El vagabundo (12)

El cumpleaños de Mariano me dio una idea que tuvo consecuencias muy favorables, además le hice un regalo especial a Sonsoles que le encantó.

En cuanto entré en la cafetería de la Universidad miré hacia el grupito de la clase de Berta pero no la vi, me extrañó y me acerqué a ellos, uno de sus muchos admiradores me dijo que estaba extraña y me señaló una mesa que había en un rincón de la sala, allí con la cabeza entre las manos estaba Berta.

Me acerqué para ver que le pasaba y me miró con los ojos llorosos, por un momento pensé que la había afectado mi negativa a sus pretensiones y no le guardaba rencor, yo sólo dejé clara mi posición, al preguntarle el motivo de aquella cara me señaló con la mirada a Santi que en la barra bromeaba con una rubia explosiva, era otra compañera que la había “adelantado por la derecha” y le demostraba que ella no era más que una de tantas.

Me encogí de hombros dándole a entender que se lo había advertido, ella siguió llorando y me dijo que estaba deshecha, no tenía ánimo ni para ir a su casa la semana siguiente, que era el cumpleaños de su padre.  La quise convencer de que su familia no tenía culpa de nada, pero ella insistió que quería pasar unos días sola.  La dejé con su pesar y me volví con mis compañeros, allí por lo menos reinaba la alegría y las bromas.

Cuando salí de la universidad vi un cartel anunciando que en el Teatro Zorrilla estrenaban “ La Vida es Sueño” de Calderón de la Barca , a mí me gustaba mucho esa obra y me dio una idea, pensé en darle una sorpresa a Mariano, me gustaría invitarlo junto con Ana a una representación como regalo de su cumpleaños, el matrimonio no quería cobrarme por la comida ni por atender mis necesidades, por lo que estaba muy agradecido, además de ahorrar dinero.

Ahora tenía la ocasión de corresponderles, imaginaba que no habrían tenido muchas ocasiones de ir al teatro y me gustó la idea.  Como salí pronto pasé por las taquillas y me informé de la fecha del estreno y de los precios de butaca, me gustó la idea y como estaba cerca pasé por la farmacia de Sonsóles, tenía la intención de contárselo a su marido, seguro que a él le gustaría la idea también y al entrar me encontré con la sonrisa de la Farmacéutica, estaba detrás del mostrador, con ella había una chica nueva, en la bata llevaba una chapa con su nombre, se llamaba Celia y era muy simpática.

  • Hola Sonsóles, ¿cómo estás?
  • Muy bien, ¿y tú?, me alegro de verte, ¿qué tal por la bodega?
  • Muy bien, sólo pasé para saludarte, estaba cerca, me he pasado por el Teatro Zorrilla para ver la función que van a estrenar y…
  • ¿Ahora te interesas por el teatro?, me alegro, eso está bien.
  • Bueno, no exactamente, la obra me gusta, pero mi intención es regalarle unas entradas al capataz de la finca y a su esposa, es su cumpleaños y está un poco depre, creo que le hace falta distraerse.
  • Me parece perfecto, pero creo que “La vida es Sueño” no es una obra muy adecuada para levantar el ánimo.
  • Eso creo yo también, pero aquí no hay obras más alegres, si fuera en Madrid, me gustaría que vieran una revista de vedettes o algo así.
  • Espera… precisamente mi marido está en Madrid, ha ido a no sé qué de… en fin ya lo conoces, si quieres le digo que saque unas entradas para una revista.
  • ¿Sí?, me harías un favor, me gustaría que el matrimonio pasara un fin de semana distraído.
  • No te preocupes, llámame mañana y te diré algo.
  • Estupendo, me has resuelto el problema.
  • Por cierto… ¿has comido ya?  Si quieres te invito a casa, tengo preparado una sopa de ajo y luego tengo en el horno un lechazo que quita el hipo, aunque si tienes otros planes…
  • No, pero me sabe mal abusar…
  • ¿Abusar, de qué?  Mi marido está fuera y me harás un favor comiendo conmigo, le voy a decir a la chica nueva que cierre ella y vamos a preparar la comida.

