El vagabundo (18)

Encarna me previno sobre su familia, era muy respetable y debía ir preparado, aunque las cosas no salieron como pensé, de todas formas, al conocerles cambié de opinión.

Encarna enfiló el Mercedes clásico por un camino empedrado hacia el Campo Santo, estaba alejado del pueblo y en invierno no era visitado más que cuando se veían “obligados”, una fila de cipreses lo rodeaba y el coche rodeó la explanada hasta la parte de atrás, allí hacía como una plazoleta que sólo se ocupaba el día de Todos los Santos, pegado a la alta tapia y protegido por los altos árboles Encarna apagó el motor del coche.

En el interior, el sol nos calentaba la ropa pese a que afuera corría un viento que cortaba el cutis,  estuvimos hablando del ambiente que había en su casa, aparentemente era idílico, era una familia respetable, con altos “valores” morales, muy respetada en la comarca desde la época feudal, aún así la chica, pese a no tener problemas económicos vivió amargada, de muy  joven sólo se dedicó a estudiar y cuando tuvo la edad fue directa a la Universidad.

Para ella no fue ningún problema, tanto por su historial académico como por el poder económico de sus padres, además de su influencia, pudo elegir carrera, en realidad no la eligió ella, la impuso su padre con miras a, en un futuro, ampliar sus negocios en la región, era un hombre afable pero ambicioso y siempre quería abarcar más y más.

En cambio, su madre era una mujer estricta, más de lo normal, muy posesiva y autoritaria, educada de una forma muy recta en colegios religiosos, siempre anteponiéndo las reglas que siempre siguió, a su hija quiso llevarla siempre debajo de sus faldas y a su marido porque no podía, se acostumbró a ignorarlo cuando vio que era imposible y se dedicó en cuerpo y alma a cuidar de su hija.

Cuando Encarna no tuvo más remedio que darles noticia de que estaba embarazada no lo creyeron posible, para ellos era impensable que su hija, educada de una manera exquisita y con unos ejemplos paternos “ejemplares” pudiera haber caído en “pecado mortal” y no sólo eso, sino que había sido con un profesor de tres al cuarto.

Ellos lo achacaron a que el tal Santi era un seductor y que había aprovechado su inocencia para conseguirla, sobre todo al conocer su situación económica, en realidad no andaban mal encaminados, porque cuando consiguió follar a Encarna hasta dejarla preñada siguió buscando otras alumnas que no oponían ninguna resistencia a sus “encantos” , ya sea por un motivo u otro.

Encarna me contó que ella se resistió, que hizo todo lo posible pero cuando Santi descubrió su punto débil, que ni siquiera ella lo conocía no pudo resistir.  La chica levantó su melena y detrás de su oreja derecha tenía una marca de nacimiento, cualquiera hubiera dicho que era un lunar o una peca grande pero era como la diana que la excitaba de una forma especial.

Por curiosidad y sin creerlo pasé los dedos por la mancha marrón, era como una flor pero, el resultado fue sorprendente, Encarna cerró los ojos y quedó agarrotada, su cuello se puso de piel de gallina y su pelo se erizó por toda la nuca.  Miré incrédulo y ella echó los hombros hacia atrás y me demostró que sus pechos hinchados de leche marcaban los pezones como si sus hijos hubieran terminado de chuparlos, al momento unas manchas de leche mostraron un círculo húmedo alrededor de ellos.

  • Es sorprendente, no creí que fuera tan radical.
  • Ni yo tampoco, cuando Santi lo hizo por primera vez me recorrió un escalofrío desde aquí hasta ahí.

Encarna me señaló su entrepierna, debajo del volante del Mercedes apenas podía ver mucho pero levantó su falda y me enseñó más arriba de las medias, tenía las piernas muy bonitas, era la primera vez que me fijé en ellas y con el sol llegando hasta lo más profundo de los muslos pude distinguir la raja de su coño.  Mi mano instintivamente fue hacia allí pero ella me sujetó la muñeca.

  • Lo siento Paco pero todavía no puedo, cuando nacieron mis hijos me tuvieron que cortar y no fue poco, tengo que guardarme una temporada.
  • Mmm, es una pena, no sé si te habrás dado cuenta de que no hemos hecho nada todavía, bueno, me refiero a…
  • Sí, y no creas que no tengo ganas, el día que nos conocimos, cuando estaba embarazada, me hiciste feliz por muchas cosas, necesitaba tu consuelo pero además necesitaba tu polla, te lo habría pedido pero creí que pensarías mal de mí, ahora me arrepiento.
  • No te preocupes, sé esperar, aunque cuando me acariciaste en el hospital me sorprendí mucho y no sólo por la paja que me hiciste sino por mostrarme todo tu cuerpo y sobre todo tus tetas lactantes.
  • Era lo único que pude ofrecerte, en realidad no te he podido corresponder en casi nada, ni siquiera te besé tú…

Encarna tiró de la palanca y el asiento se desplazó hacia atrás, ganó más movilidad y se inclinó hacia mi asiento, mientras me besaba la boca suavemente yo intenté abarcar la teta más cercana, el coche aunque era grande no era la mejor opción para lo que pretendíamos.

