El tutor sr. lopez capitulo 1

Laura una señora casada y con hijos, tiene ciertos problemas economicos al gastar de manera compulsiva en compras que no le son necesarias, con lo que se mete en serios problemas, en los que su marido opta por acudir a un Tutor de disciplina que se ocupe de su esposa.

EL TUTOR Sr. LOPEZ !

Laura había madrugado ese día más de lo habitual, tenía una cita importante imposible de posponer. Debía llegar a la oficina a las nueve de la mañana, pero antes se debía pasar por otro lugar al cual nada le apetecía asistir, pero nada podía hacer para no asistir ya que ese hecho hubiera dificultado las cosas, algo que era totalmente impensable, a las siete debía llegar a su cita. Pero los nervios no la dejaban hacer las cosas a derechas, parecía mentira, pero una mujer madura de treinta y seis años, con dos hermosos hijos. Carla de diez años y José de siete años. Un marido encantador que se desvivía por ella, flexible, nada autoritario, agradable, cariñoso, y muy trabajador, para darle a su mujercita todos sus caprichos, así como a sus dos hijos. Una mujer emprendedora con su propio negocio, aunque modesto, pero daba sus ingresos aunque modestos a la familia, y de paso, daba trabajo a otra familia, hacía poco que el negocio iba bien, y había tomado a una secretaria, aún estaba en periodo de pruebas pero la chica se había ganado su aprecio.

Los nervios no la dejaban centrarse. Apenas podía arreglarse para salir, se había puesto la blusa blanca abotonándola botón por botón, cuando se percató que no se había puesto el sujetador. De nuevo a quitarse la blusa. Se puso el sujetador y las bragas blancas estampadas unos racimos de uvas amarillentos que hacían resaltar dicha prenda, ahora sí, se puso la blusa blanca y escogió una falda tableada amarilla que guardaba en otro armario, como si dicha prenda de vestir no formara parte del vestuario habitual. Se sentó en la cama para ponerse unos calcetines blancos altos, los cuales le quedaron justo debajo de la rodilla, se calzo unos zapatos negros con un pequeño tacón, y volviendo de nuevo al armario, descolgó una chaquetilla a juego con la falda, se la puso y se miró al espejo sorprendida, se había quitado como unos quince años de encima, parecía una muchacha de veinte años.

Salió de la habitación dirigiéndose a la cocina, allí estaba Carlos su marido. No se atrevió a decirle nada por vergüenza, pues su atuendo no era el de una mujer de treinta y seis años. Se despidió de el con un beso en los labios mientras él la observaba con un gesto conmovido, salió de la cocina hacia el recibidor. Del mueble cercano a la puerta de entrada, extrajo un abrigo, que le cubría hasta prácticamente los tobillos, quedando a cubierto por completo su indumentaria, agarro el asa de una pequeña maleta con ruedas y salió de la vivienda. Bajo en el ascensor y en breve estaba en el portal donde la aguardaba un taxi.

Subió al taxi...

(Laura) -. A la avenida de la Gran Vía de las Cortés, numero….

Al llegar pago al taxista apeándose del vehículo, esperando a que este saliera y abriera el maletero para hacerle entrega de su maleta. Despidió al conductor brevemente, y entro en el portal del edificio dirigiéndose al ascensor, al fondo del frondoso vestíbulo, había un mostrador, detrás del mismo se hallaba el correspondiente conserje o portero. El cual la reconoció al tenerla delante del mostrador…

(Conserje) -. Buenos días señora Pujol, viene a visitar al señor López?

(Laura) -. Sí, señor Luis. Tengo cita a las siete con el señor López.

(Conserje) -. Ahora mismo la acompaño señora Pujol, me permite su abrigo?

El conserje amablemente se prestó a quitarle el abrigo, esperando mientras ella se desabrochaba el mismo, luego lo sujeto de los hombros situándose detrás de ella facilitando que el abrigo descendiera de sus brazos por el peso del mismo, una vez quitado, lo doblo sobre su antebrazo derecho y con la izquierda agarro la maleta.

(Conserje) -. Hace el favor de acompañarme señora Pujol.

Laura siguió sus pasos a una distancia de dos metros hasta el ascensor, una vez detenidos ante en la puerta izquierda, pues habían dos ascensores. El conserje introdujo una llave, en donde deberían estar los pulsadores, en vez de ellos, había una portezuela. Al abrirla, la puerta corredera del ascensor se abrió hacia el lado izquierdo, Laura entro a una seña del conserje, una vez dentro ella se dio la vuelta mirando al conserje, esperando que se cerraran las puertas sin mirar directamente al conserje, pues tenía la cabeza inclinada mirando al suelo, pero nadie podría pasar por alto la rojez de sus mejillas, vestida como una jovencita y sin atreverse a mirar a los ojos a su interlocutor, roja de vergüenza.

(Conserje) -. Señora Pujol, el señor López la aguarda en su despacho, yo me encargo de guardar su abrigo y su maleta. Que tenga usted un buen día señora. Hasta luego.

El conserje pulso el botón del piso, y las puertas se cerraron. Laura se despidió con un gesto de agradecimiento forzado, pues le daba mucha vergüenza verse ante un hombre tal y como iba vestida. Pero no tuvo más remedio que levantar la mirada para despedirse, y observar aquella sonrisa socarrona del conserje mientras las puertas se cerraban. El ascensor comenzó a ascender, momento que Laura aprovecho para mirarse al espejo y arreglarse la ropa, era importante que fuera perfectamente ataviada, agarro el dobladillo de su falda levantándosela, para verse las bragas en el espejo, primero girándose hacia la derecha y luego a la izquierda, asegurándose que estas fueran bien tensas y en su lugar, sobre todo que las perneras de sus braguitas cubrieran bien su trasero, para ello introduciendo sus dedos entre el elástico las acabo de arreglar y dejar tensas, dejo caer la falda y la aliso bien, sin poder evitar acariciarse el trasero con ambas manos. Su mirada se fijó en el número digital que iba indicando el piso que ascendía. Trece, catorce, quince… la puerta se abrió en esos momentos, a sus ojos, apareció un largo recibidor que daba directamente a una única puerta, salió del ascensor dando pasos muy cortos, el final del pasillo del recibidor daba la impresión que se alejaba de ella, causando un efecto visual. La puerta del despacho parecía cada vez más grande y ella se veía así misma, más pequeña.

Al detenerse delante de la puerta, apenas su cabeza llegaba a la asidera de la puerta, no deseaba alargar más aquella angustia que le producía estar ante esa puerta y llamo cerrando la mano, y golpeando la puerta. Eran las seis, cincuenta y cinco minutos de la mañana. Aún faltaban cinco minutos para las siete.

Desde dentro se escuchó una voz…

-. Un momento…

Miraba fijamente aquella puerta gigantesca, no la recordaba que fuera tan alta. Al escuchar aquella voz, pareció como si el tiempo volviera a la realidad, ahora la puerta le parecía más normal, el asa para abrir la puerta ya no estaba tan alta, ahora estaba a una altura lógica y normal para ella. Laura no es que fuera una mujer baja, su metro setenta era una estatura muy normal en una mujer, pero su mente le había jugado una experiencia no muy agradable, se había visto igual que cuando era una niña y era llamada por su papa a su despacho, lo que sucedía una vez dentro, no le traían muy buenos recuerdos, eso era lo que estaba reviviendo ahora a sus treinta y seis años, por unos segundos se había visto como era aquella espera ante la puerta del despacho de su padre, y ahora volvía a pasar por aquello de nuevo. Su mente seguía en aquella puerta…

Cuando la puerta se abrió de improviso…

(Sr. López) -. Puede entrar señora Pujol. Buenos días, Adelante.

(Laura) -. Bu…enos días señor López.

Una vez traspasado el umbral de la puerta, Laura camino hacia la mesa de despacho deteniéndose, escucho como a sus espaldas se cerraba la puerta, en breve unos pasos siguieron a los suyos propios, hasta situarse delante de ella al otro extremo de la mesa, donde había un confortable sillón negro de piel. Vio cómo se sentaba con toda calma en él, apoyando su espalda en el respaldo posando su mirada en ella. Durante unos segundos se miraron el uno al otro, Laura no era capaz de aguantar aquella mirada penetrante, por lo que la bajaba para verse las manos, como estas entrelazaban sus dedos nerviosos.

