El vagabundo (15)

Joao estaba decidido a abandonar al rebaño, por suerte encontré una solución, asistí al parto de la mujer del profesor y me gané unos posibles premios… de todo género.

En la primera ocasión que tuve fui a hablar con Joao, lo encontré en el pinar, rodeado de su rebaño, de lejos ya me vio llegar en la moto que cogí del almacén y salió a recibirme, nos sentamos al lado de las rocas, donde le vi por primera vez follando con una de las mellizas, se lo conté y nos reímos con ganas.  Le expliqué mi visita a la aldea y la reunión con las hermanas, él se tronchaba de risa también.

  • Jajaja, vaya, me pillaste con las manos en la masa.
  • No, con la polla en el coño, Jajaja. Lo que tengo curiosidad es por saber… ¿el coño era de Encarna o de Emilia?
  • Jajaja ¿Y qué más da? Los dos están buenos.
  • Pero… ¿tú ya lo sabías?
  • ¿Qué eran dos?, claro, de vista pueden engañar pero en el follar no, no sé si te habrás dado cuenta de que Emilia es más tímida y más jugosa, en cambio su hermana te “muele” la polla con el coño, Jajaja.
  • No me di cuenta, ya que la “convencí” un poco a la fuerza…
  • Me habría gustado veros, las dos son unas chicas estupendas y follan como ángeles, prefiero que sigan creyendo que no lo sé, las voy a extrañar mucho.
  • ¿Es verdad que estás decido a irte?, aquí de pastor no estás mal del todo, tienes casa, dinero, comida y… dos coños… por lo menos.
  • Sí, lo añoraré todo, aunque también estoy muy sólo, si no es por ti o por las mellizas no hablo con nadie, a mi me gusta relacionarme, aunque digan lo contario, la soledad te hace más osco pero si encuentro personas interesantes parezco un loro, ¿comprendes?
  • Claro, con Pilar y Sonsóles no te aburrirás.
  • No es sólo eso, Pilar es mayor, ya sabes, me contó que contigo también ha tenido buenas vibraciones, eso demuestra que es una mujer activa y joven de carácter y Sonsóles es culta y joven, se puede hablar con ella de todo, además me hace ilusión volver a la “civilización” otra vez.
  • Te entiendo y me alegro por ti, me gustaría seguir en contacto contigo.
  • Claro, Paco, seguiremos siendo amigos, ya verás, no sé que nos deparará el futuro pero nosotros siempre seremos amigos.
  • ¿Y qué vas a hacer con el rebaño?
  • Eso es lo peor, aunque parezca una tontería me gustan las ovejas, son animales dóciles y se hacen querer, no me gustaría que las vendieran al matadero, son de raza merina, de la mejor lana.
  • ¿Y no encontrarías un sustituto?
  • Eso es imposible, ¿quién querría estar sólo todos los días del año pendiente de los animales, sin fiestas ni horarios?
  • Te entiendo, es un trabajo muy sacrificado.
  • Y tanto, si no estás, no lo sabes.
  • Bueno Juan ¿te puedo llamar así?
  • Claro, ahora ya sé mi nombre verdadero, aunque el de Joao es igual pero en portugués.
  • Me legro de verte tan animado, ya hablaremos antes de irte.
  • Un abrazo, amigo, nos veremos pronto.

Estaba contento y yo también al comprobar que tenía razón y no era un capricho de las mujeres, cuando volví a la casa llevé a Gero a pasear por las cercanías y debajo de un roble le conté la historia de Joao, noté que le cogía aprecio según le contaba los detalles, aunque omití el que la mujer que vimos follar con él era Encarna o Emilia, una de sus tías.

En la Universidad procuraba estar con mis compañeros, allí no faltaba buen ambiente, siempre estábamos de broma y tanto chicas como chicos convivíamos animadamente, no obstante de vez en cuando me cruzaba con Berta, que ya me miraba de otra manera, yo procuraba no aparentar más simpatía que antes, quería demostrarle que aunque reconocía lo buena que estaba no la valoraba con la misma escala que ella.

