El último juego del mundial
No puedo creer que la Argentina haya perdido la final, dirán que es ridículo, que es una estupidez,dirán que solo es un partido de futbol, no puedo con la humillación Perdí una apuesta y una y otra vez veo como ese maldito la mete y disfruta de su victoria con el dolor de mi Argentina
No puedo creer que la Argentina haya perdido la final, dirán que es ridículo, que es una estupidez, pero estoy llorando en estos momentos. Dirán que solo es un partido de futbol, que madure, pero no encuentro consuelo, no puedo con la humillación…
Por mi pésima suerte debí suponer que esto iba a suceder, el restaurante no va nada bien, como si ya a nadie le gustara la carne y las empanadas. Mi mujer y yo no lo estamos pasando muy bien, por la mala racha económica y las preocupaciones no hemos tenido sexo en un buen rato… quisiera follármela ahora pero no puedo, es demasiada la amargura. Argentina, sos grande pero esta vez si me fallaste.
Una y otra vez veo como ese maldito la mete y disfruta de su victoria con el dolor de mi Argentina… (2) debí haber vendido el televisor en lugar de las puertas… ¿A quién rayos se le ocurre empeñar las puertas de las habitaciones?… si no hubiera visto los juegos no se me hubiera ocurrido semejante tontería…
Apenas sacamos lo suficiente para vivir, menos va haber para condones, mi madre me dijo: no se cansen, Eva apenas tiene 23…. pero mi orgullo, es enorme, y ahora está haciendo sufrir a Eva…
Con dificultades logramos completar cada mes el dinero de la renta. “Podemos pedirle algo de dinero a mi papá” Me dijo Eva. Pero me negué y me puse furioso… “No sigas, me duele” Dijo ella. Cómo no la va lastimar, es demasiado para ella… (1)
Creí que podía resolver todos mis problemas y olvidarme de ellos con el futbol, pero me equivoque. Que ingenuo fui, y pensar que hasta hice una asado para ver la final….
Es que aposte, lo aposte todo y perdí… ¡Cuatro meses de renta! Le aposte a mi casero. El me miró con su mala cara y sus penetrantes ojos negros. “Doble o nada” me dijo. Yo acepte sin dudar. “Quiero una garantía de que puedes pagar.” Se la di.
“¿Por qué tanta fiesta?” Me pregunto Eva mientas ponía la mesa para comer. “Por que juega Argentina mi amor, es la final.” “Creí que no te agradaba ese viejo horrible.” Susurro mientras se inclinaba acomodando platos y servilletas produciendo que la corta falda del vestido dejara admirar sus largas y bien torneadas piernas de muslos blancos y firmes.
Inevitable fue ver como el casero se la comía con los ojos y recordé que no me agradaba en lo absoluto… “Es de descendencia Alemana así que… ya sabes” Intente justificarme con Eva. “Lo vamos hacer llorar.” Me susurro.
Durante el partido apenas y hablábamos, la tensión era enorme, se jugaba más que la final, mi esposa se paseaba coqueta por la casa y apenas la mirábamos… “¿Tu no comes nada?” fue lo único que se escucho en la casa durante el medio tiempo. “Soy vegetariana, no me gusta la carne” le respondió mi esposa al casero.
Me sentí paralizado cuando cayó el gol de los Alemanes. Una fría sensación recorrió mi espalda cuando termino el partido. No podía creer que esto estuviera pasando. Había perdido.
Quería salir corriendo y huir, pero no podía ni moverme y mucho menos abandonar a mi esposa…. “Es hora de pagar amigo” Me dijo mi casero sacándome de mi ensimismamiento. “No tengo dinero” Le dije… “Entonces lo cobrare de las garantías” Me sentencio.
Eva se encontraba levantando los últimos platos de la mesa, el casero sentado a mi lado en el sillón frente a la televisión cínicamente se llevó una de sus enormes manos a la entrepierna y con sorpresa vi que sus pantalones mostraban un enorme bulto.
Sin más el casero se puso de pie. Yo continuaba sentado frente a él, y mi cara quedó justo frente a su entrepierna. El bulto bajo los pantalones era ahora más evidente. “Yo me hare cargo de tu esposa.” Me dijo y mientras se acomodaba esos enormes huevos bajo la tela del pantalón se dirigió a donde Eva se encontraba.
