El vagabundo (11)

FELIZ NAVIDAD Y AÑO NUEVO DE PARTE DE MIS PERSONAJES Y MÍA. Le aclaré unos puntos a Berta que no se esperaba, luego ayudé a la veterinaria y a Gero con el caballo y le hice el favor con mi nuevo amigo.

El pequeño coche de Berta circulaba por la llanura castellana en dirección a la casa del profesor, según me contó, don Santiago tenía algo más de cuarenta años, era moreno y bastante elegante, vestía de sport y se cuidaba mucho, me dio la impresión que sabía más de él que su esposa.

Íbamos en dirección norte, al pasar por el aeropuerto de Villanubla, Berta me explicó que estábamos en la comarca de Cigales, era famosa por sus vinos claretes aunque se estaban elaborando también tintos de calidad.

Berta me hablaba como experta enóloga, yo la miraba de reojo y disfrutaba ver como manoteaba con “superioridad” tratándome como si fuera un neófito, no se daba cuenta de que su falda estrecha se iba subiendo cada vez más y amenazaba en enseñar más allá de sus muslos morenos.

Cuando llegamos a casa de don Santiago, el profesor, me llevé una grata sorpresa, el tipo era en realidad como me lo había pintado Berta, tuve que reconocer que tenía buena planta y vestía como un “dandy”, él se mostró de lo más amable conmigo, se alegró de que estudiara también Enología y me prometió que cuando fuera a su curso me trataría de forma especial.

Berta me hablaba como si yo fuera su hermanito pequeño, pero la dejé seguir porque resultaba cómica.  Al pasar al interior de la casa me llevé otra gran sorpresa, Santiago, que me había autorizado a llamarle Santi en la intimidad, nos presentó a Encarna su mujer, la sorpresa fue porque la pude ver detrás de una gran barriga, la chica, pues era sólo algo mayor que Berta estaba preñada de muchos meses, mantenía el equilibrio con la pose típica de las embarazadas con las manos en los riñones y aunque era guapa y joven estaba demacrada, adiviné que no se encontraba muy bien, también fue muy amable y me rogó que la tuteara.

Santi se manejaba como un perfecto anfitrión y Berta se movía por la casa como si no fuera la primera vez que estaba allí.  Yo me acerqué a Encarna, la chica se notaba que hacía esfuerzos por estar presente y la acompañé para ayudarla en lo que pudiera.

Santi había asado carne de cordero en una barbacoa en el jardín y Berta lo siguió para ayudarle, yo intentaba dar conversación a la esposa, se notaba que no estaba a gusto y pensé que era por su estado, se movía con dificultad y cuando nos sentamos a la mesa le acerqué la silla para que no se esforzara, me senté a su lado y traté de mantener una conversación, aunque los temas eran de lo más pueriles.

En cambio Santi y Berta parecían una pareja de enamorados, se tocaban las manos a la menor ocasión y reían con descaro, incluso se daban a probar trozos de carne con la excusa de presumir de cocinero.

Apenas terminamos el café Santi se levantó e invitó a Berta a su despacho para enseñarle las formulas para elaborar el clarete, yo hice mención de acompañarles, pero Berta me tocó el hombro y dijo.

  • Paco, es mejor que te quedes haciendo compañía a Encarna, lo que me va a explicar es aburrido, a ti te faltan todavía dos cursos para entenderlo, ya llegarás ahí.
  • Creí que me iba a enseñar cosas nuevas…
  • No te preocupes, si me enseña algo interesante ya te lo contaré.

Me volví decepcionado hacia Encarna y la vi muy triste, me pareció que no le gustó la respuesta de Berta y le ofrecí mi brazo para que se sentara en el sofá conmigo.

La pareja desapareció como por ensalmo, iban contentos y por el fondo del pasillo se perdieron sus voces al cerrar la puerta.  Encarna agachó la cabeza y apoyó las manos sobre el estómago.