Eso le producía desazón pues su compañera, siendo menos espectacular, ahora era ella la que coqueteaba con Santi, dándole una rabia difícil de disimular, aún así procuraban ir siempre juntas, vigilándose de cerca.  Una mañana que la vi sola me acerqué y le pregunté con cierta ironía…

  • Hola Berta, ¿Cómo estás?, te veo muy sola.
  • Sí, esta mañana sí, mi amiga ha salido hace un rato, no creo que tarde.
  • A lo mejor ha ido a reunirse con alguien.
  • No digas chorradas, esa no tiene nada que hacer con Santi.
  • Yo no diría tanto, se les ve muy acaramelados.
  • Bah, a mí que me importa, que hagan lo que quieran…
  • Si tú lo dices… a lo mejor en este momento le está metiendo la polla hasta la garganta, y no por la boca.

Berta quedó bastante jodida con mis bromas, sabía que tenía toda la razón, la rubia no dejaba pasar ocasión para darle celos.

Yo no tuve tiempo para disfrutar de mi broma, alguien vino corriendo a donde estábamos y me cogió del brazo haciendo un montón de preguntas. Sólo entendí una y era apremiante.

  • ¿Tú eres Francisco?, ven conmigo, la Directora te llama urgentemente.
  • ¿Seguro que te refieres a mí?, hay muchos Franciscos en la Universidad, además a mi me llaman Paco.
  • Es igual, ya pregunté a los de tu clase y te señalaron a ti.

Miré preocupado a Berta, ella estaba tan extrañada como yo y se encogió de hombros, aquel gigante calvo y uniformado tiraba de mí como si fuera el delincuente más peligroso de la tierra.  No me soltó hasta que me subió hasta el despacho de Dirección, yo no había estado allí nunca, ni siquiera sabía que existía, pero al ver a la secretaria con cara seria y al bedel todavía más grave me preocupé.  No me hicieron esperar, de un empujón el vigilante de seguridad me metió en el despacho y se quedó fuera a la espera de órdenes.

Tras una mesa larga estaba una señora mayor, miraba por encima de las gafas de cerca, delante de ella una lámpara con la tulipa verde le daba un aspecto tétrico.

  • Hola Paco, perdona las prisas pero el caso lo requiere, te voy a hacer unas preguntas y quiero que me contestes la verdad.
  • Usted dirá, señora Directora….
  • ¿Conoces a la señora Encarna?

Por mi cabeza pasaron infinidad de imágenes, me acordé de la aldeana que estuvo follando con Joao y conmigo en la casa del pastor y luego con su hermana Emilia en la casa de ésta, me vi perdido y no comprendía cómo se podía haber enterado, ya iba a contestar que no con rotundidad, esperando que pasara lo peor, ante mí silencio la respuesta de la directora fue más acusadora.

  • ¿Cómo que no la conoces?, ella te ha nombrado y ha insistido para que te buscáramos.
  • ¿A mí?, yo no me acuerdo de ninguna señora Encarna –mentí-
  • Pues por los datos que me dio no puede ser otra persona, parece que te conoce muy bien.

Me vi acorralado, parecía que las evidencias estaban contra mí, ya me imaginaba al marido saliendo de detrás de una cortina, tuteando a la Directora afirmando que era familia de ella y que se había enterado de nuestras reuniones.

  • Me ha llamado y me  ha dicho que necesita verte urgente, así que no mientas, es una persona que merece toda mi confianza y el caso requiere presteza.

La cabeza me ardía, pensaba en el de seguridad, le había visto las esposas colgando del cinturón y la pistola al cinto, las caras de todos eran presagio de algo grave y tuve que confesar.