El casero la tomo así inclinada sobre la mesa tratando de pasar un trapo, tomándola por la cintura la apretó contra su cuerpo y con una mano trato de buscar uno de sus redondos pechos. Eva reacciono ante el contacto de aquella enorme mano que aún con ese tamaño apenas lograba cubrir la redondez de sus senos y que obviamente no se trataba de una de mis manos. “¿Qué está pasando aquí? ¿Quien rayos te crees que eres?” Grito Eva poniéndose como loca.
“Resulta que tu querido esposo decidió hacer una apuesta conmigo…” “¿tú hiciste eso?” Me pregunto Eva…. yo trate de explicarme, diciéndole que no era no que parecía pero no pude hacer nada… “Esta me la vas a pagar” Dijo finalmente mi esposa.
Los celos inundaron todo mi cuerpo, permanecí clavado al sillón sin poder moverme, estaba como paralizado o algo, solo mis ojos se movían siguiendo el movimiento de la enorme mano del casero que bajando por la bien delineada cintura de mi esposa, hasta su trasero, metiéndose bajo la falda para acariciar morbosamente las redondas nalgas de mi mujer. El casero era enorme, Eva apenas le llegaba a la altura del pecho.
Sentado en la sala vi como el casero logró meter ambas manos bajo la falda del vestido de mi mujer, ella inmóvil, se dejo bajar los calzones hasta los muslos, y ahí en el comedor de mi propia sala y a escasos metros de mi el bigote negro y espeso del casero se poso sobre el blanco cuello de mi esposa, mientras desabotonaba la blusa de Eva y liberaba sus lechosos y redondos pechos. No tardo nada en descender hacia ellos hasta los pezones rosados y erectos, mordisqueándolos y mamándolos salvajemente como un niño hambirento, logrando que Eva suspirara incomoda.
Me sentía tan humillado pero al mismo tiempo no tenía el valor de detenerlo. El casero siguió mamando los pechos de mi esposa, pero había mucho más que disfrutar de ella, así que continuó bajando por su vientre plano y suave, hasta que, naturalmente llego hasta su entrepierna. Allí se deshizo de la estorbosa tela del vestido, mi esposa se dejó que el casero le subiera el vestido hasta la cintura y de un tirón arranco las finas bragas de mi esposa hasta los tobillos desnudando su bello trasero frente a mí, dejando sus rotundas nalgas desnudas y dispuestas frente a él. Para después, sentándola sobre la mesa, haciéndole abrir las piernas para hacer aparecer la rosadita abertura de la vulva de mi mujer. Con esos labios entreabiertos, más bien cerraditos de su vagina que yo tan bien conozco, esos labios que producen una inevitable invitación para la lengua.
Lentamente el casero hundió la cara entre las piernas de mi mujer, acercándose sigilosamente, buscando esa fuente apretadita de placer. Cuando la punta de la lengua del casero alcanzó a rozar el sexo latente de mi mujer, fue inevitable no escucharla gemir, de forma aguda, como una gatita. Apenas pude tragar saliva al ver como la rugosa lengua del casero recorría la piel temblorosa del sexo de mi esposa, quien involuntariamente abrió un poco más sus lindas piernas.
Entonces el casero separó a plenitud las piernas de mi mujer. Descubriendo su rajita, palpitante y apetitosa, que inocente, esperaba ser alimentada. Los dedos grandes y gruesos del casero cubrieron completamente el sexo apenas abierto y frágil de mi mujer, ella suspiro descontrolada.
El casero contento con esto, dejo el pubis castaño de Eva y tanteó sobre el rostro de mi mujer buscando los carnosos labios de su boca. Haciéndole chupar dos de sus enormes y gordos dedos, obligándola a metérselos a la boca mamándolos un poco, logro que esos feos dedos quedaran bien lubricados y aceitados listos para entrar en la estrecha cavidad de mi esposa en un solo y definitivo empujón.
Mi inevitable excitada y cachonda mujercita gimió sin pudor cuando solo uno de los gordos dedos de mi casero entro en su cuerpo penetrándola, su grupa se alzó, no sé si involuntaria o voluntariamente, permitiéndole al gordo casero un mejor acceso a su cuerpo. El casero se acerco más a mi esposa, para tener mejor posición y poder dedear a gusto la vagina excitada de mi mujer. “Pero que cerradita estas” Mugió entonces el casero. En ese momento fui consciente del notorio bulto que increíblemente había crecido aun más en su entrepierna.