Dicho y hecho fuimos a recoger su coche que tenía aparcado en un subterráneo y en un momento llegamos a su casa.  Vivía a las afueras en un edificio moderno de mucha categoría, subimos por el ascensor que nos llevó directamente a su puerta y entramos, nada más entrar ya se olía el asado, había programado el horno y ya estaba casi asado.  En un momento preparó la típica sopa de ajo mientras yo ponía la mesa, cuando nos sentamos parecía que íbamos de banquete.

  • Me alegra que hayas venido, me acuerdo mucho de ti y Pilar me pregunta muchas veces cuando pasa cerca de aquí.
  • ¿Cómo le va con María?
  • Bueno, ya sabes, cuando se les pasó la calentura María volvió a su casa, la pobre chica necesitaba una buena dosis de sexo, me contó que tú la pusiste al día y luego con Pilar tuvo unos días de orgasmos continuos.  No es que Pilar sea lesbiana, pero le gusta el sexo como a la que más y María necesitaba una buena dosis de eso, así que se saturaron las dos, ahora creo que María se ha liado con el sacristán…  Jajaja, ¡quién lo iba a decir!
  • Me alegro por las dos, Pilar se portó muy bien conmigo, es una buena mujer.
  • Ya lo creo, me lo contó todo, ya sabes que somos íntimas.
  • Estoy muy agradecido a ella y sobre todo… me presentó a ti.
  • Jajaja, eso siempre se lo agradeceré, ¿te apetece café?
  • No, prefiero que me enseñes tu habitación.
  • Mmm, veo que me conoces, estaba esperando que me lo propusieras.

Nos metimos en la cama de matrimonio, Sonsóles no se quitó la lencería hasta que estuvo debajo de la ropa, llevaba una monería de prendas y le gustaba lucirlas, le alabé el gusto y ella se las quitó lentamente dejado ver su anatomía con sensualidad.  Tenía unas tetas perfectas para su edad, todavía era joven y sabía lo que tenía.

Se notaba que tenía ganas de follar porque lo hicimos salvajemente, sin preliminares, fuimos directamente al grano, me recibió con los brazos abiertos y se la metí a lo misionero, me rodeó con las piernas y no paramos hasta que se corrió dos veces, yo me vacié en sus tetas y luego hablamos mientras descansábamos, me puse detrás de ella abrazándola  pegado a su culo.

  • Lo he pasado muy bien Paco, no esperaba “comer” tan a gusto.
  • Ni yo, sobre todo el postre, creo que repetiría.
  • Pues no te prives, hazme lo que gustes.
  • Levanta la pierna un poco, me basta con eso.

Ella levantó la pierna lo justo para que metiera la polla entre las nalgas, me deslicé entre el surco resbalando suavemente y fue arqueando las caderas a mi paso, en el primer hueco que encontré presioné y me hundí.

  • Mmm, Paco, tienes un arte en meterte en mi culo que no me lo creo, siempre pensé que sería imposible y menos con tu polla, pero lo haces con una delicadeza y una suavidad que lo deseo tanto como si la metieras en el coño.
  • Gracias, eres muy amable, aunque tengo que decir que tú lo haces fácil, colaboras de una forma que mi polla parece pequeña en tu culo.
  • No lo creas, no te dije que no te noto, me llenas hasta hacerme daño, pero lo sufro a gusto.  No se lo doy a cualquiera, mi marido es un bruto y Juan…
  • Por cierto de Juan, tengo una gran curiosidad… ¿no tendrás alguna fotografía de él? Imagino que es difícil, pero… me gustaría ponerle cara, siempre habéis hablado de él las dos y me pica la curiosidad.
  • Pues creo que tengo una que nos hicimos los tres, Pilar quiso tenerla de recuerdo poco antes de que se marchara, si quieres la busco, ¿la quieres ver antes o después de…?
  • No tengo prisa, sigamos follando, tiempo habrá.

Con las manos agarrando sus tetas y ella con la pierna levantada le fui metiendo la polla profundamente a la vez que ella se acariciaba el clítoris, procuramos coincidir en nuestros orgasmos y juntamos nuestros espasmos, mientras yo le llenaba el culo de leche y ella se derretía en jugos por el coño.