  • Encarna ¿estás bien?  Te encuentro desmejorada.
  • ¿Cómo quieres que esté?  Ya ves…
  • Sí, ya estás muy adelantada, ¿cuánto te falta para dar a luz?
  • Un mes, pero no es eso, lo decía por mi marido y tu…
  • ¡Ah! sí, me ha parecido una desconsideración.
  • Pues a ti te ha dado un buen corte.
  • Sí, me ha sabido muy mal, me dijo que tu marido me enseñaría algo especial, me ha engañado.
  • Vaya que excusa más pobre, mi marido se supera cada vez más.
  • ¿Por qué lo dices?
  • Porque no es la primera vez que trae a alumnas a casa, con cualquier excusa las trae aquí y las lleva a su despacho.
  • ¿Cómo sabes eso?
  • Porque yo fui una de ellas, me sedujo y me convenció para venir, lo hice muchas veces hasta que quedé embarazada.
  • Bueno, pero luego se casó contigo.
  • Claro, que remedio, al principio no quería saber nada, pero como mi familia tiene dinero tragó, además mi familia es muy conservadora y eso de tener un hijo de soltera…
  • Y por lo visto… él sigue con lo suyo…
  • Sí y se atreve a traerlas aquí, yo hago como que no lo sé, pero ya han venido casi todas las de cada curso, es muy seductor.
  • Debe ser muy duro para ti, menos mal que tienes a tu hijo…
  • A “mis hijos”, llevo dos.
  • ¿Dos, madre mía?  Por eso tienes tanto vientre.
  • Claro, yo también soy gemela.

Encarna hizo un gesto de dolor, además de la cara tan lívida que tenía el dolor la atenazó por un momento.

  • ¿Qué te pasa Encarna, aviso a tu marido?
  • No, déjalo, estará muy ocupado, además ya se me pasa, es que los niños se mueven mucho, fíjate ahora.

Encarna me puso la mano sobre su barriga, a un lado se le notaba un bulto redondo, al momento desapareció y volvió a aparecer en el otro lado.

  • ¿Has visto?  Ese es su hermano, parece que están jugando.
  • ¡Qué extraño!
  • Toca ahora aquí también y verás.

Le puse una mano a cada lado del vientre y en efecto parecía que estaban jugando o luchando, porque los bultos se corrían de sitio.

  • Ahora dan patadas, toca aquí, es un pie pequeño.

Me sorprendí al notar los piececitos de los bebés que parecía que jugaban al futbol, fui tocando cada vez que asomaba un bulto, estaba entusiasmado con los niños y parecía que ellos también lo notaban y querían jugar conmigo al escondite.

Encarna abrió algunos botones de su bata de embarazada y dejó el vientre al descubierto, el ombligo sobresalía como el botón de un timbre y yo me dediqué a poner las manos adonde aparecía un bulto, enseguida cambiaban de lugar y asomaban por otro.

  • Escucha el sonido de sus corazones, es curioso como laten.

Puse el oído pegado a su piel y en efecto aquello parecía una fiesta, una serie de sonidos como gorgoteo sonaban por toda la tripa, en una ocasión me dieron una patada en la oreja que hizo que saltara asustado, Encarna se rió a gusto y me dijo que siguiera jugando con ellos, se le notaba más animada  y quise alegrarla un poco.

La redondez del vientre parecía el globo terráqueo, mi mano recorría todos los continentes hasta llegar a la Antártida, fue cuando el bulto de un pie asomó por debajo del ombligo y lo seguí, Encarna suspiró, me volví hacia ella pidiendo disculpas, pero me dijo.

  • No, no te preocupes, deja la mano ahí, me da alivio.
  • Como quieras Encarna, si puedo calmarte el sufrimiento…
  • Sí, deja la mano por ahí, toda esa zona la tengo mal, creo que no falta mucho para que nazcan.

Sabiendo que no era un dolor localizado pasé la mano por todo alrededor, con el dedo pequeño rocé el vello púbico, ella encogió el vientre un poco y la miré, me sonrió y seguí por donde iba.  Encarna tenía una cabellera abundante, yo estaba acostumbrado a los coños depilados, pero descubrí que al tocar aquellos rizos sentía un efecto cálido.

Cuando rocé las bragas me di cuenta de que se le habían enrollado por efecto del volumen, apenas eran un rollo en sus caderas y seguí mesando el vello, los dedos se perdían entre los rizos y Encarna suspiraba cada vez que hurgaba entre ellos.

Cuando sentí que el pubis se partía en dos pulsé en la abertura y Encarna me sujetó la mano impidiéndome seguir, me detuve y en aquel preciso momento un golpe en mi mejilla desde adentro me advirtió que seguían esperando para jugar.