El casero, sin dejar que sus dedos abandonaran el cuerpo apenas perforado de Eva, se abrió la bragueta con la otra mano, dejando que su miembro asomara, bien erguido y duro frente a mis propios ojos. El horrible miembro cabezón y grueso del casero palpitaba con las venas como una bestia excitada. Su glande hinchado, goteando ya de líquido transparente, babeaba hambriento frente a mí y a pocos centímetros de mi esposa, que con su conejito castaño desprotegida e indefensa seria presa fácil para esa mamba negra que colgaba como un tronco poderosamente venoso bien poblado de pelo que parecía botarle la piel tirante que lo envolvía.
Los gordos dedos del casero no se detuvieron ni un momento, entrando y saliendo insolentes en la vagina estrecha y resbalosa de mi mujer, saliendo cada vez mas mojados y viscosos del cuerpo de mi esposa. Quien con angustia en el rostro se forzaba por no gemir. Los dedos del casero se movían cada vez mas rápido y cada vez su miembro se hinchaba más. Fu el momento en que el casero dejo en paz a mi esposa, ella se quedo inmóvil recostada sobre la mesa con la ropa revuelta, el vestido arrugado, la tanga atorada en las zapatillas aun puestas y las piernas bien abiertas.
El casero comenzó a deshacerse pacientemente de su ropa, ante la mirada curiosa e incluso impaciente de mi esposa, hasta quedar desnudo en su peludo y gordo cuerpo, que contrastaba de forma grotesca con la silueta esbelta y bien formada del cuerpo de mi mujer.
El casero tomo su grueso miembro, haciéndolo como si ralamente pesara y situándose entre las piernas bien abiertas de mi esposa, lo coloco hasta la apertura expectante y poco preparada de mi mujer. Con las manos sobre la mesa, apoyándose con su peso intento penetrarla entonces, pude ver con absoluto detalle como los labios vaginales de mi esposa se retrajeron temerosos ante el primer empuje de esa poderosa verga. El tremendo miembro duro del casero, no logro entrar en la primer batida, así que apoyo aun más el peso de su gordo cuerpo sobre ella, haciendo crujir la mesa, haciendo llorar a mi esposa con un gemido que desgarro el aire. “En verdad que estas muy apretadita.” Rugió emocionado el casero “Sera delicioso cogerte.”
Me sentí fascinado y humillado al mismo tiempo. El casero apenas había logrado meter la puntita de la cabeza en la vagina de mi mujer quien sollozaba lastimada, es demasiado para ella… (1) pero el casero no se iba a conformar con eso nada más y no detuvo su camino sino hasta sentir que los testículos le toparan contra el indefenso cuerpo de mi esposa.
Eva intento detenerlo poniendo sus finas manos en su gordo pecho, pero ya era demasiado tarde. Muy lentamente el casero penetro hasta el fondo a mi esposa, quien se retorcía y chillaba cada vez que el grueso miembro del casero de abría paso en su diminuto cuerpo. Así lo hizo unas cuatro veces, mirándola a los ojos disfrutando con el dolor que le producía (2)…
“¿Que pasa perrita? ¿Me la prefieres mamar?” Dijo de repente el casero, lo que fue demasiado para mí. Me puse de pie de inmediato estaba dispuesto a detener aquella situación. Pero cuál fue mi sorpresa al ver que mi esposa gustosa estaba dispuesta a obedecer al casero.
Las manos de ella buscaron la entrepierna del casero. Mi esposa al darse cuenta de la magnitud de su miembro se quedo inmóvil. Al darse cuenta que el miembro del casero era muy grande… enorme diría yo. Feo: con una maraña de vello púbico creciendo por todos lados y venas saltonas sonrió y nerviosa lo tomó con una mano para sentirlo, era tan grueso, que apenas podía cerrar se mano sobre él.
Por curiosidad lo tomó con las dos manos, solo para descubrir que aún le quedaba libre un buen trozo y la cabeza. Mi esposa trago saliva y nerviosa abrió la boca apenas un poco. Dudo poder metérselo a la boca y mejor saco su fina lengüita y la hizo pasar lentamente por la cabeza de aquel monstruo. El gordo casero solo se estremeció.
