que la ayudes, aquí tienes de todo, pídeme lo que quieras y te lo voy dando.
  • Ah, gracias Señora Olga, es muy amable, la verdad es que disfruto con sus nietos, son muy cariñosos y su hija es muy amable por confiar en mí.
  • Por supuesto, eres un pedazo de pan, además que tienes unas manos que acarician más que tocan.
  • Tengo que reconocerlo, admiro las destreza que tienes para ser tan joven, al principio te veía con recelo, pero cuando veo como tratas las tetas de mi hija me da hasta…
  • ¿Envidia, mamá?
  • Por favor hija, ¡que ocurrencia!, pero sí, se podría decir así, jajaja.
  • Uy mamá, te noto desconocida, nunca lo hubiera esperado de ti. Jajaja.
  • Es broma, pero al verte a ti feliz yo también me siento igual. Eso es lo que quería decir…

Por descontado que toqué, sobé y amasé las tetas de Encarna delante de su madre, las cogí por todos lados, las recogía desde afuera y las juntaba haciéndole derramar los choros de leche con los pezones pegados, ella suspiraba y su madre a mi lado cruzaba las piernas frotándose los muslos.

Cuando terminé de saciar a los pequeños, Olga salió de la habitación, se le notaba respirar agitadamente y andaba juntado los muslos frotándose el coño con las piernas.

  • ¿Has visto a mi madre?, está desconocida, ha hecho un cambio de 180 grados, está más cariñosa y comprensiva, se ve que se ha dado cuenta de que me tocabas sin mala intención, Jajaja.
  • Sí, y eso que te ordeñé las tetas bien, sólo faltó que te chupara los pezones delante de ella, Jajaja.

Por la noche después de la última toma, con el mismo protocolo de siempre, Encarna comentó que debía ir a Valladolid para hacerse una revisión, la doctora le dijo que era conveniente comprobar si los puntos de su vagina estaban curando bien.

  • Mamá, ¿te podrías quedar a los niños mañana?, tengo que ir a la clínica para que me den una mirada, no tardaré mucho.
  • Pero hija, ¿cómo vas a ir sola? Lo lógico es que te acompañe alguien, si quieres voy yo y así oigo lo que te dicen.
  • ¿Y llevar todo el día a los niños por ahí, con el frío que hace? No creo que sea conveniente, solo falta que se constipen.
  • En ese caso está bien, me los quedaré pero… con una condición, que vaya el papá contigo, no me gusta que vayas sola por ahí.
  • No, yo no puedo ir, mañana tengo trabajo en la finca. Si quieres que la acompañe Paco.
  • ¿Paco?, el chico bastante hace que la cuida en casa.
  • Por eso, mejor que él no la cuidará nadie.
  • Pero además… ¿cómo le vas a dar de mamar a los niños si te vas?
  • Eso no es problema, me sacaré leche y la guardas en el frigorífico, luego la calientas un poco, pero ten cuidado mamá, no la calientes demasiado.
  • Me imagino que también le dirás a Paco que te saque la leche, como si lo viera.
  • Pues la verdad… ahora que lo dices, creo que él me ayudará mejor, ¿verdad Paco?
  • Claro, por mí no hay problema, si acaso que me explique tu madre cómo debo hacerlo y ya me apaño sólo.
  • Mmm bueno, no es difícil, yo te lo enseñaré.

Delante de su madre, antes de acostarse Encarna, cuando tenía las tetas llenas de leche se sentó en el sofá, su padre ya se había retirado a dormir, mientras su madre al lado de ella sostenía dos biberones de cristal, yo me senté al otro lado y me dispuse a aprender.

Su madre ya lo sabía de cuando la tuvo a ella, me explicó que a ella se la sacaban porque también tenía demasiada y le dolían las tetas, yo la miré y entorné los ojos imaginándome sus tetas llenas de leche y Olga sintió un escalofrío en su espalda, al momento se le marcaron los pezones debajo de su blusa.

Pero en la realidad no era tan diestra, resulta que ya no se acordaba de hacerlo, a ella se lo hacía su madre y no se fijó bien, después de probar varias veces, la leche no salía. Ya estaba desesperada de ver que no acertaba y hacía el ridículo, al final tuvo que rendirse y dejarme improvisar a mí.