Tardamos un rato en reanimarnos, pero luego recordó lo de la foto, estuvo buscando en una caja de zapatos en su ropero, lo hacía agachada mostrando el culo, que goteaba semen y el coño que manaba espuma blanca, estuve tentado de acercarme por atrás y atacarla otra vez “a traición” , pero se volvió y me enseñó la fotografía.

  • Mira, nos hicimos esta foto en el Pisuerga, en la playita que hace, como ves es en verano y llevábamos  todos bañador.
  • A ver…  ¡Dios, no puede ser!
  • Hombre tampoco es para tanto, éramos jóvenes y yo, modestia aparte, ¡siempre he sido un bombón!
  • Sí eso ya lo veo y Pilar tampoco estaba mal pese a ser mayor que tú, pero Juan… no sé y dime… ¿cómo murió?
  • Es triste, estuvo mucho tiempo con nosotras, le hicimos estudiar, era un chico listo y aprendió bastante, pero estaba claro que algún día se iría, cuando lo hizo nos quedamos desconsoladas, sobre todo Pilar, después de enseñarle todo, era su protegido, su compañero y sobre todo su amante.
  • Y tuyo también, según parece…
  • Yo en realidad fui ocasional, aunque no te niego que disfruté mucho de su… compañía.
  • ¿Y no tenéis noticias de él?
  • No, desapareció como por encanto, según nos dijeron se embarcó en Galicia en un bacaladero, pero su barco naufragó y de él nunca más se supo, Salvamento Marítimo lo buscó durante mucho tiempo hasta que desistieron y lo declararon desaparecido.
  • ¡Qué pena! pero en la vida a veces ocurren milagros… ¿Te gustaría volver a verlo?
  • ¡Claro, he soñado muchas veces con él! y no sólo por los momentos que pasamos tan deliciosos, sino porque se hacía querer, ten en cuenta de que lo vimos crecer y lo hicimos parte de nosotras.
  • Me gusta oírte hablar así de él, a mí también me gustaría que lo volvierais a encontrar.
  • Es lo que más quiero.

No dije nada, pero quedé sorprendido por el parecido en la fotografía de Juan de joven con el Joao que conocí con el rebaño de corderos.  Me propuse averiguar más, porque sospechaba que podrían ser la misma persona, me encantaría ver a las dos mujeres felices por varios motivos.

A los dos días, al salir de la Universidad vi a Sonsóles en la puerta esperándome, me sonreía de una manera que se le notaba la impaciencia por decirme algo, nos besamos en las mejillas y enseguida me puso ante los ojos las entradas de un teatro muy famoso de Madrid.

  • Ya tengo tus entradas, mi marido vino anoche y me las dio, son para el día del cumpleaños y en primera fila, espero que les guste.
  • Dime lo que te costaron.
  • Mi marido me ha dicho que no tienes que pagarme nada, le ha gustado mucho tu detalle para con el matrimonio.
  • Me gustaría agradecérselo en persona, él también ha hecho mucho por mí.
  • Se lo diré, hoy se ha marchado otra vez a León, estará en el Hostal de San Marcos, en una cena de gala con su peña.
  • Estoy pensando que si van a Madrid, deberían quedarse esa noche y de paso cenar en un buen restaurante, voy a preguntar en alguna agencia de viajes para que me informen.
  • Si quieres yo tengo una amiga que trabaja en una muy importante, te aconsejará y te hará buen precio.

Fuimos los dos a una agencia y la amiga de Sonsóles me ofreció varias posibilidades, elegí la que me aconsejó y reservé dos plazas, luego me despedí de Sonsóles y fui a la parada del bus, al pasar por un estanco, compré media docena de puros Montecristo , eran habanos y estaban protegidos por unos tubitos de aluminio para mayor conservación.

Cuando le conté a Gero mis planes le encantó, quiso pagarme la mitad, por lo menos, pero me negué, no le dije nada de que sólo me había gastado en la Agencia de Viajes y ella empezó a cavilar sobre qué regalo podía hacerle para que su velada fuera inolvidable.

Un día antes del cumpleaños recibí una visita inesperada, pero grata, Ana me avisó que una guapa mujer preguntaba por mí.

