El vagabundo (1)

El comienzo de mi época de estudiante fue muy diverso, era la primera vez que salía de casa y me tuve que adaptar a cada sitio adonde me quedaba hospedado.

No hacía mucho rato desde que me había dormido, tengo un sueño bastante pesado y aún así me desperté por un movimiento suave, pero repetitivo en la cama, me despejé y comprendí que no era mi cama, en realidad era la cama de mi primo Nando, en bastante más pequeño que yo y está en plena euforia hormonal.

  • ¡Pero…! ¿qué estás haciendo, Nando?
  • Na… nada primo, nada.
  • ¿Cómo que nada?  No creas que me chupo el dedo, ¡tú te estás cascando la polla!
  • No de verdad primo, no lo creas, lo juro.
  • Anda, estate quieto y duérmete.
  • Sí, primo.

Mi primo Nando está en la edad en la que la polla se le pone dura nada más ve pasar una mosca, lo malo es que yo me tengo que enterar porque dormimos juntos, el caso es que yo vivo en su casa.  Ocurre que mi familia es de un pueblo del este de España, del interior, aunque cerca de la playa, yo, después de salir del Instituto tuve que elegir qué hacer, la verdad los estudios no se me daban mal del todo y mi familia hizo un gran esfuerzo para que yo pudiera ir a la Universidad, había elegido Enología y tuve que venirme a Valladolid, el único sitio que pude, aunque estoy muy lejos de mi casa.

También influyó que tengo una tía que vive aquí y que, al enterarse se puso tan pesada para que me viniera que no tuve excusa.  Mi tía Fermi es viuda, bueno siempre dijo eso, aunque me enteré hace poco que en realidad nunca se llegó a casar con mi tío Toño, hoy en día no tiene mucha importancia, pero entonces era casi un sacrilegio.  Quizá por eso se vino a vivir tan lejos, para evitar rumores de la gente del pueblo.

El caso es que tiene dos hijos, mejor dicho una hija y un hijo, mi prima Loren y el ya nombrado Nando, de él poco puedo decir, además de que es un pajillero de tomo y lomo, está todo día espiando a su madre y a su hermana para por cualquier motivo o centímetro de piel que le vea darle a la polla.

No es que lo critique, motivos no le faltan, mi tía cometió el “error” de quedarse embarazada muy joven, Toño la preñó apenas de salir juntos y tuvieron que buscarse la vida lejos de casa.  La familia, bastante conservadora, no la desahució de milagro y les buscó trabajo en otra cuidad lejana, no menos conservadora por mediación de unos amigos del mismo tipo.

Lo cierto es que nada salió como querían, Toño no tardó en colocarse en una fábrica de coches y al tener dinero en la mano y compañeras de trabajo cerca… hizo pronto la maleta después de dejar a Fermi preñada de Nando.

Por tanto mi tía se tuvo que buscar la vida y sacar adelante a los hijos.  Todo esto viene a colación porque todos ellos hicieron una piña y entre todos fueron saliendo adelante.  Mi prima, con 21 años, dos más que yo, trabajaba de camarera en un pub cerca de la Plaza Mayor, esto le permitía tener dinero fresco y comprarse la ropa que le gustaba y por otra parte vivir a su gusto, volver a casa a horas intempestivas y algunas veces en un estado no muy recomendable.

A Nacho esto lo llevaba “de calle”, estaba siempre pendiente de a qué horas venía Loren y no era porque se preocupara por ella sino, para observarla, ya que la mayoría de las veces iba derecha a su cama y ni se preocupaba de ponerse algo para dormir.

Cuando mi madre, comentó “de pasada” a mi tía Fermi que la única opción que yo tenía era ir a la Uni de Valladolid, enseguida me ofreció su casa para lo que necesitara, ni mi madre ni yo le creímos, ya se sabe que es un acto reflejo el ofrecer todo, por lo menos en mi familia, pero luego…

Pero no, en éste caso mi tía llamó más de tres veces insistiendo para qué fuera a quedarme en su casa durante mi carrera.  Mi madre al ver que iba en serio ya no lo vio tan claro, pensó en las molestias, en la comida, los gastos que supondría, pero ante cualquier impedimento mi tía la atajaba y lo solucionaba, el escollo final fue el tema de las camas, la casa no era muy grande, tenía tres habitaciones, más una salita, adonde hacían la vida diaria, el comedor que sólo lo usaban para las grandes ocasiones, que nunca llegaban, cocina y baño.

