El vagabundo (10)

Después de quitarme los puntos ya pude salir y disfrutar del campo, a Ana te hice un regalo de su gusto y Gero me presentó a su hermana Berta, una belleza de mujer.

Como anochecía pronto Gero volvía de sus quehaceres a media tarde, se vestía de chica para mí y subía a mi habitación,  las curas se fueron simplificando y abreviando, apenas consistían en cambiar el apósito y pintarme con tintura de yodo, las grapas que me cosían los diferentes cortes tenían muy buen aspecto y Ana dejó a su hija que fuera ella la encargada de curarme.

Lo hacía con cuidado y con habilidad, durante las curas no mostraba ningún signo de frivolidad, y como una profesional me movía la polla si le molestaba, yo por mi parte a veces la provocaba para incordiarle, se la colocaba sobre las heridas y ella con toda paciencia la volvía a dejar fuera de campo.

Sin embargo cuando estábamos sentados en la mesa de mi cuarto, muchas veces mi mano buscaba debajo de su falda, ella procuraba esquivarme con la excusa de recuperar el tiempo perdido en los estudios, por lo que yo me esforzaba en que no tuviera excusa, al final acabábamos masturbándonos mutuamente, siempre con un ojo en la puerta de la habitación por si subía alguien.

El día que tuvimos que ir a Valladolid para quitarme las grapas fuimos en el autobús, no tenía parada frente a la puerta de la bodega, pero Mariano llamó al conductor que era amigo suyo y nos hizo ese favor, pues a él le era imposible llevarnos.

Llegamos al Hospital Clínico y enseguida me llamaron, Gero se encargó del trámite administrativo y me acompañó hasta el quirófano, cuando entré, yo pensé que se quedaría en la sala de espera, pero le preguntó a la enfermera…

  • ¿Puedo acompañarlo?
  • Pues…  ¿quién es usted?
  • Soy su novia.
  • Ah, entonces sí, claro.

Por el pasillo me cogió de la mano para darme ánimos, yo sabía que no me iban a hacer daño, pero Gero era muy sufridora.  Cuando me quité al pantalón y subí a la mesa verde Gero me ayudó y ella misma me bajó el calzoncillo para que la médica actuara.

Ésta, a un lado de la mesa y Gero a la otra y yo en medio debajo del foco, parecía que me iban a abrir en canal.  No hizo falta decirle a Gero lo que debía hacer, ella se ocupó de apartarme la polla de en medio con una mano y los huevos con la otra, los sostuvo mientas la doctora me iba abriendo las grapas con unos alicates especiales.

Posiblemente sería por el calor concentrado del foco, pero mi polla empezó a “dilatar”, Gero hacía lo imposible para mantenerla alejada, aunque se le hacía cada vez más difícil, hasta tuvo que soltar la mano que recogía los huevos y entre las dos amarrar el tronco de la verga.

Yo no podía verla, pero sí que podía ver las caras de las dos, había momentos que la médica no miraba a los puntos, se tomaba un descanso, suspiraba y seguía, Gero luchaba para que no se le escapara la polla y molestara a la doctora, se cruzaban miradas muchas de ellas con mucha intención.  Tuve la sensación que tenía más puntos que si me hubieran operado a corazón abierto porque la médica limpió, con mucho cuidado después de cada grapa, tan minuciosamente como si tuviera todo el día para hacerlo.

Gero fue cambiando la polla de posición para no molestar a la doctora, aunque algunas veces ésta, “involuntariamente” , conseguía algún roce.  Cuando dijo haber terminado Gero soltó su presa y la polla como un muelle amenazó con chocar con la herida recién curada, la doctora estuvo atenta y la detuvo en el aire, no la soltó inmediatamente, sino que cuidadosamente la sujetó hasta que Gero me subió el calzoncillo otra vez.

Cuando salimos del Hospital me encontraba raro, no me dolía, pero sentía una flojedad que me hacía cojear, quise invitar a Gero a una cafetería y ella me propuso acercarnos a la Universidad que estaba relativamente cerca para recoger de su hermana otros apuntes que me faltaban.