El suéter de cuello cisne que llevaba la chica era fino, marcaba sus tetas perfectamente pero no dejaba llegar hasta ellas, Encarna se dio cuenta enseguida y se lo sacó por la cabeza, esperé a que terminara, cuando se giró hacia el asiento trasero para dejarlo, las tetas se comprimieron dentro del sujetador y dejaron salir unos chorritos de leche que mojaron la leve prenda.

No contenta con eso también soltó el cierre delantero y las dos tetas hinchadas quedaron libres debajo del sol.  Yo ya había bajado mi pantalón hasta los tobillos y Encarna buscó en mi bóxer lo que se marcaba claramente, le hacía ilusión descubrir lentamente lo que había porque no la sacó de golpe, prefirió ir sacando el capullo primero y descubrir el glande, al ver el prepucio ya retirado acercó la boca y besó el ojo el glande, ya asomaba una gota y con la punta de la lengua la recogió.

  • Es la primera vez que te veo la polla, cuando te acaricié a oscuras en el hospital me pareció grande pero ahora de cerca me parece enorme, si me metieras esto ahora me soltarías los puntos.
  • No creo que fuera así, de todas formas hay otras opciones, aunque prefiero esperar para cuando estés en plenas facultades.
  • Te confieso que me da miedo terminar de sacarla, si hasta ahora ya asomó esto…
  • No te preocupes, el día que la sientas dentro de ti te parecerá poca.
  • Ya me estoy mojando, sólo con tocarla.

Lentamente fue descubriendo la polla, hasta que levanté el culo del asiento y ella tiró del calzoncillo, la polla saltó como un muelle quedando pegada a mi vientre, la obligó a alcanzar sus labios y después de unos besos cariñosos, abrió la boca y aspiró.

  • Puedes tomar medida con la boca, verás que nada es imposible.
  • ¡Oh, que gruesa es!, me voy a desencajar la mandíbula.

Las tetas de Encarna colgaban de su pecho goteando leche sobre el asiento, puse las manos debajo y a la vez que me llenaba las palmas de gotas blancas las fui subiendo hasta alcanzar los pezones, cuando los exprimí sentí una sensación especial, ya que salieron de cada pezón dos o tres chorros de leche a presión.

Encarna al notar que amasaba sus tetas con dificultad se acercó más a mí y quiso dejarlas a mi completo alcance, el asiento era ancho y pude recostarme y buscar con mi boca las tetas colgantes, ella pasó sobre mí y buscó la polla vertical, no llegamos a hacer un 69 porque no podía ser, pero lamimos y chupamos hasta que ella se estremeció sobre mí.

Al mismo tiempo que subía y bajaba la cabeza sobre mi polla yo acariciaba su punto débil, noté cómo toda su piel se erizó y quedó rígida, soltó mi polla y su cara se hundió en mi ingle con la verga palpitando en su mejilla.

Mi cara estaba empapada de leche, pues no pude atender a la vez las dos tetas que manaban como fuentes, tampoco pudo ella, cuando pudo recuperarse y volver a meter la verga en su boca, tragó la leche que me extrajo, chorro tras chorro.

Por suerte al lado de la tapia había una pila de agua con un grifo, posiblemente para servicio del cementerio, adonde pude lavarme la cara y las manos, ella me dio unos pañuelos de papel que mojé y pasé por sus areolas,  dejándolas duras pero limpias.

Cuando salimos  a la carretera la falda descubría sus muslos hasta más arriba todavía, un rayo de sol llegó a mostrar sus bragas que brillaban de humedad.  Su cara demostraba felicidad y como broma volví a acariciarle su peca, ella sonrió y dio un pequeño volantazo sugiriendo que era capaz de volver a la tapia del cementerio.

El recibimiento en su casa fue tal como había descrito, el padre muy jovial, me trató como si me conociera de toda la vida, su madre muy adusta apenas me saludó, nos miró a los dos y cambio de gesto.

El padre de Encarna, don Justo, me enseñó la casa, sobre todo lo que a él le gustaba más, tenía caballos y maquinaría agrícola en abundancia pero la joya de la corona la guardaba en un almacén aparte, parecía un santuario, nada que ver con lo que había afuera, con un orden escrupuloso atesoraba una serie de coches antiguos, perfectamente conservados y brillantes, cuando encendió todas las luces brillaban como monedas de oro, los había de todas las marcas y de todas la épocas.

Disfrutaba contándome sus historias y sus prestaciones, yo no entendía la mayoría de cosas que me explicaba pero admiraba la pasión que ponía en ellos.  Me demostró que algunos arrancaban como si aún estuvieran en el concesionario por estrenar, se le veía feliz,

Cuando salimos siguió enseñándome su otra afición, en su despacho, lleno de prospectos de fertilizantes y simientes me mostró un armero, en él una serie de armas de caza, desde modelos antiguos como un mosquete hasta las escopetas repetidoras de dos cañones superpuestos.

Se mostraba orgulloso como si fueran sus hijos, me enseñó los numerosos trofeos que había conseguido en concursos, incluso en algún safari, pues también tenía carabinas de precisión con teleobjetivo, su despacho era como un museo de cazador, con algunas cabezas de piezas disecadas.

