El vagabundo (13)

La vuelta de los padres de Gero fue apoteósica, aprovecharon plenamente el fin de semana en Madrid y nosotros también, además luego trajo cola

Gero preparó una ensalada, comimos como si no hubiera mañana, después de la tórrida noche  estábamos desfallecidos, aunque con prisa por apurar las horas que nos quedaban en solitario. Sabíamos que el tren que traía a sus padres llegaría a última hora de la tarde, más el tiempo desde Valladolid a la finca en el viejo Land Rover , estaba todo controlado.

La chica recogió toda la mesa y desapareció por un momento, cuando volvió llevaba otra vez el camisón largo de su madre, pero con el añadido de que se había pintado un poco los ojos y los labios, realmente estaba guapa y no pude disimular, la abracé y cogidos de la cintura volvimos a su habitación.  Esta vez fui yo el que le quitó el camisón, cuando lo subí por todo su cuerpo fui acariciando desde las piernas hasta el estómago, ya iba a sacarlo por la cabeza cuando se arrepintió y me dijo…

  • Espera Paco, se me ha ocurrido una cosa, ven conmigo.

Me llevó de la mano hasta la habitación de sus padres, yo no me imaginaba lo que pensaba hacer hasta que se puso a buscar en el cajón de la lencería, fue sacando prendas, sujetadores, bragas, medias y demás, yo observaba sentado en la cama cómo buscaba y rebuscaba agachada en el último cajón.

No pude resistir la tentación y me acerqué sin hacer ruido y le subí el camisón largo hasta la cintura, ya llevaba la polla preparada y apenas la sujeté de las caderas le fui metiendo la polla en el coño cerrado, el glande hizo su labor de ariete y fue separando los labios hasta que ella ayudó separando un poco los pies.

  • ¡Nada que no lo encuentro, a saber que habrá hecho mi madre con él!
  • ¿Qué buscas?, lo que yo buscaba ya lo encontré.
  • Aaaay, sí ya lo he notado, me pillaste por sorpresa, otra vez avisa, me has llenado el coño con esa verga tan caliente que me llega hasta la garganta.
  • Era una sorpresa, ¿y tú, qué buscas?

Gero terminó de sacarse el camisón blanco por la cabeza antes de incorporarse, mientras yo iba metiendo y sacando la polla lentamente, cuando se enderezó no se volvió, la cogí por el pecho y le acaricié los pezones.

  • Quería darte otra sorpresa a ti, hace tiempo mi madre me enseñó otro camisón rojo, ese es muy cortito, con él no tendrías que levantarme la falda, me la meterías sin esfuerzo y no lo encuentro, no creo que lo haya tirado.
  • No me importa levantarte lo que sea, mi polla sabe adónde tiene que ir.
  • Y yo la espero por todos los lados.

Sin soltarla fui andando hacia atrás y caímos sobre la cama de su madre, allí sobre la colcha Gero se sentó sobre mí y me cabalgó hasta correrse, yo le acariciaba el clítoris y los pezones, viendo por el espejo cómo cerraba los ojos concentrada en sus orgasmos.

Cuando se recuperó del segundo, descabalgó y se arrodilló en la alfombra, entre mis piernas, apoyada con los codos en mis muslos agarró la polla y la lamió desde los huevos hasta el capullo de un sólo lengüetazo, al final abrió los labios tanto que la polla desapareció en su boca sin rozarlos.

Gero ya me iba conociendo, probó todas las técnicas, con los labios atrapando solamente el capullo su mano recorría el tronco a mucha velocidad hasta hacerme llegar casi a correrme, luego de una vez abría la boca y tragaba hasta tocar con la nariz mi pubis lampiño, amasaba los huevos y volvía a sacar la verga para rodear el anillo del prepucio con un movimiento rápido que  me hacía saltar por los aires.

Aprendía muy rápido, pronto descubrió que el meterme un dedo en el culo era mi perdición, era como poner en ON un interruptor de alto voltaje, esto lo hacía cuando mi capullo palpitaba con fuerza, brillando de tan rojo que se ponía, a estas alturas ya abría la boca y sacaba la lengua para recibir el chorro de leche caliente.

Me quedé reponiéndome tumbado en la cama de Ana, mientras ella plegaba el camisón transparente de su madre y lo dejaba adonde lo había encontrado, luego desnudos los dos volvimos a su cuarto.