  • ¿Una guapa mujer?  Qué raro…
  • Jajaja, eso se lo dirás a otra, pero a mí y no te miento, es muy guapa, bastante joven y de la forma que te ha nombrado parece que te conoce muy bien.  Me dijo que se llama Sonsóles.
  • ¡Ah, Sonsóles!, ya sé quién es, tienes razón es muy guapa y… bueno, dile que suba.
  • Mmm, me imagino que será bien recibida… ¿o no?
  • Jajaja, no seas mal pensada Ana.
  • En todo caso “bien” pensada.

Era cierto, Sonsóles estaba guapísima, se había maquillado y vestido como si fuera de fiesta y me causó una grata impresión, apenas se le notaban los cuarenta, la recibí en mi habitación y al verla no pude evitar que la polla se encabritara.

  • Me sorprendes Sonsóles, estas cada día más guapa, no entiendo cómo tu marido no está todo el día intentando follarte.
  • Ya ves, a él le van más las jovencitas inexpertas.
  • No lo comprendo, teniendo una hembra como tú en casa, pero…  no sé cómo no te atiende mejor.
  • El caso es que anoche lo hicimos, cosa rara, seguramente quería justificarse para volver a irse con sus amigos, déjalo en León, allí estará con alguna rubita mendigando que le chupe la polla, como todos ellos.
  • Tranquila, olvídalo, ¿a qué se debe tan grata visita?
  • Quería verte y traerte las reservas del tren y del hotel y de paso conocer a esta familia tan afortunada.
  • Me alegro y te lo agradezco, yo también te voy a hacer un regalo.
  • ¿Sí, el qué?
  • Ya lo verás y espero que te guste.

Le presenté a Ana y a Mariano, los dos se alegraron mucho de conocerla, conocían a su marido de vista, pero vieron que ella era mucho más atractiva de lo que suponían, Gero me miró levantando una ceja, sospechaba que mi relación era más que simple amistad, pero su madre no lo dudó, estaba segura que la follaba y acertaba.

  • Si quieres me gustaría enseñarte la finca, ¿puedo Mariano?
  • Claro hombre, lleva a la señora por donde quieras, lo malo es que en este tiempo no es muy bonito.
  • No te preocupes, sólo es para darle una idea de lo grande que es.
  • A mí me hace mucha ilusión, nunca estuve en ninguna, aunque mi marido se conoce todas, Jajaja.
  • Vamos pues, iremos en tu coche.

Le fui indicando por dónde ir, los caminos estaban bastante bien para transitar y le iba explicando lo que íbamos encontrando, al pasar por la choza del vuelco le conté las peripecias que pasamos, ella se imaginó el mal rato y me preguntó…

  • ¿Así que la chica que vi, se llama Gero, no, es la chica que te acompañaba en aquel trance?
  • Sí, es muy buena chica…
  • Mmm conociéndote ya me figuro cómo acabaría aquella aventura.
  • No mujer, sólo somos amigos, ya te contaré el trauma que tiene.
  • ¿Trauma, si es una chica muy guapa?
  • Ya, sobre eso no hay duda, pero ella está acomplejada porque no tiene tetas.
  • Tampoco pasa nada, por unas tetas pequeñas…
  • Pequeñas no, nada de nada.
  • Vaya, para una mujer sí puede suponer un problema.
  • Yo le demostré que para mí, por lo menos eso, no es muy importante.
  • Ya, seguro que le aplicarías tu polla y…
  • Nooo, no seas mal pensada, vamos muy poco a poco, sólo somos amigos.
  • Estará sufriendo la espera, jajaja.
  • No seas mala Sonsóles…. ¡mira ve hacia allí, hacia el montículo de pinos!, ya llegamos.

Le indiqué la loma del pinar adonde vimos al pastor y le conté que el pastor vivía al otro lado y que quería presentárselo de paso.  Cuando estuvimos delante de la casa le dije que pitara para que saliera, la puerta se abrió lentamente y Joao apareció en el umbral.

  • Espera Paco, ese tipo de hombre… me recuerda a… no puede ser, es imposible.
  • Vamos a bajar, te lo voy a presentar.

Nos dirigimos hacia él y Joao cuando me reconoció vino hacia nosotros, a media distancia Sonsóles gritó.

  • ¡Juan, es Juan, Paco, es mi Juan!
  • ¿Qué dices Sonsóles, no puede ser?
  • Que sí, estoy segura, me juego la vida, es mi Juan.

