El tutor

Si no eres una chica legal, puedes acabar perdiendo el juicio, o acabando en manos de tu abogado... (Se agradecerán y se responderá a los comentarios. No tomo en cuenta las valoraciones anónimas:))

*Primera parte: (La denuncia)

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EL TUTOR

Hacía como seis minutos que nadie hablaba, y tras la cascada continua de sus palabras, se había hecho un silencio incómodo. Sólo se sentía el zumbido de una mosca sobre la lámpara verde del escritorio, orbitando alrededor de la luz y, por supuesto, el frufrú de mis codos y rodillas sobre la alfombra.

...El ruido de mis medias al romperse contra sus uñas. La carrera abriéndose bajo su índice como una cremallera, de muslo a tobillo, para revelar una piel dos tonos más blanca. (Camuflaje invernal, siberiano, muy de zorra.)

Su dedo descendiendo después sobre el resto de los hilos de nylon, tocándolos como las cuerdas de una guitarra, acabando de romperlos...  Y, por encima de todo, el sonido obsceno de su lengua al recorrer la raja del textil en dirección opuesta, tropezando con mi carne de gallina.

Su respiración acelerada con cada pequeño mordisco. La mía asustada, sintiendo cómo se agolpaba la sangre y me latía el corazón hasta en los oídos. Notar el suyo contra mi espalda.

Qué gusto -pensé- tener de nuevo un hombre sobre mí... No estar obligada a hacer el paripé de la amazona...

El abogado subía con cuidado mi falda, siguiendo el sendero del panty descosido, con sus manos finas, de no haber dado un palo al agua... enredándose en él como en la tela de una araña.

Tenerle bajo los agujeros del finísimo tejido era como sentirle dentro de mi propia piel, flexible sólo para él, infinitamente dúctil. Amasándome lentamente las nalgas, moldeándolas... para separarlas de pronto de un golpe seco, destrozando la costura central de la media y las bragas.

El desgarro sonó inesperado y brutal  en la habitación vacía, casi como si me hubiera partido por la mitad a mí misma.

Ni qué decir tiene que me sobresalté.

-Quieta, princesita, que no ha sido nada. -Aseguró, colocando su mentón sobre mi nuca, obligándome a volver a bajarla- No irás a decirme que te he hecho daño ¿verdad?

Sus palabras eran susurros contra el nacimiento de mi cabello, colándose entre los mechones de pelo, para provocarme aún más escalofríos.

-¿No serás como uno de esos niños que dicen que les duelen los zapatos...?

Negué con la cabeza, frotando la frente contra el tapiz, mientras él me besaba la raya del peinado, pringándome con sus labios aún manchados de mi carmín. Me gustaba así, caliente, condescendiente y sucio.

Riéndose sutilmente de mí por tiritar cuando su saliva me resbalaba aún por el muslo, forzándome a mantener esa postura indecente.

-Míralo- musitó- ¡qué culito tan desaprovechado! Todo el día removiéndose en la silla, sin levantarse de enfrente al ordenador, esperando la contestación de un viejo chocho... Tan inquieto... ¿Dirías que es uno de mal asiento?

"¿Aburrido y lleno de ideas raras?-siguió preguntando, mientras alejaba su mano de mí. Cerré los ojos, imaginando lo que me esperaba- ¿Ideas ilegales, chapuceras y mal ejecutadas...? Ya sabes, como pensadas con... el... culo..."

Sentí desplazarse el aire a toda velocidad, como si alguien me abanicara y me encogí, aguardando el azote. Pero no llegó. Detuvo bruscamente su palma a un centímetro, para darme dos tiernos toquecitos.

-No voy a hacer nada tan fácil como eso- aseguró, leyéndome el pensamiento, mientras me acariciaba el lomo- Si lo que quieres es penitencia y martirio para la carne, puedes esperar a fustigarte en Semana Santa. Quedan unos pocos meses, tan sólo.

"Además, hay lugares en los que te dejan hacerlo públicamente.- Chasqueó la lengua- Imagina el morbo... ¿O no...?"

Giré la cabeza, sacudiéndome de los ojos la maraña de mis rizos oscuros, para poder mirarle.

-Entonces...¿Crees que sería justo?

-¿El qué...?

-Castigarte por algo que has hecho cuando no había nadie aún para guiarte- me ayudó a despejar el pelo de mi cara, con suaves soplidos - Ningún Pepito Grillo.