  • Olga, creo que no lo “hacemos” bien, cómo ve el problema no son las tetas de Encarna, el problema es que no sabemos provocar a la leche para que salga, creo que si nos fijamos, los niños sí que lo hacen bien, debemos imitarlos, déjeme a mí.
  • ¿Quieres decir qué?...
  • Sí, a mí no me importa ¿a ti, Encarna te parece bien?
  • Pues claro, lo que tú digas, Paco.

Encarna se recostó sobre el asiento y me dejó las dos tetas para mí, los pezones estaban salidos y las areolas rojas de las manipulaciones de su madre, cuando me acerqué a ellas olí el aroma de la piel de Encarna y la polla empezó a despertar pero procuré que no se notara, pegué la boca sobre un pezón y con la lengua lo rodeé y presioné, Encarna gimió y me puso la mano en la cabeza con los dedos entre el pelo, aspiré y en el paladar se estrellaron unos chorros de leche, no dije nada y seguí chupando.

Olga miraba nerviosa viendo cómo le comía las tetas a su hija delante de sus narices, posiblemente sintiera algo de envidia pero no dijo nada, siguió mirando cómo mis mejillas se hundían al chupar, Encarna cerraba los ojos del gusto que le producían mis labios que abarcaban media teta.

Cuando tuve media boca llena de leche se la enseñé a Encarna, puse la lengua como una cuchara e imité a la suya cuando me corrí en ella en el coche, también se la enseñé a Olga, a su madre la vi cómo tragaba saliva, estaba pasando un mal rato, sobre todo cuando sin dejar de mirarla tragué la leche de su hija,

Sin decir nada hice lo mismo con la otra teta, llenándome la boca y provocando que saliera la leche a raudales por las comisuras de mi boca, luego puse un biberón en cada teta y le pedí a su madre que los sujetara, enseguida me ocupé de apretar las mamas con las dos manos para que se fueran llenado los recipientes de cristal.

Encarna con los brazos caídos se dejaba ordeñar con la cara relajada. Le dejé las tetas vacías y los biberones llenos, mucho más de lo que chupaban sus hijos y para darle más morbo a su madre al terminar lamí los pezones que me ofrecía su hija, pasé la lengua por ambos dejándolos limpios, aunque mojados de saliva.  Por la mañana en el desayuno Encarna le preguntó a su padre….

  • ¿Papá, qué coche me puedo llevar, el Mercedes está libre?
  • Lo siento hija, lo mandé a revisar, le cambiarán el aceite y algo más, estará dos días en el mecánico.
  • ¿Entonces, cuál me llevo?
  • Podrías llevarte el Mini de tu madre, de todas formas no lo gasta… no sé para qué se lo regalé...
  • ¿Ya no te acuerdas, marido? Fue después de una bronca que tuvimos por marcharte a aquella reunión en Burdeos…
  • ¡Ah sí! Jajaja, ya no me acordaba, te pusiste muy celosa porque viste una foto mía con una francesa, eso fue una broma mujer…
  • Sí y la tenías sentada en tus piernas…

Justo me miró moviendo la mano porque la bronca fue justificada y de categoría, imaginé que para congraciarse con Olga le compró el coche y ésta no lo gastaba por represaría.

Los dos en el Mini fuimos al hospital adonde tuvo a los niños, la doctora la hizo entrar en seguida, yo me quedé afuera con los abrigos pero al momento la puerta se abrió y la doctora me dijo.

  • Perdón, pase también, no sabía que era su marido, pase y les cuento a los dos.
  • ¡Ah, gracias!, creí que como era una cosa íntima...
  • Pero su marido es parte interesada y lo que pueda ver ya lo habrá visto muchas veces ¿verdad?
  • Mmm, ya lo creo y me gusta mucho, Jajaja.
  • Jajaja, lo dice con una cara de goloso que… Jajaja

Ya no tuve excusa, me planté en la camilla mientras Encarna se subía al potro, con las piernas bien separadas la doctora se sentó delante de ella para reconocerla bien.