Cuando llegaron sus padres, ya estábamos en el comedor sentados en el sofá viendo una película con un bol de palomitas entre los dos, nos habíamos duchado y perfumado, todavía en la ducha aún tuvimos unos retazos de besos y lamidas, pero no llegamos a follar.

Al oír el ruido renqueante del Land Rover dejamos las palomitas y salimos a recibirlos, venían tan alborozados como si volvieran de un crucero alrededor del mundo, Ana abrazó y llenó de besos a su hija y a mí me dio un apretón que casi me rompe una costilla, Mariano no fue menos, aparte del olor a Montecristo que traía venía pletórico, me prometió que me contaría lo que vio en Madrid, me guiñó el ojo para hacerme entender que era cosas de “hombres” y yo me mostré cómplice dándole un suave codazo en la tripa.

Uno al otro se interrumpía queriendo ser el primero en contarnos lo que vieron, además del teatro, que era “cosa aparte”, disfrutaron de una vuelta turística que les dio ( sin pedirlo ) el taxista que los llevó al hotel, que por cierto, estaba muy cerca de la estación, ya a la vuelta y sabedores  volvieron andando pues estaba a dos manzanas del hotel.

Gracias a eso recorrieron la Gran Vía y las avenidas más famosas de la capital, además el “buen” hombre les fue explicando cada monumento y su historia, al final aún se llevó una buena propina.

Nos preguntaron si nos habíamos aburrido y los dos al unísono, hicimos una cara de indiferencia que los hizo sentir culpables, pero le quitamos importancia asegurando que la soledad fue llevadera.  Por la mañana me desperté muy pronto, mejor dicho me despertaron, una mano me sacudió el hombro y al abrir los ojos vi a Ana embutida en su batín.

  • Buenos días Paco, perdona que te despierte tan pronto, pero tengo muchas cosas que contarte.
  • Hola Ana, ya me figuro, de no haber salido casi de aquí a haber paseado por la Villa y Corte… debió ser excitante.
  • Excitante no, súper excitante y no lo digo por Madrid, que está muy bien, lo digo por el hotel.
  • Claro, elegí un hotel de cuatro estrellas, aunque yo habría preferido uno de cinco estrellas, pero reconozco que no me llegaba el dinero.
  • No me refiero a eso, sino a lo que sucedió en el hotel.
  • ¿A sí, que pasó, algo malo?
  • ¡Qué va, todo lo contrario, mi marido!, Mariano hizo una heroicidad, te cuento…

Le hice un sitio para que se sentara a mi lado y ella se sentó con las piernas cruzadas sobre mi cama, yo no veía nada, el batín largo casi hasta los pies no daba opción a ninguna mirada indiscreta y empezó a contar…

  • Resulta que cuando salimos de ver la función de revista, por cierto, me acordé de ti, salieron un montón de vedettes, a cual de todas más guapa y qué cuerpos, Paco, qué cuerpos, unas tetas… unos muslos y unos culo, guapas, muy guapas…
  • Ya me imagino, aunque tú no tienes nada que envidiar…
  • Calla, exagerado, el caso es que a mi marido le hizo un gran efecto, y cuando te digo gran, es gran, me lo demostró ya estando sentados en las butacas, me pasó la mano por el hombro y me apretó la teta, era algo que hacía muchos años que no se le ocurría.
  • Es que tienes unas tetas que…
  • Y no sólo eso, en cuanto llegamos al hotel se desnudó y no me dejó ni quitarme el maquillaje, me echó a la cama y me la metió sin más, yo estaba caliente, con la mano en la teta me había puesto a mil, el pezón me dolía de duro, pero aquello.
  • Me alegro mucho.
  • Lo malo es que no duró, lo bueno dura poco, bueno según… el caso es que yo separé bien las piernas para que no tuviera problemas y no los tuvo, porque se corrió enseguida, yo tuve que gemir como si me estuviera matando de gusto, aunque en realidad no llegué a correrme.
  • Bueno, es comprensible, después de tanto tiempo…
  • Eso creí yo, por eso por la mañana lo desperté con una sorpresa, me metí debajo de la sábana y le busqué la polla, me la metí en la boca y no paré hasta que se la puse como la noche anterior, no quise que tomara él la iniciativa y…

Ana era muy efusiva, me estaba explicando todo y con las manos actuaba como si lo viviera en el mismo momento, puso la mano sobre mi polla que reaccionó poniéndose maciza debajo de la sábana, estaba excitada contándome la escena mientras yo la atendía con interés.