  • A ver… ahora que recuerdo, a lo mejor sí que la conozco, pero apenas la vi…
  • Eso ya está mejor, no me gustan las mentiras, prepárate para ir al hospital, el bedel te llevará, allí te espera la señora, ya está todo hablado, te llevarán al quirófano directamente, no me falles.

Era una locura, Encarna en el hospital, que yo recordara cuando le metí la polla por el culo no se quejó o quizá tuvo complicaciones, ya me veía en la cárcel cuando subí en el coche del bedel camino del hospital, éste más bien parecía una ambulancia porque se pasaba todo los semáforos en rojo y pitaba ante cualquiera que se cruzara en nuestro camino.  Cuando me atreví, apenas me salió un hilo de voz pero le pregunté.

  • Por favor, ¿me puede decir a qué vamos al hospital, ha pasado algo?
  • Y tanto que ha pasado, mejor dicho que va a pasar, y se va a montar una gorda.

En un momento llegamos a la puerta de urgencias, allí un enfermero me llevó al quirófano tirando del brazo como si yo estuviera grave, antes de entrar una enfermera ya estaba con una bata verde abierta para mí, con un gorro y las fundas para los zapatos, cuando entré no sabía que me iba a encontrar.

Era mi primera visita a un quirófano y no distinguí la diferencia, pero cuando una voz angustiada me nombró miré y debajo de una sábana también verde vi a la mujer que me nombraba.

  • ¡Encarna!, ¿qué pasa?
  • ¡Qué me va a pasar, que voy a parir en cualquier momento!
  • Uf, ¡qué susto me has dado!, creí que eras…
  • ¿Qué cuantas Encarnas conoces?
  • Bueno yo… ejem… conozco a otra Encarna, ¡vaya casualidad!

La Encarna que estaba en la camilla era la mujer de Santi, todos estaban preparados para empezar, le pedí que me contara porqué me había llamado y empezó a llorar desconsoladamente.

  • No conozco a nadie más de confianza y me da pavor dar a luz.
  • ¿Y tu marido, y Santi?
  • ¿Santi?, lo llamé desde casa y no me contestó, también llame a Berta a mi pesar, creí que estaría con ella o al menos ella sabría adonde estaba y al notar que balbuceaba adiviné que estaría con alguna otra alumna, seguro que estarían follando en algún hotel o en casa de ella, por lo menos Berta estaba en la universidad, mi marido es un perdido.
  • Yo acabo de estar con Berta, precisamente estaba con ella cuando me avisaron, pero no sé… es posible lo que dices que, a lo mejor con otra…
  • Seguro que sí, por eso no quiero que venga él, prefiero que estés tú conmigo, me fio más de ti que de él.
  • No sé, yo no tengo idea de esto.
  • No te preocupes, me demostraste que tienes más sensibilidad que el tarugo de Santi, a él ya lo arreglaré, si es que lo veo alguna vez…

Parecía que todo el equipo médico estaba esperando a que termináramos nuestra conversación porque inmediatamente se pusieron manos a la obra.  La pobre chica padeció lo indecible, sus gritos se oían desde la sala de espera, yo me ocupada de cogerle la mano y acariciarle la frente animándola para que hiciera lo que le indicaban.

El dolor debía ser horrible porque chillaba de una forma inhumana, y cuando por fin salió la criatura respiró aliviada, aunque apenas le cortaron el cordón umbilical y se llevaron al bebé la comadrona anunció que llegaba el hermano, todo volvió a empezar, Encarna gritaba pidiendo que la dejaran estar pero era imposible y los médicos sólo podían animarla a empujar y a mí para que la consolara.

El parto se prolongó demasiado y cuando terminó la joven mamá estaba agotada, Encarna mientras la comadrona terminaba su labor entre sus piernas me cogió la mano y la besó agradecida y contenta, los bebés nacieron sanos y fuertes, demasiado grandes para ser primeriza, yo ya lo imaginaba, pues la vitalidad que demostraron cuando “jugué” con ellos era extraordinaria.