Me gustó la idea, pues además de conocer a su hermana aprovecharía para saludar a mis compañeros.  Cuando llegamos habían salido de clase y estaba todos en la cafetería, Gero fue a buscar a su hermana y yo me fui con mis amigos, después de abrazarnos, les conté sobre el desgraciado accidente y del tiempo que estuve recuperándome, se sorprendieron por la suerte que tuve y me invitaron a almorzar con ellos, pero tuve que declinar porque Gero desde la otra esquina me llamaba, había encontrado a su hermana y quería presentarme.

  • Ven Paco, te presento a mi hermana Berta.
  • Ho... hola Berta, soy Paco.
  • Hola Paco, ¿cómo estás?  Ya me contó Gero lo que pasó, lo siento, espero que te cures pronto, y si necesitas algo me lo dices, tengo mucha… confianza con mi profe.
  • Gracias Berta, eres muy amable, me han servido mucho los apuntes que me conseguiste, todavía me parece mentira, no se los dan a nadie.
  • Jajaja, bueno, es cuestión de influencia, a mí el profesor no me niega nada.
  • Me lo imagino, jajaja.

Durante la presentación no respiré ni una vez, me había quedado pasmado ante tal “ bellezón ”, por supuesto no tenía nada que ver con su hermana, pero tampoco con su madre, era mil veces más bonita y sobre todo estaba buenísima, tenía una melena larga, ojos azules, labios carnosos rojos como el fuego, además iba maquillada perfectamente de pestañas y cejas que parecía una actriz y de tipo ni comentar… se le adivinaban unas tetas separadas, de punta y bastante sueltas, un vientre plano y unas caderas ampulosas, del culo ya no quiero hablar porque los pantalones elásticos ya lo decían todo y los zapatos de tacón le hacían andar con una elegancia propia de una modelo de pasarela.

Luego de la presentación las hermanas se pusieron a hablar y a mí me rodearon los compañeros de Berta, querían saber que tenía yo que ver con la belleza, todos habían intentado ligar con ella y a todos, sin excepción, los había rechazado, era la musa de la clase, pero pasaba de ellos, era bastante altiva y presumida y no se mezclaba con ellos.

A mí en un primer momento no me pareció tan exagerado, motivos sí que tenía y de sobras, a su lado las otras chicas de la clase, aún siendo bonitas no le llegaban ni a la suela del zapato, todos eran dos o tres años mayores que yo y a mí todas sus compañeras me parecían “monumentos” , pero para ellos Berta era el trofeo a conseguir.

Gero me dijo que Berta se había ofrecido a llevarnos de regreso, de paso saludaría a sus padres que hacía bastante que no los veía, mientras, para hacer tiempo, me propuso ir a los grandes almacenes Simago para comprar algunas “cosillas”.

No estaba cerca y tomamos el bus que nos llevó al centro, a esas horas iba lleno y nos apretujamos entre el gentío, con los vaivenes nos apretaban, nos miramos a escasos centímetros y me dieron ganas de besarla en la boca y cuando ya estaba a punto de hacerlo Gero me llamó la atención sobre una chica que estaba al lado nuestro.

La rodeaban tres hombres mayores, uno por cada lado, la empujaban y ella al esquivar a uno chocaba peligrosamente contra los otros dos, aquellos ya la estaban esperando con las manos estratégicamente colocadas, le manoseaban las tetas y el culo, ya que ella no se podía defender pues tenía las manos ocupadas con dos bolsas grandes de compras.

Miré a Gero, que bajó la vista entre nosotros dos, se podían ver los pies porque Gero no podía chocar conmigo con sus tetas, nos reímos y volvimos a mirar a la pobre hostigada, notamos cómo el que tenía detrás le arrimaba el bulto que marcaba el pantalón y que le hacía huir para caer en las manos abiertas que le esperaban a la altura de sus tetas.

Gero me sorprendió cuando sentí una mano que me agarraba la polla, la miré y sonrió con una mirada pícara, quería pagarme con la moneda que aquellos hubieran envidiado.  Yo la correspondí llenando su mano de carne dura que ella se ocupó de colocar vertical hasta asomar un trozo por encima de mi cinturón, lo hacía sin dejar de mirarme a los ojos y morderse el labio.