Mi madre puso la pega del dormir, pero Fermi lo solucionó poniendo una cama nido para que durmiéramos juntos Nacho y yo.  Ya no había más obstáculos y cuando llegó el tiempo, allí que me fui, con mi familia de Valladolid.

Desde un principio me pusieron las cosas claras y era lógico, por llegar yo no iban a cambiar su “modus vivendi”, por lo que siguieron cada cual como hasta entonces y, por supuesto, me tuve que adaptar a ellos.

Esto significó no hacer demasiado caso cuando mi primo se pajeaba, que era constantemente, mi tía iba en ropa de casa, muchas veces “demasiado” casera o que Loren no tuviera inconveniente de pasearse por la casa en ropa interior (preciosa, eso sí) sin más objeción de que yo era de la familia.

Yo no es que fuera “rarito”, me gustan las chicas como al que más, pero sí que soy un poco o un mucho tímido y me cuesta “arrancar”, por eso al principio me cortaba ver a mi tía con unos escotes que dejaban ver alguna areola más de una vez o a Loren marcando los labios del coño debajo de una braguita mínima y transparente.

  • ¡Primo Paco!, ¿no has visto a mi hermana?
  • Pues… no, ¿por qué lo dices?
  • ¡No fastidies, pareces ciego o es que eres…!
  • Jajaja, no tranquilo, no soy… gay, lo que pasa es que no me fijo mucho en la familia.
  • ¿Y eso que tiene que ver si son familia?, mi hermana está buenísima y mi madre… joder con mi madre, tiene unas tetas que…
  • Jajaja, eres más caliente que un ajo, Nacho comprende que es tu madre y tu hermana, son mujeres, están en su casa, no van a ponerse la gabardina para que tú no las veas, jajaja.
  • Paco, no lo entiendo, la verdad y menos a ti, si es así serían tu tía y tu prima, ¿y tampoco te animan la… polla?
  • Pues no, la verdad, es normal verlas así.
  • ¿Pero no has visto que se le marca el coño? ¡si a veces se le sale un gajo por los lados de las bragas!
  • Lo siento, no me fijo en esas cosas tanto como tú.

Él se desesperaba, realmente yo tenía que hacer esfuerzos para no demostrar que a mí me afectaba también, pero por respeto a ellos y a no querer perder el alojamiento disimulaba.

El problema serio empezó el día que Loren pasó por delante de nosotros, iba liada con una toalla no muy grande y con una excusa pueril entró en nuestra habitación y le pidió algo a su hermano, le preguntaba si había visto unas braguitas que acababa de estrenar y que se las acababa de quitar para ducharse, él cínico, dijo que no pero ella que lo conocía más que yo nos quitó la ropa de la cama de un manotazo.  Fue un sinfín de catástrofes, la toalla de Loren cayó al suelo y cuando quiso medio taparse ya era tarde.

Al quedarnos sin la sábana apareció la braguita liada en la polla de Nando, que en aquel preciso momento manaba leche como una fuente, yo a su lado tenía la mía dura asomando la cabeza por la bragueta del calzoncillo, no me la estaba meneando pero a ella le pareció que sí.

  • ¡Mamá, mira lo que están haciendo estos guarros!
  • ¿Qué dices nena?
  • ¡Se están haciendo unas pajas con mis bragas nuevas!
  • No me lo creo, por Dios… ¿Qué hacéis degenerados?

No había excusa posible, con la rapidez que acudió la madre nos pilló como Loren nos había visto, a mí todavía no se me había bajado y a Nacho… a Nacho la leche se escurría todo alrededor de su polla y su pecho con la prenda empapada.

La bronca que se formó fue monumental, la madre histérica tampoco se dio cuenta de que no estaba lo presentable que requería el caso pues la bata que llevaba tenía demasiados botones sueltos y el único que sujetaba la prenda estaba en su estómago.

