El vagabundo (16)

Un incidente, que casi termina en tragedia, me hizo aprender una lección, por fortuna las cosas terminaron bien, además parece que Juan también se alegró de mi ayuda.

En la bodega había mucha actividad, los bodegueros estaban trasegando el mosto de un depósito a otro, éstos eran altísimos y brillantes, Mariano supervisó los trabajos y luego me invitó a dar una vuelta con el Land Rover .

  • ¿Paco, ya sabes conducir un coche?
  • No, todavía no me atrevo, después del “éxito” con el tractor…
  • Eso fue mala suerte, es conveniente que aprendas, aquí por los caminos no hay peligro, te explicaré como se hace y así cuando te apuntes a una autoescuela te será mucho más fácil.

Iba a decirle que no pero Mariano ya había parado el coche en medio del camino desierto y dando la vuelta hasta mi puerta, la abrió y dijo…

  • Venga, no seas miedoso, pasa al otro lado y verás que sencillo es, a mi no me costó nada aprender.
  • Es que yo… si luego pasa algo…
  • ¿Qué va a pasar?, lo único que puede pasar es que te salgas a una viña y de eso ya eres especialista, Jajaja.
  • Joder Mariano, no me lo recuerde.

Apenas me dio las explicaciones básicas respecto a cómo arrancar en primera, encendió el puro y el coche se llenó de humo, tuve que abrir la ventanilla y concentrarme en la conducción como si hubiera niebla.  Después de unas cuantas caladas, rascones de marchas y saltos bruscos, pude rodar más o menos suavemente.  Se empeñó que volviéramos hasta el almacén y cuando ya llegábamos un hombre salió corriendo hacia nosotros.

  • ¡Mariano ven, corre, Felipe se ha metido en el Depósito 2 para limpiarlo y no sale ni contesta, debe ser por el “tufo del vino”!
  • ¿Hace mucho que bajó? ¡Llamad a una ambulancia!
  • No, apenas unos minutos pero me da miedo lo que pueda pasarle.

Yo había estudiado los problemas que daba el dióxido de carbono, es un gas muy peligroso que se forma en los depósitos del vino y que provoca muchas muertes al año, primero provoca la inconsciencia y luego la muerte por asfixia, los dos saltamos del coche y corrimos hacia la bodega, allí había tres hombres más, sin saber qué hacer, Mariano corrió mientras gritaba pidiendo una cuerda larga, mientras subía por la escalera, yo recordé mis clases, una de las precauciones principales era la de ir atado antes de bajar y le lancé otra cuerda que Mariano se ciñó al cuerpo.

Los momentos siguientes fueron de infarto, los hombres izaron al compañero desvanecido, no daba señales de vida pero Mariano luego de atarle la cuerda al pecho tampoco respondía ni salía por la boca del depósito.  Subí por la escalerilla como una ardilla y me asomé, en el fondo estaba Mariano también inconsciente, grité a los hombres que estaban atendiendo al primero y les hice subir, entre todos tiramos de la cuerda hasta que vimos asomar la cabeza de Mariano, estaba aturdido, puesto que se le notaba la mirada extraviada.

La sirena de la ambulancia no tardó en oírse y en un momento les suministraron oxígeno, al primero lo estabilizaron hasta llegar al hospital y a Mariano lo sentaron dentro de la ambulancia hasta que pudo hablar, me miró con lágrimas y me dio las gracias.  Él no quería pero también se lo llevaron al hospital junto al bodeguero, yo fui corriendo a la casa y se lo conté a Ana que entre sollozos siguió detrás de la ambulancia en el coche de otro bodeguero.

Gero y yo estuvimos al lado del teléfono hasta que Ana nos tranquilizó, Mariano estaba bien, pero debían tenerlo en observación, al otro hombre lo intubaron aunque no corría peligro.

Me ofrecí a quedarme en el hospital con Mariano pero Ana no consintió, le dio a Gero mil recomendaciones aunque su hija sabía qué hacer sobradamente.

