El vagabundo (14)

Después de una tarde distraída en familia Berta tuvo que ceder a mis condiciones, no lo pasó bien pero quedó en repetir, por otro lado Sonsoles me dio una agradable sorpresa.

Cuando Gero desapareció me dormí como un “bendito”, después de otro revolcón estuvimos hablando de Berta, su hermana parecía haber recapacitado pero yo no me fiaba de ella, sabía que podía ser por motivo de celos fraternales, porque por envidia de su físico era impensable.

Me desperté sobresaltado, el vozarrón de Mariano desde debajo de la escalera me asustó.

  • ¡Paco ya es hora, el almuerzo ya está en la mesa, si no bajas pronto, empezamos sin ti!
  • Enseguida estoy con vosotros, gracias Mariano.

Me duché como un relámpago, el agua no llegó a calentarse y salí de estampida, cuando llegué al comedor ya estaban todos sentados a la mesa, Mariano presidiéndola,  Ana a su lado y en la otra punta Berta, a Gero y a mí nos dejaron juntos en el otro lado.

Sobre la mesa una fuente con “tajadas” de cerdo frito guardado en aceite en una orza, esto era típico del campo, los trozos de costillas de cerdo, de morcillas, longanizas y lomo se freían y se metían en varias orzas, algo parecido a un cántaro con boca ancha, y lo guardaban para que durante el invierno hubiera carne en abundancia, esta costumbre venía de antiguo y aunque ya no era necesario se mantenía la tradición por la calidad que superaba a todo lo moderno al ser fabricación casera.

Cuando terminamos me sentía lleno y con ganas de sentarme al sol pero las chicas tenían mejores proyectos, también Mariano me propuso dar una vuelta por el campo para ver si se habían helado algunos frutales pero decliné ante la perspectiva, ya que había encendido su colilla de habano que siempre guardaba para las grandes ocasiones.

La idea de las chicas era enseñarme a ir en moto, yo ya me defendía bastante bien, en una ocasión Gero me enseñó a manejarme pero esta vez quería enseñarme a “llevar” a alguien, ante la insistencia de las hermanas y para escaparme del tufo del puro tuve que elegir y fui con las dos al almacén a dónde estaba la moto.

Era una moto de tipo campero, con ruedas de tacos y muy alta, arrancaba con patada y las marchas eran mi problema, primero di unas cuantas vueltas para familiarizarme con ella y ya cuando me encontré medianamente seguro me decidí a probar.

Gero primero quiso darme unas instrucciones y me llevó ella a mí, hizo una exhibición de destreza que nunca pensé que tendría, aunque intenté demostrarle inútilmente que yo también me defendía bien.  Me advirtió que me cogiera a ella porque la moto era bastante “rabiosa”, lo pude catar cuando arrancó y casi me caigo hacia atrás, en el último momento me agarré a ella como a un salvavidas, eso sí, me dio la impresión de que me abrazaba a un poste de teléfonos.

Cuando me dejó subir delante, fue ella la que se atrevió a sentarse atrás, mi inexperiencia era evidente, después de unas cuantas caladas pude arrancar bruscamente, ella me abrazó fuerte y salimos al campo, una vez por los caminos ya cogí confianza y ella también conmigo, sus manos se fueron aflojando y bajando, Gero en la inmensidad de los viñedos bajó las manos tanto que llegó a ponerlas sobre mi bragueta, me gustó el detalle pero me distrajo y estuvimos a punto de salirnos a una viña.

Nos reímos un rato aunque al volver no le dijimos nada a su hermana cuando subió tras de mí, la sensación que me dio el cambio de “paquete” se notó desde un principio, ya con cierta experiencia hice adrede una salida violenta, pillé desprevenida a Berta que se abrazó a mí con fuerza, ya por los caminos alejados ella fue aflojando y subiendo las manos hacia mis tetillas, quería provocarme ya que yo no podía defenderme.