Ni la polla de Nacho ni la mía se bajaron al ver a la madre y la hija prácticamente desnudas, es más, a mí me terminó se asomar más de media polla por el calzoncillo, las caras de la madre y su hija cambiaron de expresión y de dirección, dejaron de lado la polla de Nacho y se fijaron en la mía, a partir de ese momento el tono de la discusión fue bajando hasta hacernos una leve “recomendación” justificando incluso la edad y la testosterona de la juventud.

A partir de ese día me cambiaron de habitación, habilitaron el sofá-cama de la salita para separarme de Nacho, según ellas era yo el que le imbuía “malas” ideas.  Aquello me sentó mal pues además de injusto era mentira, pero con el tiempo comprendí el verdadero motivo de la separación.

Ahora dormía sólo en la salita, era un fastidio porque tenía que esperar a que todos se fueran a dormir, aunque pronto comprendí que no era del todo malo. Mi tía después de apagar la luz, se acercaba, ya en camisón, para comprobar si estaba cómodo o si quería beber agua.

Yo podía hacerle una radiografía, pues se paseaba al trasluz de su habitación y con las trasparencias me mostraba las tetas que al agacharse para taparme mejor colgaban sobre mi cara.  Yo notaba el olor al perfume que se acababa de echar, eran como dos incensarios sobre mi nariz.

En alguna ocasión llegó a rozarme los labios con aquellos pezones que dejaban surco por donde pasaban. Cuando me atreví a sacar la lengua esperándolos, ella rozó la sábana precisamente por donde se marcaba mi verga y quedó quieta con su teta sobre mi boca.

Fue un instante tenso, quedé con los labios abiertos, la lengua fuera y toda la areola posada sobre ella.  Su mano sobre mi polla también estuvo quieta, parecía que los dos estábamos esperando al otro para empezar.

Fui yo, lo confieso, aspiré y toda la “galleta maría” de su pezón llenó mi boca hasta el paladar, al mismo tiempo sentí que su mano se cerraba sobre mi tronco y recorría desde los huevos hasta el capullo.  No soltó la polla, esperó que yo abriera la boca para respirar y sacó la teta, pero no se alejó sino que me dejó la gemela.

  • ¿Te gustan mis tetas, sobrino?
  • Sí tía, están deliciosas.
  • A mí también me gusta tu polla, también “debe” estar deliciosa.

Alargué las manos y recogí las dos tetas a la vez, las junté y las chupé sin meterlas en la boca, sólo con la lengua, ella tiró la sábana a un lado y consciente de que ya tenía motivo suficiente me agarró la polla junto a los huevos y la sacó por el camal del calzoncillo, luego aspiró como antes hice yo y no paró hasta tener más de media en el paladar.

Quizá debí hacer más cosas, ella no hubiera protestado, seguramente, debí haberle metido dos dedos en el coño o en el culo, luego se piensan las cosas, dicen que los españoles pensamos bien, pero tarde, jajaja, ahora me río, aunque en aquel momento sólo tuve tiempo para correrme en su boca a los dos minutos de lamerme la verga.

Desapareció como vino, entre el vuelo del camisón transparente se perdió en su cuarto, entonces me di cuenta de que en la habitación de al lado se oía cómo Nacho se estaba haciendo la paja del siglo, creo que empezó antes de que su madre viniera, pero no estoy seguro.

Eso me tranquilizó mucho, por un lado después de la pillada las cosas se había relajado, ya no peligraba mi hospedaje y por otra parte me libraba del pajero de Nando, pero no contaba con Loren, ella después del día de la bronca de mostraba altiva conmigo, yo recordaba bien cómo me miró la polla el día de autos, pero no demostró ningún efecto.

Hasta el día que vino “tocada” de una fiesta.  Era un sábado o mejor dicho ya un domingo, el cabrón de Nando la estaba esperando con la polla en la mano, oía cómo gemía y cómo gruñía su cama lentamente en ralentí, esperando a su hermana, él sabía bien el ritual…

Loren tardaba en acertar a la cerradura, eso era signo de que los reflejos estaban mermados, luego iba directa al baño, allí podían pasar dos cosas, si iba demasiado “cargada” las arcadas se sucedían hasta salir hecha una piltrafa, esa era una de la buenas ocasiones para Nacho.

Esos días él tenía todas las de ganar, cuando Loren podía llegar a su cuarto dando golpes se lanzaba a su cama como iba, tanto vestida o desnuda, el resultado era el mismo, sólo era cuestión de tiempo y dedicación, si iba vestida Nando iba tirando de aquí o de allá, soltándole la ropa hasta quitarle las bragas o en su defecto ladearlas para descubrirle el coño.

Entonces tenía dos opciones, si estaba muy perjudicada , la cosa era fácil, le separaba las piernas y primero le olía el coño, si no apestaba le pasaba la lengua y si reaccionaba positivamente (separando las piernas ella sola ) él se acercaba con la polla en la mano y la dejaba quieta en la entrada del agujero.  Eran momentos emocionantes, el suspenso se podía cortar.

Nando, con suma paciencia, el corazón loco y la polla tiesa a más no poder iba empujando suavemente, si se movía, paraba y retrocedía, si no quedaba quieto hasta la siguiente etapa.  Imagino que su ilusión era metérsela toda, incluso correrse dentro, pero eso era un sueño solamente, de momento se conformaba con sentir el calor del coño húmedo de su hermana.

Si salía del baño desnuda, que a veces pasaba, si las arcadas le salpicaban, también se acostaba, posiblemente tapándose un poco con la sábana, pero eso no era obstáculo para Nando.

Él tenía el pulso adiestrado como un cirujano para tirar de forma que la piel no notara el roce y al momento las tetas de Loren estaban al descubierto y la boca de Nando llena de saliva, solía pasear su polla sobre los rosados pezones de su hermana y cuando lo hacía procuraba presionarlos para que al soltarse vibraran como diapasones, esto le agradaba especialmente, pues entonces aprovechaba para acelerar sus meneos de polla sobre sus tetas con cuidado de no correrse, claro.

El día que los “hados” le favorecían y Loren quedaba boca arriba, se permitía la máxima aventura, si su cabeza estaba cerca de la orilla de la cama se ponía a su lado y le tapaba la nariz, la chica al notar que se ahogaba abría la boca con desespero, pero Nando estaba allí atento para soltar la nariz y meterle el capullo hasta el anillo.  Una cosa era de admirar, el chico, tenía fuerza de voluntad y cuando después de follarle la boca sentía que le leche le hervía en los huevos la sacaba y se largaba sin dejar rastro.

Todos estos detalles los pude ver durante mi estancia hasta que llegó una noche en la que Loren llegó en un término medio, no estaba borracha del todo, pero venía caliente, posiblemente no pudo follar con el que ella quería, esa noche Nando la esperaba como siempre, pero quedó helado, con la polla en la mano, al ver que Loren no se iba ni al baño ni a su cuarto, se venía a la salita adonde estaba yo.

Mi primo me había contagiado la costumbre de esperar a mi prima, yo, para que negarlo, también me pajeaba al verla llegar y aquella noche al verla venir hacia mí no supe que hacer, por un lado no quería que me pillara por segunda vez con la verga en plena efervescencia y menos sabiendo que ella era el motivo, pero por otra, ella no me había hecho ninguna señal de querer nada de mí y podía meter la pata por lo que decidí esperar acontecimientos.

Aquella noche su madre ya me había hecho la “visita” de cortesía, no habíamos pasado de ahí, mamada de polla, chupada de tetas y huida rápida, parecía que con eso se conformaba, pero Loren vino decidida hacia mi cama.  Me hice el dormido, sabía que Nando estaba viéndonos desde alguna sombra y no sabía qué hacer.

Loren me demostró que se sabía la rutina de Nando porque hizo los mismos movimientos que su hermano con ella, me fue destapando y cuando quedé en ropa interior, levantó la goma de la cintura y miró.  El ojo de Cíclope de mi polla la recibió palpitante, ella se acercó y la olió, pareció ser de su agrado y acercó la lengua pasándola primero por el agujero y luego alrededor del capullo.

Quedó quieta, ensimismada hasta que con la mano palpó todo a lo largo del tronco hasta llegar a los huevos, la curiosidad la venció y tiró suavemente, como lo hacía Nando, de la cintura hasta bajarme el calzoncillo, la polla fue levantándose como una pluma de grúa, hasta quedar vertical, creí que volvería a chuparla o por lo menos a besarla, pero sólo se incorporó y desde lo alto la escupió con excelente puntería, el salivazo acertó en todo el capullo y se extendió hacia el tronco.

Loren se levantó la falda estrecha hasta la cintura y ladeó su tanga a un lado enganchándolo en una nalga, pasó una pierna sobre mí y cuando estuvo centrada se fue dejando caer hasta apoyarse en mi verga.  Sentí el calor húmedo de sus labios, escupió en su mano y separó sus labios, los mantuvo abiertos y fue resbalando mientas mi polla se perdía en la inmensidad de su coño.

Yo parecía una estatua yacente, con la polla como el asta de la bandera esperaba ver hasta adonde llegaba... y lo vi, hasta que no se sentó del todo no paró, después fue subiendo y bajando lentamente mientras suspiraba al techo.

Me cogió una mano (dormida) y se la puso en una teta, después de bajarse los tirantes, la mantuvo pegada a ella, pero hasta que no le subió la calentura y empezó a saltar no se agachó sobre mí dejando a mi alcance sus dos maravillosas tetas.

Imité lo mismo que hacía con su madre y me salió bien, chupé, aspiré y lamí los pezones y todo alrededor, entre los gemidos de ella, sentí los jugos, que le salían del coño, escurrirse por mis huevos y me permití cogerle las nalgas y tirar de ellas para clavarla más a mi polla.

En un momento que ella cambió de ritmo, yo seguí oyendo el “clap-clap” del chapoteo de Nando con su polla, estaba detrás de nosotros apoyado en el dintel de la puerta, ya no se escondía y desnudo de cintura hacia abajo se machacaba la polla a dos manos.

Para mí era un regalo del cielo, me estaba follando o mi prima a mí, pero de pronto caí en la cuenta de que la última decisión me tocaba a mí, con mi tía me corría pronto, me daba unas mamadas de infarto, sabía cómo hacerlo y me sacaba toda la leche, pero mi prima no sabía cómo lo hacía y si tardaba mucho, yo inexplicablemente aguantaba bien, quizá porque me frenaba el saber que Nando estaba de jurado.

Cuando Loren se encabritó y movió la cabeza hacia todos los lados, con las manos tirando de sus pezones, supe que el fin estaba cerca, ella se corrió sin dejar de saltar, sin pensar en nada más que en ella, yo en cambio estaba pensando en todo, en Nando, que se iba a fundir la polla entre los dedos, en mi tía que si aparecía iba a montar un circo y en mí que si me corría dentro de Loren podría tener un problema gordo o… dos.

Mi prima pareció entender a última hora, se dio cuenta del esfuerzo que hacía yo para no llenarla de leche y entre los últimos estertores se tumbó sobre mi dejando las tetas aplastadas sobre mi pecho y susurró…

  • Primo, lléname de tu leche, no te preocupes, vacíate adentro, me encanta la leche caliente en el coño y la tuya seguramente más.
  • Gracias, estaba dudando adonde echarla.
  • Ya lo sé, pero no podía contener mi orgasmo, aunque si prefieres que me la beba, por mí…
  • No, me gusta tu coño, esta estrecho caliente y mojado.
  • Casi tan bueno como tu polla, ¡uf qué polla, primo, qué polla!

Por detrás de la cintura de Loren vi la cara de Nando con la mueca de que se corría, lo hacía en el suelo directamente y luego cuando terminó pasó el pie extendiéndola para que se secara pronto.

Cuando Loren me escurrió la polla con los músculos del coño se levantó y bajó la falda hasta el coño para recoger la lechada que iba saliendo, no quería dejar huellas de nada por su madre y por su hermano, claro.  Luego, me lanzó un beso al aire y de metió en su habitación, Nando ya no estaba, aunque al rato volví a oí el ric-ric de su cama.

Me desperté contento, había tenido una noche especial, pero estaba muy equivocado, a partir de aquel día el ambiente cambió, estaba enrarecido, sin darme cuanta había metido “el virus” de la envidia o celos en casa.

Dos noches después, en la visita de Fermi, las cosas ya no fueron igual de idílicas, yo esperaba sus tetas como siempre para que ella me mamara la polla, ya me había recuperado de la noche feliz y la esperaba con la “escopeta” cargada, pero ella fue breve y escueta, en vez de ponerme las tetas en la cara me puso el coño, no me dio tiempo a reflexionar.

Cuando el olor a coño maduro me llenaba la pituitaria, lamí y chupé como el mejor, ella lo agradeció con otras buenas mamadas, pero esta vez haciéndolo durar, cuando la cara me rebosaba de flujo blanco se dio la vuelta y se sentó sobre mi polla dura y mojada de saliva, no lo hizo como su hija, esta vez se dejó caer como si se sentara cansada en una silla cómoda y mi verga se hundió hasta el fondo de un solo golpe.

Sentí como empujaba el cuello del útero hasta el fondo de sus entrañas, mi tía no era gruesa, sino al revés más bien delgada y noté en su vientre el bulto de mi capullo marcarse debajo de su ombligo, pero ella saltó y no como su hija sino que haciendo círculos que me mataba, me ponía la polla a mil y ella lo sabía, paraba y giraba al revés hasta volver a ponerme a tope, quería hacerme una demostración de lo que sabía hacer, estaba claro que el “jueguecito” de hasta entonces se había acabado, posiblemente ella también había sido espectadora de la follada, igual que Nando y quería marcar su territorio.

Creí que me iba a correr antes de hora, aunque ella sabía qué y cómo hacerlo y me mantuvo en vilo hasta que de pronto se salió del todo, se dio la vuelta dándome la espalda y me cogió los tobillos, levantó el culo para que yo viera cómo tenía el coño, era un agujero redondo y vacío, se volvió a sentar de golpe, esta vez, en el otro agujero que vi, que estaba cerrado y arrugado, lo hizo sin dilatar ni lubricar, en “seco”.

Era otra demostración de su capacidad de follar, y todavía quiso hacer más, clavada como estaba y saltando buscó entre mis nalgas, cuando encontró mi culo metió un dedo y buscó, salté hacia arriba de la impresión, le clavé todavía más la polla en su culo a la vez que me derramaba en él hasta vaciarme.  No descansé hasta que estuve seco del todo, ella se apiadó de mí, se dio la vuelta y con el culo chorreando leche me aspiró la polla hasta dejarla suave y limpia.

Aquello fue un punto y final, a partir de aquel día las malas caras, los malas contestaciones, el mal ambiente se instauró en la casa, yo no sabía por qué era, aparte de Nando que sabía su “afición” no comprendía aquel mal rollo, la madre hablaba mal a los hijos y éstos lo mismo a su madre, yo parecía de cristal, ni me miraban, como si no estuviera allí, al fin visto lo que pasaba y sin hacer mención a las folladas nocturnas les dije cuando estábamos comiendo.

  • … Familia, tengo que deciros una cosa importante, me doy cuenta de que no soy una buena influencia en vuestra casa, antes cuando vine erais felices, había armonía entre vosotros, cada uno es como es y ahora, no sé por qué, seguro que, por mi culpa, las cosas han cambiado, estoy decidido a volver a mi casa, ya sé que el curso está a medias, pero es igual, el año que viene me matricularé en otra asignatura cerca de casa…
  • De eso nada Paco, tú no tienes la culpa de nada, de nada, ¿entiendes?, de nada.
  • Gracias, pero me doy cuenta de que no es así, estoy decidido.
  • Espera, no te precipites, lo primero eres tú y tu estudios, ¿Qué diría mi hermana si te vas de mi casa?
  • Es igual, diré que ya no quiero seguir esta carrera.
  • Ni hablar, vamos a encontrar otra solución, conozco a una señora mayor, es viuda, en la parte rica de Valladolid que tiene habitaciones para estudiantes, es una buena mujer que ha venido a menos y que le sirve de ayuda.
  • No sé, me lo pensaré, si es así…
  • Está decidido, hoy la llamaré y si tiene algo libre te puedes ir, pero que conste que por nosotros no es ¿eh?
  • Vale, no sabéis cuanto os quiero y lamento irme, pero veo que no soy buena influencia.
  • Eso sí que no, no quiero que te vayas con esa impresión, tu… “influencia” es una maravilla, te lo digo yo.
  • ¡Y yo! te lo dice tu prima.

Todo fue rodado, al día siguiente estaba todo arreglado, la casera me iba a cobrar bastante barato, de todas formas, yo le daba dinero a mi tía para mi mantenimiento, ahora tendría un poco menos de dinero, mis padres no se enteraron del cambio, pero les dije que me venía muy lejos de la Universidad, era mentira, porque mi nueva casa también estaba cerca de la Plaza Mayor de Valladolid.

Valladolid es una bonita e importante capital castellana, llena de historia y monumentos, sobre todo de estudiantes y militares, creo que allí están todas las Armas del Ejercito y todas las carreras posibles que cursar, además de infinidad de iglesias y conventos, por las calles siempre hay gente de los tres “sectores” , pero sobre todo hay un ambiente que enamora, pasear por debajo de los soportales de la Plaza Mayor, de bar en bar es lo típico, en invierno o verano, la gente se conoce y se ven en todos lados, lo que ocurre es que las chicas de allí están un poco escarmentadas de los militares y estudiantes que están una temporada de paso y luego… y son un poco desconfiadas, pero, con constancia…

Cuando me presenté ante doña Pilar me dio un poco de tristeza, la mujer parecía envejecida por los años y la vida, vestía totalmente de negro y tenía la apariencia de ser muy mayor o por lo menos todo le influía, me enseñó la casa, estaba muy cerca del centro histórico donde las  casas eran señoriales o por lo menos lo fueron en tiempos, con los techos altísimos, de tres metros y medio y las puertas casi tan altas, se notaban los materiales de calidad, pero con mucha falta de cuidados.

La casa estaba separada de las habitaciones que tenía dedicadas a estudiantes, cuando me enseñó la mía me gustó, estaba orientada al sol y eso es muy importante por allí, según me fue aclarando, el invierno, que todavía no había apretado se hacía sentir y la calefacción ¡no funcionaba! o sea que tendría que buscarme la vida, porque la instalación eléctrica no aguantaba una estufa de potencia y ella no podía pagar facturas muy altas.

Me insinuó que a la parte privada suya es mejor que no fuera, también estaba claro que mi sitio era mi habitación y nada más, bueno el baño, si, aunque compartido con las otras dos habitaciones, me dijo que en una de ellas había una chica y en la otra otro chico mayor.

Para mí todo esto era un sueño, iba a estar completamente a mi aire, en casa de mi tía no me había ido mal, lo confieso, pero siempre estaba pendiente de que se fueran y me dejaran estudiar o irme a dormir.

Me instalé enseguida, no tenía mucha ropa, la de abrigo me la dejé en casa de Fermi y de momento me arreglaba con la de entretiempo.

Mi gran problema eran las comidas, estaba acostumbrado a la cocina casera de mi tía, que guisaba de maravilla y ahora tenía que ir de bar en bar, que, aunque eran de estudiantes y baratos, no se comía ni mucho ni demasiado bien.

Aconsejado por mis compañeros de clase fui cambiando de bares y en poco tiempo me recorrí los más aconsejables, como los menús se repetían, iba cambiando como quien cambia de camisa, hasta que un día entré en casa y olí una comida que me recordaba a mi casa.

Me dio un bajón de moral y sin querer me puse a llorar, en ese momento entró doña Pilar para traerme unas sábanas limpias y me vio los ojos enrojecidos, no quise decirle nada, en realidad no pasaba hambre, pero el olor y la añoranza de casa y las comidas de mi madre….

  • ¿Qué te pasa muchacho, tienes algún problema, estás a disgusto en casa, dime lo que sea, que si puedo hacer algo?
  • No, no es nada, sólo que al entrar en su casa olí su comida y… recordé a los míos y a la comida de mi madre.
  • Mmm, ya entiendo, jajaja, eso es normal, las añoranzas… eso me pasa a mi también, tengo muchas, no creas, pero podemos solucionarlo, pero… chiiit, esto no lo digas a nadie ni en broma, si quieres te invito a comer.
  • ¿Con usted?
  • Pues claro, ¿o es que te da… apuro?
  • Nooo, sólo es que me da mucho respeto.
  • ¿Respeto?, anda, ven no digas tonterías, te espero en mi comedor cuando te asees.

Vaya que me aseé, como si fuera a una boda, me duché, afeité y me perfumé, mi tía me había regalado un gel y un agua de colonia en desagravio y me prima un after shave que olía de maravilla, cuando entré en el comedor, yo olía más fuerte que la comida que estaba haciendo.

La mesa ya estaba puesta, se había esmerado como si fuera una visita de importancia y nada más llegar me hizo sentar a la mesa, no obstante me empeñé en ayudarle en la cocina y en un momento estuvo la mesa puesta.

  • Un momento Paco, ¿te puedes esperar un segundo?
  • Claro doña Pilar.

La mujer desapareció y al momento vino vestida como si fuera de gala.

  • Es que al verte tan guapo he querido arreglarme un poco, hace muchos años que no lo hacía.
  • Gracias, de todas formas, si me atreviera le diría que debería arreglarse más, está usted muy guapa…
  • Ay, gracias, eres muy gentil.

Comimos como si fuera un banquete, que a mí me lo pareció sobradamente, doña Pilar sacó pastas después del café y unas copitas de orujo, dijo que eran para la digestión, pero aquello me ardía en la garganta, porque como no lo conocía, me lo tomé de una vez.

A partir de aquel día la señora, antes de irme me decía lo que iba a hacer de comer, me lo decía por si “acaso” me gustaba, lógicamente me encantaba y así me fui acostumbrado a comer en casa de doña Pilar.

Lo cierto es que me había cogido cariño, yo era el más joven de los huéspedes, la chica, que apenas veía era unos cinco o seis años mayor y el chico que todavía veía menos tenía más de treinta, era viajante y sólo venía cuando pasaba de paso.

Las pocas veces que vi a la otra chica me quedé con la boca abierta, era una mujer escultural, una belleza y todo lo que se pudiera decir de ella, pero tenía un defecto, el carácter… era muy altivo, apenas hablaba y cuando lo hacía parecía que estaba en un púlpito, esto me desagradaba y no le hice mucho caso.

En cambio con doña Pilar cada día me llevaba mejor, era una mujer entrañable que me consideraba casi como a un hijo, yo cada día procuraba traerle algo, aun de poco valor, a veces si veía a una vendedora de flores le compraba un clavel o una rosa, a ella le encantaba y siempre corría a por un jarrón para ponerla en agua.

Era una mujer muy piadosa, iba a misa todos los días temprano, a la Iglesia de San Pablo, muy famosa en Valladolid, yo no iba nunca, pero me gustaba que cuando volvía todavía tenía tiempo para prepararme unos churros que había comprado para mí.

En poco tiempo me acostumbré a vivir en casa de doña Pilar y pronto olvidé los cálidos cuidados de mi tía y las costumbres fijas de mis primos, de cuando en cuando los visitaba, pero no nombrábamos nada de aquellos ratos, a mi primo le había salido el acné en la cara y me burlaba diciéndole que era por culpa de las pajas que se hacía.

Cuando llegó la Navidad, tanto la chica como el joven avisaron que se volvían a casa de vacaciones, doña Pilar me preguntó que cuándo me iría yo y sin pensarlo le dije que nunca, la cara de ilusión que hizo ella me dejó perplejo, yo tenía muchas ganas de volver a casa, pero la compañía que me hacía aquella mujer y la que yo le hacía a ella me hicieron pensármelo dos veces y con la excusa de que en el mismo año había muerto mi abuelo y que no iban a celebrar la Navidad en mi casa me propuse pasarlas junto a la Señora Pilar.

Continuará.

Si le gustó valoren y comenten.

Gracias.