  • ¿Qué te parece Paco, te gusta lo que viste?
  • ¡Claro, es espectacular!, imagino que disfrutará de lo lindo cazando.
  • Desde luego, algún día te contaré mis “cacerías”, son especiales.
  • Si usted lo dice… imagino que las presas valdrán la pena…
  • Sin duda, no lo sabes bien, soy un sibarita para eso, Jajaja.

Luego, sobre la mesa de su despacho me enseñó el plano de su finca, eran campos y campos dedicados en su mayoría a cereales, el terreno era llano como la palma de la mano donde la maquinaria se perdía de vista cuando cultivaban en ella.

Me explicó sus proyectos de poner viñas, recordé las indicaciones de Mariano y con la seguridad que me dio, le aconsejé sobre las variedades de la uva.

  • Primero de nada le aconsejaría que analizara la tierra, dependiendo de su PH le interesará una variedad u otra, de todas formas lo que más interesa es la Tempranillo o la Cabernet Sauvignon o también la Garnacha tinta, eso depende, puede que también la Merlot o la Malbec.
  • Veo que estás muy informado en esto, así me gustaría que fuera mi hija, si hubiera seguido los estudios le habría construido una bodega, siempre quise tener un hijo para que me siguiera en los negocios.
  • Eso no tiene nada que ver, su hija es muy inteligente y muy decidida, yo de usted la tendría en cuenta para todo esto.
  • ¿Tú crees que ella, una mujer…?
  • Por supuesto, las mujeres son tan capaces como cualquiera, y su hija es digna de sucederle.
  • Vaya, parece que conoces a Encarnita más que yo, eso me gusta, tendré que pensarlo.
  • No lo dude, dele responsabilidades y verá cómo no le defrauda.
  • Me gusta la decisión que tienes, sí señor, me gusta, creo que haríais un buen equipo a mi lado.
  • Ojala, pero aún me falta mucho por aprender.
  • Eso que tú dices, es pronto pero para ti no será problema.
  • Ni para su hija tampoco, no lo olvide.

El hombre estaba orgulloso de su hija y me preguntó por qué sitios empezar a plantar la viña.

Yo intenté orientarle según los consejos de Mariano y claramente quedó complacido.

  • Bueno, ya hablaremos con tiempo, te enseñaré los campos y ya me dices si es adecuado respecto a la orientación y demás.
  • Por supuesto, espero serle útil.
  • Pues vamos con los demás, ya tengo ganas de ver a mis nietos, son unos fieras comiendo, bueno mamando, Jajaja.

En la salita encontramos a Encarna y a Olga, su madre, se estaban preparando para alimentar a los gemelos, Encarna se alegró al verme y me pidió que la ayudara, lo dijo con una naturalidad que sorprendió a sus padres, sobre todo a su madre, la mujer era bastante joven, quedó embarazada de Encarna al poco de casarse, por “cuando Dios quiera”, o sea que no se privaron y pronto lo consiguió.

Con la misma naturalidad me acerqué a la joven mamá y la dispuse para dar de mamar al primero, mientras su abuela le sujetaba yo le descubría las tetas a Encarna y las limpiaba con una gasa, la señora Olga miraba escandalizada la forma que manejaba las mamas de su hija, y cuando le coloqué al pequeño para que chupara le acerqué el pezón a su boquita.

Don Justo, una vez ya visto a sus nietos, se puso a leer el periódico y no vio la escena pero la señora Olga estaba horrorizada al ver la confianza que teníamos, cuando ya el niño se puso a tragar leche yo acomodé la otra teta para que no goteara, Encarna se dejaba hacer con complacencia hasta que su madre estalló.

  • ¡Por favor hija!, ¿no crees que estás demasiado destapada?, no está bien que “todo el mundo” te vea los pechos, me parece un poco indecente.
  • ¿Por qué mamá?, Paco es como de la familia, o más ¿no ves con qué delicadeza me trata, me coloca y me limpia los pezones?
  • Por Dios Hija, lo dices de una forma que parece hasta obsceno.
  • No te preocupes mamá, Paco tiene mucha experiencia, en el hospital también le hacía lo mismo a la señora que teníamos al lado.
  • ¿También le tocaba las tetas a la otra señora?
  • Claro, y menudas ubres tenía, ¿verdad Paco?
  • Sí señora, tenía unas tetas casi el doble de grandes que Encarna, que no dejaban de manar leche, a veces su hija no podía hacerlo sola y le ayudaba a descargarlas.
  • ¡Qué escándalo!, en mis tiempos eso no se veía.
  • Mamá no digas eso, que sólo tienes veinte años más que yo, ¿A ti no te hacía lo mismo papá?
  • ¿Tú padre?, ni pensarlo, tu padre ni se fijaba en esa cosas, ni yo lo habría consentido, no faltaría más.

Quizá nos confabulamos los dos de más, pero estuve manejando las tetas de Encarna delante de su madre de una manera que parecía lasciva, hasta que no pudo aguantar y salió de la salita santiguándose.

