El último tema.
¿Que ocurre breves instantes antes de salír al escenario,en el camerino de la una estrella de rock cuando va a realizar el último concierto de su carrera?...
Este es mi primer relato erótico que escribo, con la intención de aprender a relatar o narrar las calenturientas historias que se me pasan por la cabeza y compartirlas con todos ustedes. Espero que sea de su agrado y esperando sus críticas constructivas para otros venideros. Los fallos de hoy, pueden ser buenas historias mañana. Gracias.
Tic, tac…tic… El tiempo se agotaba; mi corazón latía cada vez más fuerte, esperando que llegase el esperado momento. Al otro lado de la puerta del camerino, que habían preparado exclusivamente para mí; escuchaba con atención, el griterío de un grupo de jovencitas, dispuestas a todo por poder entrar. Debía de centrarme y dejar de lado todo aquello que ahora me envolvía y estar al cien por cien para mi último concierto. Cerré los ojos para relajarme y esperé a que mi manager viniera y me diera la orden de que ya podía salir.
Habían pasado tantos años, desde que subí por primera vez al escenario de aquel pequeño local de carretera. Todavía recuerdo con gratitud este momento. Si no hubiera sido por la oportunidad que me brindó el dueño de aquel viejo garito; seguramente todavía estaría tocando en las entradas del metro.
Pero cuarenta años en este mundo, dan para mucho. No fue fácil tomar la decisión de dejar de hacer conciertos en directo. El renunciar a ingresar importantes cantidades de dinero, viajar constantemente por todo el mundo y lo que seguramente llevaría más mal; el acostarme con quien me diera la gana. Es lo que tiene la vida del artista, una amante en cada ciudad. Pero creo firmemente, que había llegado el momento justo de pasar página y empezar una vida más tranquila.
Y la mejor forma de terminar, fue como empezó todo. Actuando en el mismo lugar donde empecé. A diferencia de antes; este local, se había convertido en un sitio de referencia, para muchos jóvenes músicos, que iniciaban su andadura por este mundo y en un templo para mis fervientes seguidores. Ahora, lo regentaba Susana; la hija del hombre que me contrató por primera vez, dándole un nuevo estilo mucho más moderno, pero sin perder la esencia que se había ganado a pulso en el pasado.
De repente, escuché unos sonoros golpes en la puerta; -¿Era la hora?, -me pregunté extrañado. Sin que me diera tiempo de decir nada, vi como entraba Susana; la joven y alegre responsable del espectáculo. Casi, no la reconocí por su vestimenta; acostumbrado a verla siempre formal, ahora se presentaba delante de mí, vistiendo con una ajustada y transparente blusa blanca, que dejaba ver, como aquellos pequeños sujetadores de encaje negro que portaba, definían sus enormes y apretados pechos; junto, con una pequeña y corta falda brillante de látex, dejando al aire, sus firmes y largas piernas, que terminaban portando unas sandalias negras de tacón exageradamente alto. Maquillada a conjunto de su vestimenta, destacaban sus grandes ojos de penetrante color azul intenso, de aquellas largas pestañas y parpados negros. También de sus carnosos labios pintados de oscuro, sobresalía un enorme y brillante “piercing” plateado con forma de pincho. Haciéndome que me preguntara en tono jocoso, si se había vestido así, para asistir a mi concierto o a un gótico entierro. Pero sin duda alguna he de reconocer que estaba buenísima.
Acercándose hacia donde yo estaba, traía consigo dos camisetas, con la finalidad de que se las firmase para un par de sobrinas, que debido a su corta edad no podían estar presentes; pero me aseguraba insistentemente, que eran fans mías. Sentándose inmediatamente en una silla situada a mí lado. Empezó a contarme lo nerviosa que estaba, al tener una estrella del rock en su local y lo importante que era para ella, haber podido contratar mis servicios… -¡Joder con lo buena que esta y lo que habla la muy jodida!, -me dije en mi interior mientras hacía ver que la escuchaba. Lástima de tener una relación laboral con ella, si no; no tardaría mucho en tirarle alguna indirecta para poder embaucarla y que cayera más tarde en mis brazos; pero como vulgarmente se dice, donde tengas la olla, no metas la polla. Observaba como de vez en cuando, se acariciaba suavemente sus largas piernas, levantándose a veces la minifalda con la que vestía, para posteriormente colocársela bien. ¿Estaría intentando coquetear?, pensé con incredulidad; hasta que me di cuenta de que se había desabrochado los dos primeros botones de su blusa; dejando totalmente visibles, sus considerables pechos apretados, por aquellos diminutos sujetadores. -¿Tú no has venido a buscar un autógrafo verdad? -le pregunté sin tapujos. Sabía perfectamente el motivo de su visita; cuantas veces me he encontrado con lo mismo. Le cogí la mano antes de que me respondiera y la puse en mi entrepierna diciéndole: -¡Has venido a buscar esto! Pero de repente me soltó una bofetada de las que hacen historia y se puso a gritarme a la vez que insultarme como una poseída. Totalmente desconcertado intenté tranquilizarla y pedirle disculpas, mi intención no era ofenderla, pero a veces mi arrogancia me jugaba malas pasadas. Al ver mi preocupación, la muy puta cambió la cara y empezó a reírse como una bruja en celo, poniéndome colorado por cómo me había engañado aquella joven.
-¡Ven, que te voy a “relajar” un poco! -Me dijo cambiando el tono, por una voz mucho más lasciva y provocadora, mientras tomaba el control de la situación bajándome los pantalones con rapidez. Sabía que no había mucho tiempo, que en cualquier momento me avisarían para que me dirigiera al escenario y agarrando mi polla cachonda y dura para masturbarla un par de veces, se la metió de un golpe en la boca. En estos instantes vi el cielo, notaba sus preciosos labios succionando mi caliente verga, con unos movimientos rápidos y continuos; para acto seguido, sacarla de su babeante boca, tomar un poco de aire y volver a la carga.
Era una sensación extraña, ver como por una vez; era yo el utilizado sexualmente por una joven y no al revés. Me excitaba verla como me comía el erecto y ensalivado pene, a la vez de propiciaba pequeños gemidos de placer, al tener entre sus labios, el manjar que había venido a buscar nada más entrar por la puerta.
Al notar mi estado de calentura; se levantó. Y mientras veía una sonrisa pícara en su cara, se quitaba el minúsculo tanga completamente mojado, que se encontraba oculto debajo de aquella apretada minifalda e inmediatamente, después de un dar pequeño salto para colocarse encima del un pequeño armario situado detrás suya, tiró todos los enseres de maquillaje allí colocados al suelo, sin importarle en lo más absoluto el desastre que acababa de hacer; abrió sus piernas, para mostrarme su rosado y sabroso conejo, que llamaba con insistencia a mi palpitante e inquieta lengua hambrienta de hembra.
Mis finos labios, iniciaron a chupar aquel colosal clítoris, que con mis constantes lamidas que había propiciado alrededor suyo con suaves círculos, lo habían endurecido completamente, provocándole continuos y sonoros gemidos, disimulados gracias al jolgorio de fuera.
Si hubieran sabido aquellas jóvenes lo que estaba pasando dentro con la chica que acababan de ver entrar, otro gallo hubiera cantado. Me excitaba pensar en la situación, mientras gozaba del aroma que emergía de su coño. Su sabor, se mezclaba con mi mojada lengua; provocándome un intenso placer; al notar, como una parte de ella, ya formaba parte de mí. Lamia lentamente sus labios vaginales, a la vez que los sujetaba en mi boca y los estiraba para juguetear con ellos.
La notaba excitada, ardiente; caliente. Sus movimientos pélvicos restregándose en mi lengua, reflejaban su estado de extrema lujuria. ¡No quería dejar de saborearla!, pero me había puesto tan cachondo comiéndome aquella sabrosa y estrecha almeja; que al contemplar cómo estaba chorreando, tuve la necesidad imperiosa de fundirme con ella.
De pie enfrente de su sexo, nos miramos unos instantes obscenamente el uno al otro. Sabiendo que queríamos más. ¡Necesitábamos sentirnos!, ¡notarnos!…la excitación que era tan grande que no pude evitar ensartarla inmediatamente, con mi enorme y grueso rabo. Provocándole sin querer, un fuerte grito de dolor, transformándose de inmediato en suspiros placenteros. Notaba su calentura, gracias al chapoteo que se producía con los incesantes vaivenes de mi verga, al moverme por el interior de su empapada panocha. Ella abrazándome por el cuello, se apretaba fuertemente contra mí, para sentirme todavía más adentro. Los gemidos de ambos, se transformaron en sonoros e indecentes gritos de gozo. Nada nos importaba ahorma mismo, ni el concierto, ni que de algún momento a otro entrarían para avisarme de que se debía iniciar el espectáculo. Ahora, nuestra prioridad era de vivir intensamente aquel momento. De su boca, salían grotescos y provocadores vocablos: ¡Fóllame!, ¡Dame más duro!, ¡Hazme tuya!, ¡taládrame!.. Incitándome a que infinidad de fantasías, pasasen aquellos instantes por el interior de mi cabeza. Pero el pequeño lapso de tiempo del que disponíamos nos hacía imposible hacerlos realidad.
Entre sacudida y sacudida; palabra y palabra, su lengua iba pasándome por toda la cara. Lamiéndome el cuello, besándome la boca…sintiendo un sinfín de agradables sensaciones. Cuando de repente, entró en un estado de éxtasis, abrazándome con tal cantidad de fuerza que casi me deja sin respiración, siguiéndole; un largo suspiro; dejando su cuerpo sosegado y haciéndome saber que había llegado a un placentero orgasmo.
Me sentó en mi sillón para ponerse de cuclillas enfrente de mí; mirándome otra vez con aquella mirada de chica mala, agarró de nuevo mi polla mojada con los jugos que empapaban su delicioso coño y volvió a introducirla en el interior de su boca; para chupármela desenfrenadamente hasta notar, como el primer chorro de esperma, salía del interior de mi, para acabar al fondo de su garganta. Tras varias manchadas de intensa corrida, Llené su boca de mí tibia y espesa leche, que con un gemido de gusto terminó tragándoselo todo y relamiendo hasta la última gota.
Todavía gozando de aquella faena y con los pantalones bajados, llamaron a la puerta. -¡No puede ser! -exclamé en voz alta, mientras me subía los pantalones a toda prisa. -¡Espera un segundo no abras!, -grité nervioso. Susana empezó a reírse por aquella situación embarazosa, mientras se estaba retocando. Pero era imposible ocultar la pasión desatada por ambos. Aquel pequeño e improvisado camerino, rezumaba sexo por todos los lados.
Antes de salir hacia el escenario, me dio dos besos en la mejilla, regalándome su mojado y pequeño tanga, impregnado de su olor. Yo, me lo coloqué en el bolsillo de la camisa, para recordar entre canción y canción, cómo este hombre maduro, acababa su carrera como la había empezado. Beneficiándome a una tierna y joven chica.