(Sr. López) -. Y bien señora Pujol, hace mucho tiempo desde su última visita a este despacho, ya daba por sentado que había madurado y que no sería necesario que el señor Pujol, su marido. Volviera a tener motivos para recurrir a mis servicios, pero ya veo que me equivoque. Al parecer el señor Pujol, cree que en esta ocasión será necesario que mis servicios sean más efectivos, algo que le había advertido, ser blando no es el método más efectivo, cuando una mujer comete errores, estos deben ser atajados desde la raíz, de esa forma no se vuelven a repetir o se lo pensara y mucho, para una próxima vez. La disciplina es necesaria y el castigo debe ser en consonancia con las faltas cometidas. Entiende usted esto? Señora Pujol!

(Laura) -. Sí, señor!

(Sr. López) -. Acude a este despacho por propia voluntad?

(Laura) -. Sí, señor!

(Sr. López) -. Ha sido coaccionada o obligada a venir a mi despacho?

(Laura) -. No, señor! Vengo por mi propia voluntad, y con deseos de cambiar mi conducta para mejorar mi manera de comportarme, se, que necesito ser castigada para que no vuelva a suceder de nuevo, y mi marido se sienta seguro, satisfecho, orgulloso, y complaciente.

(Sr. López) -. No esperaba una respuesta tan rotunda por su parte señora Pujol, por norma general, ninguna cree, que ser castigada la pueda hacer ser mejor mujer y mejor persona. A que motivo se debe que este tan decidida. Supongo que una de las faltas que usted cometió, debe de haberla hecho reflexionar, verdad?

(Laura) -. No pague la factura anual del seguro del coche, además estuve circulando varios días sin que este estuviera asegurado, con lo que puse en peligro la vida de mis hijos en caso de haber tenido un accidente, mis hijos para mí lo son todo, y arriesgue sus vidas, además de la mía propia.

(Sr. López) -. Realmente es una falta muy grave. Pero me cuesta creer, que su marido, el señor Pujol. No tuviera en cuenta que ese recibo de seguro de su vehículo, estaba al caer y que debería haber dispuesto fondos en el banco para cubrir ese recibo, o es que hay alguna otra razón para que no hubiera fondos en el banco?

(Laura) -. Me…lo…gaste…

(Sr. López) -. Supongo que he entendido bien. Imagino que sería por motivos de primera necesidad, por lo cual ese gasto de dinero extra, estará debidamente justificado. Pero claro, de ser así. Usted señora Pujol, no estaría aquí a punto de ser castigada severamente, por lo que debo preguntarle. Cual fue ese motivo tan irremediablemente necesario para usted, como para realizar dichos emolumentos. Los cuales han acabado en ese desfalco a su propia cuenta.

(Laura) -. No. No lo había. Pase la tarde de compras para los niños, necesitaban ropa para el inicio del curso escolar.

(Sr. López) -. Pero esos gastos de ropa para el inicio del curso escolar, seguramente su marido lo debería tener en cuenta, cierto? Creo que esa fue la excusa que dio a su marido, verdad? Pero… era cierta?

(Laura) -. No. No señor, no lo era.

(Sr. López) -. Ósea que además mintió a su marido.

(Laura) -. Sí.

(Sr. López) -. Y en que se gastó ese dinero, si no, compro ropa para el curso escolar de sus hijos, que es lo que compro…?

(Laura) -. Me compre unos conjuntos y dos vestidos, ropa interior fina, medias de seda, cosas en general muy bonitas…

(Sr. López) -. Bueno si era de primera necesidad, y le hacía falta comprarse toda esa ropa, no veo por qué esta aquí. Ah!!! Resulta que no le hacia ninguna falta, y tampoco tenía ninguna necesidad de comprarse todas esas cositas… Fue por codicia, y por ser una compradora compulsiva, sin detenerse a pensar en las consecuencias, cierto? Pero aun así, podía haber devuelto gran parte de ellas, y contrarrestar el daño causado. Pero… Como pasaron varios días desde la compra, y esas prendas por su avaricia las utilizo todas en esas tres semanas, hasta que su marido recibiera aviso telefónico de la compañía de seguros y así mismo del banco, por estar en números rojos y no afrontar otros pagos.

(Laura) -. Cuando mi…marido se enteró por su banco, estuvo buscando que motivo había habido. Hasta que llegaron los cobros de la tarjeta de crédito, entonces…

(Sr. López) -. Entonces desvergonzada… no hubieron dudas sobre qué había ocurrido, y que le había ocultado todo lo acontecido, verdad? Si, cuando su marido le consulto sobre esas deficiencias bancarias, no le hubiera mentido. Quizás el fin hubiera sido el mismo, y usted, habría acabado con el culo rojo así como unas molestias unos días, porque eso señora, era algo inevitable. La falta era demasiado grave como para evitar ser corregida. Pero, ahora los hechos son irreparables, por lo tanto no es necesario el seguir hablando del tema, ahora la prioridad es calentarle el culo de tal manera que se lo piense tres, cuatro, cinco y seis veces antes de gastar un solo céntimo. Así que joven, quieres hacer el favor de caminar hacia la puerta. Bien detente. Ahora deseo ver y comprobar que vas debidamente vestida para ser corregida, deseo ver que has cumplido las exigencias, y que la vestimenta es la necesaria para que sientas vergüenza de ti misma, y no se te ocurra ir de compras de nuevo.

Laura estaba cabizbaja, estaba muy avergonzada de sí misma, comprendía que había ido demasiado lejos, quizás una terapia con un psicólogo, la haría solucionar su problema de una forma más cívica y moderna. Pero ese sentimiento de culpa interior del daño causado, eso un psicólogo no lo podría solucionar, eso iba a ser algo que siempre lo llevaría consigo misma en su interior. Nunca había visto a su marido tan decaído, hundido. Había tenido que pedir un crédito al banco para subsanar todos los problemas causados. Si, un psicólogo la habría ayudado con el tiempo, pero ese sentimiento de culpa, ese sentimiento de haber causado un mal irreparable. Si, su marido fuera un hombre con más carácter, seguramente habría encontrado el medio adecuado el mismo, o quizás habría hecho lo que otros muchos hombres en su lugar. Pedir el divorcio o la separación, se habría llevado a sus hijos, y ella con esos antecedentes de gasto casi enfermizo por comprar cosas que no le hacían ninguna falta, ante un juez no habría tenido argumentos para vencer.

En cambio, una solución drástica y nada convencional con nuestros tiempos, iba a tener otra oportunidad. Unos meses atrás, había sucedido algo similar, aunque con menos consecuencias o al menos no tan graves. En aquella situación, su marido por defender a su esposa por su amor hacia ella, evito seguir los consejos dados por el señor López. El consejo dado fue, que lo mejor era un castigo severo, para evitar males mayores en el futuro, decía, …puede que piense en decaer, pero no se atreverá... Aquella ocasión, recibió una azotaina sobre las rodillas del señor López. La verdad es que le dolió, pero comparadas con las que le daba su padre en la adolescencia, no fue nada. A su padre le respetaba, y después de la última azotaina que le diera, en muchos años no se atrevió a volver hacer nada parecido. Hasta que últimamente viviendo con su marido, no hacía más que recibir mimos y mucho cariño. El confiaba en ella, y así acabo. Primero fueron cosas pequeñas, pero con el tiempo iba gastando más y más, se enfadaba con ella, pero a los pocos minutos ya la estaba besando y diciendo que no ocurría nada, que encontraría una solución.

Quizás hay quien tiene afán de recuperación, pero ella no, solo cuando tenía algo que temer, es cuando controlaba sus actos, y cuando alguien sabe cómo hacerlo.

Sus convicciones eran ineludibles, sabía que debía hacer. Por eso cuando escucho, “anda hacia la puerta” obedeció sin vacilación, sabiendo lo que se le venía encima. Muerta de miedo, sabía que la azotaina iba a ser muy severa e iba a ser terrible, ya la recibida hace unos meses fue dura, lloro como una niña. Pero esta lo tenía muy claro… se la había buscado. Pero estaba echa un flan, sentía como le temblaba todo el cuerpo… pero lo que más le preocupaba de todo era Carlos, su marido. Solo por él, valía la pena el estar en este despacho. La había perdonado de nuevo, a pesar de los problemas que había causado que fueran muy graves, pero con la convicción de que se merecía una azotaina de castigo.