  • Tienes unos hijos muy juguetones.
  • Sí, son muy traviesos.

Esperé a que golpearan otra vez y le di un beso al bulto, aquello pareció gustarles porque se reanudó el movimiento y los bultos continuaron más rápidos que antes, hasta que se repartieron tan abajo que llegué a besar muy por debajo del ombligo, desde allí ya no veía la cara de Encarna, aunque sí la mata de vello moreno, no estaba cuidada posiblemente porque no podía verse, pero pasé la lengua por el límite y ella me cogió la cabeza.

Pensé que me iba a detener, pero fue al revés, me empujó suavemente la cabeza hacia abajo y mi lengua se fue abriendo paso entre el vello hasta llegar a sus labios.  Los botones de la bata se acabaron de abrir y me vi pegado a sus muslos, las piernas se fueron separando hasta que vi la humedad en sus bragas, por encima de mi cabeza la bola de vientre me ocultaba su cara, pero no sus tetas, había abierto totalmente su bata y pude ver las areolas negras como galletas Oreo.

Note cómo movía las caderas con clara intención de que tirara de sus bragas y lo hice, las dejé colgando de un tobillo y me lancé a lamer aquel coño ya mojado, ella se escurrió en el asiento del sofá y separó todavía más las piernas, los muslos eran delgados y pude meter la cara para chupar su clítoris que apareció bastante desarrollado.

Por encima de mi cabeza su vientre parecía un tambor, los “peques” se alegraban de sentir las contracciones de su madre y más cuando Encarna me rogó que no parara, se amasaba las tetas apretando los pezones que manaban hilillos de leche blanca cuando su bombo empezó a vibrar y los peques a saltar en su interior, se notaban los cuatro pies como si bailaran una conga.

Encarna acabó de escurrirse del asiento hasta quedar apoyada solamente por los riñones y se corrió estrepitosamente, apenas tuve tiempo de apartar la cara de la riada que soltó al llegar a su máximo nivel.

Una serie de portazos nos anunciaron que las cosas no iban bien en el despacho, las voces airadas de Berta y los ruegos de Santi hicieron que Encarna se adecentara la ropa y yo me limpiara las mejillas con su bata.  Cuando llegaron al salón Berta me dijo escuetamente.

  • Paco, despídete que nos vamos.
  • ¿Ya te ha “enseñado” todo lo suyo?
  • Sin preguntas Paco, nos vamos.

Encarna me miró satisfecha, intuía que las cosas no le funcionaron a su marido como esperaba y con el coño mojado y relajada quedó feliz.

El cochecito volaba por la carretera, miraba a Berta, que con el ceño fruncido conducía en silencio.  Yo esperaba la ocasión para preguntar y no la encontré hasta que en una curva las ruedas chirriaron más de lo normal.

  • Ten cuidado Berta, no quiero ser víctima de un polvo mal dado.
  • No te importa.
  • Jajaja, ¿qué no me importa, que te crees, que la vida no me importa?, si no estás en condiciones, para que me bajo, ya llegaré como sea.
  • Lo siento Paco, es que estoy de muy mal humor, perdona si no te contesto, ahora no puedo pensar.
  • De acuerdo, pero afloja el acelerador.

Me hizo caso, tanto que parecía que íbamos sobre una tortuga, cuando llegamos a casa se mostraba seca y arisca, Gero me preguntó si le había hecho algo.

  • ¿Qué ha pasado, no le habrás ofendido en algo?  Es muy sensible.
  • Jajaja, ¿Sensible?  Me parece que no conoces a tu hermana, estará muy buena, sabe presumir y le encanta que la adulen, pero le falta mucho por aprender y me parece que esta tarde ha recibido una lección.
  • ¿Pero tú has tenido algo que ver?
  • No, ni ganas.

Me fui a dormir pronto, imagino que ellas también lo harían, pero dormí contento por haber dado un momento de felicidad a Encarna, la chica se quedó contenta y eso me gustaba, por la mañana me levanté pronto y me duché, la ventaja que tenía era, que en el piso alto sólo estaba yo y podía disponer de todo, por lo que me metí en la ducha sin preocuparme de nada.