  • ¡Fíjese!...
  • Me llamo Paco.
  • Eso, perdón Paco, ¿te puedo tutear?
  • Claro, por supuesto.
  • Pues mira Paco… como ves los puntos han cicatrizado bien, ahora se los voy a quitar y verás cómo le queda la vagina como una adolescente, ya lo notarás y si quieres me lo dices la próxima vez que nos veamos, pero cuidado con lo que echas aquí dentro, recuerda que ya tienes dos angelitos en casa…
  • Por supuesto, Jajaja.
  • Sujétame el foco para que no se mueva, centra la luz entre sus labios menores.

Encarna miraba a la doctora y a mí, se le notaban las ganas de reír incontroladas, yo estaba al lado de la médica que agachada dejaba hueca la bata y me enseñaba la lencería, Encarna me lo hizo ver y todavía se reía más, pensando lo que estaría sufriendo yo y mi polla.

  • No te rías Encarna, eres la primera mujer que se ríe cuando le quito los puntos del coño. Jajaja.
  • Es que es cómico, se lo aseguro.
  • La verdad es que le ha quedado un coño bonito doctora.
  • Sí, yo me preocupo mucho en dejarlo estrecho, algunos de mis colegas no lo hacen y luego parece un bebedero de patos, Jajaja.

Con mucho cuidado le quitó los tres puntos que le hizo para facilitar la salida a los gemelos, luego le untó un desinfectante y antes de terminar la exploración le separó los labios dejando el clítoris al descubierto, con los dedos lo agitó con una sonrisa y se volvió a mí diciendo…

  • Ahora te voy a contestar a la pregunta que no te atreves a hacerme, sí, ya puedes entrar por aquí, ya está curada, pero no abuses, presiento que no debes andar mal de… ya sabes.
  • No anda mal, doctora, se lo puedo asegurar, -dijo Encarna con picardía-

Cuando Encarna bajó del potro, la doctora la había revisado completamente, yo iba detrás de ella con el foco, le miró el cuello del útero y muchas más cosas, luego miró cómo tenía las tetas, le preguntó si tenía leche y apretó los pezones para comprobarlo, luego me miró cuando me estaba relamiendo a sus espaldas.

  • Paco, seguro que ya habrás probado la leche de tu mujer.
  • Por supuesto y yo la suya.
  • ¡Encarna, que dices!
  • ¡Oh, se me ha escapado Paco!
  • Jajaja perdone a mi mujer, es muy espontánea, jajaja
  • Me lo imagino, espontánea y… sincera, Jajaja.

Cuando salimos de la consulta íbamos muy contentos, Encarna estaba bien de todo, con las bromas de la doctora no notó o si lo hizo no lo demostró, el dolor que pudo hacerle y decidimos ir hacia la Universidad, yo necesitaba ponerme al día pues llevaba unos días sin aparecer y allí nos separamos, yo fui a mi clase y Encarna fue a hablar con su amiga, la secretaria de Dirección.

Mis amigos me recibieron de maravilla, querían saber por dónde me movía y les conté que estaba haciendo prácticas en otra hacienda, ellos me envidiaron y me desearon suerte, pregunté por Berta y me dijeron que la veían siempre con su amiga Susana pero de Santi nada más se supo, no fue ni a recoger sus cosas.  Una compañera mía me dio unos apuntes fotocopiados y los dejé.  De allí fui a buscar a Encarna, estaba hablando con su amiga y la directora y por cierto, estaban hablando de mí.

  • ¡Hablando del rey de Roma, por la puerta asoma!, Jajaja.
  • Hola, me alegro de verlas,
  • Por favor Paco, no nos hables de usted, aquí entre amigos…
  • Gracias por la confianza señora…
  • Julia, llámame Julia, una persona como tú, es un amigo más.
  • Paco, me dice mi amiga Marisa que nos invita a comer en su casa, si te parece bien podemos ir un rato.
  • Por supuesto Encarna, como quieras.
  • Jajaja, no os sepa mal pero parecéis marido y mujer, Jajaja.
  • Si no supiera la historia os felicitaría, Jajaja.
  • Hasta luego Julia, me alegro de verla.
  • Y yo también, adiós Paco y compañía.
  • ¿Vamos Marisa?
  • Vamos, ¿adónde aparcaste el coche?
  • Ahí cerca.