(Sr. López) -. Bien Laura, tal y como estas, de espaldas a mí. Levántate la falda deseo ver que las bragas las llevas bien puestas, deseo ver que se ajustan bien al trasero. Es una simple revisión, la vergüenza que vas a sentir es parte importante de tu castigo, la vergüenza que pasaras hoy, es lo que te hará en el futuro, que te lo pienses mucho mejor y no volver hacer nuevas travesuras. Bien, muy bien. Bonitas bragas llevas según mis reglas infranqueables, ahora tal como estas ven aquí, a mi lado sin bajarte la falda.

Estaba roja de vergüenza, era la primera vez que debía enseñar las bragas de una manera tan descarada para ella, la visita anterior que tuviera que hacer a ese despacho, no iba con uniforme y tampoco había habido reglas como en esta ocasión. No levantaba su falda para coquetear, lo estaba haciendo para ser juzgada de cómo las llevaba, como si ser una mujer, indicara no saber o no supiera como debía ponerse su ropa interior. Y caminar hacia él, sentado en su mesa. Tener que detenerse quieta a su lado, con la falda levantada enseñando sus bragas, si al menos fueran unas braguitas como las que solía llevar, no sentiría esa vergüenza. Pero esas bragas de cintura alta de algodón, no eran nada sexys y daban más impresión de ser una niña, que una mujer de treinta y seis años. Ahí estaba ella, quieta al costado derecho de un señor de unos cincuenta años, con la falda levantada mostrando esas ridículas bragas con dibujos de uvas amarillas. Ya de por sí, eso ya era duro. Pero esa falda tableada amarilla, la chaqueta y blusa blanca, todo en conjunto la hacía sentirse como un objeto.

(Sr. López) -. Bien señorita Laura Pujol. Tranquila, puedes ruborizarte, tienes las mejillas muy rojas por la vergüenza que estás pasando, pronto será tu culo lo que tendrás muy rojo y ardiéndote como si tuvieras brasas al rojo, pero aun es necesario que te avergüences mucho más. Ahora ya he revisado tus bragas y pero ahora deseo comprobar que has seguido mis instrucciones al pie de la letra y ver lo que hay debajo de ellas.

Aquello sonó algo inaceptable para Laura, no, no, y no… eso sí que no estaba dispuesta a permitirlo, por lo tanto al ver como extendía los brazos aquel señor y sujetaba el elástico de la cinturilla de sus bragas, para bajárselas, su instinto protector de su intimidad hizo que soltara la falda, y ambas manos las estirase hacia abajo, para con ambas sujetar su falda y esta no pudiera ser alzada. Pero estaba muy equivocada, aquello no iba a acarrear nada bueno para ella. El señor se sentó mas al borde del sillón, y girando su cuerpo levemente, dejaba espacio de sobras sobre su muslo izquierdo, que es donde acabo Laura tumbada sobre ese muslo sin ella poder evitarlo, ya que su afán por cubrirse y evitar que su falda fuera izada, fue su propia posición la que dejo libertad total, para acabar su barriguita apoyada sobre el muslo del caballero, y su trasero quedar totalmente expuesto, con la falda levantada por el mismo vuelo del forcejeo para evitar descubrir sus braguitas. Sus manos entrelazadas delante de ella, quedaron sujetas contra el muslo, y sin posibilidad de librarse de esa presión, cuando quiso darse cuenta de que ocurría, los azotes caían implacables sobre su trasero recubierto aun por las braguitas.

A los primeros instantes Laura intentaba de manera infructuosa cubrir su desnudez, intentando soltarse las manos para así bajar su falda, pero en segundos cambio su interés, los azotes sobre su culo iban haciendo su labor, el trasero ya le comenzaba a arder, pues la azotaina había empezado, y el señor López, no deseaba que esta fueran simples caricias. Laura sentía como los azotes picaban y picaban, su culo empezó arder de forma considerable, ya había perdido el interés de cubrirse, ahora algo empezaba a ser más acuciante, protegerse el culo. El sonido de los azotes resonaban por todo el despacho, en la pared de enfrente que quedaba lateralmente a la mesa, había un espejo de considerable tamaño, a través del cual Laura pudo por unos instantes contemplarse en él, su cara de sorpresa fue mayúscula al verse. Su rostro descompuesto por los azotes que sentía en su culo, el verse así misma sobre las rodillas la hacía avergonzarse más, pensamiento que solo duro unos instantes, pues dada la incómoda postura, su cuerpo colgaba por un lado hasta tocar con su cabeza en el suelo, desde el cual podía ver por debajo de su propio cuerpo, como sus rodillas casi tocaban el suelo, pero la punta de los dedos de sus pies si lo tocaban, pues con el forcejeo sus zapatos se le habían desprendido. Podía ver sus manos atrapadas por su propio cuerpo bajo su estomago, la cual, junto con las manos estaban presionadas sobre el muslo del señor, el cual no cesaba en su interés por calentarle el culo, no había obedecido sus instrucciones de dejarse llevar, algo que era totalmente inaceptable, por ello se empleaba a fondo en hacerla sentir su enfado, la azotaina estaba siendo dura, la cual ya comenzaba a molestarle de verdad, sentía como su culo iba ardiendo cada vez más y más. Estaba totalmente inmovilizada de manera muy forzada e incómoda. Intentaba una y otra vez, retorciéndose o intentando retorcerse sobre sí misma, pero todo esfuerzo resultaba infructuoso. Los “ayees” de ella eran cada vez más seguidos, porque los azotes incesantes eran más y más rápidos, ella retorcía sus piernas intentando liberar a estas, pero nada podía hacer por lograrlo, hasta que en uno de los intentos por agitar su cuerpo, vio como sus piernas se hallaban trabadas al tener la pierna derecha de su interlocutor, por encima de sus muslos, lo cual hacia que se sintiera atrapada, sin poder realizar esfuerzo alguno por liberarse.

Con el forcejeo, las ruedas del sillón en el cual estaba sentado el señor López, giro sobre sí mismo unos treinta grados a su izquierda, con Laura aun echada sobre su regazo pudo verse así misma en el espejo, como estaba recibiendo la azotaina. Como no podía moverse, no podía más que apretar los parpados de los ojos, o contemplarse a sí misma en el espejo. Mientras que de su garganta no hacían más que brotar esos “ayees” a cada azote que caía implacable sobre su culo, ahora ya muy dolorido. Ella veía imágenes de cómo su cuerpo quieto, varado, inmóvil,… casi inmóvil en el trasfondo del espejo, pues a cada azote que recibía, por la inercia del azote su cuerpo se movía unos centímetros hacia adelante, para luego como un resorte volver a su posición, y al siguiente azote en su trasero se repetía la acción de su inerte cuerpo.

Su rostro estaba con un color rojo intenso, por la vergüenza y por el dolor que estaba sintiendo en su trasero, pero algo hacia que su orgullo evitase empezar a llorar en cualquier momento, pues aunque la azotaina no cesaba, ya que los azotes eran fuertes e intensos y seguidos, mantenían en cierto grado la intensidad de los mismos, ella respondía apretando los dientes, pues así de alguna manera se mostraba en su rebeldía por no complacer a su Tutor, pues estaba claro que este ponía su empeño en hacerla llorar como una niña. Se veía en el espejo, su chaquetilla colgaba de su cuerpo, pues la posición y sus esfuerzos por liberarse la habían desplazado ligeramente, o eso creía ella. Luego pudo darse cuenta que lo que colgaba por un lado no era la chaquetilla, si no su falda. Su poca entereza se hacía fuerte de alguna manera, pues aunque el culo la ardía considerablemente después de unos veinte o treinta minutos de azotaina según creía ella que debía haber pasado ese tiempo, pues se le estaba haciendo eterna esa azotaina, le parecía que nunca iba a cesar ese dolor en su trasero. Pero su entereza era al ver que aún conservaba las bragas puestas, y que su intimidad estaba a salvo de miradas de un hombre el cual, no era su marido. Como apenas podía moverse, podía ver fugazmente su trasero revestido por sus braguitas blancas, las cuales ahora resaltaban más, pues podía ver la parte que no cubrían las bragas, un color rojo intenso…

Sucedió rápido, no lo esperaba, la cogió por sorpresa… solo sintió como unos dedos se introducían por el elástico de la cinturilla de sus bragas, y como estas bajaban por sus muslos. Intento a la desesperada soltar sus manos para sujetar dicha prenda, de su garganta broto un “noooo” profundo, pero… aunque logro en parte su objetivo de liberar su mano derecha, no pudo impedir que su culo quedara desnudo, los azotes no se hicieron esperar. La sorpresa de sentir como le eran bajadas sus bragas, la dejó indefensa, sus dientes dejaron de apretar los unos contra los otros, y al proseguir la azotaina, fue lo que rebatió todas sus barreras y las lágrimas afloraran de sus ojos, empezando a llorar de manera desconsolada, aun la azotaina duraría unos minutos más.

