El último pasiego (cap. 2 y último)

Eder consigue intimar con Diego y Dani, dos jóvenes hermanos pasiegos que aún viven de la ganadería y son grandes fuentes de información para su artículo en el periódico. Una noche de sábado en que salen de copas por la zona Eder decide quedarse a dormir en la cabaña de altura de ambos hermanos.

Al día siguiente toca sesión de fotos en el “prau“. Dani se ha puesto una camisa blanca y un pantalón de tela negro que le marca mucho el paquete. Me pone calentón, pero intento que no se note. El parece que vive ajeno a su evidente sex-appeal.

No tengo idea de si alguno de los dos entiende, si le dan a todo, les va un poco el tema gayerucu o son tan machorrones como parecen. Ojo, que los gays también podemos ser muy viriles, me pongo de ejemplo, je,je. Dani es un macho-men que tira de espaldas, pero mi debilidad es el Dieguco, que me tiene a mal traer con su cara de niño bueno. Mi experiencia personal me dice que no hay que fiarse de las apariencias, y que este nenuco puede ser todo un cerdaco en la cama, perdón cerduco, hablemos con propiedad.

Hoy se ha puesto unos vaqueros ajustados para salir moloncete en las fotos y porque dice que no quiere que los vascos piensen que en estos valles remotos viven ajenos a la moda.

“A mi tu me gustas hasta con calzas largas, chiquitín“. (No se lo digo, pero lo pienso).

Hace un día ideal para una sesión de fotos, y les muestro el resultado de las distintas instantáneas en la pantalla de la cámara digital. Dani se muestra encantado con el resultado, y me pide consejo “profesional” para salir mas sexy en las fotos del Facebook. Luego me dice que está chateando con una chica de Castro-Urdiales, tanteando un poco el terreno y tal, pero que no le gusta como quedan las fotos de su móvil, y que si no me importaría hacerle unas fotos para enviárselas a esa chica en concreto.

  • Bueno, vale, pero con la condición de que te quites esa camisa tan seria que llevas y enseñes los pectorales. Es un remedio infalible para conquistar a una chica hoy en día - improviso yo echándole un morro del quince.

Dani acepta encantado la propuesta y muestra un torso impresionante, musculoso de trabajar en el campo, con unos pezones del tamaño de castañas pilongas que me ponen de los nervios. ¿Habrá notado mi desazón al verle así? Diego no quiere ser menos y se une a la movida, pero en su caso se queda en camiseta de tirantes, que también tiene su público. Les pido una foto de ambos juntos enlazados por los hombros, y aceptan el reto. Joder, cuanta testosterona junta, se tienen que haber dado cuenta de mi erección, es muy evidente. Pero hacen como que no lo notan, y siguen a lo suyo. Hoy no es mi día de suerte, pero ya caerá alguno de los dos. Yo soy tan tozudo como el vasco del chiste aquel, así que cuidadín conmigo.

Antes de irme me ofrecen una docena de sobaos caseros, el postre típico local, que para los que no los hayan probado, están de vicio, lo mismito que ellos. Yo se lo agradezco con ganas, pero hubiera preferido otro tipo de sobamiento… Todo se andará, Eder, me digo a mi mismo.

Al día siguiente, sábado, quedamos para tomar unas copas, pero en lugar de bajar al pueblo prefieren ir a Selaya, que queda en dirección a Vega de Pas, pero en el llano.

Tomamos unos minis en el “Cocos” y se dedican a tontear con todas las tías. Una morena de ojos verdes muy guapetona se acerca a Diego y le pregunta quien es el morenazo tan guapo que está con ellos, y ellos responden con cierta dosis de orgullo, como si les tocara algo, que un periodista vasco haciendo un reportaje sobre la comarca. Ellos son mis anfitriones durante mi estancia, insisten, esperando impresionarla. Ella pide permiso para sacar una foto de los tres con el móvil y correa a enseñarle el resultado a sus amigas sentadas ala fondo del local. Al cabo de un minuto se acerca con una amiga y me muestra un papelito escrito con su número de móvil escrito encima

  • Toma, por si quieres entrevistarme para tu revista. Vivo en Candolías, pero trabajo en Selaya… - y me pasa su número de móvil mientras me hace luz de gas con los ojucos.