Habría conseguido correrme si no hubiéramos llegado a nuestra parada, cuando bajé una señora con un niño que esperaba para subir se quedó mirando fijamente a mi cinturón, Gero no pudo conseguir que se me bajara para esconderla.

Gero tiró la casa por la ventana, compró de todo, ropa femenina y zapatos, se me hacía extraño verla probarse los zapatos, no estaba acostumbrada a llevar falda y separaba las piernas tanto que se le veían las bragas, el dependiente que la calzaba estaba encandilado mirando debajo de su falda y ella disfrutaba al sentirse admirada.

Cuando llegamos a la sección de lencería no me dejó ni hablar, tiró de mí para meternos en el probador, se llevó varios conjuntos, a cuál de todos más lindos, cuando se quitó la camisa me dijo que opinara, se los fue probando todos, eran maravillas de delicadeza y trasparencia, pero todos le venían holgados, pidió con relleno y ni aún así le sentaba ninguno medianamente bien, ya estaba a punto de llorar cuando me senté frente a ella y la rodeé por la cintura, allí mismo le chupé los pezones hasta ponérselos rojos demostrándole que no me importaba que no tuviera pecho, para mí ella era lo importante.

Cuando salimos de allí llevaba una colección importante de braguitas, de todos los modelos y colores, pero ningún sujetador.  Ya en la calle tomamos unos helados que pese a estar en invierno nos encantaron, de regreso a la Universidad esperamos a que saliera su hermana y junto a ella nos dirigimos hacia el aparcamiento.

Tenía un coche minúsculo, un cómodo utilitario de moda, pero que funcionaba como un reloj, acostumbrado al Land Rover aquello era una limusina.

  • ¿Qué tal los papás?
  • Muy bien, el papá se llevó un susto el otro día, fue cuando volcó el tractor.
  • Lo siento Paco, tú te llevaste la peor parte.
  • Lo prefiero a que tu padre se lastimara, está muy obsesionado con lo que le pasó de joven.
  • Sí ya lo sé, habría sido fatal para él, ahora que parece que está más recuperado…

Después de los saludos a sus padres Gero le enseñó sus compras a su madre, Mariano salió a por leña para la chimenea del comedor y Berta y yo nos quedamos solos.

  • No sé cómo has conseguido hacer cambiar a mi hermana, parece imposible.
  • No ha sido para tanto, solamente la convencí de que era igual de mujer que las demás, que no importa esto o aquello en lo físico.
  • Claro, lo entiendo, yo se lo dije muchas veces, pero no me hizo caso.
  • Es fácil decirlo, como tú eres tan guapa y tienes un tipo tan exuberante… a ella no la convences.
  • ¿Tú crees?  Eso algo ayuda.
  • Para ella sí, tú tienes un cuerpo envidiable, aunque para mí eso no tiene mucho valor, tu hermana tiene otras cosas… que hacen acelerar el corazón de un hombre y no hablo de las tetas , claro.
  • Jajaja, parece que me hayas hecho una radiografía. ¿y qué son esas cosas… si puede saberse?
  • Yo no te hice una radiografía, pero tus compañeros sí. De las otras “cosas” mejor no te las digo, a lo mejor no lo entenderías.
  • No sé, ¿mis compañeros? Jajaja, pues lo tienen claro, a mí no me gustan los jóvenes, me van más los maduros.
  • ¿Entonces yo ya me puedo tirar al Pisuerga?, jajaja.
  • Nooo, al río no, pero eres un crío a mi lado, ¿qué podría hacer contigo, jugar a las canicas?, jajaja.
  • A lo mejor te sorprenderías, tú te lo pierdes, si te conformas con tu profesor casado…
  • ¡Qué dices! pues sí… la verdad, está muy bueno y yo no estoy celosa, Jajaja.

Después de comer Berta volvió a la ciudad, su madre le preparó algunas cosas de comida, decía que la encontraba delgada, a mi me parecía perfecta y Gero lo notó.