Laura sintió como la presión de sus muslos disminuía, ahora podía mover sus piernas. Sintió como era sujetada por los hombros e izada de la rodilla donde había pasado sus peores momentos mientras recibía esa horrible azotaina en su trasero. No sin dificultad, pudo verse en pie. Sintiendo el culo arderle como si fuera un volcán en erupción, no tardo en llevarse ambas manos al trasero y frotárselo, con los ojos anegados de lágrimas, sus mejillas mojadas por la cataratas que se habían formado con sus lágrimas, de la nariz colgaban hilos de mocos, pues el llorar desconsoladamente es lo que conlleva, saliva que surgía de sus labios. Laura se frotaba vigorosamente, pero utilizo la mano derecha para secarse las lágrimas. Momento que pudo notar como su falda era levantada por la parte delantera, ahora sin oposición alguna. El señor López observo, lo que unos minutos antes Laura había evitado, que le fueran bajadas las bragas, para ver el estado de higiene de su sexo. Ahora no hubo intento por cubrirse, por otro lado el señor solo tuvo que mirar para quedarse conforme, ya que no tuvo que bajarle las bragas, pues estas aún permanecían a la altura de sus rodillas.

(Sr. López) -. Ves Laura que fácil ha sido? Porque esa resistencia inicial a no permitirme hacerte la revisión correspondiente, sabes que debías venir con el sexo depilado para tu vergüenza, ya te explique en presencia de tu marido, la necesidad de ese punto, el estar lo más desnuda posible es algo fundamental en disciplina a adultos. Que has conseguido con ello? Estas revisiones, son altamente necesarias. Pues el castigo, como así misma la disciplina, está basada en la vergüenza personal de una mujer al serle aplicado un correctivo. De esta forma se logra que el castigo sea más interactivo en la mente o memoria, con lo que se logra el objetivo primordial, el cual no es otro, que quede bien grabado en la mente. Una azotaina puede causar que una chica o mujer como tú, quizás no cambie su forma de ser pero tener el culo muy resentido por una buena azotaina, si te hará recapacitar y pensar, pasado unos días, pues aunque estés varios días con el culo dolorido, solo serán unos días. Y eso con el tiempo puede determinar, que una azotaina en el culo bien vale la pena el recibirla, si con ello has logrado tu capricho de gastar más de la cuenta, o simplemente lograr el perdón de tu pareja, basándote que él te ama demasiado para perderte, y siendo castigada bastara para volver a ser una buena esposa. Pero habéis algunas como tú, que una azotaina bien dada, no os atemoriza lo mas mínimo, si, os duele el culo. Por supuesto que sí, pero sois tan egoístas que no os importa, el ser castigadas con una azotaina, más bien seria definido que os gusta que os calienten el culito como a niñas. Para algunas mujeres tan descaradas como lo eres tú, os encanta rememorar los tiempos en que vuestra infancia, solíais ser castigadas por vuestros papas. Y si sois castigadas, lo disfrutáis como el comer un buen pastel de chocolate. “Es dulce, esta delicioso, es una gozada poder comérselo despacito para que así dure más tiempo esos minutos en los que devoráis ese pastel”. Aunque luego debáis tener el correctivo que vosotras mismas os imponéis, para perder esas calorías que habéis comido de más. Pero bien vale la pena, verdad? Ves. Mírate las bragas cochina!!! No te da vergüenza a tus treinta y seis años llevar las bragas así? .- el Sr. López estiro el brazo derecho agarrando y estirando la elasticidad de las bragas de algodón, exponiéndolas bien a la mirada, de tal manera que el fondillo de las bragas de Laura, parecía que había aumentado al doble de su tamaño, de forma bien visible -. Mírate como llevas las bragas desvergonzada! Esas son maneras de llevar el fondillo de tus bragas. Has visto marrana! Como las llevas de mojadas! Es esto lo que tratabas de ocultarme que yo pudiera ver, el estado del fondillo de tus bragas! Cochina! Y mírate el sexo….- levantando ahora la falda, se apreciaba cierto brillo de humedad en la entrepierna.- No te gires a un lado cochina! Esto que estoy haciendo no es otra cosa que hacerte avergonzar de ti misma, no resulta ser ninguna nimiedad verte el sexo rasurado como el de una niña, llevarlo así te rememorara al caminar y moverse, como al frotarse rozan el fondillo de tus bragas, haciéndote subir al séptimo cielo , no te avergüenza de lo cochina que puedes llegar a ser, no resulta humillante decir la verdad, pero si te hará pensar en el futuro, que una azotaina te podrá causar dolor, pero también placer. Aunque recordaras mucho más estos momentos si te resultan ser angustiosos, y lo que pensara tu querido maridito cuando se lo diga, el de esto seguramente ni se lo puede imaginar, pero ya me encargare personalmente de hacérselo saber.

(Laura) -. Nooo… Por favor eso no.

El Sr. López la observaba sin retirar la mirada a los ojos de Laura, estaba muy graciosa con aquellos mohines que hacía con sus labios y su rostro congestionado tanto por el ardor en su trasero, como el propio rubor de sus mejillas. O la manera de poner sus manos cubriéndose el sexo, para luego dejar solo una, para llevarse la otra al trasero ardiente… Por supuesto, el Sr. López no tenía intención alguna de contarle nada de eso a su marido. Eso hubiera sido contra producente para su negocio como profesor de disciplina, o simplemente su ego como spanker. El se ganaba un buen dinero encargándose de la disciplina de esposas, esas mujeres que causaban problemas a sus maridos, y que estos tenían claro que la disciplina encauzaría a sus esposas al ser más cautelosas. Pero que habrían reaccionado violentamente, de saber aquella minucia de la excitación sexual al recibir una azotaina. Si, jamás autorizarían que un hombre les pusiera a sus esposas sobre las rodillas y les calentase el trasero a base de bien. Si llegase a su conocimiento tal razón de ser, su negocio decaería de manera obvia.

(Sr. López) -. Y ahora vete aquel rincón, medita bien lo que ha ocurrido, la azotaina que acabas de recibir, y piensa que le vas a decir a tu marido cuando salgas de este despacho. Tienes el trasero encantador así de colorado, pero aún no he hecho más que empezar contigo. Te quiero ver cara a la pared, con la falda levantada tal como te la he dejado yo, pobre de tú trasero como te la bajes y para tu vergüenza mantén las braguitas en las rodillas.Y ni se te ocurra despegar la nariz de la pared. Enseguida vuelvo, para darte tu merecido castigo, esto solamente ha sido por tu falta de obediencia. Tu castigo aún no ha comenzado. Ahora voy a realizar unas llamadas privadas, en unos minutos volveré a terminar contigo, vas a lamentar haberte comportado tan mal con tu marido y tus hijos…