Mi esposa decidió acercarse un poco más para quedar a mejor distancia y comenzó a darle tiernos besitos a esa bestia. Cada beso sonaba más sexy que el anterior. Acerco mas su rostro y no pudo disimular cuando aspiro el fuerte olor viril de esa cosota. Fue entonces que abrió bien su boquita, pero de inmediato se convenció de que aquel tremendo trozo de carne no le entraría. Y mejor comenzó a lamerlo como una tierna niñita lamiendo un helado. Primero la cabeza. después los rincones, esta vez lamiendo como una gatita.
Casi instintivamente, o por experiencia mi mujer comenzó a mover sus manos para masturbarlo. El casero soltó un gruñido. Realmente lo estaba disfrutando, y al parecer no solo él lo disfrutaba, si no también mi mujer parecía disfrutarlo.
Ese liquidito transparente comenzó a aparecer por la cabeza del pene del casero y mi esposa comenzó a jugar con el: haciendo hilitos con este liquido, que después distribuyo con ayuda de su lengua por toda la cabeza del feo pero enorme miembro del casero.
Con sus manos se limito únicamente a sostener el grueso y pesado tronco. Lo agarraba con tanta fuerza como si no quisiera que esa bestia se le escapara. Solo lo soltó cuando comenzó a deslizar su lengua a todo lo largo. Comenzando en la base, donde la maraña de vellos crecía, hasta la cabeza.
Solo en ese instante pude notar lo larga que era esa cosa. Ella pasaba su lengua y parecía interminable. Después fue más abajo, comenzó a lamerle los testículos metiéndoselos a la boca. Mi esposa sabe muy bien lo que hace, sabe muy bien qué hacer con una cosa así. No le importa la maraña de pelos. Le succiona las bolas al casero y las muerde suavemente con sus dientes. Honestamente resulta muy morbosa la escena. Viendo como descansa con todo su peso el enorme miembro del casero sobre la cara de niña buena de mi hermosa esposa.
Lamiendo desde los testículos hasta la cabeza, se separaba al final para dejar un hilito de saliva que conectara su lengua con el pene del casero. Cuando menos lo esperábamos de sorpresa de un solo golpe mi esposa decidió meterse todo el miembro del casero a la boca, aun así quedo más de la mitad del miembro del casero fuera de su boca. Parecía que había chocado contra su paladar o algo, sin embargo mi mujer no parecía estar dispuesta a dejar que esto sucediera, por que haciendo de garganta profunda comenzó a tragándoselo todo.
Sus movimientos ya no eran lentos ni tiernos, al contrario. Literalmente le esta mamando la verga al casero, con violencia, moviendo la cabeza, succionando con fuerza, despeinándose al hacerlo a esa velocidad. Resultaba impresionante como lo mamaba. Cada rato se ahogaba por el tamaño del miembro del casero pero no le importaba en absoluto. Solo se detenía para sacarse de la boca algún pelo que se había tragado y respirar, pero inmediatamente después continuaba con su trabajo.
Estaba petrificado no sabía qué hacer, todo esto ya era irreal. Mi esposa le mamaba la verga al casero como nunca lo hubiese imaginado, como una autentica zorra hambrienta. No solo disfrutaba hacerlo, sino que se estaba excitando.
“Andate al cuarto, te voy a coger como te lo mereces.” Le dijo entonces el casero, aumentando mi asombramiento, ya que mi esposa obediente se saco el miembro del casero de la boca para ponerse de pie y coqueta y contenta dirigirse a nuestra habitación, al tiempo que el casero le propinaba una buena nalgada sonora en sus preciosas nalgas.
Mas que humillado, me sentía furioso, primero por la rabia de ver a mi mujer mostrándose de esa forma tan vulgar ante aquel desconocido, después por la desfachatez del casero, que sin disimulo se deleitaba con el espectáculo del cuerpo de mi mujer, y finalmente por mi pasiva presencia, dejando que todo aquello sucediera. Me puse a dar vueltas por la sala sin saber qué hacer, pero no pude resistir mas cuando los gemidos agudos de Eva comenzaron a sonar por toda la casa. Simplemente tome mi chaqueta y mis cigarrillos y decidí salir a la calle donde podría despejarme y tomar aire fresco.
Pero no pasaron ni cinco minutos para que los gemidos de mi esposa comenzaran a ser audibles desde la calle. “Que cogidota le están dando a esa mina, ¿verdad?” Me dijo un niñato burlón que pasaba por la calle. Eso fue la gota que derramo el vaso, en ese momento decidí entrar y matarlos a ambos, o como mínimo demandaría al tipo ese y me divorciaría de la puta de Eva.
