El ucrani-ano
Sexo a tope con un joven de la Europa del Este
Tras la resaca de la Eurocopa, me ha venido a la mente el recuerdo de uno de los mejores polvos de mi vida, precisamente con un ucraniano de 24 años que estaba trabajando en Madrid como albañil. Por entonces, yo acababa de cumplir los 40, vivía solo y me dedicaba por entero a mi trabajo y a relajarme en mi tiempo libre echando algún que otro polvo. Si me apetecía sexo, tenía junto a mi casa un zona de cruising a la entrada de un gran parque de la capital española en la que no me faltaban ocasiones, ya que aparte de un físico bastante agradable, me bastaba con sacarme la polla, bastante grande y gorda para la media, con lo que vencía cualquier duda o resistencia a hacer algo conmigo.
La primera vez que le ví estaba de rodillas tras unos matorrales, un jovencito rubio haciéndole una mamada a un tio de mi edad, no me quise acercar mucho pero me prometí a mi mismo que yo también alojaría mi polla en esa boca algún día. Semanas mas tarde lo volví a ver, en esta ocasión mas entretenido, ya que mientras un cincuentón se lo follaba por detrás, otro le metía la polla en la boca. Como cuatro son multitud, les dejé en plena fiesta, aunque al llegar a casa me pajeé como un loco pensando en el día en que me tocara a mí beneficiármelo.
Un par de meses más tarde, de camino a casa tras el trabajo, tuve mi oportunidad. Al cruzarnos nos quedamos mirando y, sin perder tiempo, le ofrecí venirse conmigo. De camino al coche pude fijarme detenidamente en él: aparte de su pelo rubio y muy corto, tenía los ojos castaños, era delgado, de algo menos de un metro ochenta de estatura, es decir de mi altura, y respecto a las dos cosas que mas me gustan, unos labios grandes y carnosos y un culito redondo y respingón perfectamente ajustado a los vaqueros. Durante el trayecto le pregunté sobre su edad y trabajo aunque lo que mas me interesaba de el ya lo sabía al haberle visto en acción, aunque no se si el se acordaría de que le había visto.
Al llegar a casa tomamos el un refresco yo una cerveza y me fuí al baño a darme una ducha rápida, me puse el albornoz y le pregunté si quería también lavarse, como me dijo que sí le preparé una toalla además de dos accesorios fetiche que había decidido comprar para una ocasión como esta. Los objetos en cuestión eran unos slings y unas medias deportivas como las que llevan los futbolistas, ambas completamente blancas. No puso objección a ponérselas por lo que cuando le vi salir con ambas prendas contrastando con su piel morena, mas debido a su trabajo que a sus genes, y su cuerpo fibroso y ligeramente musculado, fruto de la importancia que en los países de la antigua Unión Soviética daban a la educación física durante la adolescencia, creí que mi polla iba a explotar. Le cogí de la mano y me lo llevé a la habitación donde nos empezamos a morrear de pie durante un buen rato sin hacer nada mas hasta que le hice sentar en la cama y frente a el me desaté y tiré al suelo el albornoz. Ni que decir tiene que la grata sorpresa inicial ante el tamaño de mi polla duró solo los segundos que tardó en empezar a engullirla, con verdadera maestría por su parte.
Como había momentos que debido al placer que me estaba proporcionando me hacía perder el equilibrio, ya que seguíamos el sentado y yo de pie, le acosté sobre la cama, me puse de rodillas sobre el y fuí subiendo hasta depositar mi polla de nuevo en su boca, aunque en esta nueva postura el chico iba alternando la succión con una soberbia comida de huevos. Tras un tiempo que a mí me parecio breve pero que a el, que tenía que lidiar con el tamaño de mi verga seguro que no tanto, era el momento de devolver parte del placer que hasta ahora me había estado proporcionando.