  • Parece que te ha gustado mi hermanita, ¿no?
  • Pues no me había fijado, jajaja.
  • Seguro, si no apartabas los ojos de sus tetas…
  • Uf, por favor, olvida lo de las tetas, soy tu amigo y te digo la verdad.
  • Sí, pero con tetas estaría mejor.
  • Vale, déjalo ya, ¿no te demostré en el probador lo que me gustan tus “no” tetas?
  • Y yo en el autobús, pero si llego a ser yo la otra chica…
  • Venga, olvídalo de una vez.

El domingo siguiente salió precioso, un día fresco de invierno, aunque soleado y sin viento, me sorprendió Gero cuando me invitó a dar una vuelta en bici y no le creí, pero lo decía en serio, porque ya tenía dos bicicletas preparadas en la puerta.

Fuimos por el camino que volcamos, ya no quedaba nieve y no había barro, fuimos lejos, en medio de la finca había una loma llena de pinos piñoneros, con su copa redonda y tupida era como una isla en medio del mar de vides.

A lo lejos oímos el petardeo de un ciclomotor que iba por otro camino lejano, le pregunté a Gero quien sería, pero me dijo que debía ser alguien de la aldea, al otro lado de la bodega existían unas casas adonde vivían unas familias que se ocupaban de los campos de cereales que había al fondo de la finca.

La moto llevaba una cesta detrás y se dirigía veloz hacia la loma de los pinos, nosotros nos quedamos atrás y la moto se perdió entre los árboles, cuando llegamos a ellos no se oía nada más que las baladas de unos corderos.

  • ¿Qué es ese ruido?
  • Es el ganado, el pastor las trae aquí muchas veces, se ve que a la sombra están comiendo plácidamente.
  • Comprendo, no sabía que también había ganado.
  • Sí es muy grande, detrás de la loma está la casa del pastor y el corral, es un hombre extraño, poco hablador, yo apenas lo vi un par de veces, creo que es portugués, no se da a conocer mucho.
  • A lo mejor como tiene que cuidar las ovejas todos los días…
  • Eso será, casi nadie lo conoce, creo que le llevan la comida y le lavan la ropa las familias de aparceros.
  • Es lógico, así no tiene que separarse de sus ovejas.
  • Claro.

Según nos acercábamos al pinar las ovejas balaban más fuertes, parecían alborotadas y nos extrañó pues un momento antes apenas parecía que había una docena, bajamos de las bicicletas y fuimos a curiosear, los pinos estaban espesos y había que sortear los matorrales.  Ya se oían las ovejas como si estuviéramos en medio del ganado cuando Gero que iba delante se paró y me detuvo de un manotazo.

  • ¡Quieto Paco, espera que me parece que he visto algo!
  • ¿Algún lobo?
  • Jajaja, no a alguien.
  • Será el pastor.
  • Sí, pero parece que no está sólo.
  • No creo, aquí tan alejados, la única persona sería la de la moto que habrá ido a la casa del pastor.
  • Es posible, pero mira allí.

Me asomé escondido detrás de una jara y vi una gran piedra, en realidad eran dos juntas, pero entre ellas había un hueco, por encima de ellas se veía una boina que estaba quieta, supuse que era el pastor, apenas se movía y me convencí que estaría o descansando o como mucho meando porque al momento se movió un poco y desapareció.

Gero estaba pegada a mí intentando averiguar el misterio, las ovejas seguían balando nerviosas y se arremolinaban unas contra otras, de pronto volvió a parecer el pastor, ésta vez llevaba los pantalones en los tobillos.

  • Vaya hemos venido a molestar al hombre, ni en el campo se puede cagar tranquilo.
  • No, espera, yo cuando lo hago no me bajo los pantalones del todo para que no se me ensucien.
  • A ver si todos vamos a ser tan pulcros como tú, aquí sólo no va a ir con etiqueta.
  • Mira, mira ¿ves?

Gero tenía razón, el culo blanco del pastor se movía de atrás adelante, comprendí que no estaba cagando, se estaba haciendo una paja.  Le cogí la mano a Gero y la puse en mí bragueta para informarle.  Ella no me soltó, pero siguió mirando.