Joao no salía de su asombro, aquella mujer joven y bien vestida, aseguraba que era alguien que él no conocía, estaba seguro que lo habría confundido con otra persona y se acercó y nos saludó, yo los presenté mientras Sonsóles lo miraba hipnotizada, murmuraba el nombre de Juan, segura de estar viéndolo.

Joao me miraba incrédulo, esperando que fuera una loca  que yo la había llevado como un regalo parecido a Encarna, nos invitó a pasar, sacó unas galletas y se puso a hace café, mientras en voz baja Sonsóles me aseguraba que era Juan, el joven perdido, el que ella había “criado” junto con Pilar, estaba tan segura que quiso hacerle una serie de preguntas de su juventud.

Desgraciadamente él no recordaba nada, le nombraba a Pilar por si a ella sí que la recordaba, porque estuvo más tiempo en su compañía, pero ni por esas, quiso indagar desde que fue testigo del atropello del marido de Pilar y tampoco recordaba nada, a lo sumo del pinar de Antequera, que le recordaba el de la loma y nada más.

Yo intentaba mediar, convencí a Joao para que confiara en ella, que no era una loca que se le había aparecido la Virgen, que tenía una historia que posiblemente fuera la suya y me hizo caso, la escuchó, la historia era muy posible, cuadraba todo, pero él no recordaba nada.

  • Lo siento, no dudo de su buena voluntad, pero no recuerdo nada y sí que lo siento, porque de una mujer tan bella es difícil olvidarse.
  • ¿Tú ves Paco, ese en mi Juan?  Estoy segura.

Estuvimos toda la tarde hablando, ella le contó toda la historia desde un principio y él apenas reconoció que había vivido una temporada en Valladolid, pero luego se acordaba del mar, de la barca de pesca y luego de su vida en Azores.

Estábamos desolados, sobre todo Sonsóles, cuando nos despedimos de Joao con la convicción de que era él, sobre todo ella no se rendía, cuando volvíamos en el coche y ya casi estábamos a menos de un kilómetro de la casa del capataz, le dije a la farmacéutica…

  • Sonsóles, te veo muy segura y me preocupa que estés así, sé que no vas a descansar pensando que ese hombre es quién tú dices.
  • Es verdad, Paco, estoy segura al cien por cien, tú sabes que una mujer no olvidaría al hombre que la ha poseído muchas veces.
  • Por eso estoy pensando una cosa… yo de ti daría la vuelta y volvería con él, estoy seguro de que te recibirá encantado y tienes toda la noche para convencerlo.
  • ¿Tú crees, no me tomará por una desequilibrada?
  • No, al revés, es un buen hombre, estoy seguro que te escuchará y mañana cuando desayunéis juntos ya habréis aclarado las cosas, te conozco y sé que tienes dotes de persuasión.
  • Eso que dices es muy tentador, me encantaría hacerle revivir su pasado y volver a follar con él como antes.  Seguro que de eso sí que se acuerda.
  • Eso es lo que pensaba, déjame aquí, yo volveré andando hasta casa y ya me contarás.

La casa estaba cerca y Sonsóles dio la vuelta y desapareció por el camino hacia casa de Joao.

El día del cumpleaños, de buena mañana felicitamos a Mariano, su hija estaba emocionada e impaciente para ver la cara que ponían sus padres, su madre había preparado una tarta de chocolate en su honor y Gero insistió en que soplara las velas mucho antes del mediodía, se extrañaron mucho.  Berta llamó para felicitar a su padre excusándose por no poder ir y Gero esperó a que yo le entregara el regalo, las entradas, los billetes del tren y la reserva del hotel.

Mariano no se lo creía hasta que me abrazó como si fuera su hijo, Ana también lo hizo y me dio un beso que fue tan cercano a los labios que mi polla, lo acusó, pero cuando les recordamos que tenían el tiempo justo para coger el tren, que los llevaría desde Valladolid hasta Madrid, todo fueron prisas, Ana estaba muy nerviosa para elegir el vestuario, Mariano todavía más pues su ropero no era precisamente extenso, Gero ayudó a su madre a elegir y yo limpié el Land Rover que los llevaría hasta Valladolid.