Me puse a canturrear como si fuera un Camilo Sesto cualquiera, sin preocuparme de que la puerta estaba a medio cerrar, al enjuagarme la polla se me puso a 45º, imaginando a Encarna, pensándolo bien le hubiera metido la verga por aquel coño para ir dilatándolo, jajaja, o mejor por el culo para que los bebés tuvieran un juego nuevo, jajaja, me reí sólo de pensarlo.

Salí de la ducha y me sequé la cabeza frente al espejo, por un momento me pareció ver una sombra en el pasillo, pero terminé de secarme el cuerpo meticulosamente, al terminar me lié con la toalla y salí, de pronto me topé con Berta, me pareció que disimulaba haciendo como si llegara en ese momento.

  • Hola, ¿tú por aquí?  Pensaba que no habría nadie, ¿no tenéis baño abajo?
  • Sí, pero está ocupado, ya sabes, ahora mi hermana se arregla más y mi madre va luego y mi padre se afeita, uf, que lio.
  • No te preocupes, si lo hubieras dicho te hubiera dejado el turno, a mi no me importa ducharme más tarde.
  • Gracias, será una ducha rápida.

Sí que lo fue, porque todavía estaba en mi habitación vistiéndome cuando tocó con los nudillos y sin esperar respuesta entró.  Yo acababa de ponerme el bóxer que me compré cuando fui con Gero.

  • ¡Oh, perdona!  Creí que estarías vestido.
  • Es que me entretuve quitando la etiqueta, casi me pillas desnudo.
  • Lo siento.
  • No te preocupes, no pasa nada, ¿qué querías?
  • Nada, es que quería pedirte disculpas, ayer me mostré mal educada, lo cierto es que no estaba para razonar, tuve una discusión con Santi.
  • Ya me imaginé, pero tranquila no lo tengo en cuenta.
  • Sí pero… quería decirte que yo no soy así.
  • Un mal día lo tiene cualquiera.
  • Eso pienso, creo que no te mereces un trato así, anoche estuve hablando con mi hermana.
  • ¿Ah, sí?  No sería de mí.
  • Pues sí, en parte sí.
  • ¿Y qué te contó?
  • En concreto nada, pero las mujeres tenemos un sexto sentido y…
  • ¿Y?
  • Bueno, te tengo que confesar que me intrigó mucho.
  • ¿Sobre qué?
  • Sobre ti, me dijo que sólo erais amigos, pero que…
  • ¿Sí?
  • No sé cómo decirlo, que teníais una “íntima” amistad.
  • Ah, bueno, es verdad, nos llevamos muy bien, es una chica estupenda.
  • Lástima que Gero no sea un poco más…
  • No te entiendo.
  • Quiero decir… más atractiva, aún así ha cambiado bastante… gracias a ti.
  • Como te dije sólo le demostré que no por tener un tipo espectacular se era menos mujer y lo comprendió.
  • Ya me lo dijo, sabes hacerla sentir mujer, me dijo que descubrió que es muy sensible.
  • Y que lo digas, es muuuy… “sensible”.
  • Lógico, estando tú tan bien dotado…
  • ¿Te lo dijo?
  • No, lo veo.
  • ¿Yo?, eso no tiene nada que ver.
  • Según lo mires, a mi me alteran mucho esas cosas, nada más ver cómo vas…
  • ¿Ah, lo dices por esto?  Si me llegas a ver hace un rato.
  • Es que hace un rato te vi, me da un poco de apuro, pero confieso que te estuve espiando mientras te duchabas.
  • Bah, eso no es nada, tú Santi seguro que te da más morbo.
  • No lo creas, él no es más que fachada, pero luego…
  • Eso nos pasa a muchos y a… muchas…
  • Mi hermana tiene suerte, casi me dijo que todavía es mejor probarla.
  • ¡No creo que tu hermana te haya dicho eso!
  • Realmente no, aunque supongo que ya la ha catado.
  • No debería contestar a eso, le corresponde a ella, pero tranquila, no he querido apremiarla, no quiero que piense que sólo busco eso en ella, para mi es una chica especial.
  • ¡Qué suerte tienen algunas!
  • No te quejes, parece que “tu” Santi te da todo lo que quieres.
  • No lo creas, lo que quiere él, no es lo que quiero yo.
  • No siempre se consigue lo que se desea.
  • Lo verdad es que siempre tengo mucho adónde elegir, pero…
  • Creo que lo importante no es la cantidad, sino la calidad, para mí tu hermana es calidad.
  • Aún así a mí me gustan los mayores, porque tienen más… experiencia.
  • Deberías saber que a veces los “críos” también tenemos… buenas aptitudes, creo que ya me viste.
  • Sí, lo reconozco, me sorprendiste gratamente, no lo esperaba.
  • Y además también tenemos muchas “habilidades”, creo que alucinarías.
  • Es que Santi quiere algo que a mí no me apetece.
  • Bueno si es algo violento yo tampoco no…
  • No, no es violento, pero no lo hice nunca.
  • A ver si me vas a resultar una monja.  Jajaja.
  • Que va, de eso nada, pero hay cosas que…
  • A ver cuenta, que ya no eres una niña.
  • Es que Santi quiere hacerme sexo… anal.
  • ¿Y qué?
  • Que no me gusta, a mi me gusta el “normal” y como mucho el oral.
  • Para mí todo el sexo es normal, ¿no te lo ha dicho tu hermana?
  • No, ella no me dijo nada, pero yo no dejo a nadie que…
  • Pues si piensas que yo sólo picoteo… lo tienes crudo, conmigo lo vas a tener que probar todo y cuando digo todo no será sólo como tú quieras, una de mis preferencias es meterla en un culo y si te vale, el tuyo es ideal para estrenarlo.
  • ¡Oh, no digas eso!  Tu verga no me cabría ni por lo “normal”.
  • Jajaja, me haces gracia con el “normal”, a saber que es normal para ti, pero ya te digo, si quieres probarla prepara tu culo, es lo primero que voy a penetrar.
  • ¿Y no podemos empezar por el oral?
  • No “reina”, si quieres polla, ya puedes ponerte en cuatro con la cabeza en la almohada y si no, ya sabes, por ahí está la puerta y tan amigos.
  • ¡Eres como todos!, sólo buscas tu capricho.
  • No lo creas, a cada una le doy lo que se merece, ninguna tiene de que quejarse y tu hermana se merece un trato exquisito, la voy a obsequiar con todo el catálogo y seguro que lo valorará y no pondrá tantos peros.
  • ¡Qué desengaño!  Pensaba que me tendrías más consideración.
  • No guapa, la consideración para quien se la merece y tú, hasta ahora…  mejor un chao y adiós.