La acompañé hasta su habitación en la planta de maternidad, y en cuanto estuvo en su cama rodeada de sus hijos me acerque a ella, nos dejaron a solas y ella sonrió, estaba muy feliz con uno a cada lado, ya había recuperado el color de cara y una enfermera se había preocupado de peinarla y pintarle un poco los labios, parecía otra.

Yo no sabía qué hacer, salvo halagarla diciendo lo lindos que eran los bebés, era cierto, se le perecían a ella muchísimo y estaban muy despiertos.  Pronto reclamaron su alimento y la enfermera  vino para prepararla.

  • Bueno Encarna, vas a empezar a darles de mamar, tu marido puede ayudarte, primero le das de un pecho y si no tiene bastante le ayudas con el otro, pero no creo que sea necesario, son demasiado pequeños todavía.

Iba a aclararle que no era su marido pero Encarna me miró quitándome la idea, cuando se fue la enfermera me enseñó primero cómo acercar el bebé a la teta, parecía imposible que ya tuviera el instinto de mamar, se le cogía al pezón rosado que ella estrujaba para que le saliera la primera leche.

No dije nada pero aquellas tetas rellenas parecían un manjar de dioses, los niños lo sabían y por eso el otro empezó a llorar en su cuna, lo tuve que coger y mecerlo un  poco, inmediatamente se calló.

  • ¿Te has dado cuenta Paco?, ya te conoce.
  • Claro, como jugamos juntos, Jajaja.
  • Ya verás cómo éste también te recuerda.

Cuando terminó de mamar el primero el segundo se aferró a la otra teta y sujeté al primero, también empezó a llorar y al momento me estaba sonriendo, yo no lo creía pero ella estaba convencida.

De vez en cuando aparecía la enfermera para ver cómo se portaban pero el ver que conmigo no lloraban y me manejaba bien con ella preparando los niños a su lado y poniéndolos al alcance de los pezones, me felicitó.

A las dos o tres horas la enfermera volvió para anunciarnos que Santi estaba abajo preguntando por ella, quería verla y también a sus hijos, Encarna se puso como una fiera defendiendo a sus hijos y prohibió que su marido asomara por la puerta, la enfermera me miró y sonrió, imaginé que supuso que el verdadero padre de los niños era yo pero no dijo nada.

Al rato la puerta se volvió a abrir, esta vez era un enfermero empujando a otra cama, era otra mujer recién parida, esta era mucho mayor, pensé en Sonsóles, porque debían ser de la misma edad, junto a ella iba una joven de mi edad, parecía muy tímida y estaba tan perdida como yo.

Tuve que aconsejarle lo que debía hacer con mi poca experiencia, me lo agradeció y atendió a su madre tan bien que ésta le felicitó, le dijo que era el mejor parto que había tenido, cuando la chica se volvió hacia mí le pregunté por qué dijo esto y con los dedos me dijo que éste era el séptimo parto que tenía.

Las dos recién paridas no estaban para mucha tertulia, apenas les daban de mamar a sus hijos y descansaban, la madre mayor tuvo una niña, muy hermosa también, según me aclaró su hija hasta entonces ella era la única chica de los siete, la madre parecía que tenía una facilidad en parir admirable.

  • Mi madre no se entera de los partos, para ella es coser y cantar.
  • Bien, parece que le gusta lo mismo preñarse que parirlos.
  • Jajaja, tienes gracia, es verdad, mi madre con oler unos calzoncillos se queda embarazada, yo soy la segunda, los demás vienen detrás, sólo tengo un hermano mayor.
  • Y tu padre, claro.
  • Sí, claro pero el pobre está para pocas roscas, sufrió un ataque al corazón y apenas sale de casa, está muy desmejorado.
  • Jo, pues demuestra una gran… vitalidad.
  • Jajaja, eso le digo a mi madre, que pare porque a este paso va a formar un equipo de futbol.
  • ¿Y todo son chicos?
  • Sí, menos yo y ahora mi hermana.
  • Entonces tendrás trabajo para atender a tanto hermano.
  • Claro y a mi padre que es peor, yo me ocupo de los pequeños.
  • Ya tienes bastante, ya.