Cuando nos quedamos solos nos miramos y nos abrazamos, estábamos emocionados sabiendo que iban a pasar un fin de semana felices, a su madre le hacía mucha ilusión, nunca había ido al teatro y su padre menos, además necesitaban cambiar de aires por un día.

Al cerrar la puerta de casa nos dimos cuenta de que habíamos quedado solos, nos miramos y nos besamos, fue un beso de agradecimiento, pero al momento volvimos a hacerlo, esta vez ya pensando que íbamos a estar libres de compañía durante muchas horas.

Cogí a Gero de la cintura y la llevé hacia el piso de arriba, allí estaba mi cuarto y quería demostrarle mi amistad, pero ella se negó y sin separarnos me dirigió a su habitación, cuando entramos cerró tras ella y me dijo.

  • Siempre he soñado que en mi habitación pasaría lo mejor de mis sueños y hoy va a ser el día.

Se colgó de mi cuello y yo la rodeé con mis brazos, nos besamos durante un buen rato y cuando la iba empujando hacia la cama me frenó.

  • Un momento Paco, espera un poco.
  • ¿Es que pasa algo?

Quedé un poco decepcionado, las expectativas que puse se me iban por el aire, me senté en la cama esperando su vuelta, si es que volvía, pero lo hizo y cuando la vi entrar quedé alucinado, llevaba puesto un camisón blanco de encaje, hasta los pies, con un gran escote y con una franja trasparente desde debajo del pecho hasta más debajo de la cintura, aún así por debajo del ombligo se le adivinaba unas braguitas también blancas y la sombra de los muslos.

  • Gero ¿eres tú?
  • Jajaja, si Paco, soy yo con el camisón de la noche de bodas de mi madre, se lo he cogido porque sabía que te iba a gustar, ella lo lució sólo una vez y lo guardó, me lo enseñó varias veces y me dijo que algún día llevaría uno como aquel y ese día es hoy.
  • ¿Me dejas que te abrace?
  • Claro tonto, me lo puse para ti.

Me acerqué y la abracé, la besé por el cuello hasta que uno de los tirantes se le cayó, pero antes de que le dejara el pezón al descubierto la cogí por las piernas y la levanté en el aire, Gero se abrazó a mi cuello y me llenó de besos, al llegar a su cama la dejé suavemente y me fui quitando la ropa, cuando sólo me quedaban los calzoncillos ella se levantó y se quitó el camisón de boda, la prenda ya había cumplido su cometido.

Se metió en la cama y dejó la sábana abierta para que la siguiera yo, cuando lo hice se agachó y me enseñó las bragas en la mano, yo hice lo mismo, juntamos las prendas y las lanzamos lejos.

Debajo de la manta nos abrazamos, sentimos el roce de nuestros cuerpos desnudos, nuestras piernas se enredaron y volvimos a llenarnos de besos, Gero respiraba agitadamente, yo besaba y mordía su cuello, orejas y su pecho hasta que llegué a sus pezones.

Gero se arqueó ofreciéndome sus tetas y pasé mi brazo por debajo de su cintura, la atraje hacia mí y fui besando y lamiendo sus pezones, su estómago y su vientre hasta llegar a su pubis, estaba tan depilada como yo y al abrir sus labios con mi lengua se deshizo como una flor de mantequilla, aspiré los labios menores y su coño empezó a mojarme la cara, las piernas se abrieron y su pubis subió para que lo comiera todo.

Lamí todo durante un momento entre sus gemidos y suspiros y cuando volví a subir por su cuerpo mi polla fue arando entre sus muslos hasta que se encajó entre sus labios.  Gero me miró con los ojos muy abiertos, no sabía que iba a pasar, no era virgen ya que según me dijo una vez, el mango del cepillo del pelo fue el causante, pero me alegré, le pregunté con la mirada y ella asintió con la cabeza, al notarme llenó sus pulmones y nos respiró hasta notarme adentro, no hubo dolor, sólo placer.

Fue el beso más tórrido que pude esperar, mientras que nuestros labios se apretaban queriendo saborear la esencia del otro nuestras lenguas se enredaron en un ansia de sentidos.