Mi única “defensa” fue ir frenando de golpe con lo que Berta se pegaba a mí espalda aplastándome sus tetas contra mis costillas, lo hice varias veces porque a ella no le hacía gracia, después de varias vueltas por los alrededores las chicas me dieron el visto bueno y volvimos a la casa.

Las mujeres se metieron en casa para hacer sus quehaceres y Mariano me pidió que le ayudara, al volver de su paseo por los caminos vio que una rueda del todoterreno estaba pinchada, en el almacén me explicó lo que debía hacer con el gato del coche mientras él se ocupó de aflojar la rueda y cambiarla.  Estuvimos un rato largo durante el cual no dejó de recordar a las chicas que vio en el teatro de Madrid, hasta se fijó que a una se le habían roto las mallas justo en la entrepiernas adonde las braguitas le marcaban el bulto del coño.

Nos reímos de buena gana, se notaba que estaba impresionado con la visión de las vedettes, mientras yo pensaba en otras mujeres.  Cuando nos llamaron desde la casa íbamos llenos de polvo y barro, en una pila en el almacén nos lavamos como colegas y cuando llegamos a casa llevábamos los brazos con las mangas arremangadas.

  • ¡Mira los valientes, en pleno invierno, como si fueran de Bilbao!, Jajaja.
  • ¡Es que somos jóvenes y fuertes!
  • Bueno unos más que otros, Jajaja.

Nos sentamos a la mesa y dimos cuenta del majar que habían preparado entre la madre y las hijas, parecía un banquete, ya que celebraban el estar toda la familia reunida, más yo, claro.

Después de una grata sobremesa en la que se habló de todo, incluso de mis experiencias en la moto, Berta contó que era tan torpe que frenaba de golpe sin motivo, sin aclarar que cada vez que lo hacía me clavaba las tetas en mi espalda, luego la conversación fue decayendo y cuando ya Mariano parecía que se iba a dormir en su sillón Ana tuvo una idea.

  • ¡Ea, vamos a jugar! Preparad la mesa camilla, que voy a por el tablero.

Fue como si le echaran aceite al candil, Mariano se espabiló y buscó el dominó, Ana trajo un  tablero blanco de Railite y lo puso sobre la mesa redonda cerca de la chimenea.  Enseguida las chicas colocaron alrededor las sillas y distribuyeron las parejas, Mariano era el master , el sabio, sin duda el que más sabía con creces, enfrente de él se sentó Gero, a su izquierda su Ana y a su derecha Berta.

Yo nunca había visto un dominó de cerca y me gustó, era muy antiguo, con las fichas de marfil ya desgastadas por el uso, Mariano lo desparramó sobre el tablero brillante explicando que fue de su bisabuelo y que se lo pasaron de padres a hijos, era el deporte “nacional” en aquellas tierras.

Yo me senté en una esquina, entre Berta y Gero, una vez repartieron y escogieron las 7 fichas empezó la partida, las manos apenas se veían, jugaban con una habilidad que yo no lograba entender, admiraba sobre todo a Mariano, éste incluso “adivinaba” las fichas que llevaban los demás, “dóblate con el tres”,“tira el pito”,“domino con el seis” o,”voy a cerrar”, todo un léxico nuevo para mí.

Jugaron varias partidas en un momento, al principio Mariano ganaba todas pero luego Gero empezó a recuperar y después Ana y Berta también ganaron alguna, yo no entendía nada pero me alegraba cuando Gero ganaba alguna partida.

Una vez desfogados quisieron que me sentara yo a jugar, les advertí que no sabía ni casar las fichas pero ellos insistieron prometiéndome que aprendería enseguida.  No tuve más remedio que sentarme en la silla que me dejó Gero, ella se sentó a mi izquierda, entre su hermana y yo.