Cuando estábamos a punto de cenar sonó el teléfono y contestó don Justo, al principio hizo cara de disgusto pero pronto cambió de semblante y después de unas frases cortas colgó.

  • ¡Qué rabia!, mañana tengo que irme, me acaban de avisar que me han apuntado al Campeonato de Tiro al Pichón y eso que ya les dije que no, pero como dicen que sin mí no hay concurso…
  • ¿Entonces te vas mañana?
  • Sí, muy temprano, ¡qué remedio!, si quieres Paco, puedes venir conmigo…
  • No gracias, admiro su afición, sus armas y demás, pero a mí eso de matar animales…
  • Jajaja, eso te honra, lo cierto es que a mí tampoco creas… pero cuando me aplauden… porque no fallo ni un tiro, ¿sabes?…
  • Debe ser excitante, sí.
  • No lo sabes bien, es apuntar y… blanco.

Estuvimos de tertulia hasta tarde, don Justo se fue a dormir pronto, porque tenía que madrugar, dijo que el Campeonato se celebraba en un pueblo de Zamora, o sea que estaba lejos, la señora Olga aguantó hasta el final, no se fiaba de mí por el trato que le hacía a su hija querida y antes de acostarnos volví a repetir la escena de los niños, Encarna estuvo recostada sobre el sillón con los pechos destapados, ya que hacía mucho calor en la salita con la chimenea a tope.

Los niños parece que lo entendieron porque cuando su abuela los sujetaba lloraban desesperadamente, en cabio cuando los cogía yo sonreían e incluso daban palmas. Todas estas cosas indignaban a la joven abuela, que veía que un joven intruso manejaba a su hija metiéndole mano sin pudor por donde quería mientras ella se mostraba encantada.  Hasta la acompañé a su habitación y acosté a los niños en sus cunas. Luego salimos su madre y yo, me miraba de reojo con la mirada huraña por lo que estaba demostrando con su hija.

Entre sueños oí alejarse el potente todo terreno de don Justo, todavía faltaba mucho para amanecer pero el camino era largo y me volví a dormir.   No había pasado mucho rato cuando me desperté sobresaltado.

  • ¡Chico despierta!
  • ¿Qué pasa, señora Olga?
  • ¡Qué va a pasar, que no he podido dormir por tu culpa!
  • ¿Por mi culpa, que hice yo?
  • Eso es lo que quisiera saber ¿qué has hecho con mi hija?, seguro que tienes algo que ver con ella, estoy segura que sois amantes.
  • ¡Qué dice señora Olga!, yo a su hija no le he tocado ni un pelo.
  • Eso se lo dices a otra, he visto cómo ella disfruta con que la toques y no un poco, la magreas delante de mí como si fueras su marido, mejor dicho su querido.
  • Por favor señora Olga, que yo no me he metido con Encarna para nada.
  • A eso me refiero, seguro que le habrás metido lo que hayas querido, te creo capaz.
  • Le aseguro que no “le he metido”, como usted dice, nada.
  • Claro, todos sois igual, siempre estáis empeñados meter “esto” adonde veis unas faldas.

Cuando dijo “esto” me dio una palmada despectiva sobre la polla, no la tenía dura, desde luego, pero la mujer después de darme con el revés de la mano volvió a darme con palma mucho más despacio.

  • Ya veo, siempre pensando con lo mismo, a saber que habrás estado haciéndote después de tocarle las tetas a mi hija.
  • Señora, ya le aseguré que no le he metido nada a su hija, se lo puedo jurar por el santo que quiera.
  • No difames a los santos  –se santiguó con espavientos- ­.

En una rabieta tiró de la manta y me destapó, estaba segura de lo que decía y no admitía réplicas.  Lo que se encontró no se lo esperaba, la polla dormida estaba “descansando” sobre mi cadera, se marcaba el bulto todo a lo largo del bóxer y no sólo eso, sino que los huevos no dejaban de aparecer pegados al tronco como dos mandarinas.

  • ¡Por Dios! ¿Qué es eso?
  • Usted sabrá, ya que me ha destapado creo que tiene derecho a saberlo, déjeme la mano.

Con reticencia dejó que le cogiera la mano y ponerla sobre el bulto. Se notaba muy incómoda con la situación pero no solté su mano y ella cada vez demostró menos “ascos”.

  • ¡Qué barbaridad!, no es posible, si parece…
  • No lo parece señora Olga, lo es, puede tocarla si quiere, le aseguro que no muerde.
  • ¡Ni pensarlo, que te piensas!, aunque reconozco que nunca vi nada parecido.
  • No se quede con la duda, espere.

Sin soltar su mano bajé la goma de la cintura y saqué la polla, que a esas alturas ya estaba a más de media erección, ella intentaba huir por todos los medios con la mano abierta pero cuando le puse la verga en la palma la cerró con fuerza.

Quedó mirando fijamente aquello que le quemaba en la mano sin mover ni un dedo, le sujeté la muñeca y moví mi cadera, la polla resbaló dentro de su puño descubriendo el capullo, sus ojos se abrieron todavía más al ver aquella barra que le obligaba a abrir la mano cada vez más.