No me di cuenta ni lo tenía previsto y cuando me percaté sentí el calor del coño de Gero que me rodeaba, había entrado en ella, apenas un poco, pero ya me quemaba y más cuando volví a empujar, ella me abrazaba cada vez que la penetraba y cuando ya no pude meterme más en su cueva Gero levantó el culo para sentirme todavía más profundo.

  • Por fin te tengo en mí llenándome de calor, no sabes cuánto he soñado este momento.
  • Yo también he deseado muchas veces estar dentro de ti, de sentir cómo vibras al tenerme fundido en tu cuerpo.
  • Sí, me gusta sentir tu calor, tu dureza, tu suavidad y sobre todo tu sensibilidad, me siento dichosa y llena.
  • Sí, sólo quiero que te sientas feliz, lamentaría hacerte daño.
  • No lo pienses, mientras me ibas poseyendo notaba cómo me abrías las carnes, tienes un tamaño que nunca me entró, pero lo he sufrido y disfrutado a la vez, te pido que sigas, que te muevas, que me llenes y que no te salgas de mí, te lo ruego.
  • No pensaba hacerlo, estoy como en la gloria, no saldría por nada en el mundo.

Lenta y suave mi polla iba entrando y saliendo hasta casi salir, pero volvía a entrar entre los jadeos de Gero, notaba en mi pecho las punzadas de sus pezones esta vez más erguidos que nunca, mi pecho resbalaba sobre el suyo sin más impedimento que sus pezones en punta que me hacían concentrarme más en mi polla.

El cuerpo caído y suave de Gero vibraba entre mis brazos, sus piernas me permitían moverme entre ellas sin molestar, se había abierto como una bailarina de ballet, me dejaba entrar y salir a la vez que me estrujaba la polla con sus contracciones.

Al sentir que se corría me abrazó con todas sus fuerzas, apenas me dejaba respirar, pero con mi peso pude sujetar sus locos movimientos, estaba descontrolada y feliz, de sus labios salían agradecimientos a su suerte, estaba llena, era una mujer plena, sus gemidos y jadeos no le dejaban articular palabra, hasta que al fin gritó.

  • ¡Aaaah, me corro, Paco, me corro!, es la primera vez que me corro así, esto no tiene nada que ver con nada parecido, ahora soy una mujer de verdad gracias a ti.
  • Me alegro de ser yo tu primer hombre.
  • Creo que no puedo ser más feliz, no puedo parar, sigue Paco, sigue que quiero sentir una vez más este gozo, o muchas más, todas la veces que quieras.
  • Contigo haré lo que pueda, físicamente no eres virgen pero mentalmente sí y esta noche te voy a desvirgar toda de una vez.
  • Sí, lo que tú quieras, haz de mi tu mujer, soy tuya, no te preocupes, tómame como quieras, mi cuerpo y mi alma son tuyos.

Gero me emocionó, nunca se me había ofrecido así una mujer, me acordé con pena de su hermana Berta, si hubiera visto a Gero llena de felicidad habría sentido mucha envidia, pero ella se lo había buscado, ahora estaría estirándose los pelos en su cuarto arrepintiéndose de ser tan orgullosa.

Después de dos orgasmos apoteósicos, Gero se dio la vuelta quedándose boca abajo, me acosté a su lado acompañándola en su recuperación, el corazón le latía a mil por hora, debajo de sus costilla se le marcaba y se escuchaba como un tambor, sin la amortiguación de las tetas.

Tenía la cabeza sobre la sábana, había dejado de lado la almohada y con los brazos en cruz respiraba agitadamente, cuando ya respiraba más acompasadamente le dije que levantara el vientre y le puse la almohada debajo de la barriga, ella obedeció sin preguntar y cuando me sintió sobre su espalda fue separando las piernas maquinalmente.

No le dije nada ni ella preguntó, simplemente pasé la polla entre sus nalgas, las fue abriendo y metí la cabeza en su coño empapado de jugos, cuando la saqué se escuchó un plop del vacío que hizo y apunté un poco arriba.

Otra mujer habría protestado, gritado o quizá cerrado las piernas para impedirlo, pero estaba vencida y convencida de que era mía y se relajó esperando que yo hiciera lo mejor para ella, esa fue la clave, el capullo apenas presionó y el esfínter cedió dócilmente, no empujé violentamente sólo con mi peso fui entrando ininterrumpidamente hasta más de la mitad de mi verga.