Dejé a Marisa, sentarse con ella y yo pasé atrás, me asomé entre los dos asientos, las dos hablaban animadamente y yo aspiraba el aroma de las dos, Encarna me miraba por el retrovisor y sonreía porque sabía lo que estaba pensando, incluso le fue preguntando a su amiga si tenía novio o algún ligue, para más información mía.

  • Nada, chica, que no hay ningún chico que me haga caso.
  • ¿Has oído Paco?, a Marisa, no le hacen caso.
  • No lo creo, deben estar ciegos, porque está para coger pan y mojar, Jajaja.
  • Y con ganas ¿verdad Marisa?
  • Ya lo creo Encarna, ya hace demasiado que no pruebo una buena… huy perdón Paco, no me acordaba que estabas ahí, Jajaja.
  • Pues te iba a contestar, ya sabes que aunque todo el mundo cree que estoy casado con Encarna, en realidad estoy libre y con más ganas que tú, o casi. Digo Jajaja.
  • No creas que no te tengo en cuenta, ya te me escaparse el otro día en el cuarto de archivos.
  • Y me dolió más que a ti, lo que pasa es que tengo unos gustos un poco especiales y en el cuarto y con prisas no podía ofrécetelos.
  • ¿Qué gustos son esos Encarna?
  • ¡Ah, a mi no me mires, yo no he hecho nada con él!
  • ¿Todavía no?, no lo puedo creer…
  • Pues no, hasta hoy no estaba autorizada por el médico, pero me han dado una buena noticia, los puntos me han curado buen y según la médica tengo un coño de jovencita. Jajaja.
  • Entonces ya no hay excusa, Paco… a follarla, se ha dicho.
  • Jajaja, se nota que sois buenas amigas.
  • Y tanto, nos hemos corrido buenas juergas, ¿recuerdas Encarna?
  • Claro, cuando fuimos con aquellos tres, Jajaja
  • ¿Una orgía?, eso me gusta, tenemos que probar.
  • En todo caso un trío.
  • Uf, nooo, entre las dos me mataríais, Jajaja.
  • No te lo creas Marisa,  que tiene para las dos y le sobra.
  • No me digas, ¿ya se la has visto?
  • Y más.
  • Entonces, sólo os falta…
  • Follar, sólo eso, ¿te parece poco?
  • Eso se va a arreglar esta tarde, tengo una idea, después de comer, os quedáis en mi casa, llamáis a la vuestra diciendo que vais a tardar porque vais a comprar alguna cosa, yo me marcharé, vosotros folláis hasta que se le seque la polla y luego cuando os vayáis dejáis la llave en mi buzón, ¿entendido?
  • Entendido amiga, Jajaja, gracias.
  • Es un buen plan Marisa, te mereces un beso.

Marisa se volvió cuando yo me acercaba a ella para darle un beso en la mejilla desde atrás pero se lo di en la boca, en aquel momento Encarna estaba parada en un semáforo en rojo y esperó a que termináramos de besarnos, los pitidos de los coches de atrás nos advirtieron que ya estaba en verde y Encarna muerta de risa arrancó.

  • Vaya morreo Marisa, otro como ese y te quedas preñada, Jajaja
  • Joder Paco, si tienes la polla como la boca me voy a correr en seguida.
  • La polla todavía mejor, te lo prometo amiga.
  • Uf, no sé si deciros que me quedo para hacer un trío con vosotros.
  • ¡Nooo, primero me lo follo yo, yo lo vi primero!, ya habrá tiempo para disfrutar los tres juntos.

En casa de Marisa comimos de maravilla, era una buena cocinera y siempre se preparaba las comidas y las congelaba, en un momento organizó una comida como un banquete, Encarna la ayudaba y yo me ocupé de poner la mesa, al pasar por detrás de ellas las provocaba tocándoles el culo y besándoles por el cuello o las orejas.

Durante la comida todo fueron insinuaciones, luego Marisa nos enseñó su habitación, al vivir sola había decorado todo con muy buen gusto y al abrir su armario nos enseñó sus vestidos y sobre todo su lencería, se puso por encima de la ropa algún modelo de sujetador y bragas y entre las dos se desquitaron conmigo provocándome con sus posturas eróticas.