  • Joder, has ligado con la Laura, eso se merece otra ronda - me advierte Dani - Gustarle a esa es tan difícil como que gane el Racing la liga.

  • O que el partido de Revilluca pierda las elecciones en San Roque - afina su hermano, con esa ironía pasiega tan característica.

Me he convertido sin buscarlo en el héroe de la jornada. Otras dos tías del lugar les preguntan por mí, lo que aumenta mi caché entre ellos. Yo que en Euskadi soy tan solo resultón, triunfo en cuanto salgo fuera. Esto hay que repetirlo a menudo, me digo a mí mismo. Noto las miradas de muchas féminas locales posadas sobre mí, es mi momento de gloria nocturno. Mi consideración social en el núcleo duro pasiego cotiza al alza; lástima que no pueda rematar la jornada, porque paso de todas ellas, y los tíos del local están a su rollo.

¿Todos? Hay al menos dos pendientes de todos mis movimientos: Diego y Daniel, que curioso, parece el nombre de un dúo de música melódica de los 70. No sé de que rollo van estos dos, pero tengo que aprovechar su “noche tonta“. Si para ellos estoy en estado de gracia porque le he gustado a la Laura esa, hay que aprovechar el tirón. No queda otra.

  • Estaba pensando que estaría bien dormir una noche en vuestra cabaña si no es molestia para vosotros. Desde que llegué me he preguntado como sería eso de dormir sobre un colchón de paja…- les propongo en petit comité.

  • Pues es mas cómodo de lo que puede parecer en un principio - me asegura Dani.

  • Eso es como todo en la vida, hasta que no lo pruebas no lo sabes - deja caer Diego con malicia. Este mutil es un falso buenote, con cara de no haber roto nunca un plato, pero mas espabilado de lo que aparenta en un primer vistazo.

"A este cabronazo le tengo en el bote", pienso mientras apuro una birruca que dedico a la salud de las chicas guapas pasiegas. Gracias a ellas esta noche clavo seguro. Los dos hermanos no paran de beber, van ya por la quinta ronda, y luego hay que subir otra vez en moto. Ellos van en la suya, una Kawasaki de andar por casa, pero efectiva para circular en pendiente.

Cuando concluimos la interminable sesión de rondas, Diego pide ir de paquete en mi moto. Me lo pide con una caruca que es imposible decirle que no.

  • ¿No te importa? Me mola mucho tu Honda…y quiero saber que se siente subido a ella.

  • “¿Debo tomarlo como un eufemismo?” - me pregunto en silencio mientras me coloco el casco y los guantes - Me parece muy bien. Con una condición: si te pones el casco subes, si no vete con tu hermano - le respondo con estudiada naturalidad.

  • Yo siempre me protejo, igual que Daniel - suelta tan tranquilo, como si no fuera consciente del doble sentido que encierra la frase.

Esto no es una subida, esto es un subidón, pienso mientro tomo las curvas del camino de vuelta. Dani hace eses con su moto, pero de alguna manera consigue mantener el control de la misma en todo momento. Beben como bellacos, conducen como los ángeles. Sólo me falta por saber como follan, y sospecho que no falta mucho para comprobarlo.

“Este cabrón entiende seguro, el hermano es heterosexual, no hay mas que ver como mira a las tías. Diego hace como que tontea con ellas, pero no pone interés, ni las mira igual que el mayor, que se las come con la mirada. Aunque no puedo comprender que ellas no le hagan caso. Yo si fuera tía le ponía el chocho en la boca” - voy pensando a lo largo del trayecto de vuelta.