  • Esto no puede estar pasando, eres un descarado, a una señora como yo no se le trata así.
  • Siento si le ofendí pero creo que le hace falta un poco de fe en sí misma.
  • Desde joven he luchado por evitar todo esto, siempre me han dado asco los hombres que me han mirado con cara de lascivia.
  • Estoy convencido que está traumatizada con el sexo, como ve no es nada malo, el mal está en la mente del que piensa así, si quiere suélteme y aquí no ha pasado nada.
  • …….
  • Me parece que ni usted sabe lo que quiere,  ¿pretende decirme que no le gusta lo que tiene en la mano?
  • No, ¡Dios mío, ya no sé lo que me pasa, no sé lo que digo!, toda mi vida luchando por mis convicciones y ahora…
  • No se martirice, deje que las cosas fluyan, es mejor así, ya tiene edad para vivir la vida.
  • No sabes lo que he sufrido intentando luchar contra mis instintos.
  • Usted es muy joven para pensar así y su hija no tiene la culpa de su forma de pensar.

Al mismo tiempo que le intentaba convencer iba soltándole los botones de la bata, ella parecía ensimismada en su lucha interior, lejos de soltar acercó la otra mano y se aferró a los huevos que quedaban pegados, los acarició con curiosidad como si no hubiera visto ningunos y separó los brazos para que siguiera abriéndole la bata.

Cuando apareció el camisón me sorprendí de que una mujer joven como ella usara una prenda tan casta y pudorosa, la cubría desde el cuello hasta los pies, estaba adornado de puntillas muy elaboradas, pero incómodo a todas luces.

Me moví varias veces intentando que reaccionara pero siguió hipnotizada, mis manos fueron subiendo por sus piernas, al llegar a sus muslos cerró los ojos, se notaba que sus instintos dormidos luchaban contra sus creencias y no sabía cuál iba a vencer.

La segunda decepción que me encontré fue al rozar las bragas con los dedos, eran tan burdas que repelían al tacto, llegaban hasta más allá de su cintura y de un tejido tan áspero que debía de irritar la piel.

Olga dejó de respirar cuando tiré de la prenda, supuso que el demonio había vencido a su virtud y un gesto de terror se dibujó en su cara.  Preferí seguir hacia arriba y pasar de largo, al llegar a su estómago, se relajó un poco pero cuando notó que llegaba a sus tetas volvió a envararse.

Ahí sí tuve una buena sensación, la dureza, la suavidad y la tersura de sus tetas me sorprendieron, mejoraba mucho a su hija, era una sensación especial que valoré y acaricié con delicadeza, al encontrar sus pezones estaban tan suaves que se estremeció, al rozarlos, los noté tan duros que temblaron al pulsarlos.

Olga permanecía con los ojos cerrados, no quería verse, se negaba a reconocer que su cuerpo necesitaba de aquellas caricias, aún así no podía soltar aquel miembro que tanto había soñado.

Estaba en un estado tan enajenado que no sintió cuando tiré del camisón hacia arriba, sin darse cuenta se ladeó para facilitarme la operación y sólo lo notó al sentir el fresco en sus tetas.  Sus pezones no pudieron salir más pues estaban al máximo, solamente las areolas se marcaros sobre el resto de piel.  Mis labios les dieron valor y al aspirarlos noté como sus manos presionaban suavemente mi verga.

Sin dejar de lamer sus tetas impresionantes tiré de sus bragas hacia sus rodillas, Olga ensimismada en sus pensamientos levantó el culo para que siguiera hasta los tobillos y desde allí cayeron al suelo.

  • Olga, relájese, no quiero hacer nada que usted no quiera, sólo quiero ayudarla.
  • Por favor, ya no sé lo que quiero, estoy confundida.
  • ¿No le gusta lo que tiene en las manos?
  • No, digo… no sé, nunca vi algo igual, es enorme, nunca creí que llegaría a tocar algo así.
  • No tenga miedo, deje que le demuestre lo delicado que puedo ser.
  • No, esto es una barbaridad, no es propia de un hombre, me da miedo.
  • No se preocupe, confíe en mí, acaríciela como a un gato, verá lo agradecida que es.

Con ternura pero con miedo fue pasando la mano a lo largo de la polla que saltaba a cada pasada, le debió conmover la suavidad del prepucio porque acercó la boca y lo besó, fue un beso apenas perceptible pero le siguieron una serie más intensos, hasta que sacó la lengua y tocó levemente la punta, el capullo estaba morado y tirante, el anillo tan duro que brillaba, sus besos fueron ampliándose hacia el tronco hasta llegar a los huevos.  Cuando enredé mis dedos en los rizos de su pubis no se lo creyó y miró hacia allí.