Todo el día fue un reguero de comentarios y lamentaciones, la seguridad era lo primero y esa fue una de las grandes lecciones prácticas que recibí en directo. Por la noche apenas cenamos, Gero estaba preocupada por su padre, aún sabiendo que estaba bien no se le iba de la cabeza qué hubiera pasado si yo no hubiera insistido en que se atara, podían haber muerto los dos.

  • Paco, te estoy muy agradecida por lo que has hecho, mi padre no piensa las cosas, en casos así actúa por reflejos, sin valorar los riesgos.
  • Ya lo vi, pero no te preocupes, le servirá de lección.
  • Pero no dejo de pensar qué habría pasado sin tu ayuda…
  • Olvídalo, cualquiera habría hecho lo mismo.
  • No, has demostrado una gran entereza y valor, no me atrevo a acostarme hasta ver a mi padre.
  • No te preocupes, si quieres te haré compañía, yo tampoco tengo sueño.

Fuimos a la habitación de Gero, nos sentamos en la cama con intención de seguir hablando desvelados pero el frío hizo que Gero me cubriera con la manta y poco a poco nos fuimos escurriendo hasta quedar acostados.  Ella se pegó a mí, la sentía tiritar de los nervios que tenía y quise calmarla, lo intenté con besos en la frente, los besos se extendieron a la cara y luego a los labios.

Nos besamos con desesperación, habíamos pasado un día de máxima tensión y el calor de la manta hizo el resto, poco a poco nos fue sobrando ropa hasta quedar desnudos, Gero no pidió nada pero yo sabía que necesitaba sentirse abrazada y me puse detrás de ella, crucé mis brazos sobre su pecho y ella se pegó contra mí.

  • Gracias Paco, era lo que necesitaba.
  • Lo sé, me gusta sentirte tan cerca.
  • Y a mi más, te diré una cosa, es raro pero cuando me abrazas así noto como si tuviera tetas, parece que tus manos las rodean y me acarician los pezones, es una sensación desconocida, no me imagino cómo será el sentir unas bolas pegadas al pecho, ¿tú que sientes entre las piernas, notas la polla y los huevos entre ellas?
  • No, como nací con ellos ni me doy cuenta de que están ahí.
  • ¿Ni cuando se te pone dura como ahora?
  • Bueno, si está oprimida sí me molesta pero en libertad no, al revés, es una sensación muy buena sobre todo si como ahora te roza el culo como ahora.
  • A mí me gusta sentir la dureza de tu miembro, me da seguridad, noto las palpitaciones de tu corazón en la punta.
  • Y yo en mis manos, tu corazón late a toda velocidad.
  • Como tu polla, si quieres guárdala entre mis piernas.
  • Te lo iba a pedir pero no quería que pensaras…
  • No, nada de eso, lo estoy deseando, métemela. Paco, métela ya.

Gero levantó una pierna y con la mano buscó entre sus piernas y me cogió la cabeza, la guió hasta su cueva y la dejó en la  entrada, ella misma se pegó contra mí y se la fue metiendo hasta la mitad, el resto entró con un golpe de mí cintura.

Estuvimos quietos un rato, yo sentía cómo Gero me exprimía suavemente la polla, ella notaba mis contracciones y me contestaba con las suyas, con movimientos calmados pero continuos fui entrando y saliendo de ella hasta que me apretó las manos sobre sus pezones y se corrió, lo hizo silenciosamente, apenas noté sus espasmos en mi capullo, pero luego se volvió hacia mí, la polla se salió y se tumbó sobre mí a la larga, me besó en la boca con pasión, notaba sus pezones en mi pecho como dados de póker.

Gero fue moviéndose lentamente hasta sentir mi polla entre sus muslos, fue zigzagueando hasta notarla entre sus labios y sin dejar de besarme se fue metiendo mi verga en el coño.

Cuando lo tuvo todo dentro se incorporó y puso las manos en mis tobillos, mi polla no se veía entre sus labios pero ella y yo sabíamos que estaba allí.