  • ¿Vas bien, Diego? - le pregunto durante la ascensión, en medio de un torbellino de curvas mareantes.

Diego se agarra a mi chaqueta de cuero como si le fuera la vida en ello. Con la excusa de que está un “poco mareado” pega su cabeza y el cuerpo a mi espalda, como si fuera una adolescente enamorada hasta los huesos.

“A este me le follo seguro esta noche. Me encanta este mutilucu. Le voy a comer el rabo a saco, luego le volteo y me le follo sin compasión” - ya tenía hasta el plan de ataque diseñado.

Cuando llegamos a la cabañuca, los problemas crecen, como en la antigua serie de TV del mismo nombre. Son las tres de la mañana y en la remota construcción no hay luz eléctrica, ni tampoco agua corriente. La luz del camping-gas ayuda a orientarse por el interior, pero queda un poco tétrica. En cualquier momento espero encontrarme a la niña de “El resplandor” bajando por la escalera exterior. Subimos a la planta de arriba y me toca elegir colchón.

  • ¿A quien quieres mas, a papá o a mamá? - me pregunta un achispado Dani mientras se va arrancando, mas que quitando, la ropa

No quiero quedar mal, y contesto que me da igual, aunque en realidad me voy acercando al colchón de Diego con pasitos lentos pero decididos.

  • Aquí hay mas espacio, Eder - sentencia el hermano mayor tirando con fuerza de mi brazo - dormirás mejor aquí.

Intuyo un leve rictus de decepción en el rostro de Diego, aunque no acierto a verle bien con tan escasa luz. A lo mejor son imaginaciones mías, pero me parece que se ha pillado un ligero rebote con su hermano por hacerle este putadón. Se mete en la cama en gayumbos y camiseta y no nos desea buenas noches. Que nos den, pensará.

Me temo lo peor. Este tío no está tan bolinga como parece y se ha dado cuenta del rollo que nos traemos su hermanito pequeño y yo. Bien porque sea un poco homófobo, por joderle la diversión a su hermanuco o por un exagerado instinto de protección, lo cierto es que esta noche todo apunta a que me quedo en el dique seco.

Nos metemos en el colchón en gayumbos. Está muy oscuro y no acierto a distinguirle el bultaco, pero intuyo que la debe tener morcillona. No consigo dormir con este pedazo de tío al lado y me da por pensar guarrerías del tipo:

“¿Este tiarrón no se hace pajas ni nada?, ¿y con quien follará este verraco si las tías no le hacen ni puto caso?…“

No tardo en resolver el enigma planteado, pues de repente siento el tacto de una ruda mano furtiva acariciándome el pecho.

RESPUESTA CORRECTA :

“Folla con incautos como yo, y turistones varios que caen en sus garras siguiendo un plan preestablecido“.

Es un caso de “falsa bandera” local flagrante: hetero sin posibilidades de fornicar con mujeres (sin pagarlas) se tira a todo lo que se mueve, siempre que sean turistas o gente ajena a la comarca. La estrategia de este salido es obvia, utiliza a su hermano gay de cebo, pero luego se come él solito el solomillo del atún. Veremos si deja los restos al hermanísimo.

A rey muerto, rey puesto. Palpo su paquete, que está hinchado como un globo. Vaya dotación, y eso que los vascos no podemos quejarnos en ese sentido. Pero este bultazo es tamaño king size; en cambio, no se puede decir que sea hombre de muchas palabras en la intimidad, y tampoco un sibarita sexual. Se conforma con que le haga una gayola, lo cual está muy bien como aperitivo, pero yo quiero algo mas cargadito a continuación. Me introduzco por debajo de la sábana con cuidado, y acerco mi boca hasta su pollón. El no opone resistencia, y tampoco tendría porque hacerlo, pero es que empiezo a sospechar que este es del gremio de los Beñat y compañía, un hetero-curioso de manual, que suelen ser muy suyos en la cama. Hay muchas cosas que no suelen hacer con un tío, por ejemplo que les follen. Mas bien al contrario.