-No.

-No... Claro que no, pero ¿a que sería divertido?- dijo, haciendo caminar dos dedos sobre la curva de mi trasero, pasito a pasito, para acabar propinándome una patadita con su uña, como quien golpea una pelota- ¿Verdad? Darte algo para que recordaras si decidieras volver a equivocarte. Una medida disuasoria...

-¿Como una denuncia...? Estoy aquí por eso.

-Yo pensaba en algo -bajó aún más la voz, adoptando un tono travieso, interrumpiéndose sólo para humedecerse las yemas en la boca- tirando a físico... pero tu idea tampoco está mal. La próxima vez que se te ocurra teclear su nombre, acabará nuestro contrato.

"No hará falta ni que entres en las cuentas de sus redes sociales. Si vuelves a interesarte en lo más mínimo por su existencia, dejaré tu caso y tendrás una deuda más..."

-Pero...

Mis ganas de protestar duraron exactamente lo que tardó su mano en introducirse en los jirones de mi ropa interior. Sonrió al percibir, -y sobre todo escuchar- el indiscreto chapoteo.

-Pero... nada. -sentenció.-Si tú te olvidas de tu parte del acuerdo, yo me olvidaré de la mía. De todas ellas. Además, como tras esta noche sigas acordándote de él, me sentiré personalmente ofendido.

Asentí, intentando beberme su aliento, pero retiró su boca en el último momento, con una sonrisa. Podía sentir el roce de sus gemelos contra mi nalga, fríos, muy fríos. Cómo los ángulos de mis caderas hacían que se le arrugase la manga. El tope que marcaba su anillo, encajándose en mí con sus bordes cuadrados, encallados muy adentro, en mis pliegues. Grabando en mi interior el relieve de la pequeña balanza.

Casi un símbolo de propiedad.

-Me gustaría pensar que nos hemos entendido. Que estamos en la misma... página. Mañana mismo me traerás el ordenador, ¿de acuerdo? -giró su muñeca, como si me desatornillara. Llevaba dos horas desmontándome por entero- ¿De... acuerdo? -insistió.

-¿Para qué? -Quise saber. En la nueva posición, el sello me arañaba.

-Vamos a hacerle una limpieza a fondo. No tanto como a ti, por supuesto... -empujó con más fuerza, como si me estuviera desatascando- pero cuando termine, no os va a quedar ni un resto de ese tío. El señor... ¿Cómo se llamaba?

-No...

-Sí, dílo una última vez. El señor...

-Tarleton...

-Tarleton, bien. El abuelo... ha pasado a ser sólo y exclusivamente asunto mío. YO trataré con él, porque ese es MI trabajo. YO -levantó la voz- soy el que sabe cómo hacerlo. Llevará más o menos tiempo, pero te prometo, por mi comisión del 10 por ciento, que voy a destrozarlo.

"No te inmiscuyas, y no te impacientes o empezaré a pensar que no me consideras competente...Y eso- aseguró- es algo que no me gusta. Si no te agrada mi gestión del asunto, lo mejor será que te busques otro abogado...

Aunque sería una pena que echases a perder todo este esfuerzo.."

Sacó sus falanges de mí, para empezar a desabrocharse el cinturón. Sus dedos patinaban sobre la hebilla de puro viscosos, brillantes, muy mojados. Intenté ayudarle, pero me devolvió contra la alfombra de un suave empujón. (Demasiado juguetón para estar verdaderamente enfadado)

-Por lo pronto, y como has demostrado sobradamente que eres incapaz de contenerte, voy a instalar una pequeña medida de seguridad en tu portátil. Estaré monitorizándote desde aquí. No las 24 horas del día, claro, pero sí una cantidad de tiempo...razonable.

"Sabré todo lo que hayas tecleado. Visitas a páginas, foros...cualquier intento de ponerte en contacto. Además, es un método tan bueno como cualquier otro para empezar a conocernos...

Por el bien de los dos, -me señaló- espero que no seas de las que fotografían bebidas y platos..."

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Gracias como siempre por leéroslo. Espero que os haya gustado lo bastante como para considerar dedicar un par de minutos de vuestro tiempo a dejarme un comentario con vuestras impresiones :) me haría muy feliz.

(Además, no presto demasiada atención a las notas anónimas...)