Me incorporé y aspiré las areolas, dejándolas hinchadas y rojas cuando las solté, Gero apenas se movía, la polla le forzaba los labios que se deformaban con la presión pero no dejaba que se saliera.

Gero miró al techo de su habitación, la lámpara la iluminaba desde arriba aunque en su pecho no marcaba ninguna sombra, aunque su cara era de felicidad, cerró los ojos, se concentró  y volvió a correrse, ésta vez gimiendo y temblando de placer.

No dejó de saltar sobre mí, yo estaba muy caliente solamente de verla feliz y lo notó, apenas se levantó para volverse a sentar, esta vez mi polla tampoco se vio pero en cambio sus labios estaba vacíos, seguía saltando lentamente concentrada con los ojos cerrados, se había metido la polla por el culo sin rechistar, ahora ya podía correrme tranquilo dentro de ella y lo hice.

No paró aunque sintió el calor de mi leche en su interior, no lo hizo porque el orgasmo siguiente la apremiaba y al poco empezó a temblar otra vez, sacó las rodillas de mis costados  girando sobre sí sin sacarse la polla de su culo, la abracé y la recosté sobre mi y tumbados los dos volvió a correrse, mi mano había alcanzado su clítoris y fue el detonante, la tuve que sujetar para que no me rompiera la polla con sus espasmos, cuando pudo bajarse de mí de su culo salió un chorro de leche blanca.

Por la mañana el teléfono sonó temprano, nosotros ya estábamos pendientes de él, su madre le dio las noticias del estado de su padre, estaba bastante bien, aún así los médicos no querían que saliera todavía del hospital, debía alcanzar el nivel de oxígeno ideal y como fumaba tanto no lo conseguía.

Gero se puso como una loba, quería estar con su padre en el hospital a toda costa y su madre no tuvo más remedio que acceder, había estado toda la noche en vela y necesitaba descansar.  La trajo a casa el bodeguero que atendió al otro trabajador, pues su familia ya se había hecho cargo de él.

Cuando vi la cara de Ana me preocupó, estaba desencajada, Gero ya se había ido en el autobús y sustituyó a su madre.  Ésta estaba lívida y con unas ojeras tremendas.

  • No te preocupes Ana, yo me ocupo de todo, voy a prepararte un buen desayuno y te vas a la cama.
  • Lo que menos ganas tengo es de comer, estoy agotada,  Mariano no ha dejado de quejarse toda la noche.
  • ¿Se encontraba peor?
  • No, pero quería volver aquí, dice que tiene mucho trabajo, que hay que solucionar lo del gas y bla, bla, bla.
  • ¡Qué hombre, no para ni en el hospital!
  • Lo malo es que no dejó de hablar y toser, no sé cuándo va a dejar de fumar puros.
  • Yo se lo agradecería, Jajaja.
  • Jajaja, y yo también. ¡Ay, voy a darme una ducha!, luego me iré a la cama a ver si puedo dormir, aunque con lo cansada que estoy lo dudo.
  • Si quieres te doy un masaje…
  • Lo dirás en broma pero no me vendría mal…

Aún así le preparé un buen desayuno, mientras ella preparaba la bañera me ocupé de todo, al momento la oí canturrear en la ducha, cuando salió me avisó, yo creí que lo decía en broma pero al verla liada con una toalla hasta los pies y con un frasco de aceite de niños en la mano comprendí que esto iba en serio.

Sobre su cama extendí otra toalla seca, ella se tendió boca abajo enrollada con la de la ducha y una vez así desató el nudo por delante y extendió la toalla, yo plegué la tela hasta la cintura dejando la espalda al aire, Ana con la cabeza ladeada se relajaba con los ojos cerrados.

Si hubiera sido un problema de contracturas y demás lo habría tenido difícil, era la primera vez que daba un masaje pero fui guiándome por adonde ella gemía al amasarle los músculos, el cuello, la nuca, los hombros y luego la espalda hasta llegar a los costados.  Allí con los brazos sobre la cabeza encontré las protuberancias de las tetas que le salían hacia fuera.