Cuando vi a Gero me preguntó, me contó que al bajar se fue a su habitación y se vistió, luego apenas se despidió y se fue, quería saber si habíamos discutido y como toda explicación le dije.

  • No te preocupes por tu hermana, está mal acostumbrada, además de mal follada, ya ves con tetas, culo y todo lo demás.
  • No sé porqué, pero me gusta lo que dijiste.

Gero me abrazó y mis manos se fueron instintivamente a sus tetas, pero me detuve a tiempo y la rodeé con mis brazos, fuimos a desayunar y su madre nos miró sonriente.

La llegada de la veterinaria se consideraba una fiesta, se llamaba Sonia y era amiga de Gero, desde el primer momento me resultó muy simpática y abierta. Era un poco mayor que Gero y sobre todo más desenvuelta.

Gero había adecentado la cuadra como a su amiga le gustaba, las dos se pusieron unas batas blancas, yo me admiré porque parecía que iban a operar a alguien, desde otra hacienda ya habían traído una yegua en un remolque especial, los dueños se despidieron hasta que comprobaran que estaba preñada. Me invitaron con la excusa de ayudarles a sujetar a la yegua, la verdad es que hizo falta porque el animal no se estaba quieto, la cubrieron con una manta para que el semental no la hiriera con las patas delanteras y trajeron al caballo.

Este era precioso, parecía que lo habían preparado para una boda, estaba reluciente, con las crines peinadas y la cola que le llegaba casi al suelo, nada más oler a la hembra, la polla empezó a salir y cuando lo acercaron a ella ya le medía más de medio metro.

  • Ten cuidado Paco, sujétala bien del ramal, a lo mejor se mueve y te pisa.
  • Vale, no sé cómo hacerlo, pero estaré atento.