“Descapulla bien el mostrenco” - pienso mientras echo hacia atrás la piel que recubre el glande. Me llevo a la boca su miembro, un auténtico misil que me sabe a gloria después de tan pronunciada sequía, e intento que quepa entera e introducirla hasta la garganta, pero es que es imposible debido a la anchura de su perímetro. Es un pollalón auténtico. Me armo de valor y abro la boca como si fuera un plato de sobremesa, pero como ademas de ancha es extralarga sólo cabe la mitad. Dani no se ha movido en todo este tiempo de su posición inicial, tumbado en cúbito supino, y no parece que tenga intención de hacerlo. Gime entre dientes para no despertar a su hermano, del que nos separan dos metros en línea recta a lo sumo, y que tiene que estar mas que acostumbrado a los polvos salvajes de su perro guardián. “Claro, por eso no quería el primer día que se acercara a mí en el prau este capullo“, fijo que Diego pensaba para sus adentros: “otro turista vasco que se va a tirar el Danisuco, y yo a verlas venir matándome a pajas“.

Me concentro en lamerle los huevos y la parte baja del pene; es curioso porque este tío apenas se mueve, no sé si por efecto del cebollón que lleva encima, y su única señal de vida inteligente, aparte de su trabuco, son sus fuertes brazos, que me agarran la cabeza por ambos lados como si fueran tenazas mientras le succiono, y me agita atrás y adelante como si fuera una coctelera. Su rabo entra y sale de mi boca como Pedro por su casa, con cierta chulería incluso. Por fin, cuando se cansa de darme biberón, me voltea sin mediar palabra y se sitúa encima de mi culo. Busco un condón a tientas en el bolsillo de mi pantalón, hecho un ovillo a los pies de la camuca, y se lo ofrezco. El se atasca un buen rato intentando colocárselo con sumo cuidado, se ve que no quiere romperlo, pero yo doy por hecho que a la primera embestida seria va a estallar en pedazos, como un dirigible en contacto con una torre de alta tensión.

Como hace tiempo que no soy penetrado la cosa lleva lo suyo, y además nos falta lubricante. Nada que un pasiego de pro no pueda solucionar al estilo tradicional, con un poco de saliva en el ojete y un par de empellones bien dados. Primero me introduce el capullo, que en su caso es mas grande que la polla entera de un chino, y después, muy despacito y realizando los ajustes necesarios, el resto del cargamento, sin contemplaciones que valgan. Me quejo por un instante porque me duele mazo, pero no quiero que se entere mi Diegucu de que se están follando a su frustrado semental. El pobre chaval estará decepcionado, pienso yo. Tal vez se esté pajeando por su cuenta, excitado con la situación, quien sabe. Hay que reconocer que el hermano mayor es un follador, sí, las cosas como son, hay que rendirse a la evidencia. Me está taladrando con un ímpetu tal que hasta las vacas empiezan a mugir al unísono en el establo de abajo en señal de aprobación. La única debilidad que se permite este pasiegón, mas que pasieguco, es besarme y morderme en el cuello y lamerme el lóbulo de la oreja mientras me perfora como a un túnel del Euskotren.

Yo no quiero gritar pero empiezo a jadear de mala manera, y Dani me tapa la boca con su manaza de campesino, lo que me pone si cabe mas cerdaco aun. Cuando considera que está a punto de correrse se quita el condón y esparce su lefa caliente por toda la superficie de mi culo y espalda. Como único detalle cariñoso de la jornada, pero siempre en silencio absoluto, me ofrece una toalla de fieltro que se palpa al tacto que ha conocido mejores décadas, y me susurra al oído antes de darse media vuelta en el jergón: “te has portado como un campeón”.

“Como tu digas, machote, pero a mí no me has prestado la mas mínima atención, y ahora me toca pajearme por mi cuenta“ - saco en conclusión al escuchar incrédulo sus primeros ronquidos, al minuto y medio de echarse a dormir.