Al principio todo era un desastre, las fichas se me volcaban enseñando mi juego a todos, que se volvían riendo para no verlas, luego Gero me aconsejó que las pusiera tumbadas de lado y ordenadas por puntos, me susurró que fuera pasando el dedo sobre ellas y así ella me indicaría cual de todas debía de tirar.

En efecto, yo hacía como que dudaba y Gero me apretaba el muslo para decirme que esa era la adecuada.  Dicen que es la suerte del principiante pero a la segunda partida gané, todos me animaron y pronto gané más, la cosa se animaba y ya no era tan difícil para mí, porque la mano de Gero me señalaba cuando y cuál pero su mano no estaba del todo quieta, se iba desplazando hacia arriba hasta que mi polla fue bajando por el camal y se encontró con ella.

Desde entonces ya la dejaba siempre sobre mi polla y sólo la presionaba para advertirme de la ficha a jugar, volví aganar varias veces, la polla se me marcaba mucho pero Gero me cubría con su cuerpo.

Las cosas empezaron a empeorar cuando a Mariano se le ocurrió pedir que trajeran la botella del anís, como Gero no jugaba tuvo que ir ella y al levantarse vi que Berta miró con disimulo descubriendo el “pastel”. Mientras Gero traía la botella y cinco copitas para el anís dulce vi cómo Berta rodeaba su pezón con disimulo, el suéter fino que llevaba no pudo evitar descubrir un bulto del tamaño de un botón de abrigo.

Por otra parte, la partida siguió, Gero volvió a dirigirme las fichas y Berta a seguir su maniobra, el calor del anís contribuyo lo suyo, a mi derecha Ana se despasó dos botones de su camisa lo que propició que se le viera el canalillo que le formaba un sujetador azul que vi la tarde que Gero husmeaba en su cuarto, al imaginármelo puesto me causó una visión de lo que estaba comprimiendo, por otra parte Berta se había estirado su suéter fino dejando que asomaran sus suaves y redondas tetas por el escote, ella no mostraba un canalillo estrecho sino que aparecían separadas en un ancho canal.  En cambio Gero llevaba una camiseta fina que no marcaba más que la etiqueta.

Cuando terminamos la partida mi polla se había salido presionando el camal del bóxer y campaba a su voluntad, cuando se levantaron todos yo tuve que quedar sentado un momento más, recogiendo las fichas, para que la erección se me bajara.

Mariano había comido mucho y no quiso cenar y se acostó, nosotros tomamos un sándwich y poco más, luego las chicas se juntaron para hablar en la mesa camilla y yo me despedí y me acosté tranquilamente.

Fue un día de emociones fuertes y me dormí inmediatamente por eso me desperté sobresaltado cuando noté un peso a mi lado y que me faltaba la respiración, moví los brazos y en la oscuridad toqué algo blando y tibio, alargué la mano hasta la mesita y encendí la luz, no pude decir nada porque estaba amordazado pero lo que vi me sorprendió, miré el reloj y vi que no eran ni las cuatro de la madrugada.

  • Shhit, no digas nada o no te suelto.
  • Mmm vale, pero suéltame, ¿Berta, qué quieres a estas horas?
  • ¡Qué voy a querer, os he visto, estabais haciendo trampas!
  • ¿Y qué?, no nos jugábamos nada.
  • Pero la forma de ganar…
  • ¿Y a ti qué te importa?, no hacemos mal a nadie.
  • Claro, sólo que a mí me habéis puesto muy caliente, mi hermana te ha estado agarrando la polla toda la noche delante de nosotros.
  • Mi polla es mía y se la doy a quien quiero, tu hermana tiene mi permiso cuando quiera.
  • Eso es lo malo, que yo también quiero tener “tú permiso”.
  • A éste paso es difícil que lo tengas, si no cambias tu manera de pensar…
  • ¿Y quién te ha dicho que no he cambiado?
  • Me extraña mucho, aunque “tu Santi” ya no te hace caso, y como eres tan orgullosa…
  • A veces hay que saber tragarse el orgullo y yo me lo he tragado.
  • Quieres decir que…
  • Que acepto tus condiciones.
  • No sé si las habrás comprendido…
  • Claro que sí, que me harás lo que quieras, cuando quieras y cómo quieras.
  • Eso es, pero no siempre te parecerá tan sencillo.
  • Es cuestión de probar, si quieres te puedo hacer una demostración con la boca.
  • No, eso tienes que tenerlo claro desde el principio, vuelve cuando estés decidida y trae crema lubricante.
  • ¿Te refieres a esto?