Los dos atendimos a las mujeres, llegamos a hacer un equipo, ella me ayudaba con los gemelos y yo con su hermana, para nosotros ya no era un secreto asear a los bebés, arrimarlos a las tetas de sus madres e incluso limpiarles los pezones con unas gasas.

La señora todavía tenía las tetas más grandes que Encarna, ya estaba acostumbrada a amamantar y los tenía grandes oscuros y llenos como botijos, tenía demasiada leche para su hija y se le salía sin llegar a tocarle las tetas.

Llegó la noche y salimos por turnos a tomar algo a la cafetería, cuando salió Cari, la hija, su madre me dijo que era como la segunda madre de todos, la pobre chica no salía de casa, siempre ocupada por el trabajo de ellos, cuando no tenia que lavar, tenía que limpiar o llevarles al colegio, la madre sólo se ocupaba de cocinar y de coser la ropa.

Cuando por fin acabamos de acondicionar a las madres nos tumbamos en los sillones reclinables, estaban juntos entre las dos camas y las madres pronto quedaron dormidas, para no molestarles apagamos las luces dejando solamente la de emergencia.

  • ¿Por qué estás triste, Cari?
  • Tengo motivos, en mi casa no estamos pasando un buen momento, mi padre no puede trabajar y yo tampoco puedo dejar sola a mi madre, tengo que ocuparme de los más pequeños.
  • Bueno pero queda tu hermano mayor, o es que está casado.
  • ¡Qué va, ojala!, por lo menos sería una boca menos que alimentar pero ahora no trabaja, tuvo un accidente con el tractor que conducía, es tractorista, se pasaba los días labrando los sembrados de Tierra de Campos.
  • ¿Y qué pasó?
  • Estaba desenganchando un apero cuando la toma de fuerza del tractor le enganchó la manga y le rompió el brazo por tres sitios, lo peor es que no se curó bien y ha quedado con el brazo un poco lisiado.
  • Vaya por Dios, así que estáis todos mal.
  • Sí, pero no quiero darte lástima, ya saldremos adelante como sea.
  • ¿Y tú no tienes a nadie que te… ayude a llevar la vida más…?
  • No tengo tiempo, vivimos en el campo, hacia el sur y en la aldea no hay casi gente y menos de mi edad.
  • Sí que lo siento, tu familia es muy afortunada teniéndote y ahora con otra niña…
  • Gracias, por lo menos será otra mujercita, ya estoy harta de lavar tanto calzoncillo, jajaja.
  • No te quejarás de compañía masculina…
  • Bueno, realmente ahora contigo, es lo más cerca que he estado de un chico, mis hermanos no cuentan y son más pequeños.
  • Pero el mayor…
  • Ignacio es muy raro, muy callado, siempre anda sólo, no se relaciona mucho con nadie, por eso era feliz con el tractor, allí en la llanura no tenía más que la naturaleza y los animales.
  • ¿Has dicho los animales?
  • Claro, a él siempre le han fascinado los animales, tiene facilidad para tratarlos.
  • Espera… ¿y dices que no tiene trabajo?
  • No, ahora no, le despidieron porque no podía manejar bien el tractor.
  • Se me ocurre una cosa… ¿a tu hermano le gustaría dedicarse al pastoreo?, imagino que si no es muy sociable, le gustan los animales y no le importa tener tiempo libre… yo podría ayudarlo.
  • ¿Qué dices? Seguro que sí, a veces cuando ve pasar los ganados trashumantes se le cae la baba, le encantaría ser pastor.
  • Pues creo que ya tiene empleo, déjame que hable con alguien y ya te contesto.
  • Nos harías un gran favor, eres una buena persona, toma cúbrete un poco, es posible que luego refresque.