Respiraba hondo cuando rodeé las carnes redondas pero dejé la zona para luego y seguí plegando la toalla, la dejé sobre las nalgas, los hoyuelos de las caderas me señalaron el límite y mis manos rodearon sus caderas y su cintura, Ana gemía apenas, pero se notaba que le gustaba.  Cuando plegué la toalla desde los pies hacia arriba noté como si le decepcionara, pero le masajeé los dedos unos por uno, luego las plantas y los tobillos con cuidado de no hacerle cosquillas, cuando llegué a las pantorrillas noté que separaba las piernas un poco.

Sin quitar lo que quedaba de toalla mis manos subieron por sus muslos, estaban tibios y según subía cada vez más calientes, se iban estrechando pero ella facilitaba mi labor separando las piernas, al quitarle la toalla me enamoré de su culo, era redondo, suave y duro.

Al pasar las manos por las caderas no hubo mucho problema, en cambio al acercarme a los cachetes y sobre todo al separarlos, Ana juntó la piernas un momento, tuve que tranquilizarla pasando otra vez las manos entre sus nalgas para que volviera a abrir las piernas, esta vez lo hizo todo lo que pudo.

La visión de sus labios me alteraron la polla, aquella mujer necesitaba relajación y en mí estaba la solución, mi ropa ya me sobraba, por lo menos casi toda y me la quité, solamente con calzoncillos me coloqué entre sus piernas y repartí aceite desde la nuca hasta la rabadilla, luego por cada una de sus muslos hasta los tobillos.

El esparcirlo fue fácil, mis manos se entretenían a cada músculo y ella suspiraba con cada apretón, en su culo me entretuve más y como premio le di un beso a cada uno de los cachetes.

  • Mmm, sí, Paco, sí gracias, es lo que necesito ahora.
  • Entonces esto te gustará más.

Seguí dándole besos por las caderas, la espalda y los hombros, ella gemía a cada uno de ellos, al llegar a su nuca mi polla ya estaba fuera del calzoncillo y se incrustó entre sus muslos, fue subiendo resbalando en el aceite hasta que se encajó entre sus labios.

  • ¿Qué tal, sigo?, es el mejor bálsamo que conozco.
  • Así, Paco así, sigue, métela ya, no te pares, fóllame como tú sabes.

Con dificultad me quité la única prenda que me quedaba y volví a ponerme entre sus labios, eché más aceite entre mi polla y su coño y me dejé caer suavemente.  Sólo se oyeron sus jadeos, al llegara a aplastarle con mi peso notó el calor de mí verga dura y eso le volvía loca.  Con las manos rodeé sus tetas que clavaban los pezones en la toalla los pellizqué y volvía besar sus orejas.

No le metí la polla enseguida como ella quería, la paseé entre sus labios rozando el clítoris a cada resbalón, la polla hacía un ruido con el roce que ella acompañaba con jadeos.

  • ¡Por Dios Paco, no me hagas sufrir, métela de una vez, estoy a punto de correrme!

No creí que estuviera tan apurada pero a la segunda metida se corrió, lo hizo calmadamente, apenas unos suspiros y unos temblores con la piel de gallina en la espalda y los pezones durísimos.

  • Ana, date la vuelta, quiero verte a cara.
  • Como quieras, haz de mí lo que te apetezca.

Si de espalda estaba apetecible de cara era una maravilla, aquellas tetas apenas se aplastaban sobre su pecho, estaban excitadas y duras, sus labios a medio abrir me pedían besos y se los di, mi polla aró entre sus labios hasta encontrar el hoyo y entró en él sin avisar, lo hizo hasta el fondo y de un solo golpe, Ana me rodeó con sus piernas y me atrajo hacia ella.