Berta sacó la otra mano y me enseñó un tubo de gel hidratante, estaba claro que venía dispuesta a tragarse su orgullo y me lo demostró bajando el pantalón de su pijama, se volvió dejando su culo frente a mi cara iluminado por la lamparita.

Abrió las nalgas y se puso la crema, se ayudó con un dedo empujando el gen hacia adentro del culo y agitó las nalgas para repartirlo por todo, debajo se le veían los labios menores que sobresalían entre el coño, eran rosados y tiernos y brillaban de humedad.

  • No sé si fiarme de ti, no quisiera que se enterara todo el mundo, no creo que tu madre se alegrara de saber que quieres que te dé por el culo.
  • No te preocupes, tampoco le gustaría saber que mi hermana te meneaba la polla a un metro escaso de ella.
  • Está bien pero no quiero que tu hermana se entere de esto.
  • ¿Crees que se enfadaría? Como dice que sólo sois amigos…
  • Y es cierto pero preferiría que no se enterara o en todo caso ya se lo diría yo.
  • Tranquilo, si me dejas contenta no se lo diré pero no te prometo que quiera más de esta polla.

Berta tiró de la manta dejándome con la verga apuntando al techo, ya la iba a atrapar con la mano cuando me levanté y le dije que ocupara mi sitio pero de rodillas y con la cara en el colchón.

Toda su seguridad desapareció en un segundo, se sintió indefensa y cuando tire de su pantalón hasta el suelo y la chaqueta hasta la cabeza quedó temblando, sólo le veía la espalda y las tetas colgando, además de todo el trasero, coloqué la lamparita para ver bien el objetivo y me acerque a ella.

  • Espera Paco, por favor, prométeme que no me vas a hacer daño.
  • Eso no lo puedo prometer, todo depende de ti.
  • Es que tengo mucho miedo, Santi no es la mitad que tú y me aterraba.
  • Es todo mental, si te relajas como te diga, apenas me notarás y te prometo que luego querrás más y más.
  • Lo dudo, si quieres por delante aún me arriesgaría pero por el culo…
  • Anda, no te preocupes y separa las piernas y de paso con las manos las nalgas.

Me tomé mi tiempo, la preparé meticulosamente, la visión de su coño cerrado me dio la idea de pasarle la polla y abrírselo,  metiéndole un poco del capullo, el clítoris me llamaba y lo rocé como un saludo,  el coño ya le babeaba cuando me apoyé en el culo.

El agujero apenas se notaba, era de un rosado como sus areolas y apenas arrugado, hasta a mí me daba pena hoyarlo pero me lo había propuesto y lo iba a hacer.