  • Buenos chicos, lo dicho, me voy para que podáis “hacer la siesta” tranquilamente, aprovecharé para comprar alguna cosilla para tus bebés.
  • Gracias Marisa, pero no hace falta que les compres nada.
  • Ni pensarlo, quiero que tus niños lleven algo mío.
  • Está bien, se lo diré a mi mamá y se alegrará.
  • No, prefiero que le digas que se lo has comprado tú, así tenéis la excusa por tardar un poco más.
  • Joder Marisa, piensas en todo.
  • No lo sabes bien, ya estoy pensando en cuando nos reunamos tú y yo.
  • ¿Y yo qué, ya prescindís de mí?
  • ¡Nooo, perdona!, quise decir… bueno, sí, sólo pensé en mí pero por supuesto los tres lo pasaríamos muy bien también.

Al despedirse Marisa, me agarró la polla por encima del pantalón, comprobó que sus insinuaciones no cayeron en saco roto porque la polla mostraba empatía.

La casa de Marisa tenía dos habitaciones, la suya con una cama amplísima y otra para invitados, yo me dirigí a la de invitados, también tenía una cama doble y me pareció ideal para consumar la follada con Encarna pero ella me cogió de la mano y me llevó hacia la cama de Marisa.

  • Ven Paco, le vamos a hacer los dientes largos a mi amiga, vamos a follar en su cama, dejaremos el olor de nuestros fluidos y seguro que esta noche se hará una paja brutal.
  • Jajaja, pues tú no te quedas corta, también piensas en todo.
  • Todos por las amistades, sube a la cama y desnúdate.

Con la polla vertical esperé a Encarna que se fue desnudando lentamente, lo hizo mostrando primero sus tetas ya casi llenas de leche, las exprimió para demostrarme que las tenía listas y lamió sus pezones, cuando se quitó las bragas separó sus labios enseñando su clítoris hinchado, lo frotó todavía más y descubrió el capuchón dejándolo brillante, luego metió su dedos en el coño y los abrió demostrando que estaba listo para mí.

Fue reptando al subir a la cama y fue directa a la polla, su lengua lamió desde la punta hasta los huevos en un movimiento lento no dejando ni un rincón por chupar, al llegar a los huevos aspiró y se tragó un testículo, yo le rocé el muslo y ella comprendió, pasó una pierna sobre mi cabeza y dejó su coño a la altura de mi boca.

La rodeé por la cintura con los brazos y la obligué a bajar hasta mí, sus rodillas se fueron separando hasta que sus labios bajaron a los míos, la lengua salió disparada y desde el pubis hasta el culo lamí frenéticamente.

Encarna hizo lo mismo, una vez me tuvo a su gusto se metió la polla hasta la garganta y movió la cabeza como un pájaro carpintero, estuvimos a punto de corrernos a la vez pero paramos a tiempo, Encarna se incorporó y se sentó sobre mi polla, el capullo asomaba entre sus labios y con la cadencia que se movió aparecía y se perdía entre ellos con suavidad.

El clítoris rozaba directamente sobre mi frenillo y pronto asomaron las gotas de líquido pre seminal que contribuyeron a lubricar aquel coño recién “reparado”.

  • Paco, me da un poco de miedo meterme esto.
  • Si no te ves con ganas déjalo, otra vez será.
  • Ganas tengo muchas pero me vas a abrir la herida otra vez.
  • Si prefieres te das la vuelta y te la meto por el culo, puedes elegir.
  • Nooo, eso sería peor, no me imagino esta estaca entrando por mi culito.
  • Jajaja, te sorprendería lo que puede tragar ese “culito”.
  • Espera, si quieres iré probando.
  • Eso mejor, déjate caer con la polla en el coño, en todo caso si tienes molestias lo interrumpes.
  • Vale.

Encarna con cara de miedo se remojó el coño con saliva y con la mano apuntó mi polla en la entrada de la vagina, la paseó por todo él hasta que los labios menores se abrieron dejando la entrada húmeda lista para pasar adentro.

Me miró a los ojos mientras iba metiendo la verga con todo el cuidado, yo esperaba que en cualquier momento se arrepintiera y volviera a salir pero no lo hizo, llegó hasta más de la mitad y cerró los ojos, por su cabeza pasaron todas las dudas pero al fin eligió lo que más le apetecía en aquel momento y se dejó caer hasta clavarse toda la polla entera.