  • Como te digo, no quería que se fuera tan rápido y decidí llevar las riendas, le chupé la polla, dejando el capullo morado de tanto lamer y…

Los brazos y las piernas de Ana se removían con las explicaciones, me cogía y me soltaba la polla siguiendo el recuerdo como si lo viviera hasta que separó las piernas lo suficiente para que mis ojos llegaran al fondo.

  • Mmm, te veo muy emocionada y estoy seguro que sería excitante, pero si no quieres que mi polla reviente, no separes las piernas tanto porque te estoy viendo las bragas.
  • ¡Ah sí, me las regaló Gero, antes de irnos!, son tanga, me dijo que ya que iba a ir a la capital que fuera a la última moda.
  • Mmm, buen gusto tiene tu hija, además rojas.
  • Claro, para ir conjuntada, mira.

Ana se levantó y abrió la bata, me enseñó que debajo de ella llevaba el camisón cortito que estuvo buscando Gero por la tarde anterior en sus cajones, por un momento me imaginé a su hija con aquella prenda, y no porque la llenara más, sino por la ilusión que puso en enseñármela, de todas formas a Ana le sentaba de maravilla con las tetas que se le salían por el escote.

  • Veo que te gustó, porque la polla se te ha puesto más que dura.
  • Ya lo creo y puesto, podías pasar la pierna sobre mí y seguir contando lo que pasó.

Ana comprendió mi intención y se sentó sobre mi polla, no se la metió porque se lo impedí dejándola tumbada sobre mi vientre rodeada por los labios que habían sobrepasado el hilo dental del tanga.

  • Lo has adivinado Paco, esto mismo hice yo, me subí sobre mi marido, estuve frotando mi coño sobre su polla, así mismo ¿ves?
  • Más que verlo lo noto, sigue como vas.

Y siguió moviéndose, me contó que estuvo resbalando sobre la barra de Mariano, a la vez que lo lubricaba, su coño se derretía, pero no quería meterla para que el orgasmo le llegara a ella primero y lo hizo, moviéndose de adelante a atrás, se corrió poniendo las manos en mis hombros para no desfallecer, yo cogí sus tetas que se balanceaban sobre mi cara y chupé sus pezones que le aumentaron el placer haciendo que sus gemidos reprimidos casi la ahogaran.

  • Bueno, ya te has corrido, ya estarás tranquila pero ahora ya mando yo, siéntate.
  • Lo estaba deseando, ya voy.
  • No, por ahí no, deja que tu coño siga derrochando jugos y siéntate en mi polla, pero apuntando al culo.
  • Es que no lo tengo dilatado.
  • No te preocupes, mójalo con tu flujo que de lo demás ya me encargo yo, de todas formas te hago ver que tú misma podrás ir más rápido o más despacio, según te duela más o menos.

Entre quejidos y suspiros Ana se fue dejando caer sobre mi estaca, mirándome a los ojos haciendo muecas esperando que le dijera basta, pero no lo dije, esperé a que estuviera por la mitad y entonces levanté las caderas y me hundí en ella.

El grito fue una mezcla de susto, dolor y placer, pero al darse cuenta de que ya estaba empalada se sentó sobre mí y empezó a moverse, me ofreció sus tetas duras y con una mano en ellas y la otra en el coño metiéndole dos dedos en la vagina volvió a correrse, esta vez con unos temblores que casi la descabalgan.

Esta vez me puso perdido, la corrida fue tan “liberadora” que me mojó hasta el estómago y por supuesto las sábanas de abajo, mi leche le salió por el culo abierto cuando se pudo levantar y al salir de la habitación me terminó de contar que su marido se corrió como hacía muchísimo, luego se llevó mis sábanas para lavar y yo me fui a la ducha.

Cada vez que iba a la cafetería de la Universidad miraba hacia el corro de amigos de Berta, entre ellos todo eran risas y bromas pero allá, en el fondo Berta seguía sola y con cara de funeral, me di cuenta de que si nos cruzábamos la mirada ella la rehuía, aún así no quise acercarme, porque no quería volver a contarle la misma historia.

Observé que en casa, Ana y Gero se entendían bastante mejor, la hija cuando llegaba del trabajo se vestía de mujer y hasta se comportaba de manera distinta, su madre me miraba orgullosa, se daba cuenta de que actuaba como a ella le gustaba de joven, entre las dos se notó una relación mucho más “femenina”.