  • Paco me lo he pensado mejor, si quieres  te hago una mamada, hasta me bebo tu leche si quieres pero el culo no, por favor.
  • Me parece que no estás convencida todo lo que debías, ya me extrañaba a mí.
  • No de verdad, tengo ganas de probar tu polla, cada vez que la veo me mojo las bragas pero… ¿no podías hacer una excepción conmigo?
  • Está claro que no lo entendiste, tú crees que a mí me interesa tu culo y tus tetas pero no es así, a mi me gusta una chica por otras cosas, sin ir más lejos tu hermana, sin tanta “cualidad” es más atractiva que tú.
  • No puedo creerte, yo sé cómo es mi hermana, la he visto, nos hemos comparado y… ¿qué quieres que te diga?, cualquier chico me elegiría a mí.
  • Pero yo no soy cualquier chico, además de esto que notas caliente soy una persona que tiene sentimientos y paladar, que valora muchas más cosas que los coños, eso lo tiene cualquier mujer pero para mí los mejores son los de una mujer de verdad como… tú hermana, por ejemplo.
  • ¿Y qué tengo que hacer para que me metas eso?
  • Ya no lo sé, antes aún tenía un poco de interés pero ahora ni eso, así que es mejor que te vistas y te vayas a dormir, lo malo es que tendré que hacerme una paja pensando en  alguien más sexi.
  • ¿Mi hermana, por ejemplo?
  • Podría ser, ella tiene todas las virtudes que me gustan.
  • Venga Paco, haz lo que quieras, no pensé que diría esto nunca pero por favor, ¡métemela por el culo!
  • Eso está mejor, con ese tono estás más guapa, prepárate y sobre todo relájate, no me gusta hacer sufrir a nadie gratuitamente pero esta polla sólo se meterá en ese culo… si luego quieres probarla en otros sitios más “naturales”.

Berta desde debajo de su pijama me rogó e imploró que no le rompiera el culo por enésima vez, entonces decidí suavizarle el agujero antes, para no oírla berrear, unté los dedos de gel y fui suavizando los alrededores hasta que con mucha suavidad metí un dedo, luego dos y ya oí que susurró que tenía razón, que no era para tanto pero cuando cambié los dedos por el capullo noté que contenía la respiración.

Obligué al capullo a forzar la entrada, la crema me hacía resbalar y ella apretaba el esfínter sin darse cuenta, tuve que intentarlo varias veces hasta que logré que la punta entrara hasta la mitad, ya era un logro, el resto fue empujar y me deslicé hasta entrar el anillo.

Las manos de Berta soltaron sus nalgas y se agarraron a la almohada, la puso sobre su cabeza para que no se oyeran sus quejidos desde las habitaciones de su familia, lloraba y maldecía a Santi por su empeño de meterla en el culo pero le convencí de que si no fuera yo, “su Santi” no tendría tantas consideraciones y empujé.

Hizo lo posible por evitarlo pero en la postura que estaba no podía huir de mi, la única salida era hacia delante pero la cabecera de la cama le cerraba el paso, el capullo resbalaba por el ano estrecho aplastando el glande, una y otra vez lo intenté,  hasta que en un segundo que se rindió agotada  para recobrar el aliento, la punta se fue abriendo paso, ya era tarde pera volver atrás y como una flecha se encajó hasta que el anillo marcó la ida sin retorno.  La polla se fue hundiendo tan suave que se deslizó hasta la mitad, ella respiró por fin arqueando la espalda, sacó la cabeza de debajo de la sábana y se volvió a mí.

  • ¡Madre mía,  Paco, me has roto algo ahí dentro, no puedo moverme!
  • No exageres, pareces una niña mimada.
  • Sí, me gustaría ver a muchas en mi lugar.
  • Te admirarías de lo agradecidas que están con mi polla.
  • No me imagino a quién, mi hermana no lo resistiría.
  • No subestimes a Gero, ya te dije que es toda una mujer que merece toda mi consideración.
  • ¿Quieres decir que la has metido esto a ella también?
  • No acostumbro contar lo que hago con las mujeres, si quieres se lo preguntas a ella.
  • No lo dudes pero por favor, sigue hasta adentro, ya se ha calmado un poco el dolor.
  • Ya te lo dije Berta, ya te lo dije.

El resto entró de un tirón, gimió y jadeó, sujeta de las caderas fue tragando la barra de carne al ritmo que le imprimía, sus tetas seguían el mismo movimiento y tuve que soltarle las caderas cuando ya no huía y me dediqué acariciar sus pezones que en efecto eran como botones de abrigo.