La chica me cubrió con una sábana que había de sobra y debajo de ella nos acurrucamos, por un momento sentí que le cambiaba el semblante y se sentía feliz, en la oscuridad de la habitación Cari se acercó a mí y se acomodó para dormir, al mismo tiempo me preguntó.

  • Paco, no quisiera que pensaras mal, pero me gustaría pedirte una cosa…
  • Claro, mujer, lo que quieras.
  • ¿Me puedes dejar tu mano?

Le vi brillar los ojos en la leve penumbra, se le notaban húmedos y le dejé mi mano, ella la tomó y se la llevó al pecho, la sujetó contra ella y acercó su cabeza a la mía, al momento oí cómo respiraba suavemente, Cari se había dormido.  Yo no pude, mi mano estaba apoyada en el pecho de la joven, notaba cómo subía y bajaba al compás de su respiración, incluso notaba sus latidos y sobre todo el curvatura del comienzo de sus tetas.

Era la primera vez que estaba en una situación semejante, sentía la paz que le había proporcionado a la joven que se sentía protegida por mí, le había dado la esperanza de una solución a su penuria y se sentía agradecida.

Ya estaba a punto de dormirme con su cabeza en mi hombro cuando noté que algo me tocaba el pelo, los dedos de Encarna me rozaban y se enredaban entre mi cabello, pensé que me necesitaba y me volví hacia ella, se había acercado de lado hacia mí en la orilla de su cama, me miraba y sonreía, con un dedo me dijo que guardara silencio y me dio la impresión que había oído nuestra conversación.

Sin dejar de sonreír levantó su ropa de cama y me invitó para que mirara. Debajo de la sábana vi sus dos tetas juntas, las dos manaban leche a gotas pequeñas pero constantes, con su mano apretó ambas tetas y de sus pezones salieron sendos chorritos que me llegaron a la cara.

No dejó de sonreír, se mojó los dedos de leche y me los pasó por los labios, la polla que hasta entonces no había dado señales de vida, ni al estar pegado con Cari, se despertó y Encarna lo notó, tiró de mi otra mano libre y la llevó entre sus tetas, por un momento sentí en cada mano unas sensaciones totalmente diferentes.

Recorrí las tetas de Encarna rodeándolas por todos lados, ella levantó una para que abarcara bien las dos y amasé sus pezones llenándome los dedos de leche caliente, cuando alargué la mano hacia su estómago me frenó suavemente haciendo un gesto de pena, levantó un poco más la sábana y me enseñó sus piernas cruzadas cerrando su pubis recién depilado, le habían recomendado que las mantuviera así después del parto, pero luego retiró la sábana y dejó su cuerpo al descubierto, apartó el camisón y pude verlo entero.

Dejó mi mano entre sus duras tetas y la suya bajó hasta mi bragueta, lo que encontró le gustó y no le fue difícil sacar lo que buscaba.  Yo estaba en una postura difícil y sobre todo en una situación comprometida, pues sacó mi polla a pocos centímetros de la mano de Cari que reposaba entre nuestras cinturas.

Encarna estaba decidida y fue tirando de mi capullo hasta sacar del pantalón toda la verga, incluso los huevos, al tumbarme me había aflojado el cinturón para estar más suelto en aquel sillón incómodo, esto le facilitó mucho la incursión y pronto su mano “viajó” sobre mi polla de principio a fin.

Mi mano no estuvo quieta y literalmente la “ordeñó” , la leche me corría por la muñeca de la mano mientras la otra quedaba quieta sobre el pecho de Cari.  Estuve tentado de aventurarme entre las tetas suaves de la joven pero me contuve, no quise malograr el momento de tierna felicidad de la joven.