Se dirigió hacia la puerta del fondo del despacho, una puerta situada justo detrás de su mesa. En ese momento Laura estaba en el rincón del despacho, un rincón poco ortodoxo, pues no era como podría ser cualquier rincón, en este despacho destacaban sobre la estancia, ya que eran hexagonales su seis rinconeras, pues en ambos costados de la estancia en el centro, en uno había una chimenea con su fuego encendido saltando chispas, como las chispas imaginarias que debían saltar en el trasero colorado de Laura. En el otro extremo, destacaba un saliente o pilar del edificio, aunque en este caso era un armario empotrado de las mismas medidas que la chimenea, lo que hacia la estancia ser más acogedora. Los rincones eran de apenas sesenta centímetros, lo cual el cuerpo de Laura quedaba como incrustado en él, por lo cual, era de imaginar que aquellos hexagonales rincones en algunas ocasiones eran ocupados por varias chicas. El hecho de ser un armario hacia que cualquiera imaginase que debería ser un mueble bar, pues era el único armario en el despacho, y único mueble aparte de la mesa de despacho y el sillón así como dos sillas situadas oblicuas ante la mesa, supuestamente para visitantes, destacando una silla algo más alta, justo en el centro de la estancia quedando como un pequeño oasis. Las paredes estaban adornadas con unas de placas de madera de roble encajadas unas con otras de formas diferentes, con molduras que resaltaban sobre ellas, barnizadas con un barniz oscuro, excepto los seis rincones que estaban pintados con pintura plástica con un color beis claro que hacia resaltar mucho más estos sobre la estancia. Así, una chica en el rincón, no era nada disimulable, el ocupar dicho lugar, hacía que fuera muy visible y destacada, con ese fin se había construido para ser observada la chica que se hallase en dicho rincón, algo que la hacía sentirse como un mueble destacado, lo cual hacia que estar en dicho lugar, era ser observada en todo momento, haciendo que la chica se sintiera más avergonzada al hallarse en él.

Así era como Laura se sentía, observada. Pues en el techo, aparte de una antigua lámpara de lágrimas de cristal colgando del techo, en su base unida al techo, hay una cámara moderna circular, conectados entre sí a varios monitores. De tal manera que el Sr. López desde cualquier lugar de la planta, puede ver qué sucede en ese despacho o en cualquiera de sus otras estancias. El Sr. López abandonaba el despacho cuando Laura…

(Laura) -. Se…Señor… Puedo consultarle al…algo.

(Sr. López) -. Como te atreves a hablar…!!! .- El Sr. López cerró la puerta de un portazo, que hizo estremecer al cuerpo de Laura, él camino a pasos rápidos hacia Laura. La cual imaginaba que algo la amenazaba en breve por su osadía, su cuerpo temblaba como los pétalos de una amapola. Cuando sintió como el lóbulo de su oreja izquierda se estiraba, haciéndola gritar, sintiendo como su cuerpo se balanceaba en aquella dirección y todo su cuerpo, giraba sobre si misma y medio inclinada, su cuerpo era impulsado por su pies, dando como respuesta a aquella inercia que ejercía el tirón de oreja con la base centrada en su lóbulo, se sintió catapultada hacia una dirección determinada…-. Te voy a enseñar yo, a hablar cuando se está castigada en el rincón, sabes que te está prohibido hablar cuando te hayas en el rincón. - sus ojos de reojo se centraron en la silla que se hallaba en el centro de la estancia, vio con los ojos desorbitados como él se sentaba y ella al tiempo, caía sobre sus rodillas boca abajo.- ahora vas a ver desvergonzada! Al parecer no te duele el culo lo suficiente para obedecer, pero ya te voy a enseñar rápidamente lo equivocada que estas.

(Laura) -. AYY! Solo quería hacerle una pregunta… AYYY! No por favor! AYYY! Tengo un problema, AYYY! En mi oficina, AYYY! Mi secretaria, AYYY! Me da algunos AYYY! Problemas, AYYY! AYYY! AYYY! AYYY! AYYY! AYYY! AYYY!

(Sr. López) .- si debías… contarme…algo… podías… decírmelo….antes…de…irte… a casa…

(…Laura escucho aquellos pasos firmes venir hacia ella, algo se le avecinaba y ya no podía evitarlo, sabía que había sido un error muy grave. El sr. López raudo fue hacia el rincón donde se hallaba Laura, sin mediar palabra alguna, le agarro del lóbulo izquierdo, tirando del hacia sí mismo, haciendo que Laura hiciera girar su cuerpo, trastabillando torpemente con sus pies. Laura, impulsada sin remedio. Sus piernas apenas respondían con la misma rapidez, que su cuerpo era desplazado, estuvo a punto de caer al suelo, cuando su lóbulo izquierdo fue liberado, y era asida del brazo cuando su cuerpo casi rozaba el suelo, así fue como un resorte izada de nuevo, sus pies seguían trastabillando y a trompicones avanzaba, apenas Laura puso resistencia, no pretendía que le pudiera ir peor, lo que se presagiaba no pintaba nada bien para su trasero. En sus devaneos pudo ver hacia donde era conducida, la silla, era la que estaba ubicada en el centro de la estancia, una silla fuerte con patas de hierro fijada al suelo, el asiento forrado de cuero negro, así como el alto respaldo también de cuero negro. Ya no pudo observar más. Vio como él se sentaba en ella, sintiendo como su cuerpo era arrojado sobre el regazo, Laura se vio de bruces sobre aquellos muslos fuertes, estaba sobre sus rodillas echada boca abajo, cuando el primer azote callo en su culo desnudo, no había tenido tiempo de recuperarse del primer azote, que otros muchos caían implacables y fuertes, sobre su culo. Deseaba justificarse y apenas pudo articular unas palabras entre azote y azote, al mismo tiempo que era regañada, ambas voces se intercalaban sin ser apenas escuchadas la de ella, pues la voz más grave y fuerte era la predominante. Laura se limitaba a patalear con sus piernas inconscientemente, sus brazos de igual manera intentaban aferrarse al algo, sus manos intentaban acogerse a lo que fuera, pero la alta silla impedía esa acción. Estaba claramente diseñada con ese fin, de tal forma que al estar sobre el regazo de su interlocutor, esta quedaba como suspendida en el vacío, en el cual solo podía agitar sus piernas y brazos.

Solamente la azotaina a Laura, duro por el espacio de tiempo de unos breves minutos, pero no así, para Laura. Pareció que nunca iba a acabar, su forcejeo incesante, su pataleo agotador para sus piernas, sus brazos entumecidos por el agotamiento, en cambio su trasero no cesaba de contonearse, agitarse, sobresaltarse a cada nuevo azote. Las bragas de Laura tampoco permanecieron mucho tiempo sobre sus rodillas, pues ante el pataleo agitado de sus piernas, estas salieron despedidas de sus pies, para ir a posarse en el suelo como una grácil mariposa, a apenas unos dos metros quedaron en el suelo, cuando la azotaina ceso…)

Laura fue depositada de nuevo con sus pies en el suelo, la cual miraba con los ojos inyectados en sangre, mientras sus manos frotaban vigorosamente el trasero de su falda. Su trasero daba muestras de no poder aguantar mucho más, ya estaba muy muy colorado, y hasta ahora no había comenzado su castigo. Como si supiera lo que debía hacer, se dio la vuelta dando la espalda al Sr. López, sin dejar de sobarse el trasero, cuando vio sus bragas en el suelo, las recogió, no sin sentir ciertas molestias al agacharse al recogerlas, y abriéndolas por la cinturilla, paso primero un pie y luego el otro. Todo su cuerpo se estremeció al subírselas, con un sobrecogimiento al levantarse la falda para pasar las bragas por su inflamado trasero y ajustarse la cinturilla de la prenda en su lugar. No vio al Sr. López que estaba detrás de ella, pero al ajustarse las bragas la falda dejaba a estas totalmente expuestas, sintiendo una fuerte palmada en el trasero, por encima de sus bragas… teniendo ella la reacción de llevarse sus manos a su trasero, y sobarse el mismo, por encima de sus bragas mirando de reojo a su interlocutor, con cara de pocos amigos…

(Sr. López) .- al rincón…!!! Y que no te vea sobarte el culo, o volverás a mis rodillas. No es necesario que te vuelvas a bajar las bragas, pero la falda mantenla bien sujeta en tu cintura, así tu trasero permanezca al descubierto. Pronto desearas tenerlas bajadas, cuando el elástico de las mismas te apriete por la inflamación de estas. Las manos sobre la cabeza!!! Enseguida vuelvo a encargarme de ti preciosa…

Los minutos pasaban muy lentamente, Laura permanecía en el rincón nerviosa. Poco a poco, su trasero parecía que se iba relajando aunque sentía un intenso ardor en sus nalgas, tal y como dijera quien le hubiera puesto el culo así de caliente, el elástico de sus braguitas empezaba a ser molesto, sentía como su trasero estaba como aprisionado por estas. Ardía en deseos de bajar sus manos y sobarse el culo frenéticamente, le picaba y molestaba mucho más de lo que ella hubiera podido imaginar. Pero no deseaba que por sobarse, empeorase más su situación. Sus muslos se rozaban entre ellos, buscando así algún alivio a ese incesante ardor del trasero, pero todos sus esfuerzos resultaban en vano, ese picor y escozor de su trasero, no cesaba de manera o forma alguna.