La más sorprendida fue ella cuando se corrió, tuvo un orgasmos brutal, el coño le goteaba espuma blanca que mojaba mis huevos cuando se los pegaba, Berta ya estaba  resignada a follar por el culo cuando la saqué y le dije…

  • Ahora te voy a obsequiar con un “normal” como tú dices, y luego me haces un “oral”, o sea, que me la chupes hasta tragarte mi leche.
  • Es igual, sigue adonde estás, ya no me importa.
  • Pero a mí sí, quiero tu coño y tu boca y sin rechistar, ya te lo dije.
  • Lo que quieras Paco, y si prefieres correrte en mis tetas también lo haces, soy tuya, ya lo sabes.
  • No, tus tetas para luego, ahora quiero que bebas mi leche.

Sólo tuve que cambiar de agujero pero aun así lo acusó, al principio el capullo apenas lo sintió pero cuando la verga se abrió paso en su vagina gimió como herida, estaba muy lubricada, más la crema que me untaba a mí pasó hasta el final de un solo empujón.

Su orgasmo vaginal fue menos intenso que el anal, para su sorpresa, pero cuando le acaricie el clítoris mientras me mamaba la polla superó a los otros dos.  Fue tragando la verga con rápidos movimientos de cabeza hasta que la cogí de la melena y la sujeté fuerte y fui yo el que moví las caderas follando la boca, los ojos le lloraban y tosía pero mi polla siguió sin parar hasta vaciarse en su garganta, su cara era un mapa cuando la solté, lloraba, la leche salía por la nariz y por la boca caían unos goterones que se le deslizaban hasta las tetas.

Acababan de sonar las cinco de la madrugada cuando Berta recogió su pijama y salió de mi habitación, andaba con cierta dificultad, en el pijama llevaba los restos de semen que limpió de su cara y yo me dormí muy satisfecho por haber dado una lección teórica y práctica a aquella belleza orgullosa.

Los días siguientes, en la cafetería vi a Berta compartiendo otra con sus compañeros, al verme me invitó a acercarme a ellos, lo hice y me presentó a la chica que unos días antes estaba ligando con Santi, no era tan guapa pero era más simpática, además me dio la impresión de que le había contado algo porque demostró mucho interés, al momento pasó el “profe” por nuestro lado y nos saludó, a mi me dio muchos recuerdos de su mujer, me dijo que ya estaba a punto de parir, en cambio las chicas no le hicieron mucho caso porque estaban cuchicheando sobre mí.

Las cosas se calmaron después de que Berta recibió su ansiado “regalo”, ahora me saludaba en cuanto me veía, sin preocuparse de lo que opinaran las otras chicas, pasaron unos día en los que me dediqué a estudiar más activamente.

Un día cuando salía de clase recibí una visita inesperada, vi a Sonsóles que me esperaba al pie de la escalinata de la Universidad, me dijo con suspense que tenía una sorpresa para mí en el coche, yo la seguí, esta vez iba bien vestida como siempre, aunque la encontré un poco pálida, le pregunté si se encontraba bien y después de dudar unos segundos me dijo que estupendamente.

La sorpresa estaba en el coche, y era nada menos que Pilar, también se había arreglado y estaba bastante atractiva, con la lógica diferencia de edad, salió para saludarme y me propusieron ir a tomar algo, fuimos a un bar y tomamos un aperitivo, hablamos de muchas cosas de tiempos pasados, se notaba que tenían buenos recuerdo de mi estancia en su casa pero después de los primeros halagos me explicaron el verdadero motivo de a visita.