Cuando entre de vuelta a la casa y me dirigí a la habitación y los vi me quede en shock. Al parecer al escucharme salir, mi esposa había decidido desinhibirse totalmente. Eva estaba en nuestra cama, completamente desnuda y abierta, sus largas piernas rodeaban la gruesa cintura del casero, que desnudo también la montaba frenéticamente.
Parecía su dueño. Se impulsaba con fuerza y determinación dentro del cuerpo de mi mujer. “Uffffff… Estas muy apretada” Dijo casero berreando como un toro. “¿Te gusta?” Susurro mi esposa.
El trasero grande y velludo del casero subía y bajaba, permitiéndome ver como sus gordos y pesados huevos golpeaban inclementes entre las piernas abiertas de mi mujer, acompañando a ese duro pene enorme que se abría paso cada vez más dentro de su cuerpo y debo confesar que mi propio pene palpitó de envidia y deseo en ese momento.
El casero cogía como frenético. Embestía muy rápido y con fuerza desmedida. Mi mujer solo se aferraba a la cama soportando el dolor. Gozando con el, al tiempo que sus senos saltaban al ritmo de las duras embestidas que el casero le propinaba. “Que rica verga tienes” Le dijo ella entre gemidos sin dejar de aferrarse a las sabanas y con los ojos cerrados.
Me sentí menos hombre por presenciar la forma salvaje y grotesca en que se cogían a mi mujer sin que yo hiciera nada para evitarlo, pero al parecer mi verga opinaba diferente… tenía la verga dolorosamente erecta, no pensaba con claridad, una extraña excitación me estaba matando… finalmente no pude más y sin siquiera darme cuenta me abrí la bragueta, me saqué el miembro y comencé a masturbarme furiosamente mientras ellos cogían como conejos.
Eva le arañaba la espalda, clavándole las uñas como muestra inequívoca del enorme placer que estaba sintiendo. El casero, quien ya sudaba a choros, comenzó a bajar el ritmo de sus embestidas y con esto el rito del placer. Fue el momento en que mi esposa decidió que era su turno, diciéndole algo al oído hizo que el casero se acostara en la cama “Déjate los tacones” Le ordeno él con voz ronca. Mi esposa lo miro con una sonrisa. “Me encanta que me cojan con los tacones puestos.” Dijo ella y aunque yo nunca me la había cogido con los tacones puestos, seguí observando la escena.
Eva se subió a la cama parándose sobre ella. Quería mostrarle su cuerpo desnudo al casero. Quería que se diera cuenta que se estaba cogiendo a una verdadera diosa. Y mientras se acariciaba ese delicioso coñito perfectamente castaño, le dijo “Es tuyo.” y te lo estas cogiendo” Dio un paso para que el tremendo miembro del casero quedara justo debajo de ella y comenzó a bajar lentamente flexionando y abriendo con elasticidad las piernas. Bajo solo lo suficiente para tomar el miembro del casero y guiarlo e introducirlo en su vagina.
Mi esposa lucia como toda una puta experta, usando la altura de los tacones para controlar la penetración: bajo hasta que quedo bien ensartada, parada en perfecto equilibrio sobre sus tacones comenzó a bajar y subir muy lentamente, disfrutando cada centímetro que entraba y salía de ella.
El casero hizo otro comentario sobre lo mojada que mi esposa estaba y pues como no, esa enorme verga la estaba derritiendo. Con toda la verga del casero dentro, mi mujer comenzó a cabalgarla a su ritmo, domando aquella bestia. Lento, después más rápido, haciendo círculos, moviendo las caderas, bajando bien profundo, rebotando con fuerza, le encantaba….
Durante una hora mi esposa no dejo ni un segundo de cabalgar esa vergota. Como toda una viciosa la disfrutaba. El casero hacía gestos raros y se decía a si mismo: “Aguanta, aguanta, aguanta.” y mi mujer más rápido me movía…. Llevaba sus manos a la cabeza, se tomaba el cabello y comenzaba a jugar con el, al tiempo que cabalgaba con más fuerza haciendo que sus senos rebotaban de manera muy sensual. El casero quiso tomarlos al verlos saltar así. Pero mi mujer le quito las manos de encima. “No me toques gordo…” Le dijo. “Si no puedes conmigo… mejor no me toques”
Esto toco el orgullo del casero, ya que comenzó a moverse sobre mi cama. Esta vez de manera descomunal, dándole bien rico a mi mujer. Haciendo coincidir el ritmo: cuando ella bajaba él subía y la empalaba bien profundo. De manera increíble poco a poco sus movimientos fueron cobrando más fuerza, apagando los de mi esposa. El cuerpo de Eva comenzó a ceder y le llego un orgasmo como solo ella sabe tenerlos.