Me pareció que las caricias que le hacía a Encarna en sus pezones no le eran indiferentes porque aceleró su mano según las areolas resaltaban de las mamas, cuando apreté las dos a la vez, estrujó mi capullo y agitó muy rápido la polla, fue un “ festival ” de leches, me corrí debajo de la sábana compartida con Cari, no me preocupé por si la manchaba, aunque estaba derramando leche al lado de su mano, al mismo tiempo, sobre la cama de Encarna se producía una mancha blanca que llegaba a calar el colchón.

Metí en mi boca mis dedos mojados de leche materna y los fui chupando uno a uno, Encarna hizo lo mismo con los suyos, fue lamiendo mi leche que empapaba sus dedos hasta no dejar rastro alguno.  Luego los besó poniéndolos encima de mis labios y sonriendo se volvió hacia sus hijos.

Aún no había amanecido cuando entró una enfermera para tomar las temperaturas de las madres, nosotros retiramos los sillones y bajamos a desayunar mientras las arreglaban, estuvimos un rato hablando, Cari parecía otra persona, estaba muy animada y veía su futuro de otra manera.

Cuando volvimos a la habitación teníamos visitas, un matrimonio estaba a la vera de Encarna, no eran mayores y se presentaron, eran los abuelos de los mellizos, habían venido desde su pueblo, vestían bien y recordé que eran de “buena” familia, después de adorar a los mellizos sacaron el tema de Santi, si las maldiciones le hubieran llegado le habrían fulminado.

Encarna les contó el porqué el llamarme a mí, se lo puso tan bonito que me sentí el salvador de la humanidad, sus padres me abrazaron por no dejar sola a su hija, sabiendo que incluso la acompañé en el parto, el padre me prometió que no se olvidaría de mí gesto con su hija y se interesó por mis estudios y mis pretensiones, me dijo que en cuanto volviera a casa pensaría algo respecto a mí.

Al otro lado de la cama estaba Cari con un chico algo mayor que ella, reconocí a su hermano porque un brazo no lo movía como el otro, se le notaba cierta dificultad de movimiento, me lo presentó y a “escuchitas” le contó mi idea del pastoreo, a él le encantó y me abrazó, le dije que le llamaría en cuanto hablara con Joao, a éste también le alegraría encontrar a un sustituto.

Libre de compromiso volví a la Universidad, los padres de Encarna se habían hecho cargo de ella y estarían allí hasta llevársela a su casa en el pueblo, de momento estaría allí y no sé como quedarían con Santi.

En clase mis compañeros me cosieron a preguntas pero no fue nada para lo que me hicieron Berta y su amiga Susana, me sorprendió verlas tan amigables después de todo hasta que me aclararon que su amiga rubia no estuvo con Santi, fue sola a hacer unas fotocopias de un libro, la que sí que falló y estuvo con Santi fue otra que faltó a clase “por no encontrarse bien”, el resultado se aclaró cuando ella misma confesó que había estado follando con el profesor en su piso.

Pero todas estas entrevistas no fueron nada cuando me llamó la Directora, el bedel le había avisado que ya estaba en clase y no tardó en venir el de seguridad y llevarme ante ella.

El tono fue totalmente diferente, el acudir en ayuda de la esposa del profesor en tan delicado momento y acompañarla en el parto, fue para ella un gesto especial, ella era soltera y siempre quiso tener hijos por lo que le daba mucho valor a mi acción.

Después de alabarme delante de su secretaria me contó que se habían enterado de las aventuras del profesor, la secretaria me enseñó el expediente con el que le iban a poner en la calle y de paso me mostró la solicitud para concederme una beca de estudios entre abrazos y felicitaciones, luego cuando ya no quedaban palabras emocionadas, me prometió que podía contar con ella para lo que necesitara y me permitió volver a clase.