  • No por favor, ahí no, eso es adulterio.
  • No pienses en eso ahora, piensa en que tus tetas han agradecido mis caricias, tus pezones son tan sinceros que han salido a recibir mi lengua con ganas.
  • Sí, lo reconozco pero no es igual, a mi hija también le tocas las tetas, es más o menos igual.
  • Yo diría que hay unos ligeros matices pero sí, y si te soy sincero me gustan más las tuyas que las de tu hija.
  • ¿De verdad, o lo dices para conformarme?
  • Nunca fui tan sincero, con estas cosas no miento nunca.
  • Dios mío, ¿qué voy a hacer?, estoy angustiada.
  • No te preocupes, sólo siente cómo te acaricio entre las piernas.
  • Bueno, si es ahí sólo, pero no pases más allá.
  • Te lo prometo, no pasaré más allá de lo que me permitas.

Le notaba temblar entre los muslos, instintivamente abría y cerraba las piernas, yo apenas tenía el tiempo de avanzar unos milímetros cada vez, pero eran decisivos, pues de mi paciencia dependía el éxito.

Al poder avanzar tan despacio cambié de táctica, imaginé que a los besos le tendría menos aversión que a las manos y volví a dedicarme a sus tetas que ya contaba con su aprobación, desde abajo hasta arriba mi lengua lamió y chupó aquellas maravillosas tetas, yo intentaba aspirar como si fueran las de Encarna, intentando sacar la leche que no había, lo que conseguí fue que los pezones se hundieran en mi boca hasta llegar al paladar, ella separaba los brazos para que llegara a las dos por igual, sin dejar ningún rincón por lamer.

Desde su cuello hasta el estómago brillaba mi saliva, me permití aventurar hacia abajo y de momento no encontré oposición, solamente al llegar al ombligo, Olga me frenó la cabeza, la mantuvo unos momentos quieta, yo notaba en mis labios las dudas que tenía sobre dejarme seguir, su vientre vibraba indeciso.  Al notar que aflojaba mi cabeza comprendí que el SI había ganado al NO y seguí llenando de besos aquella piel suave, al llegar al límite del bosque paré, ella volvió a cogerme la cabeza, pero esta vez no para frenarla sino para empujarla hacia abajo,  se había mentalizado y deseaba que siguiera mi viaje.

Como un arado en la tierra virgen fui separando con la lengua aquella maraña de vello negro, se iban desenredando según araba dejando un surco mojado, hasta que llegué hasta donde se partía en dos, allí se hundió mi lengua y sus manos volvieron a frenar mi cabeza.

Yo no quería más interrupciones, pero le concedí la última duda, en cambio al pasar las manos por debajo de sus muslos y separarlos no tuve resistencia, noté en mi lengua quieta hincada entre cómo se separaban sus labios y sin esperar más atrapé con los míos el duro botón que toqué abajo.  Fue tocar, chupar y absorber, todo seguido y antes de que se diera cuenta mi lengua titilaba el clítoris bien sujeto por mis dientes.

  • ¡Aaaah, Paco, eso no por favor… eso no!, eso no me lo hizo nadie.
  • No lo pienses, si nadie ha sabido tratarte no es culpa mía pero debes confiar en mí, voy a subirte al cielo.
  • No digas blasfemias, al Cielo no.
  • Como quieras, pero muy cerca de él sí que estarás… si me dejas.
  • Sí Paco, sigue pero despacio, necesito mentalizarme, todo esto es demasiado para mí.

Jugué a hacérselo desear, estuve lamiendo el clítoris hasta ponerlo tan duro como sus pezones, al momento lo dejaba libre y lamía su ingle, ella al sentirse abandonada levantaba el culo buscando mi boca, de una ingle pasaba a la de al lado dejando su coño intacto, Olga se desesperaba, ahora estaba impaciente, su ángel bueno estaba derrotado, mientras que su demonio iba ganando terreno.

Estaba en una postura incómoda, con los codos hincados en mi colchón y los pies en mi almohada, su cuerpo como un puente ansiaba que mi boca lo atendiera urgentemente, sus labios estaban tan abiertos que podía ver el brillo que salía de su agujero, olía a mujer caliente, un olor que me volvía loco, así que no la hice esperar, abrí la boca y cubrí todo su coño con ella.

Desde el clítoris hasta su vagina lamí barriendo todo lo que encontré, ella gemía moviendo la cabeza a los lados, todavía tenía retazos de remordimiento, pero ya iba cuesta abajo sin poder frenar.

Cuando metí la lengua en su coño me encontré con una oleada de jugos, se estaba corriendo sin esperarlo, posiblemente aquel orgasmo era tan desconocido que no supo advertirlo pero los temblores y espasmos en todo su cuerpo no eran premeditados, no pudo aguantar la tensión y cayó tendida en la cama.

No paró de estremecerse mientras se corría, lo hacía calladamente, con la cara a un lado sin mirarme, parecía que no quería que viera cómo se corría una mujer como ella.  Antes de que se calmara subí sobre ella y sin avisar me colé entre sus piernas a lo misionero, me apoyé con los codos en la cama y solamente la polla entró en ella sin que notara mi peso.

No sé cuál sería su sensación, parecía abducida, con los brazos tan abiertos como sus piernas, me recibió dando gracias a todos los santos, parecía rezar la letanía completa, mientras sus tetas se bamboleaban en todas direcciones al empuje de mi polla.