  • Paco, me alegro muchísimo de verte pero el motivo de nuestra visita es otro, Sonsóles me contó lo que pasó en la casa del pastor, ella está segura de que el pastor es Juan, mi Juan, pero yo no lo creo, lo di por muerto ya hace mucho y el que aparezca ahora me ha dado mucha impresión además de alegría y no te niego que también curiosidad, por lo que te agradecería que consintieras en que lo visitara, te prometo que no causaré problemas, ni a ti ni a él, y si crees que es abusar de la familia que te acoge ahora, ya pensaré algo para poder hablar con él de alguna forma pero te prometo que estoy desesperada por conocerlo.
  • Paco, disculpa si le conté todo a Pilar, ya sabes que somos amigas pero sobre todo porque para ella es todavía más importante que para mí, ella lo educó, lo cuidó desde muy joven y hasta… bueno ya sabes, por lo que te ruego que consientas que lo veamos otra vez, yo no tengo dudas pero Pilar no termina de creerlo, lo cierto es que es una historia muy rara.
  • Por mi no hay problema, espero que Joao no crea que estáis equivocadas o obsesionadas.
  • O locas, jajaja, lo puedes decir pero cuando pasé toda la noche con él creo que recordó todo, por lo menos en lo referente a mí.
  • En fin, creo que se lo debo a Pilar, ella me cuidó muy bien, e imagino que con Juan todavía sería mucho más.
  • Ya lo creo Paco, a él mucho más, te lo juro.
  • Está bien, lo que podemos hacer es ir a verlo, espero que no le sepa mal, tendré que preguntarle.
  • No, creo que sería preferible aparecer sin anunciarnos, posiblemente así, de sopetón le impacte los recuerdos y recobre la memoria.
  • Como queráis, ¿y cuando habíais pensado visitarlo?
  • Pues… ¿qué tal hoy, ya estamos impacientes y nos hemos puesto guapas para causarle buena impresión.
  • Jajaja, imagino la impresión que le causareis,
  • Si te digo la verdad mi conversación fue muy efectiva, Jajaja.
  • Seguro que sí, tuviste toda la noche para rememorar….
  • Bien puedes decirlo, toda la santa noche, Jajaja.

Fuimos directamente a casa de Joao, él acababa de meter al ganado en el redil e iba sin afeitar y con la ropa propia de su oficio,  en cuanto nos vio, se miró un poco avergonzado por su aspecto pero a Pilar se le saltaron las lágrimas, tenía un aspecto varonil, había cambiado mucho desde que se marchó de su lado y tuvo que contenerse para no lanzarse a abrazarlo.

Joao, una vez recuperado de la sorpresa se disculpó y fue a adecentarse, volvió duchado, bien afeitado, con su mejor ropa y oliendo a colonia splash , como un galán atlético. Nos sentamos para hablar, Pilar tenía muchas cosas que contarle, muchas más que Sonsóles y cuando el tema se desvió a sus curas de fimosis y los resultados tan satisfactorios que tuvo vi que los dos se ponían melosos y Sonsóles y yo nos miramos y con una excusa salimos a dar un paseo, ellos se levantaron también y se cogieron de la mano, Joao pasó la suya por la cintura de Pilar y se la llevó a su habitación.

  • Paco, ¿te importa qué subamos al coche y nos alejemos de aquí?
  • Como quieras pero no creo que se oiga gemir a Pilar desde aquí, Jajaja.
  • Jajaja, no me extrañaría, desde que te fuiste tú de su casa creo que no gimió mucho.
  • Pues con María…
  • No es lo mismo, ni se le parece, Jajaja.

Subimos al coche de Sonsóles y nos alejamos bastante, la tarde era buena pero en invierno no tardaría en hacerse de noche, Sonsóles quedó que en un rato volvería a por ella y nosotros aparcamos en una explanada en el camino.