Con los empujones, sus tetas subían y bajaban sobre su pecho, las areolas apenas se deformaban mientras Ana pellizcaba sus pezones, ladeó la cara y volvió a temblar, ésta vez el suspiro fue más hondo y deshizo el cruce de pies sobre mi cintura.

  • Sube las piernas a la cabeza Ana.
  • Ponme mucho aceite por favor, algún día me vas a matar.
  • Sabes que no, ¡levanta el culo!
  • ¿Así?
  • Así.

Con los dos agujeros a mi disposición escogí el más cerrado, al aceite demostró su eficacia y apenas le vi morderse los labios al entrar, el resto fue un paseo hasta el fondo y después de unas idas y venidas me corrí empujando para que no se perdiera la leche, Ana bajó sus piernas y antes de que terminara de arreglar la ropa de la cama sobre ella ya estaba durmiendo. Sin hacer el menor ruido, apagué la luz y me fui a mi habitación.

Mariano bajó del autobús sonriente, como si no hubiera pasado nada, Gero iba colgada de su brazo, estaba contenta y cuando me vio esperándolos en la parada del bus soltó a su padre y vino a mí y me dio un beso en la mejilla, su padre simuló sentirse ofendido por lo que ella volvió para darle dos besos a él también, luego nos cogió a los dos a cada lado y los tres nos reímos hasta la entrada de la casa.

Después de la mala experiencia, los bodegueros ventilaron e instalaron alarmas para el gas, Mariano se ocupó que así fuera y una vez tranquilo volvió a insistir sobre el enseñarme a conducir, esta vez también vino Gero, quería que su hija lo hiciera también y los tres subimos al Land Rover , Gero le quitó el puro cuando intentó encenderlo y él la miró enfadado pero luego lo pensó mejor y riéndose tiró la colilla por la ventanilla.

Recorriendo los caminos, unas veces yo y otras Gero fuimos practicando las marchas, de vez en cuando parábamos en un descampado y con unas piedras simulaba el espacio para aparcar, una vez de ella avistamos un ganado, me alegré y le pedí que fuéramos hacia allí, cuando nos vio Juan nos hizo señas y dejó a los perros encargados de mantener reunidas las ovejas.

  • Eso sí que es una sorpresa, toda la familia reunida.
  • Dices bien Joao, Paco es casi como mi hijo, el otro día me salvó la vida, y ya es la segunda vez, al final voy que estarle eternamente agradecido, si fuera rey le concedería la mano de mi hija.
  • ¡Papáááá, que sólo somos amigos, ya te lo he dicho muchas veces!
  • ¿Qué tal Juan, como te va?
  • Bien, aquí con mis amigas, Jajaja.
  • Tengo una sorpresa para ti, creo que te he encontrado sustituto.
  • Imposible, no puede ser.
  • ¿Es que te has arrepentido?
  • No, al contrario, quiero decir que no es posible que haya alguien dispuesto a quedarse en mi puesto.
  • Ya lo creo y es un chico joven, fuerte y guapo–le giñé el ojo-
  • Ah, entonces bien hecho, Jajaja.

Juan entendió en seguida que lo decía por las hermanas de Mariano, no quedarían “desatendidas” pues entre las dos se follarían al muchacho a la mínima ocasión.

Estuvimos hablando un rato sobre los detalles y le prometí que cuando pudiera ser le haría venir y hablar con él.

Por el camino de vuelta terminé de contarle a Mariano el caso de Ignacio, de su accidente y de su necesidad de trabajo, a él le pareció estupendo y más si a Joao le interesaba, se sorprendió al oír hablar al pastor, lo consideraba una persona huraña y retraída pero vio que era todo lo  contrario.