Estoy excitado, sí, pero decido dejarlo para otra ocasión. Algo falla en todo esto, el polvazo ha estado bien tirando a notable alto, pero falta pasión en el ambiente, y en realidad sólo he actuado de receptáculo casual de un toro bravo con exceso de espermatozoides en su bolsa escrotal. Estoy agotado, es muy tarde ya y el cansancio me vence, hasta los ojitos se me cierran sin poder evitarlo.

Tras limpiarme a conciencia con la toalla, me echo a dormir bocabajo, y aunque tardo un poco en quedarme dormido, cuando al fin lo hago disfruto de un sueño post-coitum de lo mas reparador que yo recuerde. Así pasan lo que yo calculo debieron ser cuatro o cinco horas de sueño profundo, hasta que me despierto sobresaltado con una sensación de lo mas extraña; es como si un bicho estuviese escarbando en mi estómago, en torno a mis partes nobles. Hombre, bichu, bichu, no era, sino la mano experta de Diego, que se había levantado cachondón antes incluso de amanecer, me separó del cuerpo la polla y los huevos tirando hacia abajo de ellos y se dedicó a jugar a ordeñarme como si de una vaca se tratase (de casta le viene al galgo). Parece ser que pajearme así le daba mucho morbo, porque se tiró diez minutos de reloj masturbándome, sin atreverse a chuparla., tal vez por la cercanía de la presencia de su hermano mayor.

El día empezaba a clarear, los primeros rayos del sol se filtraron a través de un ventanuco del desván, y Daniel seguía roncando en el séptimo sueño. Le pedí a Diego que se acercara a mí, me di la vuelta con sigilo para no despertar a su hermano y nos comimos la boca con ganas acumuladas. Me hizo señas para que le acompañara escaleras abajo, quizá porque temía la reacción de su hermano si nos descubría, o simplemente no quería despertarle y yo me levanté muy despacio del camastro, cogí un par de preservativos al tuntún, y le acompañé hasta el establo, en donde las vacas permanecían ajenas a nuestra presencia dormitando en sus celdas. Los dos íbamos descalzos y en calzoncillos, lo que multiplicaba el morbo añadido.

Diego tenía un cuerpo espectacular, grande y recio como buen pasiego, quizá mas delgado y fibrado que Dani, pero igual de fortachón, aunque en conjunto resultaba mas esbelto y espigado. Estaba bueno de la muerte y a mí me ponía un montón.

  • Me gustas mucho - le reconocí mientras le daba un repaso a la zona de los pezones.

  • No digas nada mejor… - me advirtió en tono que se pretendía dulce pero sonaba amenazante.

Me cortó un poco el rollo, y paré en seco para pedirle explicaciones.

  • ¿Por qué dices eso, Diego?

  • No, si no es por nada…, es sólo que dentro de unos días te vuelves a Bilbao y no quiero quedarme colgado…

Le faltó añadir: “como me ha pasado otras veces”. Seguí su consejo a rajatabla y me concentré en darle placer oral por todo el cuerpo, no sólo en las zonas erógenas sino también debajo de los sobacos, cuello, estómago, vientre y parte interna del muslo. Aquello debió parecerle jauja porque su rabaco, que andaba morcillón, se puso enorme. Mentiría si dijera que era tan superlativo como el de su hermano, pero tenía un tamaño considerable, tanto en reposo como en erección. Los buenos genes pasiegos, digo yo.

Me bajé al pilón y me introduje su polla en la boca de un golpe. Que diferencia con la de Dani, ésta resultaba mucho mas comestible, quedaba mas holgada en su interior y se paseaba.de un lado conformando el prototipo de polla juguetona por excelencia. El no paraba de gemir todo el rato y de acariciarme el cabello con sus ásperas manos, y repetirme con voz melosa que le encantaba mi pelo “negruco”, y mis ojos “clarucos”, supongo que por el contraste entre mi pelo de color negro azabache, mis ojos azules y mi piel muy blanca, que son tres de mis bazas definitivas a la hora de salir de safari.