  • A lo mejor se está follando a una oveja.
  • Que imaginación tienes Gero, ¿cómo se la va a meter a una oveja, si es un animal?
  • ¿No le hago yo pajas al caballo?  Pues igual.
  • Joder, Gero que no es lo mismo, ¡qué imaginación!

Gero no me soltaba la polla, pero seguía mirando, el pastor claramente estaba follando, yo estaba equivocado, porque se le veían los brazos sujetando al animal.  Gero estaba apretando tanto que ya me dolía, pensé que lo mejor era sacar mi verga y dejar que ella se “sirviera”

Sin volverse volvió a agarrarme la verga y siguió espiando.  Gero con la mano hacia atrás sin moverla me dio la idea y fui yo el que culeó follándole la mano cerrada, ella la sostuvo mientras mi polla entraba y salía de su mano.

  • ¡Mira Paco, ahora!
  • Déjame ver, ¿Qué es eso?
  • Es un culo y no tiene lana.
  • Pues otra cosa aquí no creo que…
  • Claro, mira ahora se ve mejor, es un culo y unas tetas colgando, es una mujer.
  • No jodas Gero, aquí no hay mujeres, debes alucinar,
  • Sí mira cómo se la mete, ¡hasta dentro del todo de un solo golpe!

Tenía razón, el pastor cogía impulso al sacar la polla y la hundía de golpe hasta los huevos, estuvo un rato interminable, Gero seguía agachada con la mano detrás de ella, yo follándole el puño a punto de correrme y las ovejas balando cada vez más.

  • Mira, ya no se ve, ha desaparecido.
  • Se habrá ido.
  • No, mira ahora se asoma, fíjate, se le ve la polla tiesa y mira ahora, es una mujer, se le ve la cara y se la va a chupar, ¡madre mía, está desnuda y que tetas tiene, qué envidia!
  • Tú siempre con tu obsesión, déjame que acaricie tus pezones, anda.

Gero se levantó sin dejar de mirar, se puso a mi lado sin soltar mi polla y yo pasé las manos por debajo de su ropa hasta pellizcarle los pezones, noté cómo se estremecía, pero seguí, su mano me apretaba la polla sin dejarme mover casi.

Ya se veía claramente a la mujer desnuda frente al pastor comiéndole la polla, le pasaba el brazo entre las piernas pera que no escapara y él se echaba hacia atrás guiándole la cabeza preparándose para correrse.

Gero se pegaba a mí para que le retorciera los dos pezones a la vez mientras mi polla salía entre sus dedos, estaba excitada, muy excitada, se quitó la camisa para que la acariciara con mayor libertad, la brisa fresca le sacó los pezones todavía más, pero siguió espiando.

Lo noté en mi capullo, apretó como si me lo fuera a quitar, el pastor se estaba corriendo en la cara de la mujer, ésta sacó la lengua para recoger las lechadas que le largaba el hombre, no acertó más que la primera, las otras le cayeron sobre las tetas y los pezones hasta gotear en el suelo.

Gero no pudo seguir mirando, se volvió hacia mí y se arrodilló, imitó a la mujer, me chupó la polla metiéndome la mano entre mis piernas, me atraía hacia ella obligándome a tragarla hasta la garganta, cuando sintió mis palpitaciones en el paladar la sacó y dejó la lengua afuera, yo hice lo mismo que el pastor, pero al revés, le llené la boca de leche y las últimas descargas le llegaron al esternón y los pezones.

Gero lamió y relamió la polla hasta dejarla brillante, luego repartió la leche de su pecho por las areolas y tragó lo que tenía en la boca.  No esperamos a ver quién era, volvimos a por las bicicletas y silenciosamente regresamos a casa.

En casa todo seguía igual, todo igual excepto Ana, la mujer cumplía su palabra, trataba a su marido como si nada y a nosotros lo mismo, a mí no me decía nada, únicamente suspiraba cuando pasaba a mi lado, si estábamos a solas.  Con eso me daba a entender que estaba esperando mi decisión, yo no quería dar un paso en falso y me lo tomaba con tranquilidad, Ana estaba muy bien, pero era un riesgo.