Laura no hacía más que pensar en lo que aún estaba por venir, su angustia era cada vez más acusada, así como el temor a la azotaina que en breve iba a recibir, el Sr. López se lo había dejado claro, el castigo por su irresponsabilidad aún estaba por llegar el momento. De pronto, se comenzó a escuchar un sonido que la resultaba muy familiar. Procedía de la habitación contigua y estaba claro que alguien se encontraba en su misma situación. Sí, en la habitación de al lado. Había alguien que estaba siendo reprendida igual que ella misma, la intensidad de los azotes eran más ruidosos cada vez, así como los “ayes” de desesperación de la chica, estaba claro que cada vez el sonido se oía con más nitidez la chica estaba llorando desesperada. Cada vez se escuchaban los azotes con mayor nitidez, quien estuviera en la habitación de al lado no lo estaba pasando nada bien. Laura, escuchaba en silencio. No creía posible lo que estaba sintiendo en su cuerpo, se notaba así misma excitada, a pesar de su apesadumbrada situación se notaba mojada, el fondillo de sus bragas las notaba más húmedas, el escuchar como otra chica estaba recibiendo una azotaina la estaba atormentando, pero por otro lado, de alguna manera le gustaría poder ver como la recibía. En su mente la veía como estaba la chica sobre las rodillas del Tutor, sabia por conversaciones anteriores, al Sr. López de gustaba hacerse llamar Tutor de orientación de chicas indisciplinadas, era la manera que le gustaba que se le llamase. Laura, en su mente rondaba esa imagen del Sr. Tutor, regañando severamente a una chica anónima, mientras mantenía inmovilizada a la chica sobre sus rodillas, con una falda como la de Laura tableada amarilla, pues conocía que ese era el uniforme de la casa de disciplina, tal y como la misma Laura iba vestida, en su mente, contemplaba a la chica con la falda levantada y suponía que debería estar con las braguitas bajadas, veía como la mano palmeaba aquel trasero anónimo desnudo, y con un color colorado intenso, o como las piernas de la chica se agitaban de un lado a otro, o subiendo y bajando aleatoriamente por el intenso ardor del trasero. Laura, permanecía en el rincón, aún mantenía la postura de tener sus manos entrelazadas detrás de su cabeza, pero algo superior a sus fuerzas hizo que su mano derecha descendiera lentamente hacia su trasero, se acarició la nalga derecha con suavidad por encima de su braguita, para luego con calma, pasar la mano por cinturilla de dicha prenda, e introducir su mano en el interior de sus bragas, acariciarse la nalga derecha ahora con el contacto directo de la palma de su mano, notando así el intenso calor que emanaba de esta, acariciar su propia nalga de manera circular, e inconscientemente, sin sacarla del interior de sus bragas la fue deslizando a la cadera y lentamente a su vientre, para acabar con mucha lentitud, bajar hacia su pubis, tocando con suavidad esa zona sin vello alguno, la mano izquierda también había descendido, como si a Laura ya no le importara el ser descubierta, dirigiendo está a su nalga izquierda, así fue trazando círculos, notando a través de su prenda íntima el calor que su trasero desprendía, la derecha ya sin titubeos, estaba sobre su sexo y con el dedo anular e índice se acariciaba trazando círculos lentamente, para en breve mover con rapidez, no tardo en suspirar y dejar liberar gemidos de su garganta, para al poco, suspirar largamente con un grito contenido de placer, acababa de correrse en sus dedos. En ese momento le pareció que salía de un largo letargo, ya no le importaba nada el ser descubierta, ese orgasmo había resultado celestial, como si estuviera en otro lugar, ni tan siquiera se había dado cuenta, que ya no se escuchaban los azotes, y que tampoco se oía el llorar de la chica al otro lado de la pared. Como tampoco había oído el cómo se abría la puerta y entraba el Sr. López, o como este se había acercado a ella y se encontraba a su espalda. Fue, cuando escucho que alguien respiraba a su espalda cuando súbitamente regreso a este mundo, y sus manos nerviosas lentamente alzo con rapidez para colocarlas en la posición que debían de estar, sobre la cabeza, pero una mano impidió que pudiera llegar hacerlo.

(Sr. López).- Es tarde pequeña! -. Laura fue sujetada por la muñeca derecha y guiada hacia la silla que estaba en el centro de la estancia. -. Espera aquí un momento, puedes quitarte la chaqueta, así estarás más cómoda.

Laura se liberó de la chaqueta, al hacerlo la falda se soltó cayendo y cubriendo su trasero. La colgó del respaldo de la silla, entonces se dio cuenta que su Tutor se había dirigido hacia el armario que hasta ahora había resultado una incógnita que escondía en ese lugar. Su corazón casi se le desprende al ver que contenía en ese armario, hasta ese instante había creído que debía tratarse de un mueble bar, pero nada más allá de la realidad habría podido imaginar que podría albergar en su interior. Pudo observar con los ojos desorbitados por el terror de lo que veía en dicho armario. El Tutor al abrir la puerta, en la misma puerta había colgados en ella todo tipo de enseres de disciplina; paddle corto, paddle grande, tawses de ala ancha, tawses de doble y triple correa, paddle con agujeros, cepillos de madera cortos o de baño de varios tipos y modelos a cual podía resultar más terrorífico, zapatillas de suela de goma, zapatillas de suela de esparto (fabricadas a mano), rebenques de varios tipos y tamaños, cinturones de varios grosores y de confecciones varias, palmetas de cuero, cucharones, sacudidores de colchones, entre ellos reconoció el clásico de comics de Zipi y Zape, todo tipo de varas, (de cerezo, abedul, avellano, etc…). Pero algo que dejo sin saliva en la boca a Laura fue… el ver como su Tutor empuñaba un feo y gran cepillo de madera de baño. En esos instantes no sabía cómo seria y que podría causar, mucho menos su material o si sería pesado, era la primera vez que lo veía, pero al ver como lo sujetaba con firmeza y se golpeaba en la palma de la mano izquierda, su sonido dejaba pocas dudas de que debía de ser pesado y harto doloroso. También su rostro cambio, pues cerro el armario y con aquel cepillo dándose golpecitos en la palma de su mano izquierda, se acercó hacia Laura sin mediar palabra se sentó en la silla.

Laura lo miraba en silencio, sabía que en cualquier momento la ordenaría echarse en su regazo boca abajo, pero no creía que fuese capaz de hacerlo,… “no! Deberá hacerlo él, si desea ponerme en sus muslos echada boca abajo para mondarme el culo…!” eso era lo que pasaba por su cabecita, mientras su Tutor la miraba a ella fijamente a los ojos, al tiempo que con su mano derecha se daba golpecitos en dicho muslo. Ella al contrario, con ambas manos se tallaba el trasero de su falda, tenía que aguantar aquella sorda mirada con aquella socarrona sonrisa del Tutor, por lo visto disfrutaba viéndola como se frotaba el trasero.