Le pedí que se acostara boca abajo y me puse literalmente encima de el, mi boca lamiéndole el cuello, mis brazos y manos agarrandando los suyos, mi polla sobre la raja de su culo que el sling contribuía a hacer mas redondo y carnoso y mi piernas y pies sobre los suyos sintiendo el roce de sus calcetines sobre sus piernas. Tras unos instantes en esa posición, me arrodillé en la parte baja de la cama y empezé a lamerle la raja del culo, y a juzgar por sus gemidos, a su plena satisfacción. Tras unos minutos, y con el culo completamente ensalivado, seguí con los preparativos y le embadurné con una buena cantidad de gel KY que tenía siempre a mano en una de las mesillas de la cama, ya que aunque la gente piensa que tener una polla bien grande es una bendición, no son pocas las veces que la cosa no ha acabado como yo quería por no haber preparado a conciencia a mi compañero y es que la vida real no es como una peli porno, se trata de dar y recibir placer al mismo tiempo, no de desgarrar los órganos de nadie.
Mi intención era follarme a aquel chaval en todas las posturas posibles y he de decir que entre su carácter sumiso y una naturaleza tan viciosa como la mía, salió todo fenomenal. Empecé metiéndole la polla en la misma postura en la que habíamos quedado, introduciéndola poco a poco y después empezando a moverla hasta que la rigidez de todo su cuerpo fue cediendo comenzando el placentero juego de colaboración en el que cuando mi polla iba saliendo, su culo retrocedía buscando no perder el contacto. La siguiente postura consistió simplemente en girarle de forma que ambos quedáramos de lado, movimiento que me permitió comprobar que su polla, aprisionada bajo el sling, pugnaba por ser liberada. Siempre sin sacársela, le coloqué de forma que todo su cuerpo descansara boca arriba sobre el mío y minutos después le pedí que se incorporara para que empezara a cabalgar sobre mí. A continuación, le hice girar sobre sí mismo y seguí con la cabalgada, esta vez cara a cara, para finalmente levantarme y seguir con la follada apoyando sus piernas sobre mis hombros. Mi postura favorita parecía también la de él porque empezó a pajearse bajo el slip, pero como suelo aguantar bastante, le agarré ambos brazos con la esperanza de que ambos llegáramos al climax al mismo tiempo. Un par de minutos más y empecé a inundar el interior de su culo mientras su esfínter me recibía y se contraía ya que el también se estaba corriendo, a pesar de que ahora no se estaba tocando, como delataba la lefa que empezaba a salir por encima del slip.
Tras unos minutos abrazados, me pidió permiso para ir al baño a lavarse pero al rato, el efecto de la cerveza hizo que no me pudiese aguantar mas, por lo que seguí sus pasos, me excusé por entrar al baño y le expliqué el motivo, la sorpresa fue que me dijo que le encantaría que le mease encima y se metió en el jacuzzi aún con el sling y las medias puestos. Yo ya no podía mas por lo que me metí con el y empecé a vaciar mi vejiga en una dolorosa y larga meada, ya que la proposición hizo que me medio excitara a pesar de haberme corrido instantes antes. Empecé inundando su cara y luego bajando por el resto de su cuerpo para gran deleite de ambos. A continuación, nos dimos un buen baño en el jacuzzi, esta vez de jabón y chorros y, una vez vestidos, tomamos una copa en el salón. Hablaba bastante bien para llevar solo cuatro años en España y nos reímos bastante con alguna de sus percepciones sobre España y los españoles.
Tras la amena charla, se acercaba la medianoche y como al día siguiente tenía que madrugar, me ofrecí a llevarle a su casa, que menos como pago al tremendo placer que me había proporcionado, aunque fuera mutuo, pero me dijo que le bastaba con que le dejara en la estación de metro que había junto al parque donde nos habíamos encontrado. Al llegar al lugar, me pidió que siguiera hasta el mismo parking donde había aparcado por la tarde y que ahora estaba solitario y oscuro como boca de lobo. Una vez allí, comenzó a besarme mientras me desabrochaba la bragueta y sin esperar a darme tiempo a reaccionar se metió mi polla aún flácida en la boca, mientras yo echaba el asiento hacia atrás para facilitarle el trabajo. No paró de chupármela hasta que acabé corriéndome en su boca y aun así siguió hasta no dejar rastro alguno de semen, ni en mi polla ni en su boca y luego me pidió que le dejara en la estación pues quedaba ya poco para que cerraran el metro, despidiéndome con un peculiar y alegre "hasta la vista" con su exótico acento ucraniano.