Soltó un gemidito de lo más agudo y un estremecimiento recorrió todo su cuerpo. Sin más fuerza dejo caer su cuerpo sobre el pecho sudoroso del casero quien siguió con sus rudos movimientos aun cuando mi esposa ya estaba desvanecida sobre él disfrutando su orgasmo.
Fue cuando la tomo por la cintura y le saco su miembro, cosa que ella agradeció muchísimo, ya que su cuerpo comenzaba a relajarse. Haciéndola a un lado y la dejo caer sobre la cama. Mi esposa giro sobre el hombro del casero para quedar de espaldas a él y descansar en posición fetal…
Sin embargo el casero aun no había terminado con mi esposa. En un movimiento la tomo por la cintura y la hizo ponerse a cuatro. Eva se dejo hacer sin protestar. El casero la tomo por la cintura y de nueva cuenta volvió a penetrarla.
Comenzó a cogérsela lento pero bien profundo. El orgasmo le había quitado todas las fuerzas a mi linda esposa y simplemente recostada y lo dejo hacer.
Yo simplemente observaba como el gordo casero se aferraba con furia de los senos de mi esposa y se la cogía cada vez más fuerte. La cama crujía y rechinaba al ritmo sus las embestidas, golpeando la pared del vecino… y así su cuerpo chocaba contra el de mi mujer, haciendo ese peculiar sonido de sexo acompañado de los gemidos agudos que mi mujer soltaba que seguramente también el vecino escuchaba.
También ese peculiar olor ya impregnaba todo el cuarto; el sexo de ella, el miembro del casero, el mío, su sudor… Gotas de sudor que justamente caían en la espalda de mi mujer y bajaban por sus costillas, deslizándose por su vientre y demostrando que eran del morboso casero: buscaban el sexo de mi esposa. Ella hecho una mirada para ver como el miembro del casero le entraba y salía de su desprotegida rajita. El casero no usaba condón pero eso a nadie le importaba en esos momentos.
“¡¡Hay que rico coges… dame más duro papi!!” Le dijo entonces mi mujer. El casero simplemente obedeció y ella gimió mas fuerte mientras estimulaba su clítoris… “Te voy a llenar.” Le dijo de repente el casero. Entonces lo miré bombear el receptivo agujero de mi mujer quien inmóvil, se quedo quieta hasta que su miembro explotó dentro de ella. El gordo casero termino con un alarido. En segundos la linda vaginita de mi mujer quedo inundada de semen caliente.
Entonces el casero se la saco, pero no permitió que Eva se levantara, sino que la mantuvo agachada y le separó más las piernas y las nalgas con sus propias manos, hasta que ambos vimos cómo su sexo se estremecía y temblaba intentando tragar lo mas que era posible, y como lentamente se comenzaban a escurrir entre sus labios vaginales esa mezcla suntuosa de semen, sudor y jugos vaginales.
Mi esposa estaba exhausta, como nunca y simplemente se dejo caer desnuda en la cama, dejando que toda esa leche se secara sola sobre su piel. El casero se vistió los ridículos calzoncillos, salió de la habitación y al encontrarme parado en la puerta con mi verga en mis manos me sonrió y me palmeó la cabeza como si fuera un perro.
Para cuando el casero se marchó, mi esposa se había quedado dormida… al verla así le abrí las piernas y vi su sexo enmarañado y aun húmedo, no pude dejar de pensar en la verga dura del casero entrando en aquella estrecha cavidad, y quise penetrarla y cogérmela con frenesí.
Finalmente nos prometimos superar aquel incidente, no volver a hablar de el y continuar nuestras vidas. Yo no volvería a apostar… y ella, seguro se quedaría con el recuerdo del mejor sexo en su vida.
Una nota del autor: Promoción final si mandas un comentario al correo recibirás una linda foto de la preciosa Eva, protagonista de esta historia.