Yo observaba sus manos, por si se crispaban de dolor para parar, pero no lo hizo, como premio cuando terminé de meterla a fondo la besé en la nuca, su pelo quedó a un lado del cuello y su nuca y orejas me invitaron a quedarme hasta llenarle todo el hombro de besos.

  • Gero, me voy a correr, me habría gustado hacerlo por delante, pero no quiero que tengas ningún problema, te prometo que la próxima vez tomaré precauciones y lo haremos a la vez.
  • No te preocupes, córrete donde quieras, yo te estoy esperando desde hace un rato, para coincidir contigo, quiero sentir cómo te estremeces dentro de mí.
  • Gracias, nos derretiremos los dos a la vez, prepárate.

Empecé bombeando su culo al mismo tiempo que le cogí los pezones con los dedos y los retorcí con cuidado, ella levantó el pecho lo suficiente para que mis manos le abrazaran el pecho mientras mi polla entraba hasta los huevos.

Fue una explosión mayor de lo que esperaba, en el preciso momento que yo empecé a inyectarle leche en el culo ella recibió la primera descarga eléctrica desde la nuca hasta los tobillos, tuvimos los dos unos espasmos propios de ataques epilépticos y no paramos hasta que nos venció el agotamiento.

Cuando pude quitarme de encima, la sábana estaba manchada de leche y de jugos de Gero, además de líquido que la chica había derramado en su éxtasis.

Gero se levantó semejando una ninfa, una criatura de fábula, con su poco pecho, pero su vientre plano y sus muslos bien formados parecía una adolescente muy desarrollada, la vi desaparecer por el pasillo y pensé que iba a asearse, pero al momento trajo la tarta del cumpleaños, la familia apenas la había probado con las prisas.

No sentamos sobre la manta con las piernas cruzadas, en medio la tarta y una botella de vino dulce, sin cubiertos fuimos cogiendo con los dedos trozos de nata y de chocolate, bromeábamos sobre lo felices que éramos.  Gero estaba exultante, cogió un puñado de nata y me la tiró a la polla que estaba dormida, yo le respondí poniéndole dos pegotes de chocolate en las tetas con una guinda en cada una como pezones.

Saltamos sobre la tarta, se lanzó sobre mi polla y yo sobre sus “tetas”, lamimos, chupamos y mordimos hasta que ella no pudo respirar con mi tranca en la boca y yo acabé con la cara negra de chocolate y saliva.

Gero se miró y vio que sus pezones estaban rojos igual que mi capullo, saltó sobre mi y se sentó de un golpe, apenas hizo un gesto de impresión al notar que entraba lubricado por la nata, cabalgó como una amazona, me ofreció sus pezones y los acaricié hasta sacarlos para luego lamerlos.

No tuvo bastante que dio la vuelta y me ofreció su coño a mi boca y ella terminó de limpiarme la polla de nata, ni ella me advirtió ni yo le avisé pero volvimos a corrernos a la vez, tragando los fluidos correspondientes.

Dormimos poco y nos levantamos más tarde todavía pues al despertar volvimos a follar.  Después de una ducha salimos a la puerta de la calle, la mañana era fresca, pero el cielo estaba azul brillante, al poco tiempo oímos un coche, era Sonsóles que volvía de casa del pastor.

Su sonrisa lo decía todo, la nuestra también, nos contó que todo se había aclarado, por fin Joao había recordado todo o casi todo, lo había conseguido al hacerle una mamada como las que le hizo al curarle de fimosis, él la reconoció enseguida y ya no pararon de follar en toda la noche, se corrió en ella varias veces, la llenó de leche que ella agradeció, Sonsóles se derritió sintiendo aquella polla que tanto había gozado antaño.

La felicitamos y nos felicitó, a ella no se le escapó que nuestra noche también fue gloriosa, cuando me asomé por la ventana del coche para darle el último beso me dio un paquete de condones que no llegó a estrenar, sabía que yo los iba a necesitar y se lo agradecí como si me hubiera regalado un jamón.

Continuará.

Si les gustó, valoren y comenten.

Gracias.