Los colocaron bien aunque el caballo ya sabía su papel, pronto subió las patas sobre el lomo de la yegua y quiso meter aquella barra de carne negra.  Las chica estaba preparadas a su lado, me gustó verlas a las dos, como el yegua era muy alta, al caballo le costaba atinarle al coño, Sonia por un lado y Gero por el otro cogieron la polla enorme y la fueron guiando, el caballo empujaba sin tino y ellas, una de la punta y la otra del medio encaraba la verga hacia el coño de la hembra.

  • ¡Uf, que difícil lo hace!
  • Si fuera yo, ya la habría metido, jajaja.
  • Eso crees tú, ya me gustaría verte a ti en estos momentos con un tamaño como este.
  • Pues no creas, más o menos…
  • ¡Gero, qué dices!
  • Oh, se me ha escapado.
  • Quieres decir que…
  • ¡Oh, qué vergüenza!, pero…
  • Mmm, no lo creo.
  • Te lo juro, la tiene enorme.
  • Vaya propaganda que me haces, Sonia va a creer que ha equivocado la carrera.
  • Si lo dices por eso, a los ponis también los tengo que ayudar.
  • Tampoco creo que llego a tanto, Gero exagera ¿verdad?
  • Sí, Sonia, me he pasado.
  • De todas formas me ha picado la curiosidad….

Lo decía porque la conversación me había motivado bastante, me imaginaba a Sonia sin la bata blanca, pero me contuve en presencia de Gero, además ella no dejaba de mirarme.

  • A tu disposición, jajaja.
  • Eso será si Gero me autoriza.
  • ¡Ah, “sólo somos amigos”!, él puede hacer lo que quiera con su polla.
  • Gracias Gero, me gusta lo que dices, eres una buena amiga.

Entre risas las dos se agarraron con fuerza a la verga del caballo que iba sin rumbo y a la primera acertaron en la vagina de la yegua, el pobre animal notó el calor del coño y de un golpe lo hundió hasta el fondo, las dos se quedaron mirando como la barra se iba metiendo hasta el final.

Mi yegua se portó bien, movía los labios como saboreando lo que tenía dentro y yo me abracé a su cuello, con los grandes ojos me lo agradeció, pensé que ella también era una buena hembra, cariñosa y agradecida.

Cuando sacó la verga todavía goteó bastante la leche que le había inyectado y las chicas la limpiaron con cuidado, me miraron y suspiraron.

  • Ha sido fantástico, me alegra que me hayáis invitado, he aprendido mucho.
  • Sí que me extraña, presiento que tú ya eres un maestro en eso de meterla.
  • No lo creas, aunque siempre es bueno conocer algo nuevo.
  • Jajaja, Gero, me gusta tu novio.
  • ¡Que no es mi novio!, ya te lo dije, que sólo somos amigos.
  • Pues eso, como quieras, de todas formas, lo dicho, jajaja.
  • Sonia, eres muy bromista, tú también me gustas.
  • Bien, de momento me vas a hacer un favor, ¿quieres?
  • Lo que me pidas, pero te advierto que me lo cobraré, jajaja.
  • Te pagaré con creces, ya lo sabes.
  • Vale chicos, dejar de tiraros flores, Jajaja.
  • No, mujer es de broma… dime qué quieres de mí.
  • Necesito llevar estos sueros al pastor, como nos hemos entretenido aquí no puedo llevárselos, si quisieras ir tú… simplemente es dárselo, él ya sabe qué hacer.
  • Como quieras, aunque eso te va a costar… un beso.
  • Y dos también, ¿cómo los quieres?, jajaja.

Nos despedimos con dos besos en las mejillas o casi rozando los labios, la chica olía muy bien y la mirada que me dio me pareció que no sería la última vez que la tendría tan cerca.

Por la mañana fui con la bicicleta hacia casa del pastor, al pasar por la loma de los pinos atendí por si balaban las ovejas, pero no escuché nada y seguí hacia su casa, estaba escondida detrás de una higuera y una morera, lo encontré en la puerta almorzando, los árboles sin hojas daban poca sombra, pero el sol y el vino me hicieron reanimarme, pues el hombre después de saludarnos y darle el recado me invitó a almorzar con él.

Había encendido un fuego, decía que le gustaba más que el butano, había asado cordero en las brasas que estaba buenísimo, hizo mayonesa y con el vino y buen pan almorzamos de maravilla, luego puso la cafetera de aluminio y no sé de adonde sacó una botella de coñac que fue el colofón.