  • ¡Madre mía, no me abandones ahora!, ¿qué me está pasando?
  • Te estás corriendo como una mujer de carne u hueso, tienes un orgasmo como nunca lo tuviste.
  • No sé si será un orgasmo pero es divino, uf, ya no sé lo que me digo, Señor.

Posiblemente Olga fuera multi orgásmica y no lo supiera pero sus temblores fueron continuos y crecientes, su dormida sensibilidad inicial fue transformándose un una lujuria que la llenaba y salía de su cuerpo por cada poro, de los suspiros pasó a los gemidos y jadeos, incluso algunas veces al llanto, cuando unos gritos de liberación le salieron como una explosión me dejé caer en ella dispuesto a llenarla de leche, sería mi premio a su primera y gran victoria mental sobre su sexo.

Mi polla palpitaba vigorosamente, los huevos se pegaron a ella todavía más, dispuestos a bombear hasta la última gota de leche en aquella mujer recién renacida a la vida y cuando ya notaba el calor de la oleada a punto de salir sus ojos se abrieron aterrorizados…

  • ¡No, dentro de mí, no!
  • ¿Qué quieres decir?
  • ¡Que no te vengas dentro de mí, me puedes embarazar!
  • No creo, y en todo caso puedes dudar que es de tu marido.
  • No, de mi marido no, es imposible que así sea.
  • ¿Qué no te folla?
  • Sí pero… Justo no puede… ¡es estéril!
  • ¡Ah, creí que ibas a decir impotente! Pero…entonces… Encarna…
  • Dios, … ¿Por qué me haces esto? Toda la vida ocultándolo…
  • ¿Quieres decir, que tu hija…?
  • Sí, mi hija no es de Justo, es de… oh, estoy desesperada.
  • No me digas nada, prefiero no saberlo.
  • Gracias, sería un pecado mucho mayor, el padre no debe tener hijos.
  • ¿No puede o no debe?
  • Poder sí puede, ya lo creo, ya ves, pero deber… no debe, sería un escándalo, no le dejarían celebrar.
  • ¿Quieres decir que él es...?
  • Sí, pero júrame que no lo dirás nunca, esto no debe saberse, se me ha escapado sin darme cuenta, nadie lo sabe más que tú, ahora.
  • Está bien, tranquila, tienes mi palabra, pero volviendo a adonde empezamos, si no quieres que me corra dentro… ¿Adonde prefieres que lo haga?
  • En el suelo, ya lo limpiaré yo.
  • Perdona Olga, pero sería la primera vez que echo a mi “familia” al suelo.
  • Pues adonde quieras, menos dentro de mí…
  • ¿En tu coño no?, está bien, levanta las piernas, tengo una idea.
  • ¿No has dicho que no me ibas a meter la leche ahí?
  • Y lo mantengo, anda, haz lo que te digo.

Lo hizo, confió conmigo sin sospechar mis intenciones, hice que levantara las piernas hasta mis hombros y le separé los tobillos, seguramente pensó que me correría sobre sus rizos, incluso puso las manos sobre su vientre como barrera para frenar alguna ráfaga larga, pero descuidó la retaguardia.

Me aseguré que sus flujos habían bañado la regata de las nalgas y el culo estaba tan mojado como el coño y apunté al centro, después de dos pinceladas…

  • ¿Qué haces?, ¡te has equivocado, por ahí no es, échame la leche en el vientre!
  • Eso voy a hacer, te voy a llenar el vientre de leche pero no por fuera, sino por dentro.
  • ¡Nooo, por ahí es imposible… si tuve que rezar todo lo que sé cuando la metiste en mi coño!
  • Pues repasa tus oraciones porque las vas a necesitar, encomiéndate a quien quieras, que allá voy.
  • Por favor, no, no lo hagas, te remorderá la conciencia luego.
  • No creo, es más, a ti sí que te remorderá, si no meto la polla en este culo tan sabroso, por cierto, ¿sabes que lo tienes mejor que tu hija?, igual que las tetas, pero no se lo digas ¿eh?
  • ¿De verdad? …gracias, si tú lo dices, que entiendes tanto.

La distraje, incluso se sintió adulada pero cuando empujé la pillé distraída y al gritar ya estaba el capullo dentro de su culo. Esta vez no rezó, pataleó hasta que derrotada sujetó las piernas por debajo de sus rodillas para que la polla entrara y saliera sin mucha dificultad y antes de darse cuenta, se había vuelto a correr.

  • ¡Paco, fóllame el culo, no pares, aaah, métela de golpe, toda entera, hasta los huevos, no pares ahora, Paco, empuja fuerte, ooooh, fóllame como nadie me folló nunca, ni el cura lo hizo así!
  • ¡Olga, no nombres ahora al cura!
  • A la mierda el cura, clávame la polla en el culo y córrete en él o adonde quieras.
  • Me gustaría ver cómo te la bebes.
  • Como tú digas, pero sigue, que me viene otra vez.

Le concedí el capricho y luego de correrse la saqué y trepé sobre ella amasando sus tetas, buscó la polla con la boca y no la soltó hasta llenarse la lengua de crema blanca.