Cuando Berta llamó anunciando que pasaría el fin de semana en casa, todos nos alegramos, su madre estaba impaciente por contarle lo que vio en Madrid y Berta sus nuevas prendas de chica.

A Mariano lo veía contento, siempre que estábamos a solas le notaba que quería hablarme, pero siempre “por H o por B” nos interrumpían y tenía que desistir, hasta que vio la ocasión y me propuso acompañarlo a la aldea, tenía que pagar a unos vendimiadores y esto fue la excusa perfecta.

La aldea no estaba demasiado lejos de allí, en realidad eran unas cuantas casas repartidas entre dos calles mal trazadas, pero lo que no podía faltar en el cruce era un Bar-Casino adonde se reunían todos los hombres para charlar, jugar al dominó o beber, el Land Rover enfiló una calle y al otro lado, casi en las afueras, paró.

  • Baja Paco, te presentaré a mi familia.
  • Encantado.

Cuando llamó a la puerta y abrieron quedé petrificado, a la mujer que abrió la tenía grabada en la retina y no sólo su cara, en cambio ella no hizo ningún gesto y me contuve difícilmente, admiré su capacidad de disimulo, a gusto la hubiera abrazado y llamado por su nombre antes de que Mariano me la presentara formalmente, pero procuré seguir su juego.

  • Hola hermana, ¿cómo estás?
  • Muy bien Mariano, ¡ah, pero no vienes sólo!
  • No, es Paco, el joven que vive con nosotros, está aprendiendo en la bodega.
  • Encantada Paco… pasad, no os quedéis en la puerta.
  • No, gracias, pero dime… ¿dónde está tu marido?  He venido para pagar las últimas peonadas.
  • ¿Adónde va a estar?, en el casino como siempre, allí están todos, todo el santo día, ya conoces a mi Raúl.
  • Vale, casi mejor, voy al casino y allí les pagaré a todos juntos.  ¿Te vienes Paco?
  • Como quiera Mariano.
  • Te advierto que te vas a aburrir, al final siempre tengo que discutir con ellos, si quieres me esperas aquí, en casa de mi hermana, que te invitará a algo, ¿verdad hermana?
  • Claro que sí, para ser la primera vez que nos vemos….

Apenas el coche arrancó hacia el casino, la mujer cerró, no le di tiempo a nada, la cogí por la espalda y la empujé contra la puerta, mis manos parecían de pulpo, las pasé por debajo de su blusa, levanté con los dedos su sujetador de tela y me llené las manos de tetas, ella peleaba sorprendida por mí reacción, se quería deshacer de mi abrazo, pero la tenía bien cogida y no pudo hacer nada más que patalear.

  • ¿Pero, qué haces, te has vuelto loco?
  • Claro, estoy loco nada más verte, estate quieta que te voy a follar aquí mismo.
  • Para loco y suéltame, haz el favor de estarte quieto, que se lo voy a decir a mi hermano.
  • Deja a tu hermano tranquilo discutiendo con tu Raúl, y prepara a tragarte mi polla, ¿la notas ya?
  • Sí, demasiado, pero déjame tranquila no quiero líos con mi marido.

La besé por el cuello y la nuca, ella forcejeaba queriendo impedir que siguiera adelante, lo hacía con decisión, pero sin demasiada fuerza, la tenía aplastada contra la gruesa puerta con sus manos en ella, mientras las mías seguían amasando sus tetas hasta bajar y soltarle la falda, que cayó al suelo.

Las bragas me costaron más, ella movía las caderas juntando las piernas para que no pudiera bajarlas, aunque ya las llevaba por las caderas, cambié de mano y me saqué la polla junto con los huevos y la apunté en los riñones, ella al notar el calor se movió más todavía y le subí la blusa por la cabeza junto al sujetador, estaba casi desnuda peleando por quitarme de encima, pero yo estaba desenfrenado.

Estábamos en el recibidor de la casa, era como un cuarto pequeño que luego se estrechaba más en un pasillo largo y estrecho, a los lados salían varias puertas y al fondo se adivinaba la cocina-comedor.