Berta cuando se enteró del caso de su padre vino a verlo, se interesó mucho por él y se medio-enfadó porque no le avisaron para quedarse con él, estuvo poco tiempo pero lo suficiente para que Gero y su madre notaran el cambio que había hecho, a su hermana más y por eso quiso saber…

  • ¡Vaya cambio que dio mi hermana, si no lo veo no lo creo!
  • Sí, ya me di cuenta.
  • ¿Y no dices nada?
  • Bueno, en parte es lógico… Jajaja.
  • ¿Cómo lógico, o es… que tienes algo que ver?
  • Algo sí, pero poco.
  • ¿Y… accedió?
  • ¿A qué?
  • A que tiene que ser, a que le hicieras “lo que quisieras, cuando quisieras y cómo quisieras”, como dices tú.
  • Pues podría definirse a sí.
  • Madre mía no me lo creo, Jajaja, mi hermana con lo pija que es, tragando tu polla y seguro que empezarías por… el culo ¿no?
  • Creo que me conoces demasiado, tendré que contarte menos cosas sobre mí, jajaja.
  • No creas que me sabe mal, mi hermana se merecía que le pusieras los puntos sobre las íes, Jajaja.
  • Si al punto te refieres a su bonito culo y la i a mi dura polla, pues sí, se la puse.
  • ¿Y qué dijo?
  • Lo normal, lloró, pataleó, insultó pero el final me rogó que no la sacara, ¡lo normal, vamos Jajaja!
  • Es que tienes una verga que da miedo, no sé si lo sabrás.
  • Eso lo sabrás tu mejor que nadie.
  • A mí me encanta, ya lo viste y a mi culo también, o sea que…
  • ¿Entonces no te enfadas?
  • ¿Yo?, ya sabes que sólo somos amigos, lo que hagas con tu polla es cosa tuya y si es con mi hermana mejor, Jajaja.

Berta antes de irse me dijo que su amiga Susana no dejaba de preguntarle cuando podíamos organizar otra “comida”, ella se encargaría de todo pero quería mi polla en su culo urgentemente, también me contó que a Santi lo habían despedido y en su lugar habían puesto a un profesor mayor, calvo y feo, parecía ser una represalia para las alumnas un poco sensibles a los profesores jóvenes.

Cuando me llamó Cari no me lo creí, no había pasado apenas una semana desde que hablamos, su madre ya estaba en casa y la niña se portaba muy bien, me contó que un día antes de salir su madre salió Encarna con las dos mellizas, se fue con sus padres al campo y le hizo una recomendación respecto a mí, le dijo que era un buen chico y que lo dijo con aire enigmático, me preguntó si sabía porque lo diría, yo le dije que no, claro, pero no quedó muy convencida.

En día que vinieron Ignacio y Cari no los reconocí, venían con un coche utilitario familiar, era de su padre pero no estaba muy bien cuidado, había visto mejores días, Cari estaba encantadora, se había arreglado como si fuera de fiesta y su hermano Ignacio también iba para causar buena impresión,  les presenté a la familia, éstos les invitaron a merendar pero no aceptaron, estaban impacientes por hablar con Joao y me fui con  ellos.

Los llevé a su casa, el pastor estaba advertido y también se había arreglado, afeitado y con la ropa limpia, planchada por Encarna, claro. Les presenté y pronto entre ellos hicieron buenas migas, los dos se pusieron a hablar de lo que era el pastoreo, resultó que Ignacio sabía más de lo que parecía porque se fijaba en los rebaños que veía, cuando fue a enseñarle los corrales le pregunté a Cari si quería dar un paseo.

Cari aceptó encantada, y paseando fuimos hacia el bosquecillo de pinos, estuvimos recordando el día que pasamos con las madres, nos reímos de todo, de lo apurados que estábamos para cambiar los pañales a los bebés y de cuando limpiábamos los pezones a las madres.  Estábamos sentados entre las piedras que vimos follar a Joao y entonces Cari me miró y me dijo.