Cuando consideré que ya había cumplido con creces con su preciosa polla, bien descapullada y sin demasiadas venas, que en mi opinión afean mucho su superficie, le di la vuelta y le di a entender que pensaba follármelo sí o sí. Crucé los dedos implorando que no se negara, porque me apetecía mucho desde la primera vez que le vi segando en el prado de afuera, y mi sorpresa es que él estaba encantado con la situación.

  • No veía el momento de que me lo pidieras - me reconoció con una sonrisa de oreja a oreja imposible de fingir hasta por un actorazo de Oscar.

  • Te voy a reventar hasta las trancas..

Diego tenía un culo muy bonito, hiperfollable, con una forma de semiesfera perfecta que parecía que estaba pidiendo: “rómpeme”. Cuando le palpé el trasero y vi lo duro y terso que lo tenía me di cuenta de que este tío era una auténtica joya, y que no le podía dejar pasar. Pero yo había cometido el error inmenso de dejarme penetrar por su hermano, que sólo me veía como un orificio para descargar su virilidad, mientras que a mí Diego me gustaba de verdad. No es sólo que me pusiera cardiaco, es que todo en su persona me parecía muy molón. Pero ahora llevaba las de perder con él, porque después de haber follado con su hermano él perdería su interés en mí, y solo me vería como un polvo ocasional.

Mientras me colocaba el condón Diego no cesaba de mirar mi rabaco con aparentes ganas de introducírselo en la boca.

  • Otro día si quieres te la chupo - me comentó con su voz pausada - …dicen que se me da muy bien.

  • Me temo que no habrá otro día, solo me han dado una semana para realizar el reportaje, y ya he hecho todas las entrevistas necesarias. Hasta le he sacado una foto de lejos al pico de Castro Valnera.

Como buen pasiego, Diego no se rindió al primer intento, y prosiguió su ofensiva verbal:

  • Bueno, pues si vuelves un día por aquí…

  • Volveré, de eso puedes estar seguro.

  • Ya sabes donde encontrarme...

  • Cuento las horas y los minutos…

Llevado por la pasión yo me estaba retratando demasiado, pero era sincero cien por cien en lo que decía. Luego hay veces que no podemos cumplir las promesas, pero estaba convencido de que en este caso las cosas serían diferentes.

Se apoyó en un portalón de acceso a los establos con el culo en pompa y yo introduje la lengua por su dilatado ano envuelto en sudor. Probé con un dedo y luego con dos empapados en saliva, y no cabía duda, el chaval tenía amplia experiencia en el sexo anal, o al menos la suficiente como para ser penetrado sin problema.

Le separé las piernas con cuidado mientras le besaba la espalda, y me pegué a su cuerpo hasta sentir mi polla tiesa encallada en el canal central de su culo. No quería penetrarle todavía, mi estilo es diferente al expeditivo método de su hermano Daniel. Buscaba mas bien que se relajara previamente, porque al fin y al cabo yo era un extraño para él, y esta era nuestra primera vez. Y ruego a Dios que no sea la última, porque adoro a este pasiego…

Permanecimos en esa posición un par de minutos, mientras le lamía la parte superior de la espalda hasta sentir en mi propia piel sus escalofríos de placer. A continuación le palpé el rabuco y seguía empalmado y pajeándose; mi traviesa lengua siguió entonces recorriendo su cuello en dirección al comienzo de su cuero cabelludo, que era de un raro color rubio ceniza apagado, poco común y muy vistoso. Todo me gusta de él, hasta los pequeños lunares de su espalda y la fina cadena de oro que lleva colgada al cuello, y que introduje en mi boca durante todo el rato que tuve el honor de estar dentro de su cuerpo.