Como no tenía mucha movilidad le di la vuelta y sin soltarla por detrás de las tetas y la cintura la empujé hacia adentro de la casa, pensaba encontrar una habitación con una cama o el sofá del comedor, pero ella fue rápida y se apalancó con una mano a cada lado del pasillo y quedó frenada.

Para mí era imposible ir adelante o hacia atrás, lo único que pude fue tirar hacia abajo las bragas que le colgaban de mala manera y no lo pensé, apunté por detrás entre los muslos y la polla resbaló por el sudor que la mojaba.

Al segundó ella cruzó las piernas y me atrapó la polla entre los muslos y los labios del coño, la notaba sofocada, ya no gritaba, pero se esforzaba para no soltarse de la pared porque sabía que si la arrastraba a una cama la follaría sin remedio.

Quise convencerla de la manera más convincente, le besaba el cuello, le amasaba las tetas y paseaba la polla entre sus muslos rozándole los labios y seguramente el clítoris, la polla en mis empujones le asomaba por delante entre los labios en el pubis, pero ella no se rendía.

Yo estaba como un burro, me excitaba la resistencia que hacía, no comprendía que esta vez no quisiera follar, no hacía tanto que junto a Joao la llenamos de carne dura entre los dos por donde quisimos, ella se mostró encantada sin problema y ahora que estábamos tranquilos en su casa no me dejaba, ya era una cuestión de honor y por eso seguía clavándome entre sus muslos sin poder meterle la polla en ningún agujero.

Nunca había recibido mazazo como aquel, pero lo sentí cuando una puerta se abrió y una mujer salió con cara de espanto gritando…

  • ¿Qué ruido es este, Emilia?
  • ¡No sé qué le pasa al chico!, de pronto le ha dado un ataque de locura y no me lo puedo quitar de encima, mira como me tiene.
  • ¡Paco! ¿Qué le haces a mi hermana Emilia?
  • ¿Cómo Emilia, no es Encarna?
  • No loco, Encarna soy yo, Emilia es mi hermana melliza.
  • ¡Dios! que metedura de pata.
  • Jajaja, vaya escenita que estáis haciendo, ¡sí os vierais!...  Emilia, este chico es el que te conté, pero… esperad un momento, esto no me lo pierdo.

Yo estaba petrificado, no me moví ni un milímetro, pero Encarna si, se arrodilló frente a su hermana y metió su cara entre sus muslos, me “cazó” el capullo que asomaba entre sus labios  y me lo sujetó con los dientes, no pude retroceder por temor a ellos, no sabía que reacción iba a tener, pero al notar su lengua rodear el glande noté que Emilia se relajaba y aflojaba la tenaza que hacía con las piernas, al dejar hueco, Encarna pudo meter más la cara entre ellas y media polla entró en su boca.

Con una mano le sujeté el cabello y con la otra busqué entre el vello de Emilia hasta encontrarle el clítoris, estaba duro por mis roces, entonces ella soltó la pared y separó las piernas del todo.

La cabeza de Encarna ganaba terreno entre las piernas de Emilia, a gatas iba buscando mi polla que seguía dura.  Emilia se agachó sobre la espalda de Encarna y ésta le hizo un favor y a mí otro, de paso.

Soltó la polla de su boca y la encaró con el coño que tenía sobre su cabeza, me cogió de los huevos y tiró de mí hasta que la polla entró directa al coño de Emilia.  Creo que fue una de la metida más deseada que hice en mucho tiempo, por fin conseguía mi propósito, me clavaba en aquel coño “equivocado” pero no por eso menos delicioso y además, con la ayuda de Encarna.

Pero no fue por mucho tiempo, la hermana nos cogió a los dos y sin despegarnos nos llevó a la habitación primera, que tenía una cama a medio hacer, ella dirigía la operación, hizo que su hermana se tumbara boca abajo sobre la cama a la vez que se desnudaba y se ponía también en la misma postura al lado de Emilia.

Era la primera vez que tenía dos coños paralelos a mi disposición y no desaproveché la ocasión, la verdad era que se parecían tanto como sus dueñas, las dos tenía unos labios carnosos y suaves, la diferencia fue que cuando intenté meter la polla en el culo de Emilia se negó en rotundo, tuvo que ser Encarna la que la convenciera, para que viera que no era tan doloroso, ella misma le separó las nalgas y le echó abundante saliva.