  • ¡Ahora sí que estoy convencida de que no se la metiste a mi hija!, si no, se lo notaría en la cara, ahora sí que estoy bien follada, espero repetirlo antes de que te vayas, ha sido un sueño y lo del culo… una sorpresa maravillosa.
  • Me alegro Olga, espero que a tu hija también le guste como a ti.
  • Seguro que sí ¿pero… qué estoy diciendo, a mi pobre niña?
  • Seguiré tus consejos y si quieres le diré que me lo has recomendado tú.
  • Nooo, esto que me ha pasado todavía no lo comprendo, no quiero que sepa cómo he disfrutado, yo que estuve toda la vida amargada, nunca me toqué como lo hacían mis otras amigas y luego de recién casada no sentí placer y me sentí culpable, incluso se lo confié a mi confesor, él me puso una penitencia, me dijo que tenía que probar con otra persona y ¿quién mejor que él?,
  • Claro es lógico, Jajaja.
  • Sí, me dijo que me acercara, a aquellas horas la iglesia estaba desierta, en penumbra, el confesionario estaba debajo de la escalera del coro, cuando me dijo que me arrodillara delante del confesionario no sospeché, de las cortinillas moradas apareció una cosa que no acerté a distinguir pero una mano salió por encima de aquello y me guió la cabeza hacia allí, me di cuenta porque apuntaba a mi boca provocando que la abriera y entró despacio pero hasta casi el fondo, otra mano pareció y entre las dos sujetaron mi cabeza y aquel pene fue entrando y saliendo en mi boca.
  • Joder, que fuerte.
  • Sí, yo me resistí al principio, a mi marido no le consentí nada parecido, pero era fuerte y no pude evitarlo, por otra parte no quería provocar un escándalo, ya que me conocía todo el pueblo y recién casada…
  • Menudo lio.
  • Y tanto, el caso es que de pronto me soltó la cabeza y las cortinillas se abrieron, dentro del confesionario estaba muy oscuro y con la sotana más, abrió la portezuela y me hizo entrar, antes de darme cuenta estaba sentada de espaldas a él sobre sus piernas, con la falda levantada y su cosa dentro de mí, tengo que reconocer que me gustó, estaba desesperada, era una locura pero al sentir aquella verga en mi me dio valor para averiguar si él tenía razón.
  • ¿Y la tenía?
  • En parte sí, sentada sobre su regazo, había metido las manos por debajo de mi blusa de cuello alto, me cogió las tetas por atrás y las soltó por debajo del sujetador y las pellizcó con los dedos.  Era la primera vez que alguien se interesaba por mis tetas y me gustó.
  • Pues tus tetas son para perderse en ellas.
  • Gracias, pero él no se conformó con eso, pensé que quería demostrarme que estaba equivocada y eran imaginaciones mías pero no, no llegué a correrme aunque casi, le dije que sí porque no sabía lo que ha sido contigo.
  • ¿Y él que hizo, paró?
  • No, siguió y siguió hasta que tiró de mis tetas hacia atrás y recostándome sobre él se corrió dentro de mí.
  • Waw, y yo que creía que en un coche se estaba estrecho.
  • Bueno, eso fue sólo la primera vez, a partir de aquel día me dijo que sería mejor confesarme en la sacristía y así lo hicimos una temporada hasta que me di cuenta de que estaba preñada.
  • Y Justo, ¿no se enteró?
  • No, como voy tanto a la Iglesia lo vio normal, incluso me animaba porque volvía contenta.
  • Sí, pero si él era impotente…
  • No, él podía follarme y lo hacía pero mal, se corría antes de tres metidas, luego me enteré que de pequeño tuvo una enfermedad que atrofió a sus “bichitos”, su orgullo no le dejó reconocerlo y cuando tuve a Encarna se “convenció”.
  • Vaya historia. ¿Y qué vas a hacer ahora?
  • De momento soñar, recordar este momento, has sido un ángel bueno para mí, el mío de antes está trasnochado, lo le desahuciado ya y si tengo suerte podremos repetirlo, ¿verdad?
  • Por mí no hay inconveniente, a pesar de todo follas muy bien.
  • Es el mejor halago que me han hecho, espero aprender mucho contigo.
  • Y yo te enseñarte todo lo que sé.

Cuando volvió Justo venía contento, traía una copa, había ganado otra vez el Campeonato, ya  en su despacho me enseñó la escopeta, era una maravilla con el cañón grabado, me enseñó como abrirla, miré por los cañones y aspiré, no sabía cómo olía la pólvora pero aquello no olía a nada.

  • Justo, una pregunta… ¿la pólvora no huele a nada?
  • Schiit. No hables alto,… ¿puedes guardarme un secreto?, no huele porque no he disparado, hace tiempo que no disparo ni un tiro, tengo una amante en Zamora, ella me compra los trofeos y me los hace grabar, pasamos el fin de semana follando en un hotel rural en la montaña, pero de esto ni mu a nadie, ¡confío contigo!
  • Tranquilo don Justo, los secretos son lo mío, soy como una tumba.
  • Así me gusta, ¡ah!, a partir de ahora, llámame Justo a secas.

Continuará.

Si le gustó, valore y comente.

Gracias.