El día que Mariano tuvo que ir al almacén de piensos para encargar comida para los animales y Gero estaba ocupada pues el veterinario iba a venir para vacunar a los caballos y ella quería dejarlo limpio y perfecto…

  • Hola Ana, buenos días, hoy está todo muy tranquilo.
  • Como siempre, mi marido fue a hacer un pedido de forraje y pienso para los animales, Gero está atareada con las cuadras, van a traer a la yegua.
  • ¡Qué suerte tienen algunos!, le traen una yegua y todo.
  • La suerte es de la yegua, vaya verga tiene el semental, se parece a alguien.
  • No lo dirás por mí.
  • A ver si no.
  • No seas exagerada, si lo mío es un gusano a su lado.
  • Ya me gustaría ese gusano para mí.
  • Puede ser, a ver, mira por la ventana y dime si ves a alguien.
  • Sí, mi hija está allí, la estoy viendo.
  • Mejor, tú sigue mirando y si viene me avisas.
  • ¿Qué vas a hacer?
  • Ya lo verás.

La mesa estaba debajo de la ventana que daba a las cuadras, Gero entraba y salía de ellas atareada, yo despejé la mesa y sobre el mantel senté a su madre con las piernas colgando, le subí las faldas y tiré de las bragas hasta las rodillas, el coño estaba depilado como me dijo, le subí las rodillas y se las di para que las mantuviera sobre ella.

Mi lengua recorrió su raja de arriba abajo, Ana no se atrevía a soltar sus piernas que se agitaban sobre mi cabeza y las separaba todo lo que le permitían las bragas a media pierna.  Ana gemía esforzándose para separar las piernas lo más posible, pero no lo conseguía, maldecía las dichosas bragas, ahora que podía follar...

Empezó a manar jugos y yo seguí lamiéndole los labios y el clítoris, ella gemía y jadeaba y cuando le metí dos dedos en el coño suspiró como si la hubiera follado de verdad.

  • ¡Por fin siento algo en mi coño, qué delicia!
  • Pues eso no es nada, espera y ten paciencia.
  • ¿A qué tengo que esperar, métela ya?
  • Yo soy el que mando, ya te lo dije.
  • Lo que tú digas, pero no me hagas sufrir.

Después de dos fueron tres y luego cuatro, hasta los cinco dedos le metí, en verdad estaba estrecha, pero no paré y gracias a sus jugos pude meter hasta los nudillos, con la punta de los dedos masajeaba el cuello de la matriz y todos los puntos del abecedario, Ana estaba desesperada y en un último esfuerzo rompió las bragas y liberó sus piernas.

Hacía tiempo que no veía un coño tan suculento, estaba empapado y el clítoris brillaba como una gema, ella con los tobillos sujetos por las manos dejó caer una pierna a cada lado de la mesa, estaba abierta como un libro, entonces me saqué la polla, se la enseñé antes y cerró los ojos encomendándose a todos los santos, me acerqué a ella, en mi capullo noté el calor de su coño antes de llegar, lo apoyé en su clítoris y aplasté el capullo sobre él.

Ana levantaba el culo para que la metiera de una vez, pero la polla siguió frotando aquel clítoris duro y brillante, busqué sus tetas, tenía el delantal liado y enredado con su falda sobre el pecho por lo que peleaba por aflojarlo, había soltado los pies y los mantenía en alto mientras sus manos no acertaban a encontrar los lazos del delantal, ya dislocada arrancó el tirante y lo subió junto a la blusa y el sujetador hasta el cuello, me dejó las tetas para mí, me acerqué a ella para chuparlas y ella me rodeó la cintura con sus piernas.

La polla resbaló hasta su vagina y se perdió en ella ayudado por el tirón que hizo sobre mi cintura.  Fue un golpe directo hasta el fondo, abrió los ojos incrédula al notar sus entrañas forzadas hacia adentro, pero me abrazó al sentirse llena de carne.