(Sr. López) .- Bien, bien, bien… Señora Pujol. Ha llegado el momento de corregir su aptitud. Ha sido sus quehaceres malévolos los que la han conducido a esta situación, como Tutor de Disciplina he de corregir sus malos hábitos. No la voy a regañar como usted esperaría por haber visto lo que he visto. Como he comentado anteriormente, es algo natural que una spankee como usted, tenga ciertas reacciones y necesidades que su cuerpo demanda. Como bien ha podido usted escuchar, en el despacho contiguo he castigado a otra señorita necesitada de disciplina como usted. Con ella he acabado rápido, ella al contrario que usted, no ha puesto ningún impedimento al hacer la revisión previa, con lo cual, dicha señorita o señora, ya se ha podido marchar con su trasero bien servido. Al contrario que usted, ella no deberá volver hasta que su marido o pareja, la vuelva a enviar a la espera de disciplinarla de nuevo. La informo de esto, ya que usted si deberá volver esta tarde al salir de su oficina y antes de irse a su casa, hablare con el Sr. Pujol su marido, para explicarle por qué debe volver esta tarde a pasar por este despacho. Claro está, que dependerá de usted si desea que hable con su marido, de no desearlo, usted vendrá por su propia voluntad a recibir lo que en el mundo spanko, llamamos “azotaina de mantenimiento”. Y… sí, es por lo que ha hecho mientras yo me ocupaba de la otra señorita o señora. No creo que su marido vea con muy buenos ojos, cuando le cuente que usted se ha estado tocando mientras escuchaba como otra mujer estaba llorando mientras recibía una azotaina, cree usted que el Sr. Pujol lo entenderá?

(Laura) .- No.

(Sr. López) .- No, que?

(Laura) .-…No, quiero decir… que no lo… entenderá.

(Sr. López) .- Entonces quieres que se lo comunique, o prefieres venir por tu propia voluntad?

(Laura) .- Porque me hace esto? Vendré señor…

(Sr. López) .- Porque le hago esto? Yo no le hago nada señora Pujol, como usted bien sabe a estas alturas, puesto que esta es su segunda vez que su marido a recurrido a mis servicios, sabe perfectamente que he de informar a su marido, tanto el castigo que ha recibido usted, como el comportamiento que ha tenido en el mismo. Por norma general mi informe se basa en si he visto que ha aceptado con humildad su disciplina, como así mismo, si he visto ánimos de arrepentimiento. Y lógicamente no es algo que pueda decir de usted, verdad? El hecho de castigar su inflexible comportamiento a la revisión previa y pactada con su marido, así como sorprenderla masturbándose mientras escucha de fondo en la estancia contigua, como la esposa de otro cliente es disciplinada, no creo que sea el tipo de informe que su marido desea recibir. O… usted cree que si es lo que espera recibir su marido? .- Ella negó con la cabeza en sentido negativo -. Ya veo que estoy en lo cierto, usted tampoco cree que sea el informe que su marido desea y espera recibir de mis servicios. Como he dicho, la espero esta tarde al acabar su jornada en la oficina. Como castigo adicional, ya sabe que al acabar toda señora trae una maleta con su vestimenta habitual, y al acabar puede cambiarse el uniforme de disciplina, usted señora, no podrá cambiarse hasta esta tarde, cuando salga por esa puerta daré instrucciones al conserje que no le de entrega de la maleta, hasta que salga a la tarde. Una vez todo aclarado, quiere usted colocarse en mis rodillas? Ya lo imaginaba que no, lo hare yo mismo.

Laura se hallaba con el rostro totalmente congestionado por la vergüenza, a la vez que este estaba rojo de indignación, pero a la vez resignada a su suerte. Cuando vio aterrorizada que el Sr. López se disponía a levantarse para agarrar una de sus manos, ella instintivamente se retiró hacia atrás, pero la rapidez de su Tutor, no dejo lugar a que Laura se retirara demasiado, y en un abrir y cerrar de ojos se vio tumbada sobre las rodillas, sin titubeos, su falda fue izada dejando expuesto su trasero revestido por las grandes bragas de algodón, con aquellos dibujitos de racimos de uva. No tuvo tiempo de reaccionar cuando sintió que las frías manos de su Tutor, las introducía entre la cinturilla de sus bragas, y que estas eran bajadas de ipso facto a sus rodillas de un tirón. Laura noto como su mano derecha era doblada a su espalda y sujetada firmemente con la mano izquierda de su Tutor, los azotes en su trasero desnudo comenzaron sin que Laura nada pudiera hacer por evitarlos, en segundos Laura se desgañitaba llorando, no comprendía como podía doler tanto aquel cepillo, aunque tampoco era algo que pudiera pensar en esos instantes, ya que los azotes eran muy rápidos, muy fuertes, y muy constantes como para poder pensar en algo, que no fuera llorar y llorar… en veinte minutos había acabado la azotaina o minutos le habían parecido a ella, pero apenas fueron cinco minutos de dura azotaina. Cuando Laura se quiso dar cuenta, se encontraba arrodillada en el suelo y era abrazada fuertemente por su Tutor, al tiempo que la consolaba. El abrazo si duro varios minutos, hasta que Laura comenzó a calmarse un poco, entonces fue recostada de nuevo sobre las rodillas, y empezó a llorar de nuevo, pues Laura esperaba que la azotaina hubiera acabado y finalizado, sentirse de nuevo sobre las rodillas no presagiaba nada bueno. Pero esta vez ella se equivocaba, en breve pudo comprender por qué la había vuelto a colocar sobre las rodillas de su Tutor. Al sentir algo húmedo y muy frio en sus nalgas, y como era repartido por sus nalgas, no era otra cosa que una crema o pomada hidratante que fue untada sobre sus maltrechas nalgas. Aunque ello la relajo, no lo suficiente para apagar aquel dolor tan intenso de su trasero. Una vez que la piel hubo absorbido toda la crema, fue incorporada y puesta de pie. Entonces fue cuando reparo en que no llevaba bragas, pero fue su Tutor quien recogiéndolas del suelo, las abrió para que ella pasara sus pies por ellas, y el fue quien se las subió lentamente. Laura no recordaba cuando sus bragas habían salido despedidas y liberadas sus piernas de esa prenda, pero se sentía muy avergonzada de que fuera su Tutor y no ella misma quien se las pusiera de nuevo y colocara en su lugar. Su falda cayo, cubriendo su trasero y otras intimidades que habían quedado expuestas.

Pudo ver Laura como su Tutor se incorporaba de la silla, y dando a Laura una palmada en el culo, fue a su mesa, para sentarse tras su mesa en su sillón.

(Sr. López) .- Puedes acercarte Laura y sentarte. Que es eso que me querías decir antes?.- Ella aún se encontraba en el centro de la estancia, se acariciaba con la mano derecha el trasero, lugar donde había impactado la palmada del Tutor. Fue a dar un paso adelante, cuando sintió un fuerte pinchazo en el culo, al mover su pierna derecha, lo sintió en su nalga derecha, lo mismo sucedió al mover la pierna izquierda, otro intenso pinchazo en su nalga izquierda, a lo cual reacciono su cuerpo doblando su espalda hacia atrás, y con ambas manos se sujetaba ambas nalgas, apenas podía levantar los pies del suelo para avanzar, pues cada vez que avanzaba, sentía nuevos e inesperados pinchazos en sus nalgas, según la pierna que moviera. Por lo que opto por arrastrar sus pies, asi no resultaba tan doloroso moverse. Al llegar a la silla que le indicaba su Tutor, fue a sentarse, pero ello fue otro suplicio por lo cual poso sus nalgas lentamente sobre la silla, pero apoyando sus manos en los reposabrazos para no posar totalmente su trasero. .- Y… Bien, que deseabas hablarme sobre tu secretaria? Duele verdad?

(Laura) .- Auuch, oooh si. Duele horrores, auch auuuu, ay! No me voy a poder sentar en todo el día… como duele ese dichoso cepillo… ay, ay, ay!!!

(Sr. López) .- Lo se, el cepillo de baño de madera de cerezo es lo que tiene, es muy efectivo. Que deseabas hablarme de tu secretaria?

(Laura) .- Auuch, AY! Mi culo! Pues no se, si voy a poder hablar… Jo! Como me duele el culo! Coño! Bueno… pues eso… que mi secretaria Sarah es muy buena chica, es… Auuch, AY! Es muy trabajadora y le he cogido mucho cariño, pero en los dos meses que lleva conmigo, ha llegado tarde todos los días, es buena chica y vive con su novio creo. Hace bien su trabajo, aunque a veces tiene despistes, no deseo despedirla, y había pensado que algo de disciplina le vendría muy bien.