Ya estábamos terminando cuando se oyó el ciclomotor de la otra vez, al llegar vi a una mujer joven que venía con un pañuelo en la cabeza para que el viento no le estropeara el peinado, le traía aceite, huevos y pan.

  • Buenos días Joao, veo que estás muy bien acompañado.
  • Sí, este chico se llama Paco, es de la bodega y me ha traído unas cosas para las ovejas.
  • Parece muy joven y… bien parecido.
  • Desde luego, como te gustan a ti, jajaja.
  • Me alegro de conocerla, señora…
  • No me digas señora, aunque lo soy, llámame Jacinta a secas.
  • Lo de señora lo dice porque está casada, aunque sí que lo es, es toda una hembra…
  • Y que lo digas, tú ya lo sabes bien Joao, jajaja
  • Uy, veo que se conocen…
  • Jajaja y tanto, siempre le traigo lo que necesita y él a mí me da lo que yo necesito.
  • Pues si me permite, a usted le faltan pocas cosas, es una belleza.
  • Jajaja, ¿no te decía que el chico es listo? Pero por favor, a mi tampoco me llames de usted, ya me caes muy bien.
  • Sólo es justicia, pero no os preocupéis, yo ya me iba.
  • ¿Te ibas, qué pena, yo que me había hecho la ilusión?
  • No me digas que te gusta el chico, ¿te animarías con él?
  • Con él y contigo, no creas que iba a dejarte aparte.
  • Me parece que estáis hablando de…
  • Lo que decía, chico listo.  Cuando vengo a casa de Joao ya sabe a lo que vengo.
  • Pues no perdamos tiempo, vamos adentro.

La mujer cuando se quitó el pañuelo soltó la melena morena y me dio un beso en la boca, al mismo tiempo se apretó a mí rozándome con las tetas, la mano se me fue a su culo y me encontré con la Joao que ya había tomado posesión de la otra nalga.

La habitación de Joao no era una maravilla, pero en el colchón de lana cupimos los tres, antes Jacinta se quitó la ropa de campesina y nos esperó en el medio de la cama, nosotros le hicimos los honores y Joao pronto se la metió a lo misionero, ella lo agradeció con un suspiro de placer, pero me llamó a mí para que me acercara a su boca con la polla en la mano.

Pronto advirtió la diferencia, aunque el pastor no estaba mal dotado, yo ya lo vi junto con Gero y nos pareció que sabía lo que hacía, Jacinta quiso probar aquello que le llenaba la boca y se escurrió de debajo de Joao y se puso a cuatro, el pastor se tumbó y ella le chupó la polla ya mojada con sus jugos, yo vi el sitio vacante y me puse detrás.

Me perdí en sus profundidades ayudado por el camino que había abierto Joao, la mujer movía el culo queriendo sentirme más y la cosí a pollazos, ella con la boca llena gemía acariciándose el clítoris entre las piernas, a la vez me acariciaba los huevos cuando los tenía a su alcance.

Quise sorpréndela y salí, Joao ya tenía las tetas amasándolas con las manos y ella separó las rodillas, la saliva que lancé se escurrió entre las nalgas hasta llegar al agujero oscuro, apoyé el capullo y antes que ella pudiera reaccionar yo ya estaba dejándome caer sobre su espalda.

  • ¡Joder chico, que te equivocaaaas!
  • No lo creas Jacinta, es que tienes un culo muy provocador, ¿no te lo había dicho nadie?
  • Nooo y menos con eso entre las piernas, salte ya.
  • No, no se la saques, a mi no me dejó, cuando te corras se la meteré yo, hoy va a tener polla de sobras.
  • ¡Ay sí, que suerte encontrarme con vergas como las vuestras!
  • ¿Qué?, ¿en el pueblo no hay pollas?
  • Sí claro, pero mi marido sospecharía, Joao es mi escape.

La mujer se corrió, pero aguantó que yo siguiera metido en ella, al separar las piernas no sabía que Joao estaba esperándola con la verga vertical y mojada de saliva, lo noté porque en el culo sentí el roce de su verga entrando en la vagina vecina.