  • Paco, te agradezco que hayamos venido aquí, en casa de Joao no podía respirar.
  • ¿Por qué, estabas celosa?
  • ¿Celosa yo, por qué?
  • No sé, posiblemente por lo que estarán haciendo los dos ahora.
  • No, nada de eso, es que… no sé si decírtelo.
  • Creo que me conoces, si crees que merezco saberlo…
  • Y tanto que lo debes saber, el caso es que… creo que estoy embarazada.
  • ¿Quién tú, y eso?
  • Pues imagina, cosas que pasan.
  • En fin me alegro, por fin tu marido habrá conseguido tener un sucesor.
  • Lo malo es que sospecho que no es cosa de mí marido.
  • ¿Por qué, si me contaste que cuando nos trajiste las entradas, te... bueno lo hicisteis…?
  • Sí, claro pero de la forma que se vino en mí…
  • ¿Tú no tomabas pastillas? Siendo farmacéutica…
  • No, como mi marido es tan poco…habitual…
  • ¿Ni siquiera la píldora del día después cuando estuviste aquí?
  • No, no me acordé, estaba tan llena...
  • Y tanto, por eso mismo, según me contaste Joao, te lleno bien de leche…
  • Hasta el cuello, es verdad, se corrió varias veces y no dejé que se saliera.
  • ¿Y cómo lo sabes?
  • Una mujer sabe los síntomas, mareos, aversión a algunas cosas, ahora mismo el olor a los corderos casi me hace devolver, cuando estuve aquí estaba a punto de bajarme la regla y no pasó, luego una amiga que es ginecóloga me hizo la prueba y…
  • ¿Positivo?
  • Hasta los cejas.
  • ¿Y qué vas a hacer?
  • Siempre quise tener un hijo pero con mi marido, aunque cuando vi cómo era preferí dejarlo, pero ahora…
  • ¿Y qué dirá él?
  • Desde que lo sospeché lo provoco para hacerlo todos los días y así que no sospeche, de todas formas no se lo diré y lo tendré.
  • Me alegro por ti, por lo menos cumplirás tu deseo. ¿Pilar lo sabe?
  • Claro, se alegró mucho, dijo que a ella le habría gustado mucho también, me ha prometido ayudarme a criarlo.
  • ¿Y a Juan, el padre, se lo vais a decir?
  • Esperare a decirlo cuando esté preparado, si reconoce a Pilar intentaremos convencerlo para que deje esta vida tan solitaria y nos lo llevaremos a Valladolid, le encontraremos trabajo y vivirá con Pilar, entre todos criaremos al bebé y cuando sea el momento se lo diremos.
  • ¿Y si dice que no quiere saber nada?
  • No creo, cuando se estaba corriendo dentro de mí, una vez de tantas, dijo que le gustaría tener un hijo, así que... ¿tú qué opinas?
  • Pues… me parece que es un poco fuerte, así sin esperarlo, pero pienso que lo tienes claro y es factible, así quedaríais todos contentos, menos…
  • ¿Mi marido, Jajaja, el ya tiene a sus niñas? Supongo que por lo menos tendrá buen cuidado de no preñarlas.

Ya había anochecido, Sonsóles no estaba para nada de juegos dentro del coche, se le notaba desmejorada, seguramente de la incipiente preñez y no le insinué nada, al volver a casa de Joao la pareja salía de su habitación con muestras innegables de haber estado follando toda la tarde, Pilar le abrazaba sin pudor delante de nosotros confirmando que le había reconocido.

De vuelta hacia la salida nos informó que lo había convencido para volver a vivir en su casa, el hombre, estaba cansado de estar sólo, aún con la compañía esporádica de Encarna o Emilia, Aún así, no le bastaba, necesitaba de unos afectos que no recordaba haber tenido y ahora podía recuperar.

Cuando me dejaron en la puerta de la casa las dos mujeres me lanzaron sendos besos al aire y al entrar Gero me preguntó al verme la cara tan feliz.

  • Parece que has pasado muy buena tarde en compañía de las señoras.
  • No lo sabes bien, estoy contento y no es por lo que tú crees.
  • No, no lo decía por eso, para eso sólo somos amigos.
  • Algún día te lo contaré.

Continuará.

Si les gustó, valoren y comenten.

Gracias.