(Sr. López) .- No sé, en que puedo ayudarte, ya conoces como funciona esto de aplicar disciplina, yo solamente puedo actuar siempre y cuando ella como mujer adulta requiera mis servicios, o fuera su pareja, en este caso su novio quien me solicitase dichos servicios, y siempre con la aprobación voluntaria de la muchacha a disciplinar, aunque su novio lo aprobase, no bastaría. Tendría que ser ella misma quien diera el visto bueno, después de firmar los correspondientes documentos, en los cuales ella acepta las condiciones. Debes hablar con ella si estaría de acuerdo, y su novio también deberá firmar como que está de acuerdo en todo. De cualquier otra forma no sería posible, lo siento Laura pero no puedo ayudarte. Pero si le tienes tanto aprecio como dices, y ella también lo tiene contigo, quizás si se lo expones de la manera indicada ella acepte. Más no puedo hacer. Amenazarla con que si no se somete a un cierto grado de disciplina, no tendrías más opción que despedirla. Hoy día encontrar ciertos trabajos no resulta nada fácil, por ese lado quizás puedas mantener a tu secretaria Sarah.

(Laura) .- Hablare con ella esta misma mañana, uuuuffff… como duele!!! Te importa Juan si me levanto?

(Sr. López) .- Puedes levantarte, ya que se te va hacer tarde para llegar a tu oficina. Como no te has comportado como debías, he debido emplear más tiempo del necesario contigo, eso se lo tendré que notificar a tu marido, pues mis emolumentos por una sesión de disciplina, se han visto aumentados relativamente. Aunque será de una manera relativamente discreta, obviando ciertos detalles que han sucedido. Siempre y cuando te presentes esta tarde para tu azotaina de mantenimiento, estás de acuerdo?

(Laura) .- Si, claro. Lo entiendo, aunque no sé, si mi culo lo entenderá también… AYYYY!!! Como diablos duele tanto!!! Auch!! Debo irme, o como dices llegare tarde a la oficina.

(Sr. López) .- Recuerda que no te puedes cambiar de ropa, el uniforme aunque es un poco chillón, es un uniforme discreto, pues solamente nosotros conocemos su significado, para los demás solamente es un traje un poco chillón por el color amarillo.

Laura se despidió amablemente de Juan, Sr. López cuando estaba en trabajo. Levantarse fue toda una pesadilla, al enderezarse le pareció que miles de avispas se concentrasen en su trasero, pero arrastrando los pies pudo alcanzar su chaqueta, que aún se hallaba en el respaldo de la silla, en la cual recibiese tan severa azotaina con ese dichoso cepillo de madera de cerezo, estaba segura que en mucho tiempo no lo iba a olvidar. Entonces Laura se percató de un detalle, y pregunto a Juan.

(Laura) .- Juan, puedo hacerte una pregunta?

(Sr. López) .- Me imagino que me quieres preguntar, es sobre si te puedes cambiar de bragas verdad? .- Laura asintió -. Te las puedes cambiar por unas limpias, siempre que sean iguales, de algodón y con costuras. .- Laura volvió a sentir con la cabeza -. Entonces si te las puedes cambiar desde luego, al salir al rellano la puerta de la izquierda es un servicio, ahí te las puedes cambiar.

Para ella fue un esfuerzo infrahumano llegar hasta la puerta y salir. Entro al servicio y no pudo evitar echarse a llorar de nuevo, la vergüenza que había pasado había sido mucha, demasiado para ella. Además el dolor en su trasero era demasiado intenso, ahora pensaba en cómo podría ir a su oficina teniendo el culo tan dolorido, que la dificultaba tanto el caminar. “Laura te tienes que calmar” se decía así misma. Pasados unos minutos se calmó un poco, comenzó a asearse en el lavabo, debía lavarse la cara y maquillarse de nuevo, pues todo el maquillaje se le había corrido con las lágrimas, había sido mucho lo que había llorado. Una vez maquillada de nuevo, sonreía para si, había dolido muchísimo la azotaina, tanto la primera que recibiese con la mano, como la que recibiera después con el cepillo, pero aun así, bien había valido la pena. Ahora sentía como bajaban por sus muslos gotas de fluidos, ya que sus bragas estaban tan húmedas que no podían albergar tanta humedad. Entonces recordó que debía cambiárselas, levanto la falda y se bajó las bragas, pero antes de quitárselas, prefirió mirarse al espejo. “Guauuuu”… tenía el culo muy muy rojo, sobre todo el centro de sus nalgas se presagiaba cierto color amoratado, con razón le dolía tanto. No pudo evitar tener un nuevo orgasmo con solo verse el trasero tan colorado y marcado, orgasmo que se apresuró a secar con la toallita de baño. Se quitó las bragas e iba a cambiarse, pero recordó que las de recambio estaban en su maleta. Eso iba a resultar un problema. Entonces alguien llamo a la puerta del servicio, era el conserje.

(Conserje) .- Señora Pujol, aquí le dejo su maleta. El Sr. López me ha indicado que se la subiera, pues le debe hacer falta algo de ella. Luego déjela en el servicio, yo volveré a por ella, ya que no se la puede llevar.

(Laura) .- Muchas gracias Sr. Luis, usted siempre tan amable y cordial…

Espero un par de minutos a que el conserje se hubiera ido, para salir y coger la maleta. Abrió la puerta y asomo la cabeza, al ver que no había nadie, abrió la puerta y ahí estaba su maleta. Volvió adentro puso la maleta encima de la repisa del lavabo, la abrió y extrajo unas bragas limpias, tenía varias preparadas, unas preciosas de encaje negro, las tuvo en la mano e iba a ponérselas, cuando recordó que a la tarde debía regresar, entonces prefirió coger unas de algodón blancas igual que las que se había quitado, pero estas en cambio llevaba de dibujitos, unas flores de margaritas, se las puso, y entonces recordó que no se las podría volver a cambiar de nuevo, entonces opto por ponerse una compresa absorbente, ya que seguramente se le volverían a mojar de nuevo, y era mejor asegurarse, al tiempo que en el bolsillo interior de la chaqueta, puso un par de compresas más, por si le hicieran falta cambiarse de nuevo. Una vez colocada la compresa se volvió a subir las bragas, no sin volver a sentir aquellos pinchazos de nuevo. Guardo en una bolsa las usadas y sucias, cerró la maleta. Se aliso la falda y mirándose en el espejo una última vez, salió del servicio. Al salir se llevó un sobresalto al encontrarse con que Juan la estaba esperando fuera. Sin mediar palabra alguna, este la inclino bajo su brazo izquierdo y sin esperarlo, su falda fue alzada dejando al descubierto su trasero revestido en unas preciosas braguitas de algodón blancas con unas margaritas.

(Sr. López) .- Has hecho muy bien en ponerte las bragas adecuadas, hasta la tarde!

El Sr. López libero a Laura, la cual ante esa sorpresa inesperada volvía a estar roja de vergüenza. Sin tiempo a reaccionar vio como Juan entraba de nuevo en su despacho, Laura solo pudo hacer que arreglarse de nuevo la falda, una vez recuperada del sobresalto. Con dificultad camino hacia el ascensor, deseaba salir de ese edificio cuanto antes, no deseaba más sobresaltos. Una vez en el rellano en la planta baja, esperaba encontrarse con el conserje. Pero tuvo suerte no se hallaba en él. Se apresuró a salir sujetándose el trasero para poder caminar más rauda hacia la puerta. Antes de cruzar el umbral, se relajó. Y salió al exterior como si nada hubiera sucedido, ahora si veía las mismísimas estrellas al andar, pero no tenía más alternativa que apretar los dientes y disimular.

Caminar las tres manzanas hasta su puesto de trabajo resulto ser una odisea, pero llego creyendo que nadie se había percatado de nada, aunque el trasero le dolía horrores. Pero mucho peor fue tener que agacharse en cuclillas para abrir el candado de la persiana del local de su oficina, confiaba en que Sarah su secretaria hubiera llegado y hubiera abierto ella, pero eso hubiera sido un milagro, que esa niña hubiera llegado a su hora a su trabajo. Quitar el candado y levantar la persiana fue una pesadilla, disimuladamente se llevó sus manos al trasero, esperando que nadie se hubiera percatado. Además quien se iba a imaginar que acababan de darle una azotaina con un cepillo, a una mujer de treinta y seis años, nadie pensó.

Laura estaba organizando unos documentos cuando la puerta se abrió, sonando un timbre. Era Sarah acababa de llegar…

Continuará…