  • Por Dios, Paco, ten piedad, me vas a matar,
  • No lo creo, a lo mejor es que tienes telarañas, jajaja.
  • No te burles, tu polla no es normal, me llega a la garganta.
  • Eso quisieras, pero si prefieres la del caballo.
  • No digas burradas, la tuya es mejor pero con dulzura Paco, con dulzura…

Fue un abrazo fatal porque se corrió nada más sentir mis huevos en su culo, estaba empalada, pero feliz, ahora sólo quería que yo me moviera y lo hice, agarrado a sus muslos con los brazos me clavé en ella repetidas veces al mismo tiempo que ella se estiraba los pezones delante de mis ojos, no conté los orgasmos, debía tener un colapso en el coño y me rogó que me corriera dentro de ella.

  • Paco, dame tu leche, necesito sentir el calor de tu leche dentro de mí.
  • Tiempo habrá para todo, prefiero regarte las tetas, me gustaron desde el primer día que las vi.

No lo hice, me corrí en sus tetas, las puso juntas y en el canalillo que formó lo llené como un río de leche.  Me acordé de Gero, a ella le habría gustado ver aquello o mejor habérmelo podido hacer ella a mí.  Se la hubiera metido otra vez, pero el ruido del Land Rover nos interrumpió, Mariano fue directamente al almacén sin parar en la casa, cuando pasó por la puerta Ana se estaba quitando la leche de las tetas con el delantal y yo me estaba enjuagando la polla en sus jugos.

Aquella noche cenamos espléndidamente, Ana se lució, casualmente era su cumpleaños y Mariano tuvo el detalle de comprar unos pasteles y un ramo de violetas.  Gero estrenó la blusa y la falda que se compró, mientras se ocupaba de colocar los cubiertos en la mesa y cuando su madre estaba sacando lo del horno, se subió la falda y me enseñó unas braguitas bikini negras que le cubrían lo mínimo, sonrió y yo le saqué la lengua como si le lamiera el coño, ella hizo un gesto como si lo sintiera de verdad y me lanzó un beso al aire.

Por fin me decidí a acudir a clase, ya estaba casi bien pero no podía faltar más, los exámenes serían pronto y no podía suspender, mis compañeros se admiraron porque apenas se me notaba el tiempo perdido, yo sonreía pensando en las clases y “ repasos ” que nos dimos Gero y yo.

Muchas veces coincidía con Berta en la cafetería, de lejos la saludaba y todos giraban la cabeza para ver quién era el afortunado.  Un día me extrañó cuando nada más verme se acercó a mí directamente, traía una mirada misteriosa y me puse en guardia, aquella chica era un poco desconcertante y no me fiaba demasiado.

  • Hola Paco, ¿cómo te encuentras?
  • Muy bien Berta, no tanto como tú pero bien.
  • Es que… quería proponerte una cosa…
  • Tú dirás.
  • Resulta que mi profesor se ha ofrecido a enseñarme unas fórmulas para el próximo examen, quiere explicármelas en su casa, pues tiene un pequeño laboratorio, yo he pensado… que si me acompañas podría explicártelas a ti también.
  • ¿Y qué problema hay?
  • Es que… mi profesor está casado y el que vaya yo sola con él…
  • O sea, que quieres que vaya de “carabina” para que su mujer no sospeche.
  • Veo que eres un chico listo.
  • Por lo menos no soy tonto, aunque soy un “crio” a tu lado.
  • ¿Entonces qué me dices, te parece bien?
  • No me parece nada bien, me quieres usar como tapadera y para eso no te importa mi edad, creo que te estás equivocando conmigo.
  • Noo de verdad, te lo prometo, es que no quiero que su mujer piense mal
  • Bueno, no tengo nada que perder, siempre me vendrá bien aprender algo.
  • Vale, será el sábado, iremos a comer a su casa, tiene una casita en el campo y pasaremos la tarde allí, luego por la noche te llevaré a casa y de paso me quedaré allí el fin de semana.
  • Perfecto. ¿te parece bien que invite a tu hermana?
  • No, creo que se aburriría, mejor que vengas sólo tú.
  • Está bien, me llevaré material para tomar apuntes.

Continuará.

Si les gustó, valoren y comenten.

Gracias. tauro47