Al principio fuimos descompasados, pero al momento bombeábamos al unísono, la mujer con los brazos en cruz, gemía y jadeaba sin cesar bendiciendo la hora en que había venido y nos había encontrado a los dos, dijo que era un sueño que tenía de joven y nunca había conseguido.

Noté las contracciones de Jacinta y al momento las de Joao, se estaba corriendo en ella y yo los imité, le llené el culo de leche hasta quedarme vacío, cuando salí, Joao todavía la mantenía adentro y Jacinta no se movió hasta que se le salió muerta.  Entre los muslos de Jacinta corría la leche cuando se limpió con la esquina de la sábana.

  • No te preocupes, luego me la llevaré para lavarla.
  • Está bien, no tardes en volver, ya sabes.
  • En cuanto tenga un momento libre ya me tienes aquí, lo haces muy bien, Joao.
  • Hoy no te quejarás.
  • Nooo, ha sido especial, avisa al chico, está invitado a mi coño y a mi culo.
  • Gracias Jacinta, lo tendré presente y si tienes a alguna amiga…
  • Jajaja, vaya chico, veo que te gustan las mujeres.
  • Más que el arroz con leche, jajaja.

La mujer una vez cumplida su misión se marchó con su moto, Joao atizó el fuego y debajo de la higuera volvió a hacer café, lo tomamos despacio, mientras me contaba, estaba más hablador de lo que solía, quizá porque me cogió confianza con Jacinta.

  • Te has portado bien Paco, me alegro de conocerte.
  • Gracias Joao, en un principio me daba corte, al no conocernos, pero como vi que Jacinta estaba animada no quise estropearte la fiesta.
  • Hiciste bien, la mujer lo está pasando mal, en casa su marido la maltrata y los hijos son como su padre, el único que la trata bien soy yo y con la excusa de lavarme la ropa y traerme algo de lo que necesito se desfoga, bueno, nos desfogamos los dos.
  • Me alegro, porque aquí sólo,  ¿no echas a faltar a nadie, a la familia o a una esposa o novia?
  • La verdad es que siempre estuve sólo.
  • ¿De dónde eres?  Porque tendrás familia en tu pueblo.
  • Ya quisiera saberlo yo, hace tiempo me pasó una cosa terrible, pero ¿para qué aburrirte?, seguro que no te interesa.
  • Claro que si, cuéntame, me gusta hablar contigo, me dijeron que eras muy huraño, que no hablabas con nadie.
  • Es que no hay mucha gente que le guste hablar conmigo, no recuerdo nada de mí, sólo sé que un día aparecí en las Islas Azones, me encontraron sin conocimiento unos pescadores en alta mar, iba en una balsa de salvamento, debí de caer de algún barco, pero no me acuerdo de nada, tenía un fuerte golpe en la cabeza y me llevaron a tierra, no pudieron averiguar quién era ni de dónde venía y me quedé con ellos unos años, me llamaron Joao, aunque no sé mi nombre verdadero.
  • Que historia más emocionante.
  • No creas, eso de vivir sin pasado…
  • Pero tienes un presente y un futuro.
  • Bueno, me parece que he sido de todo, pescador y ahora pastor, no tienen nada que ver pero me adapto bien a todo.
  • ¿Entonces no recuerdas nada de joven, a tu familia o a personas que te hayan conocido?
  • No, nada, como si hubiera nacido hace poco.
  • Qué pena, no sé cómo pueden pasar estas cosas, me dijeron que eras portugués.
  • No, cuando llegué a las Azores hablaba español, pero con el tiempo se me pegó el acento portugués.
  • Lógico, bueno Joao, me tengo que ir, te prometo venir cuando pueda y hablamos.
  • Cuando quieras, yo siempre estoy por aquí, si quieres seremos amigos, no tengo muchos, mejor dicho… ninguno.
  • Pues encantado de ser amigo tuyo Joao, lo mismo digo, vendré a verte, y… folla bien a Jacinta, jajaja
  • De tu parte Paco, dame un abrazo.

Subido a la bicicleta fui despacio mirando el paisaje, sin esperarlo había vaciado la polla en el culo de Jacinta, se la metí en la boca y el coño, además estaba contento de conocer a Joao, pero me faltaba algo, por la cabeza me recorría una duda, la historia de Joao me preocupaba bastante.

Continuará.

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Gracias.