Todo fue a pedir de boca, Encarna acariciaba la cabeza de su hermana mientras me indicaba cuándo tenía que empujar, Emilia lloraba y pataleaba, pero su hermana no se apiadaba y usó todos los medios a su alcance para que lograra encularla, le acarició el clítoris hasta hacerla venirse, entonces me animó a terminar mi tarea y me perdí en su sedoso recto.

Las tetas le asomaban aplastadas por los costados y no me fue difícil acariciar sus pezones al mismo tiempo que le follaba el culo, Encarna me lamía los huevos cuando me retiraba mientras su mano me buscaba entre mis nalgas.

No quise correrme en el coño de Emilia por precaución, preferí llenarle el culo de leche, pero la maestra de ceremonias tuvo mejor idea y cuando notó en mis huevos que empezaba el trasiego, sacó la polla de Emilia y se la metió en la boca.

Quedamos los tres sobre la cama, mirando a la lámpara me explicaron que Encarna iba muchas veces a casa de su hermana y allí se hacían sus confidencias mientras que los maridos pasaban el rato en el bar.

  • Emilia, lo siento, no quería forzarte a nada, de haber sabido…
  • No lo sientas, incluso ahora me alegro, pero comprende que me resista, si un chico pretende follarme así, sin avisar, aunque de haberlo sabido antes me habría dejado allí mismo, jajaja.  No todos los días aparece un joven como tú y con esa…
  • Es que no sé que me pasó, no suelo actuar así, imagino que pensarías que soy un chiquillo salido, tu hermana sabe qué no, pero cuando te vi y no me decías nada me sentí olvidado, cuando la conocí en casa de Joao, Encarna se portó muy distinta, ya que pasamos un buen rato juntos.
  • Y tanto, todavía me acuerdo, a Joao ya lo conocía, pero a ti… y como le decía a mi hermana, entre los dos nunca lo probé antes.
  • En cambio, ahora me habéis encantado, las dos juntas conmigo, es más de lo que podía desear.
  • Espero que no sea la última vez.
  • Me gustaría que nos encontráramos los cuatro en casa de Joao, podríamos pasar una buena tarde.
  • Y que lo digas, se lo iba a proponer a mi hermana.

Encarna me aclaró el equívoco, su hermana y ella se contaban todo, incluso le explicó con pelos y señales sus visitas a Joao en cuanto empezaron, el pastor era un buen hombre al que le ofrecía sus servicios de recadera y a cambio, le regaba el “campito”, ya que su marido era un bruto insensible al que solamente aguantaba por el “qué dirán”, lo malo era que su hermana estaba en el mismo dilema, por lo que después de alguna duda se sinceró con ella y llegaron a la conclusión de que podían beneficiarse las dos de su parecido.

Me contaron que se alternaban follando con él, haciendo una segunda vida sin que ningún marido se percatara, al final de su historia no me quedó claro si en casa del pastor nos follamos a Encarna o a Emilia, pero a mí me daba exactamente igual.

Cuando oímos el Land Rover estábamos contándonos anécdotas de los equívocos que habían disfrutado por ser tan parecidas, junto con Mariano aparecieron los maridos de ambas que tomaron café con nosotros, luego nos despedimos y volvimos a casa.  Por el camino Mariano me contó cómo lo había pasado en Madrid.

El humo del puro parecía niebla dentro del coche, esto me hizo desviar mi pensamiento en lo que sucedió en casa de Emilia, me reproché mi actitud, nunca pensé que me comportaría así, siempre respeté a las personas, especialmente a las mujeres y el ponerme violento con Emilia fue producto de un arrebato de orgullo mal entendido, además que por un momento parecía un quinceañero salido, en esos pensamientos de arrepentimiento estaba cuando me llamó la atención el comentarios de Mariano.

  • Paco, no sabes lo agradecido que estoy por tu invitación, todo fue perfecto, si vieras que vedettes, unos cuerpos, unas tetas, unos culos….  Eso no lo vi yo nunca, decían unos chistes verdes…, como estábamos en las primeras filas no me perdía detalle, si quieres que te diga un secreto, hasta la polla se me puso “morcillona” y todo.
  • ¡No digas, Mariano!, ¿a tu edad?
  • ¡A ver si te crees que ya no estoy para pegar un polvo!, pregúntale a mi mujer, bueno, mejor que no, Jajaja.
  • Jajaja, ¡qué ocurrencia!
  • ¡Qué bruto que soy, perdona, con la emoción digo tonterías!