Aquel día fue completo, Berta y su amiga habían planeado algo para mí, me invitaron a comer en su casa, las dos se sentían engañadas por Santi y quisieron “resarcirse” de su traición, después de comer me rodearon en el sofá y me hicieron una serie de zalamerías, me pasaban las manos por todo mi cuerpo en clara insinuación, pero al ver que la cosa iba a más me levanté y miré a Berta y seriamente le dije.

  • Berta, agradezco vuestro afecto invitándome de comer y demás pero no quiero que olvides un detalle, tú ya lo sabes pero quiero que se lo adviertas también  a tu amiga.
  • Ay, sí Susana, hay una cosa que no te dije.
  • ¡Sí me lo has contado todo!, que Paco, tiene una polla que sabe usar de maravilla, que su lengua embelesa el coño y las tetas son un manjar para él, todo eso me parece perfecto.
  • Sí, todo eso ya te lo dije, pero hay otra cosa…
  • ¿Qué puede ser mejor, que folla de perlas?
  • No, que le encantan los culos, lo primero que te meterá es la polla por el culo.
  • ¡Ay Dios!, ¿Has dicho por el culo?
  • Sí, hija sí, y no veas el calibre que gasta, te ensartará la verga hasta los huevos.
  • No sé si podré aguantarlo, una vez probé y no pude.
  • Pues si no te ves capaz, más vale que nos despidamos aquí.
  • Nooo, si Susana no se atreve que se vaya, pero yo me quedo, ahora ya sé lo que es recibir esa verga aunque sea por el culo, lo sufriré pero no me lo pierdo, la quiero por todos los agujeros.
  • Si es así yo también me quedo, y que los santos me amparen.

Fue una gozada ver a Berta dirigir mi polla al culo de Susana, ésta no tenía tantas tetas como Berta pero su culo era mucho más redondo y alto, al ver a Berta abrirle las nalgas me dio ganas de darle antes la polla a ella para que me la mojara de saliva y lo hizo con gusto, luego la encaró al agujero de su amiga y me cogió los huevos para dirigirme hasta el agujero plisado del culo.

Berta se hizo la experta, procuraba que mi polla no se doblara y entrara recta entre las generosas nalgas de Susana, esta gritaba pero Berta le dio un pañuelo para que lo mordiera, mis manos acudían a las tetas de ambas y las pellizcaban sin temor a sacar leche.

Al sentir mis huevos pegados a sus nalgas Susana respiró satisfecha, el sacrificio valió la pena, ahora ya no quería que saliera pero le advertí que el culo de Berta me reclamaba también, ésta cambió de color pero Susana se creció y quiso ver si ella era tan “experta” como presumía.

Al ver cómo se aplastaba el glande intentando forzar el agujero rosado de Berta, Susana le escupió y metió dos dedos entre mi capullo y el ano para dilatarlo, aunque no le dio tiempo a sacarlos y entraron junto a mi polla, Berta chilló desesperada pero ya era tarde, le follé el culo junto a los dedos de Susana, esta acompañó mis envites, ni ella se creía que el esfínter de Susana podía con aquello, pero pudo y cuando salí dejó un agujero como la entrada de una cueva.

Las dos se disputaron adonde quería correrme, ellas ya estaban servidas, Susana contó dos orgasmos y Berta alguno más, para que no discutieran las puse con las caras juntas y les llené los rostros de leche, a Susana le cayó una lefa en el ojo derecho que le hizo estar guiñándolo hasta que acabé de vaciarme, Berta no se descuidó y tragó la mayor parte de mi semen.

La tarde fue corta con las dos estudiantes, probaron todas las posiciones que quise, Berta tuvo “su normal” y “su oral”, Susana quiso repetir su anal y se lo concedí, me prometió que su culo estaría siempre listo para mí.

Cuando llegué a casa tuve que contar toda mi historia a todos, especialmente a Gero, omití lo de su hermana y Susana y lo ocurrido con Encarna, pero se emocionó con la historia de Cari, por eso le prometí que en la próxima ocasión me encargaría de ella.

Continuará.

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Gracias.