  • ¿Cómo estás, te duele?
  • Un poco pero lo puedo soportar.
  • Iré con cuidado, ¿te gusta lo que sientes?
  • Siííí, noto cómo me llenas, te noto allá adentro.
  • Me encanta meterme en ti, estás muy estrecha, la doctora hizo un buen trabajo.
  • Nunca se lo agradeceré bastante. ¡Sigue empujando, me voy a correr enseguida, ya me viene Paco, yaaaa!

Yo no tuve duda y seguí moviéndome sin parar, cuando se calmó un poco le di la vuelta dejándola a ella debajo, de tres golpes le hundí la verga y ella abrió las piernas para que no la rozara, gimió al notarse llena y me rodeó con las piernas por la cintura, ella marcaba el ritmo mientras yo empujaba hasta clavarme hasta los huevos.

Encarna se corrió, según me susurró al oído como nunca le pasó, se encogió y después de varios espasmos se dio la vuelta dejándome la espalda para que la besara, lo hice desde la nuca hasta la rabadilla, los hoyuelos de las caderas se le marcaban tentadores y le puse la almohada debajo del vientre.

Encarna suponía que la iba a penetrar desde atrás y separó las piernas, yo le cogí las manos y ser las puse en las nalgas y le dije al oído que tirara de ellas, no creyó que lo intentaría pero al notar el calor de mi capullo en su culo soltó las nalgas.

Vi que no la iba a convencer y preferí que se pusiera de rodillas con la cabeza en la almohada, así no hizo falta su colaboración, yo mismo separé aquellas nalgas blancas y apunté con cuidado, lancé un salivazo certero y presioné hasta que el glande se perdió en la inmensidad de su culo.

Encarna arañó la almohada pero no gritó, la había mordido y estaba resignada a sufrir.

  • ¡Oooh, es como un parto hacia adentro Paco!, no me cabe, te lo ruego, no lo intentes que no puede ser.
  • ¿Recuerdas lo que te decía la comadrona cuando estabas pariendo? Pues haz lo mismo, respira y relájate, yo me ocupo del resto.
  • Lo intentaré pero ten cuidado.

Fui metiendo dos centímetros y sacando uno, en varias etapas enterré la verga hasta el final, aún así cuando ya no quedaba nada Encarna se volvió para decirme que metiera lo que quedara de un empujón, aún así lo hice y la chica quedó satisfecha de tenerme adentro.

La espalda se le erizó cuando el orgasmo la atenazó, no paré de bombear hasta que sentí que a mí me iba a pasar lo mismo y me corrí en su culo y no salí hasta que la polla demostró que ya no servía para nada allí adentro, con ella salió una espesa oleada de semen que Encarna recogió con la mano y se la llevó a la boca.

  • Me encanta tu leche, es más sabrosa que la mía.
  • Pero no tan abundante, tus tetas no dejan de manar y son dos, yo disfruto chupándotelas.

Aprovechamos la tarde, cuando nos repusimos, volvimos a follar, esta vez sólo por el coño, ya sin miedo, subió sobre mí y saltó hasta correrse, yo también me metí entre sus piernas y sobre ella la follé a lo misionero mientras amasaba sus tetas.

Cuando nos levantamos los cercos de semen y leche y jugos de Encarna manchaban por todos lados la sábana de Maribel, Encarna miró las marcas y sonrió feliz pensando la sensación que le haría a su amiga al verlas.

Cuando volvimos a casa de Encarna sus padres salían de su habitación, Encarna y yo nos miramos pues venían estirándose las ropas, pensamos en que había echado un polvo rápido y al oír el coche llegar salieron apresuradamente, los niños dormían tranquilos, Olga les acababa de dar los biberones y su padre se había excitado viendo como mamaban y quiso hacer lo mismo con su mujer, al final en la habitación de Encarna y sobre su cama la inclinó y le levantó la falda y sin llegar a quitarle las bragas las apartó y le metió la polla.

Esto me lo contó Olga al día siguiente. Pero eso lo guardaré para el siguiente capítulo.

Continuará.

Si le gustó, valore y comente.

Gracias.