El fin de semana que vino Berta, cenamos y luego de una breve sobremesa me fui a dormir, Mariano hizo lo mismo y las tres mujeres se quedaron conversando, Berta venía muy guapa, parecía que ya había asimilado su derrota y había hecho cuenta nueva, pero Gero no desentonaba, quizá al venir su hermana se había pintado un poco los ojos y los labios, su madre no había querido ser menos y con el pelo recién peinado y los coloretes en las mejillas parecían tres flores de primavera.

Por la mañana me despertó Gero, era sábado, me puso la mano en la boca para que no hiciera ruido y se metió en mi cama.

  • Calla, no hagas ruido, abajo todos duermen, anoche estuvimos hasta las tres charlando.
  • ¿Y qué pueden hablar tres mujeres hasta las tres de la madrugada?
  • De todo, salió de todo, mi hermana y mi madre están asombradas por el cambio que he hecho, me pinté para que mi madre y Berta me vieran y me puse mi mejor vestido y tuve éxito, las dos quedaron prendadas,
  • Normal, estabas buenísima, si no hubiera habido nadie, no te habrías escapado, jajaja.
  • Mmm, no digas eso que si empezamos, acabaremos mal.
  • O bien, según se mire.
  • Pues eso, estuvimos hablando hasta de ti
  • ¿De mí, y que hablasteis?
  • Eso no te lo puedo decir, son conversaciones entre mujeres, ¿vosotros también habláis de chicas, no?
  • Claro, tienes razón.
  • Pero lo mejor vino después, cuando nos acostamos, mi hermana vino a mi cuarto, quería saber más cosas y se acostó conmigo.
  • ¿Y qué quería saber?
  • Estaba intrigada del porqué había cambiado tanto y el éxito que tenía con… contigo.
  • ¿Les contaste, lo de nuestro fin de semana?
  • No, pero se lo imaginaron, mi madre no es tonta, dice que desde entonces tengo un brillo especial en los ojos y una forma de andar que solo la tienen las que están bien folladas, jajaja, ¿qué te parece?
  • Jajaja, que tu madre tiene más fantasía que Wald Disney.
  • El caso es que mi hermana también se huele algo y estaba empeñada en saber que tengo yo más que ella, fíjate que hasta me hizo desnudarme, ella también lo hizo, las dos una frente a la otra comparamos nuestros cuerpos, tengo que reconocer que tiene un tipo divino, unas tetas, un culo, el vientre, te gustaría, ya te lo digo.
  • ¿Y del tuyo que dijo?
  • Pues… después de comparar cosa por casa, me dijo que ella preferiría no tener pecho como yo y tener a alguien que la deseara como a mí.
  • Eso es una tontería, no entenderá nunca que las tetas no tienen nada que ver con eso.
  • Fíjate hasta donde llega su obsesión que me enseñó su coño, y lo comparó con el mío, para ver si el secreto estaba en eso.
  • Jajaja, vaya par de coños que os juntasteis.
  • Sí, me demostró que ella es muy sensible y que cuando se masturba los pezones se le ponen duros y salidos y la pepita igual, me lo demostró y cuando se corrió gritó como una loca, le tuve que tapar la boca.
  • Eso raya lo enfermizo.
  • Ya te digo, me hizo masturbarme también para comparar, pero como no me corría delante de ella, me terminó metiéndome dos dedos hasta que me vine, jajaja, ¿y sabes qué pasó?
  • No, ni idea.
  • Que me salió un chorro que la mojé toda, Jajaja.
  • Me alegro, la ganaste por los puntos.
  • Pero ¿sabes una cosa?, que me da lástima.
  • ¿Porqué?, ella es así y así le pasan las cosas.
  • Sí, pero es una buena chica, cuando me dijo que preferiría tener mis tetas, casi me hace llorar, las suyas son perfectas, muy duras, altas y suaves, si las tuviera yo…
  • Calla, no empieces tú también.
  • Sí, pero ya ves tú, nada más de hablar de sus tetas la polla se te ha puesto dura.
  • Jajaja, no, es por sentirte cerca, ya huelo tu coño, todavía está mojado de esta noche.
  • No es verdad, ya me duché,
  • Jajaja, pues vamos a mojarlo otra vez.
  • Como quieras pero tenemos que hablar seriamente de mi hermana.
  • Luego, Gero, luego.

Continuará.

Si les gustó, valoren y comenten.

Gracias.