  • Hay que ver qué bien te manejabas con las tetas de las mujeres.
  • ¿Por qué lo dices?, era la primera vez que lo hacía pero es verdad, tengo bastante facilidad. Jajaja.
  • Ya lo noté, lo haces con una delicadeza que sorprende y parece que te gusta la leche de mujer.
  • A decir verdad no la había probado antes pero sí, la probé ese día, ¿tú no?
  • También, por la mañana las manos me olían mucho a leche y es raro, porque me lavé bien antes de tumbarnos.
  • No sé, es que tiene un olor muy penetrante.
  • Ya lo creo, ya vi como acariciabas las tetas de Encarna y de mi madre.
  • A decir verdad me encantan las tetas de mujer, pero de eso a aprovecharme…
  • No digo nada de eso pero me gustó verlo, eres muy delicado.
  • A veces tengo que hacer un esfuerzo para que las manos no se me vayan a unas tetas.
  • Y no sabes cuánto te lo agradezco, cuando puse tu mano sobre mi pecho temí que te aprovecharas y me tocaras pero me alegré que no lo hicieras.
  • Yo sé cuando puedo hacerlo, aquella noche fue mágica, te vi tan triste y tan indefensa que aunque hubiéramos estado desnudos en la cama no habría intentado nada.
  • Ya lo sé, lo noté nada más sentir tus dedos en mi piel, aunque no te niego que sentí un cosquilleo…
  • ¿Se te pusieron duros los pezones… como ahora?
  • ¡Vaya, ya te has dado cuenta!, no quería que pasara, he pensado mucho en aquel momento y…
  • No te preocupes yo también pensé en acariciar tus pechos aquella noche.
  • Fue una pena que fuera en aquel ambiente.
  • Pero ahora ya no estamos en aquella habitación, me encantaría demostrarte mi destreza.
  • No me ha tocado nunca nadie, me da miedo.
  • No te preocupes, si no te gusta, me estaré quieto, lo prometo aunque sufra mucho por ello.

Cari no contestó pero con la mirada baja esperó a que me decidiera, pensé que un beso sería demasiado por el momento pero unas caricias en el cuello y en las orejas sería un buen comienzo, no me equivoqué y antes de llegar a los hombros ya la besé en los labios suavemente.

Mi mano fue bajando entre las solapas de su camisas abriendo botones hasta que encontré el sujetador, de él salía un calor y un perfume que embriagaba, con dos dedos ladeé el tirante y con los otros retiré la copa hacia abajo hasta que fui rodeando la teta apretando suavemente toda ella, en la palma de la mano quedó grabado su pezoncito, era tan pequeño que apenas lo notaba pero sabía que estaba allí y lo sujeté con los dedos,

Éste empezó a crecer en cuanto lo volví a besar y busqué a su compañero, el otro ya estaba duro y no me costó rodearlo con los labios, cuando lo aspiré entró en mi boca junto a media teta hasta el paladar, Cari me cogió la cabeza con la mano y la apretó contra su pecho, le gustaba y la incliné hacia la piedra que hacía de respaldo.

Abrí la camisa hasta abajo, y las dos tetas blancas como la nieve aparecieron al cielo azul, las chupé con avaricia estrujando a la que no podía atender con la boca, la mano ya no podía parar y se posó sobre la rodilla de Cari, ésta las cerró pero mi mano no desistió y ella fue cediendo la presión hasta dejarlas inertes.

Los muslos estaban suaves y las medias llegaban sólo hasta la mitad, cuando las sobrepasé ya sabía que aquel tesoro sería mío y lo busqué. No quise ir directamente para no asustarla pero no  hizo falta, las piernas se fueron abriendo mientras mi boca seguía chupando aquellos pezones morenos.

Antes de tocar los labios paseé los dedos por la mata de vello que abultaba las sencillas bragas de Cari, el vello sólo le llegaba a la ingle pero mis dedos fueron desenredando aquellos rizos,  al llegar a los  labios la chica se estremeció y me abrazó, estaba decidida y puso una pierna sobre la piedra, las bragas se ladearon y me dejaron pasar, estaba empapada y mi dedo apenas se aventuró en su agujero, cuando topó con la barrera paró y fue a buscar al botón que me daría la llave de entrada.

Cari me mordió en la oreja, estaba excitada al máximo y no sabía lo que hacía, sólo quería pedirme al oído que la follara pero me mordió.  Le cogí la mano y la llevé a mi bragueta, no quería que se arrepintiera.

  • ¡Madre mía! ¿qué es esto?
  • Supongo que ya lo habrás visto en tu casa.
  • Sí, he visto a mis hermanos pequeños, les he lavado, incluso cuando se les ponía un poco dura les subí la piel pero…
  • ¿Y a tu hermano mayor, no le viste nunca?
  • Una vez sí, se estaba duchando y miré por la ventana, luego de enjabonarse se enjuagó y empezó a sacudir su cosa, fue creciendo mucho más de lo que estaba al principio y luego…
  • ¿Luego qué?
  • No lo sé, mi madre me llamó y casi me descubre, yo tenía las tetas muy duras y recuerdo que me tuve que cambiar las bragas porque estaban mojadas. Pero lo que vi a mi hermano no era ni parecido a esto que toco.
  • Es que engaña, si lo ves no te parecerá tanto.

Abrí el cinturón y la cremallera bajó de un tirón, la polla saltó ante los ojos de Cari.

  • Uf, esto es aún peor de lo que creí, al tocarla me pareció grande pero al verla me parece enorme.
  • No lo creas, acarícialo tú, hazte amiga de ella.

Tímidamente puso la mano al aire y yo la llevé hasta la polla que estaba a 45º, la cogió con suavidad, como si fuera de cristal y la miró con miedo.

  • Dale un beso, verás como le gusta.

Acercó la cara y cuando iba a besarla, el capullo dio un salto que le tocó los labios, ella también saltó y le tuve que sujetar la cabeza para que no se asustara más, ya más confiada dejó que la acercara y cuando ya tocaban los labios el prepucio empujé un poco más y el capullo se aplastó contra los labios, no tuvo más remedio que abrir la boca y la polla resbaló entre sus dientes y luego fue entrando hasta el anillo.

Solté la cabeza y la mantuvo en la boca, mis dedos ya hurgaban en su clítoris sin piedad, comprendió que aquella polla era para ella y abrió la boca tragando la verga hasta darle arcadas.

  • Cari, quiero metértela, pero si tú no quiere la guardaré y lo olvidaremos.
  • Paco, yo no podré olvidarla, es demasiado hermosa para renunciar a ella, métemela pero por favor, no me hagas demasiado daño.
  • No te preocupes, seré lo más dulce que pueda, déjame que te prepare.

Le quité las bragas y la senté sobre la piedra, de rodillas me puse frente a ella y le separé las piernas, aquel coño sabía a fresa lo lamí y chupé hasta secarme la boca, estaba tan tierno que se derretía entre mis labios y cuando se corrió en mi boca vi que ya estaba preparada, me levanté y apoyé la polla en su coño, la miré a los ojos y esperé su aprobación, con los ojos húmedos y con miedo movió la cabeza afirmativamente y empujé.

No dijo nada pero me clavó las uñas en mi pecho, de tres empujones metí la polla casi hasta el fondo y cuando la retiré un poco estaba un poco roja, ella la miró y sonrió, ya era mujer y volví a meterla, esta vez hasta el final.

Sus gemidos parecían lamentos, yo me preocupé por si le hacía daño o estaba arrepentida pero ella se abrazó a mí y volvió a meterse la polla hasta dentro.

Sus temblores me indicaron que se estaba corriendo por primera vez con una polla en su coño y lo estaba gozando, cuando me iba a correr yo la miré y le pedí escusas, lo habría hecho dentro de ella pero no podía complicarle la vida más de lo que ya estaba y salí, ella me cogió la polla con las dos manos y la agitó sobre sus tetas, se llenó de leche hasta el cuello, luego la repartió toda por las tetas y chupó la mano, con sorpresa me dijo.

  • Mmm, está rica, es curioso, creí que olería de otra manera, así olía mi mano el otro día.

Y terminó de relamer toda la mano dedo por dedo.

Continuará,

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Gracias.