El temblaba y se estremecía incluso antes de la penetración en sí, y cuando comencé a introducir muy despacio el capullo en su ano, noté que él cerraba los ojos de placer y luego miró un momento hacia atrás y sonrió como un niño con zapatos nuevos.

Yo estaba muy, muy cachondo, y fui aumentando la cantidad de polla que sumergía entre sus muslos; me apoyé con un brazo en la pared y empujé con cuidado, pues no quería lastimarle. La visión de aquel culazo me tenía obnubilado, y el primer choque de mis huevos contra su ano representó para mi un momento crucial. Empecé a empujar con brío, y Diego me rodeó el culo con los brazos, pidiendo que empujara mas fuerte.

Hay dos tipos principales de pasivos en este mundo: los que a la hora de clavar te piden que vayas mas despacio y con cuidado, y los que te exigen caña de la buena y que les revientes el agujero. Dieguco pertenecía a este último sector, mi favorito, lo que me motivó sobremanera, y le pegué un viaje de impresión. Lo que me daba mas morbo es que con cada pollazo, el portón en el que él se apoyaba con las manos crujía ligeramente, y el sonido que realizaba me resultaba de lo mas erótico. Eso había que repetirlo en otra ocasión, me dije para mis adentros.

Cambiamos de postura porque él decía que quería verme follar de frente, y se tumbó, desnudo como estaba, encima de un fardo de heno seco, pasó sus piernazas por detrás de mi cuello y me pidió que le follara como “un toru a la vaca”. A mí aquella petición me dio alas para petarle el culo a muerte, estaba dispuesto a dejarme la piel con tal de cumplir sus expectativas y que me dejara repetir en otra ocasión.

Aproveché para pajearle, lo que no sé si fue un acierto, porque estaba tan cachondo que se corrió apenas tocarle, expulsando una cantidad de semen considerable, que quedó desparramado por su vientre y el mío. Seguí bombeando en su interior un par de minutos hasta que ya no pude mas, me quité el condón a la carrera y estallé encima de su pecho y abdomen, como habíamos pactado de manera previa. Sentí un placer mayúsculo, como hacía mucho tiempo que no me ocurría, y descubrí que el sexo también puede ser una fuente de placer extremo cuando no existen preocupaciones adicionales de por medio.

Nos besamos por espacio de un par de minutos y me tendí a su lado tiernamente. Debo decir que me salí del guión previsto y le cogí la mano, y por suerte él no rechazó mi avance. Al cabo de un par de minutos de permanecer en esa posición sobre un mullido lecho de heno, me incorporé, me puse en cuclillas delante suya, acerqué su mano a mis labios y se la besé un instante. En ese momento decidí confesarle algo que él ya sabía, pero que necesitaba que escuchara de mis propios labios:

  • Mira, Diego, esta noche ha ocurrido algo horrible con tu hermano que..

  • Ya, ya lo sé. Y no es horrible, estuvo bien. Da igual…él estaba borracho. No es la primera vez que lo hace…

  • Sí, pero no quiero que pienses que me da igual ocho que ochenta. No es mi estilo acostarme con dos tíos en una sola noche, aunque lo respeto en quien le guste eso.

  • Hombre, es difícil decir que no a un tío como mi hermano. Esta buenuco, ¿verdad?

  • Yo diría buenazo, pero vale…acepto pulpo como animal de compañía. Pero una buena polla o un físico impactante no lo es todo en la vida. Lo que quiero que sepas es que yo con quien quería estar desde un principio es contigo.

  • Pues ya somos dos. Porque fue verte nada mas quitarte el casco el primer día, cuando te acercaste a preguntar, y pensar: ¡Dios, que pedazo de vascurrón!.

  • Joder,…¿ya sabías que soy vasco desde el principio? ¿tanto se me nota?

  • Sois inconfundibles, tío: el color de pelo tan intenso, los ojos muy grandes y abiertos, la forma de la cabeza y de moveros, para mí no tenéis secretos.

Me di cuenta de que no era el primer vasco que se tiraba, pero mi intención era ser el último, o por lo menos repetir a menudo la experiencia.

Era ahora o nunca. Si rechazaba mi propuesta me iría a otra parte con el rabo entre las piernas. No le conocía apenas, pero hubiera significado un palo terrible para mis aspiraciones de encontrar un mínimo de estabilidad emocional. Tampoco pedía tanto, sabía que vivíamos en lugares algo alejados; era difícil de compaginar, no imposible.

  • Oye, Diego ¿puedo pasarme a verte a Cayón alguna vez, o por aquí cuando estés de vacaciones?

  • Te responderé al estilo pasiego: ¿y yo por Bilbao?…

Me reí de la ocurrencia y le abracé con ganas. Nunca me había sentido tan bien con otro tío, nada que ver con la angustia existencial que sentía después de hacer el amor con un tío “pillado” por otra persona como Beñat. Además,antes me parecía raro estar con alguien que no fuera vasco ni hablara euskera, pero este tiarrón superaba todas mis expectativas. Por él estaba dispuesto a sacrificar muchas cosas si era preciso.

EPILOGO

De vuelta a Bilbao días mas tarde, mientras le daba vueltas al tipo de formato para el artículo que tenía pensado escribir, me di cuenta de que la historia de resistencia a ultranza y tozudez pasiega que encarnaba Dani en su faceta de pequeño empresario del sector lácteo podía llegar mas a la gente que una serie de entrevistas deslavazadas a gente diversa de la comarca. Daniel poseía además cierto carisma personal y contaba con la baza extra de un físico muy fotogénico, ideal para protagonizar un reportaje completo.

Antes que nada le comenté por correo mi propuesta a Diego, que estaba de vuelta en Cayón. A esas horas, las siete y cuarto de la tarde, estaría a punto de regresar a casa de sus padres de su turno en la fábrica donde trabajaba:

Hola, Dieguco.

Mira, he pensado que mejor voy a cambiar el título de mi articulo de LOS ULTIMOS PASIEGOS a EL ULTIMO PASIEGO , y centrarlo en la lucha de tu hermano por sacar adelante su cabaña vacuna. Mencionaré su oposición a la práctica del “fracking” en la región, la imposibilidad para un vaquero joven de encontrar una mujer dispuesta a seguirle en su aventura vital, la necesidad que tiene de contar contigo y otros familiares en ciertas épocas del año para llevar adelante su proyecto ganadero, la dureza de la vida en la alta montaña para un hombre joven y expuesto a los aires de modernidad…etc.

P.D. ¿A ti que te parece? ¿Se lo comento a Dani y tal?

La respuesta de Diego no se hace esperar demasiado. Si algo he aprendido de mi experiencia en la zona es que los pasiegos suelen ser gente predecible y de hábitos fijos.

19:32 P.M.

  • Genial, Eder, seguro que Daniel está encantado de colaborar contigo. Si puedo ayudarte en algo, dímelo. Me encanta tu propuesta, tío.

19:35 P.M.

Mile esker, tío. Tu ya me ayudas con tu simple presencia a mi lado, Diego. Dime una cosa…¿crees que será posible vernos pronto? ¿Lo sigues deseando?

19:37 P.M.

¡Qué cosas tienes! Por mi mañana mismo, tío. …¿No te estarás echando para atrás, verdad?. Yo sé que en Bilbao hay mucha competencia, je, je , pero seguro que no te quieren tanto como yo. Y a tercos no nos gana nadie a los pasiegos, ni siquiera vosotros.

Un besuco muy fuerte para mi vasco favorito.

P.D. Hablamos esta noche por el móvil sobre las once, ¿vale?, y ya quedamos y eso…

19:40 P.M.

Hablamos luego pues. Voy a seguir un rato con el artículo a ver que sale…

P.D